martes, 21 de mayo de 2019

El "cartel" venezolano que no existe



El “Cártel de los soles” (1)


La enésima teoría del Washington Post para explicar el fracaso del golpe de Estado en Venezuela


Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo

Cuando van a cumplirse cuatro meses desde el intento de golpe de Estado en Venezuela, los analistas de los medios de comunicación occidentales en manos de corporaciones se estrujan la cabeza para explicar por qué los planes de Washington para derribar al gobierno de Nicolás Maduro no han llegado a materializarse. Es evidente que ni siquiera se han planteado las razones reales de dicho fracaso. Va más allá de sus posibilidades mentales considerar la persistente popularidad de los programas del fallecido Hugo Chávez y los recelos pertinaces de grandes sectores de la población –o el profundo rechazo que provoca en la inmensa mayoría de los venezolanos (y de los latinoamericanos) la posibilidad de una intervención militar de EE.UU. en su país.

En vez de eso, tanto los marionetistas de Washington que diseñaron el golpe de Estado como sus títeres de los medios mayoritarios han estado pergeñando excusas cada vez más disparatadas para explicar el estrepitoso fracaso del intento de golpe de Guaidó. La teoría más utilizada ha sido la de que el régimen de Maduro se “sostiene” gracias al apoyo de Rusia, China y Cuba. Esta versión se ha expuesto de maneras cada vez más extravagantes, como la reciente afirmación de Mike Pompeo de que Maduro había estado a punto de abandonar el país antes de que Rusia le convenciera de lo contrario.
Ahora, el editorialista del Washington Post, notorio belicista y perturbado fabricante de conspiraciones Jackson Diehl ha elaborado la más reciente teoría para explicar el fracaso del golpe: el llamado “Cártel de los soles”. Según Diehl, esta organización clandestina está formada por “algunos de los más altos cargos del régimen de Maduro”. Según sus palabras, “la organización envía cientos de toneladas de cocaína colombiana desde aeropuertos venezolanos hasta América Central y El Caribe para su posterior distribución en Estados Unidos y Europa”. Además, acusa al gobierno de Maduro de cometer desfalcos en las cuentas utilizadas para importar alimentos y medicinas, así como de “corrupción en la compraventa de divisas”. Según este señor, “el gobierno de Maduro no sería tanto un gobierno –y menos un gobierno socialista– como una banda criminal” y afirma que “el dinero que obtiene de sus actividades delictivas le sirve de soporte para sobrevivir a las sanciones de Estados Unidos”.
Las únicas fuentes que proporciona para justificar dichas afirmaciones son un artículo de Associated Press de septiembre de 2018, que informa de una acusación no comprobada efectuada por un miembro de escaso rango del Departamento del Tesoro de EE.UU.; un artículo de enero de 2019 del Wall Street Journal, en el que informa de otra denuncia igualmente sin demostrar del mismo departamento; y un vínculo a uno de los propios artículos del Washington Post publicado en 2015. Dejando a un lado la auto-cita, las acusaciones del Departamento del Tesoro a duras penas pueden considerarse pruebas fidedignas. Se trata, al fin y al cabo, de una rama del gobierno de EE.UU., una institución que ha intentado desestabilizar al gobierno chavista desde que tomó el poder. Además, la Administración Trump, ante la que responde en la actualidad, ha sido el principal promotor del intento de golpe de Estado y no oculta que detrás de sus intenciones están los intereses económicos de las grandes corporaciones estadounidenses (1).
Larissa Costas va aun más lejos al plantear que la idea del cártel dirigido por el gobierno venezolano podría ser un montaje de principio a fin. En febrero de 2017, afirmaba en un artículo (2) que:
“Aunque abunda información en los medios de comunicación, al Cártel de los Soles no se le ha incautado ni un sólo gramo de drogas, ni ha aparecido ningún distintivo de la organización en ningún decomiso, ni se le ha atribuido ni una sola muerte. Existen dos opciones: o es el más inofensivo de los cárteles o sencillamente no existe”.
Esta última posibilidad parece confirmarse porque las distintas investigaciones acometidas por Washington sobre miembros del gobierno de Maduro no han dado pie a acusaciones reales o incluso a conclusiones claras. En enero de 2015, por ejemplo, el Departamento de Justicia (DdJ) y la Administración para el Control de Drogas (DEA) lanzaron una investigación conjunta sobre el entonces presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, y otros cargos principales del gobierno venezolano. Pronto empezaron a circular las noticias que se hacían eco de estas acusaciones, incluso la de que Cabello era el “capo” del “Cártel de los soles”. (Nótese el uso que hacen aquí de un término de la mafia que parece sacado de las películas de El Padrino).
Pero hoy día, cuatro años después desde que se lanzara esa acusación, ni la DEA ni el DdJ han acusado formalmente a ninguno de los supuestos implicados ni, por supuesto, ningún tribunal les ha considerado culpables. Sin embargo, los grandes medios de comunicación siguen repitiendo las acusaciones como si fueran incuestionables. En mayo de 2018, por ejemplo, Insight Crime publicó un artículo titulado “El narcotráfico en el régimen de Venezuela: El Cártel de los soles”3, en el que afirmaba estar en posesión de “documentos que implicaban a altos cargos del gobierno venezolano, del pasado y del presente, en el tráfico de cocaína”. Pero en lugar de ofrecer al lector esta supuesta montaña de pruebas, los autores se limitaban a citar a un funcionario anónimo del Departamento de Justicia como fuente de la información.
