sábado, 25 de febrero de 2017
viernes, 24 de febrero de 2017
La Unión Europea y Trump.
Trump y las entelequias de la Unión Europea
Pasó el vicepresidente de EEUU por Europa sin terminar de despejar las dudas que afligen a la UE desde la elección de Donald Trump, dejando claro que lo que a EEUU le interesa es la OTAN. El otrora rutilante edificio europeo sigue sin cerrar sus grietas –cada vez mayores- y teme ser declarado en ruina, con sus líderes sumidos entre la perplejidad y el miedo a los planes ocultos de Trump. Tales angustias no existirían si la UE fuera un proyecto sólido y sostenido en sus propios pilares, pero nunca ha sido así. La OTAN fue invención de EEUU en su duelo a muerte en el O.K Corral con la Unión Soviética. La Comunidad Económica Europea surgió como reacción al desafío social y económico que planteaba el comunismo, creándose un modelo que, redistribuyendo parte de la riqueza, permitiera detener el avance de las fuerzas de izquierda, sobre todo comunistas, en los duros años 50 y 60 del siglo XX. Ambos proyectos (OTAN y CEE) descansaban en el poder militar y económico de EEUU, no en las capacidades propias de Europa Occidental. La Europa actual nació, pues, como una dependencia de EEUU, lo que explica sin ambages los temblores y sudores fríos que hoy recorren sus capitales. Una Europa –refresquemos la memoria- que financiaba buena parte de su bienestar merced al neocolonialismo, que permitía prolongar el expolio de los países salidos de la descolonización, a partir del dominio industrial absoluto de Occidente y del control, también absoluto, de las instituciones financieras mundiales –FMI y Banco Mundial- y de las todopoderosas transnacionales, que hacían y deshacían a su gusto en los países formalmente independientes, pero realmente esclavizados bajo el diktat de Occidente.
Europa Occidental, además y paradójicamente, ha tenido un poder militar limitado, que hacía galones combatiendo a pueblos indefensos y mal armados, pero que naufragaba en las lides entre iguales. Alemania se bastó para derrotar a los dos grandes imperios coloniales –Francia y Gran Bretaña- y las guerras mundiales las decantaron EEUU la primera y la Unión Soviética la segunda. Desmantelados los imperios y derruidos los países, Europa Occidental quedó convertida en adendum de EEUU y, como adendum, fue construyendo un modelo que hoy hace aguas y cuyo reflejo de autocoservación ha sido el expolio de los países de sur por los del norte, con Alemania como Pantagruel.
Hace aguas porque los cimientos sobre los que fue construido el modelo europeo han sido barridos por las transformaciones mundiales de las últimas décadas, sin que la UE muestre mayor capacidad de adaptación. Entender las nuevas realidades del mundo requiere superar viejos reflejos condicionados derivados, unos del pasado imperialista de varios países europeos, otros de la Guerra Fría que, lamentablemente, sigue viva y coleando en Polonia e, incluso, en la misma Alemania, paralizando la política europea.
Empecemos por estos datos. EEUU, en los años 50, poseía el 50% del PIB mundial y su poderío económico era incontrastable. Hoy representa el 19% de ese PIB y, por muchas ganas que le ponga Trump, EEUU no volverá a gozar de aquella preeminencia absoluta. En los años 70, gloriosos para la CEE, ésta producía el 26% del PIB mundial y hoy es el 17% (en 2060 sería apenas un 9%). Pues bien, hasta los años 90, la UE fue la región más estratégica para EEUU, tanto en su enfrentamiento con la URSS como por el hecho de que EEUU y la UE representaban más del 50% del PIB mundial. Hoy el corazón de la economía mundial se ha trasladado al Sudeste Asiático, con China como epicentro, y los intereses estratégicos de EEUU también se han trasladado a la región del Pacífico. Que Trump se haya retirado del Tratado Transpacífico (TTP) no implica ningún cambio de dirección. El TTP tenía pocas posibilidades de ser aprobado en el Congreso estadounidense, donde era mayoritaria la oposición al mismo. Que Trump prefiera tratados bilaterales está en la línea seguida por EEUU desde hace décadas. EEUU firmó un TLC con Vietnam en 2000 y sendos con Singapur y Chile en 2003. También con Australia (2004), Perú (2006) y Corea del Sur (2007). Las relaciones con Japón han tenido siempre en un marco bilateral. Lo nuevo fue el TTP, pensado más como martillo político geoestratégico contra China que como un acuerdo estrictamente comercial.
