martes, 13 de enero de 2015
"Todo lo posible de ser creìdo es una imagen de la verdad" (William Blake)
La foto en REUTERS
La foto en Le Monde .
Ahora se ha informado que los líderes mundiales no estaban en la marcha, sino que se reunieron en una calle cerrada, lejos de la manifestación y bajo vigilancia para hacer la sesión de fotos, de la que salió la imagen que el mundo vio.
l
Me matan si no trabajo.
Nayi al-Ali ( Dibujante palestino asesinado en Londres..ver su historia)
...
Me matan si no trabajo
Me matan si no trabajo,
y si trabajo me matan.
Siempre me matan, me matan, ay,
siempre me matan.
Ayer vi a un hombre mirando,
mirando el sol que salía.
El hombre estaba muy serio
porque el hombre no veía.
Ay, los ciegos viven sin ver
cuando sale el sol.
Ayer vi a un niño jugando
a que mataba a otro niño.
Hay niños que se parecen
a los hombres trabajando.
Ay, quién le dirá cuando crezcan
que los hombres no son niños,
que no lo son.
y si trabajo me matan.
Siempre me matan, me matan, ay,
siempre me matan.
Ayer vi a un hombre mirando,
mirando el sol que salía.
El hombre estaba muy serio
porque el hombre no veía.
Ay, los ciegos viven sin ver
cuando sale el sol.
Ayer vi a un niño jugando
a que mataba a otro niño.
Hay niños que se parecen
a los hombres trabajando.
Ay, quién le dirá cuando crezcan
que los hombres no son niños,
que no lo son.
El programa Masar ..
Como el PP apoyaba a la oposición siria a través de empresas y fundaciones neoliberales
Al encuentro asistirán alrededor de 80 personas, representantes de distintos grupos opositores que buscan derrocar al Gobierno de Bashar al Assad y que cuentan con ayuda económica y militar por parte de países como Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Turquía, Qatar, Israel o Jordania, entre otros.
Este martes, el ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, mantendrá una reunión con Moaz Jatib, un destacado miembro de la oposición siria.
La reunión del Ministerio de Exteriores español con la oposición siria se organiza a través de la Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo (AECID) y su programa “Masar”, dedicado a la injerencia en los países árabes bajo el pretexto de generar “transiciones” y apoyar la “democratización” en la región.
Según ha explicado Exteriores, los objetivos de esta reunión coinciden “plenamente” con la línea de trabajo prevista por el programa “Masar”.
El propio documento del programa “Masar”, que se puede encontrar en la página web de la Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo [1], habla abiertamente de intervencionismo extranjero en países como Túnez, Yemen, Egipto, Libia o Siria: “La conveniencia de la intervención de expertos españoles o de otros países es considerada y se determinan los medios y recursos de diverso origen necesarios para llevar a cabo cada actuación”.
En el caso concreto de Siria, por ejemplo, ya se han desembolsado unos 4,7 millones de euros para fortalecer a la oposición.
Uno de los “logros” del programa “Masar”, es por ejemplo, haber participado a través de distintas actuaciones en la invasión de Irak. Este hecho se reconoce en el último apartado del documento: “En el Mundo árabe, contamos con una trayectoria de trabajo realizado, desde Marruecos a Irak”.
Entre las instituciones colaboradoras [2] de Masar figuran la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES) [3], un laboratorio de ideas neoliberal vinculado al gobernante Partido Popular (PP) y fundado por el ex presidente español José María Aznar, uno de los principales impulsores junto a George Bush y Tony Blair de la guerra de Irak.
Llama la atención, que entre los participantes en este programa aparezcan medios de comunicación españoles como el canal público Televisión Española, la agencia de noticias EFE, y periódicos como El Mundo, ABC y El País.
También figuran el Club de Madrid [4], una entidad financiada por el Departamento de Estado de Estados Unidos (Club de Madrid Foundation Inc.), el Banco Mundial, la Comisión Europea (CE) y un conjunto de grandes empresas como las constructoras española Acciona, la mexicana OHL o el Rockefeller Brothers Fund.
LibreRed
Fuentes:
[1] Programa Masar –http://www.aecid.es/galerias/masar/descargas/Descripcion_Programa_Masar.pdf
[2] Instituciones españolas colaboradoras del Programa Masar –http://www.aecid.es/es/masar/participantes/
[3] Página web de FAES – http://www.fundacionfaes.org/es/que_es_faes
[4] Club de Madrid – http://www.clubmadrid.org/es/nuestra_financiacion
......................
Y ver ...
http://
lunes, 12 de enero de 2015
Respetando a los caníbales.
.Tras aprobar #LeyMordaza, censurar @eljueves, cerrar #Canal9 y prohibir las urnas en Catalunya, Rajoy en París por la libertad de expresión
12-01-2015 |
Una hegemonÍa radical de petrodólares
Respetando a los caníbales: Europa es cómplice del fundamentalismo islámico
El Confidencial
No han entendido nada. Los cientos de miles de patriotas, así se llaman ellos, Patriotas Europeos Contra la Islamización de Occidente, Pegida,no han entendido nada. Los menciono porque son el último grito en Alemania donde han reunido a decenas de miles de manifestantes en un par de meses. Pero lo mismo podríamos hablar del Frente Nacional de Francia o, simplemente, de esa marea de comentarios que usted se encontrará si se asoma a cualquier foro de internet español donde se mencionen las palabras “inmigración” o “islam”.
Lamentablemente, quienes se apresuran a salir a la calle en contramanifestaciones, normalmente respaldados de boquilla por los gobiernos, para pedir respeto, tolerancia, aceptación de otras culturas, han entendido todavía mucho menos.
Los doce muertos de Charlie Hebdo en París ya no dejan duda: el islam es un problema en Europa. Es muy fácil, y desde luego es señal de buena voluntad, asegurar que los asesinos eran simplemente asesinos, y no tienen nada que ver con el islam, porque “el islam no es eso”. Pero de nada sirve. El islam es eso y es lo contrario.Sí: el islam también es el policía Ahmed Merabet, que murió por defender a los dibujantes de Charlie Hebdo. Al igual que el cristianismo es el cura rojo de un arrabal de Madrid y el arzobispo de Granada. Como el judaísmo es Abraham Serfaty y aquel rabino que decretó lícita la exterminación de niños palestinos. Como cualquier religión, “el islam” no existe. El islam no es más que la suma de lo que piensan en un momento concreto de la historia quienes se reconocen musulmanes.
Y el problema que tiene Europa hoy es lo que piensan los musulmanes de este continente.
Europa es responsable
Es un problema de Europa y es la responsabilidad de Europa. Los asesinos de los periodistas (si se confirman las sospechas de la policía) son franceses. Nacidos en París. Con apellido magrebí, sí: sus padres proceden del norte de África. Pero esto no disminuye en absoluto la responsabilidad del Gobierno de Francia: estos asesinos pasaron por el sistema educativo francés.
Decir que la culpa la tienen sus padres es no sólo hipócrita (para eso se inventó la enseñanza obligatoria: para asegurarle al Estado control sobre lo que aprenden los niños) sino además es falso. La generación de magrebíes que llegó a Francia hace medio siglo no era islamista ni violenta ni lo es hoy. Hicieron lo posible por integrarse. Son sus hijos y nietos, europeos de toda la vida, quienes han hecho de un cierto islam violento su bandera. Ocurre lo mismo en Inglaterra (vean el atentado del metro de 2005: tres de los cuatro terroristas habían nacido en Reino Unido; uno era converso de Jamaica).
Esta es la responsabilidad de Europa, y no puede sustraerse a ella. Los “patriotas” de derechas están metiendo la cabeza en la arenacuando denuncian la inmigración como causa de los males: ni fueron violentos los musulmanes que llegaron a Europa hace dos generaciones, ni lo son los que llegan hoy. No existe un flujo de yihadistas de Siria, Marruecos o Iraq a Europa. Existe un flujo de yihadistas de Francia, Alemania, Inglaterra, España, Austria hacia Siria. Europa no importa terroristas islámicos: los exporta.
Pedir cerrar la puerta a la inmigración musulmana como hacen tantos “patriotas”, equivale a cerrar las ventanas de una casa para combatir el mal olor de las cañerías.