Al igual que ocurre con el Departamento del Tesoro, resulta difícil creer al Departamento de Justicia cuando las sucesivas administraciones en Washington han estado intentando socavar los gobiernos chavistas a partir de la primera elección de Hugo Chávez en 1998. Desde la implicación de la CIA y la Administración Bush en el intento de golpe de Estado de 2002 y en el paro petrolero de PDVSA de 2002-2003 hasta el actual intento de golpe y las sanciones económicas, Washington ha utilizado todo tipo de métodos para intentar un cambio de régimen, primero de manera encubierta y luego con absoluto descaro.
Pero las cosas van más lejos. De hecho, parece que estas dudosas acusaciones de tráfico de drogas son parte fundamental del intento de cambio de régimen. Y eso se debe a que se utilizan como justificante de las sanciones promulgadas por Washington para debilitar al régimen al enviar señales poco disimuladas al capital internacional para que abandone Venezuela.
 En segundo lugar, las sanciones y acusaciones se usan a su vez para debilitar al régimen y estimular las deserciones hacia el bando opositor respaldado por EE.UU. No hay mejor caso para ilustrar esta realidad que el del general venezolano retirado Hugo Carvajal. En julio de 2014, cuando Carvajal fue puesto en libertad en Aruba, Reuters informaba de que él había negado categóricamente los cargos de EE.UU. que le acusaban de comercio ilegal y apoyo a las guerrillas izquierdistas de Colombia.
 Pero en febrero de 2019, a escasas semanas del intento de golpe de Estado, Carvajal dio un giro de 180 grados y acusó a Maduro y a su círculo más íntimo de participar en el narcotráfico. Esto ocurrió justo después de que Trump amenazara abiertamente a los militares leales a Maduro con “tener todas las de perder”, al mismo tiempo que Guaidó ofrecía amnistía a quienes se pasaran a su bando. Parece que Carvajal reaccionó ante esta mezcla de amenaza e incentiva del palo y la zanahoria que Estados Unidos había puesto en marcha como parte de su arsenal para el cambio de régimen. La cuestionable validez de sus afirmaciones queda demostrada por su repetición del mantra utilizado con frecuencia por Washington en el sentido de que los oficiales de Maduro están cortejando al grupo “militante” libanés Hezbolá.
Esta afirmación ha sido enérgicamente desenmascarada por Richard Vaz, que señala que los medios mayoritarios como la CNN que trasmiten estas acusaciones utilizan exclusivamente la fuente del Departamento del Tesoro o, peor aún, de personajes como [el senador republicano] Marco Rubio. Vaz señala también lo absurdo de sostener que Tarek el Aissami (actual vicepresidente venezolano para el área económica) es el mediador de algún tipo de alianza chií trasatlántica liderada por Irán, cuando el propio Aissami ni siquiera es musulmán, sino hijo de inmigrantes drusos libaneses, nacido en Venezuela, donde ha pasado toda su vida.
Si estuviéramos en una situación normal, no sería necesario ir más lejos para desacreditar la afirmación de Diehl. Pero América Latina no es un lugar normal y las relaciones de Estados Unidos con la región no constituyen una relación normal. Además de la escasez de pruebas que sostengan su afirmación, está la cuestión del doble rasero que subyace bajo la superficie. No cabe duda de que Diehl pretende que la supuesta implicación del gobierno de Maduro en actividades delictivas justifica las acciones intervencionistas de Washington y sus representantes sobre el terreno. Pero si observamos detenidamente el pasado y presente de la región, se constata la existencia de un montón de flagrantes narcoestados que Washington no solo ha ignorado sino que ha financiado y armado hasta los dientes.
No es casualidad que dos de ellos sean aliados incondicionales y otro lo fuera hasta hace bien poco. Me refiero, claro está, a Colombia, Honduras y México. Para nadie es un secreto que Colombia ha sido un narcoestado durante la primera década de este siglo. Incluso algunos documentos de inteligencia desclasificados de Estados Unidos denuncian los estrechos lazos del expresidente Álvaro Uribe con el narcotráfico. Un informe desclasificado de 1991 de la Agencia de Inteligencia de la Defensa (DIA), por ejemplo, describe a Uribe como “amigo íntimo” de Pablo Escobar y la “colaboración con el cártel de Medellín a altos niveles del gobierno”. Otro informe de inteligencia datado en 1993 y desclasificado en 2018 afirma que un senador colombiano declaró a funcionarios de la embajada de EE.UU. en Bogotá que el cártel de Escobar había financiado la campaña electoral de Uribe para el senado colombiano. A pesar de tener en sus manos dicha información, Washington financió con generosidad al gobierno de Uribe mediante el Plan Colombia para organizar las llamadas campañas “antidroga”, que sirvieron para tapar ofensivas brutales contra activistas defensores de los derechos laborales e indígenas y para desplazar a comunidades campesinas.
 El nivel de implicación de los cárteles de la droga colombianos en el Estado fue desenmascarado en más claramente por el “escándalo de la para-política”, por el que 32 congresistas colombianos y 5 gobernadores fueron condenados por su complicidad con grupos paramilitares de extrema derecha. Estos grupos, por cierto, han sido los principales protagonistas del narcotráfico colombiano, empequeñeciendo la participación de grupos guerrilleros de izquierda como las FARC y el ELN.

