jueves, 20 de noviembre de 2014

La revolución de julio de 1909 en Barcelona.


Reseña de “¿Quién mato a Ferrer i Guardia?” de Francisco Bergasa



Capítulo destacado de la historia universal de la infamia, el juicio y ejecución de Francisco Ferrer se nos aparece hoy como la respuesta desesperada de un gobierno que aprovechó al vuelo la ocasión de librarse de un enemigo incómodo. Los detalles de esta tragedia con visos de farsa han sido estudiados por Francisco Bergasa y se presentan en ¿Quién mato a Ferrer i Guardia? (Aguilar), publicado cuando se conmemoraba el centenario del fusilamiento de Ferrer en el foso de Santa Amalia del castillo de Montjuïc el 13 de octubre de 1909.El libro comienza acercándonos al contexto socioeconómico de los hechos y a la biografía de su protagonista principal. En los albores del siglo XX, la ciudad de Barcelona, con su rígida estratificación que segregaba a la gente bien, la clase media y una muchedumbre de obreros condenados a la miseria, representaba un foco de aguda inestabilidad. Políticamente, el colapso del canovismo, tras el desastre del 98, había favorecido la irrupción de dos fuerzas poderosas: el catalanismo, lastrado por un conservadurismo que forzaba la sumisión a Madrid, y el movimiento obrero, oscilante entre la agitación anarquista y el populismo de Lerroux. Culturalmente, la ciudad era un hervidero de ideas brillantes en arquitectura, pintura, música y literatura. Este es el complejo escenario de la trama.
Francisco Ferrer i Guardia nace en 1859 en una familia de agricultores acomodados del Maresme y con catorce años se traslada a Barcelona, donde trabaja en un comercio de tejidos y luego en una fábrica de harinas, mientras estudia en clases nocturnas. En 1878 pasa a la Compañía de Ferrocarriles, en la que pronto es revisor. Trata ya a Anselmo Lorenzo (1841-1914), tipógrafo y abuelo del anarquismo ibérico, que junto con otras influencias va decantando sus ideas. Sus viajes permiten a Ferrer actuar como discreto correo de Manuel Ruiz Zorrilla, líder del republicanismo español refugiado en París desde 1875, y este contacto le será de ayuda cuando su participación en una intentona insurreccional lo arrastre al exilio en 1885. Para entonces, llevaba ya cinco años casado con Teresa Sanmartí, con la que tuvo siete hijos, y hacía dos que había ingresado en la masonería. En la capital de Francia, Ferrer regenta un restaurante en la rue Pont Neuf, bautizado “Libertad” y luego da clases de español, aunque se entrega sobre todo al activismo con republicanos y anarquistas.
En el congreso de librepensadores celebrado en Madrid en 1892, Ferrer acude a defender sus ideas y cuando al fin es prohibido a los dos días de empezar, reparte un manifiesto entre los asistentes. Este contenía un llamamiento a la insurrección violenta, y será utilizado después contra él en el juicio, pero de momento le ganó la amistad de un redactor de El País que sintonizaba por entonces con aquello, Alejandro Lerroux. De regreso a París, Ferrer se divorcia al poco tiempo de Teresa, con la que las relaciones estaban muy deterioradas debido a las profundas diferencias de carácter entre ambos. Hubo después un incidente desagradable cuando ella le disparó en la calle hiriéndole levemente.
En el último lustro del siglo se produce un cambio ideológico importante en Ferrer, que ve clara la incapacidad revolucionaria de los republicanos, buenos sólo para prodigar cuarteladas que siempre fracasaban, y orienta sus esperanzas hacia un proletariado que emerge como fuerza poderosa. Esto la ligará más a los anarquistas, al tiempo que comienza a desarrollar la idea de una pedagogía libertaria, basada en métodos racionales y científicos, y capaz de crear espíritus críticos. Se trataba de combatir la perniciosa influencia de la educación católica, servil y dogmática, y promover la adquisición de conocimientos en un marco de respeto personal, solidaridad y libertad. Así alumbrará su gran proyecto, la Escuela Moderna. Respecto a su vida personal, desde 1899 Ferrer vive maritalmente con una alumna suya, Leopoldine Bonnard, con la que el año siguiente tiene un hijo, Riego. Las relaciones se prolongarán hasta 1905.
El dinero para el proyecto pedagógico lo aportará la herencia que dejó a Ferrer su discípula y amiga Ernestine Meunier, fallecida en 1901. El legado financia la fundación de la Escuela Moderna en la calle Bailén de Barcelona en septiembre de ese mismo año, que echa a andar con treinta muchachos de ambos sexos y dirección de Clemencia Jacquinet, profesora francesa ardiente defensora de la educación laica. La empresa cuenta con la colaboración de los catedráticos de la universidad de Barcelona Andrés Martínez Vargas y Odón de Buen y pronto editará manuales de autores como Santiago Ramón y Cajal, Federico Urales o Anselmo Lorenzo. Hay que decir también que el proyecto cosechó críticas de los que lo veían excesivamente volcado en el adoctrinamiento político, como Ricardo Mella o Clemencia Jacquinet, que acabó dejando su puesto de directora de la escuela.
El número de alumnos de la escuela va creciendo (146 en 1905) y se crean sucursales, que llegan a ser más de medio centenar en 1906. En 1901 Ferrer funda además un periódico quincenal y luego semanal, La huelga general, lo que no es óbice para que la que estalla en febrero del año siguiente en Barcelona sea un completo fracaso. En estos comienzos del siglo XX, aparte de su labor educadora, se convierte en alma y sustento de las campañas que se dan en España a favor de activistas presos o de agitación antimonárquica. En 1905, Ferrer conoce a una agraciada joven navarra, Soledad Villafranca, veintiún años más joven que él, y se va a vivir con ella, dejando su viejo domicilio a Leopoldine y Riego. Por esas fechas se produce en París un atentado con bomba contra Alfonso XIII en el que existen indicios de que Ferrer tuvo alguna implicación.
El año siguiente, tras el atentado de Mateo Morral en la calle Mayor de Madrid, a cuya gestación es probable que no fuera ajeno, Francisco Ferrer es detenido y encausado con una petición inicial de pena de muerte que luego se rebaja a dieciséis años, y sus bienes son inmovilizados. Las perspectivas son sombrías, aunque Alejandro Lerroux desarrolla desde El progreso una intensa campaña a su favor, denunciando una conspiración jesuítica para deshacerse del incómodo impulsor de la Escuela Moderna. Pronto arrecian también movilizaciones en el extranjero pidiendo su libertad y, desprovisto de pruebas para inculparlo, el tribunal absuelve a Ferrer, con lo que el 12 de junio de 1907 está en la calle. No obstante, la Escuela Moderna ha sido clausurada, y su prestigio se ve seriamente mermado, por lo que decide establecerse en París. En los meses siguientes, viajará por Europa defendiendo sus postulados pedagógicos, pero manteniendo el contacto con sus amigos españoles a los que subvenciona con generosidad, volcado cada vez más en los anarquistas, pues sólo a ellos ve capaces de llevar a las masas a la insurrección que puede alumbrar un orden nuevo. Una desgracia familiar, la grave enfermedad que aquejaba a su cuñada y su sobrina, es la causa de que viniera a España en junio de 1909 y se encontrara en Cataluña cuando se precipitaron los acontecimientos.
LA SEMANA TRÁGICA
Vive España en los comienzos de aquel verano de 1909 el fracaso del proyecto renovador de Maura, la famosa “revolución desde arriba”, y en Barcelona la marginada masa obrera avanza en un proceso organizativo en el que un hito importante había sido el nacimiento en 1907 de Solidaridad Obrera, confederación gremial que ponía las bases de lo que llegaría a ser un pujante movimiento sindical. Este proletariado militante identificaba como enemigos no sólo a patronos y burgueses, sino también al ejército y la Iglesia. Al mismo tiempo, el Partido Radical de Lerroux, demagógico y populista, suponía otro polo de atracción para los obreros.
La situación no andaba muy boyante por aquellos meses, con crisis económica y lockouts a la orden del día, pero se complica aún más cuando en el Rif se reanudan las hostilidades debido a las actividades mineras en las proximidades de Melilla, y se producen llamamientos a filas en Cataluña. Era la denominada “Guerra de los banqueros” en el argot popular y sus víctimas previsibles eran los obreros que no disponían de las mil quinientas pesetas necesarias para eludir el servicio militar. La prensa radical y hasta la moderada hervían de indignación y cuando el domingo 18 de julio se obliga a desfilar por las Ramblas, camino de los muelles, al Batallón de Cazadores de Reus, formado íntegramente por soldados catalanes, la rabia de las esposas y madres de los desventurados estalla implacable. En los días siguientes hay manifestaciones en Barcelona y por toda la geografía española. La agitación crece y la ciudad es ocupada militarmente. Pronto anarquistas y socialistas convocan huelga general para el lunes 26. Los radicales les apoyan. El comité de huelga está integrado por José Rodríguez Romero, en representación de los libertarios, Miguel Moreno, de Solidaridad Obrera, y Fabra Rivas por los socialistas.
Lunes 26 de julio
La calurosa mañana de ese día, la ciudad está casi paralizada y los obreros llegados de sus barrios al centro se juntan en grupos y fuerzan el cierre de los últimos comercios, mientras se producen algunos enfrentamientos y detenciones. Cuando se comprueba que los tranvías siguen funcionando, la violencia se concentra contra ellos y son apedreados e incendiados. Las autoridades locales deciden declarar el estado de guerra y el capitán general Luis de Santiago se hace cargo de la situación, poniendo en marcha un dispositivo eminentemente defensivo. Mientras tanto, los obreros asaltan las comisarías para liberar a los detenidos.
Por la tarde, cuando los manifestantes se acercan pacíficamente a Capitanía General pidiendo la solidaridad del ejército con el pueblo, son recibidos con disparos que causan varios muertos, determinando esto para muchos historiadores la transformación de la huelga en una abierta rebelión. Al filo de la medianoche, el edificio del Patronato Obrero de San José de los maristas, en Pueblo Nuevo, es incendiado, dando apenas tiempo a la tropa de proteger la salida de los religiosos.
Ocurre entonces que el comité de huelga contacta con los dirigentes políticos, tratando de dar un sentido a los acontecimientos, pero todos: catalanistas, radicales (con Lerroux además ausente), republicanos y socialistas rehúsan cualquier intento de encauzar lo que entienden que está sujeto a su propia dinámica. La situación queda así en manos de los treinta o cuarenta mil exaltados que dominan las calles.
Martes 27 de julio
Los rebeldes levantan por la ciudad centenares de barricadas para defenderse de las cargas de las fuerzas del orden, disparando desde ellas con su escaso armamento. Arden más de treinta iglesias y monasterios. Mientras tanto, en Madrid, La Cierva, ministro de la Gobernación, trata de hacer creer que lo que se vive en Cataluña es una revuelta separatista. Más al sur, en el barranco del Lobo, en las faldas del Gurugú, las tropas españolas son masacradas por los rifeños con más de mil trescientos soldados muertos.
