martes, 19 de diciembre de 2017

Christian Ingrao .-Los intelectuales en la máquina de guerra de las SS .

Christian Ingrao

Creer y destruir

Los intelectuales en la máquina de guerra de las SS (trad. José Ramón Monreal)



Acantilado, Barcelona, 2017, 617 págs.


De recomendable (y desasosegante) lectura, Creer y destruir tiene por objeto el análisis de la mentalidad y experiencias de un grupo de ochenta 'intelectuales' alemanes que, siendo niños y adolescentes durante la Gran Guerra, se integraron en los años treinta en el aparato central de las SS, el llamado SD (siglas de Sicherheitsdienst; traducción literal: Servicio de Seguridad). El SD estuvo a cargo de la dirección de la represión político-social en el Reich y en Europa continental, de la colonización germanizadora –o 'arianizadora'− de los territorios ocupados en Europa del Este y de los prolegómenos del genocidio judío durante los años del Tercer Reich. El autor entiende por “intelectual”, a efectos del objeto de su trabajo de investigación, toda persona con formación académica completada en los ámbitos de las ciencias sociales y las humanidades –nuestros licenciados y doctores en esos ámbitos−. Si bien el tema del libro puede parecer muy específico, sólo de interés para especialistas académicos en el fenómeno del nazismo, su lectura atenta tiene una utilidad general, entre otras cosas, y muy destacadamente, porque muestra con mucha claridad cómo la formación universitaria, en un contexto histórico-social apropiado, no contribuye en nada a hacer mejores a los individuos ni inmuniza contra la brutalidad, sino más bien todo lo contrario. También proporciona la enésima prueba de que los nacionalismos son, esencialmente, incompatibles con la inclusión social, la universalidad de la dignidad humana y la paz. El hecho sugerido por algunos autores de que el nacionalsocialismo acabara por desbordar el marco del nacionalismo no cambia las cosas en modo alguno, pues, en cualquier caso, siempre conservó una conexión muy estrecha con su fuente primigenia: el nacionalismo alemán del último tercio del siglo XIX.
Christian Ingrao sigue un orden cronológico a la hora de exponer los resultados de su investigación. Así, su ensayo, tras el prólogo o introducción de rigor, comienza con la experiencia indirecta de la guerra que tuvieron los sujetos estudiados en su obra. Como antes se ha indicado, esos sujetos, nacidos avanzada ya la primera década del siglo XX, eran niños o adolescentes en los años 1914-1918 y, por consiguiente, no tomaron parte en los combates de la Gran Guerra. Sin embargo, sufrieron las privaciones padecidas en la retaguardia y se vieron expuestos a la constante propaganda patriótica pangermanista difundida entonces. La inmensa mayoría de los sujetos investigados procedía, además, de las clases medias más o menos acomodadas, por lo que la cultura obrera construida por el partido socialdemócrata y los sindicatos socialistas alemanes les resultaba completamente ajena y no pudo protegerles de una educación familiar y pública empapada de nacionalismo vindicativo. La derrota y la inmediata posguerra insertaron firmemente en su mente la idea de que Alemania estaba amenazada por una conjura de enemigos diversos (los vencedores de la Gran Guerra y los socialistas, comunistas, judíos y eslavos) cuyo propósito era destruirla. En consecuencia, estaban dominados por el temor a que la supervivencia misma de la nación alemana estuviera en peligro. La amplia difusión social de las ideologías racistas biologicistas, en particular, el antisemitismo racial y el supremacismo 'nórdico' o 'ario', presuntamente dotadas de una base científica, y el paso por la universidad consolidaron y radicalizaron dicha idea o creencia. En efecto, el fenómeno de la universidad como matriz generadora de intelectuales liberales o de izquierda es extraño a la Europa anterior a la segunda posguerra mundial. Por lo general, en la universidad europea y, muy en especial, en la alemana, predominaron en el período de entreguerras las corrientes nacionalistas radicales de derechas, de tono racista e imperialista en su mayor parte. Tanto es así que, a primeros de los años treinta, antes de los éxitos electorales nazis de 1932, el sindicato nazi de estudiantes era, con diferencia, el sindicato estudiantil mayoritario en el mundo universitario alemán.  
Todo lo anterior condujo a que ya en la universidad la mayoría de los individuos estudiados por Ingrao decidieran militar en organizaciones relacionadas con el partido nazi o en organizaciones völkisch afines. Reclutados durante los años treinta por los líderes de las SS, fueron ascendiendo en la jerarquía de esta organización hasta formar los cuadros encargados de la alta administración del SD bajo la dirección de Himmler y su segundo, Heydrich. Dada su juventud, pocos llegaron a ocupar las más elevadas posiciones dentro del régimen nazi, reservadas a las generaciones que habían luchado en la Gran Guerra, excepción hecha de O. Ohlendorf, W. Schellenberg, F. Six y W. Best, que formaron parte del círculo de personas de confianza de Himmler y Heydrich.
