lunes, 6 de marzo de 2023

El desastre de la guerra en Ucrania . II .

 Rusia-Ucrania: un año de guerra y sus consecuencias económicas 


Ha pasado solo un año desde la invasión rusa de Ucrania. No voy a analizar la política de esta guerra en este artículo. Hay muchas fuentes para debatir sobre esto. En su lugar, quiero ver las consecuencias económicas de la guerra tanto para Ucrania como para Rusia.

Empecemos por Ucrania. El año pasado, un informe del FMI del pasado mes de marzo concluía que el país estaba paralizado. "Con millones de ucranianos huyendo de sus hogares y muchas ciudades bombardeadas, la actividad económica ordinaria debe, en gran medida, quedar en suspenso". Y durante el último año, Ucrania ha sido destruida por los bombardeos y las armas rusas. Miles de personas han muerto, millones han sido desplazadas y/o han huido del país. La base económica del país está siendo aniquilada.

Antes de la guerra, Ucrania ya era un país muy pobre con un PIB real de solo 160 mil millones de dólares. Antes de que termine esta guerra, las pérdidas físicas de la guerra serán al menos del mismo tenor que ese PIB. El impacto de la invasión rusa en la economía ucraniana ha sido devastador. Un tercio de las empresas cesaron inmediatamente sus operaciones, como consecuencia de la destrucción de las instalaciones de producción y la infraestructura, la interrupción de las cadenas de suministro y los aumentos dramáticos de los costes de producción.

Como consecuencia, el PIB cayó un 15 % en el primer trimestre de 2022 y un asombroso 37 % en el segundo trimestre. Estas pérdidas son mayores que en Serbia cuando la OTAN bombardeó el país para someterlo, pero no tan importantes como el daño que Kuwait sufrió por la invasión iraquí y las posteriores represalias de Estados Unidos.

En el tercer trimestre, el PIB se recuperó un poco para bajar solo un 30,8 % interanual. Pero el intenso bombardeo por parte de Rusia de la infraestructura energética ucraniana durante el cuarto trimestre ha elevado la tasa de pérdidas aún más al 41 % interanual, lo que supone una caída promedio del PIB para 2022 de alrededor del 32 %.

Ucrania: crecimiento del PIB real (% interanual)

Los ataques aéreos casi diarios contra la red eléctrica del país y los frecuentes parones a la hora de permitir que los barcos abandonen los puertos ucranianos han obstaculizado la economía.

Duración de los cortes de energía en octubre-diciembre de 2022 (% del tiempo productivo)

Esto incluye una caída del 39 % en el consumo privado, causada por los choques de oferta, la depresión de los ingresos reales disponibles y la quiebra de confianza de los consumidores, así como más de seis millones de refugiados que huyen del país. La inversión se ha derrumbado a menos de la mitad de 2021, quedando limitada principalmente a la sustitución de bienes de capital en áreas del país donde todavía es posible. La producción industrial disminuyó alrededor de un 40 % en un año.

Ucrania: producción industrial % interanual

Con una enorme escasez de suministro de las necesidades esenciales, la inflación ha aumentado a alrededor del 27 %.

Ucrania: tasa de inflación % interanual

Y el déficit comercial casi se ha triplicado de 4.400 millones de dólares en 2021 a 11.600 millones de dólares en 2022. Las importaciones de bienes clave han caído un 24 %, pero las exportaciones se han desplomado aún más, un 49 % en comparación con 2021.

Ucrania: balance comercial mensual de mil millones de dólares

Antes de la guerra, el 89 % de las exportaciones de cereales de Ucrania se transportaban a través de puertos del Mar Negro. Los puertos ucranianos de Odesa, Chernomorsk, Pivdennyi y Mykolayiv manipulaban hasta 6 millones de toneladas de grano al mes en 2021 y se preparaban para alcanzar nuevos récords en 2022 gracias a nueva inversión en infraestructura portuaria y cultivos abundantes. Con la guerra, las exportaciones de granos colapsaron. Una reapertura parcial de los puertos marítimos de Ucrania en agosto después de un acuerdo negociado con Rusia permitió que las exportaciones mensuales de grano alcanzaran más de 4 millones de toneladas. Sin embargo, la frecuente interrupción de Rusia a la hora de permitir que los barcos atraviesen su bloqueo, los elevados precios de los seguros y fletes y las amenazas recientes de cerrar por completo el corredor de granos han significado que las exportaciones de noviembre y diciembre han vuelto a caer en relación con los volúmenes de exportación de 2021.

Exportaciones de cereales en Ucrania m toneladas

El colapso del comercio significó una escasez desesperada de divisas fuertes, como los dólares. El intento del Banco Central de Ucrania (NBU) de anclar la hryvnia al dólar no pudo mantenerse. Así que el verano pasado, la moneda se devaluó bruscamente. Aun así, la nueva solución no era sostenible y la brecha entre los tipos de cambio oficiales y los alternativos siguió ampliándose. Eso significa que la inflación seguirá aumentando.

Tipos de cambio UAH/USD (oficial y en la sombra)

Al tratar de defender el tipo de cambio fijo, el stock neto de reservas del NBU cayó casi un 40 %. Muchos ucranianos acomodados huyeron del país, llevándose su dinero. El efectivo retirado de los bancos aumentó en casi 9 mil millones de dólares en enero-septiembre de 2022. Si bien fue parcialmente cubierto por las remesas de los refugiados y la ayuda militar y humanitaria de Occidente, Ucrania perdió alrededor de 6 mil millones de dólares en total en reservas internacionales.

Ucrania: reservas oficiales de divisas de miles de millones de dólares

A pesar del apoyo extranjro en efectivo, todavía no hay suficiente para financiar el esfuerzo de guerra y mantener cierta apariencia de servicios públicos. Por lo tanto, cada vez más el déficit presupuestario del gobierno, que se amplió del 3,6 % del PIB en 2021 al 42 % en 2022, se ha financiado mediante la "impresión" de dinero. Para financiar el déficit, el gobierno emitió bonos y pidió al NBU que los comprara. La NBU es ahora el mayor tenedor de bonos del gobierno ucraniano. Con la caída de la producción y el aumento de la oferta de dinero, esta es una receta para una mayor aceleración de la inflación de artículos de primera necesidad.

Ucrania: financiación del déficit presupuestario UAH bn

La conclusión es que sin ayuda extranjera, tanto militar como financiera, Ucrania no podría haber continuado sus operaciones militares, apoyar los servicios básicos o cumplir con sus obligaciones externas. El Ministerio de Finanzas de Ucrania había recibido 31.000 millones de euros en diciembre de 2022 de los 64.000 millones de euros prometidos por los países occidentales después de que Rusia lanzara su ataque a gran escala en febrero pasado, según una investigación del Instituto de Kiel para la Economía Mundial.

Eso es alrededor del 75 % de las reservas internacionales de antes de la guerra. Los EEUU y la UE han acordado ahora apoyar a Ucrania con 3.000 millones de dólares al mes en 2023, o otros 36 mil millones de dólares en 2023.

Además, Ucrania está buscando financiación del FMI y el Banco Mundial. Quiere un programa completo de tres años de entre 15 y 20 mil millones de dólares, que es probable que obtenga. Pero ese préstamo depende de una serie de condiciones, incluido el respaldo de las naciones del G7 y de otros donantes y acreedores de Ucrania que garanticen la sostenibilidad de la deuda del país. El plan también requeriría cambios sin precedentes en las normas de préstamos del FMI para que el fondo pudiera prestar al país destruido por la guerra: por lo tanto, Ucrania obtendría un apoyo especial que no está disponible para otros países pobres.

Pero Ucrania todavía tendría que aceptar "reformas estructurales" y eso generalmente significa austeridad fiscal, una política monetaria ajustada (es decir, altas tasas de interés), privatización y la desregulación de la economía, incluida la flotación de la moneda. En otras palabras, el clásico programa neoliberal del FMI impuesto a un país deudor, aunque en este caso con el apoyo voluntario del gobierno de Ucrania.

Ucrania necesita aproximadamente 45.000 millones de dólares en 2023 para mantener su economía en funcionamiento. Sin lugar a dudas, es una enorme cantidad, pero es solo el 0,1 % del PIB de los aliados de Ucrania, el 4 % del presupuesto anual de la OTAN. Pero eso no cubre el coste de la reconstrucción después de la guerra.

