martes, 22 de octubre de 2019

Del 14-0 al 10-N . Crisis del régimen del 78 .






 

Kalvellido en Rebelión 
De la sentencia del 14 O a las elecciones del 10 N, la contrarreforma del Régimen del

 

78
 
Después de días de filtraciones de la sentencia del Tribunal Supremo contra los dirigentes cívicos y políticos del independentismo catalán, su publicación el lunes 14 de octubre confirmó la naturaleza política del proceso judicial. Es posible que no se hayan juzgado ideas sino violaciones del código penal, pero este ha sido interpretado para adecuarlo a las ideas y a la negociación, hasta alcanzar un consenso interno, entre los jueces. El Tribunal Supremo ha demostrado ser un poder del Régimen del 78, por si faltaba alguna evidencia empírica más. Un poder que ha reinterpretado la sedición con la finalidad específica, como apuntaba Joaquín Urías que fue miembro del Tribunal Constitucional, de poder castigar a los presos políticos. Un poder que ha cambiado la ley sin que intervenga el Parlamento lo que es un fracaso del estado de derecho.
El proceso judicial no ha concluido. Quedan los recursos y la elevación a los tribunales europeos de la causa. ¿Podrán defender ante ellos los abogados del estado la peculiar concepción de sedición que hace de la “resistencia pasiva” a la acción de los poderes públicos la base de unas condenas de 9 a 13 años? ¿Después de dos años de prisión provisional, justificada en una acusación de “rebelión”, con violencia necesaria? De entrada, no ha sido esta la interpretación de la justicia belga al recibir la nueva euro-orden de detención contra Puigdemont.
Pero lo esencial de un juicio político, cuya acusación principal es el rechazo del orden constitucional de 1978, son claro está sus consecuencias políticas. Quedan pocas dudas después de una semana de las protestas masivas que han paralizado Cataluña.
10 N: la peligrosa estrategia de la estabilidad
El escenario de las elecciones del 10 de noviembre, las cuartas desde 2015, ha cambiado radicalmente. No porque hayan superado la crisis de la alternancia bipartidista, sino porque aparecen ahora como una estrategia para manipular la crisis constitucional en Cataluña. Pedro Sánchez ha definido el “centro” como la estabilidad del régimen del 78, si se quiere, su supervivencia. Frente a una derecha que exige un estado de excepción, vía Ley de Seguridad Ciudadana o artículo 155, que acabaría con su legitimidad y el estado de las autonomías. Y frente a las fuerzas a su izquierda que lo cuestionan desde el 15-M. Ha sido Sánchez quien ha desplazado irónicamente el eje de la situación: de la agenda social, al rechazar un gobierno de coalición con Unidas Podemos (¿quién duda de ello ya?), a la cuestión nacional, apoyándose en la sentencia, e intentar convertir las elecciones del 10 N en un referéndum estatal contra el 1-O catalán. Estabilidad frente a “violencia”, “convivencia” frente a desgobierno. El problema de Cataluña, para el actual presidente del gobierno español, es un “problema de convivencia”, es decir, de criminalización de la movilización por la autodeterminación de una gran parte de la población catalana. En eso ha quedado reducida su agenda “progresista”.
Pero la única posibilidad de gobernar el Reino de España frente a la mayoría movilizada en Cataluña y una mayoría tensionada en el País Vasco (la manifestación de Gure Eusko en Donosti el 19 de octubre fue de una masividad contundente) es sustituir la alternancia bipartidista por una “Gran Coalición” PSOE-PP. A eso apuntan todas las encuestas, erosionando aún más la pretensión “progresista” de un gobierno Sánchez minoritario, buscando apoyos a izquierda y derecha según sus propias conveniencias, como pretende hacer ahora Costa en Portugal.
El uso y abuso de la “violencia”
