lunes, 23 de agosto de 2021

Afganistán cementerio de los imperios .

 Biden, sus asesores y la derrota afgana

Michael Hudson

El presidente Biden ha querido envolver en un popular tremolar de banderas la retirada forzada de Estados Unidos de Afganistán en su discurso de las 4:00 pm del lunes. Era como si todo sucediera según las propias intenciones de Biden, no una demostración de la total incompetencia de la CIA y el Departamento de Estado que hasta el el viernes pasado aseguraban que los talibanes tardarían más de un mes en poder entrar en Kabul. En lugar de decir que el apoyo público masivo para que los talibanes reemplacen a Estados Unidos mostraba la arrogancia incompetente de las agencias de inteligencia estadounidenses, lo que en sí mismo habría justificado la decisión de Biden de completar la retirada a toda prisa, redobló su defensa del Estado Profundo y su mitología.

El efecto fue mostrar hasta que punto sus propios conceptos son erróneos y cómo continuará defendiendo el aventurerismo neoconservador. Lo que durante más o menos una hora pareció una operación de relaciones públicas y recuperación de la confianza se está convirtiendo en un escenario de cómo la fantasía estadounidense todavía intenta amenazar a Asia y el Cercano Oriente.

Al poner todo su peso detrás de la propaganda que ha guiado la política estadounidense desde que George W. Bush decidió invadir Afganistán después del 11 de septiembre de 2001, Biden desperdició su mayor oportunidad de romper los mitos que lo han arrastrado a adoptar su decisión equivocada de confiar en los funcionarios militares y públicos de EEUU ( y sus colaboradores de campaña). 

Su primera pretensión fue que invadimos Afganistán como represalia contra “su” ataque a Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001. Ésta es la mentira en la que se fundamenta la presencia estadounidense en el Cercano Oriente. Afganistán no nos atacó. Fue Arabia Saudí la que lo hizo.

Biden trató de confundir el tema diciendo que "nosotros" fuimos a Afganistán para lidiar (asesinar) con Osama Bin Laden, y después de esa "victoria", decidimos quedarnos y "construir una democracia", un eufemismo para crear un estado cliente de EEUU. (Cualquier estado de este tipo se califica de "democracia", lo que significa simplemente pro-estadounidense en el vocabulario diplomático actual).

Casi nadie pregunta cómo se vió envuelto Estados Unidos en primer lugar. Jimmy Carter fue engañado por Brzezinski, que odiaba a Rusia, y creó Al Qaeda para actuar como la legión extranjera de Estados Unidos, que posteriormente se expandió para incluir al ISIS y otros ejércitos terroristas contra países en los que la diplomacia estadounidense busca un cambio de régimen. La alternativa de Carter al comunismo soviético fue el fanatismo wahabí, que solidificó la alianza de Estados Unidos con Arabia Saudí. Carter dijo memorablemente que al menos estos musulmanes creían en Dios, al igual que los cristianos. Pero el ejército del fundamentalismo wahabí fue patrocinado por Arabia Saudí, que financió armar a Al Qaeda para luchar contra los musulmanes sunitas y, desde el principio, contra el gobierno afgano respaldado por Rusia.

Lo que es tan típico de la agresiva mentalidad de la Guerra Fría de Estados Unidos es que podría haber ganado Afganistán mucho más fácilmente (y a un coste mucho menor) mediante la seducción, al tener mucho más que ofrecer económicamente que Rusia. Los documentos publicados de los archivos soviéticos muestran que:

"Ninguno de los documentos soviéticos cita a los terroristas que entraron en la URSS como una preocupación en 1979. La preocupación soviética era la incompetencia y cosas peores de sus clientes comunistas afganos, la influencia soviética en declive (por no hablar del control) en el país y la posibilidad de que Afganistán se acabará posicionando a favor de los estadounidenses.

Los documentos del Politburó soviético que estuvieron disponibles por primera vez en la década de 1990 muestran que el verdadero temor soviético era que el jefe del régimen comunista afgano, Hafizullah Amin, estuviera a punto de pasarse a los estadounidenses. (El presidente egipcio Anwar Sadat cambió de bando en 1972, expulsó a miles de asesores soviéticos y se convirtió en el segundo mayor receptor, después de Israel, de ayuda exterior estadounidense)". [1] 

Esta política precede al presidente Carter, por supuesto. Fue endémica en la estrategia estadounidense para imponerse en la Guerra Fría desde la década de 1950. Hace más de 60 años, por ejemplo, asistí a una reunión con los representantes de Fidel Castro que trataban de obtener el apoyo del Partido Demócrata y de Kennedy para derrocar el régimen de Batista. Creyendo que los republicanos y los hermanos Dulles eran los halcones, esperaban que la nueva diplomacia del Partido Demócrata encontraría en su propio interés brindarles apoyo económico para ayudar a la economía de Cuba a recuperarse de la dictadura corrupta. Mi padre les advirtió que los demócratas eran igual de halcones o peores.

En mis visitas a Cuba, era obvio que la población e incluso muchos funcionarios del gobierno habrían acogido con agrado un acuerdo que hubiera flexibilizado la política económica castrista a cambio de ayuda estadounidense. Estados Unidos nunca ha intentado utilizar esta táctica en el Caribe o América Latina, como tampoco lo ha hecho en Afganistán. Esa es la mentalidad neoconservadora: "Hazlo por la fuerza, no le des a ningún otro país otra opción".

El trueque "basada en el mercado" de ayuda por flexibilización de la orientación económica no es la política de Estados Unidos. Ofrecer una zanahoria todavía deja opciones al adversario designado de Estados Unidos. La única forma de asegurarse de que un país obedecerá es someterlo a la fuerza bruta. Esa es la mentalidad detrás del apoyo de Estados Unidos a Maidan y los bandaristas neonazis que se oponen a Rusia en lugar de simplemente tratar de ayudar a reformar Ucrania.

Y así ha sucedido en Afganistán. Después de Carter, George W. Bush y Barack Obama financiaron a Al Qaeda (en gran parte con el oro saqueado de la destrucción de Libia) para luchar por los objetivos geopolíticos y el petróleo de Estados Unidos en Irak y Siria. Los talibanes, por su parte, lucharon contra Al Quaeda. Por lo tanto, el verdadero temor de Estados Unidos no es que puedan respaldar a la legión extranjera wahabí, sino que negocien con Rusia, China y Siria para servir como un enlace comercial desde Irán hacia el oeste.

El segundo mito de Biden era culpar a la víctima al afirmar que el ejército afgano no lucharía por "su país", a pesar de las garantías de los gobernantes instalados por Estados Unidos, de que usarían el dinero estadounidense para construir la economía. También dijo que el ejército afgano no luchaba, lo que se hizo evidente durante el fin de semana.

La fuerza policial tampoco luchó. Nadie luchó contra los talibanes para "defender su país", porque el régimen de ocupación estadounidense no era "su país". Una y otra vez, Biden repitió que Estados Unidos no podía salvar a un país que no se "defendía el mismo". Pero el "mismo" era el régimen corrupto que simplemente se estaba embolsando el dinero de la "ayuda" estadounidense.