Miércoles 28 de julio
Con la tropa a la defensiva, la ciudad está en manos de los sublevados que han conseguido armas en asaltos al Cuartel de Veteranos y a las armerías. Hay tiroteos con la Guardia Civil, y el ejército apenas interviene. Arden nuevas iglesias y monasterios, y algunos cementerios conventuales son profanados. El carbonero Ramón Clemente será fusilado por bailar, en la plaza del Padró, con el cadáver de una monja.
Jueves 29 de julio
Con la llegada de abundantes refuerzos, las tornas se invierten y los sublevados, que resisten heroicamente en numerosos enfrentamientos, terminan batidos y dispersados aunque provocan aún algunos incendios. Los miembros del comité de huelga empiezan a contemplar la posibilidad de huir.
Viernes y sábado
Estos días el ejército, con más de diez mil soldados, elimina progresivamente los focos de resistencia que quedan, mientras algunas líneas de tranvía comienzan a funcionar, y lentamente se recupera la normalidad.
La semana trágica sólo puede decirse que concluye el domingo, día 1 de julio, cuando el capitán general de Cataluña telegrafía a Madrid que la situación está plenamente controlada. Como saldo de los hechos hay que señalar que los revolucionarios respetaron centros institucionales y factorías industriales y no hubo asaltos generalizados de tiendas o comercios. Por otra parte, la persecución religiosa sólo provocó tres muertos, de los que uno fue debido al humo. Para ser una huelga general, resultó extraordinariamente violenta, pero es necesario reconocer que como revolución fue muy blanda.
¿Qué hizo Ferrer estos días? Sabemos que a principios de junio deja la residencia londinense donde se había instalado con Soledad Villafranca y se ocupaba en la selección de textos destinados a ser traducidos y publicados en su editorial. La grave enfermedad que afectaba a su cuñada y su sobrina lo trae a Cataluña, y el 17 de junio llega a Mongat. Durante el resto del mes de junio y la primera mitad de julio vive en su casa de Mas Germinal y realiza sólo esporádicas visitas a Barcelona, siempre vigilado por la policía. Entre el 14 y el 18 de julio, se aloja con Soledad en el Hotel Internacional de Barcelona, pero los datos disponibles sugieren que sus relaciones con los dirigentes anarquistas, de Solidaridad Obrera, radicales o socialistas que estaban en aquellos momentos implicados en la movilización contra la guerra no eran muy fluidas y poco pudo influir en este sentido.
Cuando ya los acontecimientos se han desencadenado, el lunes pasa el día en Barcelona, haciendo gestiones para su editorial, pero también entrevistándose con Miguel Moreno, de Solidaridad Obrera, y Emiliano Iglesias, jefe por entonces de los radicales, con los que cambia impresiones sobre los sucesos. Regresa andando a su domicilio y en él permanece el martes. El miércoles acude a Masnou y Premiá de Mar, donde trata, con escaso éxito, de incitar a algunos de sus conocidos a sumarse a la revuelta. Su “intervención” en los hechos de esa semana termina cuando de regreso a casa se encuentra por la tarde con un grupo de jóvenes que volvían de Barcelona y ante las noticias que traen les anima a la lucha con estas palabras: “Eso está bien. ¡Ánimo! Es el momento de destruirlo todo.”
EL PROCESO
Durante el mes de agosto, dos mil quinientas personas son detenidas acusadas de participar en los hechos, al tiempo que se cierran periódicos, centros sociales y escuelas laicas. Se busca un chivo expiatorio y la prensa afín al gobierno comienza una campaña de falsedades contra Francisco Ferrer: presencia en las calles dirigiendo a los amotinados, financiación de los insurrectos, etc. El auto de procesamiento enhebra rumores y juicios de valor para plantear una responsabilidad que no se sustenta en ningún indicio probatorio. Se le busca afanosamente y al fin el 1 de septiembre, de madrugada, es detenido en Alella cuando trataba de huir a Francia. Mientras tanto, familiares, amigos y colaboradores de Ferrer son desterrados a Alcañiz y Teruel y todos sus bienes son confiscados.
Variados fueron los destinos de los miembros del comité de huelga y de los sindicatos y partidos que se adhirieron a la sublevación. Bastantes consiguieron huir, otros fueron apresados el primer día y de poco se les podía hacer responsables. La represión se cebó en los anarquistas de Solidaridad Obrera, algún nacionalista catalán y militantes del Partido Radical. Estos últimos, aunque no los líderes principales, destacaron por las acusaciones que vertieron contra Ferrer. Se repasa muy detalladamente en el libro la instrucción del proceso contra este, cuyas múltiples irregularidades son puestas de manifiesto. De los testigos convocados (105), sorprende en primer lugar la abundancia de militares, agentes de las fuerzas del orden y políticos derechistas, así como la exclusión injustificable de familiares y correligionarios del acusado. Las declaraciones amplifican y validan rumores, tuercen la realidad y tejen insidias para acabar convirtiendo a Ferrer en el alma de la sublevación. Las pruebas documentales fueron obtenidas en el registro realizado en su casa y consisten en escritos suyos en los que expresa su ideología o defiende un programa revolucionario, sin que se encuentre ninguna referencia concreta a los hechos de Barcelona.
Se acusa a Ferrer de “un delito probado de rebelión militar” y se le pide que elija a su defensor entre una lista de oficiales togados. Optará, debido al simple hecho de la coincidencia de nombres, por el capitán Francisco Galcerán Ferrer, que se comportará de forma leal y honesta. Las sesiones del juicio oral tienen lugar el 9 de octubre en la Cárcel Modelo de Barcelona. Comienzan a las ocho horas con el “apuntamiento”, una versión abreviada del sumario que precede a la intervención del fiscal. En estos trámites se contemplan resumidas las atrocidades de la instrucción: una maraña de mentiras consigue presentar a Francisco Ferrer como cabecilla de la sublevación. Habla después el defensor, que convencido de su inocencia, se atreve a denunciar las irregularidades del proceso y la debilidad de los argumentos de la acusación. Su honradez le valdrá ser censurado por el auditor por “exagerar la defensa del reo” y la apertura de una investigación que al fin quedó en nada. Se permite luego a Ferrer leer un par de cuartillas en las que protesta de su inocencia. A las doce y cuarenta y cinco minutos se da por terminada la vista.
Tras esta pantomima, Ferrer trató de dar ánimos a sus allegados, aunque no se le escapaba lo oscuro de su destino. A las seis de la tarde, el tribunal declara al acusado culpable de liderar la revuelta y le impone la pena de muerte. El fallo es aprobado por el capitán general de la IV región con fecha del 10 de octubre, y esa misma noche, el reo es trasladado al castillo de Montjuïc. El consejo de ministros del día 12 da el “enterado” y la sentencia se comunica al reo a última hora. Tras despedir amablemente a los sacerdotes que acuden a hablar con él, Ferrer redacta un detallado testamento, descansa apenas unos minutos y escribe varias cartas. A las nueve en punto del día 13 de octubre es fusilado. Sus palabras postreras a los soldados que formaban frente a él fueron: “¡Muchachos, apuntad bien, y disparad sin miedo! ¡Soy inocente! ¡Viva la escuela moderna! La mañana siguiente fue enterrado en el cementerio próximo al castillo. Los hechos provocaron en el mundo la mayor campaña antiespañola jamás vista. Cayó en breve el gobierno Maura y se mitigó la represión, pero ya nada volvería a ser igual. La sangre derramada de Ferrer hará que sus ideas tengan un éxito que nunca habían conocido y se conviertan en fermento y sustancia del anarquismo español.
El libro concluye tratando de depurar las responsabilidades del asesinato legal que en él se describe. ¿Por qué ocurrió lo que ocurrió? Ferrer estaba en el punto de mira del poder, era vigilado desde hacía mucho tiempo y tras el atentado de Morral de 1906 podía considerársele el enemigo público número uno. Su detención en Alella, dio al gobierno de Antonio Maura la ocasión que esperaba de ajustar cuentas con él, y ciertamente no la desaprovechó. Las medidas que toma en ese momento permiten explicar todo lo que ocurre después. El ejército fue un instrumento dócil en manos del gobierno y se sumó entusiasmado a la campaña contra el que se había mostrado un abierto antimilitarista. La iglesia tampoco escatimó medios para combatir al que denunciaba sus privilegios. Fue decisivo también el apoyo de la prensa de mayor difusión, enteramente al servicio del gobierno y los partidos conservadores, que actuó de altavoz para las mentiras que se atribuían a Ferrer. Solamente El País, órgano nacional de los radicales y periódicos menores asumieron su defensa.
De enemigos como aquellos sin duda podía esperarse algo así, pero sorprende la animadversión de los miembros del Partido Radical que declararon contra Ferrer. Sin embargo, el reciente acercamiento de este a los anarquistas había motivado una cierta tirantez que contribuye a explicarla. La falta de afinidad con los catalanistas de derechas ayuda a entender los testimonios de algunos de ellos y la indiferencia distante de otros. Los catalanistas de izquierdas no lo acusaron abiertamente, pero poco o nada hicieron por él. Más extraño es el alejamiento de los anarquistas y socialistas de Solidaridad Obrera, pero hay que decir que estos, aunque habían sido generosamente financiados por Ferrer, nunca dejaron de considerarlo un hombre de otro mundo, un burgués enriquecido, compañero de viaje apenas. Hay que señalar, por otra parte, que no sólo en el extranjero hubo movilizaciones a favor de Ferrer, sino también en distintos lugares de España, y que en ellas participaron los miembros más combativos del proletariado junto a algunos burgueses liberales.
¿Quién mató a Ferrer i Guardia? nos introduce en todos los aspectos históricos, sociológicos y económicos que permiten explicar el estallido de la Semana Trágica y nos acerca después con riguroso detalle a los hechos de aquellos días. Paralelamente, el libro nos ofrece una aproximación biográfica a la figura de Francisco Ferrer. Son estos dos relatos casi inconexos, pues este apenas intervino en la sublevación de Barcelona y fue sólo un poder dispuesto a cualquier arbitrariedad el que acabó por anudar las dos historias. Una fatal casualidad puso a Ferrer demasiado cerca del motín, y el gobierno de Antonio Maura aprovechó para inculparlo y librarse de él. Con la laboriosa exhumación de todos los detalles del proceso que llevó a la muerte al pedagogo catalán, Francisco Bergasa deja visto para la sentencia de la historia uno de sus episodios judiciales más lamentables.
http://www.jesusaller.com/

