Entrevista a Xóse Manuel Beiras
VIRGINIA P. ALONSO Y
JUAN OLIVER.
Público .
Beiras estructura su discurso en respuestas largas y
reflexivas pero suavizadas con una ironía tierna y cercana, con la que va
hilando su biografía con la historia, la economía, la filosofía, la geometría,
el cine, la literatura y la música, armadas en volutas azules que el viento
podría disipar pero que se asientan en un discurso tan inalterable como las
hermosas vistas del valle de A Mahía que se divisan desde su huerta. "Sí,
tengo 87 años y sigo fumando. Pero tengo los pulmones limpios".
Estamos en plena ola reaccionaria de ascenso de la extrema
derecha en Europa, pero en España las izquierdas han estado tirándose los
trastos a la cabeza hasta hace cinco minutos. ¿Esto tiene arreglo?
Primero habría que analizar por qué está ocurriendo esa
emergencia descarada del fascismo y de los neonazis, la fascistización del PP y
la aparición de Vox, que en realidad es un partido neonazi. Yo no les llamo
extrema derecha, son nazis. El fenómeno que representan está perfectamente
conceptualizado desde los años 20 y 30 del siglo pasado.
Este año se cumplen 90 años de El resistible ascenso de
Arturo Ui [la obra de Bertold Bretch que
narra el acceso al poder de un mafioso de Chicago] y de todo lo que vino
después: la quema del Reichstag alemán de la que se culpó al Partido Comunista
y la expulsión de sus ochenta y tantos diputados.
El gran capital nunca asumió la democracia porque es incompatible con sus intereses. Hace cien años, lo que estaba en el centro de la estructura económica del sistema mundo era el capital monopolista de Estado. Ahora se ha convertido en capital trasnacionalizado y financializado. De las tres formas del capital -el comercial, el industrial y el bancario o financiero-, el que tiene la hegemonía desde la época de Thatcher y Reagan es el financiero.
La izquierda rupturista estaba formada por aquel Podemos inicial nacido de la rebelión cívica de 2011. Una rebelión que en realidad ya había nacido en Galicia en 2002 con Nunca Máis, que fue su primera expresión rotunda, y luego con la movilización contra la guerra de Irak en 2003. La ciudadanía se sentía huérfana, "no nos representan", decían.
Y no era sólo el proletariado industrial, sino también las clases trabajadoras y la pequeña burguesía, la estructurada en torno a los pequeños empresarios y los autónomos. Esa rebelión cívica era rupturista, quería cambiar el régimen porque advirtió que el régimen no servía para resolver los problemas, sino sólo para ponerle cataplasmas.
Esa rebelión también provocó un cambio en las alianzas políticas tradicionales de los nacionalismos y la izquierda.
Los pioneros fuimos ese segmento del BNG que decidimos
apostar por una alianza con la izquierda estatal que el Bloque rechazó. Si
hubiera llegado a aceptarla, Feijóo habría perdido las elecciones y el
nacionalismo en Galicia habría sido hegemónico.
Es que no se permite que haya un Gobierno de coalición de la
izquierda. Cuando en enero acordamos hacerle una propuesta a Pedro Sánchez, el
mensaje que se lanzó fue que Pablo Iglesias había empezado a reclamar carteras
determinadas.
Hizo mal en eso, pero ese día por la mañana se acordó una comisión de trabajo para estudiar la forma de ese Gobierno de coalición. ¿Y qué sucede? Que por la tarde Pedro Sánchez se reúne con ese catalán de Ciudadanos, este... ¿Cómo se llama?
Sí, a ese... Miguel Primo de Rivera [risas].
Quiere decir Albert Rivera.
Albert Primo de Rivera, claro [risas]... ¿Y qué sucede entonces?, decía. Que para poner a Patxi López de presidente de la Mesa del Parlamento el PSOE accede a que la derecha tenga mayoría en ella. Una Cámara con abrumadora mayoría de izquierdas y nacionalismos emancipadores, y en la Mesa la que tiene mayoría es la derecha.
