Italo Calvino: su
vida y cambios de ruta en su escritura ( I )
Por Iñaki Urdanibia
Kaosenlared
Notas biográficas
« Precisiones biográficas: formo parte de los que creen todavía – como Croce- que para un autor, cuentan solamente sus obras ( cuando ellas cuentan, naturalmente). De modo que precisiones biográficas no ofrezco y si las ofrezco son falsas, o más todavía trato de modificarlas de una vez a la siguiente. Pregúnteme pues lo que desee saber, yo le responderé. Pero jamás le diré la verdad»
Carta de 9 de junio de 1964 a Germana Pescio Bottino
Nace, por cosas del azar, en Santiago de Las Vegas, La Habana, en 1923, de padres italianos. Su madre, Giuliana Luigia Evelina Mameli, naturalista y profesora de micología y botánica en la Università de Cagliari, y autora de varios estudios sobre flora y protección de las aves y de la naturaleza en revistas especializadas, en especial en Il Giardino Fiorito, publicación que dirigió entre 1931 y 1947 con su marido, y padre del escritor, Mario Calvino, agrónomo y botánico que estudió la flora y conoció en directo la naturaleza tropical en México, Brasil o la isla de Cuba en la que trabajó como científico durante años; más tarde la familia vuelve a Italia y se instala en Liguria, en San Remo; allí su padre ocupará la dirección de un establecimiento experimental de floricultura, Orazio Raimondi, hasta su fallecimiento en 1951 , sustituyéndole su madre en dicho puesto hasta 1959. ( el mismo escritor subrayará la huella dejada por sus padres: « he pasado la infancia y la juventud en medio de la naturaleza. Mi padre era agrónomo y su trabajo consistía en hacer experimentos agrícolas. Mi madre era una botánica y genetista. Vivimos en San Remo, en una villa llena de plantas exóticas…»; pueden verse en especial las referencias a tal aspecto en su texto , casi, testamentario: Palomar , además de en diferentes textos y entrevistas) *[ a los temas señalados con asterisco les dedicó mayores precisiones abajo].
En 1941, Italo se inscribe en Agronomía en la facultad de Turín. Desde el 8 de setiembre de 1943, fue llamado a filas, mas, no acudiendo a la llamada del ejército fascista se une a la segunda división de la Brigate d´assalto Garibaldi, combatiendo en la Resistencia en la zona de los Alpes marítimos; sus padres mientras tanto quedaban como rehenes de los alemanes. En otoño de 1945 va a vivir en Turín en donde se matricula en Letras, obteniendo la licencia en 1947 con una tesis sobre Josef Conrad. Milita en el PCI, partido que abandona en 1957 con motivo de la invasión soviética de Hungría y ante el silencio e inoperancia del partido ante las denuncias del informe de Kruschev al XX Congreso del PCUS ( asunto que narrará en su La gran bonanza de las Antillas); mientras pertenecía al partido colaboraba asiduamente en su publicación , L´Unità, escribiendo relatos, llegando a convertirse en redactor de las páginas culturales.