La metamorfosis
Y son ellos, los “patriotas” de derechas, esos que se manifiestan con una gran cruz para mostrar su oposición a la “islamización de Occidente”, ellos y sus mayores, quienes tienen la culpa que esto sea así. A los magrebíes y turcos que llegaron a Europa en los años sesenta y setenta no les faltaba voluntad de integrarse; explotados como mano de obra barata, les faltaban medios. Empezando con un punto clave: el aprendizaje del idioma. Quizás no hicieron suficiente esfuerzo. Pero no debe olvidarse que cierto racismo de la población (un racismo corriente, dirigido contra cualquier obrero de origen campesino, moreno, turco, magrebí, siciliano o andaluz) les puso un muro adicional, les cerró las puertas, les hizo entender que no eran bienvenidos.
Se replegaron. Ignorantes en todo a lo que se refiere al islam o a la cultura intelectual, literaria, de sus países de origen, criaron a sus hijos en un ambiente suspendido entre dos mundos, sin pertenecer a ninguno. Y también sus hijos se dieron cabezazos contra este muro: hasta hoy, tener un apellido magrebí en Francia hace desplomarse las oportunidades en el mercado laboral.
Se quedaron, pues, en el barrio. Viendo la televisión. Esa televisión que algún día empezó a poblarse, por obra y gracia de la parabólica, conpredicadores vestidos de blanco que se dirigían a “los musulmanes”. A ti, sí: a ti. Tu vida tiene sentido ante Dios y la historia, les dijeron, si cumples las leyes divinas y garantizas que tu hermana no se pasee con hombres blancos. Que no se pasee con hombres, vaya.
Así se fue creando el gueto. Un gueto en el que se ha ido cristalizando una extraña cultura que guarda recuerdos de la gastronomía magrebí o turca, pero que se ha modelado según el ideario del islam que han difundido los telepredicadores y los imames del barrio. Estos imames que en han ido apareciendo por doquier, sin que se sepa siempre muy bien quién les paga el salario.
Saudíes en la M-30
En la Mezquita de la M-30 de Madrid lo sabemos, porque colocan orgullosos la foto del rey de Arabia Saudí en sus oficinas. En Alemania, la Diyanet, el Ministerio de Religión de Turquía, tiene bajo control gran parte de las mezquitas. Digo bien: control. Ankara envía supervisoresque cambiar regularmente para impedir que se “contaminen” con ideas europeas. Y si bien el islam oficial en Turquía tiene que andar con pies de plomo, por respeto a la Constitución laica del país, en Alemania, un país que no es laico, no tiene cortapisas: puede difundir sin ambages la ideología de sus dirigentes, que los intelectuales turcos califican de “islamismo radical”. Y que los europeos siguen llamando “islam moderado”.
Moderado en comparación con los asesinos de París, querrán decir. Porque para los europeos, todo islam que no es directamente asesino es “moderado”. Ya puede ser todo lo violento que quiera: predicar el velo obligatorio para las mujeres, a medias o integral, decir que mujeres y hombres no deben tocarse, que las niñas no deben aprender música, que ser gay es malo para la salud, que hay que prohibir toda obra literaria o humorística que cuestione lo “sagrado”, que las leyes del Corán son inmutables, divinas y deben estar por encima de la legislación de cada país...
Un predicador islamista puede decir todo esto y más y será cortejado por ministros y presidentes que harán cola para debatir con este portavoz del “islam moderado”. Muchos de estos predicadores habrían ido a la cárcel en Marruecos o Siria por su discurso de incitación al odio, pero Europa les ofreció no sólo asilo sino una tribuna, un debate, el puesto de presidente del consejo oficial de musulmanes, el título de Honorable Caballero y orden de la Reina.
Sí: Europa ha fomentado, no sé si a ciegas o a conciencia, pero de forma activa y continua, de forma criminal, las corrientes más extremistas del islam, financiados desde Arabia Saudí, Qatar, Kuwait y sus vecinos gracias a la marea del petróleo. Desde las cúpulas del gobierno hasta el último alcalde, se ha elevado a los imames, los teólogos, los predicadores al rango de representantes de los colectivos de origen magrebí, turco o pakistaní. Un rango que nunca tuvieron en sus países originales, un poder que sólo pudieron adquirir gracias a la complicidad de las administraciones europeas. Por doble vía: por elegirlos como representantes y por cerrar a estos colectivos toda otra vía de expresarse.
La náusea del multiculturalismo
Cuando al periodista alemán Günter Wallraff le ofrecieron ser miembro del consejo musulmán local (gracias a su larga trayectoria de defensa de los inmigrantes turcos) aceptó con la condición de leer en la mezquita los “Versos Satánicos” de Salman Rushdie y debatir sobre los límites del arte frente a la religión. No hubo manera. Más tarde intentó que firmasen una declaración contra la lapidación de una mujer iraní. Tampoco.
Y con estos antecedentes hay quien sigue aplaudiendo que las mezquitas en España sirvan de lugar de reunión social y organicen comidas o talleres, en lugar de buscar a los inmigrantes un espacio donde pudieran reunirse lejos del control de los imanes, lejos de sus discursos excluyentes, lejos de frases tipo: "No pueden entrar las mujeres que tengan la regla".
Europa ha islamizado, durante décadas, la sociedad inmigrante, religiosamente indiferente, que recibió. En plena complicidad con los jeques árabes y sus imperios mediáticos. Los gobiernos han envuelto su actitud en un neologismo venerado hasta la náusea: multiculturalismo. Una hermosa palabra para expresar el racismo de toda la vida. El racismo que preconiza la separación de “lo nuestro” y “lo de ellos”. Sí, también los manuales oficiales nazis decían que todas las razas tenían igual valor, sólo que no conviene mezclarlas. Hoy tenemos valores europeos, sólo aplicables a los blancos de tres generaciones, y hay valores de “ellos” que deben respetarse en “sus comunidades”.Que más nos da que ellos fuercen a sus mujeres a taparse, qué más nos da que en sus barrios amenacen de muerte a cualquiera que venda alcohol, que más nos da que en sus familias dirimen matrimonio y divorcio según diga el imam. Son ellos, la sociedad es multicultural:respetamos el derecho de cada imam y de cada matón de barrio a oprimir a sus fieles, a castigar a sus hermanas, a imponer su machismo como vea bien. Eso se llama tolerancia. Lo de la tolerancia cero solo es cuando la violencia afecta a las mujeres nuestras.
¿Humillando a los débiles? ¿En serio?
Esto es lo que ha defendido, da vergüenza admitirlo, la izquierda europea. Una izquierda que ha enterrado su cabeza todavía mucho más profundamente en la arena que la derecha. No han aprendido: apenas ha dejado de retumbar el eco de los disparos de París cuando una legión de pensadores de izquierda se ha abalanzado sobre Charlie Hebdo para denunciar que caricaturizar a Mahoma es racista y xenófobo y se burla de los débiles.
Los débiles: como si el islam en Europa fuera la religión de los débiles. No lo es: ese islam que defienden los predicadores europeos, ese de las mezquitas de ostentación, sea la de la M-30 o sea la que pretenden construir en Colonia, de débil no tiene nada. Es la religión de varias monarquías bañadas en oro negro, países cuyos dirigentes son los dueños de Harrods y parte del resto de Londres. Países con dinero suficiente como para financiar cadenas satélite, universidades con becas para todos (a condición de convertirse al islam) y milicias cortacabezas por medio Oriente.
Seguramente también han financiado el mejor gabinete de relaciones públicas del mundo, si la izquierda europea cree que una revista satírica francesa al borde de la quiebra estaba humillando a “los débiles” cuando esta revista desafió la prohibición de dibujar a Mahoma, prohibición que no existe en el islam y de la que nunca han sabido nada los obreros magrebíes o turcos, hasta que no la proclamasen urbi et orbi los teólogos saudíes.
Tristemente, nada hace presagiar que los disparos contra Charlie Hebdo vayan a despertar las conciencias europeas. Ya en el editorial conjunto que seis diarios europeos publicaron al día siguiente, se repite tres veces la palabra “Europa” en alusión a la defensa de la libertad de expresión. Como si más allá de sus fronteras no hiciera ninguna falta defenderla: allí no la necesitan, esa libertad, allí son musulmanes de todas formas, es el mensaje.
Bajo este prisma, la derecha vociferará más que antes contra “los inmigrantes”, enarbolará más alta aún la cruz del “Occidente cristiano”, como si el Renacimiento y la Ilustración hubiesen sido posibles sin siglos de ciencia y filosofía árabes, como si Europa no fuera en su integridad un resultado de aquella civilización histórica que hoy llamamos islámica. Como si la Biblia y los mandamientos de la Iglesia fueran un ápice mejor que los del Corán.
