martes, 8 de noviembre de 2022

La economía de guerra

 

Ucrania y la economía de guerra

Fuentes: Rebelión




La invasión de Ucrania por Rusia ha sido un golpe en la mesa de la geo política mundial en la lucha por la hegemonía entre las dos cadenas imperialistas, la agrupada en torno a la OTAN y la que lo hace alrededor de la OCS (Organización de Cooperación de Shanghái), con la consiguiente aceleración en lo que ya es un hecho: el mundo ha entrado en una fase de economía de guerra, donde los gastos militares crecen exponencialmente.

Una fase ya anunciada anteriormente por el incremento del presupuesto de guerra en China a lo largo de los últimos años, desde el 6.6% en el 2020 hasta el 7.1 actual. Por su parte, los EEUU llevaban años exigiendo a sus socios europeos el aumento de las aportaciones a la OTAN, para “repartir” las cargas de la defensa. La guerra en Ucrania ha sido la justificación para que todos ellos aprueben incrementos, que tendrán como suelo el 2% del PIB nacional.

El riesgo para la humanidad es que nadie se arma si no es con la intención de utilizarlas, y el armamento es un producto del trabajo humano que no aumenta la riqueza social, sino que la destruye; es la máxima expresión de lo que Marx llamaba “fuerzas destructivas”, la forma más criminal que tiene el capitalismo de desarrollar las fuerzas productivas.

La industria del armamento para superar la crisis

“(…) la economía de guerra implica que una parte de los recursos productivos del capital constante y la mano de obra se ha dedicado a la fabricación de artefactos de destrucción, cuyo valor de uso no permite ni la reconstrucción de máquinas o de stocks de materias primas, ni la reconstrucción de la fuerza de trabajo, sino que tiende, por el contrario, a la destrucción de estos recursos” (Tratado de Economía Marxista, T I, pag. 310, E. Mandel). Estos “artefactos de destrucción” entran en el circuito a través de lo que el propio Mandel llama “mercados de sustitución o de reemplazo”.

En el 2007/2008 el mundo, ya capitalista a todos los niveles, se vio azotado por una crisis a la que sucedió la desorganización de las cadenas de suministros por la pandemia del COVID, en este marco, la crisis de sobre acumulación de capital que había detonado con las subprime diez años antes se unió al descalabro de esas cadenas, sumiendo al capitalismo en una crisis sin precedentes.

Junto a ello, la hegemonía absoluta que había detentado los EEUU desde el final de la II Guerra había llegado a su fin; la entrada en escena de China, la incorporación de su moneda (el yuan) al sistema de derechos de giro el 2016, en competencia con las de las grandes potencias imperialistas (el dólar, el euro o el yen), los convirtió en actores del reparto del mundo entre ellos.

Todos estos elementos hacían del mundo un lugar inestable, donde lo que predominaba era el “principio de la incertidumbre”: nadie sabía, ni sabe, que podía pasar al día siguiente, agudizando las tendencias conflictivas del sistema. Unas tendencias que solo saben resolver de una manera, por la fuerza.

Como decía Mao, el poder reside en la punta del fusil, de ahí que la ONU haya pasado a ser una figura decorativa a la que nadie hace caso, y la OTAN haya aprobado la “estrategia 360 grados”, es decir, la posibilidad de intervenir militarmente en cualquier parte del mundo sin autorización expresa del Consejo de Seguridad. Esta política intervencionista y abiertamente militarista necesita de un rearme, puesto que ya no se habla de acciones de guerra contra naciones semicoloniales como Irak, con un ejército obsoleto, o contra las bandas armadas de los talibanes, sino contra ejércitos modernos y armados como el ruso o el chino.

Dijo Lenin que la “política es economía concentrada”, y este rearme supone un aumento en la inversión en armamento que tiene una doble cualidad, uno, retira capital de la producción de las mercancías que van al mercado mundial, es, en palabras de Mandel, un mercado de sustitución creado “por el estado para la compra de productos de la industria pesada” (Tratado de Economía Marxista, V. II, pág. 139), dos, el valor de uso de la mercancía armamentística supone la destrucción tanto de capital como de trabajo, favoreciendo la reversión de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia; la “destrucción creativa” que decía Schumpeter que era la guerra, permite abrir una nueva fase de acumulación de capital, con el capital vigorizado por nuevas inversiones productivas y el trabajo reducido a la pobreza.

A corto plazo es una industria rentable especialmente para la gran industria con un aumento de la producción real para ese “mercado de reemplazo” y supone una redistribución regresiva de la renta nacional real al ser producto de las inversiones del estado que salen de los impuestos; incluso sectores de la clase obrera se beneficiarían tendiendo a reducir las listas de desempleo.

Asimismo, como todo este proceso se financia a través de deuda pública, el capital bancario no solo no se queda al margen del negocio, sino que además de su papel como parte de la industria pesada a través de sus inversiones directas, como capital financiero, lo alimenta a través del crédito al estado. Financia los encargos que el estado les va a hacer y pagar: negocio redondo.

En tiempos de crisis, la industria armamentística es una de las mejores opciones para que el capital salga de ella y resuelva sus agudas contradicciones por la única vía que conocen, la guerra. Sin embargo, tiene un “pequeño” problema; en la fase actual del capitalismo, con el desarrollo de las armas de destrucción masiva, especialmente la nuclear, su uso pone al mundo al borde del precipicio; lo puede conducir a una guerra sin vencedores.

La inflación y la economía de guerra

Desde los medios de comunicación se insiste, como parte de la propaganda de guerra, que la inflación en los precios es consecuencia de la guerra desatada por el malvado de turno, Putin, que encarece los precios de materias primas esenciales como el gas o el grano. Sin quitarle su parte de responsabilidad en la escalada de precios (“La guerra entre Rusia y Ucrania exacerbó este desastre de precios y seguridad alimentaria”, M. Roberts, Alimentos, hambre y guerra, 04/06/2022), esta es una verdad a medias; o dicho de otra forma, es “el elemento de verdad” que esconde la mentira propagandística.

Las subidas de los precios comenzaron antes de que Rusia invadiera Ucrania, venían dadas por el desequilibrio entre la oferta y la demanda producto de la crisis de sobre producción que vive el capitalismo y que la pandemia había agravado al romper las cadenas de suministros con los confinamientos de cientos millones de personas.

Por otra parte, decir que la inflación es culpa de Putin es tan mentira como decir que es responsabilidad de las subidas salariales de los trabajadores y trabajadoras, que solo viene a justificar medidas de control de los salarios, mientras la inflación se desboca.

El BCE espera que los salarios suban un 5% en 2023, mientras sus previsiones de septiembre sitúan la inflación en el 5,5% en 2023; es decir, en el mejor de los casos, los salarios medios europeos perderán un 0.5% de su poder adquisitivo que pasarán a engrosar los beneficios empresariales.