La Casa d'Alba és un imperi.






20.11.2014
Cañamero, sobre la duquessa d'Alba: 'Tantes terres i quan et mors en tens prou amb dos metres'



En aquesta terra tenim una assignatura pendent. Després de més de trenta anys de govern del PSOE, hi continua havent una estructura arcaica. El 50% de la terra d'Andalusia és a les mans d'un 2%. La Casa d'Alba hi té onze 'cortijos' (set a Sevilla i quatre a Còrdova).
 Rep 3 milions d'euros de la política agrària comunitària (PAC), igual com la resta de terratinents, que consten com a despeses corrents. No tenen cap finalitat. No els exigeixen llocs de feina, ni transformació dels productes agraris, ni respecte al medi. Res. Ni tan sols compleixen els convenis ni cap norma amb cap treballador perquè no hi ha cap contracte. Avui a Andalusia els contractes del camp encara són verbals.


Sentim la mort de qualsevol persona, però la Casa d'Alba, la casta terratinent i l'aristocràcia tenen part de la culpa del subdesenvolupament d'aquesta terra. Hi ha 500.000 jornalers desocupats, sense feina ni terra, cobrant una misèria del subsidi agrari —que només el poden cobrar el 40%. Vivim un endarreriment econòmic i social. Tenim mà d'obra barata i matèria primera que es transporta a uns altres llocs.
Va ser l'acord històric de la burgesia del nord amb la burgesia terratinent d'Andalusia. I quan als anys seixanta es va tecnificar el camp, amb la coneguda revolució verda, dos milions de persones van haver de marxar d'Andalusia.