Pero hay algo más. El debate judicial sobre la violencia se ha trasladado a la reclamación del monopolio de la violencia del régimen del 78. La respuesta a las masivas manifestaciones y concentraciones por la Amnistía en Cataluña ha sido criminalizarlas, hacer responsable al clima de desobediencia civil de las barricadas de contenedores de basura y mobiliario urbano que arden a partir de las nueve de la noche, una imagen machacona transmitida por las cadenas de televisión. Y explicadas por la prensa española de forma irreconocible hasta para una persona convencida pero que viva y experimente la realidad en Cataluña. Tan evidente debe ser para ellos mismos que incluso un mismo periódico (El País) utiliza el mismo día dos portadas para la edición española y la catalana para titular las grandes movilizaciones del pasado 17 de octubre: “Masiva marcha independentista contra el fallo del Supremo” que se convierte en “Grupos violentos extienden el caos en el centro de Barcelona”. No hace falta especificar cual es la edición catalana y la española. Un modelo de periodismo al “gusto”. 
El sueño de la razón soberanista produce sus monstruos, se recuerda una y otra vez a una derecha catalanista a la que se amenaza con la “violencia” de jóvenes desclasados contra sus intereses de clase. Se agitan los fantasmas del pasado de una Barcelona revolucionaria, para ofrecerle la estabilidad del régimen del 78, acompañado de las imágenes globalizadas de Hong Kong, Bogotá o Santiago de Chile, donde se cuestiona también estos días el orden neoliberal. Así, el conseller de interior Miquel Buch se ha convertido en su héroe, asegurando la perfecta coordinación de Mossos y Policía Nacional-Guardia Civil, como ha alabado el ministro del interior Grande-Marlaska. Y Sánchez exige a Torra que condene “rotundamente” la “violencia” a su satisfacción -no bastan las suyas por escrito, sino la sumisión- y se solidarice con las fuerzas del orden en el marco de la ley, antes de reunirse con él.
Frente a la capacidad de resistencia del movimiento popular republicano catalán, la coalición del Govern que constituye su dirección se ha resquebrajado por las mismas consecuencias de la sentencia que debía darle un segundo aliento. Los motivos son objetivos, porque responden a su falta de cualquier estrategia que no implique una salida electoral y ganar tiempo para una negociación rechazada, cuando la presión está en la calle e indignada con urgencia democrática por la frustración del 1 de octubre. Torra representa personalmente estas contradicciones con su doble desafío e incoherencia. Más pronto que tarde, después de las elecciones del 10 N que representarán el clamor por la Amnistía, ello exigirá elecciones autonómicas en Cataluña, que pueden suponer un cambio de dirección del independentismo catalán.
La miseria de la propaganda y la necesidad de la estrategia
Mientras tanto, a la espera de la exhumación garantista del cadáver del dictador Franco del Valle de los Caídos, casi todo es propaganda, y aun no ha comenzado la campaña electoral. Propaganda de “España Global” y distribución de videos y argumentarios repetidos hasta la extenuación por tertulianos mercenarios convertidos en sinceros constitucionalistas, hasta que la ha prohibido la Junta Electoral. Propaganda en los Premios Princesa de Asturias, con un espectáculo sumiso de la prensa española con los Borbones para subrayar que, a pesar de las pretensiones de Sánchez, la estabilidad está en la continuidad de la monarquía, no en la del gobierno. Propaganda en el desfile militar del 12 de octubre en Madrid, fallida en su simbolismo por culpa de una inoportuna farola.
Lo que no ha sido propaganda, sino una muestra de la solidaridad republicana que empieza a nacer, han sido las manifestaciones contra la sentencia y la represión en Cataluña que ha habido en Madrid y en San Sebastián, los actos en Sevilla y en otras ciudades. Sin horizonte electoral de cambio el 10 N, con las izquierdas divididas y sumidas en la melancolía de su estrategia fracasada de co-gobierno con Sánchez, solo queda la resistencia de la movilización por la agenda social ante la inminente recesión y la defensa de las libertades democráticas, en las que el derecho de autodeterminación por razones evidentes ocupa un lugar muy destacado, frente a la contrarreforma del Régimen del 78 que consolidará las elecciones del 10 N.