La situación era muy parecida a la que refleja el viejo chiste del Llanero solitario y Tonto rodeados de indios. “¿Qué vamos a hacer, Tonto?” Pregunta el Llanero solitario.

"¿Qué quieres decir con 'nosotros' hombre blanco?" responde Tonto. Esa fue la respuesta del ejército afgano a las exigencias de Estados Unidos de que lucharan por el corrupto régimen que habían instalado. Su objetivo es sobrevivir en un nuevo país, mientras que en Doha el liderazgo talibán negocia con China, Rusia e incluso Estados Unidos para lograr un modus vivendi.

Por lo tanto, lo que el mensaje de Biden significa para la mayoría de los estadounidenses es que no desperdiciemos más vidas y dinero en guerras por una población ingrata que quería que Estados Unidos luchara por ello.

El presidente Biden podría haber salido y haberse librado de las críticas diciendo: “Justo antes del fin de semana, mis generales del ejército y mis asesores de seguridad nacional me dijeron que los talibanes tardarían meses en conquistar Afganistán y, sin duda, tomar el control de Kabul, que supuestamente sería una lucha sangrienta". Podría haber anunciado que está sustituyendo al incompetente grupo de asesores que llevan muchos años y creando un grupo más basado en la realidad.

Pero, por supuesto, no pudo hacer eso, porque el grupo es el Estado Profundo neoconservador basado en la irrealidad. No estaba dispuesto a explicar que "es obvio que el Congreso y yo hemos estado mal informados, y que las agencias de inteligencia no tenían ni idea del país sobre el que informaban durante las últimas dos décadas".

Podría haber reconocido que los afganos dieron la bienvenida a los talibanes a Kabul sin luchar. El ejército se hizo a un lado y la policía a otro. Parecía una fiesta que celebraba la retirada estadounidense. Los restaurantes y los mercados estaban abiertos, y Kabul parecía gozar de vida normal, excepto por la confusión en el aeropuerto.

Supongamos que Biden hubiera dicho lo siguiente: “Dada esta aquiescencia en apoyo a los talibanes, obviamente tenía razón al retirar las fuerzas de ocupación estadounidenses. Al contrario de lo que se dijo al Congreso y al Poder Ejecutivo, los afganos no apoyaban a los estadounidenses. Ahora me doy cuenta de que para la población afgana, los funcionarios del gobierno que Estados Unidos instaló simplemente se quedaron con el dinero que les dimos y lo pusieron en sus propias cuentas bancarias en lugar de pagarle al ejército, la policía y otros sectores de la sociedad civil".

En cambio, el presidente Biden contó que había realizado cuatro viajes a Afganistán y cuánto sabía y confiaba en los poderes que las agencias estadounidenses habían instalado. Una ingenuidad. Incluso Donald Trump dijo públicamente que no confiaba en los informes que le dieron y que quería gastar el dinero en casa, en manos de sus propios contribuyentes de campaña en lugar de en el extranjero.

Biden podría haberse marcado un punto diciendo: “Al menos hay un lado positivo: no gastaremos más después de los $ 3 billones que ya hemos invertido allí. En su lugar, ahora podemos permitirnos usar el dinero para construir la infraestructura nacional de EEUU".

Pero en cambio, el presidente Biden repitió lo que le habían dicho sus asesores neoconservadores y lo que estaban repitiendo en los canales de noticias de televisión todo el día: el ejército afgano se había negado a luchar "por su país", es decir, la fuerza de ocupación apoyada por Estados Unidos, como si esto fuera realmente el autogobierno afgano. 

Los medios de comunicación están mostrando fotografías del palacio afgano y de una de las oficinas de un señor de la guerra. Las miré dos veces, porque los lujosos y ostentosos muebles se parecían a los muebles McMansion de $ 12 millones de Obama en Martha's Vineyard.

Los comentaristas de televisión están sacando a relucir a los funcionarios de Obama. En MSNBC, John Brennan advirtió a Andrea Mitchell al mediodía que los talibanes podrían ahora respaldar a Al Qaeda en una nueva campaña de desestabilización e incluso utilizar Afganistán para organizar nuevos ataques contra Estados Unidos. El mensaje fue casi palabra por palabra lo que se les dijo a los estadounidenses en 1964: "Si no luchamos contra el Vietcong en su país, tendremos que luchar contra ellos aquí". Como si cualquier país tuviera una fuerza armada lo suficientemente grande como para conquistar ninguna nación industrializada del mundo actual.

Todo el elenco del escuadrón de "bombardeo humanitario" de Estados Unidos estaba allí, incluido su brazo de hostigamiento, las organizaciones correa del Partido Demócrata creadas para cooptar a las feministas para instar a que se bombardee Afganistán hasta que trate mejor a las mujeres. Uno solo puede imaginar cómo la imagen de Samantha Power, Madeline Albright, Hillary Clinton, Susan y Condoleezza Rice, sin mencionar a Indira Gandhi y Golda Maier, hará que los talibanes quieran crear su propia generación de mujeres ambiciosas y educadas como estas.

El presidente Biden podría haberse protegido de las críticas republicanas recordando a su audiencia televisiva que Donald Trump había instado a retirarse de Afganistán ya la primavera pasada, y ahora, en retrospectiva, que el Estado Profundo se equivocó al desaconsejarlo, pero que Donald tenía razón. Después de todo, eso es lo que reconocía su orden de retirada. Esto podría haber eliminado al menos algunas críticas de Trump.

En cambio, Brennan y los generales que trotaban frente a las cámaras de televisión criticaron a Biden por no prolongar la ocupación hasta el otoño, cuando el clima frío disuadiría supuestamente a los talibanes de luchar. Brennan declaró en el noticiero de Andrea Mitchell que Biden debería haber utilizado una estratagema de "El arte de romper un trato" de Trump y romper la promesa del ex presidente de retirarse la primavera pasada.

Aplazar, aplazar, aplazar. Esa es siempre la postura de los aprovechados que se niegan a ver como la resistencia se acumula, con la esperanza de acaparar lo que puedan conseguir durante el mayor tiempo posible, siendo "ellos" el complejo militar-industrial, los proveedores de fuerzas mercenarias y otros destinatarios del dinero que, curiosamente, dice Biden que gastamos "en Afganistán".

La realidad es que no se gastó mucho de estos $3 billones allí. Se gastó en Raytheon, Boeing y otros proveedores de hardware militar, en las fuerzas mercenarias y se colocó en las cuentas de los representantes afganos para que Estados Unidos maniobrara para usar Afganistán para desestabilizar Asia Central en el flanco sur de Rusia y China occidental.

Parece que la mayor parte del mundo reconocerá rápidamente al gobierno afgano, dejando a Estados Unidos, Israel, Gran Bretaña, India y quizás Samoa aislados como un bloque recalcitrante que vive como las familias reales posteriores a la Primera Guerra Mundial que aún se aferran a sus títulos de duques, príncipes y otros vestigios de un mundo que ha pasado.