Els governs han sostingut aquesta situació. Les terres es llauren per poder cobrar les subvencions. Només set propietaris de terra reben 30 milions d'euros en subvencions per a tenir terres. El 20% dels propietaris s'emporta el 80% dels ajuts. Després es fiquen amb els PER, com va fer Duran i Lleida. Doncs mireu, el PER a Andalusia existeix perquè els polítics no heu fet una política favorable a la majoria de la població per a desenvolupar la nostra agricultura ni donar feina. Nosaltres no volem PER ni subsidis. Les mans d'un treballador han de servir per a crear riquesa i no pas per a demanar almoina. Els polítics en són els culpables perquè han afavorit el caciquisme.


Quan Cayetano d'Alba va dir que a Andalusia la gent no volíem treballar, vam ocupar la seva finca, perquè era un insult. Nosaltres havíem aixecat tots els seus camps, de sol a sol.


Els governs haurien d'aplicar una reforma agrària, perquè les terres dels grans propietaris passessin a mans de les cooperatives i d'ajuntaments i fossin públiques. La terra és un do de la naturalesa, un do de Déu per als creients, i ha d'estar al servei de l'ésser humà, no pas en mans de quatre cacics.


La duquessa d'Alba és una persona més que se'n va als seus dos metres de terra, que és allò que ha de tenir tothom. Per a què vols tantes terres si quan et mors en tens prou amb dos metres quadrats? I no canviarà res. La Casa d'Alba és un imperi. És destinada, com tots els terratinents, a viure de les seves grans propietats i no pensar ni en les comarques, ni en el desenvolupament, ni en l'economia, ni en la transformació. No en té cap necessitat.


Diego Cañamero, portaveu del Sindicat Andalús de Treballadors
(Opinió recollida per telèfon.)

http://www.vilaweb.cat/opinio_contundent/4220583/canamero-duquessa-dalba-tantes-terres-quan-et-mors-tens-prou-dos-metres.html

  http://www.publico.es/557404/esa-aristocracia-insultante
-------------------------NOTA ..

El 90% del patrimonio de la Casa de Alba está exento de impuestos, según GESTHA Destacado
Escrito por  Kaosenlared.


 El 90% del patrimonio de la Casa de Alba está exento de impuestos, según GESTHA
De un patrimonio calculado de 3.200 millones de euros, la Casa de Alba sólo paga a Hacienda 6 millones, por considerarse Patrimonio Histórico, según los Técnicos del Ministerio de Hacienda...
Agencias

El 90% del patrimonio de la Casa de Alba, cuyo valor está entre los 2.200 y 3.200 millones de euros, está exento del pago de impuestos por considerarse Patrimonio Histórico y por la cesión de obras de arte y antigüedades a la Fundación Casa de Alba, según los Técnicos del Ministerio de Hacienda (Gestha).

En un comunicado, Gestha asegura que la cantidad libre de impuestos se sitúa entre los 2.065 y los 2.875 millones de euros, de los que tres cuartas partes corresponden a la exención de bienes integrantes del Patrimonio Histórico español.

Asimismo, incide en que no todo el patrimonio de la Casa de Alba tributa por igual, ya que depende de la comunidad autónoma en la que resida su titular y en la que se ubiquen las propiedades.

A este respecto, recuerda que los impuestos sobre sus bienes inmobiliarios se liquidan en las autonomías en donde están situados, mientras que el resto de bienes, como las acciones en empresas o depósitos bancarios, tributan en la comunidad en la que reside el heredero.

Gestha señala que la mayoría de los hijos y nietos de la duquesa reside en Madrid, donde el impuesto de sucesiones y donaciones está bonificado al 99%.

Por ello, sostiene que de un patrimonio calculado de 3.200 millones sólo se paga a Hacienda 6 millones, lo que supone un "exiguo" tipo efectivo del 0,2%.

Además, Gestha cree que, en el caso de que las obras de arte y antigüedades no se hubieran cedido a la Fundación, la Casa de Alba tendría que pagar 9,7 millones, mientras que si sus castillos y palacios no estuvieran catalogados como bienes del Patrimonio Histórico el pago ascendería a 57,8 millones.






Fuente: Gestha




martes, 18 de noviembre de 2014

La cuestión del populismo .



La Ilustración populista


 La cuestión del populismo se ha convertido en uno de los temas centrales del debate teórico y político. En el debate político sirve sobre todo como invectiva, como acusación de demagogia, mientras que en el debate teórico, después de La razón populista (2005) de Ernesto Laclau, el término ha adquirido rango de concepto con valor analítico. Si se atiende a lo que el concepto de populismo critica y a lo que formula como novedad, hay que reconocer que supone una reacción frente al marxismo, frente a la incapacidad política de un marxismo cuyo discurso se ha vuelto cada vez menos apto para la acción política y la conquista de hegemonía

Este dictamen sobre el marxismo como macizo ideológico-político no es novedoso, pues ya fue emitido en los años 40 por Jean-Paul Sartre en su artículo Materialismo y revolución o en los 70 por Cornelius Castoriadis, quien afirmó en La institución imaginaria de la sociedad (1975) que los miembros de su grupo, 'Socialismo o barbarie', habían tenido que "elegir entre seguir siendo marxistas o seguir siendo revolucionarios", sin olvidar al Gramsci del artículo con el que saludó la revolución rusa y cuyo título muy elocuente era La revolución contra el Capital

La razón populista que propugna Laclau viene a incidir en el bloqueo que produce el marxismo como teoría determinista y como reducción identitaria del sujeto histórico a una clase predeterminada que lastra la capacidad de acción política de las clases populares. El determinismo económico subordina la política a un saber, a una verdad sobre la economía o sobre la lucha de clases. Este saber, por lo demás, no es otro que la veredicción que sirve de fundamento al poder en régimen liberal. 

Para el soberano liberal, el poder se basa fundamentalmente en un saber sobre la población y sus dinámicas de producción, intercambio y circulación de productos que configuran una esfera supuestamente autorregulada: la economía. El dirigente socialdemócrata o estalinista ocupa muy precisamente el lugar de ese poder basado en el saber que hizo identificar a Jacques Lacan "socialismo” con "discurso de la universidad". Ahora bien, un poder basado en la verdad solo puede implantarse cuando existe ya un poder con otra base. El propio soberano moderno del régimen liberal tuvo que ser primero soberano para ser después liberal. Como los neoliberales han afirmado correctamente, rectificando así algunas tendencias del liberalismo clásico, no existe autorregulación del mercado ni por lo tanto objeto del saber económico sin una constante intervención del poder político a fin de establecer y restablecer las condiciones adecuadas para el funcionamiento del mercado. 

Una política basada en el poder-saber no es por lo tanto capaz de dar cuenta de sí misma ni de crear las condiciones en que un saber puede funcionar como poder. La historia del marxismo político nos ilustra a este respecto: las dos grandes corrientes procedentes del leninismo ~de un malentendido sobre el leninismo– que ha conocido el siglo XX, elestalinismo y el trotskismo, han pretendido basarse en una verdad teórica, la del marxismo. Sus resultados fueron totalmente dispares: por un lado, el estalinismo, que tenía el poder, pudo imponer mediante la violencia de Estado su verdad, con el coste de sobra conocido, mientras que los trotskistas que no tenían el poder, se limitaron a proclamar esa verdad dividiéndose en capillas. 

La historia de la izquierda en el siglo XX se reparte así entre la impotencia, el terror y también, por supuesto, el oportunismo de las socialdemocracias unidas a los distintos pactos neoliberales, desde el ordoliberal hasta el friedmanita. Esta transformación liberal de la socialdemocracia no debe sorprender por lo demás a quien sepa reconocer en el paradigma del poder-saber la matriz misma del poder liberal.

Un movimiento político deseoso de transformación social tiene que salir de esa trampa y comprender la necesidad de partir, no ya del saber de un mando político, sino del "sentido común" de la población. El populismo, entre cuyas fuentes reconoce Laclau a pensadores marxistas heterodoxos como Rosa Luxemburgo, Antonio Gramsci o Louis Althusser, acepta la necesidad de partir de la ideología como concepción del mundo realmente existente, sin intentar inyectar desde fuera una verdad, sino produciendo desde dentro de una multitud cuyo mundo, cuyo entorno vital es necesariamente imaginario, las nociones comunes que llevan al buen sentido, a un ejercicio siempre parcial y problemático de la razón. 