El recientemente concluido juicio contra Joaquín Guzmán, alias “El Chapo” ha desvelado una historia parecida en México. Alex Cifuentes, narcotraficante que testificó contra el Chapo en dicho tribunal afirmó que el expresidente mexicano Peña Nieto recibió un soborno de Guzmán por valor de 100 millones de dólares. La periodista de investigación mexicana Anabel Hernández hace tiempo que sostenía esa complicidad del Estado mexicano con los grupos de narcotráfico, complicidad que se extiende hasta los estamentos más altos, incluyendo la presidencia, algo que aparentemente confirma el testimonio de Cifuentes. Al igual que ha ocurrido con Colombia, Estados Unidos no solo ha hecho la vista gorda ante esta situación, sino que ha financiado generosamente al gobierno mexicano para que desarrolle “campañas antidroga” mediante la Iniciativa Mérida. Y, de nuevo, estas campañas proporcionaban una tapadera para brutales violaciones de los derechos humanos por parte de las fuerzas de seguridad mexicanas.
Por último, vamos a fijarnos en Honduras, el ejemplo más contemporáneo y, en muchas formas, más flagrante de narcoestado aliado de Estados Unidos. Desde que Estados Unidos orquestó un golpe contra el gobierno democrático de Manuel Zelaya en 2009, hay signos cada vez más claros de que Honduras ha degenerado hasta convertirse en un narcoestado con todas las de la ley. En enero del año pasado, por ejemplo, salió a la luz que un jefe nacional de policía facilitó personalmente una entrega de cocaína por valor de 20 millones de dólares en 2013. En noviembre de 2018, el hermano del presidente Juan Orlando Hernández, Tony Hernández, fue arrestado en Miami acusado de tráfico de drogas. Cuando este artículo entraba en imprenta, salió a la luz el testimonio que ofreció a la DEA en el que presuntamente admitía tener relaciones con diversos narcotraficantes conocidos así como aceptar sobornos. Incluso según la publicación antes mencionada Insight Crime; “El conocimiento pormenorizado de las actividades de algunos de los más prominentes barones de la droga hondureños hace que cada vez sea más difícil para el presidente Juan Orlando Hernández negar estar en conocimiento de estos actos”.
El propio presidente ya se ha enfrentado con anterioridad a acusaciones de estar involucrado en el tráfico de drogas a través del excapitán del ejército Santos Rodríguez Orellana. Al igual que ocurre con Colombia y México, Washington no solo no ha aplicado ninguna sanción punitiva a Honduras por estos motivos, sino que ha contribuido generosamente a financiar sus fuerzas de seguridad a pesar de su historial brutal de violaciones de los derechos humanos.
Es preciso observar que los tres países recién mencionados han sido estrechos aliados de Estados Unidos durante las últimas décadas, y que tanto Colombia como Honduras continúan siéndolo, mientras que México comienza a alejarse tras la elección del presidente progresista Manuel López Obrador.
No es ninguna coincidencia. Mientras un país sirva a los intereses geoestratégicos y económicos de Estados Unidos, este no solo pasará por alto su realidad de narcoestado sino que colaborará con él y será cómplice en sus violaciones de los derechos humanos. Pero Jackson Diehl no escribirá sobre nada de esto. Porque como obediente portavoz de la Doctrina Monroe, debe promulgar fielmente la indignación selectiva que sostiene todo su montaje de propaganda justificativa. Dado el historial de Washington en toda la región, que Venezuela sea realmente un narcoestado o no lo sea deja de tener importancia. Más bien se trata de credibilidad. Y cuando se trata de imparcialidad en su tratamiento de los estados latinoamericanos, Washington carece de la más mínima.
Notas:
(1) https://www.rt.com/usa/449982-john-bolton-oil-venezuela/
(2) https://larissacostas.wordpress.com/2017/02/18/las-fake-news-del-departamento-del-tesoro/
(3) https://www.insightcrime.org/investigations/drug-trafficking-venezuelan-regime-cartel-of-the-sun/
Fuente: https://www.counterpunch.org/2019/05/17/the-washington-posts-cartel-of-the-suns-theory-is-the-latest-desperate-excuse-for-why-the-coup-attempt-in-venezuela-has-failed/