El error político de Biden fue culpar a las víctimas y describir la victoria de los talibanes como una derrota de un ejército cobarde que no esta dispuesto a luchar por quién le paga. Parece creer que en los últimos meses se le pagó al ejército, se le proporcionó comida, ropa y armas simplemente porque los funcionarios estadounidenses dieron dinero en efectivo a sus procónsules y simpatizantes locales para este propósito. Entiendo que no hay una contabilidad real de en qué se gastaron realmente los $ 3 mil millones de dólares estadounidenses, quién consiguió los paquetes de billetes de cien dólares envueltos en plástico que pasaron a través de la burocracia de la ocupación estadounidense. (Apuesto a que los números de serie no se registraron. ¡Imagínese si eso se hiciera y los EEUU pudieran anunciar la desmonetización de esos billetes!)

Estados Unidos está ahora (20 años después de la época en que debería haber empezado) tratando de formular un Plan B. Sus estrategas probablemente esperan lograr en Afganistán lo que ocurrió después de que los estadounidenses abandonaron Saigón: una economía libre para todos que las empresas estadounidenses puedan cooptar ofreciendo oportunidades de negocio.

Por otro lado, hay informes de que Afganistán puede demandar a los Estados Unidos y exigir reparaciones por la ocupación ilegal y la destrucción que aún continúa mientras el país está siendo bombardeado por los B-52 en la ráfaga de ira de Biden. Esa acción legal, por supuesto, abriría las compuertas para demandas similares de Irak y Siria, y el Tribunal de la Haya en Holanda ha demostrado ser un tribunal canguro de la OTAN. Pero es posible que los nuevos amigos de Afganistán en la Organización de Cooperación de Shanghai respalden tal demanda en un nuevo tribunal internacional, aunque solo sea para bloquear cualquier esperanza de las empresas estadounidenses de lograr mediante el apalancamiento financiero lo que el Departamento de Estado, la CIA y el Pentágono no pudieron lograr militarmente.

En cualquier caso, el regalo de despedida de Biden del desagradable bombardeo de los centros talibanes solo puede convencer al nuevo liderazgo de solidificar sus negociaciones con sus vecinos regionales más cercanos con su promesa de ayudar a salvar a Afganistán de cualquier intento estadounidense, británico o de la OTAN de regresar y "restaurar la democracia". El mundo ha visto suficiente del “orden basado en reglas” del secretario de Estado Antony Blinken y de la pretendida historia del presidente Biden en cuya mitología se seguirá basando la política estadounidense.

Nota

[1] Archivo de Seguridad Nacional, 29 de enero de 2019. Documentos desclasificados muestran el miedo de Moscú a un cambio de bando afgano, ..https://nsarchive.gwu.edu/briefing-book/afghanistan-russia-programs/2019. invasion-afghanistan-1979-not-trumps-terrorists-ni-zbigs-warm-water-ports , Lista de Johnson de Rusia, 17 de agosto de 2021, # 14 .

 

Michael Hudson  es un antiguo economista de Wall Street. Distinguido profesor e investigador de la Universidad de Missouri, en la ciudad de Kansas (UMKC), es autor de numerosos libros, incluidos Super Imperialism: The Economic Strategy of American Empire (nueva edición en Pluto Press, 2002). Su nuevo libro es: Killing the Host: How Financial Parasites and Debt Bondage Destroy the Global Economy (edición digital de CounterPunch).

Fuente:

https://michael-hudson.com/ Fuente  en castellano Sin Permiso https://www.sinpermiso.info/textos/biden-sus-asesores-y-la-derrota-afgana

Tradución .Enrique García
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Nota del blog .-


Afganistán vivió un momento de gran esperanza con el gobierno del Partido Democrático Popular   en los '70 y '80, que sí hizo grandes esfuerzos por hacer avanzar los derechos democráticos y sociales de toda la población, incluyendo los de las mujeres, pero topó con los intereses de los traficantes de opio y con sectores importantes   ancestrales  obviando las  ventajas de un Estado democrático social y laico radical,  y  la desenfrenada oposición   americana y su adláteres en vez apoyarlos lo hizo la URRS y entonces apoyaron a Ben Laden  y la parte contraria interesándoles  bien poco  la situación en que caían las mujeres  cuando   los  muyahidines  fueron  sacados   por los talibanes  y  tomaron el poder   tras ese impase  y  de esas lluvias vinieron estos lodos .

Ahora han lanzado una campaña mundial para la protección de las mujeres que quedarán a merced de los talibanes al  conquistar de nuevo el poder tras el impase de la ocupación extranjera. Pero sí que sorprende que nada de esto se organizase cuando los terroristas de al Qaeda o el Daesh casi conquistaron Siria o se hicieron con el poder en Libia. ¿Acaso las mujeres no pasaron de vivir en gobiernos donde se protegían sus derechos a estar bajo el yugo de terroristas peores que el talibán? . Pero claro, como esas operaciones estaban bendecidas por Occidente, la situación de la mujer no era  importante . lo era mucho más acabar  con los antiguos aliados  pro soviéticos …O tener obediencia como   tuvo que hacer  el Egipto post Nasser.  Así  de nuevo   estamos bailando, otra vez, al son que nos tocan los  mismos . El silencio de la OTAN es llamativo

En Afganistán, la OTAN ha quedado como un tigre de papel. Se puede ver como una victoria de la inteligencia colectiva de estos grupos de combatientes frente a la inteligencia artificial y todas las teorías de la contrainsurgencia. Pero nada, firmemos todas las recogidas de firmas habidas y por haber y ayudemos a los que  huyen y así  se sentirán  mejor con  ellos mismos, y  su retirada  con sus cipayos , mientras mean por nosotros y nos dicen que es que llueve. Y olvidemos los casi 200.000 mil muertos de  esta aventura imperial   según cifras  no oficiales , las oficiales no llegan ni a la mitad .Y recordemos que ya habia 2.5 millones de  exiliados repartidos en 70 pasies

  Da la  impresión   que   esta victoria de los talibanes  choca tanto con el pensamiento occidental y el eurocentrismo instalado en la gran mayoría de quienes pretenden contar -con  conocimiento y muchos  con  buena  intención o no - lo que está ocurriendo por la información de los medios hegemónicos y también  los análisis superficiales que muchos sectores de derecha a “izquierda” intentan hacer de la situación. Y me recuerda varias  hechos   por ejemplo:1) cuando Japón derrotó a Rusia allá por el principio del siglo XX .Y la gran sorpresa de como un país asiático  venciera a uno europeo .2) La derrota de Gordon en Jartum .3) Corea .4) Vietnam o el propio Afganistán ante los ingleses u otros en el siglo XIX (1) .  Y por otra  parte  hicieron esta retirada a escondidas  para  disimular  su derrota ,    sobre todo  porque no los pudieron  MANEJAR  a su gusto  contra  sus vecinos , rusos ,chinos , iraníes . Si no al revés  los talibanes  se volvieron contra ellos . Ahí quedo la inmensa base de  Bakgram  , su propia embajada  y un montón de  armas. Y al igual otras  bases . El gobierno huyo  el primero  y luego sálvese quien pueda . Dejando un narco estado tras ellos .Y  más  de  2 a 3  billones de dólares  en  los 20 años ,- aún no sabemos ni la cifra exacta. Mucho más que el  plan Marshall  en la Europa después del 1945  . Y nada quedo fuera de  crear un estado títere  corrupto  incluidas las oenegés acompañantes (2).   Al  ex presidente  no le cabían los dólares en el helicóptero en que huyo , pero se llevó 165 millones a  los emiratos .   Incluso tuvieron  que enviar más tropas para proteger el aeropuerto  mientras  los talibanes intentaban impedir  su llegada  . Y ahí vino el caos  unos a salir y otros entrar . Mientras a fuera  se agolpó la gente , al sálvese quien pueda.