La política se convierte así en un combate centrado en el ámbito ideológico, el de los significantes y las representaciones, en el cual lo que está en juego es en buena medida el significado de los significantes políticos. El saber queda así desplazado por un hacer que requiere de saberes específicos, pero que no pretende gobernar amparado en ellos. Ciertamente, la propaganda también produce este tipo de efectos, pues parte del sentido común e intenta incidir en él. 

Uno de los riesgos del populismo, de esa apelación explícita a la ideología y al sentido común es el de convertirse, no ya en política, operación inmanente al sentido común, pugna por su resignificación, sino en operación de manipulación de masas desde el exterior. El populismo se salva y es una vía eficaz y productiva de recuperación de la política cuando se instala en el antagonismo, pero degenera cuando su actuación es exterior y sustituye el poder-saber liberal o socialista por las técnicas de manipulación.

Un elemento central del populismo como estrategia política es suapelación al pueblo. Esto merece también una matización, pues el pueblo al que se refiere no es un pueblo ya existente, sino un pueblo en constitución. El populismo es una estrategia constituyente y no puede confundirse con las apelaciones al pueblo étnicas o raciales, pues estas presuponen un pueblo ya constituido, sea este real o imaginario. El populismo que teoriza Laclau y que hemos visto operar en los últimos decenios en el continente sudamericano es un populismo democrático en sentido estricto, pues no arranca de una representación ya dada del pueblo, sino del demos como sector no representado del pueblo en su totalidad conforme a la acepción clásica del término. 

El demos, el sector de la población que en la Grecia clásica se caracterizaba por no haber tenido su parte en el reparto del poder y de la riqueza, es, como enseña Jacques Rancière, un concepto esencialmente polémico, pues polémico, esencialmente discutible, es el determinar si –y conforme a qué criterios– un sector se ha visto injustamente tratado. Con todo, esa discusión, esa polémica congénita a la idea de que una sociedad se basa en el derecho del demos, es la esencia misma de la democracia o, lo que es rigurosamente lo mismo, de la política. 

En una sociedad en la que la disputa sobre las partes y los derechos que corresponden a cada grupo estuviera cerrada –como ocurría según recuerda Maquiavelo en la disciplinada Esparta en contraste con la libre y turbulenta Roma– dejaría de haber política y democracia y solo subsistiría un régimen de conservación de las partes ya asignadas que en la terminología de Jacques Rancière, se denomina elocuentemente "policía". De este modo, como reitera Laclau, el concepto de populismo coincide con los de democracia e incluso de política. Más acá de la disputa populista solo quedan los espacios del poder-saber, de la economía como destino ineluctable y de la neutralización de todo antagonismo.

Suele criticarse al populismo como apelación irracional al sentir de las mayorías que no tiene en cuenta la necesidad económica o las determinaciones sociales que son objeto del saber-poder. Esta crítica es, sin embargo, muy poco sólida, pues presupone que el pueblo del populismo democrático es el pueblo existente, el privado de protagonismo político por el propio sistema de poder-saber que critica al populismo. Sin embargo, el pueblo de que se trata es un pueblo que no existe, un demos politizado, en escisión respecto del pueblo y del mando correlativo ya existente. 

No hay ninguna irracionalidad en una recuperación del espacio público y una reactivación del debate sobre lo común, del debate propiamente político, a condición de que no se confunda política populista con simple manipulación propagandística. El populismo democrático apela a una razón del demos, exige que se dé razón de toda medida política en la plaza pública y no solo en los ámbitos cerrados y reservados de los gabinetes de un poder al que se supone un saber propio no compartible ni discutible. El populismo, como figura activa, constituyente, de la democracia, es así un proceso genuinamente ilustrado de producción de nuevos espacios de racionalidad, de nuevas formas de autonomía. El populismo recupera así el espacio público donde se despliega el “uso público” de la razón que, según un Kant que coincide con Maquiavelo y con Spinoza, es la base de todo avance de la Ilustración.

El populismo, como reactivación y recuperación de la democracia, como proceso constituyente es un desafío de primer orden para unas democracias representativas y tecnocráticas que habían dejado de lado a ese exterior interior a toda democracia que es el demos. La reactivación del demos como sujeto unificado alrededor de un significante “vacío” que subsume múltiples demandas crea una nueva figura de pueblo, pero de un pueblo que es multitud en potencia de Ilustración, multitud que abandona la minoría de edad que la caracteriza en los regímenes de poder-saber. 

Estos regímenes, que dicen velar por la felicidad y el bienestar de la población, mantienen a esta en un estado de minoría de edad y son, como Kant afirmaba "el peor de los despotismos". Podemos, el nombre de una nueva formación política española cuyos fundadores reivindican abiertamente el populismo democrático y constituyente, es, entre otras cosas, una respuesta al imperativo kantiano de la Ilustración: sapere aude! (atrévete a saber), aunque este saber no deba identificarse con unsaber-poder de casta, sino con una progresiva producción de saber racional por parte de un pueblo en devenir.


 Y ver ....


Redalyc.Reseña de "La razón populista" de Ernesto Laclau

www.redalyc.org/pdf/902/90201013.pdf




La memoria democrática y el sr Cercas.


El impostor y la memoria democrática

Javier Cercas, a partir del caso Enric Marco, critica la industrialización de la memoria y la aproximación sentimentaloide al pasado.
Negar como hace el escritor que exista la memoria histórica significa dar por bueno el relato del pasado que el Estado construyó y difundió entre los años sesenta y ochenta.
Las críticas del libro de Cercas pueden servir para que, diez años después, asociaciones e instituciones superen los errores de la aproximación emocional al pasado.
Alfons Aragoneses . El Diario.es.



Javier Cercas acaba de presentar su nueva obra titulada El impostor. El escritor reconstruye la historia real de Enric Marco, el impostor que se hizo pasar por deportado a los campos nazis, al mismo tiempo que hace un repaso devastador de lo que él llama “la industria de la memoria” en nuestro país y una crítica a su historia reciente. En las entrevistas en las que se ha prodigado ya lanzaba las ideas que sustentan el libro: "La memoria histórica no existe, solo existe la memoria individual". "La memoria histórica se ha vuelto una industria".

Cercas estudia el caso Marco y lo aprovecha magistralmente para cargar contra una determinada forma de construir lo que él nombra “la llamada memoria histórica”, aunque no queda claro si hace referencia a la memoria democrática o a una determinada forma de reconstruir la memoria histórica. En todo caso, acierta en la crítica a ciertas aproximaciones emocionales y sentimentaloides al pasado reciente que hacen más mal que bien a nuestra cultura democrática.

Cercas aprovecha el caso Marco porque los que debieron extraer lecciones de aquel escándalo no lo han hecho en los casi diez años pasados desde que estalló. Lo que pasó en 2005 fue una gran oportunidad para modernizar la cultura de la memoria en España, para sacarla del gheto de la clandestinidad y del empeño de algunas asociaciones de víctimas por patrimonializarla. Fue una gran ocasión para europeizar la cultura de la memoria en España, tan dañada por una dictadura que sí elaboró su propio relato: el de la Cruzada y el de los XXV Años de Paz, el de las culpas compartidas y los errores moralmente equivalentes de dictadura y República.