Al poco de finalizar la guerra entra en contacto con la editorial Einaudi y con sus más destacados colaboradores ( Cesare Pavese, Natalia Ginzburg y Elio Vittorini), publicando en tal editorial su primera novela, El sendero de nidos de araña y una recopilación de relatos: Por último, el cuervo; ambos libros responden al estilo neo-realista, en boga en las letras italianas de la época, y están ubicados en la lucha contra el fascismo de la resistencia partisana. A pesar de la etiqueta nombrada , en estas primeras incursiones pueden verse ya ciertos tonos fantásticos , cuestión que algunos críticos con mayor tendencia a los matices señalaron y con los que el propio autor mostraría su acuerdo. De 1950 hasta 1961 trabaja en la nombrada editorial, llegando a ocupar el puesto de director literario; en tal editorial publicó la mayoría de sus libros, no rompiendo los lazos con ella y convirtiéndose, de por vida, en selecto consejero y lector de los originales que le eran enviados para su publicación* . En los años cincuenta abre una nueva vía en su escritura, entre la fábula y lo fantástico, con su El vizconde demediado ( 1952), libro al que seguirán El barón rampante ( 1957) y El caballero inexistente ( 1959), agrupados, en 1959, bajo el rótulo de Nuestros antepasados. En el prólogo de esta obra , Calvino escribía: « …el único camino para estar con los otros de verdad era estar separado de los otros, imponer tercamente a sí y a los otros esa incómoda singularidad y soledad en todas las horas y en todos los momentos de su vida, como es la vocación del poeta, del explorador, del revolucionario» – y en una entrevista posterior, refiriéndose más en concreto al barón, Cósimo Piovasco de Rondó , completa- « fue después de escribirla cuando descubrí que el personaje se me parecía bastante…, porque el barón es un personaje que participa en la vida de todo el mundo, pero guarda una distancia, porque ocurre que los poetas pueden ser también revolucionarios; es una distancia necesaria que permite ver mejor las cosas, estar fuera y dentro de ellas al mismo tiempo». Estas fábulas de aires volterianos, mirando y tomando impulso en el siglo XVIII, van a coincidir con el inmenso trabajo, en el que se sumergió por los mismos años, de selección y re-escritura de las Fábulas italianas ( obra publicada por Siruela en dos volúmenes, 1990, bajo el título de Cuentos populares italianos , en cuya introducción se lee: « yo me sumergía en este mundo submarino sin estar armado con el arpón del especialista, desprovisto de las antiparras doctrinales, ni siquiera pertrechado con ese tanque de oxígeno que es el entusiasmo […] , al comenzar a trabajar…poco a poco me sentí presa como de un frenesí, de una voracidad, de una insaciabilidad de versiones y variantes, de una fiebre comparativa y clasificatoria[…] había sido capturado por la naturaleza tentacular, arácnea, de mi objeto de estudio […] . Durante dos años viví en medio de bosques y palacios encantados […]. Poco a poco me pareció que, de la mágica caja que había abierto, la extraviada lógica que gobierna el mundo de los cuentos de hadas se había desencadenado para imperar una vez más sobre la tierra»), que le supuso un impulso para explorar esas nuevas geografías, en las que hallaba una sedimentación de la lenta rumia de las conciencias campesinas, y saliendo con la convicción de que existía en tales cuentos una sustancia unitaria y « una infinita posibilidad de metamorfosis de todo lo que existe». Años más tarde, en 1983, le sería encargada la tarea de realizar una antología de relatos fantásticos del XIX ( obra editada en dos volúmenes, por Siruela en 1987: Cuentos fantásticos del siglo XIX ) en cuyo prefacio al autor de la recopilación afirma: « es en el terreno de la especulación filosófica entre finales del XVIII y principio del XIX cuando nace el relato fantástico: su tema es la relación entre la realidad del mundo que habitamos y la realidad del mundo del espíritu que habita en nosotros determinándonos. El problema de la “realidad” misma de lo que se ve: cosas extraordinarias que no son quizá sino proyecciones alucinadas de nuestro espíritu; cosas banales que disimulan quizá su apariencia más banal, una segunda naturaleza, más inquietante, más misteriosa, más terrorífica ese problema, pues, constituye la esencia de la literatura fantástica».
Como señalado ha quedado, habiendo interrumpido en 1956 sus relaciones con L´Unità, comienza su colaboración con otras publicaciones: periódicos y revistas. Viaja durante seis meses a Estados Unidos, y en 1963 publica una novela corta, La jornada de un escrutador, inspirada en su experiencia como candidato de relleno, en las listas electorales del partido comunista; puede considerarse el libro el último coletazo de la fase neo-realista de su obra. Tras un periodo en Roma, marcha a La Habana en donde, en 1964, contrae matrimonio con una argentina de origen ruso que se dedica a la traducción e interpretación, Esther Judith Singer, con quien al año siguiente tuvo una hija, Giovanna; se marcha a París en donde establece contacto con los ambientes de la revista Tel Quel y del Oulipo *, permaneciendo en la capital del Sena hasta 1980; sus viajes a Roma para cumplir con sus dedicaciones editoriales son constates.
