martes, 20 de septiembre de 2016

La guerra de los 30 años de Washington.



Una visión retrospectiva del 11-S: quince años de guerra aérea de Washington
¡Bombas lanzadas!

TomDispatch

Traducción del inglés para Rebelión de Carlos Riba García

La precisión de ellos y la nuestra

En la mañana del 11 de septiembre de 2001, al-Qaeda lanzó contra Estados Unidos su fuerza aérea de cuatro aviones. Las aeronaves llevaban sus armas de precisión: 19 secuestradores suicidas. Gracias a la resistencia de sus pasajeros, uno de los aviones se estrelló en un campo de Pennsylvania. Los otros tres dieron en el blanco elegido para cada uno de ellos –las torres gemelas del World Trade Center, en Nueva York, y el Pentágono, en la ciudad de Washington–, con el tipo de ‘precisión’ que hoy asociamos con los proyectiles guiados con rayos láser de la fuerza aérea de Estados Unidos. Desde su primera salva, por así decirlo,  este conflicto ha sido una guerra aérea. Con su 75 por ciento de índice de acierto, la misión del 11-S de al-Qaeda fue un triunfo que hizo historia al alcanzar con exactitud tres de los supuestamente cuatro blancos elegidos (a pesar de que nadie sabe con certeza hacia dónde se dirigía el cuarto avión estrellado en Pennsylvania, no caben dudas de que tanto el Capitolio como la Casa Blanca eran los iconos que faltaban para completar simbólicamente el poder económico, militar y político de Estados Unidos). Como resultado de estos ataques casi 3.000 personas que no tenían la menor idea de que estaban en la mira del bombardero de un oscuro movimiento del otro lado del planeta fueron masacradas.

Aunque osado, se trataba de un plan brutal y una atrocidad de primer orden. Casi 15 años más tarde, semejantes acciones suicidas con armas de similar ‘precisión’ (aunque sin el componente aéreo) continúan golpeando en todo el Gran Oriente Medio, África y ocasionalmente en otros sitios –desde un partido de fútbol en Irak hasta una boda en Turquía (donde el ‘arma’ puede haber sido un niño)­– con un terrible saldo de muertes.

Las consecuencias del 11-S han sido pasmosas. Aunque la frase no tendría resonancia ni significado (salvo en los círculos militares) hasta un año y medio después, cuando comenzó la invasión de Irak por parte de Estados Unidos, el 11-S quizá sea el ejemplo más logrado de ‘pavor y sobrecogimiento’ que podamos imaginar. El ataque fue inmediatamente encapsulado por los medios en titulares de grandes caracteres del tipo “El Pearl Harbor del siglo XXI” o “Otro día de la infamia”, y las imágenes de esas torres desmoronándose en Nueva York, en lo que casi instantáneamente pasó a llamarse “Zona cero” (como si la ciudad hubiera sufrido un ataque atómico) fueron mostradas cientos y miles de veces a un mundo estupefacto. Fue algo que es muy improbable sea olvidado por quienes lo vivieron.

En Washington, el vicepresidente se refugió en un profundo búnker subterráneo; el secretario de Defensa, llamó a sus ayudantes en el dañando Pentágono y los urgió a “Marcharse todos. Recoger todo, sea importante o no” (el primer atisbo de la próxima decisión de invadir Irak y derrocar a Saddam Hussein); y el presidente, que estaba leyendo un cuento para niños, The Pet Goat, en una escuela primaria de Sarasota, Florida, mientras se producía el ataque, se subió al avión Air Force One y partió inmediatamente hacia un destino que no era Washington. Aunque bastante poco después, aparecería en la ‘Zona cero’ con un megáfono en la mano y advirtiendo de que “¡Quienes derribaron estos edificios pronto nos van a oír!”.

Pocos días después, anunció una “guerra contra el terror”. Y el 7 de octubre de 2001, cuando todavía no había pasado un mes desde los ataques, la administración Bush lanzaría su propia guerra aérea enviando desde bases en Estados Unidos bombardeos Stealth B-2 con armamento de precisión guiado satelitalmente, como también bombardeos de largo alcance B-1 y B-52 desde la base británica de la isla Diego García, en el océano Índico; suplementado todo con ataques aéreos desde dos portaviones estadounidenses y cerca de 50 misiles crucero Tomahawk disparados desde buques de guerra. Esto no fue más que el inicio de una respuesta desde el aire contra al-Qaeda (a pesar de que la parte más importante de ella estaba de hecho dirigida contra el régimen Taliban que por entonces controlaba buena parte de Afganistán). Hacia el final de diciembre de 2001, unas 17.500 bombas y otros ingenios explosivos habían caído en territorio afgano; se informó que el 57 por ciento de ellos eran armas inteligentes “guiadas con precisión”. Sin embargo, también se arrojaron bombas perfectamente ‘tontas’ y de racimo rellenas con pequeños explosivos similares a una “lata de gaseosa” que se desparramaban en una amplia zona; no todas ellas estallaban al tocar el suelo y permanecían allí para que fueran recogidas por civiles incautos.

Si de verdad usted quiere tener una idea de qué es pavor y sobrecogimiento, piense en esto: han pasado casi 15 años y la guerra aérea no ha acabado. En Afganistán, por ejemplo, solo en los primeros cuatro años de la administración Obama (2009-2012) fueron lanzados 18.000 artilugios explosivos en todo el país. Este año, los B-52 –las viejas bestias de carga de Vietnam–, que durante habían descansado una década en Afganistán, volvieron a despegar cuando aumentaron las misiones contra los combatientes del Taliban y el Estado Islámico (en adelante, el Daesh).

Esto es solo para empezar a describir la naturaleza interminable de la guerra aérea estadounidense que en estos años se ha extendido a todo el Gran Oriente Medio y zonas de África. En respuesta al parco conjunto de ataques aéreos de al-Qaeda contra blancos en Estados Unidos, Washington lanzó una campaña aérea todavía inacabada, una campaña en la que se han utilizado cientos de miles de bombas y misiles, muchos de ellos ‘de precisión’ pero algunos del tipo ‘tonto’, contra un cada vez mayor despliegue de enemigos. Casi 15 años después, las bombas y misiles estadounidenses están dando en blancos de no solo un estado sino de siete países mayoritariamente musulmanes (Afganistán, Irak, Libia, Pakistan, Somalia, Siria y Yemen).

¿Cómo evaluar la ‘precisión’ de las campañas aéreas de al-Qaeda y de Washington? He aquí algunas claves:

1.  Éxito y fracaso:
Sin una pizca de exageración, se podría decir que a un costo de entre 400.000 y 500.000 dólares, el ataque aéreo de al-Qaeda creo la Guerra Global Contra el Terror en la que Washington ya ha gastado varios millones de millones de dólares. Con una diminuta fuerza aérea de aviones secuestrados y una campaña aérea que duró una sola mañana, ese grupo ocasionó que una administración que ya soñaba con la dominación del mundo se lanzara a una guerra aérea de ámbito mundial (con un importante componente en tierra) que convertiría el Gran Oriente Medio –una región por entonces relativamente tranquila (si bien en buena parte autocrática)– en un cúmulo de conflictos, países fallidos, ciudades en ruinas y refugiados que se cuentan por millones, en el que surgen como hongos las organizaciones extremistas islámicas dedicadas a sembrar el terror. Podría decirse que esto ha sido el esplendor de Osama bin Laden. Casi nunca un poder aéreo tan pequeño (incluso tal vez de cualquier tipo) ha influido tan determinantemente con unas consecuencias tan vastas. Es posible que se trate de la utilización más exitosa del bombardeo estratégico –es decir, el poder aéreo dirigido contra la población civil y la moral de un país enemigo– en la historia.

Por el otro lado, con una pizca de exageración, podría concluirse que rara vez se ha visto una campaña aérea sin fin (que lleva casi 15 años y continúa expandiéndose al costo de unos incalculables miles de millones de dólares) y de tan escaso éxito. Póngalo de otra forma: sería posible llegar a la conclusión de que en estos años, gracias a sus bombas y misiles, Washington ha dado a luz un mundo de organizaciones terroristas islámicas.

El 11 de septiembre de 2001, al-Qaeda era una modesta fuerza cuyos militantes en Afganistán tal vez fueran unos pocos miles; además, contaba con un puñado de simpatizantes desperdigados por el mundo. Ahora, hay franquicias y grupos imitadores de al-Qaeda –que suelen prosperar– operando en una zona de va de Pakistán a Yemen, de Siria al norte de África y, por supuesto, el Daesh, ese autodenominado ‘califato’ de Abu Bakr al-Baghdadi, mantiene todavía una considerable porción de territorio de Irak y Siria mientras su ‘marca’ se ha propagado a grupos activos desde Afganistán a Libia.

En grado mínimo, la campaña aérea de Estados Unidos, que ciertamente ha eliminado a bastantes jefes terroristas, “tenientes”, “militantes” y demás en el transcurso de estos años, no ha tenido la capacidad de detener el proceso y en cambio le ha hecho más fértil el terreno. Aun así, en respuesta a al próximo atentado terrorista (como ha pasado recientemente en Libia), las bombas continúan cayendo. Se trata de un récord bastante curioso en el generalmente decepcionante historial del poder aéreo, y merecedor de ser analizado más detalladamente.  

2.  ¡Bombas lanzadas!

A finales de 2015, la cantidad de bombas y misiles utilizados en Irak y Siria era tan alta que, según se informó, se redujeron las reservas. El general Mark Welsh, jefe de estado mayor de la fuerza aérea dijo: “Estamos gastando munición a un ritmo mayor que el de reposición. Los aviones B-1 han arrojado bombas en números récord... Necesitamos tener los recursos que aseguren que estamos preparados para una lucha prolongada. Esta es una necesidad crítica”.

Esta situación se trasladó a 2016 a medida que las misiones de bombardeo en Siria e Irak no hicieron otra cosa que aumentar. Incluso a pesar de que tanto Boeing, que fabrica la munición utilizada por la Dirección conjunta, como Lockheed Hellfire, que produce los misiles Hellfire (imprescindibles para la campaña de asesinatos selectivos con drones que lleva adelante Washington en todo Gran Oriente Medio y África), aumentaron significativamente la producción de esas armas, continuaron las penurias

Creció el temor de que en algún momento no hubiera suficiente munición para las guerras en curso, en parte debido al gasto que implicaba la producción de varios tipos de armas de precisión.

Los guarismos relacionados con  la campaña aérea de Estados Unidos, que está en el centro mismo de la operación “Determinación Inherente”, la guerra contra el Daesh en Irak y Siria iniciada en agosto de 2014 son asombrosos. Al final de 2015, el estudioso Micah Zenko estimó (sobre la base de documentación hecha pública por el comando central de la USAF) que ese año la fuerza aérea de EEUU había lanzado 23.144 bombas y misiles en ambos países (además de otros 5.500 arrojados por los socios de coalición) en el marco de lo que Washington denomina estrategia “matarlos a todos mediante ataques aéreos” –la cual, agrega Zenko, “no está funcionando” (de hecho, algunos estudios de la “estrategia del bolo central” o “del descabezamiento”, como se la llama a veces –el intento de destruir un grupo terrorista mediante la eliminación de su jefe– indican que no ha tenido el efecto deseado).

Hasta julio de 2016, la cantidad de munición empleada cada mes se ha mantenido respecto de 2015 –casi 13.400 para EEUU y cerca de 4.000 para el resto de la coalición–. Según las cifras de Washington, Estados Unidos ha realizado 11.339 ataques en Irak y Siria desde 2014 hasta agosto de este año a un costo de 8.400 millones de dólares pagados por los contribuyentes estadounidenses.

No tiene sentido aburrir al lector con las cifras más modestas de las bombas y misiles lanzados en tantos años de guerra en Pakistán, Yemen, Somalia y Libia. Apenas un dato: la guerra aérea estadounidense en el Gran Oriente Medio y África está ahora profundamente incrustada en la vida de nuestra capital nacional. Casi todos los candidatos más importantes para ocupar este año la Oficina Oval (incluso Bernie Sanders) se manifestaron a favor de la guerra aérea contra el Daesh; ninguno de los presidenciables podría dejar en tierra los drones que continúan operando en las misiones de asesinatos selectivos supervisadas por la Casa Blanca en una importante región del planeta. En lo esencial, tanto Hillary Clinton como Donald Trump están comprometidos con la continuación de la guerra aérea de Estados Unidos en un distante futuro.

Pensemos en esto como una especie de éxito; no en ultramar sino en casa. El lanzamiento de artefactos explosivos es el estilo triunfalista de vida de Washington; poco importa qué hacen –o no hacen– esas bombas soltadas en tierras lejanas.

3.  Barbarie y civilización (o la precisión de ellos y la nuestra)
Al-Qaeda fue bastante precisa en su asalto a la ‘patria’ estadounidense. Su objetivo era claramente destruir dos construcciones icónicas y matar a quienquiera que pudiese estar en su interior. Su significado manifiesto era horrorizar y provocar. En ambos aspectos, las acciones fueron un éxito que superó lo que hasta sus planificadores pudieron haber imaginado. Con perfecta exactitud, marcó a todo el mundo por su absoluta barbarie.

La ‘precisión’ táctica de al-Qaeda y de las organizaciones que le sucedieron en la península Arábiga hasta el Daesh no ha cambiado mucho con los años. Sus armas de precisión son enviadas a los centros de la vida civil, como sucedió en la reciente boda en Turquía en la que un suicida –posiblemente un niño que portaba un cinturón con explosivos– mató a 54 personas, 22 de las cuales eran menores de 14 años, para generar ira e indignación. La brutalidad de este tipo de guerra tiene como objetivo –como lo expresa el Daesh– la destrucción de la “zona gris” de nuestro mundo y la creación de un planeta donde prime aún más el concepto ‘o nosotros o ellos’. Al mismo tiempo, semejantes ataques pretenden provocar a los poderes fácticos para que reaccionen de tal manera que se cree una onda de simpatía por el Daesh en el mundo donde opera; como también por los tipos de conflicto y caos en los que esas organizaciones tienen posibilidad de prosperar en el largo plazo. Osama bin Laden entendió esto muy tempranamente; hay quienes han hecho suyos su punto de vista.

Esa, por lo tanto, es su versión del bombardeo de precisión; si esta no es una definición de la barbarie, ¿de qué se trata, entonces? Pero, ¿qué decir de nuestra aportación a la barbarie –para utilizar una palabra que muy raramente se aplica a nosotros–? Tomemos la campaña oficial de bombardeo aéreo de la administración Bush –‘pavor y sobrecogimiento’–, en vísperas de la invasión de Irak, entre el 19 y el 29 de marzo de 2003. Se trataba de poner en juego un abrumador despliegue de poder aéreo, incluyendo 50 misiones de “descabezamiento”, que tenían el propósito de eliminar a los principales líderes iraquíes. De hecho, ni siquiera fue tocado uno solo. Según Human Rights Watch, esos ataques resultaron en la muerte de “docenas de civiles”. En menos de dos semanas, se lanzarían por lo menos 8.000 bombas y misiles guiados de precisión contra Irak. Por supuesto, algunos no dieron en el blanco elegido pero mataron a civiles; algunos alcanzaron su blanco en zonas urbanas densamente pobladas o incluso en pueblos con el mismo resultado de civiles muertos. Un pequeño número de misiles Tomahawk –de 750.000 dólares cada uno– de los 700 disparados en las primeras semanas de la guerra, no impactaron en territorio iraquí y cayeron en Irán, Arabia Saudí y Turquía.

En esas primeras semanas de guerra en las que Bagdad fue capturada y la invasión fue declarada un éxito, en las operaciones aéreas estuvieron involucrados 863 aviones estadounidenses, se realizaron más de 24.000 misiones de combate y, según una estimación, murieron más de 2.700 civiles, esto es, fueron eliminados casi tantos no combatientes iraquíes como los fallecidos en las Torres Gemelas. Un estudio encontró que en los primeros seis años de lo que acabaría convirtiéndose en una guerra aérea continua en Irak el 46 por ciento de las víctimas de las incursiones aéreas estadounidenses cuyo sexo pudo determinarse eran mujeres y el 39 por ciento eran niños.

De la misma manera, en diciembre de 2003, Human Rights Watch informó de que tanto los aviones de Estados Unidos y del Reino Unido como la artillería de ambos países había utilizado “casi 13.000 bombas de racimo –con alrededor de dos millones de explosivos menores– que habían matado o herido a más de 1.000 civiles”. Y lo más probable que puede haber pasado es que en los meses y años siguientes muchos más murieran al pisar o recoger alguno de esos pequeños explosivos que todavía no habían estallado, sobre todo niños, por su curiosidad. De hecho, los aviones de Estados Unidos lanzaron bombas de racimo en Afganistán (sin duda con los mismos resultados) y, más recientemente, fueron vendidas a Arabia Saudí para su dispendiosa y sangrienta campaña aérea en Yemen.

Para tener una idea de la dimensión de aquel asalto aéreo de 2003 recuerde el lector el portaviones Abraham Lincoln fondeado frente a la costa de San Diego para que el presidente Gorge W. Bush pudiera hacer su extravagante descenso aquel 1 de mayo y, bajo una pancarta en la que se leía ‘Misión cumplida’, declarar que “las operaciones de combate más importantes en Irak han acabado” y que Estados Unidos y sus aliados se habían “impuesto” (pues no; resultó que todavía no habían acabado). Casualmente, pocos días antes ese portaviones había regresado de una permanencia en el golfo Pérsico de 10 meses, durante los cuales sus aviones habían realizado unas 16.500 misiones de combate y arrojado unas 725 toneladas de bombas. Y eso, por supuesto, era apenas una parte de la campaña aérea contra las fuerzas de Saddam Hussein.

Que el pavor y el sobrecogimiento de la administración Bush, y la invasión y la guerra aérea posteriores no fuera imprecisa y poco efectiva tanto en el corto plazo como en el largo, ahora es indiscutible. Después de todo, el poder aéreo de Estados Unidos todavía hoy está retumbando en Irak. La pregunta que surge es: ¿No debería ser evidente que una guerra aérea que se ha prolongado al menos hasta 2010, y que ha recomenzado en 2014, que ha ayudado a reducir las asediadas ciudades iraquíes en montañas de escombros y no muestra señales de acabar alguna vez, es un acto de barbarie?

Está claro que, mientras no hay una forma adecuada de hacer el recuento de todas las víctimas civiles de las guerras aéreas estadounidenses del siglo XXI, los cadáveres de los no combatientes se apilan en Irak, Afganistán y otros sitios. Esta versión de guerra prácticamente eterna, con su destrucción y sus ‘daños colaterales’ (que, en circunstancias muy difíciles, algunas organizaciones han hecho todo lo posible por documentar) debería ser la definición de ‘barbarie y terrorismo de Estado’ en un mundo en el que la compasión no existe. Que se haya comprobado que nada de esto sirve para nada en los términos empleados por los propios terroristas parece importar muy poco ciertamente.

Pongámoslo en un modo más gráfico, ¿duda alguien que el asesinato de toda una fiesta de boda kurda (llevado a cabo supuestamente por un terrorista suicida del Daesh) fue un acto de barbarie? De ser así, ¿cómo llamamos los ocho casos documentados –vastamente ignorados en este país– en los que la fuerza aérea de Estados Unidos hizo volar por los aires similares fiestas de boda en tres países (Afganistan, Irak y Yemen) entre diciembre de 2001 y el mismo mes de 2013, asesinando casi a 300 asistentes?

Por supuesto, el lector ya conoce la respuesta de esta pregunta. En nuestro mundo no hay más que una barbarie: la de ellos.

4.  Las raíces religiosas de las guerras aéreas; las terroristas y las que son ‘contra el terror’

Obviamente, al mismo tiempo que había un aspecto político en la guerra aérea de al-Qaeda contra Estados Unidos, en ella también había un aspecto profundamente religioso. Esto explica por qué 19 hombres elegirían inmolarse. Por más que hablemos de yihad o fanatismo, en el centro mismo del 11-S de al-Qaeda hay un núcleo de religiosidad.

Ahora bien, ¿cómo caracterizaríamos una actividad cuyos resultados son repetidamente negativos y, aun así, un gobierno continúa comprometido en ella desde hace 15 años sin un final a la vista? Agreguemos que, en seis de los siete países que Estados Unidos ha bombardeado o atacado con misiles, sus aviones tenían control absoluto del espacio aéreo desde el primer momento, y en el séptimo (Irak) fueron necesarias solo horas, o como mucho días, para conseguirlo. En otras palabras, casi durante cada segundo de estos 15 años de guerra, los pilotos estadounidenses no arriesgaron casi nada en los cielos enemigos –o en el caso de los operadores de drones, a miles de kilómetros de su objetivo, no corrieron absolutamente ningún riesgo–. Tanto pilotos como operadores eran casi dioses en relación con quienes debían morir ahí abajo; se trataba –como lo expresó un ‘piloto’ de dron– de “aplastar bichos”.

¿Cómo, en el transcurso de esa década y media, podía esa sensación de dominio y de verse como dioses no alcanzar una intensidad religiosa, incluso si la divinidad en cuestión era de tipo imperial? Sin duda, ya que estamos, debería suponerse esta sensación no tanto en los pilotos implicados cada día en la guerra pero sí entre los generales que la planificaban y la supervisaban, y el lo jefes políticos que la ordenaban y refrendaban. Esa sensación de tener tanto poder incuestionable en sus manos debe provocar una emoción –de tipo religioso– de omnisciencia y poderío difícil de resistir aunque los resultados sean tan insatisfactorios.

Lo que es evidentemente que en la guerra aérea de Estados Unidos tenemos, como también en la de al-Qaeda, un sistema de creencias que es tan profundo que ninguna circunstancia del mundo real parece capaz de debilitar. Esta es, para decirlo de otra manera, la versión estadounidense de la yihad, que no parece mostrar signos de que termine en algún momento más o menos cercano.

La guerra de los 30 años de Washington

En solo un par de años, alguien nacido el 11 de septiembre de 2001 estará en condiciones de alistarse como piloto para luchar en una guerra aérea comenzada cuando él o ella nacían. Hay razonables probabilidades de que cuando estos conflictos se conviertan oficialmente en ‘La guerra de los 30 años’ de Estados Unidos, su hijo o hija, nacidos dentro de unos años, pudiera estar empezando la escuela secundaria. Todavía recuerdo cuando oí por primera vez esa expresión aplicada a un interminable ciclo de guerras religiosas en Europa durante el siglo XVII. Me costó muchísimo pensar en un periodo de enfrentamientos bélicos tan largo; aquello me resultaba inimaginable, por no decir primitivo, teniendo en cuenta el poder letal de las armas modernas. Bueno, mientras las frases van y vienen, uno vive y aprende.

Tal vez este 11 de septiembre haya llegado el tiempo de que por fin los estadounidenses nos centremos en nuestra guerra eterna en el Gran Oriente Medio, nuestra propia desastrosa ‘Guerra de los 15 años’. De lo contrario, las primeras explosiones de su versión ‘Treinta años’ estarán en el horizonte antes de que nos enteremos de ello en un mundo posiblemente más desestabilizado y aterrorizado del que hoy podemos imaginar.


Tom Engelhardt es cofundador del American Empire Project, autor de The United States of Fear y de una historia de la Guerra Fría, The End of Victory Culture. Forma parte del cuerpo docente del Nation Institute y es administrador de TomDispatch.com. Su libro más reciente es Shadow Government: Surveillance, Secret Wars, and a Global Security State in a Single-Superpower World.


Fuente: http://www.tomdispatch.com/post/176183/tomgram%3A_engelhardt%2C_a_9_11_retrospective%3A_washington%27s_15-year_air_war/#more

viernes, 16 de septiembre de 2016

La explotación de las camareras de piso en los hoteles.

El 28% de las camareras de piso en los hoteles presenta síntomas de depresión grave
“Estamos hechas polvo, seguimos trabajando a fuerza de pastillas”



De origen latinoamericano, Soledad desembarcó en España en 2003, cuando tenía 23 años. Su primer lugar de residencia fue Malgrat de Mar, en la costa catalana del Maresme. Trabajó como camarera de piso en diferentes hoteles, durante la temporada turística. Empezó en uno de cuatro estrellas, el típico de una zona de playa: “Me contrataron como eventual, pero después me hicieron fija discontinua; a los tres años ya no les interesé, me hicieron una jugada bastante fea y me echaron”. Cobraba menos de mil euros. En el siguiente hotel permaneció dos temporadas, y también la despidieron cuando llegó el momento de hacerla fija. Y recaló en otro hotel de Lloret de Mar (Girona), dos años contratada como directamente por la empresa y el tercero por una ETT. Entonces cambió la situación: la llamaban sólo cuando había una carga importante de trabajo, y pasó a cobrar por horas. Tampoco sabía de antemano la tarea (en lavandería, zonas “nobles” o habitaciones) ni los horarios. En ninguna de las empresas por las que pasó, salvo excepciones muy concretas, cobró horas extraordinarias. Pero no podían salir del trabajo hasta que no terminaran de limpiar las habitaciones. La ETT quebró, y hubo gente que años después no había cobrado. Soledad se medicaba diariamente antes de ir a trabajar. “Desayunaba voltaren”. De vuelta a casa, otro relajante, el naproxeno, de lo contrario no hubiera podido siquiera sentarse en el sofá. Es uno de los 26 casos que figuran en el libro “Las que limpian los hoteles. Historias ocultas de precariedad laboral”, que el investigador especializado en turismo responsable, Ernest Cañada, publicó en Icaria (octubre de 2015) a iniciativa de Alba Sud y la Rel-UITA. A partir de los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) de 2014, el autor calcula la cifra de 320.000 empleados de hotel en el estado español, por lo que el número de camareras de piso podría oscilar entre las 65.000 y las 96.000. Destaca su presencia en Canarias (20.000), Cataluña (15.000) y Baleares (13.000), en cifras aproximadas. Se trata de un trabajo sometido a fuertes cargas y ritmos muy intensos, casi completamente feminizado. “Las mujeres ocupan las categorías profesionales más bajas, por debajo de los hombres que realizan tareas similares, como los camareros de restaurante”, resalta Cañada. Dos de los factores clave son la degradación en las formas de contratación (a través de ETT) y, vinculado a ello, las crecientes externalizaciones, de modo que un mismo director puede gestionar varios hoteles al tiempo, mientras la plantilla propia se limita a unos pocos administrativos u operarios de recepción. El resto de trabajadores pertenecen a dos, tres o cuatro empresas distintas. En la circunstancia de las camareras de piso, las subcontrataciones conducen a rebajas en la categoría profesional (pasar a peones o limpiadoras, lo que implica un menor salario por el mismo trabajo), un aumento en el número de habitaciones que han de limpiar (pueden pasar de 18-20 a máximos de 24-26), el incremento de la precariedad y las enfermedades laborales.
El responsable de Acción Sindical de la Federación de Servicios de Comisiones Obreras-País Valenciano, Salvador Mejías, sitúa en el punto de partida la reforma laboral del gobierno del PP (2012), y las ambiciones de rentabilidad rápida por parte de las empresas, principalmente mediante la rebaja de los salarios. Los sindicatos constatan una tendencia al despido de las camareras de piso que figuraban en la plantilla de los hoteles (mediante la figura del “despido objetivo”), al tiempo que se empezaba a subcontratar personal nuevo al que ya no se le aplicaba el convenio de la hostelería, sino, en un 90% de los casos, el de la empresa multiservicios con la que el hotel subcontrata. “Aquí está la clave del negocio”, apunta Mejías. En la provincia de Valencia, se puede pasar de los 1.200 euros y las 40 horas semanales en el convenio de la hostelería, a 720 euros al mes en las empresas multiservicios, con otra significativa diferencia: el criterio principal ya no es la jornada laboral, sino el número de habitaciones asignado. En muchos casos se produce la firma de contratos a tiempo parcial, por ejemplo de cinco o seis horas diarias, que se vinculan a la limpieza de un número de habitaciones; el número de horas de trabajo realizadas es mayor, pero no se remuneran las horas “extra”. En otras ocasiones, la empresa establece un precio por la limpieza de la habitación, que se puede reducir en algunos casos a los dos euros por pieza.
“El trabajo de las camareras de piso es una de las actividades principales del hotel, y por tanto no se puede externalizar”, resalta Cristina García, miembro del equipo de Acción Sindical de la Federación de Servicios de Comisiones Obreras-País Valencià. “En esta idea nos respalda la Inspección de Trabajo”, añade. Insiste en que el mayor grado de precarización de estas trabajadoras echa raíces en la reforma laboral de 2012, en la que se hace prevalecer al convenio de empresa sobre el del sector. Ernest Cañada recuerda que durante la negociación del convenio colectivo en Baleares, en 2014, la Federación Empresarial Hotelera de Mallorca (FEHM) planteó que la subcontratación con empresas de servicios fuera reconocida a través del convenio, lo que los sindicatos rechazaron. No se incluyó, pero las externalizaciones se produjeron hotel a hotel, lo que llevó a una denuncia de Comisiones Obreras y UGT ante la Inspección de Trabajo en abril de 2015. Así, más de 50 empresas hoteleras resultaron investigadas por la subcontratación de la limpieza en Baleares, Cataluña, Canarias y Valencia.
La Federación de Servicios de Comisiones Obreras y la Regional Latinoamericana de la UITA elaboraron en 2015 un estudio sobre la situación de las camareras de piso en el estado español titulado “Dolor crónico por trastornos musculo-esqueléticos (TME), síntomas de ansiedad y depresión”. Del informe se desprende que las lumbalgias están presentes en el 85,3% de las camareras, las cervicobraquialgias en un 80,4% y que las zonas del cuerpo más afectadas son la dorsal y lumbar de la espalda, hombros, brazos y cuello. El 70% tiene entre cuatro y siete zonas corporales con dolor muscular. Según el estudio, las trabajadoras que no han desarrollado los TEM, están expuestas en un grado elevado, ya que el 80% padece los síntomas iniciales: hinchazón, fatiga, pérdida de fuerza, limitación de la movilidad, hormigueo o pérdida de la sensibilidad. En conclusión, un 71,5% de las camareras encuestadas se medican para afrontar el día a día en los hoteles. Además, “los medicamentos van generando ‘resistencias’, de manera que el cuerpo necesita cada vez más dosis para que hagan efecto y sobreponerse para una nueva jornada”, explica el informe.
En el 96% de los casos, las trabajadoras entrevistadas sufren síntomas de ansiedad, grave o leve, y en el 89% se sienten en riesgo de padecer una lesión, debido a las malas posturas corporales. La tensión genera un incremento de los dolores musculares, y la ingesta de nuevos medicamentos. Asimismo los cuestionarios revelaron que el 28,4% de las trabajadoras presenta síntomas de depresión grave (y cuatro de cada diez, de depresión en general), a lo que se añaden grados muy elevados de fatiga y una disminución de la concentración en el 74% de los casos. Sólo el 18% duerme ocho horas diarias. Las autoras del estudio señalan la “presión constante por realizar un número exorbitante de habitaciones en poco tiempo”. Los problemas de salud laboral se revelan cuando sobre 123 camareras de piso, 74 presentaron licencias para asistir al médico (50 con TME en los últimos años). En resumen, según el estudio de Comisiones Obreras y la Regional Latinoamericana de la UITA, de cada diez camareras nueve padecen ansiedad clínica susceptible de ser tratada con psicofármacos y terapia; ocho señalan dolor en más de dos zonas de su cuerpo y consideran su trabajo repetitivo; seis, con problemas de concentración-atención; cuatro, con sentimientos de tristeza y culpa (depresión) y dos con pensamientos suicidas.
“Estamos hechas polvo, seguimos trabajando a fuerza de pastillas”, afirma una camarera de piso, Dolores Ayas, que trabaja en Playa de Palma (Mallorca) y acumula más de 30 años de experiencia. Su testimonio figura en el libro “Las que limpian las hoteles”. Contaba, a sus 57 años, las cargas laborales de afrontar 20 habitaciones al día y las zonas “nobles” del hotel, sobre todo a la hora de mover las pesadas camas de madera: cada día 50. “Y los colchones pesan también un muerto, es horroroso, hay días que no puedo con mi alma”. Muchas de las trabajadoras que entran de nuevas, no pueden sacar el trabajo adelante. Años atrás, el hotel en el que Dolores está empleada abría durante todo el año, salvo 40 días. Días más, días menos, siempre había algo de faena. Pero actualmente, el empresario no abre hasta que llena las plazas, y no baja en toda la temporada. Por tanto, la tarea se sitúa siempre en el límite y nunca se puede realizar en condiciones. “Si cada día tengo cinco salidas en las otras habitaciones, hago lo mínimo, lo imprescindible y voy siempre hasta arriba”. Afirma que los empresarios las consideran un número. “Estoy jodidísima”. Toma pastillas contra el reúma, antiinflamatorios y para el corazón, tiene la columna destrozada, está operada del túnel carpiano y las manos hechas polvo…

jueves, 15 de septiembre de 2016

Churchill compró al régimen de Franco para que no entrara en la II Guerra Mundial



Según la investigación del historiador Ángel Viñas
Churchill compró al régimen de Franco para que no entrara en la II Guerra Mundial

Sputnik Mundo

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El historiador Ángel Viñas explica en su nuevo libro cómo Churchill compró las voluntades de los generales próximos al dictador para que Franco mantuviera a España fuera de la II Guerra Mundial, según informa El Confidencial.

Si bien hasta hace poco se creía que el habilidoso dictador español consiguió 'salvar a España' de participar en la II Guerra Mundial, las investigaciones realizadas por el historiador Ángel Viñas y publicadas en el libro 'Sobornos. De cómo Churchill y March compraron a los generales de Franco', parecen demostrar que, en realidad, la 'neutralidad' española mantenida durante la contienda mundial fue fruto del dinero de Londres. La negativa de Hitler a aceptar las demandas territoriales que planteó Franco a cambio de que España entrara en la guerra también enfrió la posibilidad de que Madrid se alineara con Roma y Berlín.

Para su operación, Churchill contó con la colaboración de uno de los personajes más oscuros del siglo XX español: el banquero y contrabandista Juan March. Él fue, según las investigaciones llevadas a cabo por Viñas, el conductor de los fondos provenientes de Londres. 


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"No sabemos quiénes eran todos los sobornados por March aunque sí conocemos algunos nombres: Nicolás Franco, el hermano del dictador, que era un corrupto total, Kindelán, Orgaz, Aranda. Pero ojo, no cobraban al día. Se les dijo que si lograban que España se mantuviera al margen de la contienda, ellos cobrarían. Y así fue, cobraron después, en el año 44. Porque la operación, que en principio iba a durar seis meses, se fue prolongando. Sin duda, a los ingleses les parecía eficaz", ha explicado el historiador en una entrevista con El Confidencial.
Sobre el sistema de pagos, Viñas asegura que "March les daba pequeñas sumas en efectivo pero el grueso del dinero se depositó en cuentas en el extranjero, en Nueva York y en Ginebra".


El historiador también habló acerca de uno de los momentos cruciales de la historia reciente de España, cuando Franco y Hitler mantuvieron una reunión en Hendaya (sur de Francia) para hablar sobre los términos en los que España tendría que entrar en guerra junto a Berlín.

"[Hitler] Le dijo que el objeto de aquella entrevista era determinar en qué medidas eran compatibles los intereses alemanes, españoles y franceses de cara al reparto colonial. Hitler no quería que el Ejército del Marruecos francés se revolviera contra el régimen de Vichy y Petain tampoco. Así que cuando Franco pidió que le dieran Marruecos en contrapartida por entrar en la guerra, Hitler le dijo que no", afirmó.

Entre otros planes, Viñas explica la inquietud que sentía Londres ante una posible invasión de Gibraltar por parte de Franco y los planes que los británicos tenían para arrebatar las Islas Canarias a España en caso de que esta entrara en guerra.

Preguntado sobre la llamada Ley de Memoria histórica del año 2007 y sobre cómo la sociedad española ha interpretado su pasado, Viñas se ha mostrado contundente. "No se puede cerrar el pasado en falso. Cuidado, que las heridas de la Guerra Civil no se hayan cerrado del todo no significa que la sociedad española no sea una sociedad pacífica y democrática. Lo es. De lo que se trata es de hacer inteligible el pasado y un pasado tan mitificado por el franquismo exige un ajuste de cuentas con el franquismo mismo. Hay que abrir los archivos, desclasificarlos… España debe ser el único país en el que sales a hacer pícnic al bosque, abres las tarteras y de pronto te encuentras una fosa. ¿En qué otro país de Europa ocurre eso?", se preguntó el historiador.

Fuente: https://mundo.sputniknews.com/europa/20160915/1063466814/churchill-franco-segunda-gurra-munduial.html

martes, 13 de septiembre de 2016

El nacional-constitucionalismo del PP como proyecto e ideología

Rajoy: El nacional-constitucionalismo como proyecto e ideología

Cuarto Poder


Para Carlos de Cabo, maestro.

Los recientes debates de investidura dan para mucho. Quisiera referirme sólo a un aspecto, el papel de la derecha y, específicamente, de Mariano Rajoy en este debate. Lo nuevo, lo sustantivo, es la plasmación completa de un nacionalismo español a la altura de los tiempos, a las tendencias europeas fundamentales. Rajoy, en sus diversas intervenciones, en sus réplicas y dúplicas ha puesto de manifiesto un proyecto claro, diferenciado y preciso de país. El viejo nacional-catolicismo muta en nacional-constitucionalismo, es decir, la derecha se apropia definitivamente de la Constitución del 78 y la convierte en un instrumento para impedir el cambio político, social y constitucional de país.
La cosa viene de lejos. El PP, desde la época de Aznar, intentó —consiguiéndolo— construir una nueva derecha sin complejos que revisaba la historia y la ponía al servicio de la renovación de una derecha con voluntad de hegemonía. Transición y Constitución, su interpretación, se convierten en el centro de esta propuesta de los nuevos conservadores. La clave discursiva es conocida: la democracia la trae el Rey y la impulsan los sectores reformistas del Régimen. El motor del cambio es el monarca, sus prodigiosas habilidades y su valentía en los momentos decisivos. Con habilidad, termina legitimándose hasta la propia dictadura de Franco. Los cambios operados en la sociedad, en la economía por el desarrollismo y el nombramiento de Juan Carlos como sucesor son piezas maestras que acaban conduciendo al establecimiento de una democracia normalizada y estable.
La Constitución es convertida en algo intocable pero modificable cuando es necesario acentuar su interpretación o sus contenidos más regresivos. En ella cabe todo, siempre que coincida con los que mandan y no se presentan a las elecciones. La constitución material que se ha ido configurando por el juego complejo y contradictorio del ordenamiento jurídico de la UE, las interpretaciones del Tribunal Constitucional y los cambios operados en la propia Constitución, como el del artículo 135, la convierten en instrumento adecuado para la derecha. A la visión patrimonial de España, de una España suya y naturalmente dirigida por el PP, se añade ahora una sacralizada Constitución cuyos contenidos y conceptos básicos deben de ser interpretados tal como lo hacen las fuerzas conservadoras del país. Ellos y sólo ellos la definen.
Rajoy lo repitió varias veces y cada vez con más claridad: ellos son los garantes de esta Constitución y la convierten en un instrumento propio y a su servicio. El nacionalismo español hace suya esta Constitución y la convierte —vale la pena insistir sobre ello— en un obstáculo, no sólo al cambio político, sino sobre todo, al propio cambio constitucional. Las paradojas son múltiples. La normativa comunitaria se acaba imponiendo sobre la Constitución —reajustándola, reinterpretándola, desvirtuándola— y actuando, en la práctica, como un ordenamiento superior; a su vez, todos los aspectos más progresivos de la misma van perdiendo eficacia y, lo que es más grave, su carácter normativo se degrada sin límites.
El candidato y presidente en funciones se lo recordó a Pedro Sánchez: estuvimos de acuerdo en la reforma del artículo 135, pero en otras cosas fundamentales también, como en las políticas exterior y de defensa, en los tratados europeos, en la llamada crisis territorial y, más allá, en los acuerdos básicos que esta Constitución garantiza y ordena; ellos, PP y PSOE, son el régimen y bipartidismo el fundamento del mismo. De ahí que, en un momento en que éste está puesto en cuestión, deben defenderlo conjuntamente en un gobierno de coalición o llegando a acuerdos que aseguren su mantenimiento.
La diferencia de Sánchez con Rajoy —no cabe engañarse— tiene que ver con el cómo y con quién defiende mejor este régimen. La hipótesis Sánchez es clara: ellos son los únicos capaces de derrotar a Unidos Podemos. Para decirlo de otra forma, la perpetuación del régimen necesita un PSOE fuerte y hegemónico en la izquierda; defender el régimen es, para Pedro Sánchez, defender al PSOE, ésta es su apuesta, al menos, hasta el día 25, después se verá. Cuando Sánchez defiende un gobierno “del cambio” con las tres fuerzas “del cambio” (PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos) está imponiendo un discurso político cuyo contenido es fácil de interpretar: el eje del cambio es el PSOE. A la vez define los componentes, Unidos Podemos y Ciudadanos; para concluir que, si no hay acuerdo, el culpable es, en primer lugar, Unidos Podemos y después, lejanamente, Ciudadanos. Los que defienden un acuerdo de gobierno entre Unidos Podemos y Ciudadanos, lo que verdaderamente hacen es defender al PSOE e impedir cualquier tipo de cambio, es decir, volver al bipartidismo de una u otra forma.
Asombra que se pueda defender un gobierno del cambio, tal como lo hace Pedro Sánchez; situar como posible aliado al partido de Rivera es impedir, de hecho, el acuerdo con UP. Las dos cosas no son posibles y el PSOE lo sabe. Las razones son evidentes en todos los temas centrales. Como se ha visto recientemente en su acuerdo con el PP, Ciudadanos es la nueva derecha, defiende y defenderá propuestas que sintonizan abierta y claramente con el ideario neoliberal y con las políticas de austeridad, por no hablar de la política internacional, de la defensa o de la UE. Por si esto no valiese, Ciudadanos ha dicho, por activa y por pasiva, que Unidos Podemos son sus enemigos y que no pactarán con ellos. ¿Por qué se sigue insistiendo en un gobierno a tres?: para impedir un acuerdo de gobierno PSOE-UP en base a un programa de regeneración democrática, de defensa de la soberanía popular que garantice los derechos sociales, la reforma federal del Estado y asegure los derechos fundamentales. Todo lo demás es hacerle la campaña electoral al PSOE.
Esta derecha tiene un proyecto de país y lo va a defender hasta el final. Como le recordó Hernando a Rivera, ellos son los que mandan, los que dirigen el país y no van a ceder ante partidos artificialmente montados por los poderes económicos. La soberbia, la prepotencia de la que hizo gala Rajoy, demuestra que ellos sí que no temen unas terceras elecciones y que irán a ellas para buscar una mayoría absoluta. Van a por todas y buscan desesperadamente asegurarse el monopolio de la legalidad que esta Constitución les garantiza. Hablar de proceso constituyente empieza a ser una necesidad constitucional, al menos, desde una concepción de la democracia entendida como autogobierno de las ciudadanas y de los ciudadanos.
Fuente: http://www.cuartopoder.es/cartaalamauta/2016/09/06/rajoy-el-nacional-constitucionalismo-como-proyecto-e-ideologia/478

viernes, 9 de septiembre de 2016

La tercera conquista de Libia.




Libia
La Guerra de los caníbales



Los grandes medios occidentales están anunciando con gran entusiasmo la inminente caída de la ciudad libia de Sirte, declarada capital del Estado Islámico, que se calcula cuenta entre 3 y 7 mil hombres.
Sirte, justamente la ciudad donde nació el líder de la Yamarihiya y donde fue asesinado en octubre de 2011, por las hordas alentadas, armadas y entrenadas por la OTAN, bajo la cobertura de la Primavera Árabe, hace casi año y medio que fue conquistada por el Daesh y desde entonces ha sido asechada por algunas de las innumerables facciones que operan en el país norafricano.
Pero recién ahora, tras el “pedido” del primer ministro, Fayez Serraj, jefe del Gobierno de Unidad Nacional (GNA) a la sazón, un vulgar testaferro del Departamento de Estado, blanqueado por la resolución 2273 del 14 de marzo del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas organismo que desde el 2011, casi de manera diaria no ha dejado de cometer alguna aberración en Libia, se han decidido por bombardear posiciones del Daesh, particularmente dentro del casco urbano de Sirte. Claro, tras estos ataques, la prensa internacional, no menciona la cantidad de muertos civiles, lo que no sucede cuando la aviación rusa bombardea posiciones de Estado Islámico en Siria en que la prensa mundial conoce con particular exactitud en número de muertos asesinados por el presidente Putin y el “régimen” de al-Assad.
Con la operación contra el Daesh llamada Bonyan al Marsus (Estructura Sólida,) que se inició en mayo último, parece ser que Estados Unidos junto al remedo de naciones que conforman la parte minoritaria de la OTAN, y las “fuerzas alineadas con el GNA”, que nadie sabe a ciencia cierta quienes son y de donde provienen, han decidido de una vez poner punto final a la anarquía en Libia, y ya no solo han empezado a bombardear, sino que ya se habla de contingente militares, por ejemplo italianos, que pronto volverían a invadir el país ya que según se ve, la “democracia” que llevaron en 2011, no estaba en muy buen estado.
El propio presidente estadounidense, Barack Obama, ha reconocido el proceso de reconstrucción libio como el “mayor fracaso” en sus ocho años de gobierno.
Claro, Libia se merece una segunda oportunidad ya que casualmente es el país africano con las mayores reservas petroleras y noveno a nivel mundial, además de guardar en sus subsuelo más de 35 mil kilómetros cúbicos de agua dulce, en las cuencas de Kufra, al sureste, próximo a la frontera egipcia, cuyo potencial sería de 20 mil km³; la región de Sirte cuenta con otros 10 mil km³; Murzuk, al sur de Jabal Fezzan 4.800 km³ a los que se le suman las cuencas de Hamadah y Jufrah, que van desde el Arco Qargaf y Jabal Sawda hasta el Mediterráneo. El acuífero de Piedra Arenisca, en la región de Nubia, en el oriente del Sahara, entre Libia, Egipto, Chad y Sudán, con la friolera de 75 mil refrescantes kilómetros cúbicos de agua dulce es la mayor del norte africano y todo eso a tiro de piedra de Europa y en un territorio sin gobierno que pueda impedir el saqueo que se aproxima.
Tras la invasión que terminó con el gobierno del Coronel Gadaffi, y su estado de bienestar, la Primavera Árabe pulverizó los destinos de millones de libios y los empujó a ser hoy un estado fallido, gobernado por bandas armadas que responde a quien mejor le pague.
En la batalla por Sirte, se puede ver claramente la cantidad de organizaciones de mayor capacidad de fuego, que combaten autonómicamente, contra el enemigo común: el Estado Islámico, de salir victorioso de este encierro, cosa por demás difícil, haría que su venganza superara a todo lo conocido.
Libia, desde hace cinco años no ha dejado de retroceder y ya solo tienen poder territorial fáctico, solo algunas tribus en especial las del sur donde la guerra de 2011, parece haber sido menos cruel.
El centro del país y toda la franja costera se encuentra fraccionada por diferentes organizaciones paramilitares, carteles del narcotráfico, bandas de contrabandistas, traficantes de armas, de personas y según algunas versiones. difíciles de confirmar y de creer posible solo por la complejidad que requiere el “negocio” de órganos.
La próxima batalla después de Sirte.
Si los grupos que hoy combaten a Estado Islámico en Sirte, lograran neutralizar a los califados del Ibrahim, solo se estaría retrotrayendo la situación libia a octubre de 2014, cuando el Daesh apareció en la ciudad de Derna, a pocos kilómetros de la frontera con Egipto, desde donde comenzó a avanzar hacia el sur y después al este.
Para entonces la situación en Libia, ya era un caos y Estado Islámico, solo fue un condimento más del pandemónium.
Sin Ejército, sin recursos, ya que no se logra reactivar la producción petrolera, sin un mando que consiste el respeto y el encolumnamiento de los grupos armados señores de la guerra y caudillejos han brotado por todas las regiones: el “Ejército libio” que comanda el ex general Khalifa Haftar, expulsado por traidor del ejercito de Gadaffi y más tarde reclutado por la CIA, cercano al Parlamento de Tobruk a quien también acompañan las milicias de Zintán y Washarfana y en el exterior cuenta con el beneplácito de Egipto, Emiratos Árabes y Arabia Saudita; por otra parte la poderosa milicia del puerto de Misrata, unidas en el movimiento Fayer Libia (Amanecer Libio), vinculado a los siempre omnipresente Hermanos Musulmanes, son apoyado por Turquía y Qatar, y circunstancialmente por Ansar al-Sharia, organización terrorista que ha quedado diezmada por las pugnas internas y la migración de sus militantes tanto a Estado Islámico como al-Qaeda para el Magreb Islámico (AQMI). La milicia de Misrata, rivaliza con Trípoli y con Bengasi, y es cercana al parlamento de Trípoli, además de controlar la seguridad de algunas infraestructuras como centrales eléctricas o la base aérea de Ghardabiya.
Los milicianos misratíes, manejan también el tráfico de las embarcaciones que desde ese mismo puerto salen cargadas de refugiados rumbo al sur de Italia, lo que le deja importantes recursos, se estima entre 800 mil y un millón de extranjeros próximos al puerto de Misrata esperando su turno para embarcar. Otro de los tantos brazos armados que perpetuó el caos en Libia es la Guardia de Instalaciones Petrolíferas (GIP), milicia comandada por Ibrahim Yadran, que ha sido desplazada desde Ras Lanuf, su base natural, a unos 300 kilómetros de Sirte, para participar en los combate contra el Daesh. Ellos han cerrado el camino de muchos salafistas que pugnaban por llegar a la cuenca petrolera del Golfo de Bengasi, donde podrían haber atentado contra las últimas destilerías que dispone el país.
En el sur del país milicias de tuaregs y tubus, tribus rivales entre sí, han profundizado frente al caos, sus ansiados e históricos reclamos de autonomía en pos de su independencia final.
Libia, un país ejemplo y modelo, no solo para África, sino para las naciones del tercer mundo, ha sido devastada y convertida en un estado fallido al ejemplo de Somalia, quizás su único record hoy sea ser la nación que cuenta con mayores cantidad de gobiernos de unidad por kilómetro cuadrado, el Parlamento de Trípoli, de Tobruk y ahora del impuesto por Naciones Unidas el Unidad Nacional (GNA), solo sellos de goma que no puede controlar ni las puertas de los sitios donde funcionan.
Ya no importa quien triunfe en la pugna libia, ya no importa si hubiera alguna vez un resultado claro en la disputa, quien sea que trepe al kurosawano trono de sangre, no será por ser el mejor, sino por ser el más salvaje de los caníbales.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino . Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.

  y ver también.

Las últimas horas de Sirte  ...Fuente original: Gara








Soberanos o intervenidos.



 

Soberanos o intervenidos

Por Rafael Cid


“Todos somos hijos del Diluvio Universal”

(Mircea Catarescu)

¡Eureka! Al fin un intelectual del régimen reconociendo públicamente el fracaso de la Transición y sus metástasis. Eso es lo que acaba de hacer Santos Juliá en un artículo de opinión que lleva el teatral título de “Huelga general de electores” (El País, 5/9/16)(1) Porque, sin de verdad pensar en las consecuencias de sus actos, el historiador de cabecera del diario que preside Juan Luis Cebrián acaba de proclamar la inanidad de origen de nuestra soberanía popular, de la que “emanan todos los poderes del Estado” (Art.1 de la C.E.). Aunque para alcanzar ese estado de lucidez mental haya necesitado echar mano del guirigay sobre la investidura a la presidencia del gobierno. Gracias por venir.

Afirma Juliá que tenemos “un Parlamento carente de voz propia, siempre bajo la férula del poder ejecutivo, y éste del poder presidencial”. O sea, una democracia intervenida por la clase política y la clase gubernamental. Mientras los electores, auténticos titulares de la cosa pública, desaparecen del mapa político desde el momento en que introducen la papeleta en la urna. Todo para el partido, nada sin el partido. Lástima que Juliá se quede en la espuma de la actualidad sin remontarse a aquel tramposo consenso del cambio para que lo principal siguiera igual, como el “gobierno del cambio” que de nuevo sacan a la pista. El protocolario atado y bien atado al que ahora PP y PSOE prometen alta fidelidad, a costa de negar cualquier posible salida desde la izquierda y el derecho a decidir. ¡Vivan la caenas!

La Transición no fue el paso de una dictadura a una democracia, como tantos forofos, incluido el acreditado columnista de referencia, han sostenido hasta la saciedad. Son dos conceptos incompatibles metafísicamente, para los que no hay alquimista ni varita mágica que valga sin desnaturalizar sus principios. Una aberración elevada al ridículo con la justificación procedimental de que se hizo de “ley a ley”. Lastre cainita que aún impide, entre otras muchas cosas, aplicar una decente ley de memoria histórica que restablezca la verdad de los hechos. No hay puentes que crucen el abismo que separa a un sistema criminal de otro que no utiliza a las gentes como escudos humanos. Por eso el resultado fue un continuismo-turnismo vergonzante. El gobierno del pueblo sin el pueblo.

Todo lo ocurrido desde las elecciones del pasado año demuestra que tenemos una democracia supeditada a los aparatos de poder, patentes y latentes. Gobierno en funciones por aquí y gobierno en funciones por allá, pero el Parlamento, sede nominal de la soberanía, no está en funciones. Entonces, ¿por qué no cumple el papel para el que fue constituido? ¿Acaso la ciudadanía no merece que aquellos que fueron elegidos para representarla cumplan su mandato? ¿A qué viene fiarlo todo a la investidura del presidente cuando él y el gobierno son una simple emanación del Parlamento, que es quien posee la potestad legislativa, mientras aquellos solo existen por delegación? Tanta ofuscación solo puede explicarse por el empacho de poder de las cúpulas de los partidos y por la escasa sensibilidad democrática de sus integrantes. Con razón decía Lord Acton, en cita no abreviada: “el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente, por eso la mayoría de los políticos son malas personas”.

Aunque igual que Santos Juliá se acaba de caer del guindo, otros de su gremio persisten en hacernos comulgar con ruedas de molino. Como el catedrático de Derecho Constitucional Jorge de Esteban, que desde la tribuna de El Mundo no para de desbarrar, melonada tras melonada Para el que fuera embajador ante el Vaticano por designación del gobierno socialista, el Parlamento también está en funciones por “analogía con el gobierno” (sic). Semejante bobada no solo alcanza publicidad en un rotativo de ámbito nacional sino que además es utilizado por políticos, periodistas y gentes de peor vivir como munición para sus chascarrillos en tertulias y teledebates. Un insulto en toda regla para los millones de ciudadanos, votantes o no votantes, que pagan (¿religiosamente?) la factura de las elecciones. Partida presupuestaria que, de producirse unos terceros comicios, rondaría los 150 millones de euros, unos 25.000 millones de las antiguas pesetas para financiar “la fiesta de la democracia”. Aunque mejor sería decir “la siesta de la democracia”.

Con ese panorama parece una provocación que el Parlamento ya constituido siga los pasos del Gobierno de guardia, y se mantenga en la práctica “fuera de juego”. Sobre todo por parte del bloque de la oposición al PP, que podría trabajar en común para proponer leyes aperturistas que pongan en evidencia la nula voluntad regeneradora de los conservadores (más allá de acordar cambiar la fecha del 25-D) y su política del candado. No importa que luego se estrellen con el veto en el Senado, donde el Partido Popular tiene mayoría absoluta. Serviría para relanzar la iniciativa política al Parlamento y demostrar la falsedad del enroque sobre el exclusivo troquel de la investidura. Pero esa es la ruptura de mínimos entre los de abajo y los de arriba que el formato de la Transición evitó tomando como modelo aquella “democracia orgánica” de las Cortes franquistas.

Claro que puestos a liarla, lo mejor es cuando a nuestros pensadores se les ocurren ideas. Como la de “échese a un lado señor Rajoy”, ahora ampliada a su contrincante Sánchez por expreso deseo de un Grupo Prisa cada día más irrelevante. ¡Qué magistral lección de democracia! Mal que nos pese, ambos fueron elegidos por la militancia de sus partidos (el secretario general del PSOE en un proceso de primarias) y luego ratificados en sendas elecciones (Rajoy en dos ocasiones y en línea ascendente de votos), y que ahora, desde los púlpitos del sistema, se inste a descabalgarlos porque a unos señores que nadie ha elegido no les petan, es de aurora boreal. Entonces lo llamaron consenso, hoy lo dicen “patriotismo constitucional”. La última vez que los poderes fácticos colocaron la diana sobre la cabeza de un presidente, primero se cobró su dimisión (Adolfo Suarez a punta de pistola) y luego llegó Tejero y sus tricornios. Lógicamente, el pueblo español del 23-F, mucho más súbdito que soberano, no movió un dedo para defender a un Congreso de los Diputados que sentía como un cenáculo de notables ajeno a sus preocupaciones. La herencia recibida.


 Publicado en KAOSENLARED



Nota (1) http://elpais.com/elpais/2016/09/04/opinion/1473001354_851470.html

jueves, 8 de septiembre de 2016

EEUU estuvo detrás del golpe fallido en Turquía según Brzezinski.



Brzezinski confiesa que EEUU estuvo detrás del golpe fallido en Turquía



Zbigniew Brzezinski, ex asesor de Seguridad Nacional de Carter e íntimo de Obama, “confirmó que EEUU apoyó a la oposición de Erdogan para perpetrar el golpe”. ¡Vaya confesión tan cándida y candente!
Como adelanto a su próximo artículo en The American Interest, Brzezinski sintetiza en su “resumen” que “el papel de EEUU en el golpe en Turquía fue un grave error (¡supersic!)” que “puede causar una mayúscula explosión a la reputación (sic) de EEUU”.
Brzezinski, creador de los mujahidines/Al-Qaeda ahora transmutados en yihadistas posmodernos, ha escogido a la influyente revista The American Interest como la paloma mensajera para sus relevantes apreciaciones geoestratégicas, gusten o disgusten, como es el caso trascendental de su exhortación a un nuevo realineamiento con Rusia y China, una versión del inevitable nuevo orden tripolar que no se atreve a pronunciar su nombre.
Resulta y resalta que “Turquía se encontraba a punto de reconsiderar su política exterior después de su fracaso en Siria durante los pasados cinco años, y los errores de cálculo al apoyar el golpe y al hospedar a su líder (Fethullah Gulen, asilado en Pensilvania) son tan serios que no es posible culpar al otrora aliado de EEUU, Turquía, si da su espalda a EEUU y recapacita su política”.
¿Propone Brzezinski en forma subliminal entregar al aliado asilado Gulen para aplacar la ira del sultán Erdogan y operar un control de daños en su deteriorada relación con EU cuando Turquía ha iniciado un acercamiento espectacular con Rusia e Irán?
En su asombrosa confesión pública, Brzezinski reconoce que “una potencial coalición Rusia/Turquía/Irán puede crear la oportunidad (sic) para resolver la crisis siria” y “si Erdogan tuviese un poco de sabiduría, habría llegado al entendimiento de que no tendría una credibilidad independiente con la ayuda de algunos países árabes decadentes”. ¡Qué fuerte!
El usualmente bien informado, el alemán-estadounidense, F. William Engdahl –connotado geopolitólogo formado en la Universidad de Princeton y consultor de riesgos estratégicos–, escrudiña la confesión del golpe fallido del 15 de julio de parte de Brzezinski y expone la telaraña de intereses de un Gulen apuntalado por la CIA: “refleja una tremenda lucha interna de facciones en los círculos cupulares de EU”, que “reconfigura el más extraño año electoral presidencial en la historia estadounidense”.
Engdahl comenta que el golpe auspiciado por EEUU se escenificó “días después de que Erdogan anunció un mayor giro estratégico para alejarse de la OTAN y acercarse a Rusia” y cuya confesión vino del Olimpo geoestratégico estadunidense: ¡nada menos que de Brzezinski!
Engdahl refiere que los aludidos “países árabes decadentes” son “sin duda Arabia Saudita y Qatar, los principales financieros de la guerra del terror sirio contra Assad desde 2011”. ¡Muy fuerte!
Juzga que la dramática confesión de Brzezinski no es menor, ya que, “con Henry Kissinger fue uno de los principales estrategas exponentes de la política exterior del periodo posguerra, fundador y director ejecutivo de la Comisión Trilateral de David Rockefeller, y quien hasta hoy todavía conserva (sic) presuntamente permiso y acceso a los reportes de espionaje top secret de EEUU” y quien “expresa ahora su furia (¡supersic!) por la plena incompetencia (sic) del espionaje estadunidense en manejar la relación con Turquía”.
Engdahl comenta que “en forma notable, la persona en el Departamento de Estado directamente responsable, no solamente del desastroso (sic) golpe de febrero de 2014 en Ucrania, sino también en Turquía, es la malhadada (sic) y perpetua (sic) guerrera Victoria Nuland, esposa del neoconservador straussiano Robert Kagan”. Por cierto, ambos son israelí-estadunidenses y la amazona Vicky fue quien profirió sicalípticas invectivas grabadas contra Europa (“Fuck Europe!”).
Según Engdahl, a partir del fallido golpe de EEUU y el viraje de Erdogan al Este, “el Pentágono se vio obligado a desmantelar velozmente sus ojivas nucleares de la base aérea Incirlik, cerca de la frontera siria, para recolocarlas en Rumanía”. Peor: el turco insinuó que la base de Incirlik puede ser usada por Rusia.
Por sus dramáticas repercusiones, a juicio de Engdahl, “el 15 de julio pasará a la historia como una de las más decisivas derrotas de la proyección del poder global de EEUU, del llamado nuevo orden mundial de David Rockefeller y amigos (sic)”.
Es más que justificada la inusitada furia pública de Brzezinski, quien contempla el desmoronamiento de su “tablero de ajedrez” euroasiático –y sus volcánicos Balcanes– desde Ucrania, pasando por Turquía (nominal miembro de la OTAN), hasta el binomio Siria-Irak, para condensarse en el otro binomio Afganistán-Pakistán.
Se resquebraja así el asfixiante cerco continental euroasiático formulado por las “trampas de Brzezinski” contra el triángulo continental RIC (Rusia, India y China).
Algunos puntuales tuits de la angustia geoestratégica de Brzezinski en el lapso de cuatro meses son ilustrativos del caos global y del choque de EEUU contra la naciente alianza de Rusia y China, los cuales han pasado a la contraofensiva, donde destaca el contencioso turco y sus reverberaciones.
El 4 de mayo: “Trump sin gran diseño estratégico coherente y la señora Clinton favoreciendo viajar sobre hacer estrategia levanta incertidumbre global sobre EEUU”. Cabe señalar que la hija de Brzezinski (pro Hillary) se ha enfrascado en un hormonal duelo verbal con Trump.
15 de junio: “¿Por qué EEUU pone en peligro sus intereses creando una situación en Asia, donde China siente no tener otra opción que estrechar sus relaciones con Rusia?”
31 de agosto: “La ausencia de una visión estratégica de EEUU puede tornar la cooperación sino-rusa de un tigre de papel a algo más preocupante”.
1º de septiembre: “Se requiere un poder sunita estabilizador; sin embargo, los posibles estados –Turquía, Egipto, Arabia Saudita– son cada vez más ineptos o no desean liderar”. ¡Muy severo!
Pues sí: no es lo mismo administrar el auge unipolar de EEUU que su vigente decadencia tripolar.
Tampoco es lo mismo lidiar con la resucitada Rusia en la “era Putin”, que con sus pusilánimes antecesores (Gorbachov y Yeltsin), ni con el mandarín Xi, en la fase del milagroso ascenso de China.
La decadencia de EEUU es inversamente proporcional a la resurrección de Rusia y al ascenso irresistible de China –al unísono del despegue callado de India–, lo cual fue notorio, en vísperas del arranque de la undécima cumbre del G-20 en Hangzu, con el desaire en la pista de aterrizaje a la muy mediocre asesora de Seguridad Nacional de Obama, la amazona Susan Rice. El mensaje es tremendo en símbolos, cuando la última visita de Obama a China demarró muy mal.
Ante tantas provocaciones injerencistas de Obama, quien se confina en su autismo unipolar inoperante, Rusia y China ya se quitaron los guantes y quizá hayan detectado que EEUU no solamente se encuentra en franco declive global y doméstico, sino que también carece de geoestrategas válidos cuando Brzezinski (88 años) y Kissinger (93) se encuentran en su ocaso biológico.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2016/09/04/opinion/012o1pol