domingo, 2 de agosto de 2020

Juan Marsé, el cronista de los vencidos


 Fallece el escritor Juan Marsé


Juan Marsé, el cronista de los vencidos

 


 Fuente .- Brecha

 Proveniente de la clase trabajadora, autodidacta e insobornable, Juan Marsé fue una figura incómoda, que criticó sin restricciones a la Iglesia Católica, el franquismo, la burguesía, la educación y la política catalanas. Sensible y cascarrabias, su literatura creó un mundo habitado por personas derrotadas e idealismos muy golpeados, el retrato social y humano de una España de posguerra que le dolía en el alma.
Marsé es, sin duda, uno de los mejores narradores españoles de la segunda mitad del siglo XX. Asociado a la rica tradición novelística del realismo –desde una posición libre y heterodoxa–, personajes suyos han alimentado el imaginario de miles de lectores.
Su propia vida tuvo un comienzo de novela. Nacido en Barcelona en 1933, hijo de Domingo Faneca y Rosa Roca, el niño que debió llamarse Juan Faneca Roca acabó siendo Juan Marsé Carbó. Según el relato de Berta Carbó, un encuentro fortuito en un taxi con el padre biológico de aquel infante huérfano de madre posibilitó su adopción. Los datos aparecen en la extensa biografía Mientras llega la felicidad (2015), que Josep María Cuenca dedicó a Marsé.
El mismo libro nos entera de que, en realidad, las cosas no fueron tan así: Domingo Faneca y Pep Marsé, quien sería el padre adoptivo de Juan, se conocían de su paso por el independentista Estat Català –partido político fundado en 1922–, un vínculo que no convenía menear en la Barcelona de aquel entonces. Esa «historia del taxi» –apunta el biógrafo– fue un imaginativo relato de Berta que «ayudó a vivir mejor a su hijo». De todos modos, la naturaleza de esa identidad extrañada supuso una anomalía en la existencia de Marsé, que a partir de ese escenario resignifica su percepción del mundo: «Me hice escritor porque tengo un desajuste con la realidad que me rodea, mi país, mi ciudad, mi época… Eso me lleva a encontrar en la literatura un mundo de experiencias que no he tenido, pero que he soñado», afirmó en 2008, tras ganar el premio Cervantes, digno broche de oro de su carrera literaria.
Entre los homenajes publicados cuando se conoció la noticia de su muerte, el de Carles Geli detalla que los primeros recuerdos del niño fueron los bombardeos de la guerra «y la imagen bien nítida de él y de su padre llorando juntos en el balcón de su casa cuando la entrada de las tropas fascistas en Barcelona, el 26 de enero de 1939». La literatura de Marsé es un estado de posguerra casi eterno, él mismo lo señala, un tanto socarronamente: «En mis novelas sigo moviéndome en mi mundo de posguerra; ocurre que se ha hecho tan larga que me parece actual».
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El archivo popular
Durante su infancia devoraba los tebeos que su madre le compraba, las películas españolas, latinoamericanas y hollywoodenses que veía en los cines de barrio, las ajadas novelas de aventuras de Julio Verne, Edgard Wallace y Emilio Salgari, un archivo popular de expresiones culturales que configuraron su imaginación y se constituyeron en fuente inagotable de sus invenciones. En una época en que el consumo inmoderado de la ficción ayudaba a resistir la toxicidad de la sociedad franquista, el cine fue la mejor escuela para aquel niño que aprendió el oficio de narrar en sus butacas desastradas, llegando a concebir sus historias a partir de una sucesión de imágenes –no de ideas o palabras– ordenadas de tal modo que los lectores pudiesen «ver» lo narrado. Comparaba la búsqueda de esas imágenes con la manipulación de una colección de cromos capaces de recrear un mundo idílico que impugnase la realidad.
El archivo jugó, además, un papel central en su decisión de escribir en castellano, porque el aprendizaje de la escritura, decía, «tiene que ver con la lengua literaria que te resulta más familiar», y en su caso, aunque en su hogar se hablara catalán, era el castellano, por la influencia del cine y de la «literatura de quiosco». El nacionalismo y la condición bilingüe de la sociedad catalana fueron analizados por él en reiteradas ocasiones. En 1990 publicó El amante bilingüe, una novela paródica que plantea el conflicto a través de la esquizofrenia del protagonista. En el apogeo de su carrera, cuando la literatura catalana fue invitada de honor en la Feria del Libro de Fráncfort, y el Govern pidió a los principales autores catalanes en lengua castellana que acudiesen para apoyar a las letras en catalán, Marsé echó leña al fuego de una polémica encrespada: «Ir de telonero me parece el colmo», arguyó.
Últimas tardes con Teresa: Juan Marsé

Madrina literaria
De niño jugaba al fútbol, era arquero, igual que Camus y Nabokov. A los 13 años dejó los estudios para ayudar en su casa e ingresó de aprendiz al taller de una joyería. Al regreso del trabajo, un retrato de Edith Piaf acompañaba sus horas de escritura.
Marsé resistió durante un buen tiempo la idea de Cuenca de intentar su biografía, pero una vez concluida celebró que incluyese la correspondencia perdida con la escritora catalana Paulina Crusat (1900-1981), un personaje olvidado que tuvo un papel determinante en los comienzos de su carrera de escritor. En 1957, mientras se esforzaba en la joyería, compartía con su hada madrina sus inquietudes literarias. Crusat fue la primera persona que le dijo: «Ha nacido usted con el instinto de cómo se escribe». Gracias a ella, los textos que comienza a trabajar llegan a revistas como Ínsula.
En 1959 gana su primer premio literario, el Sésamo, de cuentos, por «Nada para morir», un texto impregnado del realismo social de la época. Durante el servicio militar en Ceuta nace la anécdota que desarrollará en el relato «Teniente Bravo», una crítica mordaz a la bravura obcecada de un militar franquista. También escribe 130 páginas de la novela que se convertirá en su ópera prima: Encerrados con un solo juguete, por la que un joven Vázquez Montalbán lo entrevista en el periódico falangista Solidaridad Nacional. En 1960, la novela es finalista del premio Biblioteca Breve. Ambientada en la posguerra, se centra en un grupo de jóvenes defraudados por una realidad que es resultado directo de la guerra librada por sus padres, que ni es la suya ni les permite crearse una identidad propia. Fue útil, sobre todo, para alertar sobre la aparición de un futuro talento literario.
La correspondencia con Crusat, que siguió hasta la década del 70, revela la madurez de un joven que creció entre privaciones y, al sincerarse con su interlocutora, se pinta con «escasa capacidad de cariño externo». Pronto empieza a colaborar en distintos medios de prensa, afilando una capacidad crítica de acidez sin parangón, que utiliza para radiografiar la nación múltiple y compleja que necesitaba entender. La misma competencia marca su narrativa.
Librería Cervantes : libros desde 1921

