Periodismo deshonesto
Los medios israelíes se han convertido en el brazo propagandístico del Gobierno en la guerra
La guerra de Gaza se presenta en las diversas pantallas israelíes dando parte de las cuentas oficiales del ejército israelí, directamente y sin cuestionarlas, y la rueda de prensa diaria del portavoz de las fuerzas armadas, el contralmirante Daniel Hagari. La cobertura, entretanto, le resta importancia a las preguntas críticas que surgen en el conflicto, como cuánto amenazan las maniobras terrestres las vidas de los rehenes israelíes en Gaza.
Se ignora las muertes de miles de familias palestinas en Gaza y la cobertura de los medios israelíes muestra imágenes de edificios destruídos sin mencionar la posibilidad de que haya gente enterrada bajo los escombros. Tan solo unas pocas voces en antena desafían la percepción del sistema, aunque la guerra estallara por la excesiva confianza en conceptos preestablecidos.
Se repite de manera obsesiva que las informaciones han sido aprobadas para su publicación por la censura militar. Los medios también dedican demasiada atención a la emotividad a expensas de la información seria en lo relativo al tema de los rehenes. A lo mejor, más que nada, lo que hay es un panorama mediático marcado por un sinfín de formas de autocensura.
Los periodistas y los investigadores de los medios temen que la industria de la comunicación israelí esté retomando malos hábitos en un intento por levantar la moral y afianzar la solidaridad con los soldados que arriesgan la vida en Gaza, y, al hacerlo, no esté mostrando la realidad que se vive allí.
“No hay instrucciones explícitas, pero se respira cierta atmósfera que no da cabida a las historias de las víctimas gazatíes en los boletines informativos”, señala un periodista de un destacado canal de noticias. “Nos rendimos al sentir de la gente, una manera de decir que después de una catástrofe tan grande, no deberíamos ‘darle al enemigo una oportunidad’”.
“El problema es que perjudica el papel de los periodistas porque los espectadores se acostumbran a no tratar al otro bando como seres humanos y no entienden por qué el mundo entero, que sí ve las duras imágenes de Gaza, nos da la espalda y trata a Israel como el agresor”.
“Los espectadores se acostumbran a no tratar al otro bando como seres humanos y no entienden por qué el mundo trata a Israel como el agresor”
David Gurevitz, investigador cultural y profesor en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Estudios Académicos de Gestión en Rishon Letzion, afirma que “al principio, cuando estalló la guerra, los medios de comunicación desempeñaron un papel responsable. Ahora se están convirtiendo en el brazo propagandístico del Gobierno, llenos de populismo y exaltado patriotismo. Lo que motiva a los medios es el deseo de atraer espectadores y conseguir índices de audiencia altos”.
No se puede discutir que los primeros días tras la masacre de Hamás, la televisión israelí mostró una profesionalidad encomiable en el que quizá fuese el momento más difícil que ha conocido nunca el país. “Tras el fatídico y espantoso ataque del 7 de octubre, fueron los medios los que intercedieron entre los civiles asustados y los derrumbados Gobierno y ejército; dieron voz a los clamores de los asesinados, exigieron respuestas y sirvieron de plataforma para los israelíes traumatizados”, indica Gurevitz.
Nurit Canetti, presidenta de la Unión de periodistas en Israel y presentadora de un programa de actualidad en la emisora de radio de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) Galei Tzahal, coincide. “La prensa entendió la carga sobre sus hombros y cumplió con su papel de mantener informada a la gente sobre lo que estaba pasando cuando nadie sabía lo que ocurría, ofrecer una plataforma a los desamparados e iluminar los lugares a los que el país había fallado, que no funcionaban o que sencillamente habían colapsado”, señala. “Los periodistas fueron los únicos que hablaron con las familias que habían perdido a un ser querido y con las familias de los rehenes”.
Fue esta profesionalidad la que propició que florecieran trabajos documentales en profundidad, como las historias de los fiascos relacionados con las advertencias de los observadores de las FDI y los rehenes en Be’eri. Estos informes se elaboraron “sin esperar las respuestas oficiales del Estado; los medios invirtieron recursos y presentaron a los espectadores historias en toda su complejidad. En este aspecto, merecen una medalla”, sostiene Canetti.