Culpabilizar a Rusia y a la clase obrera de las causas de la inflación tiene un sentido político-propagandístico, buscar un “enemigo” personalizado como recomendaba Goebbels para las campañas nazis, y enfocar todos los males de la sociedad en él (el marxismo y los judíos para el nazismo, o la “confabulación judeo masónica marxista internacional “ de Franco), evitando que las poblaciones fijen su vista en la verdadera raíz del problema: las leyes que mueven las relaciones sociales de producción capitalistas.

De la misma manera que la carrera armamentística nace de las necesidades del capitalismo para resolver sus contradicciones internas (crisis) y externas (conflictos interburgueses), revirtiendo la tendencia decreciente de la tasa de ganancia con la destrucción de fuerzas productivas, la inflación supone una transferencia neta de ingresos de los trabajadores y trabajadoras a los empresarios, pues son estos los que dentro de los límites del mercado capitalista, ponen los precios de las mercancías.

La “economía de guerra”, al detraer inversiones de capital del sistema productivo derivado hacia el rearme, reduciendo la oferta de los bienes de consumo en un sistema ya desequilibrado, junto con el aumento de la deuda pública que supone la inyección y fabricación de dinero para la compra de armamento, solo puede tener un resultado, el aumento de la inflación.

Es por esto que están tan asustados con que la situación inflacionaria se les vaya de la mano, provocando conflictos sociales de los que estamos viendo ya sus primeros pasos en países imperialistas centrales como Alemania o Francia; de ahí la búsqueda de “culpables” por fuera que refuercen la “unidad nacional”. Fue Pedro Sanchez quien dijo, para justificar y buscar el aval de los sindicatos al aumento del gasto militar, que se generaría empleo en Andalucía y Galicia, dos de las comunidades más afectadas por la desindustrialización y la emigración: ponen a la clase obrera ante la disyuntiva de tener que elegir entre un trabajo y/o fabricar mercancías que solo sirven para la destrucción. ( Al igual los astilleros de Cádiz  para los saudíes,  y el alcalde Chiqui se la envainó , nota del blog 

¿Por qué la UE se subordina a los EEUU?

Si algo llama la atención a todo el mundo es la absoluta sumisión de la UE a la política decidida por los EEUU y vehiculizada a través de la OTAN, una política que solo está beneficiando a la industria gasística y petrolera estadounidense, que le vende a Europa más caro lo que antes le vendía Rusia. El otro gran beneficiario de esta lucha es China.

El imperialismo europeo, si es posible hablar de una unidad de intereses que hay que relativizar (no han renunciado a sus fronteras, aunque las debilitaran con la constitución de la CEE primero, y la UE después), se encontraba en una situación muy complicada entre ambos polos, el estadounidense y el chino.

La entrada de China en la competencia por el mercado mundial había limitado en gran medida la movilidad del capital europeo en mercados para ellos estratégicos como por ejemplo, África, donde China se está convirtiendo en su gran competidor, hasta el punto de que va a abrir una base militar en Guinea para “salvaguardar” sus intereses; y en alianza con Rusia, está provocando la salida de las fuerzas militares europeas (francesas, alemanas y españolas) de Mali y el Sahel.

La lucha por la hegemonía en el mercado mundial, que es el leiv motiv que define la situación actual, es la lucha por quién capitanea la transición al “capitalismo verde”. Este es el motor que mueve a la UE a buscar la alianza con los EEUU, una alianza cimentada por la victoria en la II Guerra y la restauración del capitalismo en los 90, con la presencia de 40 mil soldados estadounidenses en territorio europeo y las bases militares repartidas por todo el continente.

El estancamiento del viejo aparato productivo, la inexistencia de campos de inversión rentables mientras no se resuelva la contradicción central, “quien capitanea la transición al capitalismo verde”, hace que los capitales europeos se orienten por la salida fácil de las inversiones en armamento, aumentando los presupuestos para la guerra.

Pero el capital europeo tiene otro objetivo, más “prosaico” y de lectura interna. Si en algún lugar del mundo quedaban restos del “estado del bienestar” de los años 50, 60 y 70, ese era la Unión Europea y en concreto, sus estados centrales, Alemania, Francia, Italia y el Estado Español. Mientras en todo el mundo la privatización de los servicios públicos es prácticamente total, en Europa todavía quedaba una suerte de “estado del bienestar” bajo el rótulo de la “colaboración público-privada”. Por su parte, la clase obrera europea, especialmente la francesa, todavía mantiene ciertas conquistas de los años de los “treinta gloriosos”; en retroceso abierto, pero de alguna manera se mantenían.

La apuesta de la UE por la alianza con los EEUU es bien interesada, buscan el empobrecimiento de la clase obrera, el desmantelamiento definitivo de sus conquistas -en aras de la victoria frente al enemigo ruso, dicen-, como un medio para recuperar la tasa de ganancia en el marco de un nuevo proceso de acumulación de capital, el que se abriría si son capaces de imponer su “sueño dorado” desde 1917, la semicolonización de Rusia, su reparto y saqueo de las riquezas naturales que todavía mantiene.

A modo de conclusión

La guerra de Ucrania, más allá del derecho del pueblo ucraniano a su independencia respecto al agresor ruso, se inscribe en este marco de búsqueda de salidas a la crisis del sistema capitalista con el armamento masivo de Ucrania, convertida en un verdadero “mercado de reemplazo”, hasta el punto de debilitar las reservas defensivas de países como Alemania o los mismos EEUU.

Como reconoce el propio Los Angeles Times el 2 de mayo, “Los enormes aviones C-17 despegan casi a diario desde la Base de la Fuerza Aérea de Dover en Delaware, cargados de misiles antitanque Javelin, antiaéreos Stinger, obuses y otras armas que Estados Unidos envía a Europa del Este para reabastecer al ejército ucraniano en su lucha contra Rusia”. Sin embargo, ante este despliegue ese mismo artículo se pregunta, “¿Estados Unidos podrá mantener la regularidad en el envío de grandes cantidades de armas a Ucrania y conservar al mismo tiempo las reservas que podría necesitar si estalla un nuevo conflicto con Corea del Norte, Irán o en otra parte?”

La respuesta, desde el punto de vista de la economía capitalista no puede ser otra que el incremento de la inversión en armamento, el rearme, con lo que intentarán resolver las dos contradicciones que les atenazan, una, la crisis de sobre producción que presiona a la baja a la tasa de ganancia, dos, quien “capitaneará” el proceso de acumulación de capital que le seguirá, bajo el pomposo rotulo de “transición al capitalismo verde”.