En su calidad de altos cargos del SD, se dedicaron a una gran variedad de cometidos, todos ellos destinados en última instancia a moldear la sociedad alemana y, más tarde, toda la Europa ocupada conforme a los criterios del determinismo racista e imperialista nazi. Como se sabe, los jerarcas nazis creían que la vida social se debía fundar en las leyes de la biología, tal y como ellos las entendían. La creencia en una pretendida esencia racial, genética, de las naciones, la cual estaba amenazada por la mezcolanza entre gentes de distintas procedencias nacionales, era un verdadero artículo de fe para los nazis convencidos. Sostenían que sólo se podían integrar plenamente en la sociedad alemana quienes reunían los presuntos caracteres biológicos –que determinaban, a su vez, la cultura y la moralidad de los pueblos− propios de los alemanes 'arios' o 'nórdicos'. En cambio, quienes no los reunían debían ser subyugados, marginados o expulsados de la sociedad: este era el caso, en especial, de las personas catalogadas como judías, aunque no sólo ni mucho menos, pues en el ideario nazi las poblaciones no étnicamente alemanas del Este tenían por destino final trabajar como siervos para sus amos alemanes. El imperialismo racista nazi se combinaba sin solución de continuidad con la obsesión 'defensiva' que veía a Alemania amenazada por todas partes por enemigos alevosos y despiadados: el imperialismo racial era el mejor modo de garantizar la supervivencia de Alemania y de los Volksdeutsche (alemanes étnicos).
Imbuidas sus mentes del sistema de creencias acabado de esbozar a muy grandes rasgos, los jóvenes cuadros 'intelectuales' del SD consagraron sus vidas a tres tareas fundamentales: envolver el sistema de creencias nacionalsocialista en formas académicamente impecables, esto es, dar a la ideología nazi una apariencia de 'cientificidad' (un buen número de los cuadros del SD estudiados en el libro tenían el título de doctor y algunos incluso fueron profesores de universidad: casos de R. Höhn, F. Six, H.J. Beyer y W. Best, entre otros); organizar la represión político-social a cargo de la Kripo (policía criminal especial), la Sipo (policía de seguridad interior) y la Gestapo (policía política secreta), tarea en cuyo seno se concedió una especial importancia, como es lógico dada la naturaleza del régimen nazi, a la identificación, seguimiento y estudio de los enemigos político-raciales, reales o supuestos, del nazismo; y, por último, planificar una radical transformación socioeconómica y cultural de los espacios ocupados en Europa del Este, una vez derrotada la Unión Soviética. En relación con esta última tarea, conviene subrayar que entre 1939 y 1942 los 'intelectuales' del SD diseñaron el denominado Generalplan Ost y sus sucesivas reformulaciones, un escalofriante plan de colonización de Polonia y la Rusia europea. Este plan preveía el reasentamiento de alemanes étnicos en las tierras conquistadas en el este de Europa, los cuales constituirían una clase privilegiada de colonos cuya prosperidad, al servicio, a su vez, del bienestar de la Volksgemeinschaft o 'comunidad del pueblo' alemana, se fundaría en la explotación del trabajo de las poblaciones eslavas realizado en condiciones de servidumbre o semiesclavitud necesario para el desarrollo de una economía fundamentalmente agropecuaria y de explotación de recursos naturales. La intelectualidad eslava debía ser exterminada y los trabajadores del Este mantenidos en una condición semianalfabeta. El exceso demográfico de 'seres infrahumanos', calculado en más de treinta millones de eslavos y judíos, debía ser suprimido por hambre o mediante la deportación a las planicies siberianas (lo cual venía a ser lo mismo). Para los 'intelectuales' del SD, el Generalplan Ost constituía la realización más acabada de la utopía nazi –una distopía absoluta, desde luego, para quienes no eran miembros de la Volksgemeinschaft alemana−.