Daniel Raventós

Gustavo Buster

www.sinpermiso.info, 20-10-19

Entrevista a Gonzalo Boye.


Entrevista a Gonzalo Boye.



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Aviso a España del Consejo de Europa.

Aviso a España del Consejo de Europa.

La comisaria de derechos humanos del Consejo de Europa Dunja Mijatovic alerta de la "creciente inseguridad" de los periodistas que
informan de la situación en Cataluña .
(Hasta 58 periodistas agredidos ha contado el Grup de Periodistes Ramón Barnils. ver posts anteriores) .)..http://cort.as/-SuDx

lunes, 21 de octubre de 2019

Vivir en otro mundo

Catalunya Vivir en otro mundo


Las reacciones a la sentencia contra el Procés de Catalunya se han producido desde muchos ámbitos sociales y culturales, también internacionales. Sin embargo, los medios de comunicación nacionales siguen tratando estas protestas como una cuestión de orden público provocada por independentistas exaltados.
Durante los últimos tres años, el gobierno de Recep Tayyip Erdoğan ha realizado tantos recortes de libertades que resulta imposible hacer el recuento. Centenares de cargos electos y los colíderes del partido democrático HDP —una coalición formada por el movimiento kurdo y parte de la izquierda turca— han sido encarcelados; decenas de miles de maestros, jueces y funcionarios, purgados por motivos ideológicos. Lo relevante para la comparación con la sentencia del Procés no son los números —la escala turca es inmensamente mayor que la española— sino la naturalidad con la que televisiones, periódicos, intelectuales, tertulianos y tuiteros turcos aceptan la represión. Están convencidos de que viven en una democracia cuasi perfecta y cualquier crítica a la falta de libertad es interpretada como un ataque de los terroristas kurdos y una conspiración internacional antiturca.
La sentencia dictada por el Supremo es una vergüenza. Condena a activistas sociales a nueve años de prisión por convocar movilizaciones pacíficas. Condena a los miembros del Govern a penas más altas que la mayoría de los 33 procesados por el golpe de Estado del 23F o del intento de golpe de Ynestrillas (padre), que en 1980 fue condenado a seis meses de prisión por intentar asaltar con un tanque el Palacio de la Moncloa. Y es una vergüenza la naturalización de la represión por parte de televisiones, periódicos, intelectuales, tertulianos y tuiteros españoles. Están convencidos de que viven en una democracia cuasi perfecta y cualquier crítica a la falta de libertad es interpretada como un ataque de los secesionistas catalanes y una conspiración antiespañola.
Porque fuera de España, igual que pasa con la represión de Turquía, resulta obvio para cualquiera con una mínima sensibilidad democrática. Recibo mensajes de cargos de Syriza preguntando si de verdad el Tribunal Supremo había dictado las penas que reportaban los diarios o era un fallo de traducción. El diputado tory (conservador y unionista) escocés Murdo Fraser declara que “aunque comprendo que se trata de un asunto que compete a los tribunales y al poder judicial español, no veo el sentido de que el Gobierno de Madrid encarcele a los líderes catalanes por una acción esencialmente política”.
Otro escocés, Iain Macwhirter, ex rector de la Universidad de Edimburgo, periodista de la BBC y comentarista político de The Herald and the Sunday Herald, escribe “¡13 años por ayudar a organizar un referéndum pacífico! Incalificable. Lamento que la Unión Europea no haya condenado esta violación de los derechos civiles fundamentales”. La laborista Emily Thornberry proclama en la Cámara de los Comunes que “la sentencia dictada ayer en Madrid contra los políticos independentistas catalanes es innecesaria, desproporcionada y totalmente contraproducente”.
El Bloco portugués va más allá. Condena “a reiterada tentativa por parte do Estado Espanhol em procurar resolver um conflito eminentemente político através da repressão e da prisão” y exige “à libertação de todos os presos políticos catalães, ao regresso dos exilados sem represálias e ao fim da repressão na Catalunha”. Los tertulianos españoles, sin embargo, ven lógica la sentencia. Es el Estado de Derecho. Somos una democracia ejemplar. Esto no es un problema para las libertades en España, solo es el fruto de la espiral demente de los independentistas catalanes.
