Trumpconomics: la lucha de EEUU por conservar la hegemonía
La
administración Trump pretende desarrollar una política económica que incluye
estímulos fiscales (mayor gasto público y menores impuestos) y restricciones a
la movilidad de las personas y las mercancías, manteniendo la plena movilidad
del capital. De llevarse a cabo, este plan trastocaría el orden económico
internacional, creando uno nuevo. Sería la tercera vez en menos de cien años
que EEUU cambia las reglas del juego, siempre con la intención de mantener su
hegemonía.
Conocemos, aparentemente, todo sobre Trump:
sobre su padre y cómo llegó a EEUU, sobre su mujer actual y las anteriores,
sobre sus hijos y las parejas de estos, como le gusta decorar la Casa Blanca;
una avalancha de información intrascendente, de ramas que nos impiden ver el
bosque. Ese bosque es un hecho muy importante, nos encontramos ante un posible,
e incluso probable, cambio en el orden económico internacional, un momento
similar a la firma del tratado de Bretton Woods en 1944 o al cierre de la
ventanilla del oro por Richard Nixon en 1971.
Un poco de contexto
La primera vez que EEUU estableció las reglas
del juego fue, como es bien sabido, tras la II guerra mundial. Los Estados
Unidos llegaron al final de aquella guerra como clara potencia hegemónica, lo
que les llevó a rechazar el plan, intelectualmente brillante, de John Maynard
Keynes, representante de la delegación británica. Keynes postulaba un sistema
internacional que penalizase los superávits comerciales y permitiese el
reciclaje de esos excedentes en los países deficitarios en sus transacciones
con el resto del mundo. La idea de Keynes era evitar déficits comerciales
persistentes entre países, que llevasen a la acumulación de deudas y por tanto
a una retracción de la demanda, que él entendía era la causa fundamental del
estancamiento económico.
Esto es
muy interesante porque la llegada de Trump al poder ha colocado otra vez en
primera plana la cuestión de los superávits y déficits comerciales. La
historia se repite, primero como tragedia y más tarde como farsa ¿o es al
revés? El tiempo dirá.
Tras el final de la II guerra mundial Estados
Unidos, como vencedor, mantenía unos considerables excedentes comerciales con
el resto del mundo. La circunstancia de ser un país exportador en términos
netos, que por lo tanto tendría que pagar por sus excedentes comerciales bajo
el plan Keynes, le llevó a rechazarlo. En su lugar se estableció un sistema de
tipos de cambio fijos, con el dólar como moneda de reserva (en teoría
convertible por oro). Pese a cierta propaganda liberal, que de forma simple
continúa estableciendo una relación ficticia entre el cierre de la ventanilla
del oro y las políticas keynesianas, todas esas décadas gloriosas, la etapa
dorada del capitalismo, fueron décadas de políticas keynesinas. Se impusieron
controles de capital, para mantener los tipos de cambio fijos, a pesar de lo
cual se realizaron unas cuatrocientas devaluaciones oficiales durante el
periodo. En definitiva, fue una época de represión financiera y economía
dirigida por el estado con las tasas de crecimiento más altas de la historia,
aunque a mi juicio no deberíamos establecer una relación causal simple entre
ambos hechos. Pero, de esta época quizás lo que más nos interesa desde el punto
de vista del artículo actual es que Estados Unidos utilizó su superávit
comercial políticamente, reinvirtiéndolo, a través del Plan Marshall y otras
políticas para reconstruir Europa (especialmente Alemania) y Japón. La reinversión de los excedentes
comerciales en los países deficitarios junto con la represión financiera, que
minimizó la extracción de rentas no ganadas, es a mi juicio una parte
importante de la explicación de la estabilidad y el fuerte crecimiento de estas
décadas.
