Carlos Fernández Liria: “El sexo es la experiencia más
democrática del mundo”
Entrevista al filósofo profesor y autor del libro 'Sexo y
Filosofía' (Akal, 2020)
Sara Montero
“En cualquier rumba de los Chichos, en las bulerías de
Camarón o en las canciones de Umm Kulthum se plantean todos los problemas más
importantes que deben ser pensados”. Con esta convicción, Carlos Fernández
Liria (Zaragoza, 1959), filósofo y profesor de la Universidad Complutense de
Madrid, ha escrito el libro Sexo y Filosofía (Akal, 2020) en el que hace un
repaso de qué es y cómo se ha pensado a lo largo de la historia eso tan
complicado del amor.
En una época en la que todos los adjetivos que acompañan al
amor están siendo analizados, escrutados y criticados, del “romántico” al
“libre”, Fernández Liria sale en defensa de Shakespeare, Joaquín Sabina y hasta
de Conchita Piquer. De la cultura popular pasamos a Platón, Kant o Hegel. Eso
sí, que los lectores no esperen recetas sobre cómo gestionar las relaciones
porque Fernández Liria apuesta en este libro por centrarse en lo que significa
“hacer el amor”.
El filósofo escribe en este medio sobre la universidad o la
actualidad política, pero esta vez reserva a cuartopoder un hueco para hablar
de algo mucho menos mundano.
-Usted ha escrito mucho sobre política, historia o educación
¿por qué ha decidido abordar ahora el amor?
- Depende de mis clases. Yo siempre estoy con el programa
político de la Ilustración, centrándome en una triada: Verdad, Justicia y
Belleza, que en realidad es Platón. Y la relaciono con otra triada, la de
Robespierre y el triunfo de la verdadera revolución francesa: Libertad, Igualdad
y Fraternidad. Ante la Verdad, somos iguales por eso que decía Machado de que
la Verdad es la Verdad la diga Agamenón o su porquero.
Ante la Justicia, somos libres. Imaginemos que un
maltratador dijera que ha pegado a su mujer porque su pueblo es muy machista.
Eso no lo exculpa ante ningún tribunal porque es libre de ir contra el machismo
de su pueblo. El juez le diría que si todo el pueblo es machista, debería
haberse cambiado de pueblo o haber hecho una revolución. Eso no es disculpa, le
van a caer años de cárcel.
Ante la Belleza, somos fraternos. Kant lo razona bien. Ante
la belleza te sientes al lado del otro, con la sangre del otro, con el cuerpo
del otro. Independientemente de que sea verdad, sientes que los demás están
pensando lo mismo, te sientes consanguíneo al resto de la humanidad. Pero es
verdad que Robespierre fue el que introdujo en el lema de la revolución
francesa la exigencia de la fraternidad universal.
En otros libros había reflexionado sobre la Igualdad y la
Libertad y en este quería hacerlo sobre la Fraternidad y la Belleza.
-¿Esta reivindicación del amor es entonces una salida al
eclipse de la fraternidad y al individualismo que impone el neoliberalismo?
-El neoliberalismo impone la lógica mercantil, nos hace
interpretarnos todo el tiempo como individuos. El triunfo del programa político
capitalista eclipsó la fraternidad del lema de la revolución francesa. El que
mejor lo cuenta es Antoni Domènech en su libro El eclipse de la fraternidad.
Una revolución en nombre de la fraternidad exigía que la ciudadanía tuviera
condiciones materiales de existencia. Al hacer intervenir el cuerpo, exigía un
programa político que fuera en nombre de los hermanos. Se exigía que los
ciudadanos fueran independientes civilmente, emancipados. No como hijos de un padre o siervos de un
señor, sino hermanos, como personas igualmente emancipadas, que no tienen que
pedir permiso al otro para existir. El lema de la fraternidad introducía el
lado más socialista del programa político de la Ilustración.
¿Qué tiene que ver todo esto con el amor? Hay que pensar en
qué sentido en qué sentido nos sentimos fraternos y con derecho a ser
independientes civilmente, a no depender de otro, ni pedir permiso a otro. El
hilo conductor que yo recorro en el libro lleva al tema de la Belleza. Es ante
la Belleza cuando te sientes consanguíneo, sientes que tu cuerpo tiene algo que
ver con los demás. La experiencia de la Belleza más fuerte, a la que nadie
renuncia, es el amor. Tú puedes decidir entrar o no en el Reina Sofía, pero no
puedes decidir enamorarte. En un cruce de dos miradas, te enamoras y empiezas a
sentir cosas muy raras, muy interesantes para la filosofía. Tienes una
experiencia metafísica, un abismo existencial que recorres. Si te pones a
investigar en qué consiste, resulta que es uno de los temas más interesantes
para la filosofía, es un tema muy tratado y estudiado y yo intento sacarlo a la
luz.