De esta manera el ciclo económico y sus consecuencias sociales se combinan con un ciclo de guerra abriendo la era del capitalismo de guerra. Que esto suponga un empobrecimiento general de la sociedad, y en concreto, de la clase obrera mundial, o que esté en riesgo la existencia misma de la humanidad, por lo visto, ni les importa ni les preocupa.

lunes, 7 de noviembre de 2022

La guerra como negocio y el negocio de la guerra .

 

El lucrativo negocio del gas licuado: energéticas, intermediarios y navieras multiplican sus beneficios.



Llega el invierno, la guerra en Ucrania se alarga y el precio de la energía se resisten a bajar. El del gas se ha pegado un buen batacazo desde los 340 euros el gigavatio/hora de finales de agosto hasta los en torno a 200 de hace unos días, pero aun así sigue siendo un 55% superior al de hace un año. Por el contrario, el diésel ha vuelto a subir y rebasa de nuevo los dos euros el litro en las gasolineras españolas. El negocio de la energía está revolucionado. O por exceso o por defecto. Los llamamientos al ahorro de gas en toda Europa están sosegando la demanda, mientras los esfuerzos por cubrir las reservas han llenado al límite depósitos y tanques subterráneos. La imagen de decenas de barcos metaneros navegando en círculos a la espera de poder descargar el gas natural licuado (LNG) en los puertos españoles asaltaba las retinas de muchos. No hay barcos libres para tanto gas como necesita Europa. Las importaciones de la UE hasta agosto han crecido un 56% respecto a 2021 y en 2023 se espera que aumenten todavía un 10%. Precios y beneficios, por tanto, se disparan. Estos días, las grandes energéticas nacionales están presentando sus resultados hasta septiembre, después de un primer semestre de ganancias históricas. Aunque no son los únicos actores favorecidos por la coyuntura del mercado. Los grandes intermediarios mundiales de materias primas y las navieras, e incluso los astilleros, disponen de un full de ases gracias al gas.

Ya en 2021, antes de que Rusia invadiera Ucrania y cortara el grifo a Europa, el mercado del gas natural licuado, el que se transporta por barco, había dado un vuelco al desbancar China a Japón como primer importador mundial. Su consumo de gas creció un 15%, según las cifras del informe anual que publica el Grupo Internacional de Importadores de Gas Natural Licuado (Giignl). Al mismo tiempo, Estados Unidos se convertía en el primer exportador a Europa, tras aumentar sus ventas exteriores casi un 50%. También las elevó Rusia, pero sólo un 6,1%. Un año después, la guerra y el cierre ruso han impulsado aún más las compras europeas a Estados Unidos y aupado a España que, con seis plantas de regasificación y un tercio de la capacidad regasificadora de toda Europa, ya era antes de Vladimir Putin el primer reexportador mundial de gasDe los 3,5 millones de toneladas de gas licuado que se reexportan en el mundo, el 28% viene y va a través de instalaciones españolas.

“No creo que haya 35 metaneros haciendo cola ante los puertos españoles esperando para descargar”, advierte no obstante uno de los brókers del sector consultados por infoLibre. Cada semana, de media, descargan en las seis plantas regasificadoras españolas entre siete y ocho barcos, aseguran fuentes de Enagás, el operador del sistema gasista. La operación –elevar los -160 grados centígrados con que se licúa el LNG para comprimirlo y transportarlo, hasta devolverlo a su estado gaseoso– no dura más de un día. Sólo el pasado septiembre descargaron 27 metaneros, un 42% más que hace un año.

Muchos de esos barcos, explican los analistas, están vacíos, otros se dirigen a puertos de otros países europeos –Francia es el segundo mayor reexportador del continente–… y sí, algunos practican lo que en inglés se llama floating storageesperando en alta mar a que el precio del gas suba para vender la carga sólo entonces. Al menos es lo que anticipa la cotización de los futuros para noviembre. Los economistas lo llaman contango: el precio del futuro financiero es superior al precio actual del gas. “La demanda volverá a subir con el frío y en unas semanas veremos cómo baja el nivel de los tanques en las terminales de los puertos y los precios aumentan”, pronostica Daniel Semler, de Energy Intelligence.

Fletes sextuplicados

Un cargamento de unos 172.000 metros cúbicos de gas comprado en EEUU y vendido en Europa puede reportar a una energética o a un intermediario de materias primas unos beneficios de 200 millones de dólares, según los cálculos de la naviera noruega Flex LNG publicados por Freightwaves. De forma que sale muy rentable aun pagando los fletes galácticos de los metaneros, que también han escalado desde 2021 al ritmo de la extraordinaria demanda. El alquiler de uno de estos barcos roza en estos momentos los 500.000 dólares/día, según confirman los brókers consultados por este periódico. El informe anual de Giignl sitúa la media para un barco de 160.000 metros cúbicos en 2021 en 89.200 dólares diarios; en 2020 era sólo de 59.300 dólares. Es decir, los fletes se han multiplicado casi por seis en un año.

Esto es así sobre todo para los contratos spot –al contado– y a corto plazo, los que Giignl registra cuando tienen una duración inferior a los cuatro años. Son los más volátiles. Y a los que se dedican grandes intermediarios mundiales como Glencore, Trafigura o Vitol, aunque no sólo. Según los datos de septiembre del bróker Clarksons, los fletes de un año se han encarecido un 25% respecto a 2021 y alcanzado ese mes el precio más alto desde 2012. Las transacciones spot y a corto plazo representaron el 36,6% de las operaciones de compraventa de gas cerradas en 2021, explica el informe del lobby gasista, 136,3 millones de toneladas. En 2017 no superaban el 28%. Y Estados Unidos es el principal exportador de LNG con este tipo de contratos, pues suministra el 32,2% del gas vendido al contado.

Gracias a los elevados precios de todas las materias primas, Glencore ganó 18.900 millones de dólares en el primer semestre de este año, el doble que en todo el ejercicio de 2021. Los beneficios de Trafigura crecieron un 27% entre octubre de 2021 y marzo de 2022 respecto al mismo periodo del año anterior, hasta alcanzar los 2.700 millones de dólares, como resultado de un aumento del 73% en sus ingresos. Vitol terminó el primer semestre con unos resultados de 4.500 millones de dólares, más de lo que ganó en todo 2021, según la agencia Reuters. Glencore y Vitol tienen sus sedes en Suiza; Trafigura, en Singapur.

