viernes, 4 de mayo de 2018

Cuando en USA linchaban afroamericanos .


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Las fotografías de los linchamientos de negros en EEUU se convirtieron en la gran prueba de cargo contra el racismo

The Guardian / El Diario (España)

La organización de derechos civiles NAACP publicó las imágenes del brutal asesinato de un hombre negro en Texas en 1916 en el primer intento de utilizar en su favor las imágenes tomadas por los racistas para celebrar sus crímenes.
sigue  ......................
 http://www.eldiario.es/theguardian/linchamientos-racismo_0_766423524.html

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jueves, 3 de mayo de 2018

La manada nacional .


La prensa, el PP y Ciudadanos ante La Manada

 Por Domingo Sanz

Muchos son los compromisos de los medios de comunicación ante la sociedad derivados de la libertad de prensa. Uno de ellos es la obligación de realizar un seguimiento permanente de la clase política. Se trata, entre otras cosas, de conocer sus opiniones sobre lo más relevante de cada día.


Si hay un hecho reciente en España que ha provocado movilizaciones en tiempo real y que además ha vuelto a tener repercusión internacional, una vez más para mal, es el de la sentencia de La Manada. En este momento son las 4 de la tarde del 27 de abril y hace poco más de 24 horas que hemos conocido el fallo de los jueces, sentenciado como “error” por el “jurado” espontáneo y popular que se ha constituido en multitud de plazas y calles.
A la hora citada, en las portadas de líderes de audiencia como El País, El Mundo, El Diario, Público, El Confidencial, InfoLibre, ABC, La Razón y El Periódico se destaca que el Gobierno revisará el tema de los delitos sexuales en el Código Penal, lo que suena a uno de tantos cuentos de ocasión para enfriar pero que después se quedan en agua de borrajas. Solo alguno de los medios citados hace referencia a unas declaraciones muy breves realizadas horas antes por Cospedal. Ayer, al poco de publicarse la sentencia, ya se habían pronunciado varios líderes de la Izquierda, tanto del PSOE como de Unidos Podemos.
Es decir, ningún periodista ha buscado, o conseguido encontrar, a los y las Rajoy, Casado, Martínez Maíllo, Sáenz de Santamaría, Pastor, Arenas, Levy, Maroto, Monserrat o García-Tejerina, por citar a diez del PP. Tampoco han reclamado alguna palabra sobre la sentencia a Rivera, Arrimadas, Villegas, Girauta, Aguado, Villacís o Toni Cantó, siete de los más conocidos de Ciudadanos. Reconozco que puedo no haber buscado la letra pequeña con el microscopio adecuado.
Seguro que usted ya se imagina el motivo de porqué no me sorprende la desbandada de la derecha “nacional”, cosa que, unida al fracaso de la prensa en su “persecución”, ha conducido a un casi desierto de declaraciones sobre la sentencia más contestada de nuestra historia reciente. Si, todos tenemos aún en la memoria el espantoso ridículo que PP y Ciudadanos hicieron ante la gran movilización feminista del 8 de marzo. Desde el primero hasta el último mono de esos dos partidos, lo del simio es coloquial.
Si, por mucho que, cobardes, se hayan ocultado, necesitábamos escuchar como los periodistas, micrófonos en ristre como armas de libertad masiva, les preguntaban a estos políticos si también en el caso de La Manada, como en tantas ocasiones anteriores, iban a respetar la sentencia por encima de cualquier otra consideración. Ya sabemos lo mal que la política, especialmente la Derecha, torea conflictos transversales como el del feminismo. Pero se podía esperar un poco más de mano izquierda.
Tampoco hemos visto a la prensa buscar a mandos del Ejército o de la Guardia Civil para preguntarles que piensan hacer con los dos condenados, pertenecientes a ambas fuerzas armadas. Se les protege tanto de la dura realidad como si no trabajaran gracias a nuestros impuestos. Que en un país como España declaren los jefes militares sobre agresiones machistas cometidas por soldados rasos es probablemente más de lo que la sensibilidad del franquismo sociológico puede soportar. Según cómo y qué se pregunte, lo mismo encarcelan al periodista.
En este caso lo que no viene a la cabeza, fue hace poco más de treinta días, es la casi absoluta unanimidad de los medios para suprimir de sus informaciones la condición de hija de militar, concretamente de un general de brigada, en la que ella misma se apoyó, con aquel video selfi para la eternidad, al anunciar que, ante el acoso que sufría, “no daría un paso atrás ni para tomar impulso, como buena hija de militar”. Nunca he sido partidario de criticar a nadie por sus nexos familiares, salvo si los utilizan para defenderse. Por lo demás, no es necesario decir el nombre de quien finalmente ha terminado reconociendo que su resistencia, o quizás su cinismo, también tenía un límite.
Lo que la prensa no puede hacer es suprimir del discurso de Cifuentes los argumentos que ha utilizado en su propia defensa, por muy incómodos que sean y por mucho que impliquen a terceros. No se han dejado de repetir las declaraciones de las misma ex presidenta, y de muchos del PP, arrojando porquería sobre la Universidad y, que sepamos, este país no le debe más a sus militares que a sus catedráticos. Si alguien como Cifuentes es capaz de ofender al Ejercito para blindarse ante las críticas, pues ya son mayorcitos los generales, o la ministra, que para eso no ha dado la cara María Dolores, para decir bien alto que esa hija ese día no fue digna de su padre. O quien sabe.
En resumen, que sobre el asunto de La Manada solo hemos oído a una Ministra de Defensa, quizás porque según algunos medios se encuentra al borde del abismo por su irracional defensa de la hoy derrotada Cifuentes. Probablemente lo ha hecho para que se hable de ella por cualquier otra cosa, menos de la madrileña. Puede que hasta haya salido ganando.