Hasta ahora, las estimaciones de las pérdidas físicas ascienden a alrededor de 130 mil millones de dólares o cerca del 70 % del PIB anual de antes de la guerra. El Banco Mundial estima que el capital social producido per cápita de Ucrania en 2014 fue de aproximadamente 25.000 dólares, lo que equivale a aproximadamente 1,1 billones de dólares a nivel total. Los primeros informes de funcionarios del gobierno y líderes empresariales sugieren que el 30-50 % de ese stock de capital ha sido destruido o gravemente dañado. Suponiendo un 40% de destrucción, ese coste asciende a 440 mil millones de dólares. Además, asumiendo un coste de 10.000 euros por refugiado (por año), el coste de financiar a 5 millones de refugiados durante un año es de 500.000 millones de euros, o el 0,35 % del PIB de la UE.

Las fuentes ucranianas estiman que el coste de restaurar la infraestructura: la financiación del esfuerzo de guerra (municiones, armas, etc.); las pérdidas de viviendas, bienes raíces comerciales, la compensación por muertes y lesiones, los costes de reasentamiento, el apoyo a los ingresos, etc.) y la pérdida de los ingresos actuales y futuros alcanzarán 1 billón de dólares, es decir alrededor del 2,0 % del PIB anual de la UE o el 1,5 % del PIB del G7 de seis años.

¿Quién va a pagar? No se debe esperar una rápida recuperación de posguerra como sucedió después de la Segunda Guerra Mundial con el plan Marshall de EEUU. A finales de esta década, incluso si la reconstrucción va bien y suponiendo que se restablezcan todos los recursos de Ucrania de antes de la guerra (es decir, la industria y los minerales del este de Ucrania que están en manos de Rusia), la economía todavía estaría un 15 % por debajo de su nivel de antes de la guerra. Si no, la recuperación será aún más larga.

Ucrania ya era un país con una población envejecida y una tasa de natalidad que cae drásticamente. La guerra ha profundizado estos problemas, con cinco millones de mujeres y niños escapando a países de mayores ingresos, donde se ha permitido a los ucranianos obtener permisos de trabajo locales. A medida que la guerra se prolonga, muchos de estos refugiados encontrarán trabajo y decidirán establecerse en el extranjero.

El daño de los que se quedan en Ucrania es inmenso. Las pérdidas de aprendizaje de los niños ucranianos son una preocupación particular: Ucrania tendra incorporaciones de menor calidad a su fuerza de trabajo debido a las interrupciones causadas por la guerra (y antes de eso, causadas por el Covid) en el proceso de aprendizaje. Se estima que estas pérdidas son del orden de 90 mil millones de dólares, o casi tanto como las pérdidas de capital físico hasta la fecha. Los estudios también muestran que sufrir una guerra durante los primeros cinco años de vida de una persona se asocia con una disminución de alrededor del 10% en las puntuaciones de salud mental cuando se tiene entre 60 y 70 años. El problema no es solo la economía pura, sino también el daño a largo plazo a los ucranianos que se quedan.

Rusia

Veamos ahora la economía rusa. No son los daños de la guerra a los edificios y la infraestructura lo que está afectando a la economía rusa, aunque las bajas en las tropas rusas han sido enormes, alrededor de 200.000, según fuentes occidentales. Probablemente mucho menos, pero siguen siendo altas. El verdadero golpe a la economía proviene de las sanciones económicas de las potencias occidentales. Poco a poco han cumplido su objetivo. Occidente, la OTAN y la UE no respondieron a la invasión con una intervención armada, sino que recurrieron a sanciones económicas, la nueva arma de guerra.

Las sanciones financieras congelaron aproximadamente la mitad de las reservas internacionales del Banco Central de Rusia (CBR) (que ascendían a 630 mil millones de dólares a finales de enero de 2022) y obstaculizaron la capacidad de los bancos más grandes de Rusia para realizar transacciones en las monedas extranjeras más utilizadas. Varios bancos también se desconectaron del sistema de mensajería SWIFT. A las entidades rusas, incluidos los bancos, se les restringió llevar a cabo operaciones de inversión o financiación en la mayoría de las jurisdicciones. Las restricciones comerciales, además, limitaron la exportación a Rusia de ciertos bienes y tecnologías. A pesar de ello, las sanciones no impidieron el aumento de los ingresos energéticos rusos, al menos hasta ahora.

Rusia: ingresos y exportaciones de petróleo de miles de millones de dólares

La combinación de los altos precios de los hidrocarburos y la reducción de las importaciones llevó el superávit comercial ruso a un máximo histórico. En la primera mitad de 2022, Rusia registró un superávit acumulado de 147.000 millones de dólares (15 % del PIB), equivalente a aproximadamente la mitad de las reservas de divisas rusas que se congelaron al estallar la guerra. El superávit comercial de Rusia finalmente alcanzó los 370 mil millones de dólares en 2022 frente a los 190 mil millones de dólares en 2021. Dos tercios de este aumento de 180 mil millones de dólares se debieron a mayores exportaciones; un tercio a menos importaciones. Esta bonanza inesperada del precio de la energía es la que está pagando la actual ofensiva de primavera de Rusia en Ucrania.

Rusia: cuenta corriente mensual de mil millones de dólares

En general, la posición externa neta del sector privado de Rusia mejoró en casi 170.000 millones de dólares. ¡El efectivo salió del país, en su mayoría a la zona euro!

Pasivos bancarios transfronterizos con Rusia (acciones, miles de millones de dólares)

Estos activos representan fondos de valores mantenidos bajo custodia en nombre de residentes rusos sancionados que no pudieron ser (y no fueron) transferidos de vuelta a Rusia. Estos fondos se amontonaron en el balance de Euroclear como depósitos. También hubo un aumento en las acciones de depósitos rusos de casi 5 mil millones de dólares a cerca de 20 mil millones de dólares, muy probablemente relacionado con el aumento del comercio con países que no han aplicado sanciones como China.

Sin embargo, la economía en general no ha escapado a la contracción en 2022. La economía de Rusia se contrajo un 2,1 % en 2022, menos de lo esperado. Pero de cara al futuro, se espera que el PIB caiga un 2,4 % interanual en los primeros tres meses de 2023, según el Banco Central de Rusia.

Rusia: crecimiento del PIB real % interanual

La inflación aumentó bruscamente durante el año hasta un máximo del 17,5 % interanual antes de disminuir un poco.

Rusia: tasa de inflación % interanual

A diferencia de Ucrania, el gran superávit porncuenta corriente de Rusia sin duda ha contribuido a mantener el rublo. Sin embargo, también se deriva de la caída de las importaciones debido a la guerra y las sanciones relacionadas. Eso significa menos bienes para los ciudadanos rusos y una falta de componentes para el esfuerzo de guerra y la producción nacional (por ejemplo, la producción de automóviles cayó alrededor del 77 % interanual en septiembre).

Mientras que Ucrania está siendo reforzada con una ayuda extranjera masiva, Rusia está luchando por encontrar apoyo extranjero. Las entradas netas de inversión extranjera directa de Rusia han caído en territorio negativo. Cientos de empresas extranjeras han decidido abandonar Rusia.

Rusia: flujos netos de capital extranjero de mil millones de dólares trimestrales

Las importaciones de muchos productos tecnológicos han caído bruscamente. Las importaciones de bienes rusos en septiembre cayeron un 28 % con respecto a los niveles anteriores a la invasión, según algunas estimaciones.

Rusia: niveles de importación de miles de millones de dólares

El gasto en defensa ahora representa un tercio de todo el gasto presupuestario aprobado para 2023. La guerra está reduciendo rápidamente la parte más competente de la fuerza de trabajo y la emigración ha aumentado. Hay alrededor de 30 millones de hombres en edad militar en Rusia, pero solo 9-10 millones tienen experiencia militar, principalmente gracias al servicio militar obligatorio. Y esa cifra incluye a aquellos enfermos o discapacitados o que están exentos del servicio militar, por ejemplo, debido a su profesión. Los demógrafos rusos también están de acuerdo en que alrededor de 500.000 rusos han huido del país de forma mas o menos permanente desde el inicio de la invasión, la mayoría de ellos hombres en edad de luchar.

Rusia tiene un gran stock de activos financieros "para un día lluvioso". Y está lloviendo. Estos activos están controlados por el Fondo Nacional de Activos de Rusia (NWF), que ha crecido del 1,9 % del PIB en 2008 al 10,2 % al comienzo de la invasión. Pero en un año, se ha reducido al 7,2 % del PIB, debido a la revalorización de la moneda y al uso del estado de estos activos para cubrir su déficit presupuestario. En 2023, la ley presupuestaria proyecta un déficit de 2,9 billones de rublos, equivalente al 1,9 % del PIB, gran parte del cual el estado planea cubrir con dinero del NWF.