La salida de Gran Bretaña de la UE es, contrariamente a lo que se cree, una buena oportunidad para relanzar un proyecto efectivamente europeo. Gran Bretaña era el caballo de Troya de EEUU en Europa y para los británicos EEUU es su único aliado real desde la I Guerra Mundial. El Brexit puede facilitar la estructuración de un proyecto netamente europeo, sin las hipotecas que siempre imponía Gran Bretaña, muchas de ellas pensadas para hacer fracasar una verdadera integración europea, pues esa integración ha sido considerada siempre peligrosa por EEUU. El ex consejero de Seguridad Nacional del presidente James Carter, Zbigniev Brezinski señalaba, en 1998, que EEUU debía trabajar para reducir “el riesgo de ver cómo se desarrolla una rivalidad económica entre EEUU y una Unión Europea más unida”. En otras palabras, que EEUU debía impedir el surgimiento de una “Unión Europea más unida” que rivalizara económicamente con EEUU. Trump avanzará en esa línea (“America First”) y no cabe pensar que dudará en aplicar restricciones a la UE si son necesarias para fortalecer la economía estadounidense. Las industrias automovilísticas, aeronáuticas y agropecuarias han sido y son campos de batalla servidos. El TTIP morirá de su muerte para dar paso a solapadas o directas guerras comerciales y de mercados. La UE está como Ulises, entre la Escila de EEUU y la Caribdis de Asia, sin tener ninguna nereida que la guíe.
La OTAN carece de sentido. Su existencia se basa en una premisa que no resiste el más básico análisis: defender Europa de una agresión rusa. Los hechos indican lo contrario: es Rusia la que debe defenderse de la OTAN que, desde 1999, no cesa de ampliarse (este 2017 ingresará Montenegro) y de acumular contingentes y medios militares del Báltico al mar Negro. El peligro y sinsentido de esta política tardo-imperialista queda desnudo con una simple y elemental pregunta: Si la Unión Soviética en la cúspide de su poder, cuando contaba con el Pacto de Varsovia y un crecimiento económico potente, no invadió Europa Occidental ¿por qué habría de hacerlo ahora Rusia, que tiene menos territorio, menos población y menos recursos militares que la URSS en su apogeo? Las guerras se hacen, decía Tucídides, por “el honor, el temor y el interés”. ¿Qué ganaría Rusia con una guerra, cuando su mayor objetivo es el desarrollo económico? ¿Qué beneficio obtendría de invadir una región en declive que es, además, su mayor mercado energético? Como ha señalado Vladimir Putin, Rusia tiene 140 millones de habitantes y la OTAN 700 millones. ¿Quién debe temer a quién? Tal desigualdad lleva a una conclusión elemental: Rusia, por sí misma, no podría sostener una guerra regular sin ser derrotada, lo que la obligaría –en caso de conflicto- a recurrir a su arsenal nuclear, lo que llevaría a la desaparición en horas de Europa y a poner fin a todos los debates.
Por eso es importante conocer la existencia de armas como los misiles hipersónicos, capaces de alcanzar velocidades de 5 mach, es decir, 6.100 kilómetros por hora, lo que les permitiría alcanzar París en 40 minutos y Madrid en 50. Su velocidad los hace virtualmente indetectables a los sistemas antiaéreos actuales, razón por la cual Rusia planea convertirlos en 2020 en espina dorsal de su defensa. No es el único sistema. Un solo misil balístico intercontinental ruso RS-28 Sarmat –Satán 2 para la OTAN- con 100 toneladas de peso y hasta quince cabezas nucleares, podría borrar de un golpe países del tamaño de Francia o Alemania. ¿Para qué serviría la OTAN en ese panorama?