 http://kaosenlared.net/la-prensa-el-pp-y-ciudadanos-ante-la-manada/


  Nota.- 1.869 profesionales de la psicología y la psiquiatría han elaborado y apoyado un comunicado relatando su análisis, desde el campo científico, de la sentencia de La Manada. Emiten a su vez su “profundo rechazo” a la sentencia, así como puntualizan algunas partes del proceso judicial y de las pruebas periciales que se han ido realizando a lo largo de la instrucción del caso.http://cort.as/-4cSd


 y ver  ... https://miguelorenteautopsia.wordpress.com/2018/04/29/la-sentencia-el-fallo-y-la-falla/amp/?__twitter_impression=true
 

martes, 1 de mayo de 2018

M.Rajoy .- Culo de bolsa .


   

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La carambola del 155 tropieza con Catalá

Fernando López Agudín
Cuando Rajoy, taco en mano, se disponía a introducir la bola del 155 en el billar de la Moncloa, empujando las dos bolas vasco catalanas contra la banda alemana, la irrupción de las asociaciones de jueces y fiscales han impedido, ciertamente por el momento, la carambola política que le permitiría seguir con el taco presidencial hasta junio de 2020. La reacción crítica del ministro Rafael Catalá a la sentencia de La Manada, que niega el evidente delito de violación cometido por el brutal quinteto de violadores, ha resucitado el peor corporativismo más puñetero de los profesionales de la Justicia contra el Gobierno del Partido Popular, justo cuando apenas restan una veintena de días para conocer si, finalmente, consiguen aprobar los Presupuestos Generales del Estado. Tras esta interrupción, todas las bolas se plantean que hará la bola judicial.