El problema que tiene Rusia es que su economía está realmente muy poco diversificada, se apoya casi por completo en la producción y exportación de energía y materias primas y la producción manufacturera es relativamente pobre y con baja productividad. Y ese sector depende en gran medida de los bienes e insumos de alta tecnología importados. Con las sanciones que ahora limitan la disponibilidad de tecnología y financiación, las perspectivas de Rusia para la sustitución de importaciones de productos tecnológicos se han vuelto aún más limitadas. Si bien las importaciones rusas de China y Turquía han superado los niveles anteriores a la guerra en los últimos meses, la proporción de productos tecnológicos se ha mantenido sin cambios.

Como resultado, las industrias de media y alta tecnología de Rusia se han contraído bruscamente. La producción de camiones se ha reducido en un 40 %, los receptores de televisión en un 44 % y las excavadoras en un 69 %. Los productores rusos de madera y acero no han podido encontrar mercados de exportación alternativos que ofrezcan niveles de precios rentables. En estas industrias, la producción ha disminuido drásticamente y las empresas han sufrido grandes pérdidas.

Por supuesto, los sectores energéticos se han mantenido sólidos hasta ahora. La producción de petróleo y gas no ha disminuido. Además, el aumento de los precios mundiales del petróleo ha apoyado los ingresos del petróleo de Rusia (incluso si el petróleo ruso se ha vendido con descuento) junto con una reorientación del petróleo ruso hacia nuevos mercados de exportación, sobre todo la India y China.

Pero las cosas podrían cambiar en 2023. Europa ha logrado pasar el invierno sin energía rusa, importando gas natural líquido de los EEUU, bastante caro, y reduciendo el consumo, dado el clima relativamente cálido. Las restricciones de la UE a las importaciones de petróleo entraron en vigor en diciembre de 2022. Y los límites de precios a las exportaciones rusas de petróleo y gas comenzaron a principios de este mes.

Esto reducirá los ingresos rusos durante este año. Parece que ya está sucediendo. Después de los enormes superávits por cuenta corriente en 2022 (rojo), el superávit de enero de 2023 (naranja) estaba por debajo de su promedio histórico de enero (azul).

Si estas medidas de la UE tienen éxito y reducen la producción y las exportaciones de energía rusas, Rusia experimentará una caída significativa este año, tal vez una contracción del 7 al 8 %, una disminución similar a la observada en 1998 y 2008.

Como he demostrado en artículos anteriores, la economía de Rusia ya se estaba desacelerando antes de la crisis de la pandemia y, por supuesto, durante la crisis. El crecimiento medio potencial probablemente no sea superior al 1,5 % anual, ya que el crecimiento ruso está limitado por el envejecimiento y el decrecimiento de la población, con bajas tasas de inversión y productividad. La rentabilidad del capital productivo ruso, incluso antes de la guerra, era muy baja.

La inversión se ve obstaculizada por la caída de los beneficios y la severa restricción del acceso a la financiación extranjera. El aumento del énfasis en las industrias militares y la falta de acceso a la tecnología occidental pesarán aún más en la productividad de las industrias clave.

La estimación de crecimiento a largo plazo de Rusia se ha reducido sustancialmente en las previsiones de las Perspectivas de la Economía Mundial del FMI. La economía de Rusia está en camino de ser al menos un 8 % menor para 2026 de no haber ordenado Putin el ataque a Ucrania.

¿Y ahora qué?

En resumen, Rusia no puede depender de la financiación extranjera para financiar la guerra. Pero puede continuar su invasión a pesar de las sanciones económicas de Occidente, siempre y cuando sus ingresos energéticos no caigan demasiado y sus reservas de divisas no se agoten; o su economía nacional no se contraiga tanto que los ciudadanos de Rusia realmente no puedan aguantar más. Eso podría costar años.

Por el contrario, con una economía mucho más pequeña, Ucrania ya está destruida a nivel nacional y no tiene suficientes ingresos nacionales o de exportación para luchar en esta guerra; por lo tanto, debe depender de la financiación extranjera. Mientras llegue en cantidades suficientes, también puede continuar luchando durante años.

Tanto Ucrania como Rusia son ahora economías de guerra. Con eso quiero decir que el estado controla la dirección de la economía, es decir, que se produce y donde se invierte. El "libre mercado" es reemplazado por el control estatal para el esfuerzo militar.

Pero hay una diferencia entre las dos economías que se hará patente cuando termine la guerra, si es que alguna vez ocurre. La Ucrania de posguerra, si el gobierno actual sobrevive, está comprometida con una economía neoliberal de libre mercado que se basa en la inversión extranjera y en que las empresas se hagan cargo de los principales recursos y se integren en la UE. El modelo a seguir será el de Polonia y los estados bálticos, es decir, que no haya propiamente un estado de bienestar; pensiones reducidas; sin sindicatos ni derechos laborales; la desregulación de los mercados; y la dependencia final de las transferencias de capital desde Occidente.

Por el contrario, la Rusia de posguerra, suponiendo que Putin o sus compinches todavía estén en el poder, tendría una economía mucho más dirigida por el estado que antes. Los oligarcas no podrán actuar a su albedrío ni serán tolerados (solo los compinches de Putin) y los recursos e inversiones clave estarán estrechamente controlados por el estado.

Antes de la guerra, ambos países tenían una cosa en común: un alto nivel de corrupción entre multimillonarios y políticos. Es poco probable que eso cambie, como han revelado las recientes informaciones de corrupción en el gobierno de Ucrania. Y no se debe esperar que la UE limpie el "libre mercado" de Ucrania; después de todo, la mayoría de los estados de Europa del Este están plagados de corrupción con pocas sanciones y parece que incluso los miembros del parlamento de la UE también participan en ella. Como dijo recientemente Bernie Sanders: "Sí, Rusia tiene oligarcas, pero también Estados Unidos". - y de hecho están en todas partes .

  

habitual colaborador de Sin Permiso, es un economista marxista británico, que ha trabajado 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession. 

Fuente: 

Traducción: G. Buster .

https://www.sinpermiso.info/textos/rusia-ucrania-un-ano-de-guerra-y...



domingo, 5 de marzo de 2023

El desastre de la guerra en Ucrania . I .

 Ucrania según la  ONU 24 Febrero 2023 

Un año después de la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia de la guerra en Ucrania, el titular de la ONU indicó que cerca del 40% de la población precisa ayuda, el mismo número de personas son incapaces de conseguir suficientes alimentos y el 30% de los puestos de trabajo han desaparecido.  Añadió  que los  desplazados   suman “más de ocho millones de refugiados ucranianos en toda Europa”, a los que agregó “unos 5,4 millones de desplazados internos”. Casi 10 millones de personas, entre ellas 7,8 millones de niños, corren el riesgo de sufrir trastornos graves de estrés postraumático” 

 Precisan ayuda humanitaria 18 millones   y de urgencia 16 millones https://news.un.org/es/story/2023/02/1518872  

 Pero además Occidente paga toda la administración, el ejército y las pensiones y pone las armas 

Ucrania tenía en 1990 +- 51 millones de habitantes en el 2021 +- 40 millones , durante el 2014 a el 20 21 ..1,5 millones se exiliaron de toda Ucrania por ser pro rusos y ahora se han marchado +- otros 10 millones . Al final tiene 30 millones o menos no hay datos actualizados fiables  ,es igual la caída del PIB o la inflación


Texto del blog por LDM

sábado, 4 de marzo de 2023

El capitalismo caníbal

                                      


El capitalismo caníbal  de  Nancy Fraser .

FERNANDO LIZÁRRAGA

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El capitalismo es un sistema social caníbal. Devora ritualmente sus propias fuentes de sustento, se alimenta de seres y recursos que están en su periferia [como un agujero negro canibaliza a otros cuerpos celestes] y se come a sí mismo como el Uróboro. Con estas imágenes, Nancy Fraser inicia su nuevo libro: Capitalismo caníbal. Cómo nuestro sistema está devorando la democracia, el cuidado y el planeta -y qué podemos hacer al respecto.

A lo largo de seis capítulos, Fraser ofrece una renovada visión panorámica del capitalismo, sobre coordenadas estructurales e históricas. Se trata de una mirada muy amplia y general -pero no caprichosa-, la cual es, vale decirlo, muy bienvenida. Sucede que el culto a lo micro [síntoma y peste de la posmodernidad] hace que se mire con sospecha cualquier intento de gran relato. Y Fraser se atreve a brindar precisamente eso: un gran relato con una nueva gran concepción, tanto del capitalismo [capítulos 2-5] como de un nuevo socialismo [capítulo 6].