Por supuesto, EEUU continúa desarrollando sistemas nucleares no menos terroríficos pero, atención al detalle, EEUU tiene 9 millones de kilómetros cuadrados, Rusia 17 millones y Europa sin Rusia 6 millones. EEUU podría perder 5 millones de kilómetros cuadrados y sus supervivientes sobrevivir en los otros cuatro. Rusia podría perder también 5 millones de kilómetros y le quedarían doce. Europa pierde 5 millones de kilómetros cuadrados y desaparece. ¿Ejercicio catastrofista? Sí, pero necesario si se quiere entender la ilógica de la OTAN. Teniendo de perspectiva lo que en los años 60 del siglo XX se llamó DMA, Destrucción Mutua Asegurada, ¿no indica la lógica –ésta sí lógica real- que es más prudente apostar por la paz y unas relaciones mutuamente provechosas entre la UE y Rusia que no continuar en el camino suicida de la OTAN? Por demás, la OTAN fracasó estrepitosamente en su papel de súper-policía mundial, como se demostró en Afganistán, Iraq, Libia y Siria. ¿Alguien la imagina ganando una guerra contra Rusia –ya no digamos contra Rusia y China- si no pudo con los talibanes?
“Un momento –dirán algunos-, EEUU peleará a muerte por Europa”. Una aventurada apuesta, pues no sería el primer caso de amor no correspondido. Que la UE haya entregado alma, corazón y vida (sirva el bolero) a EEUU, creyendo que EEUU se arriesgará a ser destruido por defender intereses de la UE no conoce a EEUU, ni sabe de política. Ninguna potencia prioriza intereses ajenos por encima de los propios. Dos hechos ilustran tal realidad. En 1925, un grupo de políticos se reunió con el ministro (embajador) de EEUU en Managua, para pedirle apoyo a sus ambiciones. El ministro comento: “Aquí se piensa muchas veces que nosotros venimos a servir los intereses de los unos contra los otros; pero se equivocan. Nosotros servimos los intereses de nosotros mismos”. Lo mismo afirmó Ronald Reagan en 1983: “Nosotros no estamos en el mundo para defender los intereses de los demás. Estamos para defender nuestros intereses”. ¿No es eso lo que dice Trump, que “America First?”. México se vendió a EEUU con el TLC de 1994. Trump, ahora, le regalará deportaciones masivas. ¿Y si se arregla con Rusia, la UE qué? En estos menesteres se engaña sólo quien quiere.
Augusto Zamora R., Autor de "Política y geopolítica para rebeldes, irreverentes y escépticos", Akal, 2016.
miércoles, 22 de febrero de 2017
El 23-F y los archivos cerrados .
Secretos de Estado
Victor Arrogante
Posiblemente la mayoría de las pruebas documentales y cintas con
imágenes y sonidos habrán sido eliminadas por órdenes de destrucción
masiva. Habrá que esperar a la desclasificación de los documentos para
conocer algo más sobre el caso, aunque ideas tenemos. Algunos ya
habremos muerto y los hijos de mis nietos ni sabrán de qué hablaba el
abuelo.
Vivimos en un país de secretos, salvo
que afecte al pueblo llano o la vida de algunos personajes populares,
cuyo techo se convierte en cristal, por la presión de algunos medios. La
Ley sobre secretos oficiales,
procede del franquismo (5 de abril de 1968), con algunos retoques
establecidos en 1978 (31 de octubre), antes de la aprobación de la
Constitución. El año pasado, el Congreso de los Diputados aprobó una
iniciativa, para fijar un periodo de desclasificación automática (25
años para materias secretas y 10 para las reservadas), atribuyendo al
Consejo de Ministros la facultad de clasificación.
El Gobierno del PP en octubre de 2015, ya había rechazado desclasificar documentos de entre 1931 y 1968,
porque «no se considera prioritario» y por la falta de medios técnicos y
económicos para llevar a cabo tal «ardua tarea» del estudio de miles de
documentos sobre la Guerra Civil y la primera etapa del franquismoque
fueron clasificados secretos en 1968. Con su postura niega temiendo, el
conocimiento de lo que ocurrió durante el franquismo, convirtiéndose en
cómplice de sus horrores, como hace al negarse a perseguir sus crímenes.
«No se desclasificarán documentos de los que se ignore su contenido
porque el Gobierno no va a tomar riesgos sobre la seguridad del Estado».
Es bochornoso que a estas alturas, los investigadores se vean obligados
a acudir a Reino Unido o Francia para conocer hechos de la historia de
España.