El sistema se vino abajo cuando Estados Unido
necesitó devaluar. Se había convertido en un país comercialmente deficitario,
gracias a su éxito en la reconstrucción de Alemania y Japón, que necesitaba
devaluar para pagar la guerra de Vietnam y su programa de bienestar (La Nueva
Frontera del presidente Kennedy y sobre todo la Gran Sociedad de su sucesor,
Lyndon Johnson), pero no podía hacerlo, por el anclaje del dólar al oro, sus
“socios comerciales” tenían que revaluar sus monedas y se negaban a hacerlo,
así que el presidente Nixon actuó, y el sistema de Bretton Woods comenzó a
morir.
Digo que comenzó a morir porque en aquel año
de 1971 se abrían todavía innumerables posibilidades, caminos por los que podía
haber transitado la economía mundial. Una década después se nos decía que “no
había alternativa” a un mundo con tipos de cambio flotantes, que hicieron
innecesarios los controles de capital, y que por tanto se caracterizó por el
auge del crédito y de los mercados financieros en un mundo con libertad de
movimiento de capital, que poco a poco intentó ir ampliando esa libertad
también al movimiento de las mercancías, lográndose grandes avances al
respecto, aunque no definitivos.
Este nuevo marco de relaciones fue sustentado
por la economía académica dominante y dio lugar a grandes desequilibrios en el
comercio, pero el déficit en la balanza de pagos no importaba, según la narrativa
comúnmente aceptada. De esta forma crecieron los desequilibrios
globales sin que a nadie le importase demasiado hasta el año 2008
Estados Unidos se había convertido en un país
con una balanza comercial muy deficitaria. China, Alemania, Japón y los países
productores de petróleo (y en menor medida México y Corea del Sur) exportaban
bienes que EEUU engullía sin cesar, mientras estos mismos países reinvertían
los excedentes financieros que obtenían de su relación comercial con Estados
Unidos en este mismo país. Wall Street estaba muy contenta con esa relación,
jugaba un papel muy importante en el reciclaje de esos excedentes en activos
financieros que vendía a instituciones públicas y privadas de los países con
balance comercial positivo.
Hasta que llegó la crisis. Y luego llegó
Trump.
La “nueva política” de los republicanos
norteamericanos
Fueron dos conservadores, Ronald Reagan y
Richard Nixon, los que pusieron en marcha el orden económico internacional
(aunque demócratas como Bill Clinton o Barack Obama han sido fervorosos
defensores y practicantes de él) que imperó en el planeta hasta la crisis
financiera internacional del año 2008, por eso puede sorprender que sean los
conservadores los que estén intentando desmantelarlo ¿Lo están intentando? ¿O
Donald Trump es un verso suelto, un llanero solitario que intenta hacer la
guerra por su cuenta? El
fenómeno Trump crece y se desarrolla en un caldo de cultivo que incluye no solo
a votantes del cinturón de herrumbre, aquellos que han visto sus ciudades
decaer según cerraban las fábricas, y que ahora sufren la nueva epidemia de la heroína, también
incluye economistas e intelectuales como Peter Navarro, el flamante nuevo
director del Consejo Nacional sobre Comercio, comentarista en medios como Bloomberg TV y radio, BBC, CNN, NPR, Marketplace y CNBC y autor de los libros The Coming China Wars Seeds of Destruction,
Death by China: Confronting the Dragon – A Global Call to Action y Crouching Tiger: What China's Militarism
Means for the World. De estos dos últimos libros se han realizado sendos
documentales.
En ellos Navarro nos advierte del
rumbo de colisión entre China y el resto del mundo, especialmente EEUU. China
recurre a la manipulación del tipo de cambio, la explotación de trabajo
esclavo, la ausencia de normas de protección medioambientales, el robo de
propiedad intelectual o la acción directa del gobierno, bien a favor de las
empresas nacionales o bien en contra de la competencia de estas, para anegar el
mundo con una riada de productos defectuosos, destruyendo factorías y empleos a
su paso. Por si eso fuera poco, la “dramática” expansión militar china
incrementa el riesgo de una confrontación militar. Estos y otros mensajes
similares, con el respaldo y la financiación de la asociación de la industria
manufacturera norteamericana se venían repitiendo periódicamente en algunos
medios de aquel país, mientras los europeos nos mirábamos el ombligo, ajenos a
los cambios que se estaban fraguando.
