Ehsan Ullah Khan, referencia mundial en la lucha contra el trabajo esclavo infantil, sostiene que Inditex, H&M, Apple y otras grandes multinacionales emplean mano de obra esclava en los países más desfavorecidos y ante la pasividad de las sociedades ricas.
Ehsan Ullah Khan gira la cabeza para escuchar con el único oído que conserva tras las torturas que ha sufrido en sus 12 estancias en las cárceles de Pakistán, su país natal, al que tiene vetado el acceso desde 2001. Pero el oído no es lo único que ha perdido a lo largo de una vida luchando contra la esclavitud, en particular la de los niños y las niñas. En el pasado sus enemigos intentaron asesinarle y le arrebataron la vida a sus compañeros de lucha, entre ellos
Iqbal Masih, el niño esclavo al que ayudó a liberar en 1992 y que se convirtió en el símbolo mundial de la lucha contra la esclavitud. A pesar de todo ello, este activista pakistaní sigue predicando la no violencia. “Mi creencia es fuerte y creo que la tortura entraña tortura. Si torturas hoy, estarás sembrando eso mismo en el futuro”, asegura.
Ullah Khan (Baluchistán, 1947) es fundador y presidente del
Frente de Liberación del Trabajo Forzado, una organización que desde su fundación ha logrado liberar a más de 100.000 personas en régimen de esclavitud. Su amigo Kailash Satyarthi, Nobel de la Paz en 2014, le define como “un mártir en vida”. Ullah Khan, que actualmente vive en Suecia como refugiado político, se encuentra estos días en España tratando de despertar conciencias en contra del trabajo forzoso al que las grandes multinacionales someten a sus trabajadores, principalmente en países de Asia, África y América Latina. Su labor en nuestro país no solo se limita a la palabra, sino que también promueve acciones de protesta, como cuando el año pasado animó a la gente a tirar sus prendas frente a una tienda de Zara en Santiago de Compostela
en protesta por la explotación de refugiados sirios en algunos de sus talleres en Turquía.
¿Cómo definiría la esclavitud hoy en día?
Divido la esclavitud en dos partes: la de las personas adultas, y la de los niños, la esclavitud infantil, aquellos que son forzados a abandonar la escuela para trabajar en diferentes profesiones. Para mí, ellos son esclavos. Se viola su derecho a la infancia.
¿Y la esclavitud adulta?
La esclavitud adulta está ligada a la definición de las
convenciones 5 y
182 de la Organización Internacional del Trabajo, y la declaración de Derechos Humanos. Gente que obtiene menos de un dólar [al día] por su trabajo, incluso dos dólares, son esclavos. Actualmente la mayoría trabajan para multinacionales en diferentes lugares del mundo. Yo hago una diferenciación en función de su género: las mujeres son mayoría. Ellas trabajan en su puesto laboral y en casa se ocupan de otras muchas responsabilidades, como el cuidado de los niños. Por tanto, las mujeres son mayoría, incluso en la esclavitud infantil ellas están más victimizadas que los chicos.
¿Puede hablarme del rol de las mujeres en la lucha contra la esclavitud?
Creo que habría que hablar de la liberación de la mujer, en el ámbito individual y en el colectivo. Sin esto, será imposible liberar y educar a las nuevas generaciones. Las mujeres son profesoras, madres, líderes. Si ellas no reciben educación, no vivirán en mejores condiciones y no se cumplirán las aspiraciones de las nuevas generaciones. Las mujeres son víctimas de numerosos tipos de explotación, también abuso sexual en los lugares de trabajo.
La esclavitud es algo que parece lejano para una sociedad como la española, ¿cuáles son los factores clave para entenderla?
Hay que entender en primer lugar que la esclavitud infantil y adulta está controlada de una u otra forma por transnacionales. Esas personas están explotadas alrededor de todo el mundo. Podemos citar ejemplos como el de la industria minera o la textil, o de otra aún mayor: la industria armamentística. Hay muchos niños sufriendo violencia en diversos países por causa de este sistema económico, incluso se les usa como niños soldados en Afganistán, Camboya, varios países africanos… Esto va de la mano tanto de distintas industrias: la armamentística, la minera, para la extracción de oro, diamantes o el coltán de nuestros teléfonos. A fin de cuentas, todo tipo de esclavitud entraña un conflicto que está bajo el control del mercado. No podemos entender la esclavitud moderna sin diferenciarla de la esclavitud de épocas anteriores. Hoy en día los esclavos están controlados incluso por Internet, por el teléfono. Pongamos el ejemplo de la industria textil en España, Estados Unidos o Suecia: solo es necesario hacer un pedido a través del móvil mientras las multinacionales siguen contratando a gente local para que se encargue de buscar y emplear a esclavos en otros países, siempre buscando el producto al menor precio. Esto hace que crezca la competición entre empresas, pero también entre grupos étnicos en esos países. Hay ejemplos muy recientes, como el de los niños refugiados en las fábricas de Turquía. Si ahora vas a cualquier tienda de ropa, encontrarás productos fabricados en ese país. Esas mismas marcas también operan en Etiopía, Birmania, Bangladesh. ¿Por qué no empiezan a invertir para que haya mejores sistemas sociales, como los que tenéis en Europa? ¿Por qué no tratan de buscar los lugares con las mejores condiciones para tratar de expandirlas?
