La guerra sucia del gobierno español contra la democracia venezolana.
Ángeles Diez*
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La política española se nos presenta
siempre llena de paradojas, simulacros y sobreactuaciones. Muchas de
ellas son puestas en escena para tratar de convencer a los súbditos
españoles de que además de utilizar las administraciones para lucrarse
se ejerce algo parecido a lo que en otros sitios se conoce como
gestionar lo público y defender los intereses nacionales.
Pero cuando se analiza, incluso
superficialmente, la política exterior en relación a Venezuela, nos
encontramos con tal cantidad de incongruencias y sinsentidos que sólo
cabe pensar que hay un guión previo escrito y/o encargado desde fuera, o
lo que viene a ser lo mismo, que nuestra política exterior está
subordinada a los intereses del imperio estadounidense ¿Cómo explicar si
no que el ministro de Asuntos Exteriores dé validez a un plebiscito
organizado por la oposición venezolana sin ningún tipo de garantías y
sin respaldo del Consejo Nacional Electoral, sin censo electoral, con la
quema posterior de los votos, con observadores que reconocen haber
cobrado de los convocantes, etc. al mismo tiempo que el gobierno español
declara ilegal la consulta catalana? ¿Cómo explicar que, estando el
gobierno venezolano y su presidente reconocidos como legítimos por el
Estado español, el Sr. Dastis, ministro de asuntos exteriores, declare
que “no es una democracia”? ¿Cómo interpretar que tras la entrevista con
su homólogo estadounidense, Rex Tillerson, afirme que “hay que seguir
aumentando la presión para que Venezuela vuelva a ser una democracia”?
Cualquier persona sensata podría
aplicar un sencillo cuestionario que le ayudara a entender que en
Venezuela se libra una de las batallas más importantes de una Guerra
Mundo liderada por EEUU, y que el gobierno español no es sino un vasallo
servil al servicio de la lógica imperialista. Sin duda, primero tendría
que hacer un esfuerzo de desintoxicación informativa para que lo
evidente no quedara neutralizado por la propaganda mediática que
ingerimos diariamente. Pero en realidad bastaría con aplicar a los
medios de comunicación masivos los mismos criterios y sospechas que
tenemos sobre ellos cuando dan noticias sobre nuestro propio país.
Veamos cuál sería este cuestionario:
1.- ¿A qué se debe que la potencia
bélica más grande del mundo (800 bases militares distribuidas por todo
el mundo, el presupuesto militar más alto del planeta, 200.000 soldados
desplegados en 100 países)
declare con un decreto ejecutivo que Venezuela es una “amenaza inusual y
extraordinaria”, un país que no tiene bases militares fuera de su
territorio y su ejército ocupa el puesto 62 en el ranking mundial?
2.-¿Qué recursos naturales y morales posee Venezuela que la convierten en una amenaza para el imperio y sus socios?
3.- Si Venezuela es una dictadura
cómo es que desde que Chávez ganó la presidencia (1999) se hayan
celebrado más 20 elecciones, el Centro estadounidense Carter, que actúa
como observador en procesos electorales, haya reconocido su sistema
electoral como uno de los más limpios y transparentes del mundo, que el
gobierno bolivariano de Nicolás Maduro ocupe un puesto destacado en las
principales Comisiones de Naciones Unidas donde se necesita ser elegido
por votación (Venezuela tiene el mandato simultáneo de siete Comisiones
incluida la presidencia del
Consejo de Derechos Humanos de la ONU hasta el 2018).
4.- Sólo en enero de 2017 se registraron en México 1.938 homicidios,
de marzo de 2016 a marzo del 2017 fueron asesinados en Colombia un
total de 156 líderes sociales y defensores de derechos humanos;
a qué se debe entonces que los medios masivos sólo hablen de la
violencia en Venezuela y que el ministro de asuntos exteriores español
diga que la situación en Venezuela es insostenible?
5.- Si la situación en Venezuela es
tan insostenible cómo es que su tasa de emigrantes es la más baja de
américa latina (0,4% frente al 11,8% de México por ejemplo), la tasa de
desempleo esté en el 6% (en España es del 20,9%), que junto con Cuba
Venezuela sea el país menos desigual del continente (España es el país
más desigual de la OCDE), que no haya personas desnutridas (En España la
población en riesgo de pobreza es del 28,3%), que la mortalidad
infantil se encuentre por debajo de la media regional y que no haya
periodistas asesinados ni desapariciones forzosas?
Cuando intentamos responder a estas
cinco preguntas la primera conclusión es que los ataques actuales del
gobierno español a Venezuela tienen otras razones distintas a las
esgrimidas públicamente y que dichas razones están lejos de cualquier
interés por la paz o la mejora de las condiciones de vida del pueblo
venezolano.