La opacidad de España es mayor que la
del Vaticano, modelo del secretismo, que aunque ha desclasificado
documentos sobre la actividad de la Iglesia argentina bajo la dictadura,
todavía no lo ha hecho sobre la inexistencia de dios y las vidas poco
ejemplares de muchos miembros de su comunidad en la historia. La
paradoja estriba en que, mientras Defensa alega que no tiene medios para
desclasificar documentos sobre la guerra civil o los campos de trabajo
de la dictadura, ha digitalizado miles de páginas de informes
desclasificados sobre los avistamientos OVNI y con limitaciones.
En noviembre pasado, el PP no logró frenar la reforma de la ley franquista de secretos oficiales,
ni ofreciendo al PSOE y Ciudadanos enviar un proyecto de ley en seis
meses. El PSOE rechazó el acuerdo y votó a favor de la aceptación a
trámite de la iniciativa. El Congreso dio luz verde a la propuesta del
PNV, por 169 votos a favor, 3 en contra y 162 abstenciones. En el banco
azul, la titular de Defensa, María Dolores de Cospedal, fue el único
miembro del ejecutivo presente.
Pero no nos remitamos a documentos
secretos de la historia no tan lejana de España como la guerra y el
franquismo. Esta semana se cumplen 36 años del 23F de 1981, el golpe de
Estado, que dieron los facciosos. Hay más sombras que luces sobre lo
ocurrido y más responsables de los que aparecen. Hasta siete secretos del 23F y la Transición podrían quedar a la luz si se modifica la ley de secretos, que se encuentra en la comisión constitucional:
«¿Adolfo Suárez propuso al rey Juan
Carlos revocar su dimisión un día después del 23F? ¿Nos salvó el rey de
un golpe que el mismo había puesto en marcha? ¿Felipe González estaba al
tanto de la Operación Armada y aceptó ser vicepresidente de un general?
¿Qué nombres, acciones, relaciones y documentación recabaron los
servicios secretos españoles en su investigación? ¿Hasta dónde había
implicados mandos y cargos de la época, incluidos los del Cesid? ¿Algún
servicio secreto extranjero conocía los planes de ETA para atentar
contra Luis Carrero Blanco? ¿Existe en el CNI un archivo llamado Jano
con el seguimiento a 8.000 personajes que tenían o podían tener en el
futuro una proyección pública?»
El golpe de Estado se dio en nombre del rey y a sus órdenes y lo argumento en el artículo El rey fue uno de los responsables y en una serie de artículos sobre el trágico y bochornoso acontecimiento. «Para Suárez estaba claro que el alma del 23-F era el Rey»,
en opinión de Pilar Urbano. El rey parece que insistió «¡A mi dádmelo
hecho!» (El Rey y su secreto, Jesús Palacios). Estaba previsto que a la
llegada de Armada, varios diputados lo avalaran, entre ellos Fraga,
Sánchez Terán, Herrero de Miñón, Enrique Múgica, Peces Barba y José Luis
Álvarez. En la historia de España, la monarquía siempre se ha
restaurado o instaurado mediante golpe de Estado. Se consiguió lo que
pretendía: el rey y la monarquía consolidados; la democracia
fortalecida; el desarrollo del estado autonómico paralizado; y la
política de Suárez reconducida.
El desaparecido Diario16, dejó algunas preguntas, que junto con las que yo mismo hago en Preguntas con respuesta incorporada, que siguen teniendo plena vigencia y en si mismas encierran respuestas sobre lo ocurrido:
¿Qué quiso decir Suárez en su despedida
televisiva, con: No quiero que la democracia sea, una vez más, un
paréntesis en la historia de España?
¿Por qué no se investigó a El Alcázar,
cuando el día antes publicaba: «Todo dispuesto para la sesión del lunes,
Antes de que suenen las 18.30 horas»? o a la revista «Spic» del mes de
febrero, donde un tal Otis escribía: «No es cierto que yo pretenda dar
un golpe militar el lunes 23 de febrero por la tarde… ¡Además, no sé!»?