Amigos y no tanto
Sobraban méritos a un «escritor obrero», cuya literatura retrata el desencuentro entre la Barcelona de la burguesía y la del proletariado, para vincularse con el grupo de literatos y señoritos de izquierda que su propio cabecilla, el poeta y editor Carlos Barral, bautizó como Escuela de Barcelona: Jaime Gil de Biedma, Juan García Hortelano, Manuel Vázquez Montalbán, Terenci Moix, Eduardo Mendoza, Juan Goytisolo, integrantes de la generación del 50, también llamada del medio siglo o de los niños de la guerra, por abarcar a los nacidos cerca de 1920, que comenzaron a puntear alrededor de 1950. Pese a sus orígenes humildes, y a que siempre fue un fustigador incorruptible de la burguesía catalana y del nacionalismo, Marsé participó de varias iniciativas de esa gauche divine.
El poeta Gil de Biedma fue su amigo y mentor. Le sugirió que viajara a París, cosa que hizo, ganándose la vida como profesor de castellano, traductor y guionista. Flotaba en el aire parisino el perfume del compromiso sartriano. Trabajó, asimismo, en el Institut Pasteur como ayudante de laboratorio de Jacques-Lucien Monod, un biólogo condecorado con la Cruz de Guerra por sus servicios en la resistencia francesa, futuro ganador del premio Nobel. Tras los pasos comunistas de Monod, se afilia al partido, pero no dura mucho.
Geli evoca el estremecimiento que causó a un Marsé veinteañero la película Muerte de un ciclista (1955), dirigida por Juan Antonio Bardem, que desnudaba el estatus adquirido por la alta burguesía tras la guerra civil. Pero los niños de la calle que habitan su literatura parecen provenir de Ladrón de bicicletas, la emblemática película del neorrealismo italiano que dirigió Vittorio de Sica en 1948.
La piedad y la solidaridad son sentimientos centrales en la narrativa de Marsé, que sus criaturas derraman sin ser conscientes de ello. Evitó el patetismo y supo lidiar con los fundamentos del folletín y del melodrama. Por eso, al hablar de la gran lección moral del catalán, Pozuelo Ivancos señala que su realismo se tiñe siempre de otra cosa: «Le ocurre como a Chaplin, que puede mostrar un remiendo, pero salva desde él la profunda dignidad de quien lo lleva».

ENCERRADOS CON UN SOLO JUGUETE JUAN MARSE SEIX BARRAL 1960 PRIMERA ...
Las aventis
En una Barcelona gris, delimitada por los barrios del Carmelo, el Guinardó y Gràcia, Juanito y otros niños, hijos de los vencidos, se sentaban al cordón de la vereda a conversar. «Como no teníamos patinetes, nos contábamos historias como juego», recuerda el escritor. Cada episodio que él elegía para narrar la picaresca del suburbio consistía en un relato fascinante que mezclaba apariencia y realidad, lo sucedido y lo fabulado: las aventis que el público menudo saboreaba en silencio. Aventi es un neologismo inventado por él, un artefacto narrativo prodigioso que combina el comienzo de las palabras aventura e imaginación. Con las aventis «intento ganarme el pan desde que tenía 13 años, cuando se las contaba a los chicos del barrio, oculto tras un antifaz del Coyote», confesó. Su propia vida fue una aventi.
Hasta la publicación de La oscura historia de la prima Montse (1970), sus personajes quieren escapar de su entorno, y tras ese sueño fantasean imágenes o cromos que les ayudan a evadir la realidad. A partir de Si te dicen que caí (1973), los cromos dejan de ser ilustraciones y comienzan a narrativizarse, aunque mantienen su propósito de colorear la realidad.
Testigo de lo mejor y, sobre todo, de lo peor de la condición humana, a Marsé, como a tantos creadores fieles a sí mismos que perseveran en la construcción de un mundo propio, algunos críticos lo definen como un autor cuya obra se autoabastece y se confina al retratar una y otra vez a una sociedad de posguerra que se extiende largamente hasta la recuperación democrática. Esto es injusto e incierto, y nadie mejor que él para poner los puntos sobre las íes: «Por la mañana, cuando me afeito, veo asomar a mis ojos, en el espejo, el frío y el hambre del niño que fui en la posguerra. ¿Cómo quieren que escriba de otra cosa?». Pese a esto, en los últimos años no se cansó de repetir: «La autoficción no me interesa. De hecho, todo está inventado en el Quijote». Para el crítico Ignacio Echevarría, Marsé es «el mejor narrador que ha dado la literatura española en décadas», y es así, dice, porque trabaja sobre todo con la memoria, una señora «golosa y glotona» que es la que tiene mayor cabida «en las complejidades de la novela».
La tradición cervantina, con el juego entre realidad y ficción; la picaresca, con la aspiración de ascenso social; el tema del doble, que le interesó sobremanera, abrieron nuevos caminos a su literatura, que adoptó estrategias narrativas de los sesenta y fue experimentando con mecanismos más vanguardistas que le permitieron mostrar, desde nuevas perspectivas, la pobreza, la incertidumbre, el miedo y sobre todo la represión que se vivió en la ciudad condal durante décadas.
3 mejores libros de Juan Marsé, 2020
Dos novelas inmensas
Su amigo Gil de Biedma leyó algunos de sus manuscritos y le obsequió las citas literarias que abren los capítulos de Últimas tardes con Teresa (1966), su mejor novela junto a Si te dicen que caí (1973) y probablemente a Rabos de lagartija (2000), que, sin abandonar el escenario habitual de las anteriores, emprende una búsqueda de los límites expresivos de un autor que se arriesga a introducir la voz de una criatura nonata para recordar lo que aún no se vivió. Casi dos décadas después, en 2017, Ian McEwan convertiría a un feto en narrador de su novela Cáscara de nuez.
Sin mencionar todos los libros de Marsé ni la legión de premios conquistados, volvamos a Últimas tardes con Teresa y a Si te dicen que caí, meollo y paradigma de una vida y de una obra.
Ambientada en una Barcelona de burgueses ricos y clases marginadas, Últimas tardes con Teresa cuenta las peripecias de Manolo Reyes, el Pijoaparte, un joven delincuente de estrato social muy bajo que sueña con salir de la pobreza. En uno de los cromos alojados en su cabeza, vinculado al deseo de ascenso social, recuerda a los antihéroes de la picaresca. Empeñado en impresionar a Teresa, una joven burguesa, rebelde e ingenua, se hace pasar por obrero revolucionario, y lo que empieza como una historia apasionada termina como una sátira durísima del tiempo histórico en que transcurre la relación. Hito de la literatura española contemporánea, la novela consolidó internacionalmente el nombre de su autor. No obstante sus rasgos locales, el Pijoaparte es uno de sus personajes más universales.
Sergi Doria recuerda que la novela «irritó a franquistas y antifranquistas». Ganar el premio de Seix Barral granjeó a Marsé la enemistad de Luis y Juan Goytisolo, que habían apostado por La traición de Rita Hayworth, de Manuel Puig. Pero, además, los «revolucionarios de salón, entre ellos los Goytisolo», echaron chispas cuando se vieron retratados en fragmentos que no ahorraban epítetos para criticar a los señoritos de las letras. La novela también fue condenada por la censura, que le atribuyó «escenas escabrosas», «un fondo francamente inmoral» y una sobrecarga política «de carácter izquierdista», que aludía «a las algaradas estudiantiles que tuvieron lugar en la Universidad de Barcelona».
Por su parte, Si te dicen que caí, ganadora del Premio Internacional de Novela (México) 1973, fue prohibida en España y su primera edición, secuestrada. Revisada y corregida en 1989, diversos sellos se lanzaron a reeditar esa historia radical y profundamente moral, inspirada parcialmente en el crimen de la prostituta Carmen Broto, una joven de provincia convertida en mito erótico, cuyo brutal asesinato conmovió a la sociedad barcelonesa de fines de los cuarenta y dio origen a rumores que involucraban a jerarcas franquistas y a un dignatario de la Iglesia Católica. El crimen obsesionó al autor por muchos años. La novela narra la historia de dos pandillas que se mueven en torno a la trapería de Java, el protagonista. La crudeza de las historias, que el lector conoce a través de múltiples testimonios, recrea el ambiente degradado desde el que los personajes enfrentan su realidad. En este sucio escenario, propio del realismo crítico, «los vencedores, los rebeldes y los sometidos» afrontan las consecuencias de la guerra. Por algunos personajes conocemos la situación del anarquismo y del comunismo de ese entonces, y la realidad de los exiliados. Las diferencias que existen entre ellos operan para que imaginemos lo que ve el narrador: «Hombres de hierro forjados en tantas batallas llorando por los rincones de las tabernas como niños».
La Muchacha De Las Bragas De Oro (CONTEMPORANEA) | Librotea