Una nueva orientación asoma en su escritura, el de la ciencia-ficción: Cosmicómicas en 1965 ( obra que complementaría en 1984 con nuevas cosmicómicas ), y Tiempo cero en 1967; dedicando posteriormente tres obras en las que experimenta el análisis de la narración: El castillo de los destinos cruzados ( 1969 / 1973), Las ciudades invisibles ( 1972) y Si una noche de invierno un viajero en 1979. En 1983, publica Palomar, obra autobiográfica y que se puede considerar como casi testamentaria , en la que expone su visión del mundo, de la vida y de la literatura.
Falleció en Siena en 1985 a causa de una hemorragia cerebral; más tarde vieron la luz algunas obras póstumas: Bajo el sol jaguar ( 1986) que respondía al proyecto de hablar sobre los cinco sentidos, quedándose en tres ( vista, oído y olfato) y unas lecciones americanas traducidas por acá bajo el título de Seis propuestas para el próximo milenio ( 1989), que quedaron en cinco ( Levedad, Rapidez, Exactitud, Visibilidad y Multiplicidad / quedando fuera Consistencia).
( * ) Con respecto a la influencia de sus padres en su vida y en su obra, en El camino de San Giovanni habla con claridad: « Para mi padre las palabras debían servir para confirmar las cosas, y para marcar la posesión […] El vocabulario de mi padre se dilataba en el catálogo interminable de los géneros, de las especies, de las variedades del reino vegetal – cada nombre era una diferencia aprehendida en la densidad compacta del bosque, con la fe de haber ampliado el dominio del hombre- y en la terminología técnica, en la que la exactitud de las palabras acompaña la exactitud de la operación, del gesto».
« Que la vida puede ser también un derroche, eso mi madre no lo admitía: es decir, la vida para ella debía ser en especial pasión. Es por lo que ella no salía nunca del jardín etiquetado planta por planta, de la casa tapizada de buganvillas, del despacho con el microscopio baja la campana de cristal y los herbarios. Sin incertidumbres, ordenada, transformaba las pasiones en deberes y vivía de eso».
( * ) De sus labores como crítico y lector, da sobrado testimonio su correspondencia con diferentes autores primerizos y consagrados; no me resisto a detenerme en la relación concreta que mantuvo con Primo Levi.
Comenzaré diciendo que con ocasión de la publicación en octubre de 1947 de Si esto es un hombre, por la pequeña editorial De Silva, el libro es saludado, uno de los pocos que lo hace, por Italo Calvino quien en L´Unità del 6 de mayo de 1948 aclama su aparición: « Primo Levi nos ha entregado sobre los campos de exterminio un magnífico libro […], no es únicamente un testimonio extremamente eficaz. Hay páginas de una auténtica potencia narrativa que permanecerán en nuestra memoria entre las páginas más bellas de la literatura sobre la segunda guerra mundial […] Levi no se limita a dejar hablar a los hechos , los comenta sin forzar la voz, pero sin usar tampoco el tono frío del estudio. Estudia con una calma llena de tristeza lo que queda del humano que ha sido sometido y en el que nada queda de humano ». Es de destacar que las ventas del libro de Levi, la tirada había sido de 2500 ejemplares, flojean …la obra había sido rechazada por Einaudi ya que según decían «la gente no quería oír hablar de los campos», a lo que cabe añadir que la publicación había coincidido con la puesta en librería de Los senderos de los nidos de araña de Italo Calvino, que obtenía un gran éxito, a pesar de que el escritor no cedía a los esquemas al uso acerca del heroísmo positivo.