Fue esa misma Mesa la que retorció el reglamento para evitar que En Marea, que tenía seis diputados, dos senadores y más del 15% de los votos en todas las circunscripciones gallegas, tuviera grupo parlamentario propio. A Compromís le sucedió lo mismo y se fue al grupo mixto, pero nosotros, por lealtad, nos quedamos y acordamos que En Marea funcionaría dentro del grupo de Unidas Podemos como subgrupo con libertad de voto.
Lo más increíble es que Felipe VII —yo le llamo así porque Felipe VI fue en realidad Felipe González— recibe a Pablo Iglesias, que le dice que apoya a Pedro Sánchez y que está dispuesto a ir a un Gobierno de coalición con el apoyo de los nacionalistas vascos y catalanes. Después de comer, el monarca recibe a Sánchez y éste le dice que está dispuesto a aceptar, pero que primero hay que consultar al PP porque tenía más votos.
Felipe VII recibe a Mariano Rajoy, que le dice que no. Pero el monarca propone a las Cortes a Rajoy para montar aquella situación de impasse. Cuando la Constitución española no le atribuye la proposición a las Cortes de un candidato, sino informar de las conversaciones a su presidente, que es quien propone.
Sí, empieza el follón. A Sánchez le dicen en septiembre que
tiene que abstenerse y él se niega. Tuvo agallas. Y empieza a articularse la
estrategia que acabaría tras la moción de censura de 2018 en un Gobierno de
coalición, que empieza a desmovilizar aquella rebelión cívica.
No se puede estar a la vez en el Gobierno y en la calle a no ser que tengas una red como, por ejemplo, la que tenía la SPD a finales del siglo XIX y principios del XX en Alemania en torno a su espacio político: los sindicatos, las casas del pueblo, las organizaciones juveniles, culturales... Podemos no la tenía, no se instaló en la sociedad. Tampoco En Marea.
Con situaciones análogas en el contexto socioeconómico, cultural, etcétera. Pero con la diferencia de que la potencia del gran capital se ha multiplicado por varios millones. Hace un siglo no había ninguna compañía trasnacional que tuviera más poder que un Estado. Hoy sí. Incluso con más poder que los Estados Unidos, como vimos en la crisis de 2008.
Cuando en España llega un Gobierno progresista, tiene el Gobierno, pero no tiene el poder. Yo le reconozco a Pedro Sánchez que ha sido muy inteligente, porque que en esas circunstancias no puedes tomar medidas rotundas que satisfagan a toda la ciudadanía que había participado en aquel horizonte de combate rupturista.
Una ciudadanía que empieza a sentirse huérfana de nuevo, pero que ya no está en aquella rebelión cívica. La dinámica sociopolítica pasa de estar en la sociedad a estar en las instituciones. Es análogo a lo que sucedió con el proceso de independentismo catalán.
Yo viví ese proceso y participé como observador en todas las
convocatorias de consultas municipales que se organizaron a partir de 2011 y
2012 en Catalunya. Era impresionante. El referéndum lo estaban impulsando los
ciudadanos, no los partidos. El único partido que estaba ahí metido eran las
CUP, pero sólo como elemento logístico porque tenían una organización local muy
extensa.
Cuando los independentistas ganan las elecciones de 2017 y convocan el referéndum, la dinámica política pasa de la sociedad civil a las instituciones, a la Generalitat, que está dentro del marco del Estatut de Autonomía de Catalunya y de la Constitución española que precisamente el independentismo quiere trascender. Pretendieron la independencia rompiendo las mismas instituciones que ellos dirigían.
Es que Sumar ya había desertado cuando era Unidas Podemos. Yo no hablo mal de Yolanda Díaz, pero es que la historia es la que es. Ella estuvo en Alternativa Galega de Esquerdas (AGE) y luego en En Marea, que tenía cinco diputados en el Congreso y cuyos estatutos decían que las decisiones políticas que tenían que seguir los representante en las Cortes las tomaba el órgano colegiado de En Marea en Galicia.