De biógrafo
A veces, cuando leemos a Marsé, parece que estamos viendo una película, tal es el simulacro alcanzado. Paralelamente, en sus Cuentos completos (2003) proliferan los ecos cinematográficos. El más conocido de sus relatos cinéfilos es «El fantasma del cine Roxy» (1985), protagonizado por viejos espectros salidos del celuloide que, una vez abatido el local cinematográfico para levantar una institución bancaria, se resisten a desaparecer, víctimas del mismo olvido que ahogó otros escenarios de la infancia ciudadana. En 1987, Joan Manuel Serrat compuso una canción inolvidable basada en ese relato.
Unos cuantos directores de cine adaptaron novelas de Marsé. Y si bien él nunca quedó enteramente conforme con los resultados, todas evocan, con miradas diversas, su Barcelona literaria. Vicente Aranda filmó cuatro: La muchacha de las bragas de oro (1980), Si te dicen que caí (1989), El amante bilingüe (1993) y Canciones de amor en Lolita’s Club (2007). Jordi Cadena dirigió La oscura historia de la prima Montse (1977); Gonzalo Herralde, Últimas tardes con Teresa (1983); Fernando Trueba, El embrujo de Shanghai (2002); Wilma Labate, Domenica (2001), adaptación de Ronda del Guinardó. Y hay más. Ahora Marsé ya no está entre nosotros, pero siempre podrá acompañarnos la quimera sensual de caminar sobre una cama de confeti, junto con Teresa y el Pijoaparte.

El coronavirus y el fin de la era neoliberal


El coronavirus y el fin de la era neoliberal



Fuentes: De wereld morgen

Después de repetirnos durante cuarenta años los dogmas neoliberales, la crisis financiera sacudió seriamente nuestra fe en ellos, pero al final se mantuvo el sistema. Esta vez es diferente. La coronacrisis y las medidas socioeconómicas para salvar el sistema hicieron caer, uno a uno, los dogmas neoliberales. Es hora de hacer algo nuevo.

Los dogmas caídos

«Vivimos por encima de nuestras posibilidades, no hay dinero”

Llevan años diciéndonos eso. La atención sanitaria era demasiado cara, los subsidios de desempleo demasiado generosos, los salarios demasiado altos y simplemente no había dinero para asuntos sociales o culturales. El déficit y las deudas del gobierno se tenían que reducir y por eso teníamos que ahorrar en todo.
Ahora, de la noche a la mañana parece haber dinero y parecen haber encontrado gigantescos botes de dinero. Hoy en día se gastan miles de millones de euros como si nada. Un déficit en el presupuesto de más de tres veces el 3 % acordado en el tratado de Maastricht o una deuda mucho mayor que el 100 % del PIB, de repente, dejaron de ser un problema.

«El mercado libre lo resuelve todo, el Estado es ineficiente»

Privatizar y desregularizar lo más posible, esa era la consigna. El Estado tenía que “adelgazar” lo máximo posible e intervenir lo menos posible (1). Para Bart De Wever, el presidente del partido más grande de Flandes, “el estado es un monstruo que aspira el dinero y lo escupe después”.
Durante la coronacrisis el mercado libre falló completamente. Quizás lo más notable fue el caso de los tapabocas. Al mismo tiempo vimos tanto un dramático retorno como la rehabilitación del gobierno público. Se hizo visible para todos que sólo el Estado puede controlar y superar una crisis de tal magnitud. Se nacionalizaron fácilmente en su totalidad o en parte sectores importantes de la economía. Según el Wallstreet Journal, las medidas de estímulo económico en los Estados Unidos son “el mayor paso hacia una economía de planificación centralizada que jamás haya dado Estados Unidos”.

«El capital y la empresa crean riqueza”

Son los empresarios los que crean riqueza. Gracias a su capital, coraje e innovación, crean empleo y aumentan la riqueza de un país.
Los confinamientos en los distintos países revelaron todo lo contrario en todas partes: son los trabajadores y su trabajo los que crean la riqueza. Cuando parte de la población activa se vio obligada a dejar de trabajar, el crecimiento económico se desplomó. Es el trabajo el que crea al capital y no al revés. El confinamiento también demostró que a menudo son los trabajos más esenciales los que están peor pagados.

«Lo que es bueno para los ricos es bueno para todos”

Precisamente porque la riqueza la crean el capital y los empresarios, los tenemos que mimar. Las medidas que favorecen a los empresarios y a las rentas altas (regalos fiscales, subsidios salariales, ayudas estatales, etc.) aumentan la inversión y crean puestos de trabajo. Su ventaja se filtra finalmente hasta abajo. Este llamado efecto de goteo fue la excusa para justificar la política diseñada para el 1 % más rico.
El coronavirus destruyó esta falacia por completo. Gracias a las medidas de apoyo, los súper ricos se benefician enormemente. Desde el 18 de marzo, los multimillonarios de los Estados Unidos ya han visto aumentar sus activos en una quinta parte, o sea 565.000 millones de dólares. JPMorgan, el banco más grande de los EE.UU., reportó las mejores cifras que jamás haya tenido en un trimestre. La compañía de inversiones Goldman Sachs registró un crecimiento del 41 % en comparación con el año anterior. Pero poco de ese “efecto de goteo” se nota. En todo el mundo cientos de millones de personas se ven empujadas a la pobreza extrema. En Bélgica aumentó el número de personas que van a los bancos de alimentos en un 15 % y esto es sólo el comienzo.