 Nota (1) del blog .-  Curiosa información en la wiki , no tiene desperdicio 


lunes, 20 de mayo de 2019

Amancio Ortega se ha vuelto caritativo .



30-05-2018

Entrevista a Ehsan Ullah Khan
“Me duele que aquí la sociedad no reaccione contra la esclavitud”

La marea


Ehsan Ullah Khan, referencia mundial en la lucha contra el trabajo esclavo infantil, sostiene que Inditex, H&M, Apple y otras grandes multinacionales emplean mano de obra esclava en los países más desfavorecidos y ante la pasividad de las sociedades ricas.


Ehsan Ullah Khan gira la cabeza para escuchar con el único oído que conserva tras las torturas que ha sufrido en sus 12 estancias en las cárceles de Pakistán, su país natal, al que tiene vetado el acceso desde 2001. Pero el oído no es lo único que ha perdido a lo largo de una vida luchando contra la esclavitud, en particular la de los niños y las niñas. En el pasado sus enemigos intentaron asesinarle y le arrebataron la vida a sus compañeros de lucha, entre ellos Iqbal Masih, el niño esclavo al que ayudó a liberar en 1992 y que se convirtió en el símbolo mundial de la lucha contra la esclavitud. A pesar de todo ello, este activista pakistaní sigue predicando la no violencia. “Mi creencia es fuerte y creo que la tortura entraña tortura. Si torturas hoy, estarás sembrando eso mismo en el futuro”, asegura.
Ullah Khan (Baluchistán, 1947) es fundador y presidente del Frente de Liberación del Trabajo Forzado, una organización que desde su fundación ha logrado liberar a más de 100.000 personas en régimen de esclavitud. Su amigo Kailash Satyarthi, Nobel de la Paz en 2014, le define como “un mártir en vida”. Ullah Khan, que actualmente vive en Suecia como refugiado político, se encuentra estos días en España tratando de despertar conciencias en contra del trabajo forzoso al que las grandes multinacionales someten a sus trabajadores, principalmente en países de Asia, África y América Latina. Su labor en nuestro país no solo se limita a la palabra, sino que también promueve acciones de protesta, como cuando el año pasado animó a la gente a tirar sus prendas frente a una tienda de Zara en Santiago de Compostela en protesta por la explotación de refugiados sirios en algunos de sus talleres en Turquía.
¿Cómo definiría la esclavitud hoy en día?
Divido la esclavitud en dos partes: la de las personas adultas, y la de los niños, la esclavitud infantil, aquellos que son forzados a abandonar la escuela para trabajar en diferentes profesiones. Para mí, ellos son esclavos. Se viola su derecho a la infancia.
¿Y la esclavitud adulta?
La esclavitud adulta está ligada a la definición de las convenciones 5 y 182 de la Organización Internacional del Trabajo, y la declaración de Derechos Humanos. Gente que obtiene menos de un dólar [al día] por su trabajo, incluso dos dólares, son esclavos. Actualmente la mayoría trabajan para multinacionales en diferentes lugares del mundo. Yo hago una diferenciación en función de su género: las mujeres son mayoría. Ellas trabajan en su puesto laboral y en casa se ocupan de otras muchas responsabilidades, como el cuidado de los niños. Por tanto, las mujeres son mayoría, incluso en la esclavitud infantil ellas están más victimizadas que los chicos.
¿Puede hablarme del rol de las mujeres en la lucha contra la esclavitud?
Creo que habría que hablar de la liberación de la mujer, en el ámbito individual y en el colectivo. Sin esto, será imposible liberar y educar a las nuevas generaciones. Las mujeres son profesoras, madres, líderes. Si ellas no reciben educación, no vivirán en mejores condiciones y no se cumplirán las aspiraciones de las nuevas generaciones. Las mujeres son víctimas de numerosos tipos de explotación, también abuso sexual en los lugares de trabajo.
La esclavitud es algo que parece lejano para una sociedad como la española, ¿cuáles son los factores clave para entenderla?
Hay que entender en primer lugar que la esclavitud infantil y adulta está controlada de una u otra forma por transnacionales. Esas personas están explotadas alrededor de todo el mundo. Podemos citar ejemplos como el de la industria minera o la textil, o de otra aún mayor: la industria armamentística. Hay muchos niños sufriendo violencia en diversos países por causa de este sistema económico, incluso se les usa como niños soldados en Afganistán, Camboya, varios países africanos… Esto va de la mano tanto de distintas industrias: la armamentística, la minera, para la extracción de oro, diamantes o el coltán de nuestros teléfonos. A fin de cuentas, todo tipo de esclavitud entraña un conflicto que está bajo el control del mercado. No podemos entender la esclavitud moderna sin diferenciarla de la esclavitud de épocas anteriores. Hoy en día los esclavos están controlados incluso por Internet, por el teléfono. Pongamos el ejemplo de la industria textil en España, Estados Unidos o Suecia: solo es necesario hacer un pedido a través del móvil mientras las multinacionales siguen contratando a gente local para que se encargue de buscar y emplear a esclavos en otros países, siempre buscando el producto al menor precio. Esto hace que crezca la competición entre empresas, pero también entre grupos étnicos en esos países. Hay ejemplos muy recientes, como el de los niños refugiados en las fábricas de Turquía. Si ahora vas a cualquier tienda de ropa, encontrarás productos fabricados en ese país. Esas mismas marcas también operan en Etiopía, Birmania, Bangladesh. ¿Por qué no empiezan a invertir para que haya mejores sistemas sociales, como los que tenéis en Europa? ¿Por qué no tratan de buscar los lugares con las mejores condiciones para tratar de expandirlas?
¿Qué interpretación tienen de la esclavitud estas multinacionales?
Han expandido una interpretación criminal de la esclavitud. Además, está incluso demostrado científicamente que la mano de obra infantil genera desempleo. No se obtiene nada. Cuando los niños van al colegio, la escuela se convierte en una ayuda, en una especie de industria que elimina pobreza, genera nuevos puestos de trabajo, edificios, profesores, libros y material educativo. ¿Por qué no invertimos más en la industria educativa en lugar de la armamentística? Siempre digo que tenemos que aumentar la producción de lápices, no de balas. Si produces más balas, crearás situaciones horribles. Si produces más bolígrafos, traerás entendimiento, serás capaz de acercar a las personas, porque no hay unidad posible sin conocimiento ni comprensión. Ningún médico ni científico puede curar una enfermedad sin conocer sus causas, y con la esclavitud sucede lo mismo. El gran enemigo de la sociedad reside en el control, en el conflicto armado, en la falta de entendimiento. Hace setenta años España estaba en guerra, pero gracias a la inversión en educación, ahora las personas tienen una mente más abierta y pueden diferir en sus ideas, pero saben que se resuelven debatiendo y no tomando las armas. En Pakistán, el Gobierno destina el 2% del gasto público a la educación. El 1% va a educación primaria, un 0,5% para corrupción, mientras que el 37% del presupuesto va a fines militares. Hace poco en Murcia me hablaron de una importante investigación contra el cáncer. Les dije que es necesario repasar nuestros estilos de vida, y prestar más atención a los niños. Fíjate en los menores que son explotados en la industria algodonera. Usan pesticidas, venenos que van a parar a sus pulmones y les provocan cáncer. En todo esto se crea una dinámica trágica en la que niños con poco dinero mueren, y otras personas son salvadas. Y si esos niños dejan de trabajar, sus padres morirán. Eso es inhumano. Se utiliza la religión, el orden social, el clientelismo, se esgrime la propiedad de la tierra para justificar esa esclavitud. En Europa, por ejemplo, los países que producen armas deberían dejar de suministrarlas a naciones con esclavos y hambre infantil. Fíjate: los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad son los mayores exportadores de armamento. Y tienen poder de veto. Con toda certeza, si estos cinco países decidieran parar el suministro de armas a países con esclavos, en cuestión de un par de años la esclavitud estaría abolida.