El islam ya es wahabí
Y la izquierda probablemente desgastará sus últimos cartuchos de tinta en intentar convencerse a sí misma de que luchar contra siglos de opresión eclesiástica y contra los coletazos de la reciente dictadura nacionalcatólica es justo y necesario, pero que el islam de los saudíes es diferente, exótico, intocable, digno de todo respeto como cualquier rito de una lejana tribu caníbal. Mientras se coman entre ellos.
Esa oleada de islamización saudí no sólo ha alcanzado Europa (y América) sino también a los países que llevan siglos siendo musulmanes. Ya ha practicamente conseguido reemplazar en la conciencia pública la religión que alguna vez se llamaba islam con su ideología particular, la wahabí. Tanto que he dejado de emplear el término "secta wahabí” en este texto y hablo del islam a secas: todo lo que usted ve y se llama “islámico” es ya wahabí.
Este proceso se acelera gracias a Europa: los franceses y belgas de origen marroquí son quienes llevan a Marruecos el ideario radical aprendido en sus guetos. Y fue una española, Marisol Casado, quien criticó a Turquía por no incluir chicas con velo en su vídeo de candidatura olímpica. Europa quiere que las musulmanas lleven velo. Para que se vea que son diferentes. Que no son mujeres sino musulmanas.
Europa, sus gobiernos, sus pensadores, sus demagogos, son el aliado necesario para los dirigentes de la hegemonía islamista financiada con petrodólares cuyo objetivo es convertirse en dueños absolutos de esa sexta parte del globo habitado por musulmanes, o personas forzadas por ley a considerarse musulmanes. Dueños absolutistas, por encima de las críticas, las parodias, las sátiras y las consideraciones de derechos humanos.
Esto no tiene nada que ver con una islamización de Occidente. Europa no es víctima. Es cómplice.
Fuente: http://www.elconfidencial.com/mundo/2015-01-10/respetando-a-los-canibales-europa-es-complice-del-fundamentalismo-islamico_619350/
Lamentablemente, quienes se apresuran a salir a la calle en contramanifestaciones, normalmente respaldados de boquilla por los gobiernos, para pedir respeto, tolerancia, aceptación de otras culturas, han entendido todavía mucho menos.
Los doce muertos de Charlie Hebdo en París ya no dejan duda: el islam es un problema en Europa. Es muy fácil, y desde luego es señal de buena voluntad, asegurar que los asesinos eran simplemente asesinos, y no tienen nada que ver con el islam, porque “el islam no es eso”. Pero de nada sirve. El islam es eso y es lo contrario.Sí: el islam también es el policía Ahmed Merabet, que murió por defender a los dibujantes de Charlie Hebdo. Al igual que el cristianismo es el cura rojo de un arrabal de Madrid y el arzobispo de Granada. Como el judaísmo es Abraham Serfaty y aquel rabino que decretó lícita la exterminación de niños palestinos. Como cualquier religión, “el islam” no existe. El islam no es más que la suma de lo que piensan en un momento concreto de la historia quienes se reconocen musulmanes.
Y el problema que tiene Europa hoy es lo que piensan los musulmanes de este continente.
Europa es responsable
Es un problema de Europa y es la responsabilidad de Europa. Los asesinos de los periodistas (si se confirman las sospechas de la policía) son franceses. Nacidos en París. Con apellido magrebí, sí: sus padres proceden del norte de África. Pero esto no disminuye en absoluto la responsabilidad del Gobierno de Francia: estos asesinos pasaron por el sistema educativo francés.
Decir que la culpa la tienen sus padres es no sólo hipócrita (para eso se inventó la enseñanza obligatoria: para asegurarle al Estado control sobre lo que aprenden los niños) sino además es falso. La generación de magrebíes que llegó a Francia hace medio siglo no era islamista ni violenta ni lo es hoy. Hicieron lo posible por integrarse. Son sus hijos y nietos, europeos de toda la vida, quienes han hecho de un cierto islam violento su bandera. Ocurre lo mismo en Inglaterra (vean el atentado del metro de 2005: tres de los cuatro terroristas habían nacido en Reino Unido; uno era converso de Jamaica).
Esta es la responsabilidad de Europa, y no puede sustraerse a ella. Los “patriotas” de derechas están metiendo la cabeza en la arenacuando denuncian la inmigración como causa de los males: ni fueron violentos los musulmanes que llegaron a Europa hace dos generaciones, ni lo son los que llegan hoy. No existe un flujo de yihadistas de Siria, Marruecos o Iraq a Europa. Existe un flujo de yihadistas de Francia, Alemania, Inglaterra, España, Austria hacia Siria. Europa no importa terroristas islámicos: los exporta.
Pedir cerrar la puerta a la inmigración musulmana como hacen tantos “patriotas”, equivale a cerrar las ventanas de una casa para combatir el mal olor de las cañerías.
La metamorfosis
Y son ellos, los “patriotas” de derechas, esos que se manifiestan con una gran cruz para mostrar su oposición a la “islamización de Occidente”, ellos y sus mayores, quienes tienen la culpa que esto sea así. A los magrebíes y turcos que llegaron a Europa en los años sesenta y setenta no les faltaba voluntad de integrarse; explotados como mano de obra barata, les faltaban medios. Empezando con un punto clave: el aprendizaje del idioma. Quizás no hicieron suficiente esfuerzo. Pero no debe olvidarse que cierto racismo de la población (un racismo corriente, dirigido contra cualquier obrero de origen campesino, moreno, turco, magrebí, siciliano o andaluz) les puso un muro adicional, les cerró las puertas, les hizo entender que no eran bienvenidos.
Se replegaron. Ignorantes en todo a lo que se refiere al islam o a la cultura intelectual, literaria, de sus países de origen, criaron a sus hijos en un ambiente suspendido entre dos mundos, sin pertenecer a ninguno. Y también sus hijos se dieron cabezazos contra este muro: hasta hoy, tener un apellido magrebí en Francia hace desplomarse las oportunidades en el mercado laboral.
Se quedaron, pues, en el barrio. Viendo la televisión. Esa televisión que algún día empezó a poblarse, por obra y gracia de la parabólica, conpredicadores vestidos de blanco que se dirigían a “los musulmanes”. A ti, sí: a ti. Tu vida tiene sentido ante Dios y la historia, les dijeron, si cumples las leyes divinas y garantizas que tu hermana no se pasee con hombres blancos. Que no se pasee con hombres, vaya.
Así se fue creando el gueto. Un gueto en el que se ha ido cristalizando una extraña cultura que guarda recuerdos de la gastronomía magrebí o turca, pero que se ha modelado según el ideario del islam que han difundido los telepredicadores y los imames del barrio. Estos imames que en han ido apareciendo por doquier, sin que se sepa siempre muy bien quién les paga el salario.
Saudíes en la M-30
En la Mezquita de la M-30 de Madrid lo sabemos, porque colocan orgullosos la foto del rey de Arabia Saudí en sus oficinas. En Alemania, la Diyanet, el Ministerio de Religión de Turquía, tiene bajo control gran parte de las mezquitas. Digo bien: control. Ankara envía supervisoresque cambiar regularmente para impedir que se “contaminen” con ideas europeas. Y si bien el islam oficial en Turquía tiene que andar con pies de plomo, por respeto a la Constitución laica del país, en Alemania, un país que no es laico, no tiene cortapisas: puede difundir sin ambages la ideología de sus dirigentes, que los intelectuales turcos califican de “islamismo radical”. Y que los europeos siguen llamando “islam moderado”.
Moderado en comparación con los asesinos de París, querrán decir. Porque para los europeos, todo islam que no es directamente asesino es “moderado”. Ya puede ser todo lo violento que quiera: predicar el velo obligatorio para las mujeres, a medias o integral, decir que mujeres y hombres no deben tocarse, que las niñas no deben aprender música, que ser gay es malo para la salud, que hay que prohibir toda obra literaria o humorística que cuestione lo “sagrado”, que las leyes del Corán son inmutables, divinas y deben estar por encima de la legislación de cada país...
Un predicador islamista puede decir todo esto y más y será cortejado por ministros y presidentes que harán cola para debatir con este portavoz del “islam moderado”. Muchos de estos predicadores habrían ido a la cárcel en Marruecos o Siria por su discurso de incitación al odio, pero Europa les ofreció no sólo asilo sino una tribuna, un debate, el puesto de presidente del consejo oficial de musulmanes, el título de Honorable Caballero y orden de la Reina.