Cercas relata muy bien cómo se gestó el escándalo. Explica la entrada de Enric Marco en Amical y el ambiente dentro y fuera de la asociación, que permitió que el engaño triunfase. Explica también lo que sucedió después, cómo muchas asociaciones, en lugar de abrirse, continuaron cultivando una cultura cerrada, resistencialista y patrimonializadora de la memoria de las víctimas. En muchos casos, las personas al frente de estas asociaciones no detectaron la necesidad de cambio ni los errores cometidos. Tras el escándalo, continuó algo que también denuncia Cercas en el libro y que los que estudiamos la deportación hemos vivido: la sacralización del testigo, a la que añadiría la del familiar del testigo, y la aproximación acrítica y sentimental al pasado.

Por todo ello, la crítica de Cercas es oportuna y útil. Pero no para descartar la petición de políticas de memoria, sino por lo contrario. El relato del escritor y su análisis debiera ayudar a que, diez años después, se sustituya la concepción comercial de la memoria histórica por la defensa de la justicia, de la verdad, de la reparación y el desarrollo de una memoria democrática en nuestro país.

Porque la memoria colectiva, contra el parecer de Cercas, sí existe. O al menos existe de la misma manera que la memoria individual: como metáfora. Los neurólogos desconocen el mecanismo de lo que llamamos memoria. Ignoran todavía cómo funciona la transmisión de impulsos que permite hacer referencias a experiencias del pasado. La memoria del ser humano es por ello una metáfora referida a esos desconocidos mecanismos. Y al igual que el individuo hace referencias al pasado, también los sistemas sociales -la sociedad en su conjunto, la política o el derecho- construyen relatos que hacen referencias al pasado. Es lo que llamamos memoria histórica. La memoria democrática es la que reivindica la lucha antifascista y por las libertades. Desgraciadamente en España existe memoria histórica del Estado, mas todavía no tenemos memoria democrática o esta es muy precaria.

Y es que Cercas, tan crítico con el concepto, hizo mucho por construir una determinada manera de referenciar el pasado de la guerra civil con su primera novela: la que ve errores moralmente equivalentes y no ve las diferencias entre el gobierno legítimo de un Estado tocado de muerte por los golpistas y unos fascistas que tenían un programa de eliminación física del enemigo. En el nuevo libro el autor, en un imaginado (¿?) diálogo con Marco, reconoce que Soldados de Salamina jugó una función en lo que algunos llamamos hace años el “boom del Franquismo” o "historia en migajas del Franquismo". Cercas, por tanto. participa de esa reconstrucción colectiva del pasado. O mejor dicho: participa de una determinada forma de reconstruir el pasado que hunde las raíces en los años sesenta, cuando Manuel Fraga y otros impulsaron la campaña de los “XXV Años de paz” que permitiría cambiar el discurso legitimador del régimen. Este discurso que todavía pervive es el de las culpas compartidas, el de la guerra entre hermanos en la que todos cometieron errores. Cercas participa de ella al equiparar moralmente al miliciano Miralles y al falangista Sánchez Mazas en su novela Soldados de Salamina.

Con su última obra, Cercas equipara todo el memorialismo a la industria de la memoria, aunque reivindica, sin llamarlas por su nombre, la necesidad de acabar con la vergüenza de los miles de cadáveres en las cunetas. Pero la memoria no es solamente Enric Marco y Amical de Mauthausen. De hecho, Cercas se refiere a esta organización como “la asociación de deportados”, cuando sabe perfectamente que es solamente una entre varias asociaciones de deportados, al lado de la FEDIP francesa o Triangle Blau o Amical Ravensbrück, escisiones estas últimas del Amical de Mauthausen. De hecho, el escritor cita solamente en una ocasión a una deportada, Neus Català, quien ya decía hace años lo que se descubrió en 2005: que Marco nunca había estado en un campo de concentración.

Cercas critica la sacralización del testigo, pero la propuesta que hace de sustituir testigo por historiador obvia que este último, por muy riguroso que sea, también está "inventando" el pasado desde sus anteojos culturales e ideológicos. Eso lo sabemos los que, como Cercas, vivimos y trabajamos en este momento en Cataluña.Además, pese a no ser sagrado, el testigo sí es necesario: como señalaba Ferriol Soria recientemente,el testigo, aunque no tiene la verdad, sí posee una de las verdades que, al lado de la histórica, la jurídica o la factual, también es importante a la hora de actualizar el relato del pasado.

Es necesario diferenciar entre esa llamada industria de la memoria -que en muchos casos ha intentado generar una cultura democrática que es muy precaria en España- de las demandas de derechos. Cuando se reclama reconocimiento y ayuda, también financiera, por parte de asociaciones o individuos, se están defendiendo derechos todavía vigentes y no realizados en nuestro Estado democrático de derecho. Eso hacían asociaciones y personas en los años setenta. Se dejó de hacer, dice Cercas, porque la vida en libertad hizo que se olvidasen estas reclamaciones. El escritor niega que hubiese un pacto de silencio, pero obvia el candado que entre 1981 y 1982 se echó en España para evitar la profundización en la joven democracia. Al cerrarse la vía de la justicia, la verdad y la reparación, se evitó que el incipiente discurso de la memoria democrática sustituyese al de los XXV Años de Paz.

Lo que Margalida Capellà llamó “la revuelta de los nietos” hizo resurgir la reivindicación memorialística veinte años después. Eso sin duda ha generado excesos o incluso falsedades como las de Marco, lo que hace que la denuncia de Cercas sea justa y pueda ser utilísima para separar el grano de la paja y conseguir desenmascarar no solamente a los Enric Marco que puedan seguir viviendo, sino también la impostura de unas elites españolas que, como Rodolfo Martín Villa, se inventaron en los años setenta y ochenta un pasado de liberales y demócratas de toda la vida. También la mentira de un Estado español que ahora pretende rescatar un falso pasado de país ajeno a la Segunda Guerra Mundial y salvador de judíos.

En resumen, me atrevería a decir que la crítica de Cercas a la industria de la memoria debe ser utilizada, pero precisamente para defender con más ahínco una memoria democrática en nuestro país. Porque, como la realidad se empeña en recordarnos constantemente, sin memoria democrática no puede haber una verdadera, moderna y europea cultura democrática. La alternativa es seguir con la inercia de la memoria histórica que comenzó a elaborarse en los sesenta, que continuó en los ochenta y que ahora esgrimen los defensores del pacto de 1978. Esa alternativa es la que continúa manteniendo miles de cadáveres en las cunetas y defendiendo a los franquistas que la justicia argentina reclama y que aquí dan lecciones de democracia.

lunes, 17 de noviembre de 2014

Libia como estado fallido.

Las lecciones de Libia
---
Dan Glazebrook
16/11/14





Hace tres años, a finales de octubre de 2011, el mundo fue testigo de la derrota final de la Jamahiriya Libia - el nombre con el que era conocido el estado libio hasta su destrucción en 2011, y que significa, literalmente, el "estado de las masas"- como consecuencia de un asalto masivo de la OTAN, sus aliados regionales y colaboradores locales.

Le costó siete meses a la alianza militar más poderosa del mundo - con un gasto militar combinado de cercano a 1 billón de dólares anuales - destruir completamente la Jamahiriya Libia (un estado con una población del tamaño de Gales) y necesitó una operación de fuerzas especiales conjunta británico-francesa-qatarí para hacerse finalmente con el control de la capital. En total, hubo 10.000 misiones de ataque aéreo sobre Libia, decenas de milesde muertos y heridos, y el país se convirtió en un campo de batalla de cientos de milicias sectarias, armadas hasta los dientes con armas saqueadas de los arsenales estatales o procedentes directamente de la OTAN y sus aliados. Gran Bretaña, Francia y los EE.UU. desencadenaron una guerra que transformó un prosperó país de África en un ejemplo clásico de "estado fallido".

Sin embargo, la imagen de Libia en los meses y años previos a la invasión era la de un Estado que había "sobrevivido a la Guerra Fría” y ahora mantenía relaciones amistosas con Occidente. El famoso abrazo de Tony Blair con Gaddafi en su tienda de campaña en 2004 marcó el comienzo de un nuevo período de 'acercamiento', y las empresas occidentales se apresuraron a hacer negocios en el estado africano rico en petróleo mientras Gadafi renunciaba a desarrollar su propia disuasión nuclear, señales aparentes de un nuevo espíritu de confianza y cooperación entre Libia y Occidente.