¿Qué me dice de los informes de Responsabilidad Social Corporativa de estas grandes multinacionales?
Si, por ejemplo, lees los informes de Apple, creerás que están trabajando duro para respetar el medio ambiente, los derechos laborales… Sin embargo, muchas de sus trabajadoras en China del proveedor Foxconn se siguen suicidando porque no soportan sus condiciones laborales. Foxconn también emplea a menores de entre 13 y 17 años, pero no verás nada de esta actividad criminal en sus informes. Yo lo llamo ‘iWash’ o lavado de imagen.
La irrupción del comercio digital parece estar aumentando la distancia entre el consumidor y el trabajador esclavo que produce lo que compra. ¿Qué opina al respecto?
Mira este pequeño instrumento [señala los teléfonos móviles sobre la mesa]. Esta tecnología debería decirte que Zara, Inditex, etcétera, son esclavistas. En Internet puedes encontrar miles de páginas de información sobre esclavitud, puedes ver cuántas multinacionales emplean esclavitud infantil. Cuando compramos, deberíamos recordar que somos seres humanos con responsabilidades y que, si no podemos ayudar, al menos podemos no empeorar las cosas. Hace 10 años la excusa era que “no lo sabíamos”. Ya no tenemos excusa. Pide a tu gobierno y a las multinacionales que creen un fondo económico para vigilar y comprobar que cada producto tiene un origen limpio. Tenemos más medios que nunca para verificar todo esto. Si vendo o compro droga, la policía me arresta, ¿por qué? Porque es ilegal. La esclavitud también es ilegal, va en contra de la declaración de Derechos Humanos, la Convención sobre los Derechos del Niño, la Constitución española, la religión. Si todos estos productos de Zara y demás empresas van en contra de esto, deberían ser declarados ilegales, como la droga. La gente que los vende, quienes los compran, deberían asumir su corresponsabilidad. Esta es la campaña que estamos promoviendo para despertar conciencias en la sociedad, porque sin eso no podremos cambiar nada. Una camisa no es producida por un solo país, sino que las grandes compañías, Inditex, H&M, obtienen el algodón en países como Etiopía o Egipto o Pakistán, la tejen y tiñen en India, la llevan a China para que jóvenes mujeres en circunstancias muy malas la ensamblen y finalmente la traen aquí.
¿Qué ha cambiado tras la tragedia del Rana Plaza en Bangladesh?
Hubo un gran debate a nivel internacional entre los consumidores y los gobiernos, pero fue temporal. Gobiernos y multinacionales hicieron grandes promesas, dijeron que darían dinero y dejarían de actuar así pero, ¿qué han hecho? Primero, establecer prohibiciones en Bangladesh y saltar desde ahí a Turquía y Birmania. Con el tiempo han olvidado sus promesas. Tanto gobiernos como multinacionales forman parte de esa mafia corrupta, de la parte alta, y creo que deberían bajar a la tierra. Aún perdura la discusión sobre el sector textil, a veces crece, otras decae. Yo me sigo reuniendo con diferentes colectivos y sectores, religiosos, sindicatos, estudiantes… El próximo año lanzaremos una campaña para concienciar y llamar a la acción, y contaremos con el apoyo de la Universidad de Salamanca. También la de Alicante ha prometido sumarse, así como el gobierno local de Valencia.
Si usted va a una zona industrial de Bangladesh o Pakistán, es posible que encuentre marcas como Primark, Mango, C&A, H&M… ¿Qué se le pasa por la cabeza cuando llega a la Gran Vía de Madrid y encuentra las mismas marcas?
Bueno, me forzaron a salir de mi país y ahora no tengo nacionalidad ni puedo volver, pero cuando luchaba allí, me sentía poderoso pensando en todo el trabajo que tenía por delante. Pienso que los países que hablan de democracia, derechos y libertad deberían actuar mejor. Ahora vivo en Suecia, y cuando veo todas esas marcas, siento mucha rabia en mi interior. Siento más dolor en Europa que en Pakistán, porque allí al menos podía sentir que calaba mi mensaje contra la explotación. Aquí me duele que la sociedad, que valora los derechos humanos, no reaccione contra la esclavitud. Por eso reclamo a los medios de comunicación españoles y europeos que tomen un papel activo en la lucha por la libertad. En Europa tengo que luchar contra las multinacionales, que aquí tienen otra parafernalia y sistema, y a veces pienso que nunca habría imaginado que alguien mayor y extranjero como yo acabaría yendo de ciudad en ciudad para hablar de esto. Me reconforta pensar que podemos hacerlo, y lo estamos haciendo. Si nos unimos , seremos muy poderosos. Estos países solo son democráticos con ellos mismos y a veces ni eso, porque explotan a sus propios trabajadores.
¿Cómo le presionan las grandes corporaciones?
No recuerdo su nombre, pero allá por el año 97 empezó a presionarme una gran compañía sueca a raíz de mi trabajo con niños de India, porque yo coordinaba la Marcha Global contra el Trabajo Infantil. El jefe de la compañía me llamó para pedirme que parase porque estaba mal. Le dije que no, y él me respondió que tendría problemas legales. Yo le respondí “si emprende acciones legales, estoy seguro de que perderá, porque yo tengo más pruebas que usted, y perderá mucho dinero. Mejor dedique ese dinero a sus trabajadores”. Cuando llegué de Pakistán recibí muchas amenazas por teléfono, incluso de muerte, pero trato de no tomármelo muy en serio. Ahora mi línea está protegida. Ya he cambiado tres veces de número. Tengo el apoyo de una gran organización, también me defienden en muchos colegios. Siento que no tengo nada que perder y eso me hace más fuerte. He estado 12 veces en la cárcel, he sido condenado por alta traición, he sido atacado por la mafia en repetidas ocasiones. Han intentado matarme y encarcelarme durante más de 50 años, es algo de lo que no hablo porque quiero quitarle importancia. Mira, si corres delante del perro, el perro corre detrás y pierdes el tiempo. Yo me quedo en mi sitio y que vayan a donde quieran, no me importa. Seguiré haciendo presión a favor de esta causa, hasta que no pueda más. Y soy musulmán, pero creo que cada cual debería cargar su propia cruz [saca un rosario blanco de su monedero], cada cual debería cargar con la responsabilidad que tenemos ante las otras personas y sus derechos.