Sí: Europa ha fomentado, no sé si a ciegas o a conciencia, pero de forma activa y continua, de forma criminal, las corrientes más extremistas del islam, financiados desde Arabia Saudí, Qatar, Kuwait y sus vecinos gracias a la marea del petróleo. Desde las cúpulas del gobierno hasta el último alcalde, se ha elevado a los imames, los teólogos, los predicadores al rango de representantes de los colectivos de origen magrebí, turco o pakistaní. Un rango que nunca tuvieron en sus países originales, un poder que sólo pudieron adquirir gracias a la complicidad de las administraciones europeas. Por doble vía: por elegirlos como representantes y por cerrar a estos colectivos toda otra vía de expresarse.
La náusea del multiculturalismo
Cuando al periodista alemán Günter Wallraff le ofrecieron ser miembro del consejo musulmán local (gracias a su larga trayectoria de defensa de los inmigrantes turcos) aceptó con la condición de leer en la mezquita los “Versos Satánicos” de Salman Rushdie y debatir sobre los límites del arte frente a la religión. No hubo manera. Más tarde intentó que firmasen una declaración contra la lapidación de una mujer iraní. Tampoco.
Y con estos antecedentes hay quien sigue aplaudiendo que las mezquitas en España sirvan de lugar de reunión social y organicen comidas o talleres, en lugar de buscar a los inmigrantes un espacio donde pudieran reunirse lejos del control de los imanes, lejos de sus discursos excluyentes, lejos de frases tipo: "No pueden entrar las mujeres que tengan la regla".
Europa ha islamizado, durante décadas, la sociedad inmigrante, religiosamente indiferente, que recibió. En plena complicidad con los jeques árabes y sus imperios mediáticos. Los gobiernos han envuelto su actitud en un neologismo venerado hasta la náusea: multiculturalismo. Una hermosa palabra para expresar el racismo de toda la vida. El racismo que preconiza la separación de “lo nuestro” y “lo de ellos”. Sí, también los manuales oficiales nazis decían que todas las razas tenían igual valor, sólo que no conviene mezclarlas. Hoy tenemos valores europeos, sólo aplicables a los blancos de tres generaciones, y hay valores de “ellos” que deben respetarse en “sus comunidades”.Que más nos da que ellos fuercen a sus mujeres a taparse, qué más nos da que en sus barrios amenacen de muerte a cualquiera que venda alcohol, que más nos da que en sus familias dirimen matrimonio y divorcio según diga el imam. Son ellos, la sociedad es multicultural:respetamos el derecho de cada imam y de cada matón de barrio a oprimir a sus fieles, a castigar a sus hermanas, a imponer su machismo como vea bien. Eso se llama tolerancia. Lo de la tolerancia cero solo es cuando la violencia afecta a las mujeres nuestras.
¿Humillando a los débiles? ¿En serio?
Esto es lo que ha defendido, da vergüenza admitirlo, la izquierda europea. Una izquierda que ha enterrado su cabeza todavía mucho más profundamente en la arena que la derecha. No han aprendido: apenas ha dejado de retumbar el eco de los disparos de París cuando una legión de pensadores de izquierda se ha abalanzado sobre Charlie Hebdo para denunciar que caricaturizar a Mahoma es racista y xenófobo y se burla de los débiles.
Los débiles: como si el islam en Europa fuera la religión de los débiles. No lo es: ese islam que defienden los predicadores europeos, ese de las mezquitas de ostentación, sea la de la M-30 o sea la que pretenden construir en Colonia, de débil no tiene nada. Es la religión de varias monarquías bañadas en oro negro, países cuyos dirigentes son los dueños de Harrods y parte del resto de Londres. Países con dinero suficiente como para financiar cadenas satélite, universidades con becas para todos (a condición de convertirse al islam) y milicias cortacabezas por medio Oriente.
Seguramente también han financiado el mejor gabinete de relaciones públicas del mundo, si la izquierda europea cree que una revista satírica francesa al borde de la quiebra estaba humillando a “los débiles” cuando esta revista desafió la prohibición de dibujar a Mahoma, prohibición que no existe en el islam y de la que nunca han sabido nada los obreros magrebíes o turcos, hasta que no la proclamasen urbi et orbi los teólogos saudíes.
Tristemente, nada hace presagiar que los disparos contra Charlie Hebdo vayan a despertar las conciencias europeas. Ya en el editorial conjunto que seis diarios europeos publicaron al día siguiente, se repite tres veces la palabra “Europa” en alusión a la defensa de la libertad de expresión. Como si más allá de sus fronteras no hiciera ninguna falta defenderla: allí no la necesitan, esa libertad, allí son musulmanes de todas formas, es el mensaje.
Bajo este prisma, la derecha vociferará más que antes contra “los inmigrantes”, enarbolará más alta aún la cruz del “Occidente cristiano”, como si el Renacimiento y la Ilustración hubiesen sido posibles sin siglos de ciencia y filosofía árabes, como si Europa no fuera en su integridad un resultado de aquella civilización histórica que hoy llamamos islámica. Como si la Biblia y los mandamientos de la Iglesia fueran un ápice mejor que los del Corán.
El islam ya es wahabí
Y la izquierda probablemente desgastará sus últimos cartuchos de tinta en intentar convencerse a sí misma de que luchar contra siglos de opresión eclesiástica y contra los coletazos de la reciente dictadura nacionalcatólica es justo y necesario, pero que el islam de los saudíes es diferente, exótico, intocable, digno de todo respeto como cualquier rito de una lejana tribu caníbal. Mientras se coman entre ellos.
Esa oleada de islamización saudí no sólo ha alcanzado Europa (y América) sino también a los países que llevan siglos siendo musulmanes. Ya ha practicamente conseguido reemplazar en la conciencia pública la religión que alguna vez se llamaba islam con su ideología particular, la wahabí. Tanto que he dejado de emplear el término "secta wahabí” en este texto y hablo del islam a secas: todo lo que usted ve y se llama “islámico” es ya wahabí.
Este proceso se acelera gracias a Europa: los franceses y belgas de origen marroquí son quienes llevan a Marruecos el ideario radical aprendido en sus guetos. Y fue una española, Marisol Casado, quien criticó a Turquía por no incluir chicas con velo en su vídeo de candidatura olímpica. Europa quiere que las musulmanas lleven velo. Para que se vea que son diferentes. Que no son mujeres sino musulmanas.
Europa, sus gobiernos, sus pensadores, sus demagogos, son el aliado necesario para los dirigentes de la hegemonía islamista financiada con petrodólares cuyo objetivo es convertirse en dueños absolutos de esa sexta parte del globo habitado por musulmanes, o personas forzadas por ley a considerarse musulmanes. Dueños absolutistas, por encima de las críticas, las parodias, las sátiras y las consideraciones de derechos humanos.
Esto no tiene nada que ver con una islamización de Occidente. Europa no es víctima. Es cómplice.
Fuente: http://www.elconfidencial.com/mundo/2015-01-10/respetando-a-los-canibales-europa-es-complice-del-fundamentalismo-islamico_619350/
domingo, 11 de enero de 2015
Rastros de Dixan.
—No conozco esa ley —dijo K.
—Pues peor para usted —dijo el vigilante.
—Sólo existe en sus cabezas —dijo K.
—Ya sentirá sus efectos.
Franz Kafka, El Proceso (1925)
Tanta confianza en la veracidad de esos vaticinios es, por sí misma,
profundamente inquietante. En este punto conviene simplemente ceder
la palabra a Didier Bigo:
"Entre la ciencia y la adivinación, esta previsión del futuro en el caso de
los criminales potenciales a los que hay que detener e ingresar en prisión
antes de que actúen, conforma la estructura de la «hipótesis del peor de los
casos». Nunca se discute porque se basa en la idea de que existen unos datos
confidenciales que están en manos de los dirigentes, lo que implicaría que
la toma de decisiones se efectúa con conocimiento de causa, que no existe
arbitrariedad alguna, que «si el río suena, agua lleva» y que las personas
detenidas están por algo [...] Pero el estudio de los últimos cinco años, que
apunta los errores reiterados en los razonamientos de dichos Gobiernos y
de sus servicios de inteligencia, deja entrever que ese supuesto conocimiento
de la incertidumbre, de los comportamientos de los enemigos y de la
capacidad para localizarlos a tiempo, es, como mínimo, discutible. Es algo
que parece más propio de un astrólogo en busca de determinados signos en
los cuerpos y los comportamientos humanos que de una técnica científica
probabilista y fundada en el análisis racional de los riesgos".