La policía le revienta un ojo a un chaval —uno más, como en el 1 de octubre, en las huelgas, en los desalojos— en las protestas del Prat. En Eldiario.es lo cuentan así: “Un hombre ha sido herido por el estallido de su globo ocular”. Qué mala suerte que te estalle un ojo durante una manifestación. En La Sexta dicen que le están operando de urgencia pero “a esta hora no se puede asegurar que vaya a perder la visión”. La misma tele llama “brutal agresión” al manotazo que desequilibra a María Grima, la militante de Vox que provoca con una rojigualda a los manifestantes en Tarragona. El País sube la apuesta por el periodismo de calidad con el siguiente tuit: “Una madre con su hijo en brazos hace una peineta a los cientos de manifestantes que están cortando la C-58 en Terrasa”. Piqueras en Tele5 se muestra preocupadísimo por los turistas y los contenedores de Barcelona. Jorge Bustos dice que Barcelona es una ciudad sin ley pero no deberíamos perder el tiempo comentando lo que dice un gilipollas.
La PAH publica un contundente comunicado expresando la preocupación por la criminalización de la protesta, que a partir de ahora podrá ser considerada sedición. Ecologistas en Acción considera que la sentencia del Tribunal Supremo contiene una inaceptable criminalización de la protesta y de la desobediencia civil.
Da lo mismo que haya festivales como el Primavera Sound que publican comunicados criticando la sentencia, los medios nacionales siguen tratando las protestas como una cuestión de orden público
En Catalunya la reacción va mucho más allá del independentismo y el activismo. El festival de de Sitges, el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, el Barça, el Primavera Sound publican comunicados criticando la sentencia. Da lo mismo, los medios de ámbito estatal siguen tratando las protestas como una cuestión de orden público provocada por independentistas exaltados. La radio del Primavera Sound suspende la programación y anima a salir a la calle. El festival Womanz se aplaza. Varias editoriales anuncian que no tendrán lugar presentaciones de libros. El programa deportivo La Sotana cancela su emisión y publica tuits desde el aeropuerto. La reacción de enfado a tu alrededor es inmensa pero cuando enciendes la tele solo ves una caricatura.
La vicepresidenta Carmen Calvo apela a la mayoría silenciosa, ese concepto acuñado por el neofascismo durante el largo 68 italiano, popularizado por Nixon y utilizado por los políticos más despreciables de las últimas décadas. “La mayoría de los catalanes ayer hizo vida normal”, afirma Calvo. Viene a decir que la dictadura militar de Videla no fue para tanto porque solo desapareció a 30.000 personas y 24,5 millones de argentinos hicieron vida normal.
El diputado del PSC José Zaragoza publica un tuit diciendo “Cuando tienes que bloquear aeropuertos, vías de tren y carreteras para que la gente no pueda ir al trabajo es que tu movilización política ha fracasado”. Cuando en Hong Kong consiguieron paralizar el aeropuerto estuvo claro que el decreto de extradición a China iba a ser derogado, aunque es probable que este señor no lea prensa internacional y sea tan ignorante como parece. Pero es que ese tuit demuestra un absoluto desconocimiento de la Historia de los partidos socialistas, incluyendo el suyo, durante los dos siglos pasados.
Pablo Ordaz publica en El País que “durante muchos días, incluyendo los fines de semana y alguna que otra madrugada, Marchena ha ido redactando la sentencia en su casa, a veces en pijama”. Más allá de la imagen que le venga a cada cual a la cabeza al pensar en Marchena con pijama, el masaje de Ordaz al magistrado nos deja otra perla, mucho más preocupante: “La sentencia no tiene en cuenta los centenares de testigos por su profunda carga emocional”. Es decir, “los varios centenares de testigos que declararon en el plenario ofrecieron una versión filtrada por una profunda carga emocional”. Marchena no quiere que seas un maricón que llora. Sé un hombre, joder. Si te pega la policía, te jodes y declaras sin emoción.
Once periodistas han sido agredidos por la policía. Todos ellos iban perfectamente acreditados con los distintivos de prensa visibles. A varios de ellos les han disparado proyectiles mientras grababan las cargas. En TVE uno dice “Por suerte hoy nuestros compañeros han podido trabajar sin presiones o insultos de los independentistas”. Ningún otro tertuliano le discute esa barbaridad o le recuerda a sus compañeros heridos. Un apunte contra el corporativismo: si destaco las agresiones policiales a periodistas no es porque sean más graves que golpear a cualquier otra persona. Lo grave es que la policía pega a la prensa para poder hostiar más fuerte y sin testigos a todos los manifestantes.