Y hoy a 23 agosto siguen lo mismo. Se creyeron  sus propias mentiras ; no fue una conquista fue como una sublevación  simultánea ..donde  se fueron añadiendo  zonas y zonas  , mientras  que el ejército y la policía se pasaba en bloque a ellos ,los talibanes de Kabul ya estaban allí  . Es increíble   la huida , los americanos ya  han salido todos  menos las tropas de aeropuerto , pero abandonaron su base  que era de donde debían haber salido  la mayoría  de ellos  y dejar el aeropuerto para los aliados   de la OTAN . Se ve que  la  OTAN si no está  pegada a los americanos está perdida . Así  fue  el caos . Cada uno a salvar  los suyos . Se creyeron además que el ejército de 300 mil  que dejaban ahí  les iba a proteger y darles tiempo a salir tranquilamente pero se les paso al enemigo sin resistencia y  tan rápido  que los cogió  con los pantalones caídos...el caos de las últimas semanas es un fracaso principalmente del establishment militar y de la inteligencia estadounidense  Sus cálculos y estimaciones no es que hayan fallado, es que no han estado ni remotamente cerca de la realidad.

 Sorprende además que aquel gobierno socialista apoyado por la URSS  y  luego de que ella se retiró ,  no les sirvió a los americanos , pero aguantaron  durante TRES  años a pesar del apoyo americano , saudí y pakistaní   talibanizando el país  contra los muyhaidines , haciéndolos  servir de carne de cañón .  Y estos después de 20 años de guerra . al retirarse  en  un MES  les tomaron  el país  y en  TRES días  Kabul  pacíficamente  . Esa es la gran derrota americana y otánica . La mayoría  de los talibanes son campesinos y su ejército real no pasan de 75 mil .  Su derrota  es similar  como  cuando  Napoleón invadió Rusia  . O  Iberia  .Ni tampoco  fueron capaces de ver  el  nacionalismo afgano que logro unir a todas la tribus  en esta  ofensiva simultánea  .Lo cual demuestra   su identidad  nacional fuera  de dudas   . Nada  nuevo  si miramos su pasado .Se creyeron aquello del final de la historia de  Fukuyama y tirar para adelante asalto tras asalto   , para con un fracaso tapar otro, hasta el final  , así  han redactado   su final en  Asia y nada volverá a ser lo que fue en Oriente ni en Occidente.  A Occidente  les acabo el " gran juego" geopolítico en ese "pivote"  continental... Veremos que juego  sacan ahora ...Biden sigue bombardeando en Siria a las milicias  iranies y sigue utilizando el DAES , y no es de ahora(3)

Nota (1)https://www.sinpermiso.info/textos/la-derrota-del-imperio-britanico-en-afganistan

Nota (2) ..https://www.sinpermiso.info/textos/afganistan-visto-por-las-mujeres-de-rawa
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 Nota  (3)https://blogs.publico.es/puntoyseguido/6837/en-que-consiste-el-enfoque-4-r-de-biden-para-siria/
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

sábado, 21 de agosto de 2021

Los hijos bastardos de Hayek .

                                                                                        


 Los hijos bastardos de Hayek

Quinn Slobodian

Un relato obstinado sobre los últimos años pretende que el populismo de derecha es una reacción social contra algo llamado neoliberalismo. Es falso

 Suele definirse el neoliberalismo como un determinado fundamentalismo mercantil, o como la creencia en un conjunto básico de ideas: todo en este mundo tiene un precio, las fronteras son obsoletas, la economía mundial debería reemplazar a los Estados nación y la vida humana es reductible al ciclo de ganar, gastar, tomar crédito y morir.

 Por el contrario, la «nueva» derecha creería en el pueblo, en la soberanía nacional y en la importancia de la cultura. Hoy que los partidos tradicionales pierden cada vez más votos, las élites que promovieron el neoliberalismo estarían cosechando los frutos de la desigualdad y la erosión de la democracia que sembraron.

 Pero este relato es falso. De hecho, basta prestar atención para notar que algunas facciones importantes de la derecha emergente son cepas mutantes del neoliberalismo. Después de todo, los denominados partidos «populistas de derecha», desde EEUU hasta Gran Bretaña y Austria, no son ángeles vengadores que habrían sido enviados a destruir la globalización económica. No tienen ningún plan para someter al capital financiero, restaurar las garantías laborales de la época dorada ni terminar con el comercio mundial.

 En líneas generales, los proyectos de estos denominados populistas para privatizar, desregular y recortar los impuestos surgen del mismo libreto que vienen utilizando los dueños del mundo hace treinta años.

 Comprender el neoliberalismo como una hipermercantilización apocalíptica del mundo es un error y solo genera desorientación.

 Como bien demuestran muchos autores, lejos de evocar un capitalismo sin Estado, los neoliberales que se organizaron en la Sociedad Mont Pelerin fundada por Friedrich Hayek --que en los años 1950 se servía del término «neoliberalismo» para describir sus propias ideas--, reflexionaron durante casi un siglo sobre cómo reformular el Estado para restringir la democracia sin eliminarla, y sobre la utilidad que tienen las instituciones nacionales y supranacionales a la hora de proteger la competencia y el intercambio.

 Cuando comprendemos que el neoliberalismo es el proyecto de restructurar el Estado para salvar al capitalismo, su supuesta oposición al populismo de derecha empieza a disolverse.

Tanto los neoliberales como la nueva derecha desprecian el igualitarismo, la justicia económica mundial y cualquier tipo de solidaridad que se extienda más allá de las fronteras nacionales. Ambos perciben al capitalismo como algo inevitable y juzgan a los ciudadanos bajo los estándares de la productividad y la eficiencia. Tal vez más sorprendente es que ambos alimentan su espíritu en el mismo panteón de héroes. Un buen ejemplo es Hayek, figura incuestionable a ambos lados de la supuesta grieta neoliberales/populistas.

 En el discurso que Steve Bannon pronunció en 2018 junto a Marine Le Pen, en el marco de un congreso partidario del Frente Nacional, condenó a las «élites» y a los «globalistas» y se sirvió de la metáfora del camino a la servidumbre, invocando así la autoridad y el nombre del maestro.

 Bannon también había citado a Hayek la semana anterior. En ese ocasión había sido convocado por Roger Köppel, editor de la revista Wirtschaftswoche y miembro del Partido Popular Suizo y de la Sociedad Friedrich Hayek. Durante el evento, Köppel le mostró a Bannon uno de los primeros números de la revista y agregó sotto voce que era «de 1933», época en la que la publicación promovía el golpe de Estado nazi.