Nuestra sociedad antropoémica, instalada de pleno en una «neuropolítica» que sólo da
por descontada la amenaza terrorista para aportar bienestar
psicológico a
la ciudadanía, sin interrogarse por las raíces de sus
miedos, busca chivos
expiatorios para alimentar la sensación de unidad que aporta
un enemigo
común; y hoy día los musulmanes parecen satisfacer a su
pesar esa demanda,
como antaño lo hicieran judíos, masones o comunistas. Puesto
que su asociación con el mal no es, en el fondo —sí en las
formas—,
objeto de discusión, los juicios a los que se les somete no
tienen por fi nalidad
dirimir su inocencia, sino exponer públicamente su culpa,
mostrar
su semblante maligno, enseñar impúdicamente sus estigmas.
( Del libro Rastros de Dixan)
Este libro fue impreso a finales de mayo de 2009; aproximadamente
1 año y 4 meses después de las detenciones de 9 ciudadanos
pakistaníes y 2 indios, acusados de la preparación de un supuesto
atentado contra el transporte público en Barcelona. En el momento
en que se publica Rastros de Dixan, la mayoría de las noticias
difundidas en su día sobre este caso han sido demostradas como
falsas por la propia instrucción judicial. Ninguna de ellas ha sido
desmentida ni rectificada por los medios y los periodistas responsables
sábado, 10 de enero de 2015
La represión de la información en el Estado británico.
La policía británica ha vigilado al menos a seis periodistas
La Marea
Los periodistas Jules Mattsson, el también cómico Mark Thomas, el videoperiodista freelance Jason N. Parkinson y los fotógrafos Jess Hurd, David Hoffman y Adrian Arbib denuncian haber estado bajo vigilancia policial, como parte del monitoreo policial del llamado “extremismo doméstico”. Todos ellos forman parte del sindicato de periodistas NUJ (National Union of Journalists). La Policía Metropolitana londinense ha monitorizado su actividad periodística y las que desarrollan en el sindicato, según los periodistas. Estos han decidido denunciar a la Policía Metropolitana y al Ministerio del Interior para desafiar la vigilancia policial en curso, revelar la extensión del “espionaje”, las razones detrás de esta práctica, conocer con quienes han compartido esta información y eliminar su perfil de la base de datos.
Los informantes investigados por la policía han trabajado anteriormente exponiendo las malas conductas de grandes empresas y del Estado británico y todos ellos también han litigado contra malas praxis policiales, según el comunicado de prensa del sindicato NUJ. En muchos de estos casos, la Policía Metropolitana ha sido obligada a pagar los daños causados, disculparse y admitir su responsabilidad, después de que los derechos de los periodistas fuesen restringidos por agentes de policías en actos públicos.
La vigilancia policial ha salido a la luz gracias a una campaña, iniciada en el año 2008 por el sindicato NUJ, en la que se pedía a los miembros del sindicato que pidiesen a las autoridades los datos que tenían de ellos, incluyendo los de una unidad policial dedicada a monitorizar el “extremismo doméstico”. Gracias a esta campaña, varios miembros del sindicato obtuvieron la información recopilada sobre ellos. En los dossieres policiales a los que han tenido acceso han encontrado información relativa a su historial médico, su infancia e incluso observaciones sobre su sexualidad. El sindicato teme que haya muchos más periodistas que estén siendo vigilados. “Estos casos causan preocupación en muchos aspectos como el impacto en la privacidad, el efecto escalofriante en la actividad de los miembros del sindicato y los periodistas para hacer su trabajo y su capacidad para tomar parte en actividades legítimas sindicales”, afirma el sindicato NUJ. “Los periodistas y sindicalistas no tienen forma de conocer las circunstancias en las que estas actividades fueron monitorizadas y sistemáticamente almacenadas en secretas bases de datos policiales de “extremismo doméstico””, denuncian.
“En la información que he obtenido de mi archivo policial no hay ni siquiera una pista que indique que soy sospechoso de ningún delito ni tengo antecedentes. En cambio, las entradas sobre mí contienen frases tan obvias como el hecho de que estoy ‘siempre buscando una historia’ y que ‘he grabado anteriormente a agentes de policía’”, declara Jules Mattson, uno de los seis periodistas vigilados. “No veo ninguna justificación para mantener esta información ni imagino una defensa razonable del impacto que esto ha tenido en mi capacidad para hacer mi trabajo, como el desvelar la información policial a terceros cuando pido acreditaciones de prensa”.
“El hecho de que ninguno de los periodistas sean sospechosos de ningún crimen pero que todos hayan cubierto historias de conductas policiales y empresariales erróneas apunta a algo más siniestro, que la policía parece espiar a aquellos que buscan hacerles responsables de sus actos”, afirma el periodista y cómico Mark Thomas. “Mi dossier tiene 12 páginas y consta de cerca de 140 registros de vigilancia durante casi una década. Mi detallado expediente muestra que soy una especie de enemigo público simplemente por hacer mi trabajo”, declara el videoperiodista freelance Jason N. Parkinson.
“He afrontado la intimidación, vigilancia y en ocasiones violencia por parte de la policía durante toda mi vida profesional. No debería suceder que a veces tenga miedo de ir a trabajar. El mero hecho de crear una base de datos de ‘extremistas domésticos’ que almacene detalles de personas inocentes es sentida como una intimidación del Estado”, ha declarado el fotógrafo freelance Jess Hurd. “El simple hecho de formar parte de una base de datos de extremistas es en sí mismo perjudicial”, afirma el fotógrafo freelance David Hoffman.
La Federación Internacional de Periodistas (IFJ, por sus siglas en inglés) también ha condenado la acción policial. “Consideramos este vigilancia como un ataque al derecho a la intimidad de nuestros compañeros y condenamos su tratamiento como extremistas domésticos por la policía”,ha declarado Jim Boumelha, presidente de IFJ.
42 millones de euros gastados en investigar a periodistasSegún ha podido saber Press Gazette, la Policía Metropolitana de Londres ha gastado más de 33 millones de libras (más de 42 millones de euros) en tres operaciones destinadas a investigar a periodistas. Una de esas operaciones fue lanzada en enero de 2011 para investigar las alegaciones de hackeos telefónicos realizado por el tabloide News of the World. Las otras dos surgieron a partir de la anterior e investigan pagos de periodistas del diario The Sun a policías para obtener información y hackeos informáticos de reporteros de ese diario. Todos estos escándalos periodísticos afectan al grupo News International del australiano Rupert Murdoch.
En total, 125 agentes de policía han participado en estas operaciones y 99 periodistas son sospechosos de haber realizado algún delito relacionado con su actividad profesional. 63 periodistas han sido arrestados y 43 imputados o citados a declarar. 67 policías sido investigados.
“Soy fotógrafo, no terrorista”En 2009 nació la campaña “I’m a Photographer Not a Terrorist” (Soy fotógrafo, no terrorista). Surgió a partir de un pequeño grupo de fotógrafos y camarógrafos establecidos en Londres que cubrían protestas políticas en Gran Bretaña, y descubrieron que estaban siendo vigilados por la Policía Metropolitana londinense. Al conocer este hecho, decidieron combatir “esta práctica antidemocrática y represiva” de forma colectiva. Fundado por el sindicato NUJ y el grupo de presión Campaign for Press and Broadcasting Freedom, la web fue presentada en público el 8 de agosto de 2009 en un evento al que acudieron unos 300 fotógrafos. La siguiente acción fue una flash mob para “desafiar el problema creciente de los espacios públicos privatizados”. Unas 100 personas, con sus cámaras, se reunieron en Canary Wharf, un lugar conocido por sus agresivos guardias de seguridad privada (habituados a impedir el trabajo a los fotoperiodistas), para grabarse y fotografiarse. Ningún guardia de seguridad hizo acto de presencia.