Para sacarlo a la luz, más que leer a los filósofos, hago
una especie de fenomenología popular del amor, el estar enamorado o follar
enamorado. Hacer el amor. Por eso, la editorial lo ha llamado Sexo y Filosofía.
Yo quería llamarlo Amor y Belleza, pero este título no me parece mal porque el
sexo es la experiencia más democrática del mundo, todo el mundo lo ha vivido
alguna vez. Si en ese tener sexo enamorado aclaras la tercera pata eclipsada
del programa político de la Ilustración pues es un negocio bárbaro. El pueblo,
además, ya ha reflexionado muchísimo sobre ese abismo a través de las canciones
de amor.
- En el libro dice que el amor es independiente de las
clases sociales, del dinero, del lugar, del tiempo e incluso de la vida. Pero
si aterrizamos el concepto, en realidad vemos que sería realmente difícil que
Julieta y Romeo se enamorasen porque los Montesco y los Capuleto no van a los
mismos colegios, ni a las mismas fiestas, ni comparten espacios donde tengan la
oportunidad de enamorarse. Al final la clase social sí influye.
-Tienes toda la razón. Yo la conclusión que sacaría es que
con las clases, los colegios privados y
los públicos, el amor se está volviendo una cosa muy difícil. Yo lo que digo en
el libro es que de alguna manera, el amor encaja con la Declaración de los
Derechos Humanos a la perfección. Con la fórmula de “Toda persona tiene todos
los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción
alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier
otra índole...”. No es imposible que una gitana se enamore de un payo siendo
ella evangelista y el payo católico, siendo rico y pobre. El asunto está en que
cuando haces una declaración de amor dices con toda claridad que eso no
importa. Cuando eso importa, el amor se vuelve imposible. Ha habido ya
bastantes historias, como la película de Los Tarantos que es igual de buena que
West Side Story. Los personajes dicen que es imposible el amor porque no la
aceptan sus familias. Lo que vienen a escribir sin darse cuenta es el segundo
artículo de la Declaración de los Derechos Humanos.
Otra cosa es que ya no nos interesen las declaraciones de
amor. Eso indica que el amor está eclipsado. Es cierto que ahora la gente
tiende a guardarse las espaldas, esto es guardar tu condición económica,
social, religiosa o cultural. Nos protegemos de lo que significa amar, pero el
amor no consiste en eso, eso es lo que yo llamo en el libro “recetas para
seguir viviendo”. Cuando nos enamoramos las buscamos y hay un tira y afloja.
Todos lo hacemos porque todos queremos seguir viviendo.
En el libro cito la película de El Imperio de los sentidos,
que se hizo muy famosa en los años 70. Tenía un argumento muy sencillo: un
hombre y una mujer que se meten en la cama y ya no pueden salir y al final
deciden matarse el uno al otro. A mí eso sí me parece el amor. A veces, cuando
estamos follando, escuchamos o decimos “mátame”, “no quiero que haya mañana
después de esto”. Se busca la eternidad y que haya un mañana lo que hace es
quitársela, ¿cuántas canciones de amor dicen eso? Lo dice hasta Julio Iglesias.
-En los últimos años se ha escrito mucho sobre la necesidad
de un amor menos doloroso, menos dañino y menos romántico, pero usted es muy
defensor de ese “amor no civilizado” al que cantaba Sabina, ¿por qué?
-Lo pensé mucho al escribir el libro y lo he hablado con
muchas compañeras y alumnas, que me decían en mis clases que defendía el amor
romántico y no un amor menos patriarcal. Yo lo de patriarcal no lo veo, porque
puede ser recíproco. Eso de que hayan puesto a parir a Amaral por decir “sin ti
no soy nada” no lo puedo concebir. Me parece una declaración preciosa y no sé
por qué eso lo tiene que decir siempre una mujer. Yo mismo lo he dicho muchas
veces en mi vida, no entiendo por qué suena patriarcal. Pero eso no me
preocupa. Cuando dicen que el amor romántico es una receta para el suicidio y
no para la vida, pues estoy de acuerdo. Yo lo que no sé es por qué los seres
humanos tenemos que apreciar tanto la vida. ¿Cuántas veces ha ocurrido eso de
que te desprecien por no haber sabido elegir la receta adecuada según el manual
ideológico de un partido político que ha decidido que el amor debe ser una
manera o de otra? Eso no lo admito, me parece puritanismo maoísta de la peor
especie que se camufla de crítica al amor romántico.
