Se prepara otra guerra en Libia: las preguntas son “¿cómo?” y “¿cuándo?”. Aunque es poco probable que la perspectiva de otro enfrentamiento militar libere a Libia de su actual convulsión y conflicto político, es probable que cambie la naturaleza misma del conflicto en ese rico, pero dividido, país árabe.
Un importante requisito previo para una guerra es ubicar a un enemigo o, si es necesario, inventar uno. El así llamado Estado Islámico (EI), aunque difícilmente sea un componente importante en la política divisiva del país, es probablemente ese antagonista.
Libia está actualmente dividida, políticamente, entre dos gobiernos, y geográficamente, entre numerosos ejércitos, milicias, tribus y mercenarios. Es un Estado dividido por excelencia, aunque una denominación semejante no hace justicia a la complejidad del caso libio, junto con las causas a la raíz de ese fracaso.
Ahora, cuando el EI prácticamente se ha apoderado de la ciudad de Sirte, otrora un baluarte del antiguo líder libio, Muamar Gadafi, y bastión de la tribu al-Qadhadhfa, la escena se está convirtiendo en más tenebrosa que nunca. El sentido común nos dice que el advenimiento del grupo oportunista, ávido de sangre, es un evento natural si se considera el vacío en la seguridad resultante de disputas políticas y militares. Pero la historia no se detiene ahí.
Varios eventos importantes condujeron al actual estancamiento y extremo caos en Libia. Uno fue la intervención militar de la OTAN, que fue promovida, entonces, como un camino para apoyar a los libios en su levantamiento contra su líder inveterado, Gadafi. La mala interpretación intencional de la resolución 1973, resultó en la “Operación Protector Unificado”, que derrocó a Gadafi, mató a miles y entregó el país a manos de numerosas milicias a las que, en esos días, se refirieron colectivamente como los “rebeldes”.
La urgencia que la OTAN asignó a su guerra –cuyo objetivo fue, supuestamente, impedir un posible “genocidio”– mantuvo a muchos en los medios noticiosos en una posición de apoyo o de silencio. Pocos se atrevieron a pronunciarse:
“Mientras el mandato de la ONU a la OTAN fue proteger civiles, la alianza, en la práctica, dio la vuelta a esa noble lógica. Poniendo todo su peso detrás de un lado en una guerra civil para derrocar el régimen de Gadafi, se convirtió en la fuerza aérea para las milicias rebeldes en el terreno”, escribió Seumas Milne en
The Guardian en mayo de 2012.
“Por lo tanto mientras el número de víctimas mortales era probablemente entre 1.000 y 2.000 cuando la OTAN intervino en marzo, en octubre fue calculado por el NTC (siglas en inglés del Consejo Nacional de Transición) en 30.000 – incluyendo miles de civiles.”
Otro evento importante fueron las elecciones. Los libios votaron en 2014, produciendo una extraña realidad política en la cual dos “gobiernos” afirman que son los legítimos representantes del pueblo libio: uno en Tobruk y Beida, y el otro en Trípoli. Cada “gobierno” tiene sus propios brazos militares, alianzas tribales y benefactores regionales. Además, cada uno está ansioso de reivindicar una mayor parte de la gran riqueza petrolera del país y del acceso a puertos, manejando así su propia economía.
Sin embargo, lo más que esos gobiernos llegaron a lograr, es un punto muerto político y militar, interrumpido por batallas mayores o menores y una masacre ocasional. Es decir, hasta que el EI apareció en la escena.
El repentino advenimiento del EI fue conveniente. Primero, la amenaza del EI apareció como un argumento exagerado de los vecinos árabes de Libia para justificar su propia intervención militar. Entonces, fue verificado por evidencia en video que muestra a “gigantes” del EI cortando las gargantas de pobres trabajadores egipcios en alguna playa misteriosa. Entonces, mientras poco sucedía en el intertanto, combatientes del EI comenzaron a ocupar ciudades enteras, provocando llamados de dirigentes libios a una intervención militar.
Pero la toma de Sirte por el EI no puede ser fácilmente explicada de una forma tan casual como un grupo militante que busca irrumpir en un país políticamente dividido. Esa toma repentina ocurrió dentro de un contexto político específico que puede explicar de un modo más convincente el ascenso del EI.
En mayo, la Brigada 166 de Amanecer de Libia (afiliada a grupos que actualmente controlan Trípoli), se retiró de Sirte sin mucha explicación.