Navarro es además, junto a Wilbur
Ross, el autor del plan económico de Trump presentado en la campaña a las elecciones
presidenciales. El plan se define esquemáticamente en un párrafo:
El plan económico de Donald Trump propone reducir impuestos, regulaciones, reducir los costes energéticos, y eliminar el déficit comercial crónico americano. El objetivo de Trump es incrementar significativamente el crecimiento del PIB real y por lo tanto crear millones de nuevos puestos de trabajo adicionales y billones de dólares de ingresos adicionales y recaudación de impuestos.
Por supuesto, la forma natural de
reducir ese déficit comercial es enfrentarse a China:
La entrada de China en 2001 en la OMC negociada por el presidente Bill Clinton, abrió los mercados de América a una inundación de importaciones chinas ilegalmente subsidiadas, creando por tanto déficits comerciales masivos. El acceso de China a la OMC también aceleró rápidamente la deslocalización de las factorías americanas y el parejo declive en la inversión doméstica de las empresas en los Estados Unidos como porcentaje de nuestra economía.
Aunque el problema del déficit
comercial no se debe únicamente a China, Navarro y Ross citan a Alemania entre
los países que manipulan su tipo de cambio, y señalan al tratado multilateral
de comercio con México y Canadá (NAFTA) y el tratado bilateral con Corea del
Sur por ser tratados muy mal negociados que perjudican enormemente a Estados
Unidos. Su intención es renegociar los malos tratados, incluyendo también a
Japón.
Considérese que aproximadamente la mitad de nuestro déficit comercial es con solo seis países: Alemania, Canadá, China, Corea del Sur, Japón y México. Si miramos a la relación bilateral entre América y cada uno de esos países, mejorar nuestra balanza comercial es sin duda alcanzable a través de una combinación de aumentar exportaciones y reducir importaciones. Por supuesto habrá que negociar con dureza e inteligencia, precisamente una de las fortalezas de Trump.
La balanza comercial tiene que
estar en equilibrio, eso no se discute, en caso contrario no hay medidas que no
estén dispuestos a tomar.
La administración Trump no tolerará ser engañada por ninguna nación. Si los socios comerciales de América continúan engañando, el presidente Trump usará todos los medios a su alcance para defender a los trabajadores y la industria manufacturera americana de ese engaño, incluyendo aranceles.
En este punto conviene recordar que
las naciones señaladas por engañar son China y Alemania (parece ser que
interesa mantener buenas relaciones con Japón y Corea del Sur ahora que China
es el enemigo), lo cual deja a los europeos en una posición de extraordinaria
debilidad. Volveremos sobre ello en otro artículo, ahora debemos intentar
arrojar algo de luz sobre la situación que crea este giro a nivel global.
El minotauro global, muerto y
enterrado
El economista y ex-ministro de
finanzas griego Yanis Varoufakis traza en su libro El minotauro global una interesante explicación de la crisis
financiera internacional y el periodo posterior de estancamiento económico en
el que nos hemos instalado tras ella. Para Varoufakis la
economía capitalista necesita un sistema de reciclaje de excedentes, ya que
siempre hay unidades que producen más de lo que consumen y otras que consumen
menos, esto es también cierto a nivel global y se vuelve una necesidad más
perentoria en un sistema cambios fijo. Por esta razón se vino abajo el sistema
de Bretton Woods, porque no tenía un Mecanismo Global de Reciclaje de
Excedentes como sí tenía la idea de Keynes del BANCOR, de la que hablamos hace tiempo. Según cuenta Varoufakis en el
el libro, bajo el sistema de Bretton Woods los países tenían que mantener
alineada su moneda en una franja del más/menos 1%, para ello tenían que usar sus reservas de dólares.
En una recesión, un país comercialmente deficitario, y cuya moneda tiende a
bajar, tendrá muchos incentivos para no mantener el tipo de cambio dentro de la
franja, dejar que la moneda se devalué y por tanto ayudarse con las
exportaciones a superar el bache. Esto al final terminaría echando abajo el
sistema, en palabras de Varoufakis:
Se podrían poner todo tipo de excusas en apoyo de esta demanda (por ejemplo, que el país se ha quedado sin dólares). Keynes sabía que, en tiempos de crisis, sería políticamente imposible forzar a los países deficitarios a ceñirse a las reglas acordadas. Otros países deficitarios seguirían enseguida su ejemplo y el sistema de tipos de cambio fijos se vendría abajo. Exactamente como ocurrió el 15 de agosto de 1971.
El nuevo sistema que surge de las
cenizas de Bretton Woods es lo que Varoufakis denomina “El Minotauro global”,
mostrando su similitud con el mito del Minotauro, al que había que realizar
sacrificios. Los tipos de cambio flotantes, en teoría, tenían que haber ayudado
a que hubiese un cierto equilibrio en los flujos comerciales, pero como sabemos
eso no ha ocurrido, por el contrario, hasta la crisis se mantuvieron unos
desequilibrios enormes y persistentes, hasta que todo se vino abajo.
Evidentemente las entradas y salidas de capital por la compra venta de activos
financieros han jugado un papel fundamental en ello, el tipo de cambio, la
oferta y la demanda de una moneda en los mercados internacionales, está mucho
más determinada por las necesidades del sector financiero que por las del
comercial. El Minotauro, se convirtió por tanto en un Mecanismo de Reciclaje
Global de Excedentes, un mecanismo informal, pero mecanismo al fin y al cabo.
Desde los años setenta, Estados Unidos empezó a absorber gran parte de los excedentes de productos industriales del resto del mundo. Las importaciones netas de EE.UU eran, naturalmente, las exportaciones netas de países excedentarios como Alemania, Japón y China, su principal fuente de demanda. A su vez, los beneficios obtenidos por los emprendedores de las naciones excedentarias se devolvían diariamente a Wall Street, en busca de mayores ganancias. Wall Street utilizaba esta afluencia de capital extranjero con tres finalidades: a) ofrecer crédito a los consumidores americanos, b) como inversión directa en corporaciones extranjeras y, por supuesto, c) para comprar Bonos del Tesoro estadounidense (es decir, para financiar los déficits del gobierno de EEUU).
Un elemento central de este Mecanismo de Reciclaje de los Excedentes Globales, que he comparado con un Minotauro global, eran los dos pantagruélicos déficits de Estados Unidos: el déficit comercial y el déficit presupuestario del gobierno federal. Sin ellos, afirmaba este libro, el flujo global circular de bienes y capital no se cerraría, desestabilizando la economía global.
Vaya ¿o sea que el déficit por
cuenta corriente de EEUU estabiliza la economía global?, pues Trump quiere
reducirlo a cero. Veremos más adelante las consecuencias esto, antes un breve
comentario sobre las políticas energéticas de Trump.
El Minotauro y el oro negro
El comienzo del Minotauro global coincide, no
por casualidad, con el declive de la producción petrolera de EEUU, y el comienzo
de importantes importaciones, que llegaron hasta los 10 millones de barriles al
día en el año 2.005. Hoy la producción casi ha alcanzado aquel máximo del año
1.971, aunque las importaciones todavía no, ni mucho menos, en aquel año apenas
alcanzaban 3 millones de barriles día (mb/d) mientras que a día hoy se
encuentran en 7 mb/d descendiendo desde los 10 mb/d.
El programa elaborado por Navarro para la
administración apuesta claramente por incrementar la producción de
hidrocarburos, para reducir todavía más las importaciones de petróleo, e
incluso llegar a exportar gas. Veremos si lo consiguen, pero de momento van a
hacer todo lo posible, incluido eliminar la legislación restrictiva:
Para atacar esas regulaciones que inhiben que las empresas contraten personal el plan de Trump tendrá como objetivo, entre otras: (1) El plan de generación eléctrica de la Agencia de Protección Medioambiental (EPA), que fuerza a la inversión en energías renovables en detrimento del carbón y el gas, por tanto empujando al alza las tarifas eléctricas; y (2) la moratoria en la concesión de permisos para extracción de carbón del Departamento del Interior que ha dejado sin trabajo a decenas de millares de mineros del carbón.
La menor dependencia de EEUU de la
producción global de hidrocarburos permite a este país replegarse sobre sí
mismo, limitar su apertura al mundo y su gasto en operaciones militares de
ultramar. Habrá que ver cuánto tarda en producirse el pico de los hidrocarburos
no convencionales de fracking que han permitido a EEUU incrementar de forma muy
notable y rápida su producción de petróleo, y si ello no propicia un nuevo giro
en la política de EEUU.
Conclusiones: La desglobalización
Frankenstein y la hegemonía de EEUU
Asistimos a una desglobalización Frankenstein,
imperfecta, incoherente, pero desglobalización al fin y al cabo. Si los
teóricos de la integración económica insistían en que la olla con las monedas
al final del arcoíris se conseguiría con la libre movilidad de capital,
mercancías y personas, debemos reconocer que salvo en la Unión Europea (y en
este territorio todavía seguimos esperando la olla repleta de monedas al final
del arcoíris), la movilidad de las personas nunca estuvo en la agenda. A los
globalistas o integradores nunca les importó demasiado, se hacía negocio de
todas formas, sin embargo ahora se cae un elemento esencial de la narrativa, el
libre tránsito de mercancías ¿es posible? ¿puede prosperar un movimiento así
que cambia de un plumazo un consenso que parecía inamovible?
Mirando debajo de la superficie, el fenómeno
Trump no es una seta silvestre, algo que crece en cualquier lugar, aislado,
descontextualizado. Trump ha sido la cabeza visible de un movimiento que ha
agrupado a los trabajadores de los estados industriales del centro de EEUU, a
los lobbies de la industria manufacturera y de los hidrocarburos y a Wall
Street. Sí, Wall Street también apoyaba a los demócratas, parecen ser un
elemento indispensable con el que todos deben contar. Ellos solo quieren hacer
dinero, y para ello es suficiente que les permitan moverse libremente. Se puede
controlar el tránsito fronterizo de personas y mercancías, pero no el de
capital.
Disponen de fortaleza política, su victoria no
es casual, pero ¿saldrá bien? La idea de Varoufakis es de sentido común, si
necesito ocho pero puedo producir diez, y vender dos, está claro que el nivel
de producción será mayor si puedo vender esos dos, en caso contrario solo
produciré ocho. Si además alguien puede no solo consumirlos, sino invertirlos
para producir más, miel sobre hojuelas. Los hechos históricos parecen dar la
razón a Varoufakis, tanto el colapso de Breton Woods como la experiencia del
euro o el estancamiento persistente que se ha instaurado tras la crisis
financiera de 2008. La conclusión entonces
es clara, que Estados Unidos equilibre su balanza comercial redundará en un
menor crecimiento, todavía, de la
economía mundial.
¿Pero cómo se repartirán los costes? La idea de
que el comercio beneficia a todos por igual, o la idea contraria de que la
reducción del comercio perjudica a todos por igual es evidentemente una
falacia. La globalización ha tenido ganadores y perdedores, tanto a nivel
internacional como a nivel nacional. En este nuevo giro veremos por fin la
eutanasia del rentista, los perdedores serán los acreedores, Alemania, China y
Japón, su mercantilismo será pagado como se merece. En primer lugar perderán
una parte sustancial del mercado para sus exportaciones, y cuando reclamen el
cobro de su deuda acumulada está será pagada, al menos en parte, con inflación.