En esto sí que estoy de acuerdo con una persona a la que no
he parado de criticar: Fernando Savater. Le preguntaron sobre el amor romántico
en una entrevista sobre el libro que escribió cuando se murió su mujer. Es un
libro muy bello, es el que más me ha gustado. Le dijeron que el amor romántico
estaba siendo muy criticado. Contestó Savater “Váyase a tomar por culo. ¿Si el
amor no es romántico, qué va a ser? ¿mecánico?”.
El amor es así. Otra cosa es que tú digas que vives en un
mundo muy jodido y que no puedes permitirte enamorarte. Entonces vas a buscar
una manera de tener aventuras sexuales y encontrar recetas exitosas para seguir
viviendo. Es una opción. Todos lo hacemos así. Si no, yo ya estaría muerto
desde hace mucho tiempo. Todos hemos preferido vivir antes que amar.
-Ante un tema tan conflictivo como usted describe el amor,
¿no tiene sentido politizarlo, hacer talleres y charlas e intentar gestionarlo?
-Sí, tiene mucho sentido. Hay que hablarlo, siempre y cuando
no se cuele un maoísta puritano que intente hacer una revolución cultural para
explicar a todo el mundo cómo tiene que follar, que consiste en follar como a
él le gusta. Siempre y cuando no ocurra este desastre, los talleres son muy
interesantes porque son una reflexión sobre lo que significa esta tragedia
bella y también alegre.
Se han encontrado recetas infinitamente mejores que las que
habitualmente dicen que son las del amor romántico, al que identifican, desde
sectores feministas sobre todo, con Disney. Esta receta consiste en que nos
vamos a vivir a un castillo y tú te acabas follando a todas las criadas
mientras yo estoy en la cocina haciendo las perdices. Esa es una metáfora del
matrimonio católico. Esa receta es una mierda, ha dado un resultado fatal y ha
generado muchísima infelicidad. Hay un grupo en Lavapiés que se llama Golfxs
con Principios, donde hacían talleres y orgías. Esos experimentos creo que hay
que hablarlos y planearlos.
Existe un problema. Siempre que tienes sexo fuera del
esquema del matrimonio surgen celos y hay que saber qué hacer con ellos y qué
son. Se han inventado recetas infinitamente mejores que el matrimonio católico.
No son recetas infalibles, pero las hay mejores y peores. Hay recetas que no
machacan a la mujer, no la humillan o no te exigen estar todo el tiempo
empalmado, que es una especie de pesadilla que tenemos los hombres.
-En otra parte del libro, dice que los amantes al
encadenarse al deseo se sienten liberados de otras esclavitudes, refiriéndote a
los condicionantes sociales. Pero también es verdad que el amor puede ser muy
esclavizante para algunas personas.
-Ahí se mezclan muchas cosas. El hecho de que al sentirte
enamorado te sientas liberado de todos los condicionantes sociales es una buena
receta para el suicidio, para eso de “mátame y que no amanezca mañana”. Como
todos tenemos que seguir viviendo, tienes que tener un tira y afloja con tus
condiciones vitales. Dices “me siento libre de mis condicionantes vitales, pero
las necesito para ganarme la vida porque necesito seguir viviendo”. Algunos no
lo hacen, pero no es recomendable. Sería una locura un mundo de enamorados
haciendo disparates.
Hay otro tema que me ha preocupado mucho y que, de hecho,
tuvo el libro parado seis meses porque no sabía cómo resolverlo: el amor y la
neurosis. Muchas veces hablan el mismo lenguaje, es una cosa que saben muy bien
los psicoanalistas lacanianos. El amor habla en términos absolutos, pero el
super yo, el representante de la neurosis, también habla en términos absolutos,
también lo quiere todo. Es fácil confundir las exigencias de tu neurosis con
las del amor.
La diferencia que hay entre ambos es que el amor te abre al
mundo y te libera de ti mismo. La neurosis al revés, te cierra al mundo y te
esclaviza. Por eso necesitas siempre una mujer o un hombre que tenga las orejas
de tu madre, por ejemplo. La manera de distinguirlos es saber si te abre al
mundo y te proporciona una alegría o te está hundiendo. Eso es la esclavitud.
