Los peligrosos «liberadores» de Oriente Medio
Alberto Negri
13/10/2024
De cuando en cuando, en el curso de la historia, aparece alguien que quiere cambiar Oriente Próximo y afirma querer «liberar» a los pueblos de la región. Hoy, mientras esperamos la respuesta de Israel contra la lluvia de cohetes de Teherán, Benyamin Netanyahu ha asumido ese papel. Después de que su gobierno bautizara el asesinato del líder de Hezbolá, Nasralá, y la ofensiva en curso en Líbano como «Operación Nuevo Orden», el primer ministro israelí hizo gala de un sorprendente descaro y fue incluso más allá.
Dirigiéndose al pueblo de Irán (al que llamó «el pueblo persa»), declaró: «Cuando Irán sea finalmente libre -y ese momento llegará mucho antes de lo que la gente cree- será todo diferente. Nuestros dos pueblos ancestrales, el pueblo judío y el pueblo persa, estarán por fin en paz». Mientras tanto, los dos países se acercan peligrosamente a un enfrentamiento directo que amenaza con sumir a toda la región en una guerra que atraería también a las grandes potencias.
Resulta ciertamente desconcertante oír a Netanyahu, cuya perspectiva mental e ideológica se define por la violencia y la guerra, prometer que liberará a los iraníes, después de haber decidido mantener a los palestinos bajo un régimen de apartheid y no estar dispuesto siquiera a considerar la posibilidad de un Estado palestino. Pero no hace falta remontarse a las particiones anglo-francesas para encontrar ejemplos similares de arrogancia: en años más recientes, ha habido otros que se han postulado como «libertadores».
Sus estrepitosos fracasos se han convertido en emblema de las tragedias que han asolado Oriente Medio. Y si nos fijamos en cómo surgieron estas ideas y cómo se desarrollaron, esto nos va a indicar cómo es probable que acabe tal intento.
En las últimas décadas, la persona que más esfuerzos intelectuales dedicó al proyecto de «rehacer» Oriente Medio fue Bernard Lewis, uno de los principales estudiosos del mundo sobre la región, profesor emérito de la Universidad de Princeton. En 1978, Lewis redactó un documento en el que recomendaba a los Estados Unidos que apoyaran a los movimientos islamistas radicales, el de los Hermanos Musulmanes y el de Jomeini, con la intención de promover la balcanización de Oriente Próximo siguiendo líneas tribales y religiosas. Lewis sostenía que Occidente debería alentar a aquellos grupos que buscan la independencia, como es el caso de los kurdos, los armenios, los maronitas libaneses, los coptos etíopes y los turcos de Azerbaiyán. Los disturbios darían lugar a lo que el profesor denominó un «arco de crisis», que en su opinión se extendería también a las repúblicas musulmanas de la Unión Soviética.
Su noción de un «arco de crisis» acabó teniendo un éxito extraordinario. Por desgracia para la administración Carter, Irán resultó ser más un problema para Estados Unidos que para Moscú, pero la invasión de Afganistán por el Ejército Rojo en 1979 proporcionó un extraordinario impulso a la teoría de Lewis: los Estados Unidos, con el apoyo militar de Pakistán y el respaldo financiero de Arabia Saudí, armó a miles de muyahidines que inmovilizaron a los rusos en una «guerra santa» hasta su retirada en 1989. Cuando los norteamericanos invadieron Afganistán tras el 11-S, pensaron que tendrían más éxito que los soviéticos, pero todo acabó como sabemos, con la devolución del país a los talibán y una vergonzosa huida de Kabul.
Pero la verdadera «obra maestra» de Lewis y los aspirantes a «liberadores» fue Irak. En 2002, convenció al presidente Bush Jr. y al vicepresidente Cheney para que atacaran a Sadam Husein, y escribió: «si logramos derrocar los regímenes de [Irán e Irak], las escenas de júbilo en sus ciudades superarían incluso a las que siguieron a la liberación de Kabul.» Pero poco se vio de las manifestaciones de júbilo imaginadas por el profesor, tanto en Bagdad como en Kabul.
Irak, ocupado en 2003 tras la mentira de unas armas de destrucción masiva que nunca se encontraron, acabó engullido por nuevas guerras y el terrorismo de Al Qaeda, y luego despedazado por el Califato: cientos de miles de muertos y millones de desplazados, igual que ocurrió en Siria. Y parece que ya hemos olvidado que no fueron los Estados Unidos, sino los pasdarán iraníes y Hezbolá, dirigidos por el general Soleimani -muerto más tarde por los norteamericanos en enero de 2021-, quienes consiguieron detener al ISIS a sólo 40 kilómetros de Bagdad, después de que el ejército iraquí se hubiera desbandado por completo en ese punto.
Tras los atentados del 11-S, el Pentágono había trazado planes para atacar siete países de Oriente Medio en cinco años después de Afganistán: Sudán, Somalia, Libia, Líbano, Siria, Irak e Irán. Todos sabemos cómo acabó aquello: un desastre continuo cuyas secuelas aún estamos sufriendo. Más tarde, la administración Obama se encaramó a la ola de las «primaveras árabes» de 2011, que supuestamente traerían la democracia, pero acabaron con regímenes autocráticos.
Los teóricos de un «nuevo orden» en Oriente Próximo, pese a su altura académica y a análisis que suenan eruditos, tienen un historial muy decepcionante (por no decir otra cosa) cuando se ve sometido a la prueba de la realidad. El problema es que aparecen en los medios de comunicación hablando de temas que desconocen y de lugares que nunca han visto, y moldean la opinión pública occidental con sus posturas. En lugar de recurrir a grandes teorías conspirativas para explicar esta serie de fracasos -teorías que normalmente sólo se elaboran después de los hechos- deberíamos prestar más atención a la desinformación cotidiana.
Hoy volvemos a hablar de un «nuevo orden» en Líbano, donde Israel ya fracasó en su intento de imponerlo en 2006. Por aquel entonces, la secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, saludó también la guerra como inicio del nacimiento de «un nuevo Oriente Próximo». Lo cierto es que, en cada una de estas ocasiones, los nuevos «liberadores» dejaron tras de sí un caos aún peor que los anteriores. Pero esa parece ser la intención general: la desestabilización perpetua, no la paz.
Alberto Negri prestigioso periodista italiano, ha sido investigador del Istituto per gli Studi degli Affari Internazionali y, entre 1987 y 2017, enviado especial y corresponsal de guerra para el diario económico Il Sole 24 Ore en Oriente Medio, África, Asia Central y los Balcanes. En 2007 recibió el premio Maria Grazia Cutuli de periodismo internacional y en 2015 el premio Colombe per la Pace. Su último libro publicado es “Il musulmano errante. Storia degli alauiti e dei misteri” del Medio Oriente, galardonado con el Premio Capalbio.
Fuente:
il manifesto global, 6 de octubre de 2024
https://www.sinpermiso.info/textos/los-peligrosos-liberadores-de-oriente-medio