domingo, 8 de octubre de 2017

Unión Europea: El eje franco-alemán es una ilusión.

 

 

Unión Europea: “El eje franco-alemán es un espejismo”. Entrevista

David Cayla

04/10/2017

Cuando Emmanuel Macron presenta su proyecto de refundación europea, el economista David Cayla, profesor de la Universidad de Angers y co-autor de un libro sobre El final de la Unión Europea , repasa los debates sobre el relanzamiento de la Unión que proponen los círculos de poder. Para él, este frenesí de iniciativas enmascara de hecho la impotencia de Europa. Los problemas estructurales de la integración europea han provocado el declive industrial y económico del sur de Europa en favor de Alemania.
 
Estos desequilibrios alimentan ahora las divisiones políticas y los países solo buscan defender sus propios intereses. Alemania rechaza cualquier política de transferencias y las fuerzas centrífugas crecen dentro de la UE. Más que la ruptura del euro, la verdadera amenaza es el derrumbe del andamiaje legal de Europa, como ejemplariza el control de la justicia por el ejecutivo en Polonia y Hungría, según David Cayla. Martine Orange le entrevista para Mediapart.
 
 
Desde su elección, Emmanuel Macron presiona para una reforma de la zona del euro. Por su parte, Jean-Claude Juncker, ha presentado su plan de relanzamiento de la UE. ¿Cómo analiza estos dos proyectos tan diferentes? ¿Tienen uno u otro alguna posibilidad de frenar la crisis final de la UE que prevé?
 
Estos proyectos son un intento de respuesta después de un ciclo devastador para la Unión Europea, marcado por la crisis griega en enero-julio de 2015, la crisis de los refugiados de verano 2015 y el Brexit en junio de 2016. Después del terremoto causado por el Brexit, los europeos fueron incapaces en la Cumbre de Bratislava (Eslovaquia) [ de septiembre de 2016 - ed ] de dar ninguna respuesta. La crisis institucional de la Unión Europea salió a la luz en la cumbre y fuimos testigos de la creación de varias coaliciones de países: países mediterráneos, el Grupo de Visegrad que reúne a los países de Europa central y los países institucionalmente dominante agrupados alrededor de Alemania. Las instituciones actuales ya no son capaces de controlar las fuerzas centrífugas dentro de la Unión. Estos proyectos de reconstrucción que están surgiendo actualmente no tienen otro objetivo que salvar la cara, mostrar que la UE no está muerta.
 
Pero no tienen muchas posibilidades de éxito. Los defectos estructurales de la construcción europea han aumentado las divergencias económicas. Y estas se han convertido en el motor de las diferencias políticas. En su libro sobre el euro [ Cómo la moneda única amenaza el futuro de Europa (2016)] Joseph Stiglitz también insiste en que las disfunciones económicas son el motor de las divisiones políticas europeas. Así estamos. Nadie tiene los mismos intereses ni mira al futuro de la misma manera.
 
La armonización fiscal propuesta por Juncker - pero también por Alemania - con la creación de un único impuesto de sociedades, favorece evidentemente los intereses de los grandes países como Alemania, Francia e Italia. Pero no a los países pequeños como Irlanda, que no tienen ningún deseo de renunciar a su modelo.
 
Del mismo modo, el proyecto de armonización social francés, que prevé la revisión de la Directiva sobre los trabajadores desplazados sólo puede perjudicar los intereses económicos de los países del centro y este de Europa que obtienen recursos valiosos de sus residentes que trabajan como empleados desplazados. Alemania no dijo nada para evitar ofender a Francia. Sin embargo, dada su organización económica, no tiene interés en una medida que iría en contra de los intereses de la zona de influencia que ha formado en Europa del Este. Alemania es el principal destino de los trabajadores desplazados en Europa y los bajos costes laborales son fundamentales para su modelo de negocio basado en servicios de bajo coste .
 
Así que tal vez tengamos anuncios de reformas falsos, para poder decir que Europa continúa y se transforma. Pero este frenesí de proyectos es más probable que oculte la impotencia. Porque no va a cambiar gran cosa. Por ejemplo, incluso si decidimos mañana aplicar un impuesto de sociedades con un tipo único en toda la zona del euro, hay una buena probabilidad de que la tasa no se aplique nunca en realidad. Las negociaciones entre las multinacionales y las agencias tributarias de cada país para eludir el impuesto de sociedades continuarán tratando de atraerlas. Por ejemplo, Luxemburgo tiene oficialmente una de las tasas impositivas sobre las empresas más altas de la UE.
 
