Unión Europea: “El eje franco-alemán es un espejismo”. Entrevista
David Cayla
04/10/2017
Cuando
Emmanuel Macron presenta su proyecto de refundación europea, el
economista David Cayla, profesor de la Universidad de Angers y co-autor
de un libro sobre El final de la Unión Europea ,
repasa los debates sobre el relanzamiento de la Unión que proponen los
círculos de poder. Para él, este frenesí de iniciativas enmascara de
hecho la impotencia de Europa. Los problemas estructurales de la
integración europea han provocado el declive industrial y económico del
sur de Europa en favor de Alemania.
Estos
desequilibrios alimentan ahora las divisiones políticas y los países
solo buscan defender sus propios intereses. Alemania rechaza cualquier
política de transferencias y las fuerzas centrífugas crecen dentro de la
UE. Más que la ruptura del euro, la verdadera amenaza es el derrumbe
del andamiaje legal de Europa, como ejemplariza el control de la
justicia por el ejecutivo en Polonia y Hungría, según David Cayla.
Martine Orange le entrevista para Mediapart.
Desde
su elección, Emmanuel Macron presiona para una reforma de la zona del
euro. Por su parte, Jean-Claude Juncker, ha presentado su plan de
relanzamiento de la UE. ¿Cómo analiza estos dos proyectos tan
diferentes? ¿Tienen uno u otro alguna posibilidad de frenar la crisis
final de la UE que prevé?
Estos
proyectos son un intento de respuesta después de un ciclo devastador
para la Unión Europea, marcado por la crisis griega en enero-julio de
2015, la crisis de los refugiados de verano 2015 y el Brexit en junio de
2016. Después del terremoto causado por el Brexit, los europeos fueron
incapaces en la Cumbre de Bratislava (Eslovaquia) [ de septiembre de
2016 - ed ] de dar ninguna respuesta. La crisis institucional de la
Unión Europea salió a la luz en la cumbre y fuimos testigos de la
creación de varias coaliciones de países: países mediterráneos, el Grupo
de Visegrad que reúne a los países de Europa central y los países
institucionalmente dominante agrupados alrededor de Alemania. Las
instituciones actuales ya no son capaces de controlar las fuerzas
centrífugas dentro de la Unión. Estos proyectos de reconstrucción que
están surgiendo actualmente no tienen otro objetivo que salvar la cara,
mostrar que la UE no está muerta.
Pero
no tienen muchas posibilidades de éxito. Los defectos estructurales de
la construcción europea han aumentado las divergencias económicas. Y
estas se han convertido en el motor de las diferencias políticas. En su
libro sobre el euro [ Cómo la moneda única amenaza el futuro de Europa
(2016)] Joseph Stiglitz también insiste en que las disfunciones
económicas son el motor de las divisiones políticas europeas. Así
estamos. Nadie tiene los mismos intereses ni mira al futuro de la misma
manera.
La
armonización fiscal propuesta por Juncker - pero también por Alemania -
con la creación de un único impuesto de sociedades, favorece
evidentemente los intereses de los grandes países como Alemania, Francia
e Italia. Pero no a los países pequeños como Irlanda, que no tienen
ningún deseo de renunciar a su modelo.
Del
mismo modo, el proyecto de armonización social francés, que prevé la
revisión de la Directiva sobre los trabajadores desplazados sólo puede
perjudicar los intereses económicos de los países del centro y este de
Europa que obtienen recursos valiosos de sus residentes que trabajan
como empleados desplazados. Alemania no dijo nada para evitar ofender a
Francia. Sin embargo, dada su organización económica, no tiene interés
en una medida que iría en contra de los intereses de la zona de
influencia que ha formado en Europa del Este. Alemania es el principal
destino de los trabajadores desplazados en Europa y los bajos costes
laborales son fundamentales para su modelo de negocio basado en
servicios de bajo coste .
Así
que tal vez tengamos anuncios de reformas falsos, para poder decir que
Europa continúa y se transforma. Pero este frenesí de proyectos es más
probable que oculte la impotencia. Porque no va a cambiar gran cosa. Por
ejemplo, incluso si decidimos mañana aplicar un impuesto de sociedades
con un tipo único en toda la zona del euro, hay una buena probabilidad
de que la tasa no se aplique nunca en realidad. Las negociaciones entre
las multinacionales y las agencias tributarias de cada país para eludir
el impuesto de sociedades continuarán tratando de atraerlas. Por
ejemplo, Luxemburgo tiene oficialmente una de las tasas impositivas
sobre las empresas más altas de la UE.