«La gente es egoísta”

El ser humano es capaz de hacer el bien, pero por naturaleza es malo. Está impulsado en primer lugar por el interés propio. Esto es lo que los gurús neoliberales nos han estado diciendo durante décadas. Al final, según ellos, esto es ventajoso porque el interés propio lleva a la competencia y eso es precisamente lo que impulsa nuestra economía.
La solidaridad espontánea y masiva que surgió durante la coronacrisis arrasó con esta cínica imagen del ser humano. Los jóvenes fueron a hacer compras para sus vecinos ancianos, miles de voluntarios hicieron tapabocas o se presentaron en los bancos de alimentos para ayudar. A pesar de la falta de equipos de protección, las enfermeras empezaron a cuidar de sus pacientes arriesgando su propia salud y, por tanto, sus vidas. Ciertamente, había grupos a los que no les importaban las medidas de seguridad, pero esas eran las excepciones que confirmaban la regla. La coronacrisis muestra hoy más que nunca que el ser humano es esencialmente un súper colaborador, como lo describieron el autor belga Dirk Van Duppen y el periodista holandés Rutger BregmanWendy Carlin, profesora de economía, lo expresa así: “Habrá que actualizar finalmente el modelo del actor económico como amoral y egocéntrico”.

No repetir los errores de 2008

Todos los partidos tradicionales, incluidos los Verdes y los Socialdemócratas, han contribuido, o al menos han apoyado, la política neoliberal en los últimos cuarenta años (2). Las consecuencias de esta política antisocial se han hecho dolorosamente claras en estos últimos meses. En los centros de salud y los centros de atención a los ancianos, los ahorros y las privatizaciones costaron muchas vidas humanas. Además, las recetas neoliberales parecen ser totalmente inadecuadas para dar una respuesta firme al colapso económico.
Un enfoque similar al del período posterior a 2008 – imprimir dinero extra e insertarlo a la economía combinado con una política de austeridad – sería un gran error. Un nuevo dopaje financiero podría arruinar la ya gravemente debilitada economía. Los nuevos ahorros erosionarían aún más el poder adquisitivo y causarían una profunda crisis social y política. Las advertencias del Financial Times son inequívocas: “Si queremos que el capitalismo y la democracia liberal sobrevivan al COVID-19, no podemos permitirnos repetir el enfoque erróneo de ‘socializar las pérdidas y privatizar los beneficios’ de hace diez años”. “El regreso a la austeridad sería una locura, una invitación a la agitación social generalizada, si no a la revolución, y una bendición para los populistas”.

La gran llamada para un cambio de paradigma

Está claro, el neoliberalismo ha terminado, es hora de algo nuevo. Excepto por unos pocos fanáticos, nadie quiere volver al mundo pre coronavirus. La crisis y las medidas que se tomaron han provocado muchas frustraciones y han radicalizado a una parte importante de la población activa. En los EE.UU. el 57 % de la población cree que su sistema político sólo funciona para los que tienen dinero y poder. La mayoría de los jóvenes menores de 30 años están a favor del socialismo. En Reino Unido apenas el 6 % quiere volver al mismo tipo de economía que antes de la pandemia. Sólo el 17 % cree que las medidas de estímulo deberían financiarse con nuevos ahorros.
El 70 % de los franceses piensa que es necesario reducir la influencia del mundo financiero y de los accionistas. En Flandes tres cuartas partes de la población creen que el dinero debería provenir de las grandes fortunas y dos tercios creen que los políticos deberían trabajar en una ambiciosa redistribución de la riqueza después de la crisis.
El mundo académico y cultural también está en esa longitud de onda. Tres mil científicos de 600 universidades creen que la sociedad debe cambiar radicalmente su rumbo y volver a poner a los trabajadores en el centro de la toma de decisiones. Doscientos artistas, incluidos Robert de Niro y Madonna, lanzaron un llamamiento al “mundo” para no volver a la “normalidad” de antes de la pandemia, sino para cambiar radicalmente nuestro estilo de vida, de consumo y economía.
Esta idea penetró hasta el mundo de los negocios. Klaus Schwab, fundador y presidente del Foro Económico Mundial (Davos) habla de un “gran reseteo del capitalismo”. Según él, la pandemia puso de manifiesto las deficiencias de un “viejo sistema” que había descuidado la infraestructura, la atención de la salud y los sistemas de seguridad social. “Si seguimos como hasta ahora, podría llevar a una rebelión.” En ese contexto los súper ricos están rogando en una carta abierta que se les aumenten los impuestos.
Según el Financial Times, debe haber “reformas radicales” sobre la mesa. “Los gobiernos tendrán que aceptar un papel más activo en la economía. Deberían ver los servicios públicos como inversiones y no como costos, y buscar formas de hacer que el mercado laboral sea menos inseguro. La redistribución de la riqueza volverá a estar en la agenda. Las políticas que hasta hace poco se consideraban excéntricas, como la renta básica y el impuesto sobre el patrimonio, deberían incluirse en la mezcla”.
Según este mismo periódico, la democracia liberal “sólo sobrevivirá a este segundo gran choque económico si se realizan ajustes en el marco de un nuevo contrato social que reconozca el bienestar de la mayoría por encima de los intereses de unos pocos privilegiados”. La prestigiosa revista Foreign Affairs también habla de un “nuevo contrato social”. Su objetivo es “el establecimiento de un ‘estado de bienestar’ que proporcione a todos los ciudadanos los servicios básicos necesarios para mantener una calidad de vida decente”. Esto presupone “el acceso universal garantizado a una atención sanitaria y a una educación, ambas de alta calidad”. Lo que hasta hace poco solo lo pedía   la extrema izquierda, se ha convertido en la corriente principal.

Una respuesta a cuatro crisis

Los desafíos a los que nos enfrentamos son muy grandes: El nuevo paradigma debe ser capaz de responder a por lo menos cuatro crisis (3).

1. Estancamiento económico

En los últimos veinte años la economía mundial ha experimentado tres grandes crisis: la crisis de las puntocom en 2000, la crisis financiera en 2008 y, en los últimos meses, una depresión tras una pandemia. Esto deja claro que el COVID no es la causa sino el detonante de la tormenta económica. Una economía sana debería en principio ser capaz de hacer frente a tal coronachoque, un país como China lo demuestra. Pero para la economía capitalista eso no parece ser el caso en absoluto. El crecimiento de la productividad casi se ha paralizado, las tasas de beneficio (porcentaje de la ganancia sobre el capital invertido) están disminuyendo constantemente y la deuda mundial ha aumentado hasta uno insostenible 322 % del PIB. Además, cada crisis no significa nada más que miseria para millones de personas. Esta crisis empujará una vez más a varios cientos de millones de personas a la pobreza. No puede seguir así.

2. Escandalosa brecha entre ricos y pobres

En el capitalismo la producción está dirigida únicamente a los beneficios de un pequeño grupo de propietarios privados y no funciona de acuerdo a las necesidades sociales o las oportunidades de desarrollo de la gran mayoría. Esto crea una escandalosa brecha entre ricos y pobres.
Con la riqueza que se produce hoy en día en todo el mundo cada familia con dos adultos y tres niños tiene un ingreso mensual potencial disponible de 4.100 euros (sí, lo has leído correctamente) (4). Sin embargo, una de cada tres personas de la población mundial no tiene saneamiento básico y una de cada ocho no tiene electricidad. Uno de cada cinco vive en una casa de contrachapado y uno de cada tres no tiene agua potable.
En Bélgica el 5 % de los más ricos posee tanto como el 75 % de los más pobres. En uno de los países más ricos del mundo un 20 % de las familias corre el riesgo de caer en la pobreza, una cuarta parte de las familias tiene dificultades para pagar los gastos médicos, un 40 % no puede ahorrar y un 70 % de las personas desempleadas tiene dificultades para llegar a fin de mes.
Estos no son excesos del sistema. Se derivan directamente de su lógica.

3. Las próximas pandemias

Desde principios del siglo pasado sabemos que casi todas las epidemias modernas son el resultado de la intervención del hombre en su entorno ecológico inmediato. Los mamíferos y las aves son portadores de cientos de miles de virus que son transmisibles a los seres humanos (5). Debido a la explotación de zonas naturales anteriormente inaccesibles cada vez hay más posibilidades de que estos virus se transmitan a los seres humanos.
Los principales expertos lo han estado advirtiendo durante más de diez años en respuesta al VIH, SARS, ébola, MERS y otros virus. En realidad, tuvimos suerte de que no nos hayan llegado otros virus más mortales. En 2018 los científicos de EE.UU. elaboraron un plan detallado para prevenir tales pandemias. Se estima que las pérdidas a causa del COVID-19 alcanzan los 12.500.000 millones de dólares. El costo del plan de prevención de 2018 era de apenas 7.000 millones de dólares.
Aún no se ha encontrado ningún financiador para el proyecto. No debería sorprender, porque esa investigación está en gran parte en manos privadas y no en interés público, sino con fines de lucro. Chomsky lo dice muy claramente: “Los laboratorios de todo el mundo podrían haber trabajado en la prevención de posibles pandemias de coronavirus. ¿Por qué no lo hicieron? Las señales del mercado no eran buenas. Dejamos nuestro destino en manos de tiranías privadas, que se llaman corporaciones y que no tienen que rendir cuentas ante el público, en este caso, la industria farmacéutica. Para ellos, producir nuevas cremas es más rentable que encontrar una vacuna que pueda proteger a la gente de la destrucción total”.

4. La degradación del clima

La búsqueda del máximo beneficio socava el sistema ecológico de la tierra y amenaza la supervivencia de la especie humana. Según la conocida escritora y activista Naomi Klein, el mundo se enfrenta a una decisión decisiva: o salvamos el capitalismo o salvamos el clima. Esta decisión es particularmente aguda en el sector de la energía fósil, que es el principal responsable de las emisiones de CO2. Las 200 empresas más grandes de petróleo, gas y carbón tienen un valor de mercado combinado de 4 trillones de dólares y obtienen unos beneficios anuales de decenas de miles de millones de dólares. Si queremos mantener el aumento de la temperatura por debajo de los 2°C, estos gigantes de la energía deben dejar entre el 60 % y el 80 % de sus reservas intactas. Pero eso iría en detrimento de sus expectativas de ganancias y hundiría instantáneamente su valor en el mercado de valores. Por eso siguen invirtiendo cientos de miles de millones de dólares anuales en la búsqueda de nuevos yacimientos. Si se mantiene la política actual, en lugar de disminuir drásticamente, la demanda de combustibles fósiles habrá aumentado casi un 30 % en los próximos veinte años, sin que se vislumbre un pico.
Dentro de la lógica de las ganancias, el calentamiento global es imparable. Según The Economist, el portavoz de la élite económica mundial, el costo financiero es simplemente demasiado alto para combatir el calentamiento global.
En respuesta a la coronacrisis los gobiernos han tomado medidas sin precedentes. Habrá que tomar medidas igualmente radicales para hacer frente a la degradación del clima. “Si hay algo que la pandemia ha demostrado”, dice el Financial Times, “es el peligro de que se ignoren las advertencias de los expertos”.

Lucha por un sistema social diferente

¿Qué nos enseñan estas cuatro crisis? Que tendremos que repensar completamente nuestras políticas y nuestra economía. Para salir del actual estancamiento económico primero será necesario frenar los mercados financieros y romper el poder desproporcionado de las multinacionales. Para hacer frente a los problemas sociales la economía ya no debe centrarse en los beneficios privados de unos pocos, sino en las necesidades sociales de muchos. También debe haber una redistribución de la riqueza. Para armarnos contra futuras pandemias la industria farmacéutica tendrá que hacer un profundo cambio de rumbo. Después de todo, la política climática es demasiado importante como para dejarla en manos de los gigantes de la energía y su lógica de beneficio. Hay que romper su omnipotencia de modo que haya espacio para una política climática responsable.
Para lograr todo esto tendremos que subordinar la esfera económica a la esfera política. Dónde y en qué se invierte, la distribución de los excedentes económicos, el comercio, las finanzas, etc., todo ello debe centrarse en las prioridades y necesidades de la comunidad actual y las de las generaciones futuras. Esta “planificación” (6) no implica de ninguna manera un control total del Estado, sino que la economía esté controlada por un órgano político (elegido) y no por propietarios privados. Significa que la lógica económica se subordina al Estado y no al revés.
Un sistema social diferente es necesario y urgente, pero no se logrará por sí solo. Las ideas correctas son importantes, pero no lo suficiente como para provocar un cambio. Hay enormes intereses detrás del sistema actual. Los que se benefician de este sistema nunca renunciarán voluntariamente ni estarán dispuestos a hacer concesiones, aunque haya capitalistas ilustrados que están convencidos de que tales concesiones son esenciales para preservar el sistema. Las organizaciones de empresarios incluso tratarán de aprovechar la situación de crisis para imponer una estrategia de choque.
La historia nos enseña que el tipo de sociedad y nuestro futuro dependerán de la batalla que libremos. Como dice el sociólogo Jean Ziegler, “no debemos ser optimistas, debemos movilizar a la gente” (7). Para que esta movilización sea poderosa tendremos que organizarnos con firmeza, porque el oponente está muy bien organizado. O como dice Varoufakis “si no logramos unirnos ahora, mi temor es que este sistema sólo profundice su cruel lógica”.
En cualquier caso, estos serán tiempos emocionantes y decisivos. Prepárate.