Cuando alguien en lugar de liberarte de ti mismo te esclaviza cada vez más a
todos tus tics o a tu maraña neurótica, descubres que no estabas enamorado,
sino que has caído en las redes de una persona que te asfixia. El amor tiene
que liberar siempre. Por eso, siempre cito la poesía de Agustín García Calvo,
de “libre te quiero, pero no mía”.
-Ha centrado el libro en el amor sexual. También hay otros
amores que liberan, como puede ser la amistad o el amor hacia los hijos, del
que sí habla en el libro, ¿por qué ha decidido centrar su reflexión sobre el
amor sexual?
- Me lo reprochó el otro día Luis Alegre. Me dijo que había
dejado prácticamente de lado muchísimas formas de amor que no tienen que ver
con el sexo. Quizá tenga razón. Yo ya en la introducción del libro digo que me
voy a centrar en la frase “hacer el amor”, que siempre tiene que ver con el
sexo. Sí que menciono el amor a los hijos porque me sale solo y es inevitable.
-Los define como un orgasmo con patas.
-Sí, pero eso es Hegel. Es la figura del Jesucristo. Es el
absoluto delante de ti, caminando por ahí, que es un absurdo porque si es la
totalidad deberías estar integrado en él. Es una figura que los padres
conocemos muy bien. No hay nada que pueda ser más importante que tu hijo. Todos
daríamos la vida por nuestro hijo. No cabe duda alguna. Ahí sí que puedes decir
lo de “sin ti no soy nada” de Amaral, se lo dices desde que nace, es una
experiencia maravillosa y llena. Hegel lo analiza en La Fenomenología del
espíritu, en el capítulo de la conciencia desdichada. Es uno de los abismos que
nos corresponde al ser humano.
-Hay una parte del amor que ha dejado fuera de manera
deliberada: el desamor,¿por qué?
-Le he dado muchísimas vueltas y no he parado de pensarlo.
Creo que he entendido mejor lo que es estar enamorado de lo que es estar
desenamorado. No acabo de entender qué es lo que pasa con el desamor. A eso se
le suele llamar matrimonio, cuando descubres que te casaste enamorado y que al
cabo de un rato, un rato que puede durar 10 años, no puedes aguantar a la otra
persona que ya es una prolongación de ti.
Yo en el libro he optado por el “que me quiten lo bailao”,
pero es verdad que es un tema que no controlo bien y que debería pensar más.
-Hay otra idea que menciona en el libro. Dice que el desnudo
nos sigue provocando pánico. ¿Por qué en una época en la que hay cuerpos sin
ropa por todas partes, desde la publicidad hasta las redes sociales, nos sigue
dando miedo el cuerpo desnudo?
-Yo ahora estoy en Cabo de Gata, llevo viniendo todos los
veranos prácticamente desde el 87. Aquí antes estábamos todos desnudos, pero
ahora ya no se ve a nadie sin ropa. Ahora estamos desnudos mi mujer y yo y
algunos viejos de mi edad, seguramente antiguos hippies. Empiezo a pensar que
es porque los jóvenes quieren enseñar la marca del bañador. Llegan a la playa
vestidos, se desnudan y se ponen el traje de baño. Se desnudan sin pudor y se
ponen el traje. Parece que no les gusta estar desnudos.
-¿Pero cree que es porque los jóvenes son más puritanos que
los veteranos o es porque ya no resulta tan liberalizador desnudarse?
-Puede ser que ya no sea tan liberalizador, no lo sé. Quizá
sea por lo que tú decías, porque hay desnudos por todas partes. Quizá sea
porque la depilación ha hecho mucho daño y ahora tienes que estar perfectamente
depilado.
-Ahora también podemos acceder al amor desde las nuevas
tecnologías, con aplicaciones como Tinder o Happn, ¿ha traído nuevos dilemas
para la filosofía?¿hay nuevos retos en los que pensar?
-Sin ninguna duda. A mí las aplicaciones me han cogido un
poco tarde, pero las críticas que han hecho a Tinder sobre mercantilizar el
sexo no me las creo. Creo que es un avance inmenso, ya me habría gustado a mí
en mi juventud tener ese dispositivo magnífico. Yo lo que intento transmitir en
el libro es que la experiencia de estar abrazado a un cuerpo que te parece
bello siempre es una experiencia metafísicamente sublime. Luego el polvo te
puede parecer una mierda, pero si no tienes experiencias, no puedes tener
fracasos. Hay que exponerse un poco. A mí me parece un progreso enorme aunque
luego sean unos encuentros de mierda.