Hasta hace poco, el
tema
venezolano había formado parte de la política interna nacional. El show
electoral español ha condicionado la agenda de todos los partidos
políticos del espectro tanto de derechas como de izquierdas. Así, una
vez consolidada la criminalización mediática, Venezuela ha sido un arma
arrojadiza para acusar de populistas, radicales y autoritarios a
Podemos, pero también para éstos ha sido un lastre incómodo del que
tratar de zafarse continuamente en aras de una
razón instrumental
de dudoso calado moral. La mayoría de los partidos políticos de ámbito
nacional con opciones electorales se han posicionado abierta o
tímidamente, por activa o por pasiva, en la lógica de la guerra sucia
contra el gobierno bolivariano.
El doble papel de servir a las
campañas electorales al tiempo que se hacía el servicio a Estados Unidos
irradiando la imagen negativa de Venezuela ha sido la tónica dominante
en la política española.
Pero en estos momentos hay elementos
que indican que el gobierno español ha asumido un papel mucho más activo
en la guerra sucia contra Venezuela y especialmente, como ya hizo en su
día con Cuba, para influir en los gobiernos europeos. Ha aumentado la
frecuencia de los pronunciamientos contra el gobierno bolivariano, ha
subido el tono y se ha convertido en el portavoz de las tesis golpistas
de la oposición venezolana, los medios de comunicación españoles han
radicalizado su campaña tóxica y, en general, unos y otros están
reproduciendo punto por punto la propaganda estadounidense.
Todo apunta a que los principales
actores políticos españoles están cumpliendo el encargo de crear las
condiciones para que tanto la opinión pública española como la europea
sean favorables a una intervención armada. Baste como ejemplo las
declaraciones del dudosamente democrático expresidente Felipe González
afirmando que no se debe celebrar una Asamblea Constituyente en
Venezuela. Un exmandatario que no puede ocultar sus excelentes
relaciones e intereses compartidos con la oligarquía venezolana y que no
ha dudado en hacer causa común con el expresidente Aznar en contra del
gobierno bolivariano.
En el caso de Estados Unidos es
evidente que en la actual escalada bélica, doblegar a Venezuela es un
objetivo priorizado si se valora uno de los posibles escenarios
previstos por los
think tank:
Una conflagración con otras potencias con equivalente potencia militar
como Rusia. Para este escenario se presenta como necesario recuperar
zonas de influencia y control de fuentes de energía y abastecimiento, a
saber, el considerado por los políticos estadounidenses “patio trasero
latinoamericano”.
Venezuela es una pieza clave desde esta perspectiva ya que la
propia página oficial de la CIA señalaba, en el año 2015, que Venezuela
era el país con más reservas de petróleo comprobadas en el mundo (18 %
del total), y por supuesto con grandes reservas de gas, recursos
hídricos y minerales raros.
Hay otro
factor importante que nunca veremos reflejado en ningún análisis de los
tanques pensantes y es que también en Venezuela se encuentran hoy en
día importantes recursos morales: la defensa de su soberanía e
independencia política, la integración regional basada en criterios de
cooperación, el apoyo a las causas justas como la Palestina, un proyecto
de igualdad y justicia social de carácter socialista… Podríamos decir
que después de la resistencia heroica de Cuba, el testigo ha sido tomado
por los venezolanos.
Todos
los datos objetivos señalan que desde hace tiempo se ha puesto en marcha
la guerra sucia contra Venezuela, que con el presidente estadounidense
B. Obama apretó el acelerador y con Donald Trump continúa cumpliendo el
plan trazado de la intervención. En abril de este año el almirante
estadounidense jefe del Comando Sur, Kurt Tidd dijo ante el Comité de
Servicios Militares del Senado de Estados Unidos que la situación en
Venezuela estaba empeorando y que esto podría desencadenar una “crisis
humanitaria que requeriría una intervención a nivel regional”, después
tuvo que aclarar que no estaba hablando de una intervención militar pero
no cabe duda de que sus palabras avalan lo que la oposición denomina
Hora Cero para Venezuela.
La
resistencia del pueblo venezolano defendiendo su democracia a pesar de
la guerra económica, el no haber conseguido quebrar al ejército
bolivariano, los repetidos intentos del gobierno de Nicolás Maduro por
abrir cauces de diálogo y su propuesta de Asamblea Constituyente como
estrategia para derrotar pacíficamente a la oposición golpista, han
acelerado la hoja de ruta de la intervención que responde, con grandes
similitudes a la que se dio en Chile previo al golpe de Pinochet, a las
siguientes pautas : 1.-aumentar el nivel de violencia y provocación
tanto de la Asamblea Nacional en desacato como de los grupos
paramilitares que actúan en las calles, 2.-conformar un gobierno
paralelo legitimado por organismos internacionales controlados por EEUU y
por países afines, 3.- conseguir una masa crítica con el plebiscito
fraudulento del 16 de julio, 4.- obstruir y sabotear la administración
pública para colapsar la prestación de bienes y servicios, 5.- aumentar
la presión económica y financiera hasta reventar definitivamente la
economía, 6.- campañas sistemáticas de desinformación, post-verdad y
fake news , 7.- preparar huelgas y paros en servicios, transporte y
sector petrolero, 8.- boicotear la entrada en el país de alimentos y
medicinas, paralizar las importaciones, 8.- incrementar las noticias
sobre violación de DDHH, crisis humanitaria etc., 9.- crear un gobierno
de transición con el reconocimiento de la OEA y algunos gobiernos
europeos, especialmente el español.
No se
trata de una nueva forma de Guerra sucia. Tanto la secuencia de los
acontecimientos como el tipo de acciones ya se han aplicado
repetidamente en el entorno latinoamericano: golpes de Estado,
intervenciones militares, financiación de paramilitares, opositores y
contrainsurgencia, guerra sicológica, golpes blandos, intervención
humanitaria… El protocolo de aislar, demonizar e intervenir sigue
cumpliéndose con distintos niveles de complejidad. La diferencia es que
la resistencia del pueblo venezolano está obligando al imperialismo a
complejizar y diversificar las formas de intervención.
Si en el
caso de EEUU parece claro los intereses que están detrás y por qué se
está priorizando la agresión a Venezuela ¿Qué mueve al gobierno español a
sumarse tan activamente a este plan bélico? Basten algunos datos para
argumentar que, dado que en estos momentos no hay elecciones a la vista,
las razones hay que buscarlas en otro lado.
Tras la
incorporación de España a la OTAN en 1982 se firmó el Convenio de
Cooperación para la defensa (1988), con varias ratificaciones y
enmiendas, que desembocaron en el impulso de la Nueva Agenda
Trasatlántica (1995), el reforzamiento de las relaciones bilaterales a
partir del 2001 cuando se firmó con la Secretaria de Estado
norteamericana, Madeleine
Albright, una Declaración Conjunta que supuso un salto cualitativo en
las relaciones bilaterales profundizándose nuestra dependencia de EEUU
no solo a nivel político, sino también en el ámbito de la defensa y la
seguridad, en materia de cooperación económica y financiera, científica,
industrial, tecnológica y cultural.
A partir de la presidencia de Obama y
después de un pequeño enfriamiento por la retirada de las tropas
españolas de Irak, las relaciones bilaterales con Estados Unidos se
volvieron a intensificar. Se produce el encuentro de Rajoy y Obama en
Washington (enero 2014), viajes continuos de distintos ministros, viaje
oficial de los Reyes, visita del secretario de Estado John Kerry y el
secretario de Defensa Ashton Carter a España, etc.
El propio Ministerio de Asuntos exteriores afirma en su página web que se trata de un aliado con el que “pocos
países en el mundo tienen unos vínculos históricos, culturales y
lingüísticos tan fuertes y con el que compartimos los mismos valores
democráticos e intereses geoestratégicos”.
Cualquiera que sepa leer entre líneas verá que la relación entre un
país como España sin recursos naturales significativos, con un
endeudamiento exterior que sobrepasa el PIB, con una alta dependencia de
recursos energéticos, etc. No puede ser una relación entre iguales sino
una relación subordinada y dependiente.
Para
Estados Unidos acabar con el gobierno venezolano tiene rango de política
Estado, forma parte de la Guerra Mundo que la administración
estadounidense explicita como “defender los intereses norteamericanos en
cualquier parte del mundo” Un imperio por muy decadente que sea, o por
muy disminuido que esté su poder, no puede hacer otra cosa que extender
la guerra para mantener su hegemonía. Por otro lado, el imperialismo no
es sino la forma que adopta la expansión capitalista y en estos momentos
Venezuela constituye uno de sus más importantes obstáculos. La guerra
que se libra contra Venezuela es pues una guerra que nos compete a todos
ya que es sólo una de las partes más visibles de la Tercera guerra
mundial que ya está en marcha.
En el
caso del gobierno y el Estado español su posicionamiento activo y
beligerante a favor de la hoja de ruta estadounidense forma parte del
servilismo, la incapacidad y subordinación de nuestra clase política.
En esta
guerra contra el pueblo venezolano y su gobierno no cabe la
equidistancia, ni la neutralidad, ni las buenas intenciones. Sólo cabe
desenmascarar y denunciar el papel de España, y apoyar los esfuerzos
heroicos de un país por defender su independencia y soberanía que en
estos momentos ha de ser la bandera que nos una a todos contra el
imperialismo.
*
Doctora
en CC. Políticas y Sociología, profesora de la Universidad Complutense
de Madrid, miembro del Foro Contra la Guerra imperialista y la OTAN.
Julio 2017