 «Dejen que los llamen racistas», dijo Bannon sin ningún recato, «dejen que los llamen xenófobos. Dejen que los llamen nativistas. Usen estas palabras como insignias». El objetivo de los populistas, afirmó, no pasa por maximizar el valor de los accionistas, sino por «maximizar el valor de los ciudadanos». Esto sonó menos como un rechazo del neoliberalismo que como una profundización de su lógica económica en el corazón de la identidad colectiva. Más que descartar la idea neoliberal del capital humano, los populistas la combinan con la identidad nacional en un discurso sobre la Nación con mayúsculas.

Antes de dejar Europa, Bannon también tuvo la oportunidad de reunirse con Alice Weidel, exasesora de Goldman Sachs, dirigente del partido populista de derecha Alternativa para Alemania (AfD) y miembro de la Sociedad Hayek hasta comienzos de 2021. Otro representante de AfD es Peter Boehringer: exblogger libertario y consultor, también miembro de la Sociedad Hayek y hoy delegado de la Bundestag por Amberg (Baviera) y presidente del comité de presupuesto del parlamento.

En septiembre de 2017, Breitbart, sitio web de noticias del que Bannon fue presidente ejecutivo, entrevistó a Beatrix von Storch, diputada y dirigente de AfD que también es miembro de la Sociedad Hayek. Aprovechó la oportunidad para contar que Hayek la había inspirado en su compromiso con la «recuperación de la familia». En la ciudad vecina de Austria, Barbara Kolm, encargada de negociar la efímera coalición entre el Partido de la Libertad y el Partido Popular, fue a la vez directora del Instituto Hayek de Viena, miembro de la comisión que pretendía crear zonas especiales desreguladas en Honduras y miembro de la Sociedad Mont Pelerin.

 En fin, todo esto para decir que, durante los últimos años, no asistimos tanto a un choque de tendencias opuestas como a la emergencia pública de una disputa de larga data en el bando capitalista, que gira en torno a los medios necesarios para mantener vivo el libre mercado. Irónicamente, el conflicto que dividió a los denominados «globalistas» de los populistas estalló en los años 1990, esa época en la que muchos pensaron que el neoliberalismo había conquistado el mundo.

¿Qué es el neoliberalismo?

Con frecuencia se piensa que el neoliberalismo es un conjunto de soluciones, un plan de diez pasos para destruir la solidaridad social y el Estado de bienestar.

Naomi Klein lo define como una «doctrina del shock»: se abalanza en épocas de desastre, vacía y vende los servicios públicos y transfiere el poder del Estado a las empresas.

El Consenso de Washington, analizado en 1989 por el economista John Williamson, es el ejemplo más célebre del neoliberalismo como receta: una lista de deberes para los países en vías de desarrollo, que van de reformas fiscales a privatizaciones, pasando por distintos tipos de apertura comercial.

Desde esta perspectiva, el neoliberalismo parece un libro de cocina, una panacea y una fórmula que vale en todos los casos.

Pero las obras de los neoliberales nos brindan una imagen muy distinta y, si queremos explicar las manifestaciones políticas aparentemente contradictorias de la derecha, es necesario que las estudiemos. Entonces descubriremos que el pensamiento neoliberal no está hecho de soluciones, sino de problemas.

 Los jueces, los dictadores, los banqueros o los empresarios, ¿son guardianes confiables del orden económico? ¿Hay que crear y desarrollar instituciones? ¿Cómo lograr que la gente acepte los mercados a pesar de que suelen ser crueles?

El problema que más perturbó a los neoliberales durante los últimos setenta años es el del equilibrio entre el capitalismo y la democracia. El sufragio universal envalentonó a las masas, siempre dispuestas a hacer descarrillar la economía de mercado sirviéndose del voto para «extorsionar» a los políticos a cambio de favores --así lo perciben ellos-- y drenar las arcas del Estado. Muchos neoliberales pensaban que la democracia tenía un sesgo inherente hacia el socialismo.

Entonces, sus desacuerdos giraban sobre todo en torno a la elección de las instituciones capaces de salvar al capitalismo de la democracia. Algunos defendían el retorno al patrón oro, mientras que otros argumentaban que el valor de las monedas nacionales debería flotar libremente. Algunos lucharon a favor de agresivas políticas antimonopolios, mientras que otros pensaban que ciertas formas de monopolio eran aceptables. Algunos pensaban que las ideas debería circular libremente, mientras que otros defendían los derechos de propiedad intelectual. Algunos pensaban que la religión era una condición necesaria en una sociedad liberal, mientras que otros creían que era prescindible.

La mayoría consideraba a la familia tradicional como la unidad social y económica básica, pero otros no estaban de acuerdo. Algunos percibían al neoliberalismo como una forma de diseñar la mejor constitución posible, mientras que otros pensaban que una constitución democrática era --en una metáfora con una memorable connotación de género-- «un cinturón de castidad cuya llave está siempre al alcance de quien lo usa».

Sin embargo, comparado con otros movimientos intelectuales y políticos, el movimiento neoliberal siempre se caracterizó por una sorprendente ausencia de divisiones sectarias. Desde la década de 1940 hasta la de 1980, el centro se mantuvo más o menos intacto.

El único conflicto interno importante se dio en los años 1960, cuando se distanció uno de los principales representantes del movimiento: el economista alemán Wilhelm Röpke, considerado con frecuencia como el padre intelectual de la economía social de mercado.

El que Röpke haya abandonado a sus compañeros mientras defendía abiertamente el apartheid sudafricano y luego de adoptar ciertas teorías biológicas racistas, que planteaban que la herencia genética occidental era una precondición para el funcionamiento de la sociedad capitalista, terminaría siendo un presagio de los conflictos que vinieron luego.

Mientras que, en los años 1960, la defensa de la blancura era una posición más bien periférica, durante las décadas siguientes empezó a fragmentar a los neoliberales.

Aunque en principio puede parecer contradictorio combinar la xenofobia y el ataque a los inmigrantes con el neoliberalismo --esa supuesta filosofía de las fronteras abiertas-- este no era en absoluto el caso en el sitio donde nació esta doctrina: la Gran Bretaña de Thatcher.

En 1978, Hayek, convertido en ciudadano británico luego de emigrar de la Austria fascista, escribió una serie de artículos en apoyo al llamamiento de Thatcher a «terminar con la inmigración», lanzado durante la campaña que la llevaría a primer ministro.

Para defender su posición, Hayek recordó las dificultades que había enfrentado Viena, capital donde él había nacido en 1899, cuando llegaron «grandes contingentes de gallegos y judíos polacos» desde el este antes de la Primera Guera Mundial y afrontaron grandes dificultades para integrarse.

Era triste pero real, escribió Hayek, que «sin importar cuánto se comprometa el hombre moderno con el ideal de que las mismas reglas deben valer para todos los hombres, lo aplica de hecho únicamente a quienes considera que son parecidos a él mismo, y es solo muy lentamente que aprende a expandir el rango de aquellos a los que acepta como sus semejantes».

Aunque estaba lejos de ser definitiva, esta sugerencia de que se necesitaba una cultura común o una identidad de grupo para garantizar el funcionamiento del mercado implicaba un giro respecto a la hoja de ruta de la sociedad neoliberal, fundada más bien sobre la noción universalista de que las mismas leyes debían valer para todos los seres humanos.