Contratos a 20 años

Las grandes compañías energéticas, en cambio, prefieren los contratos a largo plazo, precisamente para evitar los vaivenes de precios. Estos son a muy largo recorrido tanto para comprar el gas en origen como para transportarlo. En España, Naturgy tiene una cuota de mercado del 48%, y Endesa casi del 20%. El informe anual del lobby gasista Giignl registra los contratos en el sector de LNG en todo el mundo. En 2021, Naturgy firmó dos contratos a corto plazo: uno de dos años con la francesa Engie para comprar gas en Puerto Rico y otro con BP para traerlo de Trinidad y Tobago. Pero la parte sustancial de sus compras las hace a través de los nueve contratos a 20 o incluso 22 años que tiene suscritos para proveerse de gas natural desde Nigeria, Rusia –hasta 2038–Trinidad y Tobago, Estados Unidos, Omán y Catar. También ha cerrado un contrato con la multinacional Shell a 17 años. Además, la empresa de Francisco Reynés posee el 3,7% de una planta de licuefacción en Omán y el 47,5% de la regasificadora de Peñuelas en Puerto Rico.

Hasta junio, Naturgy ganó 717 millones de euros, un 48% más que hace un año, tras facturar 16.737 millones, lo que representa un alza del 83,3% respecto al mismo periodo de 2021. La energética atribuye buena parte de su éxito este ejercicio al buen funcionamiento del negocio internacional del gas licuado. De hecho, el resultado bruto de explotación (Ebitda) de este segmento le reportó hasta junio 436 millones de euros, lo que multiplica por cinco el del mismo periodo de 2021. Según explica la empresa en su informe de resultados del primer semestre, los precios elevados del gas y el diferencial creciente entre la cotización del TTF, la referencia europea para la venta, y el Henry Hub, la estadounidense para la compra –mucho más barata– le han proporcionado “mayores márgenes”: cuatro veces los que consiguió hace un año.

Sólo 22 metaneros en manos de empresas españolas

Para transportar el gas, Naturgy cuenta con una flota de 12 metaneros, según consta en su página web, todos ellos fletados a distintas navieras: tres a Naviera Elcano, cuatro a la noruega Knutsen, dos a Flex LNG, dos a la canadiense Teekay –ahora llamada Seapeak– y uno a la también noruega Höegh.

Sólo una compañía española cuenta con metaneros en su flota: Naviera Elcano. Según los registros de la patronal de los armadores Anave, la flota de metaneros en manos españolas se compone de sólo 22 barcos, de los cuales 16 navegan bajo bandera española. La flota mundial la componen 588 buques LNG de más de 50.000 metros cúbicos.

Naviera Elcano es propiedad en un 58,23% de Grupo Nosa Terra 21, a su vez en manos de la familia dueña del hospital privado vigués Povisa. Otro 20,25% lo posee Abanca y un 25% Naviera Murueta. En 2021 ganó 9,48 millones de euros, tras haber perdido 2,56 millones en 2020. De los tres barcos fletados por Naturgy, sólo el Castillo de Villalba tiene pabellón español, los otros dos están abanderados en Malta.

Teekay es la empresa que compró en 2004 la naviera de Fernando Fernández Tapias, que tenía cuatro buques gaseros, fletados por Repsol y las que entonces aún eran Gas Natural y Unión Fenosa –hoy Naturgy–. El precio de la operación ascendió a 442 millones de euros. El acuerdo de venta incluía la creación de una sociedad al 50% entre la canadiense y el empresario español para gestionar el negocio del LNG. Seapeak ganó 202,46 millones de dólares en el primer semestre de este año, un 37,4% más que el año anterior. También ha sido mortal el salto dado por Höegh, que ha pasado de unas pérdidas de 6,6 millones de dólares en los primeros seis meses de 2021 a unos beneficios de 88,8 millones este ejercicio.

Endesa tiene suscritos tres contratos a largo plazo para proveerse de gas en Nigeria, Estados Unidos y Catar. Además, le compra a Naturgy en EEUU. Su flota la componen cuatro barcos, que alquila a Knutsen, Flex LNG y a la griega Gaslog. Las ganancias de Endesa ascendieron a 916 millones en los primeros seis meses del año, un 10% más que en 2021. A la compañía de José Bogas, el negocio de traer gas de Estados Unidos también le ha salido a cuenta. En su informe semestral, explica que el gas que compra a Corpus Christi Liquefaction LLC en Texas lo vende luego a Enel, la compañía italiana que posee el 70% de Endesa, y a Endesa Energía SAU. Hasta junio las compras y ventas se elevaron a 603 millones de euros, mientras que en el primer semestre fueron de 296 millones. Es decir, las ha duplicado.

Iberdrola y Repsol vendieron sus negocios de gas

Iberdrola también tenía su propio negocio gasista hasta que lo vendió en 2019 a Pavilion Energy, con sede en Singapur. El acuerdo incluyó los contratos que la energética de Ignacio Sánchez Galán tenía a largo plazo –20 y 21 años– para comprar gas en Noruega y Estados Unidos. Además, había suscrito otro con la italiana ENI y dos con BP y Glencore.

Fue en 2013 cuando Repsol vendió su negocio de gas natural licuado. El comprador fue el gigante británico Shell y el precio, 5.100 millones de euros. Pero aún posee una planta de regasificación en Canadá Canaport– y un barco, el BW Lilac, fletado a la noruega BW Gas. Además, ha aumentado su participación en un proyecto en Argelia con la empresa estatal Sonatrach y antes de que acabe este año comenzará a producir gas junto con BP en Trinidad y Tobago. La compañía que preside Antonio Brufau ganó 3.222 millones de euros hasta septiembre, un 66,2% más que en el mismo periodo de 2021. La empresa atribuye buena parte de ese aumento a la subida de los precios a los que ha vendido el crudo y el gas. Estos últimos se han duplicado desde 2021: de 3,9 dólares por 1.000 pies cúbicos a 7,9 dólares, indica Repsol en su último informe trimestral.

Finalmente, Cepsa sólo tenía hasta este mismo año un contrato con Sonatrach, la compañía pública argelina.

Enagás, el operador del sistema, también ha llegado al tercer trimestre con más beneficios, 353,4 millones de euros, un 15% más que hace un año pero, matiza, gracias a las plusvalías generadas por la venta de su participación del 45,4% en GNL Quintero, una regasificadora ubicada en Chile, y por la entrada del fondo Clean H2 Infra Fund en Enagás Renovables. El aumento de la actividad en sus plantas de regasificación –un 85%– no se traduce en una explosión de los beneficios, explican fuentes de la empresa, porque cobran unas tarifas fijas por descargar. La suya es una actividad regulada.

Pero Enagás sí que ha tenido que publicar una nota de operación, el pasado día 17, para explicar los “pequeños” retrasos que están sufriendo los barcos a la hora de descargar en las plantas españolas. “Es una situación generalizada en toda la UE”, justifican las mismas fuentes. La compañía prevé que los “altos niveles de ocupación de los tanques” se mantengan “al menos, hasta la primera semana de noviembre”.