Sin embargo, abriéndose paso entre el profundo sentido de responsabilidad de las cadenas, ha aflorado una sensación de miedo constante a ofender a las familias de los rehenes o de los muertos, lo que ha llevado a la autocensura.
“Por un lado, hurgar en cuestiones delicadas es nuestra responsabilidad, pero por otro lado, cuesta tratarlas por lo difícil que le resulta al público”, indica. “Así que, una vez más, no estamos debatiendo asuntos que claramente van a acabar sobre la mesa de la gente en el futuro. ¿Cuándo vamos a hablar del elevado número de reservistas asesinados, del fuego amigo y los accidentes militares que generan cantidad de víctimas, del aumento de la violencia en Cisjordania?”.
“Hay miedo a la audiencia y a su reacción, y miedo a los políticos porque todo se vuelve política otra vez, y ‘la maquinaria de veneno’ es muy intensa”, apunta en referencia a la red de comentaristas y locutores incendiarios y de derechas que apoyan al primer ministro, Benjamin Netanyahu, y atacan a sus supuestos enemigos.
Dos meses y medio después del estallido de la guerra, cuesta evitar las preguntas molestas que surgen. ¿Cómo y por qué se ha rebajado la cobertura informativa hasta el punto en el que está sumida? ¿Puede compararse el actual comportamiento de los medios al de guerras anteriores? ¿Quién se beneficia de las informaciones sesgadas y tendenciosas? ¿Cómo se espera que se vea en pantalla el resto de esta guerra?
El caso de Chanel 12
La transformación que ha experimentado la televisión israelí desde el comienzo de la guerra se resume en el caso del presentador de Canal 12 Danny Kushmaro. En los primeros días de la guerra, recibió infinidad de elogios por la aflicción en su mirada, y este periódico lo nombró “la libido nacional”, alguien que había experimentado la conmoción “y la había resistido con valentía”.
“Decía lo que tenía que decir y, cuando informaba sobre el terreno, daba la sensación de que podía crear un partido político, presentarse a la Knéset y ganar las elecciones”, señala Mordecai Naor, escritor e investigador de los medios y la historia de Israel.
“Lo de hacer responsable al Gobierno era muy poco característico de Canal 12, y lo hicieron porque sentían que hablaban en nombre del público”, indica Tehilla Shwartz Altshuler, investigadora superior del Instituto Democrático de Israel. “La crítica al Gobierno era una expresión de patriotismo”.
A continuación llegó la invasión terrestre de la Franja de Gaza por parte de Israel y una nueva versión de Danny Kushmaro, que llevó un rifle de plástico del campo de batalla y lo paseó por el estudio. Llegados a ese punto, el investigador cultural Gurevitz, se desencantó del presentador de noticias.
“Se convirtió en uno de los representantes destacados de la retórica dura, el ejemplo de un hombre que había abandonado su papel periodístico de informar, criticar y abordar los asuntos de manera compleja y, en su lugar, hablaba todo el rato de ‘los animales humanos’ [de Hamás] con aires de superioridad”.
Cabe destacar que, por lo menos de momento, el programa de noticias “Ulpan Shishi” de los viernes por la tarde en Canal 12 no cuenta con un tertuliano que cumpla la función que desempeñaba Boaz Bismuth de defensor residente de Netanyahu. Cuando Bismuth, ahora miembro de la Knéset, dejó el programa para meterse en política, fue sustituido por Danielle Roth-Avneri, que no ha salido en antena desde que empezó la guerra.
Liberado de mensajes oficiales, el programa ha adoptado una línea relativamente crítica en contra del Gobierno y, en las últimas semanas, ha visto dispararse sus índices de audiencia a niveles que no conocía desde el primer confinamiento de la covid: más del 17% de toda la población en las dos primeras semanas de diciembre.
Y es que hay cierta sensación de que el tono general en el canal ha cambiado. “Guy Peleg tiene una sección habitual los viernes por la tarde en la que afirma que Netanyahu es un peligro para el país. Eso no representa las emisiones a lo largo de la semana”, indica Gurevitz.
El mes pasado, Peleg, el comentarista jurídico del canal, expresó su preocupación en “Ulpan Shishi” por el compromiso de los medios israelíes de mantener la moral nacional durante un reportaje sobre los intentos de la Oficina del primer ministro para reunir pruebas en contra del ejército por su comportamiento previo a la guerra, en contra del protocolo.
En referencia al franquiciado en Canal 12, Peleg señaló: “Keshet, nuestra compañía, puede dirigir una campaña sobre unidad y la gente puede colgar banderas a lo largo y ancho del país, pero el primer ministro nos está fragmentando”.
A pesar del bajo nivel de apoyo y confianza en Netanyahu por parte de la opinión pública, todas las declaraciones relativas a la guerra que ofrece a los medios se emiten en directo. Pero con el debido respeto a Kushmaro (o a Netanyahu), la figura más destacada que ha de examinarse para comprender la cobertura de la guerra es la del portavoz de las FDI, [Daniel] Hagari.
Al contrario que muchos de los ministros del gabinete de Netanyahu, a Hagari lo consideran creíble y popular, hasta tal punto, según Gurevitz, que la audiencia “lo trata como si fuese sagrado, sin ninguna crítica, y con una deferencia infinita que no se ha visto nunca hacia un portavoz de las FDI. Su acogida es absoluta en los programas de noticias”. Las sesiones informativas diarias en directo de Hagari se han convertido en un elemento fijo en las noticias de la tarde, como si se tratase de un prodigio de las ondas que trasciende un único canal.
“La fórmula es bastante fija”, indica Gurevitz, en referencia al orden de las principales emisiones de noticias de las 8 de la tarde, “con las noticias destacadas del campo de batalla, dos comentaristas, reportajes de ‘sufrimiento y valentía’ (los soldados que han caído en combate y las historias de los rehenes) y la rueda de prensa del portavoz de las FDI”.
Todas las tardes, Hagari se asegura de mencionar los nombres de los últimos soldados caídos y señala que el ejército entero está con sus familias. Por el contrario, las muertes de miles de niños palestinos están completamente ausentes de las noticias y la cobertura de actualidad.
“Desde el momento en que el ejército entró en Gaza por tierra, el portavoz de las FDI nos lo ha dado todo bien masticadito”, afirma Shwartz Altshuler, y destaca que en los primeros días tras la matanza del 7 de octubre en las comunidades fronterizas, los medios conseguían encontrar maneras creativas de informar sobre el terreno, incluso cuando estar allí suponía un riesgo.
“Pero desde [la entrada terrestre en Gaza el 27 de octubre], la imagen distorsionada del mundo que hemos estado viendo se basa fundamentalmente en el portavoz [de las FDI], y no debería ser así”, indica. “Tenemos que analizar qué se emite desde dentro de Gaza y qué se muestra en los medios extranjeros y crear una imagen que refleje la realidad”.
El periodista Ben Caspit, al que consideran en el centro político y el contrapunto de izquierdas de Amit Segal en el Canal 12 y Yinon Magal en la emisora de derechas Canal 14, calificó en un tuit el hecho de ignorar el sufrimiento en Gaza de necesidad moral: “¿Por qué prestar atención [a Gaza]? Se han ganado ese infierno a pulso, yo no siento la más mínima empatía”.
“Cifras como 20.000 muertos se vuelven abstractas cuando no ves las duras imágenes”
“Cifras como 20.000 muertos se vuelven abstractas cuando no ves las duras imágenes”, advierte Gurevitz. “La audiencia israelí no es capaz de albergar dos tipos de dolor juntos, observar e identificarse con la víctima humana al otro lado como tal, y los medios se aplican el cuento”.
Naor atribuye la decisión de los medios israelíes de ignorar el sufrimiento del otro lado al padecimiento constante de los 129 rehenes secuestrados de Israel que siguen cautivos en Gaza. “El golpe que hemos encajado nos ha endurecido el corazón y hace que no mostremos interés en el sufrimiento de otros”, asegura. “Por todo el mundo, intentan crear un equilibrio entre los [dos] bandos, pero nosotros no tenemos ese privilegio porque sabemos exactamente lo que nos pasó y seguimos sin saber qué pasará en el futuro con los rehenes. Es una encrucijada porque, en cuanto tenemos el cuchillo en la garganta, nos une el patriotismo”.