Suficiente entonces para quienes protesten que Fraser no repara en tal o cual detalle, en tal o cual dato, en tal o cual sutileza, en tal o cual frase tachada en una carta perdida que Marx le envió a su yerno. Y basta ya, también, de cosas como: "Representaciones de la lucha de clases en contexto de pandemia en el barrio que está al otro lado de la vía en la localidad de Sauce Quemado, entre el 1 y el 5 de diciembre de 2020. Una aproximación exploratoria, tentativa y preliminar". Lo que sigue es, más bien, un apretado resumen del libro y no una reseña crítica en sentido estricto [quiero evitarme, también, la insufrible crítica de la crítica crítica].

Al concebir al capitalismo como un sistema omnívoro [capítulo 1], Fraser afirma que hace falta ampliar la concepción tradicional, predominantemente marxista, del capitalismo. Dirigiéndose a los "ancianos" [elders] del marxismo, les reprocha no haber incorporado suficientemente los reclamos raciales, ecológicos, feministas, poscoloniales, etcétera, por lo cual no pudieron captar la dimensión cabal de la crisis de nuestra época. Es la conocida acusación al economicismo que se concentra demasiado en el punto de la producción. Al mirar aquello que está detrás de Marx, Fraser observa que el capitalismo no es un sistema económico sino mucho más: un "orden social institucionalizado".

En la teoría marxista ortodoxa, dice Fraser, el capitalismo se define por la propiedad privada de los medios de producción, la existencia de un mercado laboral "libre" en un doble sentido [no esclavizado y sin medios de producción propios], la auto-expansión del valor y el predominio del mecanismo de mercado. Todo esto es lo que Marx se jactaba de haber revelado tras penetrar en la "oculta sede de la producción, en cuyo dintel se lee: 'Prohibida la entrada salvo por negocios'". Fraser quiere ir más allá de esa sede oculta, curiosear en lo que hay detrás y revelar que allí están las "condiciones de trasfondo" sobre las que se erigen los elementos centrales del capitalismo.

Para empezar, hay que determinar de dónde viene el capital; y aquí, siguiendo a David Harvey, Fraser afirma que la acumulación primitiva es un proceso que aún continúa. Así, marca un contraste clave entre la explotación y la expropiación; la primera es el relato visible, la segunda es la historia invisible. Hay aquí un primer cambio epistémico. El secreto dentro del secreto es que "detrás de la coerción sublimada del trabajo asalariado, reside la violencia del robo directo" [p. 8]. Marx describió el proceso de expropiación, pero no lo teorizó suficientemente como condición permanente de la explotación. Para Fraser, este es el punto nodal: oculto tras lo oculto está la continua expropiación, como precondición de la explotación. La explotación, que se hace bajo la apariencia del contrato, es posible gracias a la confiscación que opera sobre otros.

Escribe Fraser: "[l]os trabajadores doblemente libres transforman las saqueadas 'materias primas' con máquinas que son impulsadas por fuentes de energía confiscadas. Sus salarios se mantienen bajos gracias a la disponibilidad de alimento producido por trabajadores rurales endeudados, en tierras que han sido robadas, y de bienes de consumo producidos en los sweatshops por 'otros' no-libres y dependientes, cuyos costos de reproducción no están totalmente recompensados. La expropiación, entonces, subyace a la explotación y la vuelve rentable. Lejos de estar confinada a los inicios del sistema, es un elemento intrínseco de la sociedad capitalista, tan constitutivo y estructuralmente afincado como la explotación" [p. 15].

Esta diferenciación entre las dos «equis» [explotación y expropiación], insiste Fraser, supone una diferenciación clave en la composición de la estructura y la dinámica de clases. Por un lado, están los trabajadores explotables y, por otro, los expropiables. Los primeros gozan de derechos ciudadanos, cierta protección estatal y disponen de su fuerza de trabajo; los "otros" expropiables, en cambio, no tienen defensa y pueden ser violentados sin miramientos. Aunque son todos integrantes de las clases productoras, existen "dos categorías de persona": los que simplemente pueden ser explotados y otros que están destinados a la expropiación.

Esta, dice Fraser, es otra línea de fractura institucionalizada en el capitalismo actual, "estructuralmente enclavada como aquellas [que existen] entre producción y reproducción, sociedad y naturaleza, y cuerpo político y economía" [p. 16]. Más aún, para la autora, la dupla ex-ex corresponde casi exactamente a la "línea de color global", en cuyo Sur conceptual están las poblaciones racializadas, quienes sufren las mayores opresiones, desposesiones, genocidios y otras injusticias estructurales del imperialismo [además de sobrellevar el peso mayor de la huella ecológica del sistema].

El segundo desplazamiento epistémico va desde la producción social a la reproducción social. Esta última es, nuevamente, condición de trasfondo de la primera: incluye esencialmente el trabajo reproductivo, la interacción que produce personas y lazos sociales, y las tareas de cuidado en general. Esta oculta sede detrás de la oculta sede es precondición del capitalismo; se despliega fuera del mercado laboral, pero es necesaria para su existencia. La reproducción social, en suma, es indispensable para la producción de mercancías. Esta división está profundamente engenerizada en perjuicio de las mujeres y no es una constante histórica, sino resultado de la propia dinámica del sistema. El capitalismo caníbal, alega Fraser, no hace otra cosa que devorar las propias fuentes de la reproducción social, sin reposición, cancelando así sus propias condiciones de reproducción.

La misma lógica se aplica, en tercer lugar, a la relación con la naturaleza, la cual es canibalizada como precondición para la dinámica de producción capitalista. La naturaleza -que Fraser define en tres acepciones en el capítulo 4- es concebida como una fuente inagotable de recursos "gratuitos", capaz de renovarse permanentemente. Marx oportunamente habló de la fractura metabólica, recuerda Fraser -quien sigue la obra ecosocialista de John Bellamy Foster y Michael Löwy, entre otros- y denunció la ineficacia y la depredación en las prácticas agrícolas. Pero la ruptura se ha hecho más aguda y los cercamientos no cesaron, puesto que el capitalismo sigue adueñándose y transformando la naturaleza, ya no con muros sino con patentes de propiedad intelectual.

La crisis ecológica que este derrotero ha generado es evidente y atraviesa los diversos regímenes de acumulación capitalista en el tiempo. Por último, en el ámbito político, el capitalismo caníbal también se engulle las normas e instituciones que ha creado para su propia reproducción. La división entre el poder económico y el poder político es cada vez mayor, no solo a nivel doméstico sino -y sobre todo- a nivel internacional, de modo que la gobernanza global en manos de las grandes corporaciones mina las propias condiciones de reproducción del capital. Y esto ilumina, enfatiza Fraser, el hecho de que el ámbito político también es una de las condiciones de trasfondo sobre las que se erige la posibilidad del capitalismo.

Para Fraser, todas estas condiciones de trasfondo son "no-económicas" y es preciso situarlas en el centro de una concepción socialista, a la par de la explotación; en otras palabras, hay que resituar la narrativa marxiana sobre la explotación junto a estas cuatro narrativas de trasfondo [expropiación, reproducción social, ecología y poder político], con lo cual también pueden articularse de un modo más claro las teorías [y luchas] emancipatorias feministas, ecológicas, antiimperialistas y antirracistas. El punto, dice Fraser, consiste en comprender que el capitalismo no es simplemente un sistema económico, sino un tipo de sociedad; en rigor, la dimensión económica y mercantilizada es sólo una parte, ya que la sociedad como totalidad "depende para su existencia de zonas de no-mercantilización, que el capital canibaliza sistemáticamente" [p. 18]. En suma, el capitalismo es un "orden social institucionalizado" definido por un conjunto de separaciones interrelacionadas [explotación-expropiación; producción-reproducción; economía-política; mundo humano-naturaleza].

En función de estos dominios, cada cual con su propia normatividad, también cambian la dinámica y la forma de la conflictividad. A través de su historia, en el capitalismo se han librado siempre "luchas de frontera" [boundary struggles], es decir, en torno a las delimitaciones de los dominios mencionados.

Pero estas zonas no-económicas, afirma Fraser, no tienen un mero rol funcionalista, en el sentido de posibilitar la expansión constante del dominio económico y su forma específica de lucha de clases entre el capital y el trabajo; son dominios interrelacionados y que a la vez tienen sus propias ontologías de práctica social e ideas normativas. Y estas normatividades complejas, que son propias del capitalismo, constituyen zonas de disputa y no siempre con ideas anticapitalistas, advierte Fraser, ya que no son exteriores al sistema [22-23]. El capitalismo como sociedad tiene una tendencia constitutiva a la propia desestabilización, esto es, a la crisis permanente y a comerse la cola, como el Uróboro.