En
su libro pone especial énfasis en los efectos de la polarización que ha
conllevado que la migración de bienes de producción y de riqueza hacia
Alemania se haya convertido en un factor de desintegración de la Unión.
Esta concentración ¿era previsible desde la creación de la Unión
Europea?
Por
supuesto, ¡todo ello era predecible! Muchos economistas, entre ellos el
premio Nobel Paul Krugman, han estudiado estos fenómenos de
concentración industrial en un sistema de libre comercio. La geografía
económica estudia en particular cómo afectan los efectos de aglomeración
en las grandes ciudades y las zonas rurales, y conducen a la
polarización del espacio alrededor de un centro (metrópolis, rica región
industrial ...) que atrae a los factores de la producción y el trabajo
drenando las zonas periféricas. Por desgracia, estas teorías que
advierten de estos riesgos han sido marginadas en los análisis
económicos. A menudo se prefiere una visión abstracta de los mercados en
los que la competencia “no
distorsionada" es capaz de asignar recursos de manera funcional en un
mundo sin instituciones, sin cultura, sin la barrera del idioma y sin
incidentes.
Los
problemas estructurales de la Unión Europea son el resultado del
mercado único en 1986, que hizo posible la completa libertad del
capital, la adopción del euro y la globalización. Gracias a su
organización, su especialización industrial y un euro infravalorado para
su economía, Alemania se ha convertido en el principal beneficiario de
la UE. Otros países se agregan al motor alemán. Los Países Bajos, que
tienen una tradición comercial, y en menor medida Bélgica (Flandes,
principalmente) se benefician de esta concentración: las mercancías
transitan por ellos. Después de la caída del muro, los fabricantes
alemanes se aprovecharon de esta apertura para crear una zona de
influencia manufacturera que integra a Polonia, la República Checa,
Hungría, que también emergen hoy como ganadores del mercado único.
No
se tomaron medidas a nivel de la UE para contrarrestar estos efectos de
aglomeración y concentración. Todo el potencial industrial del sur de
Europa, que se ha convertido en la periferia del centro, es aspirado por
Alemania. Pero también afecta a Finlandia y los países bálticos, que
han sido muy golpeado por la crisis de 2008-2009 y que son también
países periféricos. Incluso el Reino Unido e Irlanda han entrado en una
espiral de desindustrialización (véase el mapa) .
De
hecho, la concentración llama a la concentración. El capital industrial
de Europa es capturado por Alemania y los países del centro, mientras
que los estados que se desindustrializan tienen que limitarse a invertir
en turismo y bienes raíces. Se produce cierta especialización dentro de
la Unión Europea. Pero no es lo mismo atraer fábricas, servicios de
valor añadido y especializarse, como en España, en el sector
inmobiliario turístico. Los beneficios económicos no son los mismos.
Por
otra parte, una vez que la burbuja inmobiliaria explotó, España perdió
en pocos años casi 500.000 residentes. Los países del sur de Europa ven
partir a su juventud formada. La hemorragia fue particularmente violenta
en Grecia, donde unos 400.000 griegos dejaron su país para trabajar en
Europa, principalmente en Alemania.
Emmanuel Macron se basa principalmente en la reactivación del eje franco-alemana para lanzar la reconstrucción de Europa.
No
creo en ello en absoluto. El eje franco-alemán es una ilusión. Francia y
Alemania no tienen hoy en día los mismos intereses. Solo Emmanuel
Macron, que cree en la convergencia, está dispuesto a ceder para
continuar la integración europea. Esta obsesión con el eje franco-alemán
podría costarle caro a Francia.
Alemania
no tiene en realidad ningún interés en cambiar las reglas
institucionales. Se beneficia de un sistema que se adapta a sus
necesidades. Toda su problema es que funcione sin explotar. Su
diplomacia discreta, sin embargo, es muy eficaz. Sabe que si habla,
puede ser contra-productivo. Así que trata de hacer cuanto menos olas
mejor y busca aliados, ejecutores interpuestos, en la Comisión Europea,
en Francia, pero también en otros estados miembros. Pero, básicamente,
no quiere moverse.