Por una ironía de la Historia, la supervivencia de Rajoy, sentenciado por los poderes fácticos, depende hoy tanto de Puigdemont como de Urkullu. Si el primero no facilita ya un gobierno nacional catalán, el segundo no votará los números de Montoro y, sin ese nihil obstat de Ajuria Enea, el gobierno del PP pasará a los manuales de los textos históricos. Quien más ha combatido la plurinacionalidad del Estado, eso sí arrastrado por Albert Rivera, no podrá culminar la legislatura sin el apoyo, explícito e implícito, de los nacionalistas a los que ha llegado incluso a encarcelar. Máxime, cuando tanto el PP como Ciudadanos compiten ahora por ampliar la tensión territorial a las comunidades navarra, valenciana y balear.

¿Cómo repercutirá el enfrentamiento de Carlos Lesmes, mandamás de lo judicial, con el ministro Catalá en esta carambola de Rajoy? Pese a que la Moncloa no ignoraba cuál iba a ser la postura de las siete asociaciones profesionales del Poder Judicial, que tanto han contribuído a revestir jurídicamente a Mariano Rajoy, tampoco podía arriesgarse a no atender la indignación de más de la mitad del voto sociológico del país, las mujeres, contra una sentencia judicial demencial y bochornosa. Ni siquiera sabiendo que el nuevo choque vendría a sumarse al que mantiene el juez Llarena con el ministro Montoro, sobre el delito de malversación que el primero atribuye a Puigdemont. De nada le serviría satisfacer a los togados cesando a Rafael Catalá, a cambio de perder el electorado femenino.

Ni un segundo han tardado los burukides del PNV en sacar a Egibar del rincón guipuzcoano para advertir hoy que su voto presupuestario sigue en el aire político, si continúa el 155. Casi al mismo tiempo que Andoni Ortúzar, máximo dirigente, enviaba un mensaje público a la izquierda española, pidiéndole “que espabile”, para que la alternativa al PP no sea Ciudadanos, una sigla basada en el frontal choque de trenes nacionalistas. Por mucha  presión que ejerza Josu Jon Imaz, más atento a los intereses del Ibex-35 que a los de Euskadi, el potente nacionalismo vasco no tiene otra opción que la de condicionar su voto al fin del 155. Nadie mejor que ellos saben lo que puede significar la voladura controlada de Rajoy, pero ni aún a costa de ese serio riesgo pueden permitirse jugar a Poncio Pilatos.

Solo faltaba negar el delito de violación en Pamplona, mientras se pide la extradición de Puigdemont por el delito de rebelión, para acentuar el desprestigio de la Justicia española ante la Unión Europea. Esa negación de un delito comprobado y esa afirmación de un delito inexistente en Alemania dificulta hoy la posibilidad de pactar con el líder soberanista, vía Merkel, si este desbloquea el gobierno catalán a cambio de que los jueces germanos no lo extraditen. Tras la sentencia de La Manada y la reacción corporativista del Poder Judicial, parece muy difícil que el gobierno alemán se avenga a jugar ese papel de intermediación.  Y es que “aún hay jueces en Berlín”, como bien los había en el siglo XVII, y reconocía esta famosa frase pronunciada por el  emperador Federico Guillermo.

El caso es que Rajoy todavía no ha abandonado el tapete verde del billar de la Moncloa. Con el taco en alto, acariciado por la tiza, calcula como rematar la jugada. No conviene olvidar que es un fino estilista, aunque las bolas están bastante peor situadas que ayer, pero seguramente mejor que mañana. Ni la catalana parece tan firme ni  la vasca tan predispuesta. No digamos de la alemana, irritada por la subida de las pensiones que desborda la lucha contra el déficit, y que contempla como su jugador preferido se encamina, sin prisa y sin pausa, hacia un callejón sin salida. Falta solo la bola negra, la de las togas, por situarse. Que hoy denuncie la intervención del Ejecutivo sobre el Poder Judicial no es un buen augurio para Rajoy.