Un buen número de los 'intelectuales' del SD analizados en el libro reseñado no se limitaron a ser propagandistas académicos, administradores o planificadores, sino que participaron sobre el terreno en la violencia genocida desplegada por el Tercer Reich en los años de la segunda guerra mundial. El nacionalsocialismo, que despreciaba profundamente por igual al intelectual liberal o marxista y al intelectual 'apolítico' o al dedicado en exclusiva al cultivo del saber teórico, desarrolló con el tiempo su propio ideal de 'intelectual' comprometido, de 'intelectual-hombre de acción', el cual los individuos del SD con formación universitaria aspiraban a encarnar. Estos últimos consideraron, inducidos por las promesas de promoción de sus jefes, que la mejor manera de hacerlo consistía en aceptar el mando de los Einsatzgruppen y los Einsatzkommandos y Sonderkommandos encargados de llevar a cabo la llamada Osteinsatz ('misión en el Este'). Estos grupos y comandos, fuertemente militarizados y mecanizados, constituyeron lo que los historiadores suelen conocer con la expresión de 'unidades móviles de exterminio'. Estas unidades tenían por objeto liquidar al enemigo 'judeo-bolchevique' tras la línea del frente en Polonia y, más tarde, en la Unión Soviética, y se especializaron en el asesinato en masa mediante fusilamientos y gaseamientos en camiones de judíos (mujeres y niños incluidos) y comunistas, dos categorías de personas indisociablemente vinculadas entre sí en el imaginario nazi, así como a partisanos y a civiles no combatientes en represalia por las acciones partisanas [1]. Unidades similares actuaron también en Yugoslavia, aunque no recibieran el nombre de Einsatzgruppen. Los 'intelectuales' del SD dirigieron, en consecuencia, la matanza de las víctimas de las unidades de exterminio. Pero dada la magnitud del genocidio proyectado por el liderazgo nazi, el peso del asesinato en masa, al menos del asesinato en masa de personas judías, recayó a partir de los primeros meses de 1942 en el sistema de campos de exterminio y su personal, sin que por ello los Einsatzgruppen, convertidos ahora en unidades con un acuartelamiento estable, desapareciesen.
Es de hacer notar que los 'intelectuales' del SD en servicio en el este participantes en los asesinatos en masa de no combatientes, hombres, mujeres y niños, no respondían en su inmensa mayoría al perfil psicológico del sádico o de quien disfruta siendo cruel. Su tarea de matarifes les resultaba hasta penosa y sumamente desagradable, pero se sobrepusieron a la transgresión de las normas de moralidad básica que suponían las matanzas gracias a la interiorización de una moral perversa producto de la asunción de la ideología nazi. La tarea patriótica de extirpación de los enemigos 'biológicos' de la nación alemana justificaba las matanzas; éstas eran repugnantes e implicaban transgredir normas morales básicas, como la prohibición de matar seres indefensos con apariencia humana, sobre todo, mujeres y niños, pero una pretendida moralidad superior, dictada por la supervivencia de la nación racial, la hacía necesaria. Al sobreponerse a la transgresión de la moralidad elemental, el 'intelectual-hombre de acción' nacionalsocialista demostraba su superior hombría, su superior virilidad: sacrificaba su conciencia moral de hombre común a las exigencias de la patria.
Los 'intelectuales' del SD permanecieron impertérritos en sus puestos hasta las últimas semanas de guerra, cuando la administración nazi colapsó. En la fase final de la guerra, algunos colaboraron en los intentos de última hora de Himmler de buscar una paz por separado con los aliados occidentales y poder así proseguir la guerra en el Este intentando vender el Tercer Reich como un baluarte de la cristiandad occidental frente al asiático comunismo ateo representado por la URSS. Obviamente, fracasaron. Visto lo cual, procuraron no caer en manos de los aliados huyendo a otros países o forjándose una falsa nueva identidad. A diferencia de la generación de Hitler o Goebbels, muy pocos decidieron suicidarse (en la muestra de ochenta individuos de Ingrao, sólo uno lo hizo). Muchos de ellos fueron juzgados por los tribunales norteamericanos de Núremberg –no confundir estos 'juicios de Núremberg' con los realizados ante el Tribunal Internacional de Núremberg− y por tribunales polacos, soviéticos, checoslovacos y yugoslavos en los años de la inmediata posguerra mundial y fueron condenados por esos mismos tribunales a una amplia gama de penas, pero la mayoría pudo reintegrarse de un modo u otro a la nueva sociedad alemana cuando la guerra fría puso fin a los procesos de desnazificación en las dos Alemanias. Su situación volvió a cambiar con una nueva oleada de juicios impulsados por los jueces y fiscales de la República Federal de Alemania en la segunda mitad de los años cincuenta y, sobre todo, en la primera de los sesenta. En estos juicios no tuvieron la menor oportunidad de negar su participación en los crímenes de guerra, contra la humanidad y de genocidio que se les imputaba, dada las abrumadoras evidencias existentes, pero no asumieron su responsabilidad, sino que trataron infructuosamente de eludirla invocando la obediencia debida y el estado de necesidad. Ninguno mostró el menor arrepentimiento o expresó condena moral alguna en relación con los crímenes cometidos bajo el nazismo.