¿Qué interpretación tienen de la esclavitud estas multinacionales?
Han expandido una interpretación criminal de la esclavitud. Además, está incluso demostrado científicamente que la mano de obra infantil genera desempleo. No se obtiene nada. Cuando los niños van al colegio, la escuela se convierte en una ayuda, en una especie de industria que elimina pobreza, genera nuevos puestos de trabajo, edificios, profesores, libros y material educativo. ¿Por qué no invertimos más en la industria educativa en lugar de la armamentística? Siempre digo que tenemos que aumentar la producción de lápices, no de balas. Si produces más balas, crearás situaciones horribles. Si produces más bolígrafos, traerás entendimiento, serás capaz de acercar a las personas, porque no hay unidad posible sin conocimiento ni comprensión. Ningún médico ni científico puede curar una enfermedad sin conocer sus causas, y con la esclavitud sucede lo mismo. El gran enemigo de la sociedad reside en el control, en el conflicto armado, en la falta de entendimiento. Hace setenta años España estaba en guerra, pero gracias a la inversión en educación, ahora las personas tienen una mente más abierta y pueden diferir en sus ideas, pero saben que se resuelven debatiendo y no tomando las armas. En Pakistán, el Gobierno destina el 2% del gasto público a la educación. El 1% va a educación primaria, un 0,5% para corrupción, mientras que el 37% del presupuesto va a fines militares. Hace poco en Murcia me hablaron de una importante investigación contra el cáncer. Les dije que es necesario repasar nuestros estilos de vida, y prestar más atención a los niños. Fíjate en los menores que son explotados en la industria algodonera. Usan pesticidas, venenos que van a parar a sus pulmones y les provocan cáncer. En todo esto se crea una dinámica trágica en la que niños con poco dinero mueren, y otras personas son salvadas. Y si esos niños dejan de trabajar, sus padres morirán. Eso es inhumano. Se utiliza la religión, el orden social, el clientelismo, se esgrime la propiedad de la tierra para justificar esa esclavitud. En Europa, por ejemplo, los países que producen armas deberían dejar de suministrarlas a naciones con esclavos y hambre infantil. Fíjate: los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad son los mayores exportadores de armamento. Y tienen poder de veto. Con toda certeza, si estos cinco países decidieran parar el suministro de armas a países con esclavos, en cuestión de un par de años la esclavitud estaría abolida.
¿Qué me dice de los informes de Responsabilidad Social Corporativa de estas grandes multinacionales?
Si, por ejemplo, lees los informes de Apple, creerás que están trabajando duro para respetar el medio ambiente, los derechos laborales… Sin embargo, muchas de sus trabajadoras en China del proveedor Foxconn se siguen suicidando porque no soportan sus condiciones laborales. Foxconn también emplea a menores de entre 13 y 17 años, pero no verás nada de esta actividad criminal en sus informes. Yo lo llamo ‘iWash’ o lavado de imagen.
La irrupción del comercio digital parece estar aumentando la distancia entre el consumidor y el trabajador esclavo que produce lo que compra. ¿Qué opina al respecto?
Mira este pequeño instrumento [señala los teléfonos móviles sobre la mesa]. Esta tecnología debería decirte que Zara, Inditex, etcétera, son
esclavistas. En Internet puedes encontrar miles de páginas de información sobre esclavitud, puedes ver cuántas multinacionales emplean esclavitud infantil. Cuando compramos, deberíamos recordar que somos seres humanos con responsabilidades y que, si no podemos ayudar, al menos podemos no empeorar las cosas. Hace 10 años la excusa era que “no lo sabíamos”. Ya no tenemos excusa. Pide a tu gobierno y a las multinacionales que creen un fondo económico para vigilar y comprobar que cada producto tiene un origen limpio. Tenemos más medios que nunca para verificar todo esto. Si vendo o compro droga, la policía me arresta, ¿por qué? Porque es ilegal. La esclavitud también es ilegal, va en contra de la declaración de Derechos Humanos, la Convención sobre los Derechos del Niño, la Constitución española, la religión. Si todos estos productos de Zara y demás empresas van en contra de esto, deberían ser declarados ilegales, como la droga. La gente que los vende, quienes los compran, deberían asumir su corresponsabilidad. Esta es la campaña que estamos promoviendo para despertar conciencias en la sociedad, porque sin eso no podremos cambiar nada. Una camisa no es producida por un solo país, sino que las grandes compañías, Inditex, H&M, obtienen el algodón en países como Etiopía o Egipto o Pakistán, la tejen y tiñen en India, la llevan a China para que jóvenes mujeres en circunstancias muy malas la ensamblen y finalmente la traen aquí.
