domingo, 11 de noviembre de 2018

Detrás del éxodo en Honduras .



Centroamérica: De qué huyen las caravanas que se dirigen a Estados Unidos



04/11/2018

No hay guatepeor para los que escapan de Guatemala, Honduras y El Salvador, sumándose sin más pensarlo a la caravana que pasa por su puerta hacia un norte que es para ellos la esperanza. Amuchados, se ve, piensan que corren menos riesgo de que los roben, secuestren, prostituyan, violen y maten en el ataque. Huyen dejando atrás lo poco que puedan tener, para llevarse consigo al menos la vida.
Son tres caravanas: la primera partió de San Pedro Sula, Honduras, el 12 de octubre. En México los espera un presidente saliente, Enrique Peña Nieto, que no quisiera reprimirlos, pero a veces estos migrantes se le desmadran y no aceptan la propuesta de residencia condicionada que ofrece; un presidente entrante, Andrés Manuel López Obrador, que ya está prometiendo trámites de residencia y asegura que habrá trabajo para todos ellos, y en la frontera de Estados Unidos, un Donald Trump que casi que se despeina insultándolos y amenazándolos con 5.200 efectivos de sus fuerzas armadas. Cuando las caravanas lleguen a la frontera con Estados Unidos ya habrán pasado las elecciones de medio término del 6 de noviembre, el tema perderá decibeles noticiosos y todo volverá, se supone, a la normalidad.
La normalidad es peor. Cada vez más, y marcadamente desde la presidencia de Barack Obama, las caravanas son rechazadas, las familias divididas y decenas de miles de niños solos enfrentan esa realidad agresiva, en la que cualquier cosa puede pasar. Entre 2013 y 2017 fueron registrados 179.544 niños y niñas solos. En abril, la Guardia Nacional (que no el Ejército) impidió la entrada de una caravana a Estados Unidos. En el año fiscal al 30 de setiembre se superó la cifra récord de 100.000 refugiados golpeando el muro; sólo en setiembre, se detuvo y se envió de regreso a 16.658 personas.
La realidad de la que huyen desde El Salvador, Guatemala y Honduras tiene desgracias en común: todos los años pasa a vivir del campo a la ciudad 1,9% de la población en El Salvador, 3,1% en Guatemala y 2,4% en Honduras.
El sector informal de la economía constituye 53,6% en El Salvador, 57% en Guatemala y 51,4% en Honduras. La pobreza urbana en El Salvador es de 41,6% y la pobreza rural, de 49,5%; la indigencia es a su vez de 12,5% y 17,4% la rural. En Guatemala, la pobreza urbana es de 67,7% y la pobreza rural de 77,2%; la indigencia de 46,1% y 58,2%. Y en Honduras, el sector informal de la economía comprende 51,4%, la pobreza urbana es de 74,3% y la rural de 81,8%; en cuanto a la indigencia, es de 50,5% en el área urbana y de 63,9% en la rural.
Las cifras de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) castigan una tras otra como rayo que no cesa, describiendo una realidad cotidiana más allá de lo imaginable. La cifra última, la de desigualdad, es elocuente: el índice Gini correspondiente a 2017 de El Salvador es de 0,44, el de Guatemala de 0,55 y el de Honduras de 0,56 (0 equivale a igualdad absoluta y 1 a desigualdad absoluta). CEPAL no proporciona índice Gini para Argentina; en Uruguay, el índice es 0,38.
Algo más grave tienen en común: los tres países, sumando apenas 32,5 millones de habitantes, conforman el Triángulo del Norte, una zona que los ejércitos de todo el mundo estudian en sus cursos de Estado Mayor por ser de las más peligrosas del mundo; más que Afganistán, se afirma.
El punto de partida de la coincidencia es que, sobre las abundantes debilidades institucionales previas en la construcción del Estado, los tres territorios fueron teatro de conflictos internos cuyo rasgo dominante fue que en ellas participaron sus fuerzas armadas –que causaron decenas de miles de desplazados–, que la desmovilización de las fuerzas dejó tras sí desocupación, heridas profundas y también mano de obra desocupada, en cuya formación se inculcaron valores que fácilmente encontraron correspondencia en el crimen organizado.
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https://actualidad.rt.com/actualidad/294897-hondurenos-crisis-migratoria-dictadura

sábado, 10 de noviembre de 2018

La Audiencia Nacional y la doble vara de medir el terrorismo





La Fiscalía de la Audiencia Nacional se retracta y admite ahora que sí conocía el caso del francotirador

