El fiasco susanista debilita a Rajoy
El plan liderado por Susana Díaz para atar al
PSOE a la gobernabilidad de Estado ha fracasado estrepitosamente. Sin
llegar al 40% de votos, dejando aparte Andalucía no ha conseguido llegar
a una media del 30% de la afiliación que ha votado en el resto de
federaciones socialistas. Pedro Sánchez ha alcanzado algo más de la
mitad (50,2%), con una ventaja significativa de más de diez puntos. La
posición intermedia de Patxi López ha sido avalada por menos del 10%.
El fracaso no es solo ni principalmente de la Presidenta de Andalucía,
sino del aparato institucional socialista imbricado con el poder
establecido (barones territoriales, gestora, líderes históricos
–González, Guerra, Almunia, Zapatero, Rubalcaba–…). Desde su prepotencia
y su soberbia elitista, no han conseguido suficiente legitimidad entre
la militancia socialista. Se ha desbaratado el nefasto golpe palaciego
de octubre pasado que forzó la dimisión del Secretario General y nombró
la Comisión Gestora que facilitó la investidura de Rajoy, con la
abstención socialista, y garantizaba la estabilidad del Gobierno del PP.
El PSOE tiene un carácter doble. Por un lado, el núcleo
dirigente dependiente de los poderosos, que ha perdido. Pierde también
Rajoy y su proyecto normalizador. Por otro lado, la mayoría de la
militancia que propugna el distanciamiento y la oposición clara a la
derecha, y que ha ganado. Ganan las posibilidades de acercamiento a
Podemos y sus aliados, aunque sea limitado y exija finura política. La
pugna de poder interno refleja la doble opción por la estabilización o
no del consenso liberal-conservador de la triple alianza
(PP-Ciudadanos-PSOE). El ropaje social-liberal ha salido cuestionado.
Lo que la mayoría de la base socialista ha deslegitimado es la
resignación socialista ante el cierre inmovilista y corrupto del
entramado de poder derechista. Su proyecto consistía en neutralizar la
dinámica del cambio político, subordinar al
Partido Socialista y aislar a
Unidos Podemos y sus aliados. Pretendía consolidar la restauración del nuevo bipartidismo (ahora con
Ciudadanos)
con la normalización institucional y de la política socioeconómica y
territorial. Todos los grandes poderes fácticos, económicos,
financieros, institucionales y mediáticos, con la bendición de Bruselas,
Berlín y Frankfurt, están tras ese objetivo, en el marco de la
incorporación decidida de la dirección de la socialdemocracia europea a
ese continuismo estratégico dominante. El PSOE, con Susana Díaz, debía
consolidar el plan restaurador, socioeconómico, del sistema
institucional y, además, de la cuestión nacional. El fiasco ha sido
total.
El apoyo institucional y de los grandes medios a este
plan liderado por Susana Díaz ha sido impresionante; incluso ha llegado a
coacciones y prácticas antidemocráticas en la recolección avales,
corregidas en el voto secreto de muchos militantes (ha recibido, con
mayor participación, mil votos menos que avales). Su discurso vacío,
solo con el gancho de ser ‘ganadora’, no ha convencido a su base
afiliada. Pero incluso su credibilidad ganadora está en entredicho. En
las elecciones autonómicas de Andalucía el PSOE ha bajado desde el 50,4%
de 2004, al 40,7% en 2012, y al 35,4% en 2015; en total un descenso de
quince puntos. Además, el conjunto del
Partido Socialista ha perdido desde 2008 la mitad de sus electores, casi seis millones.
Es cierto que Sánchez ha tocado suelo, no ha conseguido levantar la
amplia desafección social hacia el PSOE y tampoco garantiza la
remontada. Pero su NO a Rajoy ha sido alto y claro. Además, frente a la
idea victimista, la mayoría de la pérdida de votos (4,3 millones) ya se
había producido en 2011. Su orfandad representativa se generó antes de
la existencia de Podemos; la representación de las fuerzas del cambio ha
contribuido a consolidar este nuevo campo sociopolítico y electoral. La
causa de la crisis socialista de legitimidad ciudadana, nunca
reconocida ni rectificada, fue por la regresiva e impopular gestión
gubernamental de Zapatero-Rubalcaba desde 2010, que han aparecido junto
con Felipe González, como los apoyos fundamentales de Susana Díaz. La
defenestración autoritaria de Sánchez en el Comité Federal de octubre, a
manos de los notables, profundizaba su callejón sin salida y su crisis
identitaria y electoral. El pasado (selectivo) no ofrece solución; para
la experiencia mayoritaria de su afiliación es el síntoma y la causa del
debilitamiento discursivo, social y electoral. Se impone una profunda
renovación.