Astilleros con los diques llenos

La incertidumbre sobre los precios del gas va a continuar en 2023, coinciden los conocedores del mercado. Pero el tirón del LNG no se intimida. Alcanza incluso a los astilleros. En 2021, se contrató en todo el mundo la construcción de 85 buques LNG y 124 en lo que va de este año, según datos de la consultora Clarksons publicados por la patronal Anave. Y la expansión puede continuar, pese a que los astilleros especializados en este tipo de barco –surcoreanos y chinos tienen colgado el cartel de completo hasta 2025 y no entregarán ningún buque nuevo antes de 2027. Construir un metanero costaba 186 millones de dólares a principios de 2021; el pasado septiembre el precio ya alcanzaba los 240 millones. La inversión mundial en estos buques de alta tecnología y gran capacidad sumaba 24.200 millones de dólares entre enero y agosto, por encima de la dedicada a cualquier otro tipo de barco.

Las previsiones de Clarksons son que la flota mundial crezca un 4,6%% este año y un 3,2% en 2023. Pero no sólo por la inyección de adrelina que ha disparado los precios del gas en Europa, sino también porque, explican los brókers consultados, Catar tiene en marcha un megaplan de expansión de 30.000 millones de dólares que pretende convertir al emirato en el primer exportador mundial de gas natural licuado –ya ha encargado 44 barcos y en 2023 se esperan otros 25 pedidos y porque Estados Unidos seguirá con su ritmo creciente de exportaciones.

El lucrativo negocio del gas licuado: energéticas, intermediarios y navieras multiplican sus beneficios (infolibre.es)

sábado, 5 de noviembre de 2022

África y USA

 

África no quiere ser la incubadora de la Nueva Guerra Fría

 Vijay Prashad 


Fuentes: Instituto Tricontinental de Investigación Social [Imagen: Amani Bodo (RDC), Masque à gaz [Máscara de gas], 2020]



La presencia constante de bases militares extranjeras no solo simboliza la falta de unidad y soberanía; también refuerza la fragmentación y subordinación de los gobiernos y pueblos del continente africano.

El 17 de octubre, el jefe del Comando de África de Estados Unidos (AFRICOM), el general del Cuerpo de Marines de Estados Unidos Michael Langley, visitó Marruecos. Langley se reunió con altos mandos militares marroquíes, entre ellos el Inspector General de las Fuerzas Armadas de Marruecos, Belkhir El Farouk. Desde 2004, el AFRICOM celebra su “mayor y más importante ejercicio anual”, African Lion, en parte en suelo marroquí. El pasado mes de junio, diez países participaron en el African Lion 2022, con observadores de Israel (por primera vez) y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

La visita de Langley forma parte de un avance más amplio de Estados Unidos en el continente africano, que documentamos en nuestro dossier no. 42 (julio de 2021), Defendiendo nuestra soberanía: bases militares estadounidenses en África y el futuro de la unidad africana, una publicación conjunta con The Socialist Movement of Ghana’s Research Group. En ese texto, señalamos que dos principios importantes del panafricanismo son la unidad política y la soberanía territorial, y sostuvimos que “La presencia constante de bases militares extranjeras no solo simboliza la falta de unidad y soberanía; también refuerza la fragmentación y subordinación de los gobiernos y pueblos del continente”. En agosto, la embajadora estadounidense ante la ONU, Linda Thomas-Greenfield, viajó a Ghana, Uganda y Cabo Verde. “No pedimos a los africanos que elijan entre Estados Unidos y Rusia”, señaló antes de su visita, pero, añadió, “para mí, esa elección sería sencilla”. Sin embargo, esta elección está siendo impulsada por el Congreso de EE.UU. mientras delibera sobre la Ley para Contrarrestar Actividades Malignas de Rusia en África, un proyecto de ley que sancionaría a los Estados africanos si hacen negocios con Rusia (y podría extenderse a China en el futuro).

Para entender esta situación, nuestros amigos y amigas de No Cold War han preparado su Boletín nº 5, La OTAN reclama a África como su «vecindario del sur”, que analiza cómo la OTAN ha comenzado a desarrollar una visión propia de África y cómo el gobierno de Estados Unidos considera al continente africano como una primera línea en su Doctrina Monroe Global. El informe completo puede leerse a continuación y descargarse aquí:

En agosto de 2022, Estados Unidos publicó una nueva estrategia de política exterior dirigida a África. El documento, de 17 páginas, incluía un total de 10 menciones a China y Rusia, incluyendo el compromiso de “contrarrestar las actividades perjudiciales de la [República Popular China], Rusia y otros actores extranjeros” en el continente, pero no mencionaba ni una sola vez el término “soberanía”. Aunque el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, ha declarado que Washington “no dictará las decisiones de África”, los gobiernos africanos han denunciado que se enfrentan a la “intimidación condescendiente” de los Estados miembros de la OTAN para que se pongan de su parte en la guerra de Ucrania. A medida que aumentan las tensiones mundiales, EE. UU. y sus aliados han señalado que ven el continente como un campo de batalla para librar su Nueva Guerra Fría contra China y Rusia.

Richard Mudariki (Zimbabwe), The Passover, 2011.
Richard Mudariki (Zimbabue), The Passover [La Pascua judía], 2011.

¿Una nueva Doctrina Monroe?

En su cumbre anual de junio, la OTAN denominó a África, junto con Medio Oriente, como el “vecindario al sur de la OTAN”. Además, el Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, se refirió ominosamente a la “creciente influencia de Rusia y China en nuestra vecindad meridional” como una “amenaza”. Al mes siguiente, el comandante saliente del AFRICOM, el general Stephen J Townsend, se refirió a África como “el flanco sur de la OTAN”. Estos comentarios recuerdan de forma inquietante a la actitud neocolonial propugnada por la Doctrina Monroe de 1823, en la que Estados Unidos calificaba a América Latina como su “patio trasero”.

Esta visión paternalista de África parece estar muy extendida en Washington. En abril, la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó por abrumadora mayoría la Ley para Contrarrestar las Actividades de Influencia Rusa Maligna en África por una votación de 415 a 9. El proyecto de ley, que pretende castigar a los gobiernos africanos por no alinearse con la política exterior de Estados Unidos respecto a Rusia, ha sido ampliamente condenado en todo el continente por no respetar la soberanía de las naciones africanas, y la ministra de Asuntos Exteriores de Sudáfrica, Naledi Pandor, lo calificó de “absolutamente lamentable”.

Los esfuerzos de EE.UU. y los países occidentales por atraer a África a sus conflictos geopolíticos despiertan serias preocupaciones: ¿utilizarán EE.UU. y la OTAN su vasta presencia militar en el continente para lograr sus objetivos?