Notas:

(1) La retirada del Estado no se aplica a los principales monopolios, por el contrario. Debido a su gran concentración de poder, tienen cada vez más impacto en el sistema estatal. Utilizan el poder del Estado para fortalecer su posición competitiva y garantizar las máximas ganancias. Esto se hace de varias maneras. Las más conocidas son los contratos públicos, los subsidios y las tasas impositivas favorables. El gobierno también está llamado a explorar nuevos sectores o productos. Aquí las inversiones son inciertas y a menudo requieren grandes cantidades de capital. Las agencias gubernamentales están asumiendo esta fase inicial costosa y arriesgada, a menudo en el contexto de la industria de la guerra. En una etapa posterior, luego se transfieren al sector privado, se privatizan literalmente. Para dar algunos ejemplos recientes, ese fue el caso con la PC, Internet, el algoritmo de Google, las redes inalámbricas, la tecnología de pantalla táctil, GPS, microchips, biotecnología, nanotecnología y muchos otros productos o sectores rentables. El financiamiento inicial de Apple provino de una compañía de inversión del gobierno de los Estados Unidos.
(2) En todos los países en los que gobernaron los socialdemócratas ayudaron a dar forma a las políticas neoliberales. En Reino Unido Blair lanzó la “Tercera Vía” entre el capitalismo y el socialismo, e hizo un pacto con el ultraderechista Berlusconi. En Alemania Gerhard Schröder, el líder de los socialdemócratas, presentó el modelo de salarios bajos que inició una espiral de disminución salarial en toda Europa. En Bélgica los socialdemócratas son en parte responsables del deterioro del poder adquisitivo, las malas condiciones de trabajo, los recortes en la seguridad social y la atención médica, y el empeoramiento de los sistemas de pensiones.
Hasta ahora los Verdes no han gobernado mucho y donde lo hicieron, no han cambiado el curso de las políticas neoliberales. En Alemania han defendido con entusiasmo el modelo de bajos salarios. Durante su única participación gubernamental en Bélgica (1999 a 2004) los Verdes lograron producir solo cambios menores. En el Parlamento Europeo los Verdes han respaldado casi por completo las medidas neoliberales, como el Six Pack y, por lo tanto, son en parte responsables de las drásticas políticas de austeridad en la UE.
(3) Para una versión más elaborada de tal modelo alternativo, ver ‘Otra economía es necesaria y posible’ y ‘Crisis del Capitalismo’.
(4) El cálculo para una familia media se basa en la hipótesis plausible de que el ingreso disponible de los hogares es un 70 % del PIB. Utilizamos el producto mundial bruto: 136 billones de dólares en 2019. Esta cifra, expresada en dólares PPA [Paridad del Poder Adquisitivo], tiene en cuenta unas diferencias de precios entre países para los mismos bienes o servicios y expresa el poder adquisitivo real. Hemos convertido esta cifra en euros según el método de cálculo del Banco Mundial: para Bélgica 1 dólar PPA equivale a 0,808 euros. Fuentes: https://en.wikipedia.org/wiki/List_of_countries_by_GDP_(PPP)https://data.worldbank.org/indicator/NY.GDP.MKTP.PP.KDhttp://www.worldometers.info/world-population/world-population-by-year/https://data.oecd.org/conversion/purchasing-power-parities-ppp.htm.
(5) Se estima que se trata de 350.000 a 1.3 millones de virus. Fuente: The Economist.
(6) Se podría definir la planificación económica como la capacidad de imponer objetivos decididos democráticamente para el desarrollo económico sostenible. Hay diferentes grados y niveles de planificación. La planificación debe ponerse en práctica de manera cualitativa, es decir, en relación a las necesidades humanas vitales, y en que se debe evitar la aplicación de una planificación burocrática.
(7) “Geciteerd in een Interview, Solidair, julio-agust de 2020, p. 31.
Traducido del neerlandés por Sven Magnus.

sábado, 1 de agosto de 2020

¿Para cuándo la vacuna contra Isabel Díaz Ayuso?

¿Para cuándo la vacuna contra Ayuso?

Fuente . El Público

Jugar a epidemiólogo es una temeridad. La diferencia respecto al que suscribe estas líneas y una gobernante como Isabel Díaz Ayuso es que yo no dispongo de toda la información y ella sí. Entonces, ¿por qué ella es más amiga de gestionar Madrid como si fuera un juego de mesa en lugar de hacerse responsable de las miles de vidas que hay en juego? La vacuna contra el COVID-19 depende de la comunidad científica, contra Ayuso de la misma ciudadanía. Si en algo estiman su vida, debería acelerar el proceso para vacunarse cuanto antes.
La gestión de Díaz Ayuso durante el azote del coronavirus ha sido lamentable. Las muertes en las residencias de personas mayores y los procolos dictados por la Comunidad de Madrid, en contra de lo marcado por el ministerio de Sanidad, para no hospitalizar a los casos positivos son la gran punta del iceberg. Por debajo de la línea de flotación encontramos una gigantesca masa de errores que van desde los menús de pizzas para menores, a la cocina en las cifras facilitadas a Sanidad, a la anteposición de la economía por encima de la salud que llevó, incluso, a la dimisión de una de las máximas técnicas responsables. Todo ello aderezado por posados virginales, plantones a la conferencia de presidentes y presidentas y toda suerte de ayusadas con aviones con equipo sanitario que no llegan o alquileres de apartamentos de lujo adjudicados de quita y pon.
Siendo extremadamente benévolos y sin caer en las ensoñaciones de Pablo Casado, que veía aquello como un modelo de gestión, podemos maquillar la ineptitud de Ayuso con el gran desconocimiento y la necesidad de improvisación que reinaban esos días... pero, ¿y ahora?
Recomiendo la lectura y seguimiento de periodistas como JOSEP CORBELLA, DE LA VANGUARDIA. Hace ya once días que arrancaba su artículo titulado "Después de Barcelona caerá Madrid" con un "ojalá me equivoque". No se ha equivocado. Él no disponía de tantos datos como Díaz Ayuso y, sin embargo, se supo anticipar a la presidenta de Madrid. Si hace más de diez días Corbella avanzaba que seguramente estaba fallando el diagnóstico precoz en Madrid, Ayuso presumía de tener solo 61 casos diagnosticados.
Hoy sabemos que la cifra de contagios en los últimos siete días se han disparado hasta los 1.692 casos. Con la excepción de Canarias, Madrid ha sido la última Comunidad Autónoma en hacer obligatorio el uso de mascarilla -ayer se comenzó- y la falta de rastreadores es terrible. A contrarreloj, Ayuso trata de doblar su número, que no sólo es increíblemente insuficiente para la población que tiene Madrid, sino que además no da tiempo a formar adecuadamente. Entremedias, privatizó este sevicio sin garantía alguna y con un aluvión de críticas de los profesionales sanitarios, que no dan abasto para manifestarse por su precariedad y falta de personal.
Aún con ese incremento, la proporción sería de un rastreador para cada 15.000 habitantes, mientras que en Alemania es uno para cada 4.000. La ineptitud es contagiosa y el consejero de Sanidad de Madrid asegura que es un número más que suficiente para la cantidad de casos positivos existentes... no se trata de eso, sino de estar preparado para cuando se produzca una repunte inesperado porque, de producirse, no habrá tiempo para formar al nuevo personal.
La Sanidad pública sigue lejos de estar suficienemente dotada; ni siquiera el azote del COVID-19 parece justificar el gasto público por parte de gobernantes como Ayuso. Quizás por eso, hoy vuelve a la carga con su cartilla de la discriminación, porque precisa de cortinas de humo que oculten el problema real, que es el impacto del coronavirus y la lamentable gestión que ella y su gobierno de coalición fragmentado está realizando de ello. Hay vacuna contra Ayuso, se llama urnas. Tan sólo hay que inyectársela cuanto antes.

miércoles, 29 de julio de 2020

¿Dónde está la Salud Pública?