Por tanto, el proyecto
susanista y del
aparato institucional de un supuesto PSOE ganador y autónomo de la
derecha no tiene credibilidad. Los gestos autónomos del poder
establecido han sido superficiales e insuficientes. La vuelta al
bipartidismo gobernante (corregido por
Ciudadanos) es imposible e
implica un duro sectarismo contra el amplio campo alternativo. La
subordinación a la estabilidad y la hegemonía del partido más corrupto
de Europa, el PP, con una dinámica regresiva y autoritaria, ha quedado
más deslegitimada. El descrédito del Gobierno de la derecha y sus
políticas se incrementa.
En sentido contrario, la campaña de
cerco y descalificación a las fuerzas del cambio, estrategia de
contención articulada por su aparato político y mediático e impulsada
por los poderosos, ha quedado dañada. Ese sectarismo de la mayoría de
barones territoriales que, para más
inri, se han beneficiado del apoyo de
Podemos
para sus investiduras frente al PP, ha quedado desautorizado. Se abre
la necesidad de un nuevo reequilibrio, partidario e institucional, en
los congresos territoriales en esas Comunidades Autónomas.
Los límites del proyecto de Sánchez
El éxito de Pedro Sánchez, menos dependiente de ese aparato
institucional y mediático, abre posibilidades de cambio. Queda todavía
un trecho difícil. En primer lugar, hasta dónde va a alcanzar su
hegemonía organizativa en los procesos de congresos socialistas (federal
y territoriales) que están en marcha en los dos próximos meses. Por
tanto, está por dilucidar su grado de control partidista (incluido el
grupo parlamentario cuya composición no se renueva y donde es
minoritario) o, dicho de otra manera, el nivel de renovación de las
viejas estructuras de poder interno y su conexión económica y mediática.
En segundo lugar, está la incógnita del alcance del giro hacia
la izquierda de Sánchez y su equipo o, como él dice, su reafirmación
como ‘referencia de la izquierda’ o de nueva socialdemocracia. Se trata
del carácter de su proyecto de fondo, de los nuevos equilibrios con los
poderes fácticos y el grado de compromiso unitario con las fuerzas
transformadoras.
De todo ello hay gestos retóricos positivos,
algunos de ida y vuelta, pendientes de concretar. Entre ellos, poner el
foco en la acción contra las desigualdades sociales y establecer puentes
con Unidos Podemos y las fuerzas nacionalistas. El principal, su
discurso de oposición más clara al Gobierno del PP, incluida la
presentación de una posible moción de censura, siempre que tenga
‘posibilidades de ganarla’ y a medio plazo. Ello supone descartar la
colaboración con la estrategia de oposición actual de
Unidos Podemos y sus aliados respecto de una moción de censura inmediata.
No obstante, actualmente, hay suficientes motivos (corrupción,
degradación de la democracia, políticas impopulares...) que la
justifican. Aunque no está asegurado el poder echar al PP del Ejecutivo,
su moción tiene sentido cívico y político. Es un instrumento
democrático (institucional y participativo) para denunciar la involución
social y democrática del gobierno conservador y fortalecer entre la
ciudadanía la idea de cambio de progreso frente a la resignación o la
'normalización' del continuismo. En todo caso, es un buen comienzo el
respetar las respectivas estrategias de oposición y favorecer el
entendimiento.
La victoria de Sánchez ya ha cuestionado la
credibilidad de la gestora y los ‘notables’ implicados en la involución
política y democrática del PSOE. Ha generado una grieta de legitimidad
en el bloque de poder al poner por delante la oposición y alternancia al
gobierno del PP y desplazar sus principales valedores en el Partido
Socialista. Así, está obligado a diferenciarse mejor de la derecha del
PP (y
Ciudadanos) y oponerse al simple continuismo de su
gobernabilidad. Especialmente, está comprometido en exigir
responsabilidades políticas a Rajoy, por su corrupta y autoritaria
gestión y pedir su dimisión.
En tercer lugar, aparece la tarea
de colaborar con las fuerzas transformadoras para construir una
alternativa de progreso. El nuevo Secretario General electo y,
especialmente, algún componente de su equipo como Pérez Tapias, han
reconocido que el pacto de PSOE-C’S de hace un año impedía, por su
contenido neoliberal y la exigencia de completa subordinación, el
acuerdo con
Unidos Podemos, En Marea, En Comú Podem y Compromís.
La propuesta para negociar un Gobierno de Progreso, con un programa
intermedio y una gestión gubernamental compartida, es una solución
razonable, aunque rechazada oficialmente por el PSOE, desde su
pretensión hegemonista.