Esta nueva actitud restrictiva encontró cierta resonancia, particularmente entre los neoliberales británicos que, a diferencia de las tendencias liberales de los estadounidenses, siempre se habían inclinado hacia los conservadores. Hay que recordar que Enoch Powell, de quien caben sospechar muchas cosas menos alguna simpatía por la inmigración de los no blancos, fue miembro de la Sociedad Mont Pelerin y tomó la palabra en muchas de sus reuniones.

Como sea, una de las novedades de los años 1970 fue que la retórica de Hayek que ensalzaba los valores conservadores empezó a combinarse con la influencia de una nueva filosofía: la sociobiología, que a su vez se nutría de la cibernética, la etología y la teoría de sistemas. La sociobiología tomó su nombre del título de un libro de E. O. Wilson, biólogo de Harvard. La obra sostenía que la conducta humana individual podía ser explicada por la misma lógica evolutiva que la de los animales y otros organismos. Todos buscábamos maximizar la reproducción de nuestro material genético. Los rasgos de los humanos caían bajo el mismo esquema: las presiones de la selección erradican los rasgos menos útiles y multiplican los más útiles.

La sociobiología sedujo a Hayek, pero el austriaco no se privó de cuestionar que la disciplina pusiera tanto énfasis en los genes. En cambio, él sostenía que los cambios a nivel humano se explicaban mejor por ciertos procesos que denominó «evolución cultural». Así como en los años 1950 y 1960, los conservadores de EEUU habían promovido el llamado «fusionismo» entre el liberalismo libertario y el conservadurismo cultural --proyecto que condensaba en la revista National Review de William F. Buckley--, la inclinación científica de Hayek terminó creando un nuevo fusionismo que generó un espacio conceptual susceptible de recibir préstamos dispersos de la psicología evolucionista, de la antropología cultural y hasta de una revitalizada ciencia de la raza. Durante las décadas siguientes, las cepas del neoliberalismo se combinaron en distintas ocasiones con las cepas del neonaturalismo.

A comienzos de los años 1980, Hayek había empezaron a decir que la tradición era un ingrediente necesario de la «buena sociedad». En 1982, frente a un auditorio de la Fundación Heritage, afirmó que «nuestra herencia moral» era el fundamento de una sociedad de mercado saludable. En 1984 escribió que «debemos volver a un mundo en el que no solo la razón, sino la razón y la moral, como socios de iguales derechos, deben gobernar nuestras vidas, y donde la verdad de la moral es simplemente una tradición moral específica, la del Occidente cristiano, origen de la moral de la civilización moderna».

La conclusión era obvia. Algunas sociedades habían desarrollado ciertos rasgos culturales característicos como la responsabilidad personal, el ingenio, la acción racional y cierta preferencia temporal, mientras que otras no.

Dado que estos rasgos no eran fácilmente adquiribles ni trasplantables, aquellas sociedades culturalmente menos evolucionadas --en otras palabras, el mundo «en vías de desarrollo»-- debían afrontar un largo período de difusión antes de alcanzar a Occidente (aunque sin garantías de llegar a buen puerto).

Raza y nación

En 1989, la historia intervino y cayó el Muro de Berlín. Luego de este acontecimiento inesperado, la cuestión de si las culturas típicas del capitalismo podían ser trasplantadas o debían crecer orgánicamente cobró gran relevancia. La «transicionología» se transformó en nuevo campo de estudio cuando los especialistas en ciencias sociales se abocaron al problema de convertir a los países comunistas al capitalismo.

En 1991, Hayek fue premiado por George H. W. Bush con la Medalla Presidencial de la Libertad. El exmandatario lo definió en aquella ocasión como un «visionario» cuyas ideas habían sido «validadas ante la mirada de todo el mundo». Uno tendería a pensar que los neoliberales se pasaron el resto de la década revolcándose en su autocomplacencia y puliendo los bustos de Mises para exhibirlos en todas las universidades y librerías de Europa del Este.

Sin embargo, sucedió todo lo contrario. Recordemos que el enemigo principal de los neoliberales desde los años 1930 no había sido la Unión Soviética, sino la socialdemocracia occidental. La caída del comunismo significaba que el verdadero enemigo contaba con nuevos campos para expandirse. Como dijo en 1990 James M. Buchanan, presidente de la sociedad Mont Pelerin, «el socialismo está muerto, pero Leviatán vive».

Para los neoliberales, los años 1990 planteaban tres ejes de reflexión. En primer lugar, ¿podía el recientemente liberado bloque comunista convertirse en un agente de mercado responsable de la noche a la mañana? ¿Qué necesitaba para hacerlo? En segundo lugar, ¿era la integración europea el heraldo de un continente neoliberal o era simplemente la expansión de un súper-Estado que fomentaría políticas de bienestar, derechos laborales y redistribución? Y, por último, las transformaciones demográficas: una población blanca cada vez más vieja frente a una población no blanca que no paraba de crecer. ¿Es posible que existan algunas culturas --e incluso algunas razas-- mejor predispuestas al mercado que otras?

Los años 1990 abrieron una grieta en el campo neoliberal que separó a aquellos que creían en las instituciones supranacionales, como la UE, la OMC y las leyes de inversión internacional --podemos llamarlos «globalistas»-- de aquellos que sentían que la soberanía nacional --o tal vez la creación de unidades soberanas más pequeñas-- servía mejor a los objetivos del neoliberalismo. Tal vez aquí se generó la base sobre la que se encontraron muchos años más tarde los populistas y los libertarios que dirigieron la campaña por el Brexit.

La influencia creciente de las ideas de Hayek sobre la evolución cultural y la popularidad que empezaron a ganar las neurociencias y la psicología evolucionista, hicieron que mucha gente del campo separatista empezara a prestarle atención a las ciencias duras. Para algunos, la investigación sobre los fundamentos del mercado debía «profundizar en el cerebro», como se lee en el título de un artículo de 2000 escrito por Charles Murray, miembro de la Sociedad Mont Pelerin.

Las crisis que vinieron después de 2008 llevaron las tensiones entre los dos campos neoliberales a un punto crítico. Durante 2015, la llegada de más de un millón de refugiados a Europa generó las condiciones para que surgiera un nuevo híbrido político triunfante, que combinaba la xenofobia con los valores de libre mercado. Es importante ser muy claros cuando se trata de separar lo que hay de nuevo en la derecha de aquello que es una herencia del pasado reciente.

La campaña derechista por el Brexit, por ejemplo, se apoyó sobre una base política construida por la mismísima Thatcher. En un célebre discurso pronunciado en 1988 en Brujas, Thatcher declaró que «no hicimos retroceder las fronteras del Estado en Gran Bretaña solo para quedarnos con los brazos cruzados mientras Europa vuelve a imponerlas mediante un súper-Estado que controla todo desde Bruselas».

Al año siguiente, inspirándose en el discurso de Lord Ralph Harris, antiguo miembro de la Sociedad Mont Pelerin y fundador del Instituto de Asuntos Económicos, creó el Grupo de Brujas.

Hoy, el sitio web de este grupo reivindica con orgullo haber sido la «punta de lanza en la batalla intelectual que llevó a conquistar los votos para abandonar la Unión Europea». Entonces, en este caso, los denominados populistas vienen directamente de las filas neoliberales.