  El Público.
La cadena Ser informa de que el pasado 19 de septiembre, el día de la detención de Manuel Murillo, los fiscales de guardia que estaban en Terrasa y los que estaban en la Audiencia Nacional mantuvieron varias conversaciones. La fiscalía de la Audiencia Nacional decidió entonces que el caso no era de su competencia


La Fiscalía de la Audiencia Nacional ha tenido que rectificar y admitir que sí estaba al tanto del caso de Manuel Murillo, el francotirador de 63 años que quería asesinar al presidente del Gobierno. Ayer, jueves por la tarde, la Fiscalía de la Audiencia Nacional afirmó que desconocía el caso adelantado en exclusiva por Público porque que ni los Mossos ni el juez de Terrasa (Barcelona) que instruye el caso le dieron traslado ni del atestado ni del procedimiento que se estaba siguiendo sobre este asunto en el juzgado número 3 de la localidad catalana. Pero no es es así, según informa la cadena Ser: ahora los fiscales se retractan y admiten que sí conocían el caso del magnicida de Terrasa.

De acuerdo a la información adelantada por la cadena de radio, cuando el pasado día 19 de septiembre el francotirador fue detenido, los fiscales de guardia de los juzgados de Terrasa y los de la Audiencia Nacional mantuvieron varios contactos, y "después de consultar con la jefatura de la Fiscalía de la Audiencia Nacional decidieron que el caso no era la competencia de la Audiencia Nacional, por lo que ésta se inhibió.

En ese sentido, los Mossos remitieron un atestado al juzgado de guardia para que decidiera si la causa era competencia de la justicia ordinaria o, por el contrario, de la Audiencia Nacional, que lleva las investigaciones por terrorismo.

La Ser también informa de que el titular del juzgado de Terrasa que estaba de guardia en ese momento, "hizo gestiones" ante el juez de la Audiencia Nacional, Fernando Andreu. Los dos magistrados convinieron que era la Fiscalía la que tenía que resolver el caso.

Como ya adelantó Público en su exclusiva, las diligencias pasaron del Juzgado de Guardia de Terrasa al de Instrucción Nº3 porque la Audiencia Nacional rechazó el caso, considerando que no se trataba de una amenaza terrorista, sino meramente una "proposición de homicidio de autoridad", con "tenencia ilícita" de un "depósito de armas", según señalaron fuentes de las Fuerzas y Cuerpos de la Seguridad del Estado.

Tras recibir el caso, el titular del Juzgado de Instrucción Nº3 de Terrasa también podía decidir si lo consideraba como terrorismo pero rechazó inhibirse en favor de la Audiencia Nacional o pedir un informe a la Fiscalía para que se pronunciase al respecto, y abrió entonces una investigación al francotirador por los delitos de conspiración para atentar contra la autoridad con uso de arma, amenazas graves, tenencia ilícita de armas y explosivos, así como incitación al odio.

Manuel Murillo está actualmente en prisión incondicional en el Centro Penitenciario Brians-2, en Sant Esteve Sesrovires, cerca de Martorell, donde confesó nada más ingresar sus intenciones de atentar contra Pedro Sánchez.



https://www.publico.es/politica/fiscalia-audiencia-nacional-conocia-caso-del-francotirador-terrasa.html

 
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 Nota .- Esto confirma lo que habia dicho en un  post anterior   y dije también que  tras la reforma del Código Penal de 2015, para atribuir a una persona unos hechos delictivos calificados como terrorismo, ya no es necesaria su pertenencia a un grupo terrorista, una medida tomada para incluir figuras terroristas nuevas a raíz del yihadismo radical. Es decir, un ‘lobo solitario’ —como es este caso— puede cometer delito de terrorismo.

Global .- ¿ Fascismo o derecha radical?.