En enero de 2010, 3.000 fotógrafos se concentraron en Trafalgar Square. Esta vez la protesta estaba motivada por el uso de las leyes antiterrorista por la policía para impedir fotografiar el espacio público. Semanas antes de esta “reunión” de fotógrafos, las noticias de identificaciones, retenciones, amenazas e incluso arrestos de fotógrafos por el mero hecho de fotografiar lugares públicos aparecieron en los medios británicos. El 4 de julio de 2010 celebraron con una flash mob frente a Scotland Yard tras la decisión unánime del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de considerar que la sección 44 de la Ley Antiterrorista, que permitía a la policía identificar y registrar a cualquiera en un área determinada sin necesidad de ningún tipo de sospecha, incumplía el artículo 8 de la Convención Europea de Derechos Humanos, que consagra el derecho a la privacidad. En consecuencia, la coalición gubernamental ha introducido la sección 47A, que permite a los mandos policiales autorizar un poder temporal y geográficamente limitado a los agentes policiales para identificar y registrar personas sin sospecha sin el mando policial “tiene sospechas razonables de que un acto terrorista tendrá lugar”. La sección 44 no incluía “sospechas razonables” para decretar registros indiscriminados. ¿Pero qué son sospechas razonables?, se preguntan los promotores de la campaña: “Como fotógrafos que trabajamos en espacios públicos, todavía somos tratados bajo una sospecha que no es merecida y que no la experimentan la mayoría de ciudadanos en su vida diaria”.
Fuente: http://www.lamarea.com/2015/01/09/la-policia-britanica-ha-vigilado-y-monitorizado-al-menos-seis-periodistas/
Los informantes investigados por la policía han trabajado anteriormente exponiendo las malas conductas de grandes empresas y del Estado británico y todos ellos también han litigado contra malas praxis policiales, según el comunicado de prensa del sindicato NUJ. En muchos de estos casos, la Policía Metropolitana ha sido obligada a pagar los daños causados, disculparse y admitir su responsabilidad, después de que los derechos de los periodistas fuesen restringidos por agentes de policías en actos públicos.
La vigilancia policial ha salido a la luz gracias a una campaña, iniciada en el año 2008 por el sindicato NUJ, en la que se pedía a los miembros del sindicato que pidiesen a las autoridades los datos que tenían de ellos, incluyendo los de una unidad policial dedicada a monitorizar el “extremismo doméstico”. Gracias a esta campaña, varios miembros del sindicato obtuvieron la información recopilada sobre ellos. En los dossieres policiales a los que han tenido acceso han encontrado información relativa a su historial médico, su infancia e incluso observaciones sobre su sexualidad. El sindicato teme que haya muchos más periodistas que estén siendo vigilados. “Estos casos causan preocupación en muchos aspectos como el impacto en la privacidad, el efecto escalofriante en la actividad de los miembros del sindicato y los periodistas para hacer su trabajo y su capacidad para tomar parte en actividades legítimas sindicales”, afirma el sindicato NUJ. “Los periodistas y sindicalistas no tienen forma de conocer las circunstancias en las que estas actividades fueron monitorizadas y sistemáticamente almacenadas en secretas bases de datos policiales de “extremismo doméstico””, denuncian.
“En la información que he obtenido de mi archivo policial no hay ni siquiera una pista que indique que soy sospechoso de ningún delito ni tengo antecedentes. En cambio, las entradas sobre mí contienen frases tan obvias como el hecho de que estoy ‘siempre buscando una historia’ y que ‘he grabado anteriormente a agentes de policía’”, declara Jules Mattson, uno de los seis periodistas vigilados. “No veo ninguna justificación para mantener esta información ni imagino una defensa razonable del impacto que esto ha tenido en mi capacidad para hacer mi trabajo, como el desvelar la información policial a terceros cuando pido acreditaciones de prensa”.
“El hecho de que ninguno de los periodistas sean sospechosos de ningún crimen pero que todos hayan cubierto historias de conductas policiales y empresariales erróneas apunta a algo más siniestro, que la policía parece espiar a aquellos que buscan hacerles responsables de sus actos”, afirma el periodista y cómico Mark Thomas. “Mi dossier tiene 12 páginas y consta de cerca de 140 registros de vigilancia durante casi una década. Mi detallado expediente muestra que soy una especie de enemigo público simplemente por hacer mi trabajo”, declara el videoperiodista freelance Jason N. Parkinson.
“He afrontado la intimidación, vigilancia y en ocasiones violencia por parte de la policía durante toda mi vida profesional. No debería suceder que a veces tenga miedo de ir a trabajar. El mero hecho de crear una base de datos de ‘extremistas domésticos’ que almacene detalles de personas inocentes es sentida como una intimidación del Estado”, ha declarado el fotógrafo freelance Jess Hurd. “El simple hecho de formar parte de una base de datos de extremistas es en sí mismo perjudicial”, afirma el fotógrafo freelance David Hoffman.
La Federación Internacional de Periodistas (IFJ, por sus siglas en inglés) también ha condenado la acción policial. “Consideramos este vigilancia como un ataque al derecho a la intimidad de nuestros compañeros y condenamos su tratamiento como extremistas domésticos por la policía”,ha declarado Jim Boumelha, presidente de IFJ.
42 millones de euros gastados en investigar a periodistasSegún ha podido saber Press Gazette, la Policía Metropolitana de Londres ha gastado más de 33 millones de libras (más de 42 millones de euros) en tres operaciones destinadas a investigar a periodistas. Una de esas operaciones fue lanzada en enero de 2011 para investigar las alegaciones de hackeos telefónicos realizado por el tabloide News of the World. Las otras dos surgieron a partir de la anterior e investigan pagos de periodistas del diario The Sun a policías para obtener información y hackeos informáticos de reporteros de ese diario. Todos estos escándalos periodísticos afectan al grupo News International del australiano Rupert Murdoch.
En total, 125 agentes de policía han participado en estas operaciones y 99 periodistas son sospechosos de haber realizado algún delito relacionado con su actividad profesional. 63 periodistas han sido arrestados y 43 imputados o citados a declarar. 67 policías sido investigados.
“Soy fotógrafo, no terrorista”En 2009 nació la campaña “I’m a Photographer Not a Terrorist” (Soy fotógrafo, no terrorista). Surgió a partir de un pequeño grupo de fotógrafos y camarógrafos establecidos en Londres que cubrían protestas políticas en Gran Bretaña, y descubrieron que estaban siendo vigilados por la Policía Metropolitana londinense. Al conocer este hecho, decidieron combatir “esta práctica antidemocrática y represiva” de forma colectiva. Fundado por el sindicato NUJ y el grupo de presión Campaign for Press and Broadcasting Freedom, la web fue presentada en público el 8 de agosto de 2009 en un evento al que acudieron unos 300 fotógrafos. La siguiente acción fue una flash mob para “desafiar el problema creciente de los espacios públicos privatizados”. Unas 100 personas, con sus cámaras, se reunieron en Canary Wharf, un lugar conocido por sus agresivos guardias de seguridad privada (habituados a impedir el trabajo a los fotoperiodistas), para grabarse y fotografiarse. Ningún guardia de seguridad hizo acto de presencia.
En enero de 2010, 3.000 fotógrafos se concentraron en Trafalgar Square. Esta vez la protesta estaba motivada por el uso de las leyes antiterrorista por la policía para impedir fotografiar el espacio público. Semanas antes de esta “reunión” de fotógrafos, las noticias de identificaciones, retenciones, amenazas e incluso arrestos de fotógrafos por el mero hecho de fotografiar lugares públicos aparecieron en los medios británicos. El 4 de julio de 2010 celebraron con una flash mob frente a Scotland Yard tras la decisión unánime del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de considerar que la sección 44 de la Ley Antiterrorista, que permitía a la policía identificar y registrar a cualquiera en un área determinada sin necesidad de ningún tipo de sospecha, incumplía el artículo 8 de la Convención Europea de Derechos Humanos, que consagra el derecho a la privacidad. En consecuencia, la coalición gubernamental ha introducido la sección 47A, que permite a los mandos policiales autorizar un poder temporal y geográficamente limitado a los agentes policiales para identificar y registrar personas sin sospecha sin el mando policial “tiene sospechas razonables de que un acto terrorista tendrá lugar”. La sección 44 no incluía “sospechas razonables” para decretar registros indiscriminados. ¿Pero qué son sospechas razonables?, se preguntan los promotores de la campaña: “Como fotógrafos que trabajamos en espacios públicos, todavía somos tratados bajo una sospecha que no es merecida y que no la experimentan la mayoría de ciudadanos en su vida diaria”.