De esos cinco diputados, dos provenían del espacio nacionalista, pero no del espacio dogmático, sino del abierto a alianzas. Estaban en minoría. Los otros tres, entre ellos Yolanda Díaz, se pasaron los estatutos de En Marea por el arco de triunfo. Funcionaron en clave de Pablo Iglesias, no en clave de En Marea. Y con el referéndum de Catalunya, se bajaron los pantalones. Ese otoño yo tuve un cristo gordo con Pablo Iglesias por ese asunto.
¿Pesaron también las cuestiones personales?
No lo lean así, pero ellos acababan de empezar en verano un proyecto para sacar un libro colectivo [Repensar la España plurinacional, con participación de Xavier Doménech, Dominique Saillard, Enric Juliana, Irantzu Mendia y los propios Beiras e Iglesias, entre otros] para el que me pidieron un ensayo.
El libro salió en septiembre y no me invitaron a la presentación en Madrid. Y en el periodo entre las elecciones de 2017 en Catalunya y el referéndum adoptaron una postura neutral, cuando en esa situación ser neutral era estar a favor de quienes se querían cargar el proceso.
Vamos a ver. Hay que hacer política analizando dos sistemas
de ejes de abscisas y coordenadas. Uno, la estructura de clases, es decir
izquierda y derecha. El segundo: cuando se trata de una nación sin Estado, los ejes
son la nación sometida y el Estado que somete. Hay que situar la expresión de
las posiciones políticas en esos dos sistemas de coordenadas y luego
superponerlos. Porque puedes llevarte sorpresas.
¿Se trató entonces de una reflexión científica, digamos, basada en el análisis histórico de lo que había sido el nacionalismo gallego?
Era un nacionalismo republicano, conectado con la lucha de los agraristas, de los siervos contra los señores, de los foreros contra los foristas. Un tipo como Alfredo Brañas, que era nacionalista conservador, que era regionalista, de derechas, católico, defendía a los siervos frente a los señores, e invocaba el ejemplo de Irlanda.
¿Esas claves históricas se pueden seguir aplicando hoy ? ¿Las tuvieron ustedes en cuenta a la hora de tejer alianzas en AGE y luego entre Anova y Podemos?
Los nacionalismos emancipadores son fundamentalmente de izquierdas. Un proceso de emancipación nacional en el fondo siempre es un proceso libertario. Marx y Lenin lo tenían muy claro. Yo nunca hablé de nacionalismo español. Eso es chauvinismo. El nacionalismo de un país que tiene un Estado propio y soberano es chauvinismo. Si sólo es nacionalista para oprimir a otros, es nacionalismo imperialista.
¿Qué nos enseñaba a nosotros la historia reciente del Estado español sobre las cuestiones nacionales?. Para el Estado español los vascos eran terroristas; los catalanes, fenicios con los que se podía resolver todo con dinero, y Galicia, una colonia a la que podían mandar a un virrey como Fraga, como hizo Felipe González trucando las elecciones autonómicas de 1989.
En el caso catalán, los catalanes hicieron un Estatut muy consensuado, con un referéndum en el que, por cierto, yo hice campaña por el "no" con Carod Rovira... Un Estatut que luego se cargó el Tribunal Constitucional. Pero oiga, ¿quién se cree usted para cargarse un texto aprobado primero por el Parlament de Catalunya, luego por las Cortes Generales y luego por la ciudadanía en referéndum? Los miembros del Tribunal Constitucional tenían que estar en el trullo, procesados e inhabilitados de por vida. Un Estado que hace eso no es un Estado democrático. Eso es lo que la izquierda no se atreve a decir públicamente.
Uno de los puntos del acuerdo exprés que PP y Vox han alcanzado en el País Valencià hace una referencia explícita a la retirada de subvenciones a cualquier tipo de organizaciones que promuevan los Països Cataláns. ¿Cómo pueden los nacionalismos de izquierda en esos territorios plantar cara a eso que usted llama el chauvinismo españolista?
Quien debía plantarle cara es el poder judicial, si fuera
constitucionalista. Porque va contra la Constitución. Como cuando en Aragón
dicen que se van a cargar la enseñanza del aragonés. El artículo 3 de la
Constitución establece que el español es la lengua oficial del Estado, pero
también que los otros idiomas tendrán que ser promovidos, apoyados y amparados
por el Estado.
¿No funciona la Constitución o no funciona la manera de aplicarla?