Notas
[1] Las 'unidades móviles de exterminio' ejecutaron en la campaña de Polonia (septiembre-octubre de 1939) a unas 10.000 personas y en la campaña de la Unión Soviética, entre julio y diciembre de 1941, nada menos que a unas 550.000 personas. La acción asesina singular más espantosa tuvo lugar en el barranco de Babi Yar, cerca de Kíev, los días 29 y 30 de septiembre. En ella, el Sonderkommando 4a perteneciente al Einsatzgruppe D asesinó a tiros por orden del jefe de este último, Otto Ohlendorf, a 33.371 personas en tan sólo dos días (cifras dadas por el propio autor). El gran compositor ruso Dmitiri Shostakovich compuso su sinfonía 13ª en memoria de las víctimas de Babi Yar.

Ramón Campderrich Bravo

11/2017


   
 http://mientrastanto.org/boletin-163/la-biblioteca-de-babel/creer-y-destruir

Chile .- La abstención arrasa .

El Estado chileno, vanguardia y ejemplo capitalista mundial
Gana la abstención y el derechista Piñera es presidente



Nuevamente triunfó la abstención en las elecciones presidenciales 2017 con más de un 50 % de personas habilitadas para sufragar que no lo hicieron. Chile reafirma su liderazgo de menor participación electoral en América Latina, y segundo en el mundo luego de Madagascar. De acuerdo al último informe emitido por el Servicio Electoral de Chile, Servel, escrutado el 92 % de los votos, sólo 6.325.858 de un universo de 14.308.151, sufragaron. Esto es, un 44 %. De la minoría que votó, un 54.5 % se inclinó por el candidato liberal ortodoxo en lo económico y ultra conservador en el campo 'valórico', y ya presidente en el período 2010-2014, Sebastián Piñera Echeñique. Sólo un 45.5 % de la minoría lo hizo por el candidato de Nueva Mayoría (ex Concertación), Alejandro Guillier Álvarez.
Sebastián Piñera, hermano de José Piñera, uno de los más acérrimos colaboradores civiles de la tiranía de Augusto Pinochet, no solamente es uno de los individuos más ricos de Chile y el planeta (con una fortuna 'oficial y legalizada' cifrada en más de 2 mil millones de dólares, según la revista Forbes), sino que se encuentra directamente comprometido con delitos de corrupción bancaria, financiera, dineros en paraísos fiscales y colusión corporativa, entre otros ilícitos.
Republicanos y demócratas
El Estado chileno, vanguardia y ejemplo capitalista mundial de las estrategias políticas antipopulares, de los llamados ajustes estructurales y de la guerra en contra de cualquier opresión social organizada que se exprese como disidencia activa, cuenta con un sistema político institucional similar al de los EEUU de Norteamérica. En otras palabras, Sebastián Piñera encarna al Partido Republicano, mientras que Alejandro Guillier, el social liberalismo del Partido Demócrata. Un duopolio de matices invisibles que ha administrado y profundizado los intereses y la dictadura del capital desde el 11 de septiembre de 1973, siendo continuidad intensificada desde 1990 de las transformaciones orgánicas impuestas mediante la violencia criminal de la tiranía pinochetista a lo largo de sus 17 años.
El problema no es la votación voluntaria
Llamada casta o clase política (por su impermeabilidad y constitución estructural como grupo de interés específico), una y otra componenda en el Ejecutivo, aparentando 'cambios' a los que muy pocos dan crédito, se han turnado para beneficio del capital sobre todo en sus momentos financieros y extractivistas. Humanidad y naturaleza, explotación y expoliación, son las dimensiones que han pagado los costos de una lucha feroz y sin tregua ante los intereses de las y los trabajadores y los pueblos (mestizos e indígenas).
En Chile no se trata únicamente de la hegemonía, aún sin contrapesos, de un régimen nepotista e incestuoso. Los asalariados y populares del país deben hacer frente a un tutelaje civilizatorio que ha convertido todas las relaciones sociales en valor de cambio y mercancía. Asimismo, en el país se presentan desde las más brutales hasta las más sofisticadas formas y estrategias de alienación y disciplinamiento social. Esto es, la reproducción simbólica incesante de la espectacularización y el fetiche de la mercancía, manifestadas en las familias, los colegios, el trabajo, los medios masivos de comunicación, las tecnologías, el modo de la organización urbanística, la relación campo / ciudad, la deidificación de la propiedad privada, y la cultura en general.
Por la mañana del 17 de diciembre de 2017, antes de conocerse el resultado electoral, la actual presidanta Michelle Bachelet, quien debe abandonar La Moneda en marzo de 2018, señaló estar arrepentida de haber aprobado el voto voluntario y la inscripción automática. Nuevamente la derrota de la Nueva mayoría sería responsabilidad "del sillón de don Otto". Bachelet para intentar explicar la crisis de la democracia representativa y antipopular chilena, sólo establece como variable determinante la implementación del voto voluntario y la inscripción automática. O sea, tal cual las consideraciones clásicas de la oligarquía histórica de Chile, la inmensa mayoría de la sociedad es catalogada como “inmadura e ignorante” a la hora de votar por los mismos candidatos y programas desde hace 27 años, impuestos por arriba y sin ninguna participación popular. Bachelet no quiere reconocer que los pueblos en Chile simplemente no van a votar porque después de cada elección no cambia en nada su vida concreta. Y tampoco la mandataria da cuenta del fenómeno de la corrupción que recorre prácticamente todas las instituciones del país. Al parecer, a Bachelet sólo le molesta “lo feo que se ve” Chile ante el contexto internacional.
En fin. Mientras se escribe la presente nota, para las y los empobrecidos, los asalariados, la autodenominada "clase media", los endeudados, los indígenas, las antipatriarcales, los jóvenes sin porvenir, el ambientalismo consecuente, la vejez en la miseria, la disidencia sexual y los pueblos sin derechos sociales que habitan Chile, tendremos que continuar bregando, como desde hace tanto, para volvernos una sola mano. Porque la mano reunida es la condición necesaria del puño blindado capaz de destruir el zapato del amo y superar un modo de existencia inhumano.

domingo, 17 de diciembre de 2017

España, un Estado sin nación

España,un Estado sin nación .