Fuente: http://www.lamarea.com/2015/01/09/la-policia-britanica-ha-vigilado-y-monitorizado-al-menos-seis-periodistas/
viernes, 9 de enero de 2015
El oscurantismo de las corporaciones eléctricas
09-01-2015 |
Reseña de “Cómo nos engañan las eléctricas” (Akal), del periodista Carlos Corominas
Luz contra el oscurantismo de las corporaciones eléctricas
A la hora de escribir se puede elegir entre el trazo grueso, la redacción de grandes titulares, de manera que el lector pueda hacerse una idea general del contenido. O se puede optar por la escritura elaborada y de detalle, con el riesgo de caer en una excesiva especialización y así extraviar al lector poco avezado. En “Cómo nos engañan las eléctricas”, libro publicado por el periodista Carlos Corominas en la colección “A Fondo”, de Akal, se combinan las dos metodologías. Lo que permite dos lecturas, una más sencilla y general, y otra más pormenorizada. Esto no es fácil, requiere oficio y dominio de la materia, más todavía en un asunto tan deliberadamente enrevesado como el funcionamiento en el estado español de las grandes corporaciones eléctricas.
A resolver con buena nota el expediente, contribuye la experiencia de un periodista especializado en medio ambiente, que ha trabajado en Efe-Verde, tomado parte en el consejo de redacción de El Ecologista, en la organización Ecooo, que trabaja por la soberanía energética, y sobre todo para el presente libro, participó en el trabajo de investigación “Energía Oscura” (en colaboración con eldiario.es). De este modo el autor, Carlos Corominas, arroja luz al arcano que plantea Pascual Serrano en la misma presentación del libro: “Peajes de acceso, tarifa de último recurso, costes de transición a la competencia, precio voluntario para el pequeño consumidor, peaje de respaldo, ingresos regulados, subastas, déficit de tarifa, garantía de potencia, casación de precios… Todo con el objetivo de que no les comprendamos y así poder instalarse en el abuso y el atropello”.
¿En qué consistiría la lectura “gruesa” del texto? En informarse de que, a partir de la “liberalización” del mercado eléctrico en 1997, las “cinco” grandes eléctricas (Endesa, Iberdrola, Gas Natural Fenosa, E.On España y EDP), han obtenido unos beneficios de más de 60.000 millones de euros. Se esgrime, al tiempo, que el déficit de tarifa (la deuda de los ciudadanos con este oligopolio empresarial) ronda los 30.000 millones de euros, mientras la pobreza energética en el estado español causa 10.000 muertos anuales. Para completar el paisaje a grandes rasgos, España es el país con la electricidad más cara de Europa sólo por detrás de Irlanda y Chipre (con el matiz agregado de se trata de dos islas).
“Cómo nos engañan las eléctricas” entra en el detalle, pero de manera accesible, sin apabullar al lector, en aspectos de contexto que se descuidan con el grito y la queja por las tarifas. Así, Corominas explica cómo antes de 1997 Endesa fue asegurándose “una posición muy fuerte en la futura liberalización”, y cómo –al concluir el proceso- el acceso a la electricidad ya no sería un “servicio público” para el ciudadano, al que se pasaba a considerar un mero “consumidor”. En cuanto a los Costes de Transición a la Competencia (CTC), señala el autor, “se idearon para compensar las inversiones que habían hecho las empresas en el marco regulado anterior a la liberalización”.
Para el lector que no se quiera perder en las subastas CESUR y las tarifas de último recurso, el periodista plantea ideas nítidas y de fondo: “El reparto del pastel está bastante claro, al menos para los dos más grandes. Endesa tiene el control sobre las islas que le reporta ingentes beneficios e Iberdrola domina la mayoría de las centrales hidráulicas. Fuentes del sector aseguran que existe un pacto tácito para que Iberdrola no entre a cuestionar la situación en las islas y Endesa no toque los embalses. En el ámbito nuclear, Endesa e Iberdrola se reparten la titularidad de las plantas con una escasa participación de Gas Natural”. Además, en relación con las centrales nucleares, “es conocido que en pleno proceso de transición a la democracia el sector público hubo de rescatar financieramente a las empresas eléctricas del país, que se habían embarcado en un proceso de inversión faraónico”, reconocía el exministro de Industria y Energía, Juan Manuel Eguiagaray en Cuadernos de Energía.
Otro aspecto de suma importancia que aborda el autor, y que posiblemente entre la barahúnda pase inadvertido para el gran público, es la llamada “burbuja del gas”, que condujo a la construcción de centrales de ciclo combinado (producción de energía eléctrica a partir de la quema de gas) por encima de las necesidades reales en la primera década de 2000. Actualmente están infrautilizadas, pero las compañías eléctricas han pedido compensaciones al estado por las inversiones realizadas. Y, para satisfacerlas, se inventó otro concepto sibilino, el “pago por capacidad”.
Tampoco se suele hablar del Plan del Carbón, suscrito en septiembre de 2013 por el gobierno, la patronal y los sindicatos, en el que se garantizaba una cuota de carbón nacional para la producción eléctrica, al tiempo que se estipulaba una reducción del uso y también de la plantilla en las minas. Aquello quedó, como titulaba un reportaje de El País, firmado por Rafael Méndez y Patricia Peiró, en “un pozo sin fondo” (en relación a los proyectos “alternativos” en las comarcas mineras). Un apartado especial merece en este asunto “el rey del carbón”, Victorino Alonso, denunciado por fraude, delitos fiscales, daños ambientales y la desaparición de medio millón de toneladas de carbón público. Asimismo, Carlos Corominas explica las “triquiñuelas” de las eléctricas para importar carbón del exterior, que les resulta más barato.
“Cómo nos engañan las eléctricas” analiza detenidamente el frenazo a las energías renovables, después de su auge, las causas judiciales abiertas contra el estado español por este motivo y el “cerrojo al autoconsumo”, que no deja de ser otro modo de primar a las grandes eléctricas. En este caso el gobierno no sólo innova otro concepto –el “peaje de respaldo”- sino que muestra un discutible equilibrio sancionador. Mientras, recuerda Carlos Corominas, no registrar una planta de autoconsumo puede suponer una multa entre seis y 60 millones de euros, la multa por una fuga radiactiva asciende a 30 millones de euros.
Otro asunto insoslayable, casi rutinario, cuando se trata el fraude de las eléctricas son los sueldos de presidentes y directivos de las compañías, y las “puertas giratorias”. Son números que tal vez expliquen otros guarismos, como los de la “pobreza energética”. El presidente de Iberdrola, José Ignacio Sánchez Galán, cobró en 2013 la cantidad de 7,4 millones de euros entre salario y complementos. A las “puertas giratorias” Carlos Corominas dedica 11 páginas (capítulo III) muy bien documentadas, pero le llegaría para una tesis doctoral, con una exuberante nómina que incluye a Felipe González (Gas Natural Fenosa), José María Aznar (Endesa), Luis de Guindos (Enel), Elena Salgado (filial chilena de Endesa). Pero el periodista no se queda en la conocida onomástica, sino que va un punto más allá: “José María Aznar fue el presidente que empujó a España al mercado liberalizado. Bajo su mandato se idearon los Costes de Transición a la Competencia (CTC) y Endesa entró en el mercado liberalizado como la gran eléctrica española”.
El libro, realmente un reportaje de 127 páginas, es la prueba de que con buena capacidad de síntesis puede reducirse la complejidad de un asunto y, además, abordarlo en su integridad. En los apartados finales Carlos Corominas amplía la perspectiva y, citando a Erika González, investigadora del Observatorio de las Multinacionales en América Latina (OMAL), recuerda que el 80% de la inversión extranjera en el estado español está controlada por siete empresas, de las que cuatro corresponden al sector de la energía (Gas Natural Fenosa, Endesa, Iberdrola y Repsol). Otro hecho que pone de manifiesto el poderío de las eléctricas españolas es su desembarco en América Latina al calor de las privatizaciones. Gas Natural Fenosa, Endesa o Iberdrola se hicieron en los años 90 con empresas públicas previamente saneadas por los estados, y a un módico precio. Hoy operan sus filiales Electricaribe (Colombia), Chilectra (Chile) o Elektro (Brasil), entre otras muchas.
La colusión entre el estado español y las grandes corporaciones pudo fácilmente comprobarse cuando Evo Morales anunció, en 2012, la expropiación de Transportadora de Electricidad (filial de Red Eléctrica Española) o la nacionalización por parte del gobierno argentino de YPF, controlada mayoritariamente por Repsol. Reacciones airadas que no distinguían entre negocios privados e interés público. Pero el fenómeno cobra dimensión mayor a medida que Corominas va aumentando la lente y apuntando a otros sectores, como el hídrico. “Uno de los grandes negocios de las multinacionales españolas en América Latina es la construcción y gestión de presas hidroeléctricas”, sostiene el periodista. Endesa construye en Colombia la presa de El Quimbo y las centrales de Pangue y Ralco en Chile, donde también se ha embarcado en la iniciativa HydroAysén para la implantación de cinco centrales en dos ríos de la zona. Iberdrola, remata Carlos Corominas, forma parte del conglomerado de empresas que está detrás de la presa de Belo Monte, en Brasil.
A resolver con buena nota el expediente, contribuye la experiencia de un periodista especializado en medio ambiente, que ha trabajado en Efe-Verde, tomado parte en el consejo de redacción de El Ecologista, en la organización Ecooo, que trabaja por la soberanía energética, y sobre todo para el presente libro, participó en el trabajo de investigación “Energía Oscura” (en colaboración con eldiario.es). De este modo el autor, Carlos Corominas, arroja luz al arcano que plantea Pascual Serrano en la misma presentación del libro: “Peajes de acceso, tarifa de último recurso, costes de transición a la competencia, precio voluntario para el pequeño consumidor, peaje de respaldo, ingresos regulados, subastas, déficit de tarifa, garantía de potencia, casación de precios… Todo con el objetivo de que no les comprendamos y así poder instalarse en el abuso y el atropello”.
¿En qué consistiría la lectura “gruesa” del texto? En informarse de que, a partir de la “liberalización” del mercado eléctrico en 1997, las “cinco” grandes eléctricas (Endesa, Iberdrola, Gas Natural Fenosa, E.On España y EDP), han obtenido unos beneficios de más de 60.000 millones de euros. Se esgrime, al tiempo, que el déficit de tarifa (la deuda de los ciudadanos con este oligopolio empresarial) ronda los 30.000 millones de euros, mientras la pobreza energética en el estado español causa 10.000 muertos anuales. Para completar el paisaje a grandes rasgos, España es el país con la electricidad más cara de Europa sólo por detrás de Irlanda y Chipre (con el matiz agregado de se trata de dos islas).
“Cómo nos engañan las eléctricas” entra en el detalle, pero de manera accesible, sin apabullar al lector, en aspectos de contexto que se descuidan con el grito y la queja por las tarifas. Así, Corominas explica cómo antes de 1997 Endesa fue asegurándose “una posición muy fuerte en la futura liberalización”, y cómo –al concluir el proceso- el acceso a la electricidad ya no sería un “servicio público” para el ciudadano, al que se pasaba a considerar un mero “consumidor”. En cuanto a los Costes de Transición a la Competencia (CTC), señala el autor, “se idearon para compensar las inversiones que habían hecho las empresas en el marco regulado anterior a la liberalización”.
Para el lector que no se quiera perder en las subastas CESUR y las tarifas de último recurso, el periodista plantea ideas nítidas y de fondo: “El reparto del pastel está bastante claro, al menos para los dos más grandes. Endesa tiene el control sobre las islas que le reporta ingentes beneficios e Iberdrola domina la mayoría de las centrales hidráulicas. Fuentes del sector aseguran que existe un pacto tácito para que Iberdrola no entre a cuestionar la situación en las islas y Endesa no toque los embalses. En el ámbito nuclear, Endesa e Iberdrola se reparten la titularidad de las plantas con una escasa participación de Gas Natural”. Además, en relación con las centrales nucleares, “es conocido que en pleno proceso de transición a la democracia el sector público hubo de rescatar financieramente a las empresas eléctricas del país, que se habían embarcado en un proceso de inversión faraónico”, reconocía el exministro de Industria y Energía, Juan Manuel Eguiagaray en Cuadernos de Energía.
Otro aspecto de suma importancia que aborda el autor, y que posiblemente entre la barahúnda pase inadvertido para el gran público, es la llamada “burbuja del gas”, que condujo a la construcción de centrales de ciclo combinado (producción de energía eléctrica a partir de la quema de gas) por encima de las necesidades reales en la primera década de 2000. Actualmente están infrautilizadas, pero las compañías eléctricas han pedido compensaciones al estado por las inversiones realizadas. Y, para satisfacerlas, se inventó otro concepto sibilino, el “pago por capacidad”.
Tampoco se suele hablar del Plan del Carbón, suscrito en septiembre de 2013 por el gobierno, la patronal y los sindicatos, en el que se garantizaba una cuota de carbón nacional para la producción eléctrica, al tiempo que se estipulaba una reducción del uso y también de la plantilla en las minas. Aquello quedó, como titulaba un reportaje de El País, firmado por Rafael Méndez y Patricia Peiró, en “un pozo sin fondo” (en relación a los proyectos “alternativos” en las comarcas mineras). Un apartado especial merece en este asunto “el rey del carbón”, Victorino Alonso, denunciado por fraude, delitos fiscales, daños ambientales y la desaparición de medio millón de toneladas de carbón público. Asimismo, Carlos Corominas explica las “triquiñuelas” de las eléctricas para importar carbón del exterior, que les resulta más barato.
“Cómo nos engañan las eléctricas” analiza detenidamente el frenazo a las energías renovables, después de su auge, las causas judiciales abiertas contra el estado español por este motivo y el “cerrojo al autoconsumo”, que no deja de ser otro modo de primar a las grandes eléctricas. En este caso el gobierno no sólo innova otro concepto –el “peaje de respaldo”- sino que muestra un discutible equilibrio sancionador. Mientras, recuerda Carlos Corominas, no registrar una planta de autoconsumo puede suponer una multa entre seis y 60 millones de euros, la multa por una fuga radiactiva asciende a 30 millones de euros.
Otro asunto insoslayable, casi rutinario, cuando se trata el fraude de las eléctricas son los sueldos de presidentes y directivos de las compañías, y las “puertas giratorias”. Son números que tal vez expliquen otros guarismos, como los de la “pobreza energética”. El presidente de Iberdrola, José Ignacio Sánchez Galán, cobró en 2013 la cantidad de 7,4 millones de euros entre salario y complementos. A las “puertas giratorias” Carlos Corominas dedica 11 páginas (capítulo III) muy bien documentadas, pero le llegaría para una tesis doctoral, con una exuberante nómina que incluye a Felipe González (Gas Natural Fenosa), José María Aznar (Endesa), Luis de Guindos (Enel), Elena Salgado (filial chilena de Endesa). Pero el periodista no se queda en la conocida onomástica, sino que va un punto más allá: “José María Aznar fue el presidente que empujó a España al mercado liberalizado. Bajo su mandato se idearon los Costes de Transición a la Competencia (CTC) y Endesa entró en el mercado liberalizado como la gran eléctrica española”.
El libro, realmente un reportaje de 127 páginas, es la prueba de que con buena capacidad de síntesis puede reducirse la complejidad de un asunto y, además, abordarlo en su integridad. En los apartados finales Carlos Corominas amplía la perspectiva y, citando a Erika González, investigadora del Observatorio de las Multinacionales en América Latina (OMAL), recuerda que el 80% de la inversión extranjera en el estado español está controlada por siete empresas, de las que cuatro corresponden al sector de la energía (Gas Natural Fenosa, Endesa, Iberdrola y Repsol). Otro hecho que pone de manifiesto el poderío de las eléctricas españolas es su desembarco en América Latina al calor de las privatizaciones. Gas Natural Fenosa, Endesa o Iberdrola se hicieron en los años 90 con empresas públicas previamente saneadas por los estados, y a un módico precio. Hoy operan sus filiales Electricaribe (Colombia), Chilectra (Chile) o Elektro (Brasil), entre otras muchas.
La colusión entre el estado español y las grandes corporaciones pudo fácilmente comprobarse cuando Evo Morales anunció, en 2012, la expropiación de Transportadora de Electricidad (filial de Red Eléctrica Española) o la nacionalización por parte del gobierno argentino de YPF, controlada mayoritariamente por Repsol. Reacciones airadas que no distinguían entre negocios privados e interés público. Pero el fenómeno cobra dimensión mayor a medida que Corominas va aumentando la lente y apuntando a otros sectores, como el hídrico. “Uno de los grandes negocios de las multinacionales españolas en América Latina es la construcción y gestión de presas hidroeléctricas”, sostiene el periodista. Endesa construye en Colombia la presa de El Quimbo y las centrales de Pangue y Ralco en Chile, donde también se ha embarcado en la iniciativa HydroAysén para la implantación de cinco centrales en dos ríos de la zona. Iberdrola, remata Carlos Corominas, forma parte del conglomerado de empresas que está detrás de la presa de Belo Monte, en Brasil.
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