“Un misterio sigue rodeando la repentina retirada de la brigada”, escribió Kamel Abdallah en
al-Ahram Weekly. “Los funcionarios aún no presentan una explicación, a pesar del hecho de que esta acción ayudó a las fuerzas del EI a lograr un control sin par de la ciudad”.
Mientras combatientes salafistas, junto con miembros armados de la tribu al-Qadhadhfa, se movilizaban para detener los progresos del EI (se informó sobre terribles masacres, pero no han sido confirmadas) ambos gobiernos libios todavía no han realizado ninguna acción evidente contra el EI. Ni siquiera el insistente entusiasta bélico, el anti-islamista general
Khalifa Heftar, y su así llamado “Ejército Nacional Libio” hizo un gran esfuerzo por combatir al EI, que también se está expandiendo en otras partes de Libia.
En su lugar, mientras el EI avanza y consolida su control sobre Sirte y otros sitios, el primer ministro Abdullah Al-Thinni, basado en Tobruk, instó a “naciones árabes hermanas” a ayudar a Libia y realizar ataques aéreos contra Sirte. También ha instado a países árabes a presionar a la ONU para que termine su embargo de armas contra Libia, que ya está saturada de armas que con frecuencia son entregadas ilegalmente por varias fuentes árabes regionales.
El gobierno en Trípoli también pide acción contra el EI, pero ambos gobiernos, que no lograron una hoja de ruta para la unidad, siguen negándose a trabajar juntos.
El llamado a la intervención árabe en el lío del estado de la seguridad de Libia es políticamente motivado, por supuesto, porque Al-Thinni espera que los ataques aéreos puedan empoderar sus fuerzas para ampliar su control sobre el país, fuera de fortalecer la posición política de su gobierno en cualquier futuro acuerdo mediado por la ONU.
Pero otra guerra está siendo preparada en otro sitio, esta vez involucrando a los sospechosos habituales de la OTAN. La confabulación occidental, sin embargo, es mucho más complicada que los objetivos políticos de Al-Thinni.
The London Times informó el 1º de agosto que “cientos de soldados británicos están siendo preparados para ir a Libia como parte de una nueva gran misión internacional”, que también incluirá “personal militar de Italia, Francia, Alemania y EE.UU…. en una operación que parece estar preparada para ser activada una vez que las facciones rivales dentro de Libia se pongan de acuerdo para formar un solo gobierno de unidad nacional”.
Los participantes en la operación que, según una fuente del gobierno del Reino Unido, podría ser actualizada “hacia fines de agosto”, son países con intereses económicos creados y son las mismas partes que estuvieron tras la guerra en Libia en 2011.
Comentando sobre el informe, Jean Shaoul escribió: “se espera que Italia, la antigua potencia colonial en Libia, suministre el mayor contingente de tropas terrestres. Francia tiene vínculos coloniales y comerciales con los vecinos de Libia, Túnez, Mali y Argelia. España conserva puestos avanzados en el norte de Marruecos y la otra gran potencia involucrada, Alemania, está tratando de nuevo de lograr acceso a los recursos y mercados de África.”
Está quedando más claro que Libia, otrora una nación soberana y relativamente rica, se está convirtiendo en un simple terreno de juego para una masiva maniobra geopolítica y grandes intereses económicos y ambiciones. Lamentablemente, los propios libios son los posibilitadores tras la división de su propio país, mientras potencias árabes y occidentales intrigan para obtener una mayor parte de la riqueza económica y el valor estratégico de Libia.
Se informa sobre la toma de Sirte por el EI como si fuera un hito que, de nuevo, genera un frenesí bélico – similar al que precedió la intervención militar de la OTAN en 2011. Sin que importe si los árabes bombardean Libia, o potencias occidentales lo hagan, es probable que la crisis en ese país aumente, si no empeora, como lo ha mostrado ampliamente la historia.
El doctor Ramzy Baroud lleva más de veinte años escribiendo sobre Oriente Medio. Es doctor en Historia de los Pueblos por la Universidad de Exeter. Editor-jefe de Middle East Eye, columnista de análisis internacional, consultor de los medios, autor y fundador de PalestineChronicle.com. Su último libro es “My Father Was a Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story” (Pluto Press, Londres). Su página web: ramzybaroud.net
Fuente: https://zcomm.org/znetarticle/islamic-state-pretence-and-the-upcoming-wars-in-libya/
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
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