 
Nota del blog sobre al sentencia ..PAGINAS 246-247; (…respecto de los vídeos IMG7411 e IMG7412, además de afirmar que son audibles “gritos que reflejan dolor ” proferidos por la denunciante, se hace la sugerencia de que el autor de la grabación cesó en la misma ante “lo delicado de la situación”, o que “está agazapada , acorralada contra la pared por dos de los procesados , expresó gritos que reflejan dolor y no apreciamos ninguna actividad de ella ; estas imágenes evidencian que la denunciante estaba atemorizada y sometida de esta forma a la voluntad de los procesados”. Se trata de una más de las suposiciones que están presentes en la sentencia mayoritaria en contra de los acusados y que, en este caso, además, toma cuerpo en forma de presunción de un juicio de intenciones sin sustento alguno…). Si he entendido bien, el juez discordante valora como suposicion lo que la sentencia mayoritaria de los otros dos jueces afirman...
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lunes, 30 de abril de 2018

Jueces y sentencias .



Sentencia a “La Manada”: violencia, consentimiento y libertad sexual





 

29/04/2018




Esta semana hemos conocido el fallo de la Audiencia Provincial de Navarra referido al caso de “la manada”. La sentencia condena a estos cinco hombres a nueve años de prisión por “abuso sexual” en lugar de a los más de viente que pedía la acusación por “agresión sexual” (violación, en este caso, porque hubo penetraciones). Como es bien sabido, la razón principal es que el tribunal no ha podido encontrar rastros de violencia o intimidación a pesar de toda la detallada y escabrosa descripción de los hechos probados. La sentencia, además, ha venido con propina: el voto particular de uno de los jueces. Después de una informativa monografía en defensa de la presunción de inocencia, discrepa con sus otros dos compañeros y, mediante una interpretación casi pornográfica de los hechos probados, no sólo no encuentra ni violencia ni intimidación, sino que advierte “una desinhibición total y explícitos actos sexuales en un ambiente de jolgorio y regocijo” (p. 244); porque como todos sabemos –prepárese la palangana– es posible una agresión sexual en la que “pese a todo, la mujer llegue a experimentar ‘excitación’ o ‘placer’ meramente físico en algún momento” (p. 251). Se refiere, claro está, a las fotos y a los vídeos de la ¡presunta orgía!, realizados por los propios acusados y que fueron visionados exhaustivamente por la policía forense y revisados después en la propia sala.
La violencia
De momento, pensemos brevemente en la lógica del delito recogido por el artículo 181 de nuestro Código Penal, en su capítulo II, “De los abusos sexuales”:
Artículo 181
1. El que, sin violencia o intimidación y sin que medie consentimiento, realizare actos que atenten contra la libertad o indemnidad sexual de otra persona, será castigado, como responsable de abuso sexual, con la pena de prisión de uno a tres años o multa de dieciocho a veinticuatro meses.
Detengámonos aquí. Lo primero que podemos preguntarnos es qué tipo de situaciones imaginables son aquellas que pueden considerarse bajo esta definición. ¿¡Qué cabeza puede imaginar relaciones sexuales “sin que medie consentimiento” y que al mismo tiempo sean “sin violencia o intimidación”!? No se puede decir más claro: según nuestro Código Penal, es posible atentar contra la libertad sexual de alguien sin usar ninguna forma de violencia o intimidación.
Los artículos 181.2  y 181.3 son los dedicados a aclarar cómo es eso posible: mediante el anulamiento de la voluntad de la víctima con drogas, aprovechando su estado mental o haciendo uso de una superioridad manifiesta “que coarte a la víctima”. Por lo que se definen estos tres casos es más bien por la escasa necesidad que el agresor tiene de usar violencia física sobre la víctima. No sólo no valoran la mera posibilidad de que este use la violencia (la cual es un recurso siempre presente para el agresor), es que además premia e incentiva la alevosía y astucia para conseguir forzar sexualmente sin agresión física, por ejemplo drogando o seleccionando conscientemente a las víctimas.