AFRICOM: Protegiendo la hegemonía de EE. UU. y la OTAN

En 2007, Estados Unidos creó su Comando de África (AFRICOM) “en respuesta a nuestras crecientes asociaciones e intereses en África”. En solo 15 años, el AFRICOM ha establecido al menos 29 bases militares en el continente como parte de una extensa red que incluye más de 60 puestos de avanzada y puntos de acceso en al menos 34 países, más del 60% de las naciones del continente.

A pesar de la retórica de Washington de promover la democracia y los derechos humanos en África, en realidad, el AFRICOM pretende asegurar la hegemonía estadounidense en el continente. Los objetivos declarados del AFRICOM incluyen “proteger los intereses estadounidenses» y «mantener la superioridad sobre los competidores” en África. De hecho, la creación del AFRICOM estuvo motivada por las preocupaciones de “aquellos alarmados por la creciente presencia e influencia de China en la región”.

Desde el principio, la OTAN participó en el proyecto, con la propuesta original presentada por el entonces Comandante Supremo Aliado de la OTAN, James L Jones, Jr. El AFRICOM realiza anualmente ejercicios de entrenamiento destinados a mejorar la “interoperabilidad” entre los ejércitos africanos y las “fuerzas de operaciones especiales de EE. UU. y la OTAN”.

La naturaleza destructiva de la presencia militar de Estados Unidos y la OTAN en África quedó ejemplificada en 2011, cuando —ignorando la oposición de la Unión Africana— Estados Unidos y la OTAN lanzaron su catastrófica intervención militar en Libia para derrocar al gobierno de Muamar Gadafi. Esta guerra de cambio de régimen destruyó el país, que anteriormente había obtenido la mejor puntuación entre las naciones africanas en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU. Más de una década después, los principales logros de la intervención en Libia han sido el regreso del mercado de personas esclavizadas al país, la entrada de miles de combatientes extranjeros y una violencia interminable.

En el futuro, ¿invocarán Estados Unidos y la OTAN la “influencia maligna” de China y Rusia como justificación para intervenciones militares y de cambio de régimen en África?

Zemba Luzamba (DRC), Parlementaires debout (‘Parliamentarians Standing’), 2019.
Zemba Luzamba (RDC), Parlementaires debout [Parlamentarios de pie], 2019.

África rechaza la Nueva Guerra Fría

En la Asamblea General de la ONU de este año, la Unión Africana rechazó firmemente los esfuerzos coercitivos de Estados Unidos y los países occidentales para utilizar el continente como peón en su agenda geopolítica. “África ya ha sufrido bastante el peso de la historia. (…) No quiere ser la incubadora de una nueva Guerra Fría, sino un polo de estabilidad y de oportunidades abierto a todos sus socios, sobre una base de beneficio mutuo”, declaró el presidente de la Unión Africana y presidente de Senegal, Macky Sall. De hecho, el afán de guerra no ofrece nada a los pueblos de África en su búsqueda de la paz, la adaptación al cambio climático y el desarrollo.

«Europe is a garden. The rest of the world is a jungle. And the jungle could invade the garden.»

«Europeans have to be much more engaged with the rest of the world. Otherwise, the rest of the world will invade us.»

– Shocking comments from EU foreign policy head @JosepBorrellF pic.twitter.com/eFbbb9LxGl

— No Cold War (@NoColdWar) October 15, 2022

En la inauguración de la Academia Diplomática Europea el 13 de octubre, el jefe de la diplomacia de la Unión Europea, Josep Borrell, dijo: “Europa es un jardín (…) El resto del mundo (…) es una jungla, y la jungla podría invadir el jardín”. Como si la metáfora no fuera suficientemente clara, añadió: “Los europeos tienen que comprometerse mucho más con el resto del mundo. Si no, el resto del mundo nos invadirá”. Los comentarios racistas de Borrell fueron ridiculizados en las redes sociales y destrozados en el Parlamento Europeo por Marc Botenga, del Partido de los Trabajadores belga, y una petición del Movimiento Democracia en Europa (DiEM25) pidiendo la dimisión de Borrell ha recibido más de 10.000 firmas. La falta de conocimiento histórico de Borrell es notable: son Europa y Norteamérica las que siguen invadiendo el continente africano, y son esas invasiones militares y económicas las que producen la migración de los pueblos africanos. Como dijo el Presidente Sall, África no quiere ser “la incubadora de una nueva Guerra Fría”, sino un lugar soberano y digno.

Fuente: https://thetricontinental.org/es/newsletterissue/africa-nueva-guerra-fria/

jueves, 3 de noviembre de 2022

¿ De guerra de Ucrania a guerra global ?.

 

La guerra de Ucrania avanza: nos encaminamos al Apocalipsis

 Richard Falk
 El oportunismo geopolítico de Washington que trata de derrotar a Rusia y de disuadir a China de que ose desafiar la unipolaridad hegemónica

Despreciar la diplomacia, buscar la victoria

Desde que empezó la operación militar en Ucrania el 24 de febrero de 2021 la respuesta de la OTAN, articulada e implementada materialmente sobre todo por EEUU, ha sido arrojar enormes cantidades de aceite a las llamas del conflicto hostigando a Rusia y a su presidente, aumentando la escala de la violencia y la magnitud del sufrimiento humano, e incrementando peligrosamente el peligro de unas consecuencias desastrosas.

Washington no solo movilizó al mundo para denunciar la "agresión" rusa, sino que suministró a los ucranianos un flujo continuo de grandes cantidades de armamento moderno para resistir al ataque ruso e incluso contraatacar. EEUU hizo cuanto pudo en la ONU y en otras partes para reunir una coalición de castigo contra Rusia, pero lo acompañó de una serie de sanciones y de la criminalización del presidente Putin como un eminente criminal de guerra incapacitado para gobernar y que merece ser incriminado y procesado. Un autocensurado filtro mediático occidental que a diario retrató gráficamente los horrores de la guerra que padece la población civil ucraniana transmitió fielmente esta perspectiva de propaganda de Estado, algo que se evita cuando se trata de las intervenciones de EEUU para cambiar un gobierno no afín o de la violencia que Israel inflige al muy castigado pueblo palestino.

Un recién descubierto y escorado hacia Occidente entusiasmo por la Corte Penal Internacional (CPI), que urge al tribunal a recoger la mayor cantidad de pruebas de los crímenes rusos y lo antes posible, acentúa este comportamiento provocador. Esta postura centrada en el derecho esta reñida con la fuerte oposición que hubo en el pasado a los esfuerzos de la CPI por reunir pruebas para investigar los crímenes de guerra de países no signatarios (entre los que se encuentra EEUU) respecto al papel de EEUU en Afganistán o el de Israel en la Palestina ocupada.