  Santiago Alba Rico


¿Cuál es ese problema? Lo he dicho muchas veces. No se trata de la “cuestión catalana” -o de la “cuestión vasca”, hoy momentáneamente olvidada- sino de la “cuestión española”: del hecho de que, si hay naciones sin Estado, España es, al contrario y desde su nacimiento, un Estado sin Nación.


 Creo que se comete un grave error cuando, para denunciar el uso torticero e interesado de la llamada “crisis catalana”, se insiste en inscribirla en un plano casi fantasmal o premeditadamente “ideológico”, en el sentido de “falso” o “ilusorio”, como si todo se redujera a la voluntad de enmascaramiento de “los problemas reales” por parte de élites dirigentes que defenderían con cinismo consciente sus intereses engañando para ello, con trapos y consignas, a millones de catalanes y españoles. Que más de dos millones de catalanes quieran la independencia y España no tenga nada que proponerles es un “problema real”; y que millones de españoles sientan hostilidad hacia Catalunya, al mismo tiempo que apoyan la aplicación del 155, es también “un problema real”. ¿Cómo decirlo? En política sólo puede encubrirse un problema real con otro problema real, de tal manera que la crisis catalana, si sirve para “ocultar” el paro, la corrupción y la desigualdad económica, es porque “revela” -y agrava- un problema central, muy real, de nuestra historia común: su común fracaso.
¿Cuál es ese problema? Lo he dicho muchas veces. No se trata de la “cuestión catalana” -o de la “cuestión vasca”, hoy momentáneamente olvidada- sino de la “cuestión española”: del hecho de que, si hay naciones sin Estado, España es, al contrario y desde su nacimiento, un Estado sin Nación. La dificultad no estriba en que España se construyera sobre la violencia; esa es la norma histórica para la fundación de este extraño siamés de la geopolítica moderna. La dificultad estriba en que, incapaz de construirse de una sola vez en el pasado, la violencia fundacional se convirtió en el andamio mismo de un Estado que era y es tanto más Estado cuanto menos capaz es de constituirse como nación compleja. Los independentistas que insisten en hablar del “Estado español” porque su patria es otra, desprovista de un marco institucional propio, nos recuerdan con ello a los españoles que nosotros no tenemos aún una -una patria- y que nuestra “identidad nacional” es ideológica y ortopédica, puramente “institucional”. España se refunda cada día no a través del “plebiscito cotidiano”, mitad olvido mitad memoria, que elogiaba Ernest Renan sino de la “represión”, unas veces violenta y otras implícita, de la “cuestión nacional”. El largo siglo XIX español, entre 1812 y 1975, entre las Cortes de Cádiz y la muerte de Franco, con su encadenamiento de dictaduras y guerras civiles, demuestra hasta qué punto la democratización y pacificación de España -su existencia misma- depende de su radical reconstitución como Estado. España es el único país de Europa (junto a Polonia, de otra manera y por otros motivos) en el que la confrontación decimonónica entre liberalismo y tradicionalismo fue atravesada por una tensión imperial y nacional, lo que explica que el “anticapitalismo” fuera obviamente más robusto en los territorios donde ha habido más capitalismo -País Vasco y Catalunya- pero que allí se haya entreverado con el carlismo y con el independentismo.
Nadie negará que la Constitución del 78, con la filigrana de las Autonomías, tuvo sobre todo el mérito de integrar en el nuevo régimen democrático a las élites nacionalistas vasca y catalana, que se convirtieron en uno de sus pilares, y ello hasta el punto de que se puede afirmar con fundamento que la “crisis catalana” es el resultado de una “escisión territorial” del régimen del 78 al tiempo que un testimonio más de su propia crisis. Pero a los que olvidan la “cuestión nacional pendiente”, como límite de la democratización de España y potencial recidiva del siglo XIX, hay que recordarles “la excepción vasca”, con la violencia armada de ETA hasta 2011 y su funcionalidad estatal: durante más de 30 años la “libertad” electoral y el garantismo jurídico han estado marcados en España por una “lucha antiterrorista” que no distinguía bien, como ocurre ahora en Catalunya, entre violencia y no violencia o entre terrorismo y política. Cuando no se solucionan los problemas reales -ya sean territoriales o económicos y sociales- vuelven una y otra vez; y bastaba una coyuntura favorable (o adversa) para que Catalunya recordara lo que el País Vasco, hoy cansado y desmovilizado, nos recordaba hasta ayer: que España sigue siendo un país sin hacer. Esa “coyuntura” la ha proporcionado la crisis del régimen del 78 y su escisión territorial; es decir, la división entre élites territoriales que ya sólo pueden defender lo mismo por separado y enfrentadas entre sí. Y la ha proporcionado asimismo, por supuesto, la defensa “ideológica” del “Estado español” por parte del PP, que desde 2006 -fecha del recurso contra el Estatut- sacó de sus entrañas, donde siempre encontró cobijo, lo peor del siglo XIX.
Todos somos conscientes de que nada de esto habría podido ocurrir en Extremadura o en Asturias, que tienen sus propios problemas reales. Si ha ocurrido en Catalunya es por una razón tan evidente como indemostrable: porque Catalunya es, en efecto, una “nación”. Como bien recordaba Daniel Innerarity en un reciente artículo, “el nudo gordiano consiste en que no hay nación sin dar por supuesto algo que en principio no se somete a discusión, como marco de referencia o sujeto de la soberanía”. Eso que “no se somete a discusión” y que por lo tanto no puede decidirse democráticamente es el sujeto mismo de los derechos nacionales, que existe como consecuencia de una convergencia de precipitados históricos, culturales y políticos. La propia constitución del 78 reconoce esa diferencia indiscutible, investida por eso de derechos soberanos que, al mismo tiempo, la Carta Magna limita. La cuestión, por tanto, no es la de constituir democráticamente un sujeto ya constituido sino la de saber responder democráticamente, y hasta dónde, a sus demandas como “nación”. Partir de este presupuesto ayuda mucho a situarse en un plano en el que se reconoce la realidad misma como condición para resolver sus dilemas; todo lo contrario de lo que hace el conocido sofisma españolista que pretende que la democracia es un problema y no una solución y que, si se reconociera el derecho a decidir de Catalunya, inmediatamente pedirían lo mismo Extremadura, Asturias y hasta Cartagena y Lepe.