Tenemos entonces, según Fraser, cuatro contradicciones en el capitalismo: la ecológica, la social, la política y la racial/imperial, cada una como origen de algún tipo especial de crisis, cada una vinculada inextricablemente una contradicción estructural entre la economía y las condiciones de posibilidad del sistema. Nuevamente, recalca Fraser, el sitio del conflicto es la frontera entre los distintos dominios, esto es, entre producción y reproducción, economía y política, humanidad y naturaleza, explotación y expropiación. Las luchas de frontera se dan, a diferencia de la clásica lucha de clases, sobre el punto de separación de las zonas no-económicas respecto de la economía. La lucha anticapitalista, enfatiza Fraser, "es mucho más amplia de lo que los marxistas han supuesto habitualmente" [p. 25].

Tras esta presentación general, Fraser analiza con mayor detalle cada una de las formas de canibalización, desde un eje estructural y un eje histórico, y a partir de una periodización del capitalismo que distingue cuatro etapas, a saber: capitalismo mercantil, capitalismo liberal-colonial, capitalismo administrado por el Estado, y capitalismo neoliberal globalizado o financiero. Como veremos, cada una de las contradicciones de trasfondo adquiere una forma específica en cada fase del capitalismo.

En el capítulo 2, Fraser define al capitalismo como un glotón que se regodea en el castigo sobre los pueblos racializados y, por ello, afirma que es un sistema estructuralmente racista. Fraser no ignora la gran tradición de marxismo negro, desde W. E. B. Du Bois hasta Angela Davis o Cornel West, pero el terreno parece dominado por la ya prolongada moda postestructuralista.

Frente a la pregunta de si el capitalismo es necesariamente racista, la repuesta de Fraser es que existen bases estructurales para que así sea y que esto también ha variado a lo largo de la historia. La base estructural es la combinación de explotación y expropiación. El marxismo clásico vio con claridad el mecanismo estructural de la explotación y de la dominación, pero no hizo lo mismo con la opresión racial y su combinación con los anteriores, alega Fraser.

Para la autora, Marx no le dio suficiente importancia al rol del trabajo no asalariado, no-libre, y dependiente, como tampoco a las configuraciones políticas que concedían ciudadanía y derechos a los asalariados, pero no hacía lo propio con otros agentes a los que les asignaba menor jerarquía. El trabajo dependiente y la sujeción política, entonces, definen la situación de expropiación. Y esta última está inextricablemente unida al racismo.

La expropiación, como confiscación de capacidades y recursos -especialmente en la periferia, pero también en las periferias internas de los núcleos capitalistas-, puede abarcar muchos activos: trabajo, tierra, energía, seres humanos con sus órganos y capacidades reproductivas, etcétera. La lógica de la expropiación es que baja los costos y aumenta las ganancias de la explotación, al obtener recursos baratos y brindar medios de subsistencia a bajo costo. Al confiscar a los sujetos dependientes puede explotar mejor a los trabajadores doblemente libres. "Detrás de Mánchester está Mississippi", sentencia Fraser.

En este punto, la política y la economía se entrecruzan para delimitar la línea de color, ya que son los estados mismos los que confieren ciertos derechos a los trabajadores libres y los niegan a los sujetos dependientes de las periferias. El sistema internacional de estados, obviamente, hace su trabajo. Y así, el núcleo en la geografía imperialista está ocupado por los trabajadores mayoritariamente blancos mientras que la periferia es el mundo racializado de no-ciudadanos, de sujetos dependientes.

Fraser señala que esta situación también refleja dinámicas de lucha diferentes, ya que en el núcleo los antiguos campesinos y artesanos "se convirtieron en ciudadanos-trabajadores explotables a través de procesos históricos de compromiso de clase, que canalizaron sus luchas por la emancipación hacia sendas convergentes con los intereses del capital" [pp. 38-39]. Los expropiados, en cambio, no llegaron a tal compromiso y fueron aplastados sin compasión. Esta separación contribuyó a que "la marca de la 'raza' [se convirtiera en un] signo de violabilidad" [p. 40].

En este tramo del capítulo 2, Fraser comienza a situar las contradicciones de trasfondo [explotación-expropiación, en este caso] dentro de los cuatro regímenes históricos de acumulación. En tiempos del capitalismo mercantil -entre los siglos XVI y XVIII-, explica la autora, se produce la expropiación que corresponde a lo que Marx llamó acumulación primitiva, esto es, la expropiación violenta de "cuerpos, trabajo, tierra y riqueza mineral" tanto en Europa como en América y África. En esta etapa, casi todos los trabajadores son dependientes; aún no ha surgido masivamente el trabajador doblemente libre. En la era de capitalismo liberal-colonial, las dos «equis» [expropiación y explotación] se vuelven más distinguibles, con la gran industria, la consolidación del proletariado industrial en el núcleo y la profundización de la opresión, expropiación y racialización de la periferia. El mundo queda claramente dividido entre los sujetos dependientes racializados de la periferia y el trabajador "blanco" explotable del núcleo.

En la era del capitalismo administrado por el Estado, la combinación de las dos «equis» se torna más profunda, especialmente con el sistema de pago diferencial a favor de los blancos, es decir, con una escala salarial dual. En el núcleo, emerge el grupo que es simplemente explotado, ya que no es expropiado [excepto quizá en parte de las tareas de cuidado], mientras que la población racializada sigue siendo expropiada y explotada. En la periferia, los estados poscoloniales mantienen -con algunas excepciones- los procesos de expropiación pura. Lo novedoso, dice Fraser, es el surgimiento de casos híbridos de explotación y expropiación, que preanuncian lo que vendrá en la siguiente etapa del capitalismo.

En efecto, en el actual régimen de capitalismo financiero [o financierizado, para ser literales], se expande el híbrido expropiación/explotación y hay un cambio geográfico y demográfico de estos fenómenos. La herramienta predilecta del nuevo sistema es la deuda o el endeudamiento, de estados, comunidades y personas. En la periferia, las poblaciones son expropiadas por nuevas deudas y apropiaciones forzosas; en el centro, por la precarización del empleo que desprotege nuevamente las tareas de cuidado, volcándolas otra vez sobre las familias, las comunidades y, especialmente, las mujeres. Hay, dice Fraser, un "nueva lógica de subjetivación política" y, en consecuencia, emerge "una nueva figura, formalmente libre, pero agudamente vulnerable: el trabajador-ciudadano-expropiado-y-explotado" [p. 49], que ya no está relegado a la periferia, sino que es norma [racializada] en el régimen de acumulación financiera.

Y si bien el borramiento de la distinción expropiación-explotación pareciera brindar las condiciones para poner fin al racismo, la concomitante inseguridad existencial masiva es pasto para la ansiedad y la paranoia que -alentadas de diversas maneras- exacerban el racismo. Frente a esto, cobra mayor relieve la disociación en las luchas sociales. Para Fraser, "aquello que se entendía como lucha de clases era demasiado fácilmente desconectado de las luchas contra el esclavismo, el imperialismo y el racismo, cuando no dirigido directamente contra ellas" [pp. 49-50]; y lo mismo ocurría con las luchas antirracistas, que a menudo despreciaban las alianzas con las luchas laborales. La propuesta de Fraser, va de suyo, es unificar las luchas de frontera en su totalidad, de manera que haya alianzas que se opongan frontalmente al capitalismo en todos sus planos.

El capítulo 3 se centra en el capitalismo como "tragador del cuidado" e inspecciona "por qué la reproducción social es un enclave principal de la crisis capitalista".

El punto central aquí es que el capitalismo se devora las actividades de cuidado -que mantienen familias, comunidades, sostienen amistades, generan solidaridades, etc.- cuyo fin último es reponer individuos de la especie, ahora y en las futuras generaciones. El sistema capitalista se come las energías destinadas precisamente a reemplazar los individuos que el mismo sistema consume. Y este es un tema relativamente nuevo, eclipsado por el interés predominante en aspectos económicos y ecológicos, dice Fraser. Hay un colapso del cuidado [care crunch] debido a otra contradicción fundamental del capitalismo: la reproducción social es una condición de trasfondo necesaria para la acumulación, pero el sistema sólo se ocupa de consumirla y generar repetidas crisis de cuidado.

Aquí se expresa, una vez más, la tendencia inherente del capitalismo a canibalizar las zonas más allá de lo económico, las zonas no-económicas o no monetizadas que son condiciones de trasfondo para su existencia. El capitalismo saca ventaja indebida de esas zonas, generando crisis tras crisis. Como las tareas de cuidado han recaído históricamente sobre las mujeres, Fraser advierte sobre la "nube de sentimientos" con que se ha revestido esta tarea y las diversas invenciones de la femineidad que la acompañaron. En general, se trata de un problema alojado en la frontera entre la lógica de la producción y la reproducción.