¿Por qué el capitán Sánchez Valiente,
«el hombre del maletín», que se marchó al extranjero tras fracasar el
23-F, sólo fue juzgado por «abandono de destino»? y ¿Por qué no se
investigó la frase del coronel San Martín en el juicio de Campamento:
«Por una confidencia supe que más gente de los que estamos aquí estaba
enterada e implicada»?
¿Por qué el Rey, en su telex a Milans
del Bosch, dijo: «…después de este mensaje ya no puedo volverme atrás»? y
¿Por qué el Rey tuvo que decir aquello de: «Ni abdico, ni me voy.
Tendréis que fusilarme»?
¿Por qué no se reveló el nombre del
«portavoz parlamentario» que sería el interlocutor entre los golpistas y
los diputados?; ¿Por qué el Gobierno de la UCD giró radicalmente a la
derecha tras el fracaso del golpe y se aceleró la integración en la
OTAN?
¿Por qué dijo Armada a Aramburu
(director de la Guardia Civil), al llegar al Hotel Palace en la
medianoche del 23-F: «Vengo porque me has llamado tú»?; ¿Por qué se
impidió a Armada revelar en el juicio el contenido de su audiencia con
el Rey (que duró hora y media) en la Zarzuela, diez días antes del 23-F?
¿Por qué el Consejo de Guerra que juzgó a
los implicados condenó al general Armada a seis años de prisión y el
Supremo elevó la pena a 30 años, como a Tejero y Milans?
¿Por qué no se investigó el asalto al
Gobierno Militar de Madrid con intervención de elementos
ultraderechistas?; ¿Por qué no se investigó quién era la autoridad,
«militar por supuesto», que anunció el capitán Muñecas desde la tribuna
del Congreso?
¿Por qué Quintana Lacaci, capitán
general de la I Región, manifestó posteriormente que si el Rey le
hubiese ordenado sacar sus tropas a la calle y ocupar Madrid le hubiese
obedecido?; ¿Por qué no se investigó y llamó al orden al teniente
general Ignacio Alfaro, presidente de la JUJEM, quien, tras ver el
mensaje del Rey por TVE, se fue a dormir?; ¿Por qué no se detuvo a
Torres Rojas en la Acorazada «Brunete» cuando se le ordenó por su
capitán general, Manuel Fernández Posse, que regresara a A Coruña,
continuó varias horas más en la División?
La diputada Carmen Echave, declaró a El Correo Español:
«Cuando me condujeron los guardias al despacho del vicepresidente del
Congreso, me prohibieron encender la luz. «Es por su seguridad. No le
conviene ver quiénes están ahí». Nadie lo investigó».
¿Por qué el Gobierno español no protestó
ante el de EEUU por la frase despectiva de su secretario de Estado,
Alexander Haig «Es un asunto interno de los españoles»? Para Santiago
Carrillo, estaba claro que la CIA estaba al corriente de los preparativos del golpe,
así como el embajador de Estados Unidos en España. Parece que también
el Vaticano había sido informado y la Conferencia Episcopal española.
Si les quedan dudas, lean la denuncia ante el Fiscal General del Estado
del excoronel Martínez Inglés, contra Juan Carlos de Borbón por el 23-F
y la «Solución Armada I y II». También algunos de mis artículos aparte
de los ya mencionaos: ¿Estaba el ‘elefante blanco’ a las órdenes del Rey?; Golpe de Estado que cambió el rumbo de la Transición; Golpe de estado en mi memoria o El “juicio de Campamento Cambalache. Si no las tienen ya, saquen sus propias conclusiones.
Posiblemente la mayoría de las pruebas
documentales y cintas con imágenes y sonidos habrán sido eliminadas por
órdenes de destrucción masiva. Habrá que esperar a la desclasificación
de los documentos para conocer algo más sobre el caso, aunque ideas
tenemos. Algunos ya habremos muerto y los hijos de mis nietos ni sabrán
de qué hablaba el abuelo.
Víctor Arrogante
En Twitter @caval100
Kaosenlared.
martes, 21 de febrero de 2017
lunes, 20 de febrero de 2017
El mito liberal de la inflacción.
Otro mito liberal que los hechos desmienten
Juan Torres López .