Sin embargo, esta imagen fue en gran parte un mito. Sí, se levantaron las sanciones y se restauraron relaciones diplomáticas; pero ello no implicaba que se recuperaba la confianza y la amistad. El propio Gadafi nunca cambió su opinión de que las fuerzas del viejo y nuevo colonialismo seguían siendo enemigas acérrimas de la unidad africana y su independencia, y por su parte, los EE.UU., Gran Bretaña y Francia continuaron cuestionando la asertividad y la independencia de la política exterior de Libia bajo el liderazgo de Gadafi. El Grupo Africano de Iniciativa Política de Petróleo (AOPIG) – una fundación norteamericana de élite que incluye a congresistas, oficiales militares y grupos de presión de la industria energética - advirtió en 2002 que la influencia de "adversarios como Libia" seguiría creciendo a menos que los EE.UU. aumentasen significativamente su presencia militar en el continente. Sin embargo, a pesar del 'acercamiento', Gadafi siguió siendo un firme opositor a esa presencia, como se señalaba con preocupación en numerosos telegramas diplomáticos de la embajada de Estados Unidos. Uno, por ejemplo, de 2009, subrayaba que "la presencia de elementos militares no africanos en Libia o en otros lugares del continente" era un "asunto prioritario" para Gadafi. Otro telegrama de 2008 cita a un funcionario pro-occidental del gobierno libio que afirma que "no habrá reforma económica o política real en Libia hasta que Gadafi desaparezca de la escena política", lo que "no sucederá mientras Gadafi esté vivo"; lo que no es precisamente la descripción de un hombre que se inclinase ante la voluntad de Occidente. A Gadafi no le habían conmovido los halagos a Libia (o la "deferencia debida" como lo describía otro telegrama de la Embajada de los Estados Unidos). que fueron especialmente evidentes durante el período de 'acercamiento'. De hecho, en la cumbre de la Liga Árabe en marzo de 2008, Gadafi advirtió a los jefes de estado reunidos que, tras la ejecución de Saddam Hussein, un ex "amigo cercano" de los EE.UU., "en el futuro, puede llegaros también vuestro turno ... Incluso a los amigos de América – y es posible que a nosotros, los amigos de América, un día aprueben colgarnos". Hasta ahí llegaba el nuevo período de confianza y cooperación. A pesar de la firma de acuerdos comerciales, Gadafi se mantuvo implacablemente opuesto a los EE.UU. y a la presencia militar europea en el continente africano (y lideró la lucha para reducir su presencia económica) a pesar de que ello le podría costar la vida. Los EE.UU. también los sabían y, a pesar de su adulación, por detrás estaban preocupados y resentidos.

Dado lo que sabemos ahora sobre lo que ha ocurrido en Libia - tanto durante el llamado 'acercamiento' entre 2004 y 2011, y después de 2011- es conveniente hacer un balance de esta experiencia con el fin de extraer las lecciones del enfoque de Occidente en sus relaciones con otros países del Sur global.

Lección uno: cuidado con el ‘acercamiento’

Como he mostrado, el llamado período de acercamiento fue todo lo contrario. Los EE.UU. continuaron siendo hostiles al espíritu independiente de Libia - como se puso de manifiesto por la oposición de Gadafi a la presencia de fuerzas militares de Estados Unidos y europeas en África. Ahora parece que los norteamericanos y los británicos utilizaron ese período para preparar el terreno para la guerra que finalmente estalló en 2011.

Los EE.UU., por ejemplo, utilizaron su nuevo acceso a funcionarios libios para cultivar las relaciones con aquellos que se convertirían en aliados locales clave durante la guerra. Lostelegramas diplomáticos filtrados muestran que el ministro de Justicia libio prooccidental Mustafa Abdul-Jalil organizó reuniones secretas entre Estados Unidos y funcionarios del gobierno libio fuera de los canales oficiales habituales y que, por lo tanto, no eran detectados por el Ministerio de Asuntos Exteriores y el gobierno central. También consiguió acelerar el programa de liberación de presos que permitió la liberación de insurgentes del Grupo de Lucha Islámico Libio (LIFG) que finalmente actuaron como tropas de choque de la OTAN durante la guerra de 2011. El jefe del LIFG - franquicia de Al Qaeda en Libia - se acabaría convirtiendo en el jefe del consejo militar de Trípoli, mientras que el propio Abdul-Jalil llegaría a ser el jefe del "Consejo Nacional de Transición" que fue instalado por la OTAN tras la caída de la Jamahiriya Libia.

Otra figura clave incubada por los EE.UU. en los años anteriores a la invasión fue Mahmoud Jibril, jefe de la Junta Nacional de Desarrollo Económico desde 2007, queorganizó seis programas de formación en los Estados Unidos para diplomáticos libios, muchos de los cuales posteriormente renunciaron y se pasaron del lado de los EE.UU. y Gran Bretaña una vez que comenzó la rebelión y la invasión.

Por último, la política de cooperación en materia de seguridad e inteligencia, que había sido un elemento clave de la época 'acercamiento', sirvió para proporcionar a la CIA y el MI6 un nivel sin precedentes de información sobre las fuerzas de seguridad libias y los elementos de la oposición a los que podían cultivar, lo que sería de gran valor para la conducción de la guerra.

La primera lección, por lo tanto es que el ‘acercamiento’, aparentemente una mejora de las relaciones, en realidad puede ser una "táctica a largo plazo" para sentar las bases de una agresión abierta, para la recogida de inteligencia y el reclutamiento de posibles colaboracionistas, estableciendo una quinta columna dentro del mismo Estado. Ello no quiere decir que sea imposible; simplemente, que debe abordarse con suma cautela y escepticismo por parte de los estados del Sur global. Se debe comprender que, para Occidente, es posiblemente un medio de hacer la "guerra por otros medios", parafraseando a Clausewitz. Algo particularmente pertinente en el caso de Irán, que actualmente es tentado con el cáliz envenenado de unas "mejores relaciones” con Occidente (aunque este 'deshielo' todavía puede ser echado por tierra por un Congreso de los EE. UU. Pro-sionista sin paciencia para las tácticas a largo plazo).

Lección dos: para Occidente, el cambio de régimen se ha convertido en un eufemismo de destrucción social total

Trato de evitar el término 'cambio de régimen', ya que implica el cambio de un "régimen" (generalmente entendido como un estado relativamente funcional y estable, aunque sea potencialmente despiadado) por otro. En la historia reciente de los llamados "cambios de régimen" impulsados por Occidente, nunca ha sucedido algo así. En Irak, Afganistán y Libia, los 'regímenes' no han sido sustituidos por otros ‘regímenes’, sino que han sido destruidos y reemplazado por "Estados fallidos", donde la seguridad es inexistente, y ninguna fuerza armada es por si sola lo suficientemente fuerte como para constituirse en "estado", en el sentido tradicional de establecer un monopolio legítimo de la violencia. Esto a su vez provoca más divisiones sociales y sectarias, ya que ningún grupo se siente protegida por el Estado, y cada uno promoverá una milicia que defenderá su localidad específica, tribu o secta - y por lo tanto el problema se perpetúa, con la inseguridad generada por la presencia de algunas milicias poderosas que conducen a la creación de otras. El resultado, por lo tanto, es la ruptura total de la sociedad nacional, en la que las funciones de gobierno, en especial la seguridad, son cada vez más difíciles de llevar a cabo.