Doce claves 'ocultas' de la donación de Amancio Ortega

 y ver ..

sábado, 18 de mayo de 2019

Justicia sin fronteras



”Justicia sin fronteras”

rafaelpoch

Publicado el eurasia .Cómo la justicia universal se configuró como instrumento de dominación imperial

 La Corte Penal Internacional (CPI) no investigará los crímenes de Estados Unidos en Afganistán, es decir su política de torturas a prisioneros, los bombardeos de objetivos civiles, como bodas y hospitales, así como la destrucción de infraestructuras. Todo ello a pesar de que según la investigación preliminar de la propia CPI, “había motivos para pensar que allá se han cometido crímenes de guerra y contra la humanidad”.
 La decisión de marcha atrás adoptada por el tribunal de la ONU fue consecuencia de las amenazas de la administración Trump, expresadas por el peligroso demente consejero de seguridad nacional, John Bolton. En septiembre Bolton advirtió contra el propósito afgano de la CPI, diciendo que “Estados Unidos usará todos los medios necesarios para proteger a nuestros ciudadanos y a los de nuestros aliados de la injusta persecución de ese tribunal ilegítimo” y que el tribunal no debe atreverse a investigar “a Israel u otros aliados de Estados Unidos”. Bolton amenazó directa y personalmente a los jueces y fiscales de la CPI con “impedir su entrada en Estados Unidos”, “incautar sus fondos en el sistema financiero de Estados Unidos y perseguirles judicialmente en el sistema penal de Estados Unidos”. “No cooperaremos con la CPI, no la asistiremos, no nos sumaremos a ella, la dejaremos morir por si sola porque todo lo que la CPI se propone ya está muerto para nosotros”.
 En marzo estas amenazas se concretaron en la retirada del visado de entrada en Estados Unidos a la fiscal jefe de la CPI, la gambiana Fatou Bensouda, quien respondió discretamente diciendo que seguiría investigando el asunto afgano “sin miedo”. El 12 de abril, una escueta nota de la CPI, que tiene su sede en La Haya, informaba que se abandonaba la investigación afgana “porque en este momento no serviría a los intereses de la justicia”. Trump caracterizó ese anuncio como “una gran victoria nacional”.
 Uno de los veteranos de la CPI, el juez alemán Christoph Flügge, ya dimitió en protesta por las amenazas de Bolton y dos semanas después un grupo de expresidentes y miembros de la CPI criticaron la rendición, expresando su “decepción”, “frustración” y “exasperación” por la situación. Ahí se acabó todo.
 Justicia de vencedores
 En un artículo publicado el 10 de abril, el juez español Baltasar Garzón explicaba que “la CPI es un órgano judicial independiente”. La simple realidad es que no tiene nada que ver con ello. Como tantas otras buenas y nobles ideas, la justicia sin fronteras representada por la CPI no solo no ha sido independiente sino que, más allá de pequeños logros, ha sido genuina expresión de la justicia de los vencedores.
 Esa es una maldición que persigue al concepto de justicia universal desde sus mismos inicios, desde los juicios de la posguerra mundial de Nuremberg y Tokio, donde las potencias ocupantes nombraron a jueces y fiscales y supeditaron todo principio de independencia a sus intereses, en particular al de utilizar los recursos humanos de los criminales vencidos en la “lucha contra el comunismo”. Eso determinó desde la inmunidad del emperador del Japón y otros criminales de guerra, hasta la superficial desnazificación emprendida en Alemania.
 El tribunal interaliado de Nuremberg que se proponía juzgar a cinco mil personas, no juzgó más que a 210. En diversos juicios, norteamericanos, británicos y franceses condenaron a 5000 personas, de las que apenas 700 lo fueron a la pena capital. Más del 90% de los miembros de las SS ni siquiera llegaron a ser juzgados. Los nuevos conceptos acuñados como el de “guerra de agresión” o “crímenes contra la humanidad” se redujeron a las guerras y los crímenes de los perdedores.
 “Solo una guerra perdida es un crimen”, sentenció el juez indio Radhabinod Pal, tras su experiencia en los procesos de Tokio.
 La misma consideración vale para el Tribunal penal para la antigua Yugoslavia creado por la ONU en 1993 y que actuó como el brazo judicial de la OTAN, reduciendo el drama yugoslavo a una “agresión serbia”, ignorando enormidades como la expulsión de 200.000 serbios de Croacia, la intervención extranjera y sin entrar en los crímenes de la OTAN matando civiles, usando bombas de fragmentación, destruyendo infraestructuras y medios de comunicación. ¿Cómo iba a ser de otro modo, si, como explicó el infame portavoz de la OTAN, Jamie Shea, “fueron los países de la OTAN quienes crearon el tribunal, lo financiaron y sostuvieron diariamente”? La CPI siguió esa misma estela.
 Situación delicada, papel inequívoco
 Especialmente tras el fin de la guerra fría, Estados Unidos disfrazó su nacionalismo de protección de la mundialización y del internacionalismo. En ese contexto, la justicia universal, la política de derechos humanos (no confundir con los derechos del hombre y el ciudadano) y la ideología de las guerras humanitarias contenida en la fórmula “responsabilidad de proteger”, casaban muy bien con ese internacionalismo imperialista al que tantas ONG´s se apuntaron. Al mismo tiempo, Washington fue consciente de que un tribunal penal internacional con jurisdicción universal podía suponer un peligro para sus propios crímenes. Eso colocó a la CPI en una posición delicada desde sus inicios. Estados Unidos e Israel (así como China, Cuba, Siria, Irak y Yemen), votaron por distintos motivos contra la creación del tribunal, que se instituyó en marzo de 2003. Previamente Washington elaboró un arsenal legislativo la American Servicemembers Protection Act que no solo excluye a su personal de cualquier investigación sino que autoriza al Presidente a liberar usando la fuerza militar si es necesario (“utilizar todos los medios necesarios”, dice), a cualquier detenido en nombre de la CPI.
 Financiada en un 75% por países europeos y Canadá (Alemania un 20%), la CPI ignoró la guerra de Irak desde el principio. Su fiscal jefe, Luis Moreno Ocampo, un magistrado argentino con un papel ambiguo durante la dictadura y grandes dotes de adaptación al poder establecido, dio garantías de que nunca emprendería causas contra ciudadanos americanos, tampoco hizo nada contra Israel tras las mortíferas masacres de 2008 en Gaza. La CPI no existió en Libia más que para criminalizar al bando perdedor, y, como explicaba Tor Krever en un completo informe publicado en 2014 “ha institucionalizado la impunidad” y el doble rasero.
 La simple realidad no es solo que la CPI no es “independiente”, como dice Garzón, sino que ha legitimado las intervenciones humanitarias y los cambios de régimen, protegiendo a las potencias imperiales y siendo cómplice de su belicismo, responsable de los peores crímenes y las mayores mortandades en lo que llevamos de siglo. 

jueves, 16 de mayo de 2019

Sombría Polonia .