En su libro pone especial énfasis en los efectos de la polarización que ha conllevado que la migración de bienes de producción y de riqueza hacia Alemania se haya convertido en un factor de desintegración de la Unión. Esta concentración ¿era previsible desde la creación de la Unión Europea?
 
Por supuesto, ¡todo ello era predecible! Muchos economistas, entre ellos el premio Nobel Paul Krugman, han estudiado estos fenómenos de concentración industrial en un sistema de libre comercio. La geografía económica estudia en particular cómo afectan los efectos de aglomeración en las grandes ciudades y las zonas rurales, y conducen a la polarización del espacio alrededor de un centro (metrópolis, rica región industrial ...) que atrae a los factores de la producción y el trabajo drenando las zonas periféricas. Por desgracia, estas teorías que advierten de estos riesgos han sido marginadas en los análisis económicos. A menudo se prefiere una visión abstracta de los mercados en los que la  competencia  “no distorsionada" es capaz de asignar recursos de manera funcional en un mundo sin instituciones, sin cultura, sin la barrera del idioma y sin incidentes.
 
Los problemas estructurales de la Unión Europea son el resultado del mercado único en 1986, que hizo posible la completa libertad del capital, la adopción del euro y la globalización. Gracias a su organización, su especialización industrial y un euro infravalorado para su economía, Alemania se ha convertido en el principal beneficiario de la UE. Otros países se agregan al motor alemán. Los Países Bajos, que tienen una tradición comercial, y en menor medida Bélgica (Flandes, principalmente) se benefician de esta concentración: las mercancías transitan por ellos. Después de la caída del muro, los fabricantes alemanes se aprovecharon de esta apertura para crear una zona de influencia manufacturera que integra a Polonia, la República Checa, Hungría, que también emergen hoy como ganadores del mercado único.
 
No se tomaron medidas a nivel de la UE para contrarrestar estos efectos de aglomeración y concentración. Todo el potencial industrial del sur de Europa, que se ha convertido en la periferia del centro, es aspirado por Alemania. Pero también afecta a Finlandia y los países bálticos, que han sido muy golpeado por la crisis de 2008-2009 y que son también países periféricos. Incluso el Reino Unido e Irlanda han entrado en una espiral de desindustrialización (véase el mapa) .
 
De hecho, la concentración llama a la concentración. El capital industrial de Europa es capturado por Alemania y los países del centro, mientras que los estados que se desindustrializan tienen que limitarse a invertir en turismo y bienes raíces. Se produce cierta especialización dentro de la Unión Europea. Pero no es lo mismo atraer fábricas, servicios de valor añadido y especializarse, como en España, en el sector inmobiliario turístico. Los beneficios económicos no son los mismos.
 
Por otra parte, una vez que la burbuja inmobiliaria explotó, España perdió en pocos años casi 500.000 residentes. Los países del sur de Europa ven partir a su juventud formada. La hemorragia fue particularmente violenta en Grecia, donde unos 400.000 griegos dejaron su país para trabajar en Europa, principalmente en Alemania.
 
Emmanuel Macron se basa principalmente en la reactivación del eje franco-alemana para lanzar la reconstrucción de Europa.
 
No creo en ello en absoluto. El eje franco-alemán es una ilusión. Francia y Alemania no tienen hoy en día los mismos intereses. Solo Emmanuel Macron, que cree en la convergencia, está dispuesto a ceder para continuar la integración europea. Esta obsesión con el eje franco-alemán podría costarle caro a Francia.
 
Alemania no tiene en realidad ningún interés en cambiar las reglas institucionales. Se beneficia de un sistema que se adapta a sus necesidades. Toda su problema es que funcione sin explotar. Su diplomacia discreta, sin embargo, es muy eficaz. Sabe que si habla, puede ser contra-productivo. Así que trata de hacer cuanto menos olas mejor y busca aliados, ejecutores interpuestos, en la Comisión Europea, en Francia, pero también en otros estados miembros. Pero, básicamente, no quiere moverse.
 