Si bien los defensores del Brexit ensalzan sobre todo la nación, en Alemania y en Austria la referencia a la naturaleza es más evidente. Tal vez lo más impactante de este nuevo fusionismo es la manera en que combina los supuestos neoliberales sobre el mercado con una dudosa psicología social. Se destaca cierta fijación con el tema de la inteligencia. A pesar de que solemos asociar el término «capital cognitivo» con los teóricos marxistas italianos y franceses, el neoliberal Charles Murray lo utilizó en su libro The Bell Curve, publicado en 1994, para describir lo que consideraban que eran diferencias de grupo parcialmente hereditarias en el campo de inteligencia, susceptibles de ser cuantificadas como CI.

Otro caso es el sociólogo alemán Erich Weede, cofundador de la Sociedad Hayek --y galardonado también con la Medalla Hayek en 2012--, que sigue al teórico de la raza Richard Lynn para sostener que la inteligencia es el principal determinante del crecimiento económico. O Thilo Sarrazin, para quien la riqueza y la pobreza de las naciones no se explica por la historia, sino por una serie de intrincadas cualidades que determinan a sus poblaciones. El libro de este antiguo miembro de la dirección del Bundesbank, titulado Germany Does Itself In [Alemania se lastima a sí misma], vendió cerca de un millón y medio de copias en Alemania y contribuyó al éxito de partidos islamofóbicos como el AfD. Sarrazin también cita a Lynn y a otros investigadores de la inteligencia para argumentar contra la inmigración proveniente de los países de mayoría musulmana en función del CI.

De esta forma, los neoliberales de derecha asignan promedios de inteligencia a los distintos países de un modo que colectiviza y convierte en algo innato el concepto de «capital humano». Su discurso se completa con alusiones a los valores y a las tradiciones, que es imposible captar en términos estadísticos y mediante los que recrean las nociones de carácter y esencia nacionales.

El nuevo fusionismo entre neoliberalismo y neonaturalismo brinda un lenguaje que propone, no el universalismo panhumanista del mercado, sino una visión del mundo segmentada en función de la cultura y de la biología.

Las consecuencias de esta nueva concepción de la naturaleza humana se extienden mucho más allá de los partidos populistas, hasta alcanzar al separatismo de las derechas alternativas y al nacionalismo blanco.

Menos ruptura que continuidad

 No todos los neoliberales adoptaron este giro hacia estos conceptos excluyentes de cultura y de raza. También están los que lo critican por considerarlo una apropiación violenta del legado cosmopolita de Hayek y Mises, comandada por una horda de xenófobos intolerantes. Sin embargo, la vehemencia de sus protestas oculta el hecho de que estos hipotéticos bárbaros populistas que golpean las puertas de la ciudad se nutrieron de sus productos.

 Un ejemplo impactante es el de Václav Klaus, uno de los favoritos del movimiento neoliberal de los 1990 en virtud de las políticas que tomó como ministro de Finanzas, primer ministro y presidente de la República Checa poscomunista. Klaus fue un férreo defensor de la terapia de shock durante la transición, miembro de la Sociedad Mont Pelerin y frecuente conferencista durante sus encuentros. Siempre dijo que Hayek era su intelectual favorito. En 2013, Klaus se convirtió en investigador principal del Instituto Cato, baluarte del liberalismo libertario cosmopolita.

 Sin embargo, es interesante observar su trayectoria. Comenzó en los años 1990 combinando la exigencia de un Estado fuerte en el momento de la transición con la típica declaración hayekiana de la incognoscibilidad del mercado. En la década siguiente, apuntó sus cañones principalmente contra las políticas medioambientales de la Unión Europea. A comienzos de los años 2000, se había convertido en un negador absoluto del cambio climático, tema sobre el que escribió un libro en 2008: Blue Planet in Green Shackles [planeta azul con grilletes verdes].

 En los años 2010, Klaus se enamoró del movimiento populista y empezó a exigir el fin de la Unión Europea, el retorno del Estado nación y el cierre de fronteras frente a la inmigración.

 Pero su tambaleante giro a la derecha no lo llevó a romper con el movimiento neoliberal organizado.

 Mientras la Sociedad Mont Pelerin posaba con una conferencia sobre «la amenaza populista contra la buena sociedad», Klaus argumentaba en uno de los encuentros de ese mismo año que «la migración masiva en Europa [...] amenaza con destruir la sociedad europea y crear una nueva Europa que será muy diferente a la del pasado y a las ideas de la Sociedad Mont Pelerin». Mientras traza rayas infranqueables en las que encierra a determinadas personas, Klaus defiende, junto a los partidos de extrema derecha con los que colabora en el Parlamento Europeo, el libre mercado y el libre flujo del capital.

 En síntesis, se describe mejor a los ideólogos del tipo de Klaus llamándolos libertarios xenófobos en vez de populistas. Son menos unos supuestos enemigos del neoliberalismo avanzando por el campo con antorchas y rastrillos, que sus propios hijos, nutridos por décadas con las conversaciones y los debates sobre los parches que necesita el capitalismo para sobrevivir.

 La nueva cepa piensa que el parche está en la raza, en la cultura y en la nación: una filosofía promercado, que dejó de apoyarse en la idea de que todos somos iguales, para sostener que somos esencialmente diferentes. Pero, más allá del furor que genera el ascenso de una supuesta nueva derecha, lo cierto es que la geometría de nuestra época no cambió. Exagerar la ruptura implica perder de vista su continuidad elemental.

 https://jacobinlat.com/2021/07/16/los-hijos-bastardos-de-hayek-las-raices-neoliberales-de-la-derecha-populista/

 

viernes, 20 de agosto de 2021

El mito de la Transición pacífica.

 

                                                                               


 

La historiadora Sophie Baby reedita El mito de la Transición pacífica. Violencia y política en España (1975-1982)

Una Transición de leyenda





Enric  Llopis .

Un balance de 19 muertos –y 53 acciones violentas- en el último trimestre de 1975 en el estado español: ocho de ellos víctimas de las fuerzas del orden, uno de la extrema derecha, cuatro del GRAPO y seis de ETA.

El 22 de abril de 1975 en Getxo (Bizkaia), un atentado de ETA terminó con la vida del inspector de policía José Ramón González. Cuatro días después se declaró, durante tres meses, el Estado de Excepción en Bizkaia y Gipuzkoa. Barcelona, 5 de diciembre de 1982: tres policías matan al dirigente histórico de los GRAPO Juan Martín Luna (pocos días antes Felipe González había accedido a la presidencia del Gobierno).

Es el recorrido temporal que plantea el libro de la historiadora Sophie Baby El mito de la Transición pacífica. Violencia y política en España (1975-1982), publicado por Akal en 2018 y reeditado por esta editorial en junio.

“La violencia política ocurrida a lo largo de la Transición constituye un fenómeno generalizado”, afirma la profesora de Historia Contemporánea en la Universidad de Bourgogne (Francia). “¿Una transición no violenta?”, se pregunta en el volumen de 784 páginas. Tal vez la obra puede resumirse como “el desmoronamiento de un mito”, según expresión de la autora.