¿Cómo deberían responder a eso la izquierda y los nacionalismos?
En la izquierda caemos en la trampa que nos impone esa
dialéctica de los fascistas apoyada por las brunetes mediáticas, por la cúpula
del poder judicial y por buena parte de la magistratura. Mucha de la cual, por
cierto, es más fascista que el propio Fríjol [en gallego, feixó significa
fríjol, judía]. Y la izquierda sale a dar explicaciones. No hay que darles
explicaciones. No se puede razonar con una piedra, con un canto rodado, con una
planta. Es inútil.
También. Y quien tiene la responsabilidad de lo que está ocurriendo en Europa es la UE. ¿Cómo puede Borrell decir las barbaridades belicistas que está diciendo? ¡Un socialdemócrata! Acabo de leer un artículo sobre lo que pasó con Jürgen Habermas [el filósofo alemán que ha abogado por las conversaciones de paz con Rusia para acabar con la guerra de Ucrania y que ha sido duramente criticado]. Yo no estoy de acuerdo con la invasión de Ucrania, pero es que ni la ONU ni la Unión Europea han puesto coto al proceso que ha ido cercando a Rusia.
Ojo, no cercando a Putin, sino a Rusia. Porque todo lo que se le achaca a Putin viene de los años noventa, de Yeltsin. ¿Quién desmanteló el entramado estatal de la economía rusa? ¿Quién impulsó a los nuevos oligarcas? ¿Putin? No, esa es la herencia de Yeltsin.
Toda esa literatura y esa narrativa cinematográfica sobre el caos nuclear en Rusia, con misiles y bombas nucleares circulando por el mercado negro de armamento de medio mundo, ¿de dónde viene? De la época de Yeltsin, que montó la contrarrevolución de lo que se llamaba el Partido Yanqui en Moscú. La historia es la que es, pero eso no se ve reflejado en los medios ni se debate en las organizaciones políticas de izquierda.
Hablaba de Habermas. ¿Cree que en Europa hay una suerte de persecución contra la intelectualidad que no suscribe el relato oficial sobre la guerra de Ucrania, y que la izquierda la ampara?
Pues bien, le invitaron a dirigir la London Simphony, una de las mejores orquestas del mundo, y dirigía también una de las dos grandes orquestas de Baviera. Cuando estalló la guerra de Ucrania, la dirección administrativa de la orquesta le exigió que firmara un documento contra Rusia y contra la guerra. Se negó, lo cesaron y desde entonces está desaparecido del mapa. Ya no dirige, y en las televisiones europeas ni siquiera emiten conciertos suyos anteriores a la guerra.
Díganme, cuando fue la invasión de Irak, ¿hubo algún caso en el que se exigiera a algún director occidental que denunciase a la OTAN bajo amenaza de quedarse sin trabajo? No, ¿verdad? Hay una inquisición que pesa también sobre la izquierda. Es un peso tan brutal que, por ejemplo, obliga a Pedro Sánchez a hacer lo que hizo con respecto a los saharauis, que es absolutamente impresentable. ¿O es que el monarca marroquí es un demócrata consumado? ¿Quién es más tiránico: ese monarca o Putin?
La izquierda política no se está dando cuenta de que está equivocada. Porque lo más importante que está ocurriendo en el sistema mundo no está ocurriendo en la guerra de Ucrania. Allí está ocurriendo lo más grave y lo más peligroso, pero no lo más importante.
¿Y qué es lo más importante que está ocurriendo?
El fin de la hegemonía del dinosaurio norteamericano, que ya
está herido de muerte y que enfrenta el peligro de la desdolarización de la economía mundial con el
Nuevo Banco del Desarrollo del BRICS, en el que participan potencias
demográficas y económicas como Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, que
preside Dilma Rousseff, y al que otros países como Argentina, la Colombia de
Petro y Venezuela ya han dicho que están interesados en entrar.