Decir "fascismo" confunde y despolitiza



La extrema derecha actual es hija del extractivismo/cuarta guerra mundial, mientras el fascismo fue parido por el capitalismo monopolista en competencia por los mercados mundiales, por el colonialismo e imperialismo en su deriva racista, como señaló Hannah Arendt en Los orígenes del totalitarismo.
Comprendo que en los debates apasionados contra esa derecha machista y racista que crece exponencialmente, hablemos de fascistas o fachos y utilicemos adjetivos similares. Muchos lo hacemos como forma de fustigarlos. Sin embargo, el análisis sereno que expide el pensamiento crítico debería ir más al fondo de la cuestión.
Una porción importante de tales analistas desgajan el crecimiento de esta ultraderecha de la realidad económica, social y cultural que vivimos, y atribuyen este proceso a la influencia de los medios, al papel del imperialismo y a otras cuestiones generales que no consiguen explicar el fenómeno y lo atribuyen o bien a causas exógenas o a fenómenos como las redes sociales que no explican nada. La Revolución Francesa no fue consecuencia de la expansión de la imprenta, ni la rusa fue hija de la electricidad o del cine, aunque estos desarrollos tecnológicos tuvieron su influencia.
Por otro lado, el capitalismo no fue siempre igual. No siempre pretendió eliminar a camadas enteras de la sociedad, como aspira hacerlo en estos tiempos. Hubo periodos en los cuales las clases dominantes buscaron integrar a las clases peligrosas, y a esa política la denominamos estados del bienestar. Ahora se trata de explicar porqué han pasado de la integración a la segregación, para fantasear luego con el exterminio.
Para comprender el nazismo y el fascismo, Karl Polanyi se remontó a la Inglaterra de los siglos XVIII y XIX, analizando en detalle el cercamiento de los terrenos comunales (enclosures) en favor de los terratenientes. Ese proceso fue clave para promover la modernización, liberando a los campesinos de la tierra de la que fueron expulsados, sin más opción que ofrecer sus brazos a la naciente industria.
Pero la proletarización del campesinado fue un proceso traumático, que desarticuló la sociedad inglesa, como destaca Polanyi en La gran transformación, publicado en 1944. Con datos económicos, sociológicos y antropológicos, el autor concluye que el liberalismo económico y su mercado autorregulado, destruyeron los cimientos materiales y espirituales de las sociedades.
En sus propias palabras, la economía de mercado procedió a la demolición de las estructuras sociales para obtener mano de obra, y de las ruinas de la vida comunitaria nació la tentación fascista.
Las ultraderechas actuales tienen otra genealogía, aunque es evidente que hay puntos en común. Quiero destacar algunos aspectos que muestran las diferencias con el fascismo de los años 30 del siglo pasado y señalan también la necesidad de hurgar en nuestras sociedades para entender la deriva en curso.
Uno, el extractivismo expulsa a la mitad de la población (según regiones más o menos) de una vida digna, incluyendo salud, educación, vivienda, agua y seguridades mínimas. Esa población a la intemperie, debe ser controlada con nuevos modos: masificación de cámaras de seguridad, militarización, feminicidios, bandas de narcotraficantes, milicias parapoliciales, entre las más conocidas formas legales e ilegales.
Dos, el tipo de Estado que corresponde a este sistema de acumulación por despojo/cuarta guerra mundial, es el Estado policial, con sus correspondientes campos de concentración para los de abajo. Quien crea que exagero, que observe los entornos de la gran minería, de las megaobras de infraestructura y de los monocultivos, donde esto ya funciona. ¿Qué son las barriadas de las periferias urbanas, sin agua pero con abundancia de hombres armados, sino campos de concentración?
Tres, este sistema desborda violencia estructural, machista y racista, por todos sus poros. Sugiero dos lecturas. El reportaje de Katrin Beenhold en The New York Times sobre los varones de extrema derecha en Alemania del este (goo.gl/Y98L51), donde la violencia machista tiene un claro motivo sistémico; y El laboratorio social de China en Xinjiang, en II Manifesto (goo.gl/bH9JTk), donde el poder ejerce un control capilar y diabólico sobre la población.
Los varones, desde Alemania hasta Brasil, no se vuelven feminicidas por su genética, sino porque perdieron muchas cosas, como consecuencia de un modo de acumulación que no reconoce fronteras. Entre lo que perdieron, está el mandato de masculinidad, que analiza Rita Segato.
Cuatro, este sistema extractivo de guerra no puede ser desmontado paso a paso, ni desde adentro, porque sus instituciones no funcionan para la sociedad sino contra ella. No son las instituciones que conocimos durante el periodo del desarrollismo y el estado del bienestar que protegían a los ciudadanos. Las de ahora lo parasitan, en particular a quienes viven en la zona del no-ser: pobres y descartables, mujeres y jóvenes.


Fuente: http://www.jornada.com.mx/2018/11/09/opinion/022a2pol