No se trata, por tanto, de responder a la pregunta “qué es una nación” sino a esta otra: “cuándo decimos que hay una”. Al mismo tiempo, en plena globalización capitalista, los “nacionalismos” pueden interpretarse quizás como contracciones territoriales identitarias, pero ni todos son iguales ni la Nación misma se define igual que en el siglo XIX. Otro sofisma españolista muy dañino es el que identifica “España” con Democracia y el independentismo catalán con bucles melancólicos y etnicismos totalitarios cuando es a todas luces evidente que una república de Catalunya sería en el plano formal -”burguesa” pero república- un poco más democrática que España y en el ámbito económico tan escasamente soberana como España. El nacionalismo catalán integra muchos vectores ideológicos y emocionales, incluidos algunos retales vivos del 15M; y España es mucho más que las banderas colgadas en los balcones y el boicot al cava catalán. Pero el “nacionalismo español” es mucho menos postmoderno que el catalán y menos moderno que el de Le Pen o el de Viktor Orban. El fascismo que han redespertado el PP y C’s, minoritario en relación con el europeo, es, en efecto, mucho más primitivo: revela de nuevo esa adhesión fetichista-imperial a la Nación fallida del siglo XIX y, por lo tanto, a su desnuda forma estatal.
La llamada crisis catalana combina factores genealógicos y adventicios: una historia sin hacer, dos nacionalismos desiguales, una mala gestión del marco de las Autonomías, una crisis de régimen y, sobre todo, una escisión territorial del consenso de élites de la transición. Paradójicamente esta escisión territorial, consecuencia y revelación de la crisis, también facilita la recomposición del régimen cuando más descascarillado estaba. Por dos razones. Las dos tienen que ver con el hecho de que una república catalana, que sería sin duda democrática, es sin embargo imposible. Tanto PdeCat como Esquerra, pilares del régimen en Catalunya, han sido casi siempre conscientes, como han acabado reconociendo, de esta imposibilidad; y tanto su obstinación impostada como su claudicación final, mezquina y electoralista, han acabado por legitimar las respuestas del Estado y por reunificar el frente común del 78. Todo apunta a que, tras las elecciones del 21D, se prolongará este eterno día de la marmota en el que un régimen ahora bicéfalo, territorialmente escindido, se reproducirá con chirridos a partir de una escenografía de confrontación cuya estabilidad conflictiva, con menos libertades y más división, será mansamente aceptada por una Europa cada vez más de derechas.
La segunda razón tiene que ver con la estrategia de la izquierda. A esa escisión territorial (que no económica) del régimen del 78 ha correspondido una escisión territorial (que no política) de la respuesta de izquierdas a su crisis. Mientras el PSOE se reintegraba cobardemente en su seno (el del régimen), la disidencia política surgida del 15M se ha dividido en dos procesos paralelos, uno en el “centro” y otro en la “periferia”, que han acabado por anularse recíprocamente. Por un lado, Podemos y confluencias, que apostaban por la transformación desde el Estado, han llegado al avispero catalán debilitados en su discurso y su credibilidad. Por otro lado las CUP, confiadas en la ruptura contra el Estado, han acabado por perder terreno sin ningún logro apreciable, facilitando a su pesar la recomposición del régimen que querían cuestionar. Pueden tener quizás razón al denunciar el carácter irreformable del Estado español, pero esa imposibilidad no hace por ello posible la “república catalana”. Lo he dicho muchas veces: sin una mayoría social abrumadora, un ejército y/o el apoyo interesado de las potencias europeas, es imposible separarse de un país que no existe. España no existe y para separarse de ella primera habrá que construirla. En todo se equivoca Podemos, salvo en eso: la propia independencia de Catalunya pasa por la fundación previa, democrática y pacífica, de España. Si no es posible, nada es posible, ni para unos ni para otros. Hoy estamos un poco más lejos que hace dos años; la musculatura del régimen, todavía dañada, parece recomponerse gracias a los errores también de la izquierda, la catalana y la española. Con más independentistas y menos independencia, con más españolistas y menos democracia, con más constitucionalistas y menos Constitución, la “cuestión española” se prolonga sine die en un medio global inquietante. Es probable que la misma UE que impide la república catalana impida el regreso de España al siglo XIX, salvo si es la propia UE la que retrocede a su vez, unida por el autoritarismo neoliberal o desmenuzada por los destropopulismos identitarios, y ello en un mundo presidido por el cambio climático, las armas nucleares y la volátil geopolítica del desastre. Lo que, en cualquier caso, parece tan cierto como que existe una nación catalana y que no será independiente es el hecho de que, gracias al procesismo y a la respuesta estatal, España ha dejado de ser “diferente”; es ya -cuando menos lo deseábamos- un país inexistente pero normalmente europeo.
Lo único que queda como fuerza en común de cambio son las capitales, Madrid y Barcelona, donde el municipalismo se resiste  a la normalización. ¿Es de izquierdas durar? Es, en este caso, la condición de cualquier reapertura en el futuro de la “cuestión nacional”, que es la “cuestión española”, que es la “cuestión democrática”: un problema muy real que integra la política, la economía, la cultura y el territorio.