Si potencias de esas dimensiones económicas y demográficas deciden dejar de funcionar en dólares en sus transacciones comerciales, financieras y monetarias, la hegemonía de Estados Unidos habrá terminado. Ese es el factor que está provocando el nerviosismo de Estados Unidos con China, no Taiwán. Pero la izquierda europea no se está enterando. Es elemental, pero yo no veo que haya ningún debate sobre eso, no lo mencionan ni siquiera en charlas informales. Sólo Ucrania, Ucrania, Ucrania...
Al margen de ese nuevo orden económico mundial al que parece que avanzamos, ¿cree que la izquierda española está contribuyendo por acción u omisión a la distorsión del relato sobre Rusia y Ucrania?
Es que parece como si Rusia no fuera parte de Europa, o como
si Crimea no fuera parte de Rusia. Vamos a ver, ¿quién era Catalina la Grande?
Siglo XVIII, ¿quién era su ministro más eficaz, y que además fue su amante?
Grigori Potemkin. ¿Qué sucedía en Crimea en el siglo XVIII? Que era la puerta
de entrada a Europa de turcos y otomanos. La zarina, con Potemkin, elabora un
plan para repoblar y ordenar Crimea y taponar la entrada de los turcos.
¿Y qué tiene que ver eso con la Ucrania actual? Me explico: en El acorazado Potemkin, la película de Serguéi Eisenstein de 1925, los acontecimientos tienen lugar en Odesa, la tercera ciudad de Ucrania. ¿Acaso estaba Eisenstein rodando en el extranjero una de las películas básicas sobre la revolución soviética? Más aún, la Cantata Alexander Nevsky, de Prokófiev, ¿para qué fue compuesta? Para la película de Eisenstein de 1938 sobre Alexander Nevsky, que en el siglo XIII organizó un ejército popular contra los caballeros teutones, contra los cruzados. La batalla decisiva es la batalla del Lago Peipus, por cierto muy parecida a la batalla de Azincourt que narra Shakespeare en Enrique V.
Pero sigo: ¿Dónde sucede la apoteosis de la película? ¡La entrada en Kiev! [Risas] ¡Hasta podría ponerme en plan cabrón y decir que Putin está haciendo lo que hizo Alexander Nevsky hace no sé cuántos siglos! Hay un analfabetismo tan brutal, una falta de conocimiento y de memoria histórica en los grupos dirigentes de la izquierda que a mí me entra pánico.
¿Eso se traslada a las referencias ideológicas? ¿Hay un déficit ideológico y de solidez en la construcción intelectual del discurso de la izquierda?
Sí. Desde el momento en el que el PC renunció a la lucha de
clases. Es como si un científico renunciase a la teoría de la atracción de los
cuerpos celestes de Newton, como si dijera que las teorías de Einstein son una
carallada o si le diera miedo citar lo que explicó Max Planck sobre las
funciones discontinuas, los cuantos, las leyes deterministas en la ciencia y en
la física...
¿Pero la ciudadanía está preparada para recibir ese tipo de mensajes? Si vemos la campaña del PP en las municipales, con el 'Que te vote Txapote' , agarrándose a los apoyos de Bildu al Gobierno en el Congreso para intentar romper la campaña... Eso cala en el electorado socialista.
Porque quien debería rebatirlo no tiene credibilidad. El BNG
empezó en el Parlamento de Galicia en 1985 con un diputado, que era yo. En
1989, cuando mandaron a Fraga aquí, fueron seis menos uno, el que nos robaron.
En 1993 pasamos a trece, que no fueron quince por muy poco. Y en 1997 dimos el
sorpasso al PSOE. ¿Cuál fue mi contribución en todo eso? Decir las cosas como
ustedes dicen que la ciudadanía no está preparada para entenderlas.
Eso de que el pueblo es ignorante es falso, es un montaje de la derecha. Es cierto que ha habido un proceso de analfabetización ideológica y política de las sucesivas promociones y generaciones de quienes no vivieron el franquismo, y que no tienen antídotos contra lo que está pasando, porque nadie se lo ha explicado. Hubo una amnistía que amnistió a los asesinos, se hizo borrón y cuenta nueva con la historia, que acaba en la Guerra de Independencia.