Confinamientos 2.0 ¿Dónde está la Salud Pública?
Joan Benach  


Realizar encierros extremos sólo puede servir como “solución final”. En España ha sido la alternativa a una salud pública enormemente débil, sin capacidad para vigilar, educar, prevenir y actuar

La pandemia ha mostrado nuestra radical fragilidad como especie, pero también numerosas insuficiencias e hipocresías sociales. Hemos visto el trabajo “esencial”, pero enormemente precarizado, de muchas mujeres, migrantes, obreros y jóvenes en el área de cuidados, el comercio o la industria alimentaria cuyos trabajos antes se etiquetaron de "poco cualificados" para así justificar unos sueldos muy bajos y unas malas condiciones de trabajo.
 La pandemia ha revelado también la crucial importancia de la sanidad pública y de sus profesionales. Pero no basta con que éstos reciban aplausos y premios, o escuchar hipócritamente que son “héroes”, o que la sanidad es muy importante; las palabras valen de muy poco si no se convierten en hechos. Para ello, hay que transformar profundamente una sanidad pública subfinanciada, recortada, mercantilizada, hospitalocéntrica y medicalizada, en una sanidad construida entorno a la atención primaria y comunitaria, los servicios sociales, y una atención centrada en la integralidad psicobioecosocial humana y menos en la biomedicina y la tecnología. Si los actuales servicios sociosanitarios públicos son débiles, ¿qué decir de la Salud Pública? 
Recordémoslo las veces que sea necesario: la “Salud Pública” no es lo mismo que la “Sanidad Pública”. Ésta última trata de diagnosticar, curar o rehabilitar las posibles secuelas de enfermedades como la covid-19 o tantas otras, así como también ayudar al bien morir. En cambio, la salud pública tiene como objetivo prevenir la enfermedad, así como proteger, promover y restaurar la salud de toda la población. Unos pocos ejemplos de esa ingente e imprescindible tarea son la necesidad de mejorar la salud del medio laboral, la salud ambiental o la salud mental, el construir una potente y efectiva red de vigilancia epidemiológica, o actuar eficazmente ante los determinantes sociales de la salud para así reducir las desigualdades.
 Sin embargo, para hacer frente a objetivos de tanta importancia y dificultad, los recursos actuales de la salud pública son ínfimos y su visibilidad social casi inexistente. ¿Por qué? Por una parte, porque tenemos una salud pública débil, desmantelada y nunca desarrollada, cuya financiación es muy escasa. Pensemos que en nuestro medio los recursos de salud pública apenas si representan menos del 2% del presupuesto de salud (y buena parte de ellos se destinan a las vacunas), y que la formación y número de especialistas disponibles es muy limitado. Por otro lado, la salud pública tiene poca visibilidad ya que uno de sus objetivos fundamentales es analizar y prevenir problemas cuyo impacto no es inmediato.
 Cuando aparecen nuevos brotes se tienden a generar acciones “curativas”, perceptibles y necesarias, como aumentar el número de camas, la disponibilidad de plazas en las UCIs, o crear hospitales de campaña. Sin embargo, muchas acciones esenciales de salud pública no ofrecen ganancias económicas, políticas o sanitarias directas y tangibles, por lo que con gran frecuencia quedan injustamente olvidadas o pospuestas. ¿Es eso sensato? Si alguien señalara que limpiar un bosque o disponer de un parque bien equipado de bomberos no es algo rentable porque en este momento no hay incendios, eso podría parecernos un sinsentido. Pues bien, la pandemia es un “macroincendio” que fue posible controlar no con distintas medidas de salud pública sino mediante un confinamiento radical, pero que sigue aún activo.

En el caso de la gestión del Govern catalán, junto a divulgar eslóganes publicitarios (“frenemos el virus”, “este virus lo paramos unidos”), apuntar una superioridad infundada (“nosotros lo haríamos mejor”), y hacer recomendaciones personales (“quédate en casa, usa la mascarilla, mantén la distancia social, lávate las manos”), las políticas han sido parciales, tardías e improvisadas, con una actuación que hay que calificar de reactiva y muy deficiente.
 Los ejemplos abundan. Sólo recientemente se ha nombrado a un Director de la unidad de seguimiento de la Covid-19, se ha esperado casi dos meses a nombrar un nuevo secretario de Salud Pública, y cuatro meses en crear un Comité de expertos que proponga como cambiar el sistema de salud y las residencias. Otro ejemplo de negligencia fue la caída en el olvido del informe realizado a finales de abril por Oriol Mitjà, un epidemiólogo que trató de asesorar al Govern con posibles instrumentos y posibles estrategias de acción para realizar el desconfinamiento, donde por ejemplo destacaba la necesidad de hacer tests masivos entre las dos decenas de miles de trabajadores temporeros de Lleida. Como es lógico, disponer de documentos con estrategias y posibles acciones a realizar (tests, rastreadores, confinamientos parciales, etc.) no es lo mismo que ejecutarlas y llevarlas a cabo. 
Hay muchos más ejemplos de incapacidad y displicencia. La ineficiente acción de las tareas de rastreo externalizadas a Ferroser Servicios Auxiliares, una empresa filial de Ferrovial que recibió cerca de 18 millones de euros. La negligencia en crear un número de “rastreadores” suficiente para detectar, seguir y aislar posibles contagios, especialmente por lo que hace al riesgo existente en trabajos precarizados, residencias y reuniones (o aglomeraciones) juveniles y familiares. 
En Catalunya apenas si ha habido doscientos rastreadores, que ahora se han duplicado, pero que en realidad deberían multiplicarse por 8 o por 10. Existen unos sistemas de información y vigilancia epidemiológicos muy limitados y unas medidas de comunicación y prevención mal enfocados. Y se persiste con insistencia en afirmar que la salud colectiva depende básicamente de la biomedicina (investigación biológica, epidemiología clínica, especialistas médicos, tecnologías digitales) en lugar de en los determinantes ecosociales de la salud o, también, en insistir como estrategia fundamental en la responsabilidad individual (la salud depende de uno mismo) en vez de en la acción política e institucional. Todos ellos son síntomas claros de una inaceptable visión reduccionista y mercantilista de la salud y de tener una salud pública muy precarizada.