A partir de entonces, los dos escritores lejos de convertirse en adversarios entablaron una estrecha y duradera amistad, mostrando ambos que se pueden probar escrituras de tipo diferente sin que ello empañe los lazos amistosos. Calvino se convirtió en consejero de Levi en la tarea de escribir, no habiendo un solo libro que Primo Levi escribiese que no lo hiciese pasar primeramente por las manos de su amigo. En diferentes cartas pueden verse los consejos para que distinga entre las ficciones-biológicas y los textos que tratan de la experiencia concentracionaria, y los elogios que prodiga: « evolucionas en una dimensión de inteligente divagación por los márgenes de un panorama cultural-ético-científico que debería ser el de la Europa en la que vivimos. Tus novelas cortas me gustan sobre todo porque presuponen una civilización común que es sensiblemente diferente de lo que se presenta mayoritariamente en la literatura italiana[…] . En suma , hay una dirección en la cual te animo a que sigas trabajando» ( carta del 22 de noviembre de 1961).
Decidido a dedicarse de lleno a la escritura Italo Calvino es sustituido en la dirección de la editorial, mas acompaña al nuevo director, Davico Bonino, durante un año , tiempo en el que la editorial acepta publicar La tregua de Levi, que sería galardonada con el prestigioso Premio Campiello . Gracias al apoyo de Calvino, Primo Levi se encuentra de facto entre los grandes de la literatura contemporánea italiana, sin que las luminarias de tal panorama le invitasen a excepción, reitero, de Calvino.
Las visitas de Levi a la sede de la editorial siempre iban precedidas de una previa llamada a Calvino ( que vivía entre París, Roma y Turín); éste leía escrupulosamente el original presentado y no se privaba de hacerle indicaciones y sugerencias con el fin de mejorar el texto. Levi casi nunca discutía ya que decía: « yo no soy un escritor, tú lo eres y he de escucharte».
Las aportaciones son recíprocas ya que el oficio de químico de Levi hacen que su plan se imponga, ante alguna sugerencias de Calvino acerca del orden de los elementos, en la versión definitiva de El sistema periódico; concediendo al final Calvino de que el resultado era un libro realmente logrado, subrayando a la vez que el libro había sabido reunir química y literatura, suponiendo un puente entre dos culturas, objetivo que era el deseable para su concepción de la literatura. No oculta Calvino tampoco la ayuda que recibió por parte de Levi con ocasión de la traducción al italiano de la Pequeña cosmogonía portátil de Raymond Queneau , con las certeras respuestas a las preguntas que el desconocimiento le hacían plantear. Alude de pasada a la obra Primo Levi en La cosmogonía de Queneau: « sigue a la edición bilingüe del texto una pequeña guía a la “Pequeña cosmogonía”, escrita por Italo Calvino que fue amigo y discípulo del autor ( ¡ y cuántos dejes queneaunianos se encuentran en sus libros, de las Cosmogonías en adelante !) […] Calvino ha hecho un trabajo de filólogo, ha ido en busca de las fuentes, ha consultado los comentarios de Jean Rostand, el célebre biólogo y amigo de Queneau, ha interrogado a naturalistas y químicos…».
En 1981, el libro de Levi, A la búsqueda de las raíces ve la luz con una elogiosa recensión de Calvino que había escrito el prefacio a la obra en el que destaca que en la obra se descubre un esquema ovoide, calificándolo de elipse o esferoide, mantenido por cuatro curvas designadas como sigue: « salvar el saber, la grandeza del hombre, [ denunciar] el sufrimiento injustificado del hombre, salvar el reír».
No le dolían prendas a Calvino para confesar las influencias recibidas, como lo deja expuesto en sus cartas: y así junto a Conrad, Lucrecio, Ovidio, Ariosto, Borges, Pavese, Queneau…muestra su deuda con el propio Primo Levi.