Esta presentación parcial de los hechos era de esperar, e incluso se justificaba, hasta cierto punto, pero su intensidad respecto a Ucrania se ha entremezclado peligrosamente con una irresponsable guerra geopolítica emprendida torpemente por EEUU contra Rusia e indirectamente contra China. Es una guerra en la que hay mucho en juego, porque determina la estructura del orden mundial tras la Guerra Fría y el ascenso de China como un rival verosímil del cada vez menor dominio estadounidense. Esta guerra geopolítica se libra haciendo caso omiso de los intereses humanos más amplios que hay en juego y, en un sentido profundo, en contra del bienestar y el destino de Ucrania y su pueblo.

A pesar de estas características de la guerra de Ucrania, la mentalidad occidental sigue viendo el conflicto de forma parcial. Incluso Stephen Walt, un comentarista moderado y generalmente sensato de la política exterior de EEUU y, hoy en día, un crítico prudente y persuasivo del fracaso de Biden a la hora de hacer todo lo posible por llevar el sangriento enfrentamiento en Ucrania del campo de batalla al ámbito diplomático, se une, sin embargo, al coro belicista al afirmar engañosamente y sin reservas que "la invasión rusa de Ucrania es ilegal, inmoral e injustificable". No es que esta caracterización sea correcta en sí misma, pero a menos que vaya unida a una explicación del contexto, da credibilidad a la mentalidad belicosa y con pretensiones de superioridad moral mostrada por Biden, al tiempo que protege del escrutinio sus dimensiones de guerra geopolítica.

Para ser claros, el contexto geopolítico más amplio sigue siendo fundamental si se quiere restaurar la paz y evitar la catástrofe. Por una parte, el avance de la OTAN en Ucrania forma parte de un modelo geopolítico de comportamiento comprobado que el propio EEUU confirmó en una serie de guerras, empezando por la guerra de Vietnam y, más recientemente, con la guerra de Kosovo, la de Afganistán y la de Irak. Ninguna de estas guerras fue legal, moral y justificable, aunque cada una de ellas gozaba de una justificación geopolítica que hacía que a las élites de la política exterior estadounidense y a sus socios aliados más cercanos les parecieran deseables.

Por supuesto, un error no se subsana cometiendo otro, pero en un mundo en el que los actores geopolíticos disfrutan de una licencia para perseguir intereses estratégicos vitales dentro de las esferas de influencia tradicionales no es objetivamente defendible condenar con pretensiones de superioridad moral a Rusia sin tener en cuenta lo que EEUU ha estado haciendo por todo el mundo durante varias décadas.

Antony Blinken puede decir a los medios de comunicación que las esferas de influencia pasaron a la historia tras la II Guerra Mundial, pero ha debido de estar dormido durante décadas para no darse cuenta de que el Acuerdo de Yalta sobre el futuro de Europa firmado en 1945 entre la Unión Soviética, EEUU y Reino Unido se basaba precisamente en la afirmación explícita de dichas esferas que, en retrospectiva, por muy desagradable que resulte su aplicación, merecen que se le reconozca el haber evitado que la Guerra Fría se convirtiera en la III Guerra Mundial.

Esta soberanía acordada de estos países fronterizos es descriptiva de las prerrogativas reivindicadas por las llamadas Grandes Potencias a lo largo de la historia de las relaciones internacionales, en particular por EEUU a través de la Doctrina Monroe y sus ramificaciones. En este sentido, Ucrania se encuentra en la nada envidiable posición de México y, de hecho, de toda América Latina. Hace muchos años, el famoso escritor mexicano Octavio Paz afirmó que la tragedia de su país era "estar tan lejos de Dios y, sin embargo, tan cerca de EEUU".

Stalin, Churchill y Roosevelt en la Conferencia de Yalta, febrero de 1945.

La propia ONU es más un medio de la geopolítica que del derecho internacional

En un tanto perspicaz arranque de frustración tras no conseguir que el Consejo de Seguridad de la ONU autorizara en 2003 el uso de la fuerza no defensiva contra Irak para cambiar el gobierno de ese país, George W. Bush declaró que la ONU perdería su "relevancia" si no estaba de acuerdo con el plan de acción imperialista de EEUU, y así fue.

La ambigüedad respecto al derecho internacional proviene del propio equívoco de la Carta de la ONU al afirmar que está prohibido todo uso no defensivo de la fuerza, una postura que refuerza el Estatuto de Roma enmendado que rige la Corte Penal Internacional al considerar la "agresión" un crimen contra la paz, al mismo tiempo que concede a los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU el derecho de veto. ¿Cómo se puede conciliar este derecho de veto concedido a estos cinco Estados, cuyo efecto es impedir cualquier decisión del Consejo de Seguridad contraria a sus intereses estratégicos, con la Carta y la prohibición de agredir del derecho internacional?

Este derecho de excepción tal como se recoge en el marco constitucional de la ONU no es una rara anomalía. Lo anticipó la experiencia del derecho penal internacional posterior a 1945, que desde Nuremberg hasta nuestros días ha eximido de toda responsabilidad a los actores geopolíticos dominantes, incluso por actos tan increíbles como lanzar bombas atómicas sobre objetivos claramente civiles al final de la II Guerra Mundial.

Este terreno poco definido que separa el derecho del poder sigue siendo el terreno de juego aceptado de los actores geopolíticos, nunca tan peligroso como cuando sus prerrogativas y limitaciones cambian constantemente. Así pues, los retos ruso y chino se pueden entender como intentos de restaurar la bipolaridad o tripolaridad geopolítica que quedó desplazada tras el colapso de la Unión Soviética y que llevó a EEUU a cubrir el vacío resultante con una forma militarista/neoliberal de gestión geopolítica. Aparte de preocuparnos por cómo y cuándo terminará la guerra en Ucrania, la pregunta es si se confirmará o alterará el orden geopolítico mundial basado en lo que queda de la primacía de EEUU.

La práctica geopolítica: prudente o irresponsable

Hemos mencionado aquí estas consideraciones para mostrar que el contexto del orden mundial de la guerra de Ucrania es profundamente problemático respecto a las reivindicaciones de autoridad normativa por parte de EEUU y la OTAN, especialmente cuando se esgrimen de esta forma tan partidista. A diferencia de lo que ocurre en las relaciones normales de Estado a Estado o internacionales, en las relaciones geopolíticas contemporáneas, generalmente los precedentes ocupan el lugar de las normas y del comportamiento regido por reglas. Lo que hace EEUU generalmente lo pueden hacer otros Estados soberanos, especialmente los que tienen derechos geopolíticos. Blinken ha vuelto a enturbiar el discurso internacional al afirmar erróneamente que, a diferencia de sus adversarios China y Rusia, EEUU respeta el comportamiento regido por normas lo mismo que los "Estados normales" en lo que se refiere a la paz y la seguridad.