La tipificación del Código Penal, al distinguir entre “abuso” sexual y “agresión” sexual, tiene una obsoleta comprensión de la lógica de la violación. Esta división, que se articula fundamentalmente alrededor de si existe “violencia o intimidación”, tiene otro resultado perverso. Hace que el crimen en cuestión sea castigado de una forma u otra, no por las pretensiones del violador, sino según la resistencia física que la víctima oponga: 1) Si la víctima se bate con la suficiente fuerza contra su agresor (sus cinco agresores) como para que este tenga que usar violencia física o intimidarla –con un arma, por ejemplo– será “agresión sexual”. 2) Si la víctima, en cambio, ante el mismo agresor y situación, opta por salvaguardar su integridad física –probablemente, su vida– y no opone resistencia alguna, el delito que será considerado es el de “abuso sexual”.
Tras esta distinción, decíamos, hay una visión obsoleta de la realidad efectiva y concreta de las violaciones. Imagina al violador fantasiosamente: como un ser monstruoso, explícitamente violento, un perfil psicológico que sería escaso en nuestra sociedad y que planea premeditadamente el uso de la fuerza contra sus víctimas; como de película: que va a por ellas a maniatarlas y que las arrolla desde el comienzo con su violencia directa, como si la violación fuera cosa de licántropos y no de hombres corrientes. Esta concepción no es capaz de asumir que la práctica de violencia física, no tiene por qué ser una parte constitutiva de la actuación del violador; que el violador, para llevar a cabo su fin, no tiene por qué lesionar físicamente a la víctima, ni siquiera intimidarla de forma explícita. Nuestro Código Penal, igual que la prensa sensacionalista, no puede asimilar un perfil de violador (de “agresor sexual”) mucho más prosaico y frecuente. Ese que lo que busca es tener sexo a toda costa y que usará la violencia en caso de que le haga falta, pero no necesariamente y por sí misma, mejor llegar a ello por otros medios. Qué clase de tipificación del crimen es esta que valora un delito u otro, no en función del asaltante sino ¡de la respuesta y coraje de la víctima! La gravedad del atentado contra este reciente bien jurídico, la libertad sexual, se mide en función del empeño que la propia víctima ponga en defenderlo
El consentimiento
A estas alturas debería quedar meridianamente claro el concepto de la sexualidad que subyace a todo este asunto y que infecta especialmente a la parte más comprometida del voto particular: si la mujer no se opuso con más ganas es porque tan mal no lo estaría pasando. Su comprensión del asumido consentimiento sexual no es menos grosera que simplista. Una que no entiende que las relaciones sexuales implican la comprobación constante del consentimiento, de ese acceso privilegiado que tenemos al intimidad y el cuerpo de otro. Esta máxima, que forma parte del sentido común sobre el sexo entre personas que creen en su mutua dignidad, se vienen repitiendo con mucha más firmeza desde que estalló el movimiento del #MeToo/#YoTambién/#NiUnaMenos. ¡Pero todavía hay quien lo discute como si fuera un asunto privado, cosa de gustos sexuales! Eso es al menos lo que venía insinuando cierto columnismo, mis favoritos alguacilillos de la caspa nacional: que eso de preguntar tanto, de asegurarse si el otro aún quiere, entraña mojigatería y puritanismo millenial. Pues no. Ni tampoco tiene que ver con acabar con la “sensualidad”, la “seducción”, o con prohibir ese grado de incertidumbre que en ocasiones pueda ser parte del juego sexual.