Al historizar esta contradicción, Fraser encuentra que, en el capitalismo mercantil, la reproducción social en la zona núcleo estaba en manos de los mismos agentes que en la sociedad feudal: las aldeas, los hogares y las redes familiares extensas, pero la conquista en la periferia efectivamente destrozó estos lazos reproductivos [con sus correspondientes y tempanas resistencias]. Durante el capitalismo liberal-colonial, mujeres y niños fueron arrastrados al trabajo industrial, con la consecuente crisis de reposición de mano de obra y el escándalo moral de las clases medias en torno a la disolución de las familias obreras y la desexualización de las mujeres proletarias.

Fraser subraya que Marx y Engels se equivocaron al pensar que era el final de la familia trabajadora y el comienzo de la libertad de las mujeres: en rigor, fue al revés, ya que el sistema encontró formas de reconfigurar la familia y la dominación masculina. En el núcleo europeo surgieron, entonces, mecanismos de protección de mujeres y niños, que sirvieron para estabilizar el proceso reproductivo y "defender la sociedad frente a la economía", según la expresión de Karl Polanyi.

Así, la "amadecasificación" [housewifization] y la concepción de la mujer como "ángel del hogar" vino a brindar cierta estabilidad que, por supuesto, no alcanzaba a las mujeres pobres y racializadas que no tenían cómo cubrir las exigencias de la familia victoriana. En la periferia, como siempre, no hubo contemplaciones y continuó la depredación sin freno. El feminismo naciente se encontró tironeado entre una protección social insuficiente y una tendencia a la mercantilización del cuidado. La corriente emancipatoria que buscó superar esta dicotomía no prosperó en ese momento.

Con la llegada del fordismo y el capitalismo administrado por el Estado, en la segunda posguerra, las políticas de bienestar social contribuyeron a proteger al capitalismo contra su propia tendencia autodestructiva en términos de reproducción social y, a la vez, a ahuyentar el fantasma de la revolución socialista.

En muchos países, el Estado se hizo cargo de proteger la reproducción y convertir a los hogares en sitios de alto consumo de productos, con lo cual se dio una combinación de protección y mercantilización. Si a esto se añade la ampliación de ciudadanía, se tiene un compromiso de la clase trabajadora con el capital, un avance democrático, una suerte de "edad dorada" que, lógicamente, funcionaba también sobre exclusiones. Es que nunca se detuvo la expropiación en la periferia: el Norte Global se benefició en términos de reproducción social a expensas del Sur Global, que siguió proveyendo recursos y mano de obra expropiables.

Pero las propias limitaciones del Estado de Bienestar y el surgimiento de la Nueva Izquierda, con su agenda emancipatoria en diversos ámbitos, pusieron en crisis el régimen de posguerra y se dio paso al momento del capitalismo financiero. Entonces, se retrajo la inversión pública en las tareas de cuidado, que volvieron a estar en manos de familias y comunidades, y las familias se transformaron en espacios de doble-ingreso [con suerte], que requerían trabajo precario para sostener la reproducción social. Y en términos de luchas sociales, en este nuevo escenario, se produce la "fatídica intersección de dos conjuntos de luchas" [p. 69]: por un lado, el partido pro-mercado que buscaba la liberalización y globalización económica; por otro, los nuevos movimientos sociales progresistas con agendas contrarias a las jerarquías sexuales, raciales, religiosas, étnicas, etcétera.

De esta combinación surgió, alega Fraser, el "neoliberalismo progresista, el cual celebra 'la diversidad', 'la mertitocracia' y 'la emancipación' mientras desmantela las protecciones sociales y re-externaliza la reproducción social. El efecto no sólo es el de abandonar a las poblaciones indefensas frente las depredaciones del capital sino también el de redefinir la emancipación en términos de mercado" [p. 69]. Los movimientos emancipatorios, desde los LGBTQ, ambientalistas, antifascistas y multiculturalistas, no fueron siempre consecuentes y muchas veces prohijaron versiones afines al neoliberalismo.

En el capítulo 4, Fraser se concentra en explicar cómo la naturaleza está en las "fauces" del capitalismo y cómo una ecopolítica necesita ser trans-ambientalista y anticapitalista. El inicio de este tramo del libro es alentador: muchos movimientos sociales, feministas, antirracistas, entre otros, están incorporando la cuestión ambiental en sus reclamos. Hasta la socialdemocracia y sectores del populismo [incluido el de derecha] se suman a la tendencia. La justicia ambiental está en la cresta de la ola discursiva. En su análisis de la crisis ambiental, Fraser apela a un argumento estructural, uno histórico y, finalmente, uno político.

El argumento estructural -sin negar que otros regímenes antiguos y contemporáneos han sido poco amigables con la naturaleza- afirma que el capitalismo tiene una tendencia inherente a generar crisis ambientales, ya que, como orden social institucionalizado, parasita necesariamente los dominios no-económicos -la infausta relación entre la economía y sus otros- y, entre ellos, la naturaleza misma. Dice Fraser: "[m]ás que una relación con el trabajo, entonces, el capital es también una relación con la naturaleza -una relación caníbal y extractiva, la cual consume cada vez más valor biofísico para apilar cada vez más 'valor', mientras descarta las 'externalidades' ecológicas" [p. 83]. De este modo, como la naturaleza no puede renovarse ilimitadamente, el capitalismo siempre está al borde de destruir sus propias condiciones ecológicas de posibilidad.

En una formulación clave del capítulo 4, Fraser afirma: "la sociedad capitalista hace que la 'economía' dependa de la 'naturaleza', mientras las divide ontológicamente. Al exigir la máxima acumulación del valor, mientras define a la naturaleza como algo que no forma parte de éste, tal arreglo programa a la economía para desconocer los costos de reproducción ecológica que genera. Mientras esos costos aumentan exponencialmente, el efecto es el de desestabilizar los ecosistemas -y periódicamente alterar por completo el improvisado edificio de la sociedad capitalista" [p. 84]. Son las cuatro "D": el capitalismo depende, divide, desconoce y desestabiliza; es el Uróboro que se come su propia cola.

Por supuesto que Fraser no desconoce la existencia de agentes responsables de todo esto, y por eso mismo enfatiza que las contradicciones reproductivas, de cuidado, políticas y económicas están interrelacionadas y reclama una ecopolítica anticapitalista. Asimismo, como en los capítulos previos, realiza un sistemático trabajo conceptual -define a la naturaleza de tres maneras, las cuales siempre están presentes- y ofrece una historización de regímenes de acumulación socioecológica, en base a tres factores: método de extracción de energía, de recursos y de disposición de residuos. El capitalismo mercantil corresponde al momento del músculo animal; el capitalismo liberal-colonial al domino del "rey carbón"; el capitalismo administrado por el Estado a la era del automóvil; y el capitalismo financiero actual a los nuevos cercamientos [derechos de propiedad y renovados extractivismos] sobre una naturaleza financierizada.

Cómo el capitalismo hace una carnicería con la democracia es el tema del capítulo 5. Tras denunciar el politicismo de ciertas corrientes postestructuralistas y de la teoría democrática, Fraser asevera que el capitalismo en todas sus formas siempre contiene contradicciones que generan crisis políticas.

Precisamente, el campo de lo político, el de los poderes públicos, ha sido una de las condiciones de posibilidad no-económicas que el propio capitalismo se ha ocupado y se ocupa de desestabilizar, tanto a nivel de los estados nacionales como en el espacio geopolítico global. Para Fraser, los poderes políticos son exteriores a la economía capitalista, y la sociedad capitalista se esfuerza por profundizar esta separación, haciendo que "lo económico sea no-político y lo político sea no económico" [p. 121]. Al repasar la historia de las crisis capitalistas en función de los regímenes de acumulación, la autora encuentra una constante: la puja por el trazado de límites entre los diversos dominios no económicos y la economía, esto es, las denominadas "luchas de frontera".

En la etapa mercantil, dice la autora, la separación entre economía y política era sólo parcial debido a la injerencia del absolutismo sobre los procesos económicos; en la etapa de liberal-colonial se entronizó el contrato y se clarificó la separación entre dominios. La lucha de clases en el centro significó logros políticos para los trabajadores, bajo la condición de que la democracia no se extendiera al lugar de trabajo. Nada parecido ocurrió en la periferia, donde se mantuvo la expoliación de las poblaciones subyugadas por el colonialismo. La conocida crisis de este régimen, que dio paso al capitalismo administrado por el Estado, implicó un poder público más activo para sostener las condiciones de trasfondo de reproducción del capital, bajo la creciente hegemonía de EEUU.