La verdadera ruptura

La clave de todo la dan en Twitter el periodista de El Salto Jose Durán Rodríguez y el miembro de Zemos98 Pedro Jiménez: “Llegas a casa, pones la tele, escuchas a los tertulianos de la televisión pública hablando de la actuación de los Mossos hoy y te preguntas en qué momento has dejado de vivir en el mismo planeta que ellos”.
Una parte significativa de España —la parte sobrerrepresentada en los medios, la cultura y la política— ha decidido vivir en un mundo de fantasía. Su mundo, en el que la Constitución que nos dimos entre todos garantiza nuestros derechos y libertades gracias una transición modélica que cerró las heridas abiertas por una guerra civil en la que hubo excesos en ambos bandos. Una fantasía obscena que solo se sostiene gracias a la repetición machacona del mantra. Un mundo ficticio pero mucho más cómodo de habitar que la jodida realidad. Una ensoñación donde la policía protege los derechos fundamentales, los jueces interpretan la norma conforme a las garantías de un Estado social y de derecho, los representantes políticos velan por el bien común y los medios de comunicación ejercen su función de control del poder.
¿Alguien se acuerda del “sin violencia cualquier proyecto político se puede defender”? Se lo dijimos a ETA durante décadas para exigirle que dejara de matar. Con esta sentencia queda claro que cualquier proyecto político se puede defender, pero si eres independentista te tendrás que conformar con defenderlo. Puedes ser independentista si aceptas que tu propuesta política nunca se someterá al refrendo de la ciudadanía. La sentencia dice con recochineo: “Hemos de insistir en que la libertad ideológica de los acusados quedó incólume a lo largo del proceso”. Es la misma clase de cinismo que la famosa frase atribuida al dictador ugandés Idi Amin: “Hay libertad de expresión. Lo que no garantizo es que haya libertad después de expresarte”.



El amarillismo informativo .