Sophie Baby registra 3.200 acontecimientos violentos y 714 muertos en España durante los siete años analizados (estimación de mínimos). Y compara la estadística con los datos que la socióloga Isabelle Sommier apunta en el caso de Francia: cerca de 900 acciones violentas entre 1968 y 1974, sin apenas víctimas mortales; o en el caso de Italia: 12.600 acciones violentas y 362 muertos entre 1969 y 1980, según el Ministerio del Interior italiano.

De las 714 muertes recogidas por la autora en España, durante siete años, 178 corresponden a la violencia estatal y 536 a “actores de la violencia contestataria”, principalmente ETA (376) y en menor medida los GRAPO (66); por otra parte, las acciones perpetradas por grupos de extrema derecha ocasionaron 67 víctimas mortales.

En cuanto a los acontecimientos violentos durante el periodo, 1.020 tienen la autoría de ETA y 890 fueron perpetrados por la ultraderecha. Otro hecho significativo, según el balance de la investigadora, es la relevancia que adquiere Euskal Herria (País Vasco y Navarra): el 47% de las acciones violentas y el 63% de las muertes, entre 1975 y 1982, en el estado español.

Sophie Baby es coeditora de los libros Violencia y transiciones políticas a finales del siglo XX. Europa del Sur-América Latina (2009) y Condamner le passé? Mémoires des passes autoritaires en Europe et Amérique Latine (2019). En el texto de Akal detalla que, en la Transición española, el mayor porcentaje de muertes por acciones violentas es el que afecta a los cuerpos armados –agregado de militares, guardias civiles y policías-, que alcanzó el 37%, seguido de los civiles anónimos (29%).

Respecto a la violencia ultraderechista, Sophie Baby hace referencia a una “dispersión de actores”. Así, de las cerca de 900 acciones perpetradas por la extrema derecha, la mayor parte (91 y 38 muertos) son obra de bandas que se dedican a la guerra sucia, por ejemplo Antiterrorismo ETA, el Batallón Vasco Español y la Triple A; el segundo de los grupos en importancia es Fuerza Nueva (81 acciones y 14 muertos); seguido de los Guerrilleros de Cristo Rey (52 acciones y una muerte) y el Círculo Español de Amigos de Europa (CEDADE), con 38 acciones violentas.

“Es en Madrid donde Fuerza Nueva (FN) realiza la mitad de sus fechorías”, resalta la profesora, aunque el partido tiene también una implantación destacada en Valladolid y Málaga. Un comando de FN asesina en febrero de 1980, en la capital del estado, a la estudiante de 19 años Yolanda González, militante del Partido Socialista de los Trabajadores. Integrantes de FNparticiparon –en enero de 1977- en el atentado terrorista contra el despacho de abogados laboralistas de la calle Atocha, en Madrid, con un balance de cinco asesinados y cuatro heridos graves.

Además la autora de El mito de la Transición se refiere a la actividad, principalmente entre 1975 y 1977, en Madrid y Bilbao, de los Guerrilleros de Cristo Rey (GCR). “Atentan contra comercios propiedad de nacionalistas vascos y librerías progresistas, y alternan las amenazas con las acciones reales –que ejecutan en la mayoría de los casos mediante el lanzamiento de cócteles molotov, aunque de cuando en cuando las refuercen con cartuchos de dinamita”. El 23 de enero de 1977 un pistolero de los GCR asesina en Madrid al joven Arturo Ruiz durante una manifestación pro amnistía.

Por otra parte, Sophie Bavie detalla que el Batallón Vasco Español (BVE) fue responsable, entre 1976 y 1982, de cerca de 50 atentados y una treintena de crímenes (la mitad de ellos en Gipuzkoa y Bizkaia, y un tercio en el País Vasco Francés). Una parte muy significativa de estos atentados terroristas se concentraron en 1979 y 1980. Por ejemplo, el 25 de junio de 1979 el BVE asesinó en Bayona al refugiado Enrique Gómez Álvarez; y el 8 de mayo de 1980 reivindicó la violación y asesinato en San Sebastián de María José Bravo, de 16 años.

Actualmente se considera al BVE “autor de la primera ‘guerra sucia’, resultado de las acciones de una oscura mezcla de activistas neofascistas españoles, mercenarios extranjeros y miembros del hampa local, todos ellos amparados por mandos policiales del más alto nivel”, explica la investigadora.

Tras la muerte del dictador, se produjeron -entre octubre de 1975 y noviembre de 1977- dos años de acciones violentas “tumultuosas, urbanas y dispersas”. Son los años de plenitud de la ultraderecha, que concentra el 48% de las prácticas violentas en este periodo.

Uno de los hitos marcados por Sophie Baby es la Semana Negra del 23 al 28 de enero de 1977, que califica como “el momento más crítico de la Transición”: una decena de muertos en unos pocos días. Comienza con el asesinato de Arturo Ruiz y –el mismo día de la matanza de Atocha- la estudiante María Luz Nájera muere como consecuencia de un bote de humo lanzado por la policía, en una manifestación de protesta por la muerte de Arturo Ruiz. Este es el balance de 1977: un total de 517 acciones violentas; 24 muertes por la actuación de las fuerzas del orden; 11 de la extrema derecha; 15 de ETA y siete de los GRAPO.

Una vez entró en vigor la Constitución  (diciembre de 1978), la profesora de Historia destaca una fase de “expansión terrorista posconstitucional”: 120 muertos en nueve meses. Por ejemplo las manifestaciones “topan con el comportamiento brutal de las fuerzas de seguridad (…), dado que en 1979 mueren seis civiles como consecuencia de los disparos efectuados por la policía, bien con fuego real, bien con balas de goma; y entre esas víctimas figurarán un niño de 14 años en Madrid, y una joven, Gladys del Estal, fallecida durante la jornada mundial contra la energía nuclear en Tudela”, subraya en El mito de la Transición.

Proliferaron los casos de muerte por el gatillo fácil policial. Entre otras, la del militante comunista Francisco Caballero, ocurrida en noviembre de 1979 tras el disparo de dos policías de paisano que le dieron el alto cuando circulaba por Bilbao.

Otras formas de represión como la tortura suscitaron, en ocasiones, una notable respuesta ciudadana. Así ocurrió tras el fallecimiento en febrero de 1981 del integrante de ETA José Ignacio Arregui Izaguirre, detenido en Madrid, sometido a interrogatorios y torturado en la Dirección General de Seguridad. Miles de personas asistieron a su entierro en el municipio de Zizurkil, en Gipuzkoa; más de un centenar de presos vascos iniciaron una huelga de hambre y la protesta se extendió.

En 1981 se produjo el denominado caso Almería: tres jóvenes torturados hasta la muerte –y después calcinados- por agentes de la Guardia Civil en un cuartel abandonado. En la práctica de la tortura se especializaron policías como Roberto Conesa y Juan Antonio González Pacheco (Billy el Niño). La obra de Sophie Baby dedica además un epílogo a los GAL, cuya primera acción consistió en el secuestro del industrial Segundo Marey, el 4 de diciembre de 1983 en Hendaya. Este grupo terrorista, vinculado al aparato policial y el Ministerio del Interior, perpetró medio centenar de atentados y 28 asesinatos entre 1983 y 1986.