Nada de la República ni de la historia del franquismo en la enseñanza, como si la democracia la hubieran traído Juan Carlos y Felipe González y las libertades ya estuvieran ahí. No, es al contrario. Los derechos y las libertades se conquistan, pero o se ejercen sistemáticamente o se pierden, que es lo que está pasando ahora.
El pacto de la reforma política, además de una aberración,
es una traición. Fue un pacto con el franquismo. Y no es exclusivo de España,
ha ido sucediendo en Occidente desde el final de la Segunda Guerra Mundial. A
medida que se extendía, el modelo de democracia occidental se vaciaba de
contenido. Cada vez más Estados democráticos y cada vez menos democracia en el
sentido filosófico de la Grecia clásica.
El mismo Aristóteles, que no era de izquierdas sino de derechas, cuando definía democracia decía que no tenía que ver con la aritmética electoral, sino con el poder del demos, en el sentido de la Atenas de Pericles. Por cierto, ¿saben quién fundó y lideró en Atenas el Partido de los Pobres, el primer partido de base equivalente a los Sans-culottes de la Francia revolucionaria? Fue Aspasia, la amante de Pericles. No entiendo por qué el feminismo no utiliza ese referente.
Más bien diría que la carta otorgada son los estatutos de
autonomía. Por eso en Galicia no podíamos aceptarla, porque reivindicamos el
ejercicio de la soberanía popular, que somos un pueblo con identidad propia,
una nación con casi doscientos años de lucha cívica. Y eso que el nacionalismo
gallego nunca fue independentista, pese a que tuvo segmentos independentistas.
En las elecciones del 28M, ¿quién ha resistido mejor a la
avalancha de la ultraderecha?
No, ¿quién resistió mejor en la izquierda a la izquierda del PSOE? En el eje de la contradicción de clase, Unidas Podemos, lo que hoy ya es Sumar, no resistió a esa ofensiva. ¿Y quién no sólo resistió, sino que incluso avanzó? EH Bildu y el BNG, en el eje nación sometida frente a Estado que somete. No hablo de Catalunya, porque es mucho más complejo después de que el Estado español desarbolara todo el independentismo, el independentismo burgués de Junts y el progre de ERC, que no es propiamente obrero ni socialista.
Quiero decir que las posiciones más rotundamente opuestas en su práctica interna, en su discurso frente al nazifascismo que viene, fueron EH Bildu y el BNG. Porque son organizaciones de izquierda, tan de izquierda como Sumar en su discurso, pero porque además defienden a pueblos que llevan siglos de lucha y que tienen memoria del franquismo. Y en el caso de Galicia, del fraguismo. El apoyo sociológico que tiene hoy el BNG es el apoyo del BNG más el apoyo del nacionalismo que no estaba en el BNG y que se pasó a él cuando Unidas Podemos reventó aquí por la traición de sus dirigentes, con el incumplimiento de los acuerdos de los que he hablado antes.
Y en Euskadi, el PNV se ha puesto de acuerdo con el PSOE y hasta con el PP para ponerle un dique de contención a EH Bildu. Significativo, ¿no? Claro que este PNV no es el de Arzalluz, Gorka Aguirre, Joseba Egibar, Markel Olano... Ese PNV era otra cosa, un partido socialcristiano. ¿Les cuento una anécdota?
Por favor.
Cuando tras las elecciones autonómicas de 1997 el
nacionalismo gallego empezó a cotizarse fuera, empezó nuestra relación con el
PNV. La primera vez que nos reunimos fue en Bilbo, en Sabinetxea, la sede del
PNV. Acudimos una delegación del BNG en la que había representantes de la UPG,
Pilar García Negro y Francisco García. Nos fuimos a comer y al volver,
Arzalluz, que no había estado por la mañana, estaba en la sala.
No, fue porque Felipe González era un sectario
anticomunista. Yo le conocí muy bien entre 1974 y 1976, lo que duró la
Conferencia Socialista Ibérica. Después creamos la Federación de Partidos
Socialistas del Estado Español, pero empezaron a sobornarlos uno a uno. Los
únicos que no nos dejamos sobornar fuimos el Partido Socialista Galego (PSG),
los únicos que no pactamos con el PSOE.