El plan de Trump, de fabricar localmente con mayores costes laborales e
incrementar la demanda vía gasto y recortes de impuestos debe necesariamente
crear inflación, ayudando además a la base de votantes de Trump a liquidar sus préstamos
hipotecarios. Una inflación del 4 al 5% durante un periodo de cuatro a seis
años contribuirá a relajar la presión acreedora tanto a nivel doméstico como
internacional.
El plan Trump es por tanto un plan coherente,
con unos objetivos definidos y bien calculados y apoyos no solo entre los
votantes sino también entre grupos de empresarios de enorme influencia. Un plan
que no busca crecer por crecer, busca que EEUU crezca más que otros (o que
decrezca menos), aunque ello signifique que el conjunto sea perjudicado. En
definitiva, por encima de todo busca mantener la hegemonía a medio plazo. Los
rivales también juegan, y ciertamente realizarán movimientos, pero como veremos
en una entrada posterior deben cambiar de forma radical sus premisas para
adaptarse a estas nuevas reglas del juego, y ello es difícil, especialmente
porque son similares, son como hongos que han crecido en las raíces de un árbol,
si les quitas las raíces no es fácil que se entiendan entre ellos para seguir
prosperando sin una raíz a la que aferrarse.
¿Pero cómo entender la libertad de movimiento
de capital absoluta que promueve Trump? A nivel ideológico, de narrativa, el
relato es cada vez más incoherente, más Frankenstein ¿por qué restringir el
movimiento de personas, de mercancías y no de capital? Sabemos que la libertad
de movimiento de capital tiene una correlación muy fuerte con las crisis
financieras
en mi opinión no es posible una salida de la
crisis sin restringir con firmeza la extracción de rentas que realiza el sistema
finaciero sobre la economía real. La financiarización está en la
base del descenso histórico en la inversión, y no será posible arreglar la economía
sin una fuerte represión financiera. La administración Trump puede que vea
esto, pero lo ignora, sabe que su sistema financiero es el más potente del
planeta, y librándole de regulaciones espera hacerle más competitivo. Una banca
regulada no puede competir con una desregulada, así que el giro norteamericano
arrastra al resto de países a eliminar regulaciones, mientras se insista en no
eliminar la libertad de movimiento de capital.
El sesgo hacia la hegemonía es evidente, Trump
busca potenciar aquellos aspectos en los que se siente fuerte. Sin embargo el
resultado es incierto, la reducción a cero del déficit comercial norteamericano
disminuirá de forma significativa el incremento de dólares que año a año ha
nutrido la economía mundial. En efecto, con su déficit por cuenta corriente
EEUU bombeaba dólares al resto del mundo, desaparecido el déficit la única
fuente de dólares serán los préstamos de Wall Street, pero la escasez de
dólares podría desencadenar la siguiente y largamente
anunciada crisis financiera.
Epílogo
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Jesús Nproa 23 de febrero del 2017
Nota del blog ..-
Una cosa es la geopolítica
y otra lo geoeconómico, la geopolítica es por ejemplo la americanización
financiera y detrás su complejo militar industrial y los bancos americanos y lo geoeconómico seria la economía global bajo
actores privados y no solo estados, lo global y los emergentes democratizan la
OMS e igual el FMI y otras y USA se resiste, no puede manejarlos a gusto ya. Lo
peligroso es el complejo militar industrial para venderle armas . A los Saudíes, por ejemplo ,
encitan otra vez el peligro iraní. Rápidamente
el Isis atenta en Irán y al mismo tiempo
bombardean los occidentales al ejército siro en la frontera jordana que atacaba los reducto del Isis
allí , mientras 50 mil chiíes iraquíes se van Siria
a luchar contra el Isis , y la prensa saca otra vez la mentira del niño sirio bombardeado en Alepo. Y los empresarios en la UE no quiere prolongar el bloqueo a Rusia están perdiendo millones no solo en inversiones sino con las exportaciones agrarias. Y la OTAN a pagarla entre todos . Buen mercado militar industrial . España compra aviones también. ¿Pero se quedaran además sin petrodolares?.
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