En Libia, no sólo fueron armadas y entrenadas por los EE.UU., Gran Bretaña y Francia diversas milicias sectarias, como el Grupo Islámico Combatiente Libio, durante la guerra contra la Jamahiriya Libia, sino que su poder fue alentado por el nuevo gobierno respaldado por la OTAN. En mayo de 2012, la Ley 38 concedió efectivamente la impunidad a las milicias, haciéndolas inmunes a las acusaciones de los crímenes cometidos durante la guerra contra la la Jamahiriya Libia (como la bien documentada masacre de inmigrantes y libios de raza negra), sino también en relación a los crímenes en curso que se consideraban "esenciales para la revolución". Esta ley dio efectivamente carta blanca a las milicias para asesinar a sus adversarios reales o imaginarios, gracias al apoyo de las autoridad que habían obtenido dos meses antes. En marzo de 2012, muchas de las milicias se habían incorporado a una nueva fuerza de policía (el Comité Supremo de Seguridad) y un nuevo ejército (el Escudo de Libia) - no sólo legitimándolas, sino proporcionándolas más recursos materiales para continuar su violencia e imponer su voluntad sobre las autoridades legales del país, en gran parte impotentes. Desde entonces, las nuevas fuerzas de policía de las milicias han llevado a cabo varias campañas violentas contra la minoría sufí del país,destruyendo varios santuarios en 2013. El mismo año, también sitiaron varios ministerios del gobierno, para obligarle a aprobar una ley discriminatoria contra los partidarios del gobierno anterior (lo que aumentará la inseguridad al prohibir que cientos de miles de funcionarios con experiencia puedan seguir trabajando para el gobierno). El Escudo de Libia, por su parte, masacró a 47 manifestantes pacíficos en Trípoli en noviembre del año pasado, y más tarde secuestró al primer ministro Ali Zeidan. Actualmente están envueltos en una guerra para derrocar al gobierno recién elegido, lo que probablemente ha costado y costará la vida a miles de personas desde el mes de junio. Esto no es un 'cambio de régimen': lo que la OTAN ha creado no es un nuevo régimen, sino las condiciones de unaguerra civil permanente.

Muchos, tanto en Libia como en Siria, se arrepienten de haber actuado como carne de cañón de la OTAN para sembrar las semillas de la destrucción en sus propios países. Cualquier que crea que operaciones futuras de 'cambio de régimen’ impulsadas por Occidente acabarán en democracias estables - o incluso teocracias islámicas estables - solo necesitan mirar a Libia para saber lo que les espera. El poderío militar occidental no puede cambiar los regímenes: sólo puede destruir las sociedades.

Lección tres: una vez que las potencias militares occidentales reciben su pie en la puerta, no van a dejar voluntariamente hasta que se haya destruido el Estado

Aunque la guerra en Libia comenzó con la autorización de la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU (1973), es importante señalar que esta resolución sólo autorizaba el establecimiento de una zona de exclusión aérea y el despliegue necesario para evitar que las fuerzas estatales libias entrasen en Bengasi. Esto se logró en cuestión de días. Todo lo que la OTAN hizo posteriormente fue más allá de los términos de la resolución y, por tanto, ilegal; como subrayaron con vehemencia muchos de los que habían apoyado (o al menos no se habían opuesto) la resolución, incluyendo a Rusia, China, Sudáfrica e incluso estados miembros de la Liga Árabe.

Más allá de pretextos, una vez que los EE.UU. y el Reino Unido están involucrados militarmente en un país de su lista, no se debe esperar que se auto-limiten. Según su posición el CS de NN UU en 1973 les autorizó a bombardear Libia. Los precisos objetivos legales se desvanecieron: una vez que se les dio luz verde para bombardear, no pararían hasta destruir Libia y acabar con Gadafi, cualquiera que fuera el argumentario jurídico original que les autorizó a intervenir.

Una analogía útil es la del ladrón que va a casa de una anciana haciéndose pasar por un inspector de gas. Una vez dentro, no se limita a la lectura del contador de gas: va a robar la casa.
Obviamente, esta lección es muy pertinente en Siria, donde los EE.UU., a los que pronto se uniría el Reino Unido, están llevando a cabo ataques aéreos cuyo objetivo ostensible es 'destruir ISIS'. Dado que su objetivo declarado a largo plazo es derrocar el Estado sirio, y que solo recientemente (y podría decirse que a medias en el mejor de los casos), han comenzado a considerar a los combatientes de ISIS como enemigos en vez de aliados, el nuevo objetivo debe ser admitido con precaución, cuanto menos.

Lección cuatro: la destrucción de un Estado no puede lograrse sin fuerzas de tierra

Un aspecto poco señalado de la guerra en Libia (que, sin embargo, ha sido analizado en detalle por Horace Campbell) es el hecho de que la capital, Trípoli, fue tomada en gran parte por fuerzas terrestres de Qatar, coordinadas por fuerzas especiales francesas y británicas (en directo contravención de la resolución del CS de NN UU de 1973). De hecho, ninguna parte de Libia estuvo en manos de los rebeldes sin masivos bombardeos de la OTAN contra las fuerzas estatales libias; después de las primeras tres semanas, una vez que el ejército libio contuvo la revuelta, ni una sola batalla fue ganada por los rebeldes hasta que la OTAN comenzó el bombardeo. Incluso entonces, los rebeldes solo pudieron tomar ciudades cuando las fuerzas de la OTAN habían destruido por completo la resistencia - y con frecuencia fueron expulsados de nuevo por el ejército libio a los pocos días. Esto a pesar del hecho de que muchas de las milicias de Misrata estaban bajo el mando directo de las fuerzas especiales británicas.

Esta situación implicaba que la toma de la capital iba a ser muy problemática. La solución fue la Operación Sirena del Amanecer: una invasión de Trípoli a finales de agosto por las fuerzas de tierra de Qatar, la inteligencia francesa y el SAS británico, precedida de varios días de fuertes ataques aéreos. Si bien es cierto que los colaboracionistas locales se unieron una vez que la invasión comenzó, y de hecho algunas unidades rebeldes conocían la fecha con anterioridad, la realidad es que la caída de Trípoli fue sobre todo una operación planeada y ejecutada por extranjeros.

Todo esto es de gran importancia para la situación en Siria en estos momentos. Durante la mayor parte de este año, la iniciativa en la guerra de Siria ha estado en el lado del gobierno, especialmente su reconquista del bastión rebelde de Homs en mayo. Si bien este impulso fue, en cierta medida, revertido por ISIS tras su avance en Irak, sin embargo, es evidente que la esperanza de una victoria rebelde sin una campaña aérea occidental parece poco probable.

Lo que demuestra Libia, sin embargo, es que, incluso con apoyo aéreo, las milicias rebeldes tienen pocas probabilidades de alcanzar la victoria sin una ocupación terrestre exterior. En el caso de Siria, puede ser aún más necesaria, porque la combinación de ataques aéreos contra ISIS y contra las fuerzas del gobierno sirio será mucho más difícil que en Libia, dados los sofisticados misiles antiaéreos S-3000 proporcionados por Rusia el año pasado al gobierno sirio. Ello hace que una invasión terrestre sea la opción más viable. Los medios de comunicación occidentales intentan presionar a Turquía para organizar una invasión terrestre, y es probable que las fuerzas turcas jueguen en Siria un papel similar a las fuerzas de Qatar en Libia.

La guerra de Libia abrió los ojos a muchas personas, o debería haberlo hecho. Pero la lección primordial - si necesario reiterarla – es que los EE.UU., el Reino Unido, Francia y sus aliados no se detienen ante nada, incluyendo causar un colapso social total, con el fin de cambiar su situación económica mundial en declive a través de la destrucción militar. Esta es la realidad detrás de todo el discurso sobre la protección de los civiles, el humanitarismo y la defensa de la democracia: toda intervención militar occidental debe ser analizada desde esta realidad.

Dan Glazebrook es autor de Divide and Ruin: The West’s Imperial Strategy in an Age of Crisis .

Traducción para www.sinpermiso.info: Enrique García