http://blogs.publico.es/otrasmiradas/12037/espana-un-estado-sin-nacion/



   Nota  del blog .- La  Constitución  de 1931 , solo menciona Estado y Territorio , si la de  1978 fuera similar en eso , no se tendría problema con admitir varias naciones dentro , la unidad del estado territorial lo hacía indivisible y el estado podría ser plurinacional sin problemas , y podría además admitir  un referéndum si un territorio por mayoría lo pedía .

La nación es indivisible por definición el territorio no ..y donde hay una no caben dos . Este  problema arranca de la fundación   de la Constitución de 1812 y  de los fracasos de su modelo .
En Francia es la propia Revolucion quien la crea ,  una nación y un estado nacional , con todos sus elementos unitarios republicanos. El rey nunca dijo , la nación soy yo .

 La monarquía  constitucional   era la unidad  de la nación Católica de ambos hemisferios , el imperio anterior trasformado en una unidad católica monárquica...de la monarquía  absoluta paso a la nación católica absoluta , sacralizando la nación y la  intolerancia religiosa  continuó (1) ...ya inaplicable  en la época , tanto del 1820 al 1823  como en plena guerra carlista el 1836  - 37 sin tener que ver con el  país real  ...y la otra nación se perdió . .Aunque en el papel se implantara  más como un manifiesto liberal de izquierdas o del liberalismo revolucionario que real , contra otros , fuera Napoleón o los carlistas absolutistas   ... .     Al igual el sufragio universal  masculino total pero solo aplicable a los alfabetizadoscuando debía decir los propietarios, como en cualquier otra pais  hacia el capitalismo de la época . 
 Así el liberalismo en la España del siglo XIX   fue un modelo político  fracasado o quebrado o falsificado . Nación fallida , estado autoritario .Y en siglo XX  tuvo encima dos dictaduras nacionalistas .1923-31... 1936-78 ... más de 50 años .La nación católica castellana , imposibilito incluso un laicismo.