21-10-2019
La pornografía de los disturbios

La Marea


Muchos de los periodistas que hemos estado pendientes de los hechos de Catalunya esta semana tan solo hemos podido vivirlos a través de las pantallas. Confieso que ha sido un atrape, como se suele decir, enganchados a nuestros móviles y a la pantalla del ordenador con la televisión en marcha de fondo. Desde la distancia, sin estar a pie de barricada ni tras la línea policial, nuestros juicios o nuestras informaciones no tienen el mismo valor que aquellas relatadas bajo la lluvia de piedras o esquivando porrazos y balas de goma. Pero quizás nos ha permitido poder abstraernos por unos momentos, analizar en frío sin el olor a plástico quemado y sin el sonido de las sirenas. Y sobre todo, tantear a la gente de nuestro entorno que no está allí, a nuestros vecinos, familiares y amigos que lo han visto todo por televisión y tratan de entender qué está pasando.
Ayer mi padre decidió apagar la televisión. Su cabreo monumental con la cobertura mediática se mezclaba con cierta tristeza y con mucha preocupación por lo que podría suponer esta escalada de violencia. ¿Qué está pasando? Me preguntó. Y llevaba toda la semana viéndolo en los informativos. ¿No lo había visto? Si, pero nadie había explicado nada. Como el resto de ciudadanos que no están en Catalunya estos días, vio los acontecimientos por televisión como si se tratara de un espectáculo, una película distópica en directo o un concierto de death metal de cinco días seguidos. Estaba agotado y seguía sin entender nada.
No es casual que los principales programas de información de una de las cadenas que ha estado retransmitiendo en directo los hechos se llamen “Al Rojo Vivo”, “Liarla Pardo” y ya en plan sarcástico, “Más Vale Tarde”. Hace años que la información se subordinó al espectáculo. Que una persecución policial en Oklahoma tenga prioridad en los informativos a una gran campaña de los vecinos de Benimaclet para plantar huertos urbanos en un solar abandonado enmedio de la ciudad de València. Dos ejemplos al azar, pero podríamos relatar miles.
La información ya no trata de explicarte el porqué de las cosas. Tan solo te muestra hechos. Cuanto más, adornado con opiniones de la calle seleccionadas para reforzar su relato, o con tertulianos que tan solo hablan de lo que dice uno u otro líder político. O aún peor, que ofrecen análisis simples y a veces hasta conspiranoicos, que se repiten cada vez que hay disturbios. En España, claro, porque cuando arden Caracas o Hong Kong, salvando las distancias, todo tiene una explicación. Aquí, sin embargo, siempre están presentes las hordas anarquistas italianas o los “perfectamente coordinados y preparados” alborotadores que, al parecer, llevaban meses viajando a Grecia o vete tú a saber donde, a aprender tácticas de guerrilla urbana. Te lo dicen periodistas y analistas que lo más cerca que han estado de un movimiento social ha sido en la comisión de fiestas de su pueblo o en las reuniones de la escalera.
La información como entretenimiento, y en este caso, lo que algunos llamamos Porno Riot (la pornografía de los disturbios), se ha enquistado en el menú de los medios de comunicación, sobre todo audiovisuales. Esto, cualquier analista sabe que está lejos del papel que deberían ejercer los medios, que es el de informar para entender, no para entretener. Sin obviar el alineamiento de la mayoría de los medios con el relato del poder, que aunque suene a tópico, ciertamente cuesta encontrar fisuras en las informaciones de ámbito estatal que rompan con el marco que reproducen los principales representantes del statu quo, estén en el gobierno o en la oposición.
Cualquiera que conozca mínimamente los movimientos sociales o que haya vivido determinado contexto político donde haya estallado la violencia, ya sea en la Transición, en los movimientos antiglobalización o en el 15-M, sabe que todo es mucho más espontáneo que lo que parece. Y sabe que a la gente que está a pie de barricada le importa tres pimientos quiénes sean y lo que digan los supuestos líderes políticos y estrellas mediáticas, que por supuesto ni están ni se les espera allí. Existe una brecha enorme entre el análisis que hace el político o el periodista de turno y lo que motiva a alguien a estar a pie de calle lanzando piedras a la policía o simplemente resistiendo pacíficamente. Y entre estos, los motivos son múltiples. A veces incluso ni siquiera ideológicos.
También es cierto que la espectacularidad de las informaciones suelen motivar más que sofocar los disturbios. El Porno Riot es eso. Apela a la emoción. Unos se creen que España está al borde del apocalipsis y apelan a suspender cualquier derecho fundamental para reestablecer el orden. Otros se indignan al ver la violencia policial y el relato de los medios, y acaban uniéndose a las protestas. Pero todos siguen sin recibir una interpretación razonada. Tan solo estímulos. Y además, muy pocas veces, hablan los protagonistas de los hechos.