Como casi cualquier ser humano adulto con plenas capacidades cognitivas habrá tenido la suerte de comprobar, el sexo es más deleitable, variado e interesante cuanta más información fluya entre aquellos quienes lo practican. Y esa información no se transmite sólo mediante antediluvianos códigos físicos y sociales sino, sobre todo, por medio de preguntas o indicaciones verbales explícitas. De qué nos sorprende esta sentencia, si hay quien todavía discute sobre la exigencia de comprobar si el consentimiento sigue en pie porque este puede haber sido revocado en cualquier momento. Pedir la renovada relevancia penal que debe tener el consentimiento sexual, único criterio de la violación, no pone en peligro la presunción de inocencia de los hombres. Lo que sí socava es la presunción de que las relaciones sexuales y afectivas están exentas de vínculos de poder y dominio, la idea de que están exentas de responsabilidad sobre los cuerpos e intimidades a los que se nos confía acceso. Pero sobre todo, desmorona ese privilegio con el que casi la mitad de la sociedad se enfrenta al sexo.
Sin embargo, hablar aquí acerca de la naturaleza del consentimiento es una frivolidad extrema. Creemos en la preeminencia del valor de la declaración de la denunciante (y en su veracidad), que en todo momento ha dejado claro que no hubo clase alguna de acuerdo sexual, tampoco en los momentos previos al endiablado portal. No es un apunte sin importancia, empero, debido a la cínica admiración que en algunos ha causado la “minuciosa” argumentación del voto particular; como si las burradas que dice se justificaran por el número de páginas, la erudición o la cantidad de latinajos.
La libertad sexual
Como es bien sabido, el nombre de esta revista, “Sin Permiso”, homenajeando cierta cita de Karl Marx, hace referencia a la idea de vivir sin tener que pedir permiso a otros. Remite a una vieja intuición jurídico-política proveniente del republicanismo clásico. Este entendía la libertad como independencia de la voluntad arbitraria de terceros, como la posibilidad de desarrollar mi existencia plena sin estar a merced de las decisiones que otros puedan urdir contra mí. Nótese que se entiende la libertad, no como que de hecho nadie interfiera arbitrariamente sobre mis decisiones sino, de manera mucho más exigente: como que nadie tenga siquiera la posibilidad de hacerlo. Uno de los muchos aspectos interesantes de esta vieja idea de la libertad es que no remite la custodia de mi libertad a mis solas capacidades individuales, entiende que mi libertad depende en gran parte de mis relaciones con otros.
La salvaguarda y el ejercicio pleno de mi libertad sexual dependen de en qué medida detecto y estoy protegido ante las relaciones objetivas de poder que la afectan. Sin embargo, esta libertad no debe depender, en ningún caso, de la suerte que tenga eligiendo a mis compañeros sexuales, de las ganas que tenga de conseguir o conservar un puesto de trabajo, de las horas a las que paseo por la calle, de los lugares que frecuento o de lo abarrotado que esté el transporte público; mi libertad sexual tampoco puede quedar supeditada a cómo me visto y me maquillo, o cuánto bebo y me drogo al salir de fiesta, ni tampoco puede remitir a mi astucia, mi precaución o mi desconfianza, ni depender de mi asertividad, de la firmeza con la que sé decir “no”; y mucho menos podrá depender mi libertad sexual, en una sociedad que se llame decente, del arrojo con el que sea capaz de usar mi fuerza física para defenderme de violadores.
Sólo la determinación feminista que lleva décadas rebelándose ante esas relaciones de poder que se tejen en los ámbitos más recónditos de nuestras vidas es capaz de inundar nuestras instituciones con este imperativo moral, que trata de la dignidad humana. Esa misma determinación es la que convirtió en vergonzoso no apoyar públicamente la movilización y huelga del pasado 8 de marzo. Y esa determinación ahora desborda, necesariamente por la izquierda, a nuestro Código Penal, a nuestro –otra semana más– decadente poder judicial y a todos los prejuicios que representan el voto particular y la sentencia. Ese feminismo es el que estas semanas construye el futuro clamando por nuestras libertades, y lo hace sacudiendo a este Estado vergonzoso, pegándole fuerte en sus partes íntimas.

es graduado en Sociología por la Universidad de Barcelona. Actualmente cursa estudios de posgrado de filosofía política. Colabora habitualmente con Sin Permiso.
Fuente:
www.sinpermiso.info, 29-4-18

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