¿Qué ha cambiado tras la tragedia del Rana Plaza en Bangladesh?
Hubo un gran debate a nivel internacional entre los consumidores y los gobiernos, pero fue temporal. Gobiernos y multinacionales hicieron grandes promesas, dijeron que darían dinero y dejarían de actuar así pero, ¿qué han hecho? Primero, establecer prohibiciones en Bangladesh y saltar desde ahí a Turquía y Birmania. Con el tiempo han olvidado sus promesas. Tanto gobiernos como multinacionales forman parte de esa mafia corrupta, de la parte alta, y creo que deberían bajar a la tierra. Aún perdura la discusión sobre el sector textil, a veces crece, otras decae. Yo me sigo reuniendo con diferentes colectivos y sectores, religiosos, sindicatos, estudiantes… El próximo año lanzaremos una campaña para concienciar y llamar a la acción, y contaremos con el apoyo de la Universidad de Salamanca. También la de Alicante ha prometido sumarse, así como el gobierno local de Valencia.
Si usted va a una zona industrial de Bangladesh o Pakistán, es posible que encuentre marcas como Primark, Mango, C&A, H&M… ¿Qué se le pasa por la cabeza cuando llega a la Gran Vía de Madrid y encuentra las mismas marcas?
Bueno, me forzaron a salir de mi país y ahora no tengo nacionalidad ni puedo volver, pero cuando luchaba allí, me sentía poderoso pensando en todo el trabajo que tenía por delante. Pienso que los países que hablan de democracia, derechos y libertad deberían actuar mejor. Ahora vivo en Suecia, y cuando veo todas esas marcas, siento mucha rabia en mi interior. Siento más dolor en Europa que en Pakistán, porque allí al menos podía sentir que calaba mi mensaje contra la explotación. Aquí me duele que la sociedad, que valora los derechos humanos, no reaccione contra la esclavitud. Por eso reclamo a los medios de comunicación españoles y europeos que tomen un papel activo en la lucha por la libertad. En Europa tengo que luchar contra las multinacionales, que aquí tienen otra parafernalia y sistema, y a veces pienso que nunca habría imaginado que alguien mayor y extranjero como yo acabaría yendo de ciudad en ciudad para hablar de esto. Me reconforta pensar que podemos hacerlo, y lo estamos haciendo. Si nos unimos , seremos muy poderosos. Estos países solo son democráticos con ellos mismos y a veces ni eso, porque explotan a sus propios trabajadores.
¿Cómo le presionan las grandes corporaciones?
No recuerdo su nombre, pero allá por el año 97 empezó a presionarme una gran compañía sueca a raíz de mi trabajo con niños de India, porque yo coordinaba la
Marcha Global contra el Trabajo Infantil. El jefe de la compañía me llamó para pedirme que parase porque estaba mal. Le dije que no, y él me respondió que tendría problemas legales. Yo le respondí “si emprende acciones legales, estoy seguro de que perderá, porque yo tengo más pruebas que usted, y perderá mucho dinero. Mejor dedique ese dinero a sus trabajadores”. Cuando llegué de Pakistán recibí muchas amenazas por teléfono, incluso de muerte, pero trato de no tomármelo muy en serio. Ahora mi línea está protegida. Ya he cambiado tres veces de número. Tengo el apoyo de una gran organización, también me defienden en muchos colegios. Siento que no tengo nada que perder y eso me hace más fuerte. He estado 12 veces en la cárcel, he sido condenado por alta traición, he sido atacado por la mafia en repetidas ocasiones. Han intentado matarme y encarcelarme durante más de 50 años, es algo de lo que no hablo porque quiero quitarle importancia. Mira, si corres delante del perro, el perro corre detrás y pierdes el tiempo. Yo me quedo en mi sitio y que vayan a donde quieran, no me importa. Seguiré haciendo presión a favor de esta causa, hasta que no pueda más. Y soy musulmán, pero creo que cada cual debería cargar su propia cruz [saca un rosario blanco de su monedero], cada cual debería cargar con la responsabilidad que tenemos ante las otras personas y sus derechos.