El periodista de informativos que habló con Haaretz afirma: “El ambiente que se respira en la redacción es que Hamás es el artífice de todo y que las cifras y los relatos que salen de Gaza hay que tomarlos con mucha precaución, que en realidad no hay ninguna base para mostrar nada. Es una situación complicada. Soy consciente del papel que desempeñamos en mantener la moral nacional. No digo que tengamos que mostrar [los acontecimientos] a partes iguales, pero ¿no puede haber al menos un 20% de la cobertura sobre [las víctimas de Gaza]? ¿Un 10%? Ni eso hay”.
La valoración de Shwartz Altshuler es que el móvil principal de la cobertura israelí de Gaza no es en realidad la falta de empatía hacia los palestinos que viven allí, sino más bien la relación con el portavoz de las FDI y la falta de acceso a contenido que no esté bajo sospecha de parcialidad a favor de los palestinos. Al contrario que en guerras anteriores, las FDI están impidiendo en gran medida que los periodistas extranjeros entren en Gaza.
“Es una historia complicada, entre el contacto con las fuentes y los trapicheos con la información, ‘lo que me dé el portavoz de las FDI’”, indica Shwartz Altshuler. “Me gusta el portavoz de las FDI, pero dar por sentado que cualquier cosa que diga es una verdad absoluta no es razonable. Un periodista que coge la información del portavoz de las FDI y la transmite ‘tal cual’ está traicionando su trabajo”.
Los bebés inexistentes
Yishai Cohen, el editor político de la página web de noticias ultraortodoxa Kikar Hashabbat, que también es comentarista invitado en Canal 12, tiene experiencia en este sentido. El 28 de noviembre, tuiteó una breve promo de una entrevista con el teniente coronel (en la reserva) Yaron Buskila, de la División de Gaza de las FDI, en la que Buskila aseguraba que el 7 de octubre había visto bebés “colgando en fila de una cuerda de tender” en Kfar Azza, invadido por terroristas de Hamás.
“Reconozco que no se me ocurrió que tuviera que comprobar la veracidad de una historia que venía de un teniente coronel”
“Reconozco que no se me ocurrió que tuviera que comprobar la veracidad de una historia que venía de un teniente coronel”, contestaba Cohen al explicar por qué había borrado el tuit tan solo unos minutos después de publicarlo. “Cometí un error”.
La entrevista con Buskila, que es el director de operaciones de la organización sin ánimo de lucro Foro de Seguridad y Defensa de Israel, asociada a las derechas, se la había ofrecido a Cohen el portavoz de las FDI. Un representante de la oficina del portavoz estaba presente en la entrevista.
Tras las declaraciones de Buskila sobre los bebés, la oficina del portavoz ya no concede más entrevistas ni reuniones con la prensa. En un comunicado en respuesta a una petición de que se pronunciase al respecto, la oficina indicó: “Se ha llevado a cabo una investigación y se han extraído las lecciones pertinentes”.
Un asunto relacionado es la poca diversidad de opiniones que presentan las mesas de debate en los medios de comunicación. La mayoría de los comentaristas –entre ellos, una gran cantidad de periodistas y personas anteriormente en puestos de autoridad que abarrotan los estudios desde el estallido de la guerra– usan la misma fuente, según afirma Shwartz Altshuler.
La mayoría de los comentaristas usan la misma fuente
“Así que, ¿cómo va a haber diversidad de opiniones y puntos de vista sobre la realidad?”, se pregunta. “Por ejemplo, Tamir Hayman, exdirector de Inteligencia Militar, que es comentarista en las noticias de Canal 12, es miembro de un limitado equipo de asesores del ministro de Defensa, Yoav Gallant, sobre la guerra”.
“¿Qué diferencia hay entre él y Jacob Bardugo?”, se plantea, en referencia a un estrecho colaborador de Netanyahu que ha trabajado en radio. “No creo que Hayman represente a Gallant, pero sí que representa el sistema de defensa”.
La cuestión, según señala, no es solo quién sale en antena, sino también quién no sale. Shwartz Altshuler cita revelaciones en los medios que apuntan que observadores de las FDI en puestos fronterizos y un oficial en la Unidad de Inteligencia Militar 8200 expresaron su preocupación por la existencia de indicios de que Hamás estaba planeando un ataque antes del 7 de octubre. La investigadora del Instituto Democrático de Israel también preguntó por qué los canales no aprovechaban la oportunidad para incluir más mujeres comentaristas.
“Al contrario que los hombres, ellas no formaban parte de la doctrina [equivocada] ni del sistema que falló. En cambio, siguen trayendo a mujeres para hablar de psicología y a hombres para hablar de defensa”, indica.
El 4 de diciembre, los periodistas publicaron una carta en la que llamaban a los directores de los medios informativos en televisión a cambiar el modelo y que al menos la mitad de los participantes en el debate fueran mujeres. Pero lo que resulta aún más llamativo que la ausencia de mujeres es que las voces de los ciudadanos árabes de Israel se han convertido en una rareza en las emisiones de noticias, incluso para los estándares habituales israelíes (a menos que su nombre resulte ser Yoseph Haddad, destacado defensor de Israel).
“La comunidad árabe ha sido excluida por completo del discurso, y por lo tanto la impresión general que se ha creado es que no existe en absoluto en conexión con estos hechos”
“La comunidad árabe ha sido excluida por completo del discurso, y por lo tanto la impresión general que se ha creado es que no existe en absoluto en conexión con estos hechos”, señala Kholod Idres, codirectora del Departamento por una Sociedad Compartida de la Asociación Sikkuy por la Promoción de Igualdad de Oportunidades, una organización sin ánimo de lucro.
“El ejemplo más claro es que los rehenes de la comunidad árabe fueron totalmente ignorados al comienzo de la guerra. Durante más de una semana, con la excepción de la radio Galei Tzahal, los principales medios de comunicación en Israel no mencionaron el hecho de que entre los cientos de israelíes que habían sido secuestrados y enviados a Gaza, también había ciudadanos árabes. En Canal 12, la primera alusión al tema no llegó hasta el 20 de octubre”.
Un ente que ha surgido de sus habituales sombras es la censura militar. Los canales de noticias israelíes han estado destacando el hecho de que diversas informaciones diplomáticas y militares han sido aprobadas por la censura, aunque no están obligados a indicarlo. ¿Un intento de tranquilizar a la audiencia? No necesariamente.
“Demuestra lo mucho que los medios están ganándose el favor de los espectadores y del sistema y lo mucho que quieren que los acepten”, señala Gurevitz. “Solo emitimos lo que es bueno para la moral. Queremos censura. No vamos a abrir la boca”.
Sin embargo, Naor tiene otra explicación: “Creo que los periodistas quieren dar a entender que se hallan en un dilema, es decir, ‘podríamos haber dicho más’. Es un guiño, una señal. Al fin y al cabo, a nadie le gusta que lo censuren”.
Llenar el vacío
La imagen completa de la guerra no se muestra, y los recorridos de Gaza que organiza la Oficina del Portavoz de las FDI para los periodistas en realidad no lo compensan, pero la búsqueda de los medios de “una imagen de victoria” explica al menos en parte el comportamiento de los medios.
“Lo veremos cada vez más fuerte en las próximas semanas, cuando la guerra empiece a decaer”, predice Shwartz Altshuler. El deseo de representar el fin de la guerra como una victoria que oculte el objetivo confeso de la guerra de derrotar por completo a Hamás es principalmente financiero, según afirma, no ideológico.
“Los medios no pueden indicarle a la audiencia que ‘hemos perdido’ y seguir vendiendo publicidad”, señala. “Necesitan que el Gobierno cree el dramatismo y el Gobierno necesita que ellos creen la narrativa”.
Los primeros signos de la tendencia se dejaron ver en las emotivas imágenes del regreso de los rehenes a Israel. “Fue un auténtico reality show”, apunta Shwartz Altshuler. “Contenido para llenar un vacío, sin valor informativo, pero invadiendo la privacidad de los rehenes que regresaban”.