Lúgubre Polonia

Mundo obrero


El nacionalismo siempre conduce al precipicio y la guerra. Pronto hará treinta años que sucumbió la Polonia socialista, y veinte desde que la nueva Polonia nacionalista y conservadora se incorporó a la OTAN, aunque los peligros vienen de lejos. Ahora, con la crisis en Ucrania y hablando de nuevo sobre Crimea, Estados Unidos y la OTAN aumentan sus tropas en todo el este de Europa, junto a las fronteras rusas.Los turcos bautizaron a Polonia como Lechistán, y, en los años de Adam Jerzy Czartoryski (un príncipe varsoviano que fue ministro de asuntos exteriores del zar, y que después participó en la revuelta de 1830 y tuvo que exiliarse a París), los católicos polacos llegaron a un acuerdo con el imperio otomano: en 1842, Czartoryski, que vivía en el hotel Lambert parisino, viajó al Turco para alquilar un territorio al sultán, donde se establecieron oficiales polacos derrotados para vivir en Turquía como si fuera Lechistán, y combatir junto a ella contra Rusia. Durante la guerra de Crimea, también Mickiewicz, el poeta nacional polaco, llegó a Estambul, para luchar contra Rusia, enrolando a soldados ucranianos, polacos e incluso judíos, a quienes denominó “los húsares de Israel” dentro de una división de cosacos otomanos: la guerra de Crimea enfrentaba al imperio turco, Francia, Gran Bretaña y el Piamonte-Cerdeña de Víctor Manuel II y Cavour contra Rusia. Esa alianza hoy olvidada de católicos polacos con musulmanes otomanos todavía se recuerda en algunos lugares de Turquía, como en Polonezköy, donde pueden verse retratos de Ataturk junto a otros del papa anticomunista polaco Karol Wojtiła.
Esa obsesión antirrusa del catolicismo nacionalista polaco fue una constante incluso durante las décadas de la Polonia socialista, aunque, entonces, el gobierno comunista de Varsovia la contuvo e impulsó la solidaridad con otros pueblos y no la guerra. Después, con la revancha anticomunista, de nuevo el conservadurismo nacionalista se apoderó del país. La gran paradoja de esa Polonia nacionalista, que hace treinta años enterraba con premura el socialismo real y clamaba por la libertad, es que ha vivido desde entonces en la revancha y la contrarrevolución, borrando las huellas del socialismo, persiguiendo a los veteranos de las Brigadas Internacionales, derribando los recuerdos de la resistencia antifascista, enterrando la memoria del Ejército Rojo que liberó a Polonia de los nazis, aceptando colaborar en la opresión de otros países, en Afganistán o en Iraq, en Siria o en Ucrania.
En 2003, el intelectual polaco Adam Michnik (junto al al checo Václav Havel y el húngaro György Konrád), justificaba a George W. Bush y sus mentiras y consideraba la sanguinaria guerra e invasión de Iraq que lanzó Estados Unidos como “políticamente justificada”. Bronislaw Geremek, que fue ministro de exteriores en Varsovia, calificó la guerra como una “intervención humanitaria”, aunque causó centenares de miles de muertos y destruyó Iraq. El gobierno de Kwasniewski decidió participar en la guerra junto a Washington, aunque nada se le había perdido a Polonia en las orillas del Tigris. Después, el Pentágono encargó a las tropas polacas que ocupasen algunos territorios iraquíes: en las ruinas de Babilonia, tras haber arrasado el museo y parte del yacimiento, el general polaco Andrzej Tyszkiewicz y sus soldados posaron satisfechos ante una gran bandera norteamericana.
Esa es la Polonia de las últimas décadas: mientras la progresista permanece oculta, el nacionalismo polaco acompaña al imperialismo norteamericano en sus aventuras militares, acepta el escudo antimisilesdel Pentágono, acoge cárceles secretas de la CIA, colabora con Washington en las operaciones de acoso a Cuba y Venezuela, entrena a los paramilitares que actuaron en los días del golpe de Estado del Maidán en Ucrania, en 2014. Ahora, Jarosław Kaczyński, principal dirigente del partido de extrema derecha que gobierna el país, recibe al dirigente de ese nuevo partido fascista que ha surgido en España, a la vez que el presidente, Andrzej Duda, ofrece a Washington abrir una gran base militar en Polonia con el nombre de Camp Trump.
Pobre Polonia, decía luchar por su libertad y ha quedado convertida en un aplicado agente norteamericano en la Unión Europea; triste Polonia, gobernada por la extrema derecha; lúgubre Polonia, atizando el militarismo y el acoso a Moscú, pidiendo a Estados Unidos que destaque en las fronteras de Rusia más soldados, más armamento, más angustia y miedo.



martes, 14 de mayo de 2019

El feminismo y los estudios culturales.