La "ciudadanía social" de esta etapa significó la domesticación de las tendencias más disruptivas, ya que se tomaron medidas para incorporar "estratos potencialmente revolucionarios, aumentando el valor de su ciudadanía y dándoles participación [stake] en el sistema" [p. 127]. Lo que no cambió, una vez más, fue la expoliación de la periferia. Y en la etapa final, el capitalismo financiero reformula la relación economía-política, asestando un doble golpe: hace que las instituciones políticas sean incapaces de resolver los problemas de los ciudadanos e independiza a las instituciones globales respecto de los poderes públicos, en un proceso de des-democratización [que incluyó previamente grandes derrotas de sindicatos y también de muchos estados que se vieron compelidos a abandonar, por ejemplo, el control sobres sus monedas].

Se llega, in extremis, a una situación de "gobernanza sin gobierno, lo cual significa dominación sin la hoja de higuera del consentimiento" [p. 130]. En la fase más reciente del régimen financiero, dice Fraser, se está observando una crisis de la hegemonía neoliberal. La pérdida de capacidades políticas es cuestionada por los populismos y las socialdemocracias, en un intento, aunque con objetivos distintos, de recuperar algo del poder público. En este marco, no puede dejar de señalarse que el populismo de derecha es una reacción frente a la "impía alianza" de movimientos sociales ganados por el neoliberalismo para formar el ya mencionado neoliberalismo progresista.

Por fin, en el capítulo 6, Fraser afirma que, así como el capitalismo ha retornado al discurso político, lo mismo ocurre con el socialismo, en el marco de la fractura hegemónica neoliberal. Por eso mismo, así como aboga por una concepción ampliada del capitalismo, propone también una concepción ampliada del socialismo, que integre la dimensión económica con las dimensiones no-económicas, como la reproducción, el cuidado, la ecología y los poderes públicos. El capitalismo es injusto, irracional y antidemocrático: el socialismo debe superarlo, siendo justo, racional y democrático en todas las dimensiones relevantes.

Debe ser "un nuevo orden social que supere no 'sólo' la dominación de clase sino también las asimetrías de género y sexo, la opresión racial/étnica/imperial, y la dominación política en todos los ámbitos" [p. 151], asumiendo tres tareas fundamentales: redefinir los límites de los diversos dominios sociales [fijando nuevas prioridades y creando nuevos diseños institucionales]; determinar qué hacer con el excedente [si es que ha de haber alguno y, si lo hay, cuán grande ha de ser], sabiendo que a futuro habrá que pagar las cuentas que deja impagas el capitalismo; y acordar qué espacio darle al mercado [su respuesta es: sin mercado en la cima, sin mercado en la base, pero quizá algo en el medio; esto es, el mercado se permite sólo luego de que se determina la asignación macro del excedente y se asegura la provisión para las necesidades básicas].

En suma, el socialismo "debe convertirse en el nombre de una alternativa genuina al sistema que está destruyendo el planeta y frustrando nuestras posibilidades de vivir bien, en libertad y democracia" [p. 157]. Más aún, arenga Fraser, "ya es hora de resolver cómo matar de hambre a la bestia y poner fin de una vez por todas al capitalismo caníbal" [p. 165].

kalewche.com   .

Texto completo en: https://www.lahaine.org/mundo.php/el-capitalismo-hoy-y-antes


Entrevista a Nancy Fraser: se aproxima un «capitalismo caníbal» - Jacobin Revista (jacobinlat.com)

jueves, 2 de marzo de 2023

Ellos lo cuentan así

  

Ellos lo cuentan así

¿Qué propósitos habría detrás de los Acuerdos de Minsk? ¿De qué guerra se trata y cuando empezó en Ucrania? ¿Qué evidencia el atentado del 26 de septiembre contra el gaseoducto Nord Stream 2? Para responder a todo eso, nada mejor que escuchar a los responsables de nuestro campo.

Acuerdos de Minsk, las negociaciones de paz de la primera fase de la guerra.

En sucesivas declaraciones, todos los protagonistas del bando occidental de los llamados “Acuerdos de Minsk” entre Rusia y Ucrania con la mediación de Alemania y Francia, han admitido que de lo que se trataba no era de negociar con Rusia, sino de ganar tiempo para fortalecer militarmente a Ucrania.

Los acuerdos, que nadie respetó, se firmaron en el llamado “formato de Normandía”, la fórmula negociada para cesar la guerra de Ucrania iniciada en verano de 2014 como una mezcla de guerra civil e intervencionismo extranjero entre el nuevo gobierno prooccidental de Kiev y la oposición armada ucraniana organizada en el Donbas.

Petró Poroshenko, Presidente de Ucrania:

«Nuestro objetivo era, en primer lugar, detener la amenaza o al menos retrasar la guerra: asegurar ocho años para restaurar el crecimiento económico y crear unas fuerzas armadas poderosas.

(Declaraciones a la televisión alemana Deutsche Welle y a la unidad ucraniana de Radio Free Europe).

Angela Merkel, Canciller alemana y garante de los acuerdos.

El acuerdo de Minsk de septiembre de 2014 fue “un intento de ganar tiempo”. “Ucrania usó ese tiempo para hacerse mas fuerte, como puede verse hoy. La Ucrania de 2014/2015 no es la Ucrania de hoy. En la batalla de Debaltsevo de principios de 2015, Putin podía haberlos arrollado fácilmente y dudo que los países de la OTAN pudieran hacer entonces lo que ahora están haciendo para ayudar a Ucrania”.“Para todos nosotros estaba claro que el conflicto estaba congelado y que el problema no se había resuelto, pero dio a Ucrania un tiempo muy valioso”.

(Entrevista a Die Zeit. Diciembre 2022)

François Hollande, Presidente de Francia y garante de los acuerdos de Minsk.

Mientras Putin estaba avanzando en el Donbas usando a los separatistas prorrusos, “le inducimos a aceptar el formato de Normandía y venir a Minsk a negociar”. “Angela Merkel tiene razón: los acuerdos de Minsk pararon la ofensiva rusa durante un tiempo. Lo importante era cómo Occidente aprovecharía ese respiro para prevenir cualquier otro intento ruso”. “Desde 2014 Ucrania ha fortalecido sus capacidades militares y de hecho hoy su ejército es completamente diferente del de 2014; mejor entrenado, equipado…, es mérito de los acuerdos de Minsk el haber dado esa oportunidad al ejército ucraniano”.

(Entrevista con el diario «Kyiv Independent», Diciembre 2022)

Vladimir Zelensky, Presidente de Ucrania.

Los acuerdos de Minsk eran una inaceptable “concesión”. Zelenski recuerda haberle dicho al Presidente francés, Emmanuel Macron y a la canciller Merkel, que “no podemos aplicarlos”. “El engaño por una buena causa es perfectamente correcto”. “Zelenski dijo que hizo ver que apoyaba los acuerdos de Minsk para negociar un intercambio de prisioneros con Rusia y dar a su país más tiempo para prepararse para la guerra”.

(Entrevista con Der Spiegel, 9 de febrero de 2023)

¿De qué guerra se trata y cuando empezó?

No estamos ante una guerra, sino ante varias. Hay una guerra de Rusia contra Ucrania, abierta desde la invasión de febrero de 2022. Hay elementos de guerra civil entre ucranianos desde la primavera de 2014, sin los cuales la invasión rusa habría sido muy difícil sino imposible. Hay una guerra entre la OTAN y Rusia auspiciada por Estados Unidos con su presión expansionista hacia el Este desde el cierre en falso de la guerra fría, hace treinta años. Y hay un precalentamiento de gran guerra global con China en el objetivo y del que la guerra de Ucrania es prolegómeno. Esta múltiple dimensión de la guerra explica muchos de sus líos y complejidades, entre ellos el hecho de que los papeles de David y Goliat, así como el título de “agresor imperial”, sean intercambiables, dependiendo de qué guerra hablemos. Es lo que se desprende de las declaraciones de algunas primeras figuras occidentales.

León Panetta (ex director de la CIA en la administración de Obama):

“No decimos que es una guerra de procuración (contra Rusia) pero se trata precisamente de eso, y por esa razón tenemos que suministrar (a Ucrania) todas las armas que podamos”.

(Entrevista con Bloomberg TV, 17 de marzo de 2022).