Hace unos días, el compañero Hibai Arbide publicaba un artículo en El Salto donde precisamente denunciaba esta falta de información. Conoce bien Catalunya y lo que son los disturbios pues lleva años viviendo en Grecia, donde los cócteles molotov son más que habituales en muchas manifestaciones. Lo que hemos visto estos días en la mayoría de medios justifica sobradamente el título de su artículo: ‘Vivir en otro mundo’.
Lo preocupante es que los periodistas han sido también víctimas estos días. Algunos increpados al grito de “prensa española manipuladora” por aquellos a los que llevan años llamando borregos, golpistas y violentos, mientras llaman “constitucionalistas” o “ciudadanos con banderas de España” a neonazis que gritan Sieg Heil y franquistas con la bandera del águila de San Juan. Otros, sobre todo fotoperiodistas, agredidos (e incluso detenidos, como Albert Garcia de El País) por policías que se incomodan cuando los retratan excediéndose en sus funciones.
Son decenas de periodistas los que han denunciado estos excesos, y de muy diversos medios. Hasta 58 periodistas agredidos ha contado el Grup de Periodistes Ramón Barnils. Pero las agresiones a la prensa que solemos ver por televisión son las de manifestantes increpando a reporteros. De los excesos policiales contra la prensa vemos poco, y lo sabéis.
Normalizar estos excesos, ya no contra la prensa, sino contra cualquiera, por las “situaciones de estrés” o la “tensión” a la que sin duda están sometidos los agentes, es más preocupante de lo que parece. A nadie le gusta que un político cometa irregularidades en su gestión, que un empresario no cumpla los protocolos de riesgos laborales, o que un trabajador ponga en riesgo su seguridad o la seguridad de nadie. Pero a la policía se le permite saltarse sus propios protocolos con una asombrosa condescendencia. Los agentes se supone que están entrenados para afrontar este tipo de situaciones. La responsabilidad que tienen es enorme, pues tienen el monopolio de la violencia y representan al Estado. Y aquí no deberían valer excusas. Y menos aún cuando muchas de las actuaciones que hemos visto estos días no son fruto de ninguna situación límite en la que el agente está acorralado, sino de una rabia acumulada y una ira desatada que se siente impune y que roza la crueldad de una manera preocupante. Aún más, cuando esta agresividad se exhibe desde sus propias redes sociales, como una declaración de guerra hacia los manifestantes, como muestra el vídeo que colgaron en la cuenta de Twitter “Antidisturbios”, donde aparece un agente de la Policía Nacional mostrando una bala de goma en la que habían escrito “La republica no existe, idiota. En recuerdo del pelotazo que te di”.
Pero también hay que preocuparse por entender el porqué de todo esto. Y aquí es cuando debemos cuestionar sin miedo a nuestros medios, a quienes eligen los titulares, los contenidos y los relatos, quienes construyen una realidad y un ambiente que puede ser explosivo a pie de calle. Y por supuesto, a nuestros políticos. A los que saben jugar bien al espectáculo al que se han subordinado los medios y actúan como pirómanos, creyéndose dioses, sin ninguna empatía hacia la ciudadanía, vendiendo un relato calculado para su público y sin ninguna intención de resolver nada. Aunque aquí, de nuevo, la correlación de fuerzas no puede ser obviada. El Estado tiene la obligación de resolver un conflicto político con política, no con la fuerza ni tratándolo como un problema de orden público, como viene haciéndolo desde el 1 de octubre de 2017. Y por otra parte, quienes se erigen como portavoces de un movimiento que ya ha pasado por encima de ellos hace tiempo, mientras envían a su propia policía contra “sus” manifestantes.
Finalmente, más allá de los medios y de los políticos existe la gente. La que sigue sin entender qué está pasando. La que ha visto su calle en llamas, la que ha recibido un porrazo sin estar haciendo nada, o la que desde su casa hace zapping y pasa de los disturbios a un concurso de cocina. El Porno Riot entretiene pero no informa. Y cuando se apagan las llamas, cambias de canal. Condenar a la sociedad a ser mera espectadora sin darle herramientas para que razone y saque sus propias conclusiones tiene repercusiones irreparables. Aleja al ciudadano de la razón y lo subordina a la emoción. Y esto no ayuda en nada a que estos hechos no se vuelvan a repetir. Es más, contribuye a que los problemas se enquisten. Mientras, políticos y medios siguen interpretando su sainete, ajenos y bien lejos del chico que ha perdido un ojo por una bala de goma, del que ha terminado en prisión, del policía herido y del vecino al que le han quemado el coche.
Fuente: http://www.lamarea.com/2019/10/19/la-pornografia-de-los-disturbios/