Una de las creencias más firmes de los economistas liberales es que
la inflación es el resultado de un crecimiento de la cantidad de dinero
en circulación y, sobre todo, que la creación de dinero siempre genera
subida de precios. Una creencia tan fuerte como para que uno de los
economistas liberales españoles más brillantes, Juan Ramón Rallo, la
lleve al subtítulo de su último libro, Contra la Teoría Monetaria Moderna. Por qué imprimir dinero sí genera inflación (Deusto 2017).
Se puede decir que esta última afirmación es una creencia porque los datos, la evidencia empírica e incluso el sentido común, como indicaré más adelante, muestran sin lugar a dudas que no es eso lo que ocurre en la realidad.
El economista Richard Vague, ejecutivo bancario, inversor e investigador académico, ha estudiado lo ocurrido desde 1960 en 47 países cuyo PIB representa el 91% del mundial y sus datos no dejan lugar a dudas (pueden verse con detalle en su texto original: Rapid Money Supply Growth Does Not Cause Inflation).
Vague ha definido diferentes escenarios posibles de expansión monetaria (tomando distintas tasas de crecimiento de la oferta monetaria y periodos de tiempo) y los ha relacionado con lo ocurrido en los índices de precios de todas esas economías en el largo periodo estudiado. Sus conclusiones no dejan lugar a dudas.
En la inmensa mayoría de los casos, después de periodos de gran crecimiento de la oferta monetaria no se han producido episodios o fases de alta inflación y, por otro lado, cuando se han producido fases de alta inflación resulta que en la gran mayoría de las ocasiones no han estado precedidas de incremento de la oferta monetaria. Y eso ha ocurrido tanto en países grandes, medianos o pequeños. No es cierta, por tanto, la creencia de los economistas liberales: no es verdad que el aumento de la oferta de dinero (y mucho menos imprimir dinero, como dice Rallo) genere inflación.
El estudio de Vague ha ido más allá y también echa por alto otras creencias paralelas de los economistas liberales. En concreto, ha demostrado que tampoco es cierto que el aumento de la deuda pública, la caída de los tipos de interés o el aumento del balance de los bancos centrales generen inflación. En la gran mayoría de los casos, cuando todo ello se ha producido no ha habido después fases de alta inflación y, cuando ha habido periodos de alta inflación, en la mayoría de los casos no han estado precedidos ni de crecimiento de la deuda pública, ni de caídas en los tipos de interés ni de aumentos en el balance de los bancos centrales.
Los hechos desmienten la creencia liberal pero también lo hace, como decía más arriba, el simple sentido común.
Para que el incremento de la masa monetaria (y mucho más el del dinero legal al que alude Rallo) genere inflación deben darse inexcusablemente las siguientes condiciones:
Una prueba clara de todo ello es lo que ha pasado en los últimos años cuando las autoridades monetarias tanto en Estados Unidos, como en la Unión Europea o en Japón, han aumentado hasta límites impresionantes la cantidad de dinero sin que haya generado inflación.
En Estados Unidos, por ejemplo, la base monetaria (depósitos de los bancos privados en la Reserva Federal más el dinero legal en manos del público) creció en cuatro meses, de septiembre de 2008 a enero de 2009, 898.000 millones de dólares, es decir, prácticamente lo mismo que aumentó desde 1940 a 2008.
Si la creencia de los economistas liberales fuera cierta los precios tendrían que haberse disparado hasta cifras astronómicas en ese periodo y lo cierto fue, sin embargo, que de 2008 a 2010 se produjo deflación en Estados Unidos, es decir, que bajaron los precios (más o menos desde un 4% anual a finales de 2008 al -2% a mediados de 2010).
La pregunta que cualquier persona se hará a la vista de lo que acabo de decir es por qué los economistas liberales defienden esta tesis, a pesar de ser tan contrarias a la realidad y al sentido común. Lo he explicado brevemente en otras ocasiones (por ejemplo aquí: Lo que hay detrás de la política liberal contra la inflación) y con más detalle en mi último libro Economía para no dejarse engañar por los economistas (Deusto 2016) así que ahora solo dejaré una pista: siempre que se aplican políticas económicas fundadas en esa creencia liberal equivocada da la casualidad de que quienes salen beneficiados son los grupos sociales de mayor renta y riqueza. Los errores en economía no solo tienen causas sino también propósitos.