( * ) Los años franceses marcaron , qué duda cabe, la escritura de Calvino y su modo de concebirla. Por una parte, estaban su contacto con las publicaciones del nouveau roman y de la nouvelle critique, la frecuentación de los círculos de la revista Tel Quel y del estructuralismo; en lo que hace a esto último ha de señalarse su asidua asistencia a los seminarios de Roland Barthes con quien establecería estrechos lazos de amistad que se dejan ver en los comentarios elogiosos mutuos ( hablaba este último de la escritura de su amigo como máquina encantadora ); también asistió a seminarios del lingüista Greimas, etc. No obstante, en donde la huella se antoja más honda es en la relación con Raymond Queneau, con su hermano Georges Perec, y con el Oulipo ( Ouvroir de Littérature Potentielle) [ en la foto puede verse a Calvino en primer lugar sentado a la izquierda, Queneau está sentado con un papel en la mano y Perec, con su imagen inconfundible, de pie conserva con otros miembros de la reunión]. Tal influencia puede observarse con absoluta claridad en las obras que respondían a la lógica oulipiana ( El castillo de los destinos cruzados, Las villas invisibles y Si una noche de invierno un viajero…), y a la huella de Queneau ( Cosmicómicas y Tiempo cero) del que estaba traduciendo varias obras, entre ellas La petite cosmogonie portative ; « yo soy cada vez más favorable a una literatura que tienda hacia la abstracción geométrica, hacia la composición de máquinas novelescas que funcionen de manera automática, anónimas en la medida en que sea posible. Todo lo que se pretende existencial, expresionista, “lleno de vida”, todo esto me resulta extraño», afirma en una carta del 10 de julio de 1965.
Con respecto a Queneau, se ha de tener en cuenta que Calvino lo leyó con detalle, lo tradujo, lo editó y lo comentó, prologando algunas obras suyas y refiriéndose a él con frecuencia; asomando sus referencias a la complicidad oulipiana con él y a su abierta inspiración para algunas de sus obras ( la fuerza inspiradora de la cosmogonía citada y Los ejercicios de estilo, en especial ) no se disimula; en el caso de la mirada al momento de la creación y la posterior evolución , y las dudas del personaje, Qfwfq, Calvino afirmaba que en aquel momento « entraba en una fase en la que los intersticios del vacío, de los silencios, las lagunas, los nudos que faltaban, las conexiones en el tejido del tiempo me parecían conservar un sentido y un valor. Espiaba a través de estas fisuras el gran reino del no-ser, y allí reconocía mi única y verdadera patria a la que sentía haber traicionado a causa del una ceguera temporal de mi conciencia». Amplió la mirada que sobre él ponía el acento en textos humorísticos y en su presencia germanoprantine , desvelando el engaño que reducía la obra de su amigo, subrayando el carácter enciclopédico desbordante, sus particulares estilo y retórica y el uso de la combinatoria sistematizada . Es destacada igualmente la capacidad de convertir en novela los materiales más insignificantes y variopintos, sin obviar la elaboración de listas ( aspecto en el que Perec completaba con creces la faena). El espíritu lúdico en la utilización queneaunianas de nombres se ve plasmada en los juegos de las estructuras calvinistas. La atracción era fuerte también en lo que hace a una exigencia de conocimiento totalizador que se completaba con un escepticismo radical; en lo referente a la marcha unida de la literatura y la ciencia es un punto común de inevitable referencia, sin obviar las tendencias a penetrar en los discursos filosóficos. Así, la voluntad de saber iba de la mano con el gai saber. Ahí están su combinatoria de Las ciudades invisibles, los distintos modos, diez, de iniciar una historia, mostrando las diferentes tendencias de la novela de su tiempo, en Si un día de invierno un viajero o las diferentes historias decididas e impulsadas en base a las cartas del tarot en Los castillos de los destinos cruzados….siempre en un juego de intertextualidad abundante.