Sí, pero no sería suficiente. Las izquierdas españolas de audiencia estatal tendrían que asumir en la practica lo que declaran verbalmente: que Galicia, Euskadi y Catalunya somos pueblos con historia propia, naciones con derecho a la autodeterminación. Si asumieran eso no habría independentismos porque todos somos pactistas en ese horizonte. Lo sé muy bien porque lo he vivido desde los años sesenta como responsable de asuntos externos del PSG.
Es el pesimismo de la razón, como decía Gramsci. Pero yo
nunca cedí a la tentación de tenerle miedo a la realidad. Y hay mucho miedo a
la realidad en la izquierda, a analizarla y ver que es terrible. Porque frente
al pesimismo de la razón está el optimismo de la voluntad. La izquierda no
puede lograr las energías necesarias para enfrentarse a los brutales enemigos
que tiene si no hace dos cosas: primero una cura de humildad y, en segundo
lugar, explorar la realidad, reconocer que es terrible y, a partir de ahí,
buscar las fórmulas y las energías para enfrentarse a ella.
Es que no están dispuestos a hacerlo. Pese a todo, yo no
pierdo la esperanza de que se consiga activar parte del voto de la izquierda
que se abstiene, aunque sólo sea para que haya una alternativa electoral que
una a todo ese caleidoscopio de grupos de izquierda, si son capaces de hacer el
discurso adecuado y darle credibilidad en la práctica.
¿Y cree que Sumar puede tener esa capacidad?
Sí, porque son inteligentes. Que sean miopes no significa que
sean tontos, sólo que necesitan las lentes adecuadas. Confío en que se den
cuenta de que no sólo se están jugando su propia piel, sino la de la gente del
común. Empezando por la más intoxicada y alienada. Alienación, otro término que
la izquierda ya no utiliza y que resulta fundamental para entender y explicar
muchas cosas.
¿Y usted qué cree que puede pasar?
Pues a lo mejor que ocurre la catástrofe. Y quizá entonces la gente se dará cuenta de que o se pone en modo combate o sucederá aquello del ensayo de Camus Ni víctimas ni verdugos. Llegará un momento en que no quedará otro remedio que ser víctima o colaborar con tus propios verdugos. Un ejemplo: cuando en la pasada campaña Ayuso salió con aquello de que en las listas de Bildu había candidatos condenados por ETA, habría que haberle dicho: "Oiga, usted es una asesina en serie, mató a siete mil personas desvalidas, ancianas, que son más de diez veces los muertos de ETA en toda su historia. Y está apoyando a quienes están matando a mujeres todos los días, cientos de ellas al año". Pero lo que la izquierda respondió fue que si ETA ya no existe, que si Bildu ha renunciado a no sé qué... Que no es eso, coño.
Feijóo es un cipayo, tartufo, felón, ignaro y fascista. En Madrid pensaban que era un moderado y que como nosotros, en Galicia, somos de provincias, no nos enteramos de lo que pasa. Ni siquiera parte de la izquierda sabía quién era. Y a mi edad digo: ¿cómo es posible? Verán, hay dos contravalores o antivalores que están en la base de la ideología y la cosmovisión del nazifascismo. Uno es la xenofobia y otro el nihilismo. Y me preocupa que la gente se quede con el diagnóstico que hago de la situación en vez de quedarse con lo que digo sobre lo que hay que enmendar y corregir para enfrentarla. Porque eso conduce al nihilismo, es el caldo de cultivo del nazismo y del fascismo.
Hay un fenomenal ensayo sobre eso, A violencia excedente, de Francisco Sampedro, el catedrático de Filosofía. La xenofobia es la negación de la alteridad, no pueden soportar que haya alguien distinto a ellos. Es lo que ocurre con el chauvinismo español. Yo estuve en Madrid del 60 al 63, para hacer mi tesis, vivía en el colegio mayor César Carlos y fui muy amigo del cura Aguirre [Jesús Aguirre, duque consorte de Alba]. Salíamos, me presentaban a gente y me preguntaban: "¿De dónde eres?". "Soy gallego", respondía yo. "¡Ah, español, claro!". Esa es la incomprensión de la alteridad: no, no eres gallego, eres español, a cojones.