--
ver además los comentarios
Se puede decir que esta última afirmación es una creencia porque los datos, la evidencia empírica e incluso el sentido común, como indicaré más adelante, muestran sin lugar a dudas que no es eso lo que ocurre en la realidad.
El economista Richard Vague, ejecutivo bancario, inversor e investigador académico, ha estudiado lo ocurrido desde 1960 en 47 países cuyo PIB representa el 91% del mundial y sus datos no dejan lugar a dudas (pueden verse con detalle en su texto original: Rapid Money Supply Growth Does Not Cause Inflation).
Vague ha definido diferentes escenarios posibles de expansión monetaria (tomando distintas tasas de crecimiento de la oferta monetaria y periodos de tiempo) y los ha relacionado con lo ocurrido en los índices de precios de todas esas economías en el largo periodo estudiado. Sus conclusiones no dejan lugar a dudas.
En la inmensa mayoría de los casos, después de periodos de gran crecimiento de la oferta monetaria no se han producido episodios o fases de alta inflación y, por otro lado, cuando se han producido fases de alta inflación resulta que en la gran mayoría de las ocasiones no han estado precedidas de incremento de la oferta monetaria. Y eso ha ocurrido tanto en países grandes, medianos o pequeños. No es cierta, por tanto, la creencia de los economistas liberales: no es verdad que el aumento de la oferta de dinero (y mucho menos imprimir dinero, como dice Rallo) genere inflación.
El estudio de Vague ha ido más allá y también echa por alto otras creencias paralelas de los economistas liberales. En concreto, ha demostrado que tampoco es cierto que el aumento de la deuda pública, la caída de los tipos de interés o el aumento del balance de los bancos centrales generen inflación. En la gran mayoría de los casos, cuando todo ello se ha producido no ha habido después fases de alta inflación y, cuando ha habido periodos de alta inflación, en la mayoría de los casos no han estado precedidos ni de crecimiento de la deuda pública, ni de caídas en los tipos de interés ni de aumentos en el balance de los bancos centrales.
Los hechos desmienten la creencia liberal pero también lo hace, como decía más arriba, el simple sentido común.
Para que el incremento de la masa monetaria (y mucho más el del dinero legal al que alude Rallo) genere inflación deben darse inexcusablemente las siguientes condiciones:
- a) Que el incremento del dinero no se quede en los balances de los bancos sino que se traslade a la economía.
- b) Que el incremento del dinero que se traslade a la economía no se ahorre o se dedique a amortizar deuda sino que se gaste en consumo de bienes y servicios.
- c) Que haya pleno empleo de los recursos y no oferta ociosa.
Una prueba clara de todo ello es lo que ha pasado en los últimos años cuando las autoridades monetarias tanto en Estados Unidos, como en la Unión Europea o en Japón, han aumentado hasta límites impresionantes la cantidad de dinero sin que haya generado inflación.
En Estados Unidos, por ejemplo, la base monetaria (depósitos de los bancos privados en la Reserva Federal más el dinero legal en manos del público) creció en cuatro meses, de septiembre de 2008 a enero de 2009, 898.000 millones de dólares, es decir, prácticamente lo mismo que aumentó desde 1940 a 2008.
Si la creencia de los economistas liberales fuera cierta los precios tendrían que haberse disparado hasta cifras astronómicas en ese periodo y lo cierto fue, sin embargo, que de 2008 a 2010 se produjo deflación en Estados Unidos, es decir, que bajaron los precios (más o menos desde un 4% anual a finales de 2008 al -2% a mediados de 2010).
La pregunta que cualquier persona se hará a la vista de lo que acabo de decir es por qué los economistas liberales defienden esta tesis, a pesar de ser tan contrarias a la realidad y al sentido común. Lo he explicado brevemente en otras ocasiones (por ejemplo aquí: Lo que hay detrás de la política liberal contra la inflación) y con más detalle en mi último libro Economía para no dejarse engañar por los economistas (Deusto 2016) así que ahora solo dejaré una pista: siempre que se aplican políticas económicas fundadas en esa creencia liberal equivocada da la casualidad de que quienes salen beneficiados son los grupos sociales de mayor renta y riqueza. Los errores en economía no solo tienen causas sino también propósitos.
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