Con respecto a Queneau, se ha de tener en cuenta que Calvino lo leyó con detalle, lo tradujo, lo editó y lo comentó, prologando algunas obras suyas y refiriéndose a él con frecuencia; asomando sus referencias a la complicidad oulipiana con él y a su abierta inspiración para algunas de sus obras ( la fuerza inspiradora de la cosmogonía citada y Los ejercicios de estilo, en especial ) no se disimula; en el caso de la mirada al momento de la creación y la posterior evolución , y las dudas del personaje, Qfwfq, Calvino afirmaba que en aquel momento « entraba en una fase en la que los intersticios del vacío, de los silencios, las lagunas, los nudos que faltaban, las conexiones en el tejido del tiempo me parecían conservar un sentido y un valor. Espiaba a través de estas fisuras el gran reino del no-ser, y allí reconocía mi única y verdadera patria a la que sentía haber traicionado a causa del una ceguera temporal de mi conciencia». Amplió la mirada que sobre él ponía el acento en textos humorísticos y en su presencia germanoprantine , desvelando el engaño que reducía la obra de su amigo, subrayando el carácter enciclopédico desbordante, sus particulares estilo y retórica y el uso de la combinatoria sistematizada . Es destacada igualmente la capacidad de convertir en novela los materiales más insignificantes y variopintos, sin obviar la elaboración de listas ( aspecto en el que Perec completaba con creces la faena). El espíritu lúdico en la utilización queneaunianas de nombres se ve plasmada en los juegos de las estructuras calvinistas. La atracción era fuerte también en lo que hace a una exigencia de conocimiento totalizador que se completaba con un escepticismo radical; en lo referente a la marcha unida de la literatura y la ciencia es un punto común de inevitable referencia, sin obviar las tendencias a penetrar en los discursos filosóficos. Así, la voluntad de saber iba de la mano con el gai saber. Ahí están su combinatoria de Las ciudades invisibles, los distintos modos, diez, de iniciar una historia, mostrando las diferentes tendencias de la novela de su tiempo, en Si un día de invierno un viajero o las diferentes historias decididas e impulsadas en base a las cartas del tarot en Los castillos de los destinos cruzados….siempre en un juego de intertextualidad abundante.
Las simpatías hacia tal tendencia literaria quedaban bien explicitadas : « comparto con el Oulipo varias ideas y predilecciones: la importancia de las restricciones en la obra literaria, la meticulosa aplicación de reglas de juego muy estrictas, el recurso a procedimientos combinatorios, la creación de obras nuevas utilizando materiales preexistentes. El Oulipo no admite más que operaciones utilizadas con rigor, en la confianza de que el valor poético puede liberarse de estructuras extremamente restrictivas». En noviembre de 1972, Calvino participó por iniciativa de Queneau, como invitado de honor, por primera vez en el desayuno habitual, que celebraban los miembros del Oulipo, los miércoles en casa de François Le Lionnais; en febrero de 1973 ( miércoles y día de San Valentín), en medio de una unanimidad entusiasta se decidió que Italo Calvino fuese considerado miembro extranjero de pleno derecho. Diré de paso que otro extranjero fue invitado a unirse al grupo, mas Julio Cortázar rechazó la oferta al considerar que el grupo se movía en parámetros apolíticos inaceptables para él, cuestión que, con todos los respetos, resulta un tanto sorprendente si se tiene en cuenta el carácter netamente lúdico de algunas de sus obras más señeras, y me refiero a Cronopios y famas, La vuelta al día en ochenta mundos o Los autonautas de la cosmopista…Podría traerse a colación aquello que dijese Calvino en una entrevista: « creo en la eficacia política de todo lo que no es directamente político»
Los aires de familia entre el escritor y el grupo eran anteriores a la inclusión de Calvino en éste: así en un texto de 1967, Cibernética y fantasmas, escribía: « La literatura tal y como yo la conocía era una paciente serie de tentativas para hacer que casase una palabra detrás de otra siguiendo ciertas reglas definidas, o, las más de las veces, de reglas no definidas ni posibles de definir, pero que se puede extrapolar de una serie de ejemplos, o de reglas que se inventar para la ocasión, es decir derivadas de otras reglas seguidas por otros escritores»; en paralelo puede verse que el Oulipo desde su fundación en 1960, estaba formado por escritores y científicos ( el mismo Queneau era matemático), y se había marcado como tarea proponer a los escritores nuevas estructuras, el escritor oulipiano siendo aquel que añadía, a las reglas del lenguaje comúnmente admitidas, sus propias reglas o restricciones ( contraintes ), tomadas de modelos científicos o matemáticos, y el uso de palíndromos, lipogramas, criptogramas, caligramas, y otras yerbas.
Segunda parte