La
única manera de salvar a Europa otra vez - si todavía es posible - es a
través de las soluciones recomendadas por Michel Aglietta y Thomas
Piketty, en concreto: crear un presupuesto federal importante, con un
verdadero control democrático, para invertir fuertemente en las zonas
periféricas damnificadas. Pero los alemanes no quieren. Rechazan
cualquier idea de transferencia en la UE y posponen las cosas dejando
que Francia presente sus planes de reforma, pero con la esperanza de que
el actual sistema continúe, que la recuperación del crecimiento alivie
las tensiones. Puede suceder un milagro... Por mi parte, creo que el
mecanismo de autodestrucción está ya en marcha y que solo se puede ganar
tiempo, de momento. Me pregunto si nuestros líderes son conscientes de
ello.
Los
partidarios de Europa, piensan que lo más difícil ya se ha pasado.
Señalan que Europa ha superado la crisis del euro, el Brexit, las
oleadas populistas. Creen que no quedan obstáculos para avanzar de
nuevo.
La
amenaza de un estallido de Europa sigue ahí. La crisis del euro no se
ha resuelto, en contra de lo que los círculos de poder piensan. Además,
las fuerzas centrífugas que actúan dentro de la UE son cada vez más
fuertes. La falta de solidaridad se hace evidente. Cada vez más países
adoptan estrategias no cooperativas. Estamos en presencia de una
desintegración de la normativa europea, cada país va por su lado, según
su interés nacional.
En
contradicción con el espíritu de solidaridad y cooperación, pero
apoyándose en las reglas del mercado único, España y Grecia están
llevando a cabo estrategias de dumping social que antes era exclusiva de
los países del Este. Portugal añade un dumping fiscal inconfesado, por
ejemplo, ofreciendo una exención de impuestos durante diez años a todos
los europeos que fijen en el país luso su residencia. El modelo
implícito de Portugal es Irlanda, que lleva claramente una estrategia
parasitaria desde finales de los 1980. Hemos llegado al punto en que
Dublín se enfrenta a las instituciones europeas en el caso de Apple y se
niega a exigir a la multinacional estadounidense mil millones que tiene
que pagar como multa a la Comisión.
Hay
otro fenómeno que creo que es importante recalcar. Es la manera como
Polonia y Hungría han reformado sus sistemas judiciales, recortando su
independencia. Además de la cuestión democrática y la amenaza a los
derechos fundamentales, es también (y se dice menos) una amenaza muy
grave para la integración europea. La fuerza de la UE es la ley. La
Unión se ha levantado sobre la garantía de la libertad económica, en
base a un acerbo comunitario que se aplica en todas partes. Ahora, sin
decirlo, ambos países están en un proceso de abandono del orden jurídico
europeo que permita a sus sistemas judiciales nacionales no aplicar las
normas de la UE. Por ahora no cuestionan el orden económico, porque les
beneficia mucho, pero han abierto una brecha que desarma la
omnipotencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) que se
supone que hace cumplir la ley europea. Sin estricta independencia del
sistema jurídico nacional, la legislación europea, la base de la Unión
Europea, queda entre paréntesis.
Tal
vez más que la crisis del euro, la verdadera amenaza de estallido de la
UE es este derrumbe del andamiaje jurídico de la Unión. Si mañana
Italia anuncia una reforma legal que le permita eludir la legislación
europea para recurrir a medidas proteccionistas, sería el final del
mercado único y de la Unión, sin que se anuncie oficialmente. Este
supuesto no es solo producto de la imaginación. Cuando Montebourg hizo
sus propuestas sobre “Made in France”, pidió que el 80% de la
contratación pública quedase reservada para las empresas nacionales. Tal
disposición es evidentemente contraria a la ley de la UE. Del mismo
modo, la estrategia de desobediencia las normas europeas propuesta por
Jean-Luc Mélenchon solo se podría implementar como parte de una reforma
del sistema legal francés para eludir los tratados. La tentación de dar
la espalda a la legislación europea existe en todas partes. Si se
aplicase no solo para desafiar la distribución de los refugiados, sino
también las reglas del mercado único, sería de hecho el final de la
Unión Europea.
Economista, es profesor de la Universidad de Angers, Francia, y co-autor de un libro sobre El final de la Unión Europea.
https://www.mediapart.fr/journal/international/260917/le-couple-franco-allemand-est-un-leurre?onglet=full
Traducción: