Bolivia en su Historia: algunas referencias bibliográficas
para su estudio
Por Hernan Apaza
Existen una serie de imágenes
recurrentes que relampaguean cuando se hace referencia a la historia de
Bolivia. Algunas más lejanas, referidas a los levantamientos y
rebeliones indígenas decimonónicas; otras, ya entrado el siglo XX, se
condensan en torno a la Revolución del ’52 o a la presencia del Che en
aquellas tierras. Más cercanas y cruentas por la proximidad y los
potentes registros, sacuden las que aluden a la Guerra del Agua y por el
Gas… Ciertamente, también es fuerte el cuadro de un aymara presidente o
de más de una chola como representante en el Congreso Nacional en un
país históricamente dominado por la minoría “blanca” o criolla. Estas
imágenes y poco más… porque como suele ocurrir, más allá del efecto
impresionista -muchas veces atravesado por cierto centralismo
rioplatense-, poco se conoce de los procesos históricos de los pueblos
de Nuestramérica. O, en todo caso, estamos hábidos de un relato mayor
que enhebre estos acontecimientos que los contenga y otorgue un sentido
general.
El recorte bibliográfico es
caprichoso y lejos está de nuestra voluntad sostener el presunto
monopolio que quieren ejercer historiadores académicos sobre el pasado.
Este breve artículo no pretende más que presentar una serie de
producciones referidas a la historia de este país publicados y editados
en su gran mayoría en tierra boliviana, y producidos por investigadorxs
nativxs. Desde ya, lo que sigue a continuación no agota el panorama sino
que simplemente ponemos a consideración de quienes se interesen por el
pasado del país algunas contribuciones que consideramos relevantes.
Inicialmente,
podemos organizar los estudios sobre el pasado boliviano de dos
maneras: a partir de cierta periodización o atendiendo a los temas y/o
problemáticas que los motivan. De toda la bibliografía producida en los
últimos 15 años por lo menos, destacan dos preocupaciones: el Estado
boliviano y los movimientos sociales, ambos atravesados por la ‘cuestión
indígena’ y, en menor medida, por problemáticas referidas al
regionalismo boliviano, tal y como desarrollaremos más adelante.
Asimismo, dos acontecimientos resultan trágicos en la memoria histórica
popular: la derrota frente a Chile y la pérdida de salida al mar y la
guerra contra el Paraguay, en torno a los cuáles se construyó
históricamente el nacionalismo boliviano. Finalmente, otro de los
interrogantes más sostenidos refiere al -nunca alcanzado- desarrollo de
la economía.
En cuanto a la
periodización, la operación historiográfica coincide en destacar cuatro
grandes períodos, atendiendo a las transformaciones
político-institucionales: aquel que centra su atención en las culturas
originarias del actual territorio boliviano (del 10.000 a.C. al 1540
d.C., aproximadamente); el período colonial, con el triunfo español y el
sometimiento de los pueblos originarios (siglos XVI y XVII) y un
período de reformas, rebeliones y crisis del orden colonial (1700 a
1825); la independencia y el régimen republicano (1825 a 1952), en el
que la periodización encuentra alteraciones, conforme se tenga en cuenta
la consolidación del régimen oligárquico, la emergencia del
nacionalismo y el estallido revolucionario de 1952. La Bolivia
posrevolucionaria, a su vez, pendula entre el militarismo y la
democracia.
Entre los trabajos de
síntesis histórica, hasta hace unos años sólo se contaba con las
sucesivas reediciones del clásico estudio de Herbert Klein (cuya primera
edición es de 1982) y a la también reconocida “Historia de Bolivia” de
José de Mesa, Teresa Gisbert y Carlos Mesa Gisbert (cuya primera edición
es de 1997 y fue sucesivamente actualizada y reeditada). A ellos, se
sumó un importante aporte: en 2015 se publicó una colección compuesta
por seis tomos, producto de años de investigación historiográfica
académica, facturada por un colectivo de investigadorxs provenientes de
diversas disciplinas, nucleadxs en la “Coordinadora de Historia”.
Tanto la “Historia de Bolivia” de Mesa, Gisbert y Mesa Gisbert como el
de la Coordinadora se destacan por extender su estudio a la historia
reciente de Bolivia, llegando a tematizar la primera década del siglo
XXI. Ambos coinciden también en construir una periodización clásica,
asentada en los cambios político-institucionales, aunque sus
declinaciones interpretativas sean diferentes.
Si
la periodización es segmentación del tiempo y construcción de unidades
históricas constitutivas de un proceso histórico determinado,
consideramos que puede encontrarse una veta potente, en términos de
política de la Historia, intervenir y desestabilizar las continuidades
expresadas por las periodizaciones tradicionales -estadocéntricas,
patriarcales y en muchos casos reaccionarias al protagonismo de las
clases populares- a partir de diferentes investigaciones históricas que
refieren a los nudos problemáticos anteriormente mencionados. En
particular, teniendo en consideración que la historia de las clases
populares y de los grupos dominados -sean indios o afrodescendientes,
mujeres o identidades disidentes- es la historia de lo discontinuo,
debido a que todos los intentos emancipatorios, hasta el momento por lo
menos, fueron derrotados, quedaron truncos. Aquí, sólo vamos a
detenernos tan sólo en dos o tres vectores populares en la Historia
boliviana.
Indianismo
En
la introducción a un valioso libro editado en 2007, “Bolivia: memoria,
insurgencia y movimientos sociales”, Maristella Svampa decía que “tal
como afirman investigadores como Silvia Rivera, Raúl Prada y Luis Tapia,
la Bolivia actual es el resultado del cruce y yuxtaposición entre
elementos que provienen de la memoria larga (la colonización), la
memoria mediana (el Estado nacional-popular de los cincuenta) y la
memoria corta (las luchas antineoliberales, a partir de 2000).” Se trata
de otro modo de organizar la materialidad histórica, esta vez apelando a
un fuerte componente subjetivo como es la “memoria” popular.
De la obra citada, recuperamos justamente dos artículos dedicados a la “memoria larga”, escrito por Álvaro García Linera (“Indianismo y Marxismo. El desencuentro de dos razones revolucionarias”) y Luis Tapia (“Bolivia: ciclos y estructuras de la rebelión”).
Pueden ser conjugados para tratar de comprender los avatares del
marxismo boliviano y sus encuentros y desencuentros con la tradición
indianista o el indianismo (el texto de García Linera) como así también
el papel de los sindicatos en las luchas obreras e indígenas, abordando
también la cuestión nacional-popular, desestimada por el actual
vicepresidente de Bolivia. Este mismo debate entre las tradiciones
político ideológicas, muy particularmente el indianismo, está
profundamente analizado por la propia Svampa en su libro “Debates
latinoamericanos” de 2016.
Desde otra
perspectiva, original y potente, Silvia Rivera Cusicanqui ha producido
un corpus investigativo que merece ser considerado con atención. Aquí,
si bien resulta importante su clásico “Oprimidos pero no vencidos. Luchas del campesinado aymara y qhechwa, 1900-1980” de
1984, consideramos necesario estimular la lectura de sus más recientes
obras, ya que allí se encuentran interpretaciones únicas del proceso
histórico de los pueblos originarios de su país a través de lo que ella
ha denominado “sociología de la imagen” (2015), como praxis descolonizadora. En este movimiento de fuerte reivindicación del mundo indígena, destaca también su “Ch’ixinakax utxiwa: una reflexión sobre prácticas y discursos descolonizadores” (2010).
Menos conocida -en Argentina, por lo menos- es la obra de José Teijeiro, cuyo “La rebelión permanente. Crisis de identidad y persistencia étnico-cultural aymara en Bolivia” (2007)
es un aporte fundamental para comprender la centralidad que la
dominación colonial tuvo desde el siglo XVI en adelante, y cuyas
consecuencias aún son visibles y padecidas por las grandes mayorías de
la población. Pero sobre todo, permite explicar las razones de la
consecuente reafirmación de la identidad aymara, a pesar de la violencia
secular a la que fue sometido el indio.
Otras producciones, ya clásicas y dignas de atención, son las que se encuentran contenidas en la
“Biblioteca del Bicentenario de Bolivia” (
http://www.bbb.gob.bo),
promovidas por el Centro de Investigaciones Sociales de la
Vicepresidencia de la Nación, entre las que se pueden encontrar textos
como
“La revolución india”, de Fausto Reinaga,
“La cara india y campesina de nuestra historia”, de Xavier Albó y Josep Barnadas,
“Historia de la Rebelión de Túpac Catari”, de María Eugenia del Valle o
“Cuando sólo reinasen los indios. La política aymara en la era de la insurgencia”, de Sinclair Thompson y
“El Katarismo”, de Javier Hurtado Mercado.
Los movimientos sociales
En
lo que respecta a los movimientos sociales, para la historiografía en
general el actor fundamental a lo largo del siglo XX fue la clase obrera
y sus organizaciones y centrales sindicales. De allí que existe
bibliografía dedicada a ella, no sólo en la academia sino también
producidas por las organizaciones partidarias de izquierda (por ejemplo,
la “Historia del movimiento obrero boliviano”, de Guillermo Lora).
Otra
puerta de acceso al pasado del pueblo boliviano es hacerlo considerando
la historia de sus organizaciones, aquellas que fue construyendo al
calor de la lucha y de los conflictos sociales, económicos y políticos.
Como bien afirma García Linera “si algo hubo de derechos ciudadanos
durante el siglo XX, en buena parte se debió al ímpetu organizado de los
sindicatos.” Esta frase pertenece a la Introducción de “Sociología de los movimientos sociales en Bolivia. Estructura de movilización, repertorios culturales y acción política” (primera
edición en 2004), coordinado por García Linera en coautoría con Marxa
Chávez León y Patricia Costas Monje. Se trata de un mapa riquísimo de
las organizaciones populares: “bajo distintas formas, comunitaria,
gremial, sindical de gran empresa, barrial o étnica, si algo caracteriza
a la sociedad boliviana es su recurrente capacidad de construir tejidos
de adhesión y movilización colectiva con efecto estatal.” Se trata de
la sistematización de la historia de doce centrales o coordinadoras de
organizaciones de base, analizadas desde la teoría de los movimientos
sociales. Más allá de que aborde las que existían al momento de la
elaboración de la investigación, la obra permite retroceder en el
tiempo, identificando antecedentes y genealogías.
Particularmente, en relación a la historia de la estructura partidaria bajo la que se presentó Evo Morales, “MAS IPSP. Instrumento político que surge de los movimientos sociales” (2008),
presenta la investigación de Marta Harnecker y Federico Fuentes sobre
esta organización. Estructurada en dos partes, la primera bucea en los
antecedentes y el contexto histórico de surgimiento del partido en 1995,
mientras que la narración de la segunda parte está sostenida por
testimonios recogidos a partir de entrevistas a informantes clave.
Otra producción relevante es la de Gustavo Rodriguez Ostria (2014) “Capitalismo, modernización y resistencia popular, 1825-1952”.
En su investigación analiza históricamente la confrontación entre las
tendencias modernizantes desde arriba a las formas tradicionales
indígenas, desde abajo, atendiendo al proceso de producción minero,
agrario y gomero. Así, indica Raúl Reyes Zárate en el Prólogo, “trata
de entender las respuestas laborales anticapitalistas no en la manera
del proletariado industrial como las huelgas y las protestas, sino como
modalidades de acción preindustriales con la persistencia de rituales y
códigos de conducta sumados a tradiciones agrarias propias del mundo
andino.” Además, refiere a los sindicatos (entre 1936 a 1952), así
como también a la presencia de las mujeres en los movimientos obreros
mineros; a las comunidades y pequeños campesinos y sus organizaciones
durante la primera mitad del siglo XX hasta la Revolución. Entre sus
cualidades, esta investigación es sensible a la perspectiva regional,
algo que no puede decirse de muchas obras.
Finalmente,
pueden considerarse relevantes para quienes se interesen por la
historia reciente de Bolivia, atender a las publicaciones patrocinadas
por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, (en particular el
OSAL), así como también aquellas editadas por el Centro de
Investigaciones sociales (
http://www.cis.gob.bo),
entre las que encontrarán investigaciones serias y con rigor teórico
metodológico referidas a la participación de los movimientos sociales
campesino, indígena, de mujeres y obrero en el actual proceso boliviano.
La cuestión del Estado (plurinacional)
Referir
a la teorización del Estado en Bolivia es aludir directamente a René
Zavaleta Mercado, uno de los más originales exponentes teóricos de
izquierdas nuestras americanas. Pero más que abrevar en su obra
-relativamente conocida y de reciente reedición- existe un conjunto de
estudios que durante las últimas dos décadas se ha dedicado al estudio
de la naturaleza del Estado-nación y de la sociedad boliviana,
contraponiendo el proyecto liberal no ya al nacional-popular, sino a las
formas estatales construidas por las comunidades originarias como uno
de los nudos problemáticos más fuertes de Bolivia.
Una de las obras que elegimos destacar es la de Luis Tapia (2016) “El momento constitutivo del Estado moderno capitalista en Bolivia” que
si bien se presenta como analítico y teórico antes que historiográfico,
no puede evitar trabajar con la materialidad histórica para dar cuenta
de la etapa de constitución del Estado boliviano durante el siglo XIX
para concentrarse luego en el proceso que se abre a mediados de la
década de 1930 y culmina con la Revolución de 1952, que a juicio del
autor, es el momento en el que se constituye el estado capitalista en
Bolivia.
“Configuración y horizontes del Estado plurinacional”, de
2014 y compilado por Jorge Viaña, es una obra colectiva que tiene como
objetivo la problematización de la constitución del Estado Plurinacional
en Bolivia. Partiendo de premisas elaboradas por Zavaleta Mercado, los
autores plantean que sólo conociendo las sucesivas crisis orgánicas que
atravesó el Estado en Bolivia, puede comprenderse cabalmente los límites
y posibilidades que se abren en el presente para la consolidación de un
verdadero Estado plurinacional. Para ello, recorren la historia del
Estado boliviano desde 1935 (momento al que caracterizan como de “crisis
orgánica del Estado oligárquico” hasta la crisis del Estado neoliberal
(2000-2003) y consolidación de un nuevo sistema hegemónico.
Finalmente, consideramos el trabajo de Omar Guzmán Boutier (2014), “Modelo político andino en Bolivia”,
como un aporte fundamental para pensar la vitalidad del mundo indígena y
constatar de qué manera, en Bolivia, no puede haber un estado
verdaderamente plurinacional si no permite que las instituciones y
autoridades propias de las comunidades puedan ejercer sus funciones, tal
y como los propios ayllus lo entienden. Basado en la etnohistoria y en
la sociología política, Guzmán Boutier realiza un meticuloso estudio de
los principios, valores y organización política y social de los ayllus, a
lo largo de diferentes períodos históricos, bajo la dominación
colonial, republicana y contemporánea. Lo que el autor propone es que,
ante la crisis del sistema de representación democrática occidental, la
salida es un sistema mixto que incorpore la democracia directa, tal y
como es ejercida hoy en los ayllus andinos.
Hasta
aquí, algunas pocas de una ingente cantidad de producciones históricas
que se han venido produciendo en Bolivia, en particular a lo largo de
los últimos 20 años, sostenidos por el ciclo de crecimiento económico
del país. Investigaciones que encuentran cobijo en universidades
nacionales y centros de investigación, en las páginas de revistas como “Estudios Bolivianos”, “Tinkazos” e “Historia y Cultura”,
entre otras; y bajo sellos editoriales pujantes, algunos de los cuáles
cuentan con el patrocinio del Estado –puntualmente, de la
Vicepresidencia. Lecturas historiográficas que posiblemente encuentren
su contrapunto en revistas como Willka y Pukara, en portales como Jichha, en las producciones e intervenciones de Mujeres Creando o
en las vinculadas al indigenismo que aún encarnan dirigentes como
Felipe Quispe. Todo ello no habla sino de la vitalidad y diversidad de
un pueblo intérprete de su Historia, de la acontecida y de la que están
deseosos por protagonizar, en un futuro abierto y en el que sólo tienen todo por ganar.
Foto: milicias obreras armadas en la revolución de 1952.
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