Charles Richard, jefe del Stratcom, uno de los máximos jefes militares de EE.UU:

“Esta crisis de Ucrania en la que ahora estamos es solo un precalentamiento. La gran crisis está por venir y no tardaremos mucho en ser puestos a prueba en formas que no hemos conocido en mucho tiempo”.

(Intervención ante la Naval Submarine League, según el informe publicado por el Pentágono, noviembre de 2022). Ursula von der Leyen, Presidenta de la Comisión Europea.:

“La guerra de Ucrania no es solo una guerra europea, es una guerra por el futuro del mundo por lo que el ámbito de Europa solo puede ser el mundo entero”. (Noviembre de 2022)

Annalena Baerbock, Ministra de exteriores alemana:

“Estamos librando una guerra contra Rusia”

25 de enero 2023, Parlamento Europeo.

Oleksii Resnikov, Ministro de defensa ucraniano:

“Estamos llevando a cabo una misión de la OTAN. Ucrania como país y sus fuerzas armadas, es un miembro de la OTAN, de facto, no de iure”.

(Entrevista con la BBC 13 de enero de 2023).

Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN. :

“La guerra no empezó en febrero del año pasado. La guerra empezó en 2014. Y desde 2014 los aliados de la OTAN han dado apoyo a Ucrania, con entrenamiento y material, de tal forma que las fuerzas armadas ucranianas eran mucho más fuertes en 2022 de lo que eran en 2020 o 2014”.

(Declaración del 14 de febrero de 2023).

Richard Clarke, jefe de operaciones especiales de Estados Unidos:

“Lo que hicimos, a partir de 2014, fue crear las condiciones. Cuando los rusos invadieron en febrero llevábamos siete años trabajando con las fuerzas especiales ucranianas. Con nuestra asistencia, crearon la capacidad, crecieron en número, pero sobre todo en capacidad, tanto en combates de asalto como en operaciones de información”.

(Entrevista con David Ignatius en Washington Post, 28 de agosto de 2022).

El atentado anunciado contra los gaseoductos Nord Stream.

La hostilidad de Estados Unidos al vínculo energético entre Alemania y Rusia, resultado de la política de distensión de la socialdemocracia alemana durante la guerra fría (“Ostpolitik”) tiene una historia de cuarenta años. El primer gran contrato energético entre Bonn y Moscú se firmó en Essen el 22 de noviembre de 1981. En marzo de 2004, veintitrés años después, un ex miembro del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos llamado Thomas Reed explicó en sus memorias que el verano de 1982 la CIA voló en Siberia el gaseoducto soviético que Moscú había comenzado a construir para suministrar el gas pactado a Alemania. En aquella operación, se accionó un software específico suministrado por la industria occidental a la URSS que carecía de un montón de tecnologías, explicó Reed. Se sabe también que entonces EE.UU. presionó fuertemente, aunque sin éxito, al gobierno de Bonn del Canciller Helmuth Schmidt para que no firmase el acuerdo gasístico con la URSS, amenazando con retirar las tropas de Alemania y ofreciendo como alternativa su gas licuado. Es decir, según fuentes del establishment de la seguridad nacional de Estados Unidos, el atentado del pasado septiembre contra el gaseoducto Nord Stream tiene detrás una historia de cuarenta años y no fue el primer atentado, sino el segundo entre los conocidos.

Cuando el mes pasado el periodista Seymour Hersh explicó los detalles de cómo Washington atentó, no ya contra sus adversarios, lo que es corriente y conocido en todo el mundo, sino contra sus propios aliados europeos, un clamoroso silenció mediático acompañó a la sensacional exclusiva de Hersh, que inmediatamente pasó de ser “prestigioso periodista” a “polémico” o “controvertido” periodista. Toda una serie de comentaristas, incluidos algunos de la “izquierda de derechas” pecaron de necedad al mirar el dedo en lugar de la luna al que apuntaba este. Los más cínicos hablaron de “misterio”. Y los políticos alemanes, y los europeos en general, se tragaron ese atentado como se tragaron en el pasado las revelaciones sobre los masivos espionajes telefónicos a la Canciller Merkel y otros, desvelados por Edgar Snowden.

Todo un ejército de disciplinados servidores del estáblishment que en el pasado nos vendieron alegremente el fraude de las armas de destrucción masiva de Sadam Hussein, y más recientemente, nos han estado bombardeando durante cuatro años con la leyenda de la interferencia del Kremlin en las elecciones de Estados Unidos en miles de informes que ahora se han demostrado falsos ( Looking back on the coverage of Trump – Columbia Journalism Review (cjr.org) ), denunciaron “una sola fuente” y la ausencia de “fact checking” en el trabajo de Hersh. Ignoraron que, incluso si el informe de Hersh hubiera sido una fantasía desde el principio hasta el fin, algo manifiestamente poco probable, la situación que rodea a este atentado seguiría donde está, es decir: apoyada por una abultada cantidad de fuentes que primero lo anunciaron, luego lo aplaudieron y celebraron, y, finalmente, lo confirmaron con su silencio y negativa a investigar cualquier cosa relacionada con el. A continuación algunas muestras:

La Rand Corporation, el principal think tank del Pentágono, publicó en 2019 ( Overextending and Unbalancing Russia: Assessing the Impact of Cost-Imposing Options | RAND ) un informe por encargo del ejército sobre cómo estresar y debilitar a Rusia. Como cuarenta años atrás, la cooperación energética entre Berlín y Moscú se identificaba allí como fuente de influencia e ingreso económico para el adversario y se defendía la necesidad de “interrumpir” el Nord Stream 2 como “primer paso”. El entonces Secretario de Estado Mike Pompeo advertía: “haremos todo lo que podamos para garantizar que ese gaseoducto no amenace a Europa”.

Conforme se incrementaba la tensión alrededor de Ucrania, abundaron las declaraciones amenazantes contra esa infraestructura. Tom Cotton, senador republicano por Arkansas dijo en mayo de 2021, “ya es hora de parar el Nord Stream 2: liquidémoslo y hagamos que se oxide bajo las olas del Báltico”. Ocho meses después, el 14 de enero de 2022 el Consejero de Seguridad Nacional Jake Sullivan dijo que, “hemos dejado bien claro a los rusos que si se meten más en Ucrania, el gaseoducto estará en riesgo”. Pocos días después, el Senador Ted Cruz exigió su destrucción: “este gaseoducto debe ser detenido y la única forma de impedir su terminación es utilizar todos los instrumentos disponibles para hacerlo”. El 7 de febrero, cuatro días después de la declaración de Cruz, el Presidente Biden compareció junto al canciller Olaf Scholz e hizo su famosa promesa: “ si Rusia invade Ucrania ya no habrá Nord Stream 2, le pondremos fin”. Cuando una periodista alemana le preguntó cómo podría hacerlo siendo una infraestructura alemana, Biden respondió: quiero ser muy claro, si Rusia invade de una u otra forma el Nord Stream 2 no progresará”.

El 26 de septiembre, los tubos saltaban por los aires y el ex ministro de defensa y exteriores polaco, Radek Sikorski, lanzaba un tweet agradeciendo el servicio a Estados Unidos, acompañado de una foto de la gran burbuja báltica: “Thank you USA!”. Al día siguiente los dirigentes de Polonia, Noruega y Dinamarca participaron en una ceremonia de inauguración del nuevo gaseoducto Noruega-Polonia, destinado a sustituir el suministro de gas ruso. “La destrucción del Nord Stream 2 representa “una tremenda oportunidad” para acabar de una vez por todas con la dependencia de la energía rusa”, dijo el Secretario de Estado Antony Blinken. La tremenda oportunidad incluía la oferta de suministro de gas licuado de Estados Unidos, entre tres y cinco veces más caro que el ruso.

El 27 de enero la vicesecretaria de Estado Victoria Nuland le dijo al senador Cruz en el Congreso: “Senador, como usted, yo, y creo que toda la administración, estoy muy satisfecha de que el Nord Stream 2 sea, como usted dice, un trozo de metal en el fondo del mar”. Mas tarde, los suecos iniciaron una investigación sobre el atentado, pero se negaron a compartir su información al respecto con Alemania y Dinamarca, pues los resultados eran “demasiado sensibles”. En el Bundestag un catálogo muy completo de preguntas parlamentarias sobre qué barcos rusos y de la OTAN circularon por los alrededores del lugar de la explosión en los meses anteriores, de qué países, etc, etc, fue respondido por el gobierno alemán diciendo que no era posible dar esa información en aras del “bienestar del Estado”.

Para entender lo que está ocurriendo, nada mejor que atender a la elocuencia de nuestros dirigentes.

Rafael Poch de Feliu

 Ellos lo cuentan así (lapluma.net)