Puede haber algunas variaciones de ese
estatus quo
de relativa paridad representativa. De hecho, actualmente, existen dos
millones de votantes con relativa orfandad representativa, inclinados
hacia la abstención y en espera de la evaluación de cada gestión y
proyecto: uno, el que perdió
Unidos Podemos entre el 20-D y el 26-J; otro, el que ha perdido adicionalmente el
Partido Socialista,
según las encuestas, en este último periodo de crisis. La tentación de
Sánchez es que la pugna por la hegemonía electoral relativa se convierta
en su estrategia principal y a toda costa. Su insistencia en no caminar
juntos con
Podemos y sus aliados y ser “la” referencia de la
izquierda, apenas esconde su aspiración hegemonista para sacar
suficiente distancia en las próximas elecciones y negociar, en todo
caso, con ventaja (programática y de gestión) un posible acuerdo con las
fuerzas del cambio.
Pero ello supone priorizar la pugna
competitiva y el aislamiento de las fuerzas transformadoras. Incluso
está por ver que ese reequilibrio a la portuguesa, sin suficiente
garantías de ganar autónomamente a las derechas, sea admisible por los
notables y el bloque de poder económico y mediático. El diario
El País ya
amenaza con una crisis y ruptura a la francesa, es decir, la
construcción de un gran centro, la irrelevancia del ala izquierda
socialista y el acoso a las fuerzas alternativas. Y, desde luego, con
Rubalcaba en su cocina, su apuesta por la escisión es más creíble que la
alianza (
podemización) con el llamado populismo izquierdista.
Por tanto, las presiones a Sánchez se van a redoblar, su margen todavía
es escaso y, de momento, ni siquiera es un Hamon o un Corbyn.
La
perspectiva española, dentro del debilitamiento general de la
socialdemocracia, es distinta a la portuguesa (una gran ventaja
socialista sobre el
Bloco y el
PCP), la griega (derrumbe socialista con hegemonía de
Syriza), la alemana (coalición con la derecha, con peso de
La Izquierda y
Los Verdes) y a la francesa (división socialista con pase del aparato socialista al centrista Macron y una
Francia Insumisa
triplicando al PSF). La paridad representativa con las fuerzas
transformadoras, la justa respuesta a la gravedad socioeconómica y la
cuestión nacional, así como la existencia de una arraigada cultura
democrática y de justicia social entre la mayoría popular ofrecen una
especificidad en nuestra dinámica del cambio político.
La victoria de Sánchez debilita al Gobierno de Rajoy, facilita cierta colaboración con
Unidos Podemos
y convergencias, pero su proyecto está lejos de forjar una deseable
alianza de progreso. Para ello, además de un mínimo de confianza y
lealtad es imprescindible avanzar en un programa mínimo compartido de
giro socioeconómico progresista y democratizador, de regeneración
democrática y respecto de la problemática territorial. En ese marco, con
un talante democrático y unitario, es legítima la competencia y el
debate de ideas y proyectos. El camino es priorizar los objetivos
comunes de un cambio auténtico de progreso, ensanchar el campo
alternativo y progresista e incrementar la participación ciudadana en
detrimento del espacio de las derechas y su proyecto autoritario y
regresivo. Se hace camino al andar.
Antonio Antón. Profesor Honorario de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid
@antonioantonUAM
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Nota del blog .-
Está historia tiene tela , el PP en la anteriores alecciones no movió
ficha , como fuerza más votada solo eran posibles gobernar ellos ,
separando gobernabilidad e investidura , y primero separó los afines
de los apestados o sea podemos e independentistas y luego entre los
afines como el CS no llegaba el PSOE o entraba en gobierno de gran
coalición o tenía que votarlo o abstenerse, todo esto bien engrasado
por el bloque mediático .y los susanitos .A partir de ahí los susanitos
intentaron que pedro lo hiciera sabiendo perfectamente que se quemaba
como secretario y dejaba vía libre a Susanita, pero Pedro se resistió
, y los expulsaron ,dimitió y la quemada al final fueron ellos y
efectivamente ahora por fin la gestora se despide convocando un
congreso ordinario cuando según sus estatutos también debía ser
extraordinario…y de susanitos pasaron gusanitos…O sea que Pedro no cayó en la trampa , el no es no , también era eso ..
se lo estaban diciendo a ellos y los militantes tampoco cayeron supieron
ver entre tanta intoxicación salvar su partido …El ropaje social-liberal ha salido cuestionado. El descrédito del
Gobierno de la derecha y sus políticas se incrementa. Y ya veremos lo
que da , el federalismo y la nación de naciones .Y si es posible un gobierno a la portuguesa.