  El fracaso de la nación en Españ es un fracaso del Estado nacional y de la monarquía que nunca fue capaz de  hacer una "religion civil" de ella , ni unir  como "comunidad" sus territorios .
El primer gran fracaso fue la independencia de sudámerica . Luego un estado liberal fracasado y democrático lo mismo. Y ahora sin soberanía real,  sino europea, más de lo mismo, por ambos lados . . La soberania  del estado nacional ya ni existe .
Y como ademas  la nación española es como central y las otras perifericas con mayor peso económico industrial  peor todavia. El capitalismo asi como creo la nación moderna la destruye.
 La cuestión era que el catalanismo estaba  unido  al proteccionismo  y al  pacto nacional español  de la anterior restauración de Cánovas , textiles catalanes , ferreteros vascos y  vinateros y aceituneros andaluces y trigueros castellanos y el carbón asturiano , pero en 1985  al entrar en la UE se acabó , y la entrada en el euro   acentuó la desindustrialización de la periferia , pero la agricultura tiene protección , los fondos de cohesión ,sin embargo los industriales y el carbón no , y los vascos tienen el concierto y el cupo, pero además era el centro financiero español y el capitalismo vasco industrial nunca lo apoyo  ,  a los nacionalistas los considero siempre unos  paletos y ellos a los industriales  unos introductores de maketos  que  pervertian las esencias  vascas. 
 Y los industriales catalanes si  , proteccionismo y catalanismo fueron unidos , pero el 1985 perdieron el mercado cautivo español y han caído las exportaciones  al resto del  estado y tienen que competir en mercado libre europeo y global , su pib industrial cayó ,aunque no el pib general en relacion a España , que  se mantiene en el  19% , en España el pib industrial  cayó del 24 % al 14 ,después del 85 , pero se fue   recuperando hasta el 19,7% , en Cataluña, desapareció el textil y el capitalismo industrial era catalán y familiar y sin casi salir a la bolsa , y esta en menos del 22 %(1)   antes era  del 27%  ,esa cifra  denota que  no solo hay estancamiento sino decadencia relativa de hegemonía exterior.   ...
Maragall ya quiso lanzar   la euro región   y no se hizo ,  ...o sea una crisis   de futuro y además caída de salarios, por paso a empresas de servicios,   y el proceso fue como aquello de sálvese el que pueda , generado por la perdida de hegemonía dentro del   estado y de los nacionalistas entre sí  o se convirtio en una  la lucha de los nacionalistas por mantener  hegemonizada  la política catalana , una huida hacia delante . 
El único que tenían un plan era Maragall  con la euro región  pero empezó por el estatuto, para crear un n uevo marco  y fue un fracaso  , implicaba modificar  la Constitución y aun se creían que podía  mover el Estado desde Cataluña o que España no s e había modernizado  como si fuera  aun al principio del siglo XX y el fuera Prat de la Riba .
De la crisis,   de 11 cajas quebraron 10..Y .la gestión neoliberal de Mas llevo a la quiebra de la Generalitat   con  la austeridad y privatizaciones  y por la caída de la recaudación en 37 mil millones por la crisis y el paro y el estado  tampoco hizo la inversiones necesarias , véase el  eje mediterráneo o las comunicaciones  ,     todos por autopistas ,  solo hay una autovía ,la  de Lérida  y no hay una autovía mediterránea , de Valencia hacia abajo si , y vacía .. Y tras el fracaso del estatuto y la crisis se quedaron entre la espalda y la pared    .
Un país donde el 74 % son servicios , la agricultura es poco . la industria el menos del 22% ahora  Mas encima fue un fracaso económico neoliberal , SPANAIR ,  BARCELONA WOrLD.  Y  político . al convocar elecciones en 2012 , ante la diada y perdió 10 diputados y encima  tras lo del Palau vino lo de Pujol , y entonces a partir de ahí vino una lucha  por la hegemonía dentro de Cataluña y dentro del propio nacionalismo frente a ERC , por eso él  se tiro al vacío, se volvió indepe   y terminó con su partido. Tapando el 3%. lo cual noes jaenoa crisis de bipartidismo .Y perdió encima el apoyo de   empresarios y la ruptura del  apoyo de los industriales por la DUI (y también del 3%) .
Aunque la economia no determina el proceso  si que desencadenó  unas estrategias políticas   fatales y un desconcierto de irresponsabilidades mutuas tanto del nacionalismo del PP como de los nacionalistas catalanes 
 "No estábamos preparados para dar continuidad política a lo que hizo el pueblo de Cataluña el 1-O" ( resistir  las cargas policiales ) .dijo sinceramente Clara Ponsatí , hoy en día en Bruselas . 
Un concierto y un cupo o mas inversiones si que hubiera estabilizado la politica .
Pero no seamos ingenuos si el independentismo no tiene fuerza para  crear un Estado si la tiene  para bloquear  al resto . Empezando por que bloquea reformas del Estado y en él Estado, que da la impresión de ser un castillo de naipes..Como si se estuviera pensando en algunos constitucionalistas  alargar el 155 o se precisara para hacerlas una fase futura autoritaria reviviendo una  retrotopia nacional..tipo siglo XX   español .Sin pensar que el  pasado fue ya otro país .
Cataluña por su Pib del 19% , no dejara de ser una de las regiones económicas clave para pagar la deuda española .
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(1)La incapacidad o ausencia de un pluralismo religioso y de una religión civil  modelo o no roussoniano . Y no digamos un laicismo .


 

No  es ajeno a lo dicho,    la preocupacion de los nacionalistas por el tema,  o un intento del conseller Vila posterior de escasa repercusion ,   (aquí se aportan cifras más precisas).. http://www.catdialeg.cat/la-industria-catalana-no-aixeca-cap/
 De todos modos la economía catalana este tercer trimestre crecio el 3,2 %  ,según  su instituto de estadistica , ahora controlado por el Estado , nada que ver con la repercusión que dicen  que baja España por que va mal Cataluña , y  los inpectores de hacienda también contestaron a Albert  Riera   que la huida de empesar en su domiciliación,  tiene poca repercusión ,debido a las compensanciones que la propia hacienda hace con las autonomias  como el iva y otros  impuestos autonómicos. y la deuda catalana  les cuesta menos que nunca con el FLAP.

 y ver ...