Antes de condenar acríticamente la anexión rusa de cuatro partes del este de Ucrania tras unos referendos que hay que admitir que no fueron dudosos, y para tener una perspectiva más clara y objetiva, parece apropiado recordar la guerra a todas luces ilegal de la OTAN de 1999 que fragmentó Serbia al conceder a Kosovo la independencia política y soberanía territorial. De nuevo es importante reconocer que puede haber casos en los que sea justificable por motivos humanitarios la fragmentación de Estados existentes y otros en los que no lo sea. Pero afirmar en un contexto en el que en casos similares el poder occidental ha determinado sistemáticamente el comportamiento y los resultados políticos, que Rusia sobrepasó los límites de la ley, es preparar a la opinión pública para una guerra más amplia en vez de llevarla a buscar un compromiso diplomático y a aceptarlo pragmáticamente. En efecto, estoy abogando por la sabiduría y la virtud de lo que se podría describir como humildad geopolítica: no exijas a los demás lo que tú mismo has hecho.

En mi opinión, es muy pertinente entender la guerra de Ucrania dentro de su contexto, porque hace que la moda actual de acumular argumentos legales, morales y políticos de condena distraiga de una forma de actuar racional, prudente y pragmática que desde el primer día del ataque ucraniano en 2014 apoyó firmemente que convenía hacer un esfuerzo global para llegar a un alto el fuego inmediato, seguido de negociaciones destinadas a obtener compromisos políticos duraderos, no solo entre Rusia y Ucrania, sino también entre EEUU/OTAN y Rusia. Simplemente el hecho de que hasta ahora el gobierno estadounidense nunca haya manifestado públicamente ningún interés de este tipo y, mucho menos, se haya comprometido a detener la matanza y la devastación fomentando la diplomacia ante los cada vez mayores costes y riesgos de escalada de una guerra prolongada en Ucrania, debería escandalizar la conciencia de las personas pacifistas y defensoras de la humanidad de todo el mundo.

Al margen de las zonas inmediatas de combate, muchas sociedades vulnerables de todo el mundo padecen actualmente unos costes catastróficos debido a los efectos indirectos de las sanciones a Rusia y al impacto que tienen en el suministro y los precios de los alimentos y de la energía. Esta deplorable situación, que probablemente empeorará a medida que la guerra se prolongue e intensifique en los próximos meses de invierno, también hace ahora más probable el peligro cada vez mayor de que se utilicen armas nucleares, puesto que las alternativas de Rusia se pueden estar reduciendo, pero las de Europa definitivamente están desapareciendo, lo que beneficia a EEUU.

Aunque Biden no cede ni un ápice a la hora de utilizar un planteamiento agresivo para cumplir las ambiciones de victoria de Ucrania, él mismo reconoce que cualquier uso en Ucrania de un arma nuclear, incluso táctica, llevaría con casi toda seguridad al Apocalipsis. Esta doble valoración (que combina intensificar la guerra y la ansiedad de hasta dónde puede llevar) parece más la aceptación de la locura geopolítica que un reconocimiento ponderado de las sombrías realidades que hay en juego.

Como siempre, los hechos son más elocuentes que las palabras. Blinken responde con sus evasivas de costumbre al cada vez mayor clamor público a favor de negociar. En este caso, Blinken responde afirmando que, puesto que Ucrania es la víctima de la agresión rusa, solo ella tiene autoridad para buscar una resolución diplomática y que EEUU seguirá apoyando los objetivos de guerra máximos de Ucrania, supuestamente durante todo el tiempo que sea necesario, lo que recientemente incluso incluye extender los objetivos bélicos de Ucrania a recuperar Crimea, que desde 2014 se acepta comúnmente que es parte de Rusia tras el referendo aprobado por amplia mayoría.

El contexto también es importante respecto a cómo se ha llevado la guerra. Su mayor escalada se ha producido en el mes del sabotaje de los gaseoductos Nord Stream 1 y 2 hacia Europa, un acto terrorista fuera de la zona de guerra que Blinken consideró una vez más "una magnífica oportunidad" para debilitar a Rusia y obligar a Europa a redoblar sus intentos de lograr independencia energética (comprándole gas cuatro veces más caro a EEUU). En un primer momento EEUU atribuyó, de forma inverosímil, esta operación a Rusia, aunque más tarde reconoció más o menos que forma parte de la expansión de la guerra recurriendo a tácticas terroristas de combate.

La última expresión de este terrorismo de Estado es el ataque suicida del 7 de octubre contra el estratégico puente sobre el estrecho de Kerch, que une Crimea y Rusia, y que es tanto un importante logro de infraestructura del período del presidente Putin al frente de Rusia como una expresión simbólica de la revinculación de Crimea a Rusia, además de una línea de suministro para las tropas rusas que operan en el sur de Ucrania. Estas expansiones de la zona de combate más allá del territorio de Ucrania llevan la huella de la CIA y parecen destinadas a estimular la determinación ucraniana de ir a por todas para lograr una victoria decisiva y a enviar a Rusia señales inequívocas de que EEUU sigue siendo tan poco receptivo como siempre a una geopolítica responsable de compromiso, al negarse incluso a responder favorablemente a la propuesta de Putin de reunirse en el encuentro del G-20 en Indonesia.

La respuesta característica de Biden fue esta negativa, solo sujeta a un cambio si la reunión se limitaba a tratar la liberación de una jugadora profesional de baloncesto estadounidense detenido en Rusia acusada de tráfico de drogas. La ira de EEUU contra Arabia Saudí por recortar su producción de petróleo es una señal más de compromiso con un escenario de victoria en Ucrania y también una reacción ante la resistencia saudí a la geopolítica hegemónica de EEUU en su cogestión de la OPEP+ con Rusia. Con semejantes provocaciones no es de extrañar que Rusia haya tomado represalias atacando infraestructuras críticas ucranianas. ¡Así es el curso de esta escalada y también la irresponsabilidad del precedente sentado por EEUU en Irak!

Observaciones finales

Siempre merodeando entre bastidores y a expensas de Ucrania y del mundo está el oportunismo geopolítico de Washington, esto es, tratar de derrotar a Rusia y de disuadir a China de que ose desafiar la unipolaridad hegemónica conseguida tras la desaparición de la Unión Soviética en 1992. Esta descomunal inversión en su identidad militarista como único "Estado global" es lo que mejor explica este planteamiento de cowboy consistente en asumir riesgos nucleares y las decenas de miles de millones gastados para empoderar a Ucrania en un momento de sufrimiento interno en EEUU que coexiste con este costoso modo de extralimitación internacional.

* Richard Falk es Profesor Emérito de la Universidad de Princeton, EEUU.
counterpunch.org. http://calpu.nuevaradio.org/?p=219  

 Fuente ..La guerra de Ucrania avanza: nos encaminamos al Apocalipsis (lahaine.org)


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