La única manera de salvar a Europa otra vez - si todavía es posible - es a través de las soluciones recomendadas por Michel Aglietta y Thomas Piketty, en concreto: crear un presupuesto federal importante, con un verdadero control democrático, para invertir fuertemente en las zonas periféricas damnificadas. Pero los alemanes no quieren. Rechazan cualquier idea de transferencia en la UE y posponen las cosas dejando que Francia presente sus planes de reforma, pero con la esperanza de que el actual sistema continúe, que la recuperación del crecimiento alivie las tensiones. Puede suceder un milagro... Por mi parte, creo que el mecanismo de autodestrucción está ya en marcha y que solo se puede ganar tiempo, de momento. Me pregunto si nuestros líderes son conscientes de ello.
Los partidarios de Europa, piensan que lo más difícil ya se ha pasado. Señalan que Europa ha superado la crisis del euro, el Brexit, las oleadas populistas. Creen que no quedan obstáculos para avanzar de nuevo.
 
La amenaza de un estallido de Europa sigue ahí. La crisis del euro no se ha resuelto, en contra de lo que los círculos de poder piensan. Además, las fuerzas centrífugas que actúan dentro de la UE son cada vez más fuertes. La falta de solidaridad se hace evidente. Cada vez más países adoptan estrategias no cooperativas. Estamos en presencia de una desintegración de la normativa europea, cada país va por su lado, según su interés nacional.
 
En contradicción con el espíritu de solidaridad y cooperación, pero apoyándose en las reglas del mercado único, España y Grecia están llevando a cabo estrategias de dumping social que antes era exclusiva de los países del Este. Portugal añade un dumping fiscal inconfesado, por ejemplo, ofreciendo una exención de impuestos durante diez años a todos los europeos que fijen en el país luso su residencia. El modelo implícito de Portugal es Irlanda, que lleva claramente una estrategia parasitaria desde finales de los 1980. Hemos llegado al punto en que Dublín se enfrenta a las instituciones europeas en el caso de Apple y se niega a exigir a la multinacional estadounidense mil millones que tiene que pagar como multa a la Comisión.
 
Hay otro fenómeno que creo que es importante recalcar. Es la manera como Polonia y Hungría han reformado sus sistemas judiciales, recortando su independencia. Además de la cuestión democrática y la amenaza a los derechos fundamentales, es también (y se dice menos) una amenaza muy grave para la integración europea. La fuerza de la UE es la ley. La Unión se ha levantado sobre la garantía de la libertad económica, en base a un acerbo comunitario que se aplica en todas partes. Ahora, sin decirlo, ambos países están en un proceso de abandono del orden jurídico europeo que permita a sus sistemas judiciales nacionales no aplicar las normas de la UE. Por ahora no cuestionan el orden económico, porque les beneficia mucho, pero han abierto una brecha que desarma la omnipotencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) que se supone que hace cumplir la ley europea. Sin estricta independencia del sistema jurídico nacional, la legislación europea, la base de la Unión Europea, queda entre paréntesis.
 
Tal vez más que la crisis del euro, la verdadera amenaza de estallido de la UE es este derrumbe del andamiaje jurídico de la Unión. Si mañana Italia anuncia una reforma legal que le permita eludir la legislación europea para recurrir a medidas proteccionistas, sería el final del mercado único y de la Unión, sin que se anuncie oficialmente. Este supuesto no es solo producto de la imaginación. Cuando Montebourg hizo sus propuestas sobre “Made in France”, pidió que el 80% de la contratación pública quedase reservada para las empresas nacionales. Tal disposición es evidentemente contraria a la ley de la UE. Del mismo modo, la estrategia de desobediencia las normas europeas propuesta por Jean-Luc Mélenchon solo se podría implementar como parte de una reforma del sistema legal francés para eludir los tratados. La tentación de dar la espalda a la legislación europea existe en todas partes. Si se aplicase no solo para desafiar la distribución de los refugiados, sino también las reglas del mercado único, sería de hecho el final de la Unión Europea.
 

Economista, es profesor de la Universidad de Angers, Francia, y co-autor de un libro sobre El final de la Unión Europea.
Fuente:
https://www.mediapart.fr/journal/international/260917/le-couple-franco-allemand-est-un-leurre?onglet=full
Traducción:
Enrique García Sin Permiso .

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