Se documentaron las liberaciones aunque la privacidad de los rehenes se había respetado en la cobertura mediática israelí de los vídeos de rehenes publicados por Hamás. Tampoco figuran en la cobertura israelí las imágenes de los medios informativos extranjeros de los prisioneros palestinos a los que liberó Israel en intercambio por los rehenes y el reencuentro con sus familias.
Un ejemplo más reciente son las imágenes de cientos de prisioneros palestinos en Gaza, esposados y en ropa interior, emitidas a pesar de que se calculaba (según informó Haaretz) que en realidad solo entre un 10 y 15% de ellos eran miembros activos de Hamás o estaban asociados a la organización. (Una foto parecida se publicó en la guerra de Gaza de 2014).
Reclutar a los medios durante una guerra no es para nada un concepto nuevo, pero Gurevitz tiene la sensación de que esta vez, es más pronunciado que antes: “Los medios reflejan ahora nuestra situación traumática y la legitimación de actuar de un modo extremo por ello, y refleja una sed de venganza generalizada”, señala. “La venganza es algo que obviamente motiva a los ejércitos, pero en realidad no resuelve los problemas. La retórica dura y la sensación de histeria no proyecta la fuerza israelí, sino más bien desesperación y el deseo de ver imágenes de rendición a cualquier precio”.
Naor, que era subcomandante de Galei Tzahal durante la guerra de Yom Kipur de 1973 (y posteriormente se convirtió en comandante, el equivalente a director de radio), cree que hasta la forma más determinada de patriotismo termina por agotarse. Más que ningún otro conflicto, la guerra actual le recuerda a la Primera Guerra del Líbano de 1982. “En aquella ocasión, por primera vez, vimos la implicación de la política durante el periodo de guerra. Dos semanas después de que comenzase, hubo una revuelta de los medios en contra del sistema”.
Naor menciona al periodista Dan Shilon, que planteó una pregunta en Galei Tzahal en las primeras etapas de esa guerra: “¿Cómo salimos de este embrollo?”. El ministro de Defensa, por aquel entonces Ariel Sharon, trató sin éxito de sacar a Shilon del servicio de reserva en la emisora. Cuando las FDI investigaron la polémica, llegaron a la conclusión de que Shilon no estaba siendo crítico con ir a la guerra.
Las masacres de Sabra y Shatila por parte de los aliados Falangistas Cristianos de Israel se cometieron tres meses después, y los israelíes se echaron a la calle en lo que se llamó “la protesta de los 400.000” en lo que es ahora la plaza Rabín de Tel Aviv. En esta ocasión, también, Naor pone en duda el argumento de que no se debe expresar crítica de una guerra mientras se está librando (“silencio, estamos disparando”, como reza un dicho en hebreo). Un enfoque como este, según él, no puede durar mucho.
No puede subestimarse la conmoción que provocaron los acontecimientos del 7 de octubre, pero si alguien tenía la esperanza de que iban a producir cambios positivos en el comportamiento de los medios israelíes, lo más seguro es que se decepcione. “Las catástrofes no generan un cambio de la realidad. Eso requiere auténticos procesos”, afirma Shwartz Altshuler, y señala que incluso en plenos combates actuales, el Gobierno israelí no ha parado de intentar intervenir en los medios para sus propios fines, como por ejemplo, presionar para que reciban concesiones Canal 14, una emisora partidaria de Netanyahu, y estaciones de radio regionales.
“¿Por qué nadie en televisión dice que el ministro de Comunicaciones, Shlomo Karhi, está explotando el ‘silencio, estamos disparando’ para alterar el mercado televisivo?”, se pregunta. Altshuler afirma que no hay proceso positivo posible sin introspección exhaustiva, la cual no puede esperar a que acabe la guerra.
“Por ningún lado se mantienen discusiones genuinas acerca de las cuestiones que implican responsabilidad de los medios”, indica. “La gente está ocupada golpeando el pecho de los políticos, pero ¿y cuando apoyabas el paradigma que ha colapsado, cuando te tragabas todo lo que te echaban? Cuando regresamos a las prácticas de ‘el día de antes de la guerra’, es muy doloroso”.
Canal 12 se negó a responder a este artículo.
Este artículo se publicó el 25 de diciembre en Haaretz.
Traducción de Ana González Hortelano