 Nota del blog .- Antes a esto le llamábamos prensa amarilla ahora ya ni eso. 

domingo, 20 de octubre de 2019

Chile y el pinotechismo neoliberal que agoniza .




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Ante la lucha por la tarifa social del transporte público, Piñera impone estado de emergencia








Heridos graves con balas del armas de servicio de la policía, balines, apaleados, detenidos, presos, aún no acaban de contarse
Piñera aplica restricción de libertades cívicas por movilizaciones sociales: prohibido reunirse y los militares a la calle

Todavía no termina de secarse la ropa del autor del presente texto, luego de ser bañado junto a tantos por los carros lanza aguas de las Fuerzas Especiales de Carabineros que arrojan una mezcla líquida de toxinas lacrimógenas e irritantes de origen desconocido, cuando aún resuenan las cacerolas y los gritos en contra del mal gobierno en innumerables comunas de la Región Metropolitana.
Esta vez no sólo se trata de escolares, de secundarios o de la resistencia del pueblo nación mapuche. La protesta frente al alza del pasaje del Metro S.A. de Santiago inició apenas la semana que este viernes 18 de octubre termina, y con velocidad lumínica alcanzó una masividad no vista desde las protestas contra la dictadura. No confundir la masividad aquí mencionada con los niveles de violencia organizada de los años en que el tirano todavía gobernaba. El salto de calidad de la lucha social alcanzado por la cantidad de sujetos sociales en ella integrados tiene de desobediencia pacífica popular y ciudadana.
La causa inmediata del despertar de la población santiaguina fue la segunda alza consecutiva del año de uno de los pasajes más caros del mundo de transporte colectivo subterráneo o Metro. Ello impulsó a los jóvenes estudiantes escolares a realizar «evasiones masivas» en ese medio de transporte. Esto es, saltar los torniquetes de entrada a los andenes del Metro. La práctica se generalizó velozmente y entonces las estaciones se convirtieron en cuarteles y comisarías policiales.
Al respecto, el Presidente del Sindicato de Trabajadores del Metro, Eric Campos, señaló que, «El problema es el alza del pasaje. Compartimos absolutamente la legitimidad de la demanda en contra del alza de los pasajes del Transantiago. Nos parece que es el momento que el gobierno saque a los carabineros de las estaciones y ponga en una mesa a los trabajadores y a los estudiantes a conversar.»
Sobre el protagonismo original de los escolares, el dirigente indicó que, «las sucesivas alzas del pasaje en estos últimos dos años responden a los caprichos de la ministra Hutt (Transporte), en la medida en que compra buses eléctricos y no licita con las nuevas bases del Transantiago, el pasaje se encarece y esos caprichos los están pagando los padres y las madres de esos estudiantes, que hoy con mucha razón se manifiestan porque ven que sus salarios no alcanzan», y añadió que, «de los $810 (1,2 dólares) que los trabajadores pagan en el Metro, la empresa no recibe más de $490, la diferencia del alza va a financiar el fracasado plan de transporte Transantiago, ahora mal llamado Red Movilidad».
El Transantiago corresponde a un servicio de buses de transporte colectivo de propiedad privada creado bajo el gobierno del socialista Ricardo Lagos Escobar a comienzos del siglo XXI, y que ha sufrido una serie de transformaciones e incluso ha estelarizado escándalos financieros. Cuando un usuario paga un pasaje del Metro, al mismo tiempo está cubriendo los gastos que comporta la pésima gestión del Transantiago.
Sobre el precio del pasaje del Metro, el sindicalista propuso establecer una «tarifa social accesible». Campos dijo que, «no puede ser que la tarifa que se cobra a los usuarios de Santiago alcance el 15% de un salario mínimo líquido. Se requiere que los millonarios subsidios que se ponen en el Transantiago impacten en la tarifa. Los ciudadanos de Santiago pagan doblemente la tarifa, la pagan desde su bolsillo y la pagan a través de los subsidios».
Frente a esto agregó que «Nosotros sin temor creemos que llegó el momento del debate de la estatización del transporte público».
Lo cierto es que el alza del pasaje del Metro ha funcionado como un verdadero catalizador y gatillante del descontento social ante el conjunto de derechos sociales y humanos inexistentes en Chile. A diferencia de la «imagen país» que el marketing ultra liberal pretende instalar entre los inversionistas del extractivismo y los negocios financieros, la sociedad chilena cuenta con promedios salariales que no le permiten llegar a fin de mes, fenómeno que vuelve la deuda doméstica en una tragedia de infinitas cuotas. Por lo demás, con el objetivo de mantener y aumentar la tasa de ganancias de los grandes oligopolios y monopolios que operan en Chile, se ha incrementado explosivamente el empleo informal, así como los accidentes y enfermedades asociadas a las malas condiciones laborales y de sueldos. Por eso, este 18 de octubre, la Alameda, arteria principal de la capital del país andino, junto al no pago masivo del Metro, ha sido escenario de protestas donde la represión del Estado policial chileno ha enseñado su dentadura fascistoide, resultado del proceso de militarización de Carabineros, inaugurado en los 80 del siglo pasado y perfeccionado durante los gobiernos civiles.
Heridos graves con balas del armas de servicio de la policía, balines, apaleados, detenidos, presos, aún se cuentan en tanto no acaba la jornada de manifestaciones.
Al igual que en dictadura, por cadena nacional, con el fin de disciplinar, atemorizar y reprimir impunemente, y con la excusa de incidentes repetidamente televisados, el presidente Sebastián Piñera para ahogar el descontento social por la alza arbitraria del pasaje del Metro, decretó estado de emergencia en la Región Metropolitana. El general Javier Iturriaga quedó como «jefe de la seguridad nacional» y será responsable de Santiago durante 15 días. El estado de emergencia prohíbe la libertad de reunión pública, de movilización, el derecho a protestar, y permite a los militares a cumplir funciones de la policía.


 Nota del blog .-Chile, que en el año 2016, según cifras del Banco Mundial se transformó en el séptimo país más desigual del mundo, donde todo está privatizado  y globalizado hasta el cobre y en las ultimas elecciones solo voto el 46%. En realidad no hay alternativa  ya que la izquierda oficialista se hizo neoliberal. En América Latina el gran experimento fue Chile con Pinochet .Y parte de la Constitución de PINOCHET SIGUE VIGENTE El movimiento siguió adquiriendo fuerza con el paso de los días, sumándose al descontento nacional por el sistema de AFP’s que tiene a adultos mayores jubilándose con pensiones equivalentes a 120 dólares, un cuarto del sueldo mínimo nacional, y que no alcanza para sobrevivir.

… Y VER ..

Militares de civil disparando a la gente en el paseo Bulnes. 

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