Si bien al principio de la pandemia en marzo, tanto en Catalunya como en España, se produjeron errores lógicos al saber muy poco de un virus nuevo, más tarde gran parte de las acciones se han caracterizado por la falta de previsión y la incapacidad de anticipación. No se aprendió la lección, faltando claridad y valentía para actuar. Sin un liderazgo adecuado y sin invertir en serio en salud pública difícilmente podrá controlarse la pandemia, evitar nuevos brotes, y prevenir sus substanciales efectos a corto y largo plazo en la salud colectiva. Realizar confinamientos extremos sólo puede servir como “solución final” cuando la pandemia está fuera de control, pero no, como ha ocurrido en el Estado español, como alternativa al hecho de tener una salud pública enormemente débil y sin los medios adecuados para planificar, vigilar, educar, prevenir y, sobre todo, actuar, con diligencia y efectividad. Para ello hay que desarrollar instrumentos fundamentales como son por ejemplo la Agencia de Salud Pública de Catalunya o el Centro Estatal de Salud Pública, previsto en la nunca desarrollada Ley General de Salud Pública española de 2011. ¿Por qué tal pasividad?
 En general, porque el modelo hegemónico de la salud impide que la salud pública sea una prioridad en la que deben gastarse muchos más medios y recursos. Y en relación a la pandemia, porque después del radical confinamiento que redujo drásticamente el número de contagios, muchos políticos –y buena parte de la población también– creyeron que todo “estaba controlado”, o bien porqué se creyó que la situación mejoraría al calor del verano, sin entender que prevenir y actuar ante pandemias de evolución incierta siempre requiere disponer de un sistema de salud pública preparado y muy potente. 
Para hacer frente a la pandemia del coronavirus, al igual como ocurre con tantas otras epidemias comunes (el tabaquismo, el cáncer, los accidentes, la violencia de género, la salud mental, la precariedad o las desigualdades, entre otras muchas), debe reforzarse urgentemente la salud pública con fuertes inversiones y reformas estructurales profundas. 
Para hacer frente a una pandemia cuya evolución es imposible de prever, y a una gravísima crisis económica que ya tenemos encima, debemos utilizar con rapidez y eficiencia todos los instrumentos de los que nos provee la salud pública: la planificación, la vigilancia y análisis epidemiológico, la educación sanitaria comunitaria, el análisis de los determinantes sociales y la equidad, entre otras muchas herramientas y estrategias.

La forma en cómo miramos la pandemia, se refleja en las soluciones que buscamos y en cómo actuamos. ¿De qué servirá controlar nuevamente la pandemia con nuevos confinamientos masivos, si se gestiona con poca humildad y competencia una visión distorsionada de los problemas de salud colectiva? ¿De qué servirá si finalmente se logra controlar la pandemia, aunque se logre un tratamiento adecuado o se desarrolle una vacuna efectiva, si todo eso no alcanza a toda la población del planeta? ¿De qué servirá la contención de esta pandemia, si no somos capaces de prevenir las futuras pandemias que previsiblemente van a emerger a causa de la crisis ecosocial y climática que padecemos? 
La pandemia no es solamente un fenómeno biológico, epidemiológico o personal, sino un complejo fenómeno de salud pública cuyas causas e impactos de tipo biológico, eco-social, político, económico y sanitario debemos comprender integral e integradamente si queremos actuar con efectividad y equidad. Todas ellas son tareas esenciales de la Salud Pública, pero ¿dónde está la Salud Pública?

Joan Benach  es profesor, investigador y salubrista (Grup Recerca Desigualtats en Salut, Greds-Emconet, UPF, JHU-UPF Public Policy Center), GinTrans2 (Grupo de Investigación Transdisciplinar sobre Transiciones Socioecológicas (UAM).
Fuente:








Represión de las protestas contra Trump .


  Represión a las protestas contra Trump deja un muerto y 45 detenidos

HispanTV / La Haine


Este fin de semana varias ciudades de EE.UU. fueron escenario de protestas contra el Gobierno y violencia policial, que se saldó con un muerto y 45 detenidos.

Además de una persona que murió la noche del sábado tiroteada durante una marcha del movimiento “Black Lives Matter” en Austin (Texas), la Policía estadounidense también detuvo a por lo menos 45 personas en un día en las manifestaciones.

“La policía ha realizado 45 detenciones en relación con los disturbios en el distrito este. Un total de 21 agentes sufrieron heridas después de ser golpeados con ladrillos, piedras y otros materiales”, explicó el domingo la Policía de Seattle a través de su cuenta de Twitter.

Estos comentarios se produjeron en momentos que varias ciudades de Estados Unidos, entre ellas Los Ángeles, Nueva York, Austin o Richmond habían sido en las últimas 24 horas escenario de masivas protestas contra el presidente estadounidense Donald Trump, así como la brutalidad policial en este país.



Esta nueva noche de disturbios, se vivió de forma intensa especialmente en Seattle (estado de Washington) y Portland (Oregón), avivadas por la decisión de la Administración Trump de reforzar la presencia de agentes federales en algunas ciudades del país. ( No todas federales sino milicias y agentes de fronteras , mientras el ejercito se negó a salir a la calle ) (1)

Las fuerzas antidisturbios se enfrentaron a los manifestantes en las afueras de una cárcel juvenil en Seattle, dispersándolos con gases pimienta y lacrimógenos. Por tanto, algunos de los manifestantes levantaron paraguas para evitar ser alcanzados por el gas pimienta.

Las protestas en curso en EE.UU. estallaron a partir del pasado 25 de mayo, por la muerte de George Floyd, un afrodescendiente desarmado que fue asesinado a manos de un agente de la Policía de Mineápolis (Minesota). No obstante, la gestión del inquilino de la Casa Blanca ante las manifestaciones ha generado una ola de críticas en el país.

El magnate neoyorquino, además de agudizar la situación al tachar de “matones” a los manifestantes y amenazar con ordenar que les disparen si no cesan las marchas, ha ordenado enviar fuerzas federales a todos los estados y ciudades del país gobernados por “los demócratas liberales” que protestan contra el racismo y la violencia policial.

Según varios analistas, las protestas antirracismo en EE.UU. preocupan a Trump porque “están profundizándose y se deben a problemas muy estructurales” del país.



Durante una protesta pacífica celebrada la semana pasada en Los Ángeles (EE.UU.), un hombre negro en silla de ruedas fue golpeado y detenido por la fuerza luego de que los agentes arremetieran de manera violenta.

Un vídeo divulgado del incidente muestra al hombre identificado más tarde como Joshua Wilson, de 34 años, cayendo de su silla de ruedas mientras los oficiales lo golpean. Según informes, Wilson ha sido liberado después de pagar una fianza de 35 000 dólares, por haber luchado contra los policías que lo atacaban (2).

Nota (1) ..Recordemos este artículo  en el The New York Times. 
https://www.nytimes.com/es/2020/07/22/espanol/opinion/portland-protestas-trump.html


Nota (2)Ver video en el enlace  ..https://www.lahaine.org/mm_ss_mundo.php/video-represion-a-las-protestas