 

Resultado de imagen de feminismo

"Fortunas del feminismo"

  Nancy Fraser
"Del capitalismo gestionado por el Estado a la crisis neoliberal"
Nancy Fraser (2015): Fortunas del Feminismo. Del capitalismo gestionado por el Estado a la crisis neoliberal, Madrid, Traficantes de Sueños.
Leer libro completo [PDF]

Fortunas del feminismo recoge diez ensayos de Nancy Fraser en un periodo de veinticinco años de carrera intelectual. El camino que nos lleva de un ensayo a otro está edificado sobre los cimientos de la propuesta política de la autora, que realiza una llamada a la recuperación del radicalismo en el movimiento feminista actual. Mediante su trabajo nos recuerda que las sucesivas crisis que está sufriendo el régimen neoliberal, agudizadas por la globalización, amenazan la igualdad en un sentido multidimensional y que en este escenario, las mujeres ocupan una posición crítica entre patriarcado y neoliberalismo.
Partiendo de la necesidad de hacer frente a dicha situación mediante la reformulación de la lucha feminista, Fraser analiza la evolución de dicho movimiento partiendo de la década de los setenta del siglo veinte hasta el presente, y entendiendo el feminismo como “un drama en tres actos” (2015: 17) que abordaremos brevemente a continuación. En el primer acto, el feminismo radical desveló el androcentrismo inherente al sistema capitalista mediante la afirmación: “lo personal es político” (Millett, 1969-2010). En el segundo acto, las luchas pusieron el acento en la política cultural de la diferencia, en un tiempo en que el neoliberalismo se centraba en acrecentar la desigualdad social. En el tercer acto, que se corresponde con la época actual, se estaría produciendo una revitalización del feminismo radical, preparado para denunciar las injusticias derivadas del auge de los mercados que escapan al control estatal.
La obra sigue esta lógica feminista en tres actos, conformándose su estructura en tres partes. La primera de ellas se centra en el tiempo en que el feminismo elaboraba una crítica al Estado del bienestar y buscaba su transformación hacia la justicia de género desde la radicalización del feminismo socialista. Nos referimos al feminismo de la segunda ola que emergió junto a los nuevos movimientos sociales de 1960 que cuestionaban los principios fundamentales de la modernidad capitalista (materialismo, consumismo, control social, represión sexual, etc.). Y es que, más allá de las mejoras que el proyecto moderno ha supuesto para la Humanidad, “también es cierto que su programa filosófico y epistemológico se ha agotado, al menos en su versión más claramente racionalista y ratio-universalista” (Reverter, 2001: 96-97). Reconociendo esta idea, el movimiento feminista se centró en politizar lo personal, permitiendo que las luchas por la distribución socioeconómica integraran la justicia de género. De este modo, Fraser nos recuerda que “las primeras feministas de la segunda ola no intentaron tanto desmantelar el Estado del bienestar como transformarlo en una fuerza capaz de ayudar a superar la dominación masculina” (2015: 20).
A tenor de esta realidad y para comenzar a perfilar su propuesta, la autora realiza una crítica a la obra de Jürgen Habermas (1987a, 1987b). Señala que dicho autor no consiguió alcanzar todo el potencial radical de su propia crítica a la socialdemocracia, ya que estableció distinciones analíticas (2015: 48) entre lo público y lo privado, y la reproducción simbólica y material, olvidando el sexismo que las vertebraba, y por tanto, naturalizando la desigualdad de género. Sin embargo, la autora sostiene que la propuesta dialógica habermasiana aún tiene mucho que aportar a la teoría feminista. Así, desde una lógica comunicativa, Fraser rescata las categorías habermasianas, releyéndolas y haciendo visible su implicación con el género para pasar de la satisfacción de necesidades objetivista propia de los Estados del bienestar actuales, a la interpretación de las necesidades desde una perspectiva de género.
En la misma línea de discernir las necesidades de justicia de la población, acusa a Michel Foucault de centrar su crítica en los discursos expertos y pasar por alto el potencial de las intersecciones que se dan entre estos y los discursos de oposición, de donde Fraser intenta rescatar los diferentes discursos sobre “las necesidades” para guiar a un nuevo activismo feminista. Su crítica filosófica a estos dos autores nos permite ver que “la determinación de las necesidades básicas de las personas no puede hacerse desde un lugar central y bajo un punto de vista que pretende no tener lugar alguno, refiriéndose a ciudadanos abstractos, ni puede estar sujeta a un conjunto único de criterios supuestamente absolutos” (Olivé, 2010: 56). Es decir, Fraser amplía la lógica discursiva habermasiana para integrar la cuestión de género y se nutre de los lugares de choque entre Estados y grupos sociales para detectar las necesidades de justicia que se encuentran en la sociedad y frente a las que los diferentes Estados deben responder.
El segundo acto arranca con la llegada de los años ochenta y el resurgimiento del neoliberalismo, que provocó el abandono de la redistribución igualitaria por parte de los Estados. Hablamos de un contexto en el que el Estado del bienestar dejó de ser un punto de partida para las feministas, que se unieron a programas políticos más oportunos para una época postsocialista. Se trata de la política del reconocimiento, una política de identidad que se dirigía más al valor de la diferencia cultural que a la consecución de una redistribución y una igualdad económica. En este sentido, mientras que en el primer acto el acento se ponía en transformar las bases de la economía política, en este segundo acto, el énfasis se situó en la cultura (p.167). Y es que, aunque la primera intención del feminismo al abordar las problemáticas culturales fue la de ampliar el abanico de sus luchas, lo que acabó teniendo lugar fue una canibalización del feminismo cultural sobre la economía política, hecho que a la autora le parece contraproducente para los fines mismos del movimiento por la igualdad.
Para poner en evidencia dicha cuestión, la autora revela el carácter contraproducente del feminismo lacaniano (2015: 169-188) y se defiende de las críticas lanzadas contra su teoría por parte de autoras como Judith Butler (2015: 207-218). Y es que desde el punto de vista de Fraser, estas corrientes del feminismo cultural, al evitar un análisis profundo de las estructuras institucionales, acaban convirtiendo el lenguaje y la subjetividad en los focos de lucha del feminismo, cuando la verdadera transformación reside centralmente en las estructuras materiales de la sociedad. Des este modo, sostiene que el auge del esencialismo en la corriente feminista ha contribuido al progresivo desligamiento entre reconocimiento y redistribución en las últimas décadas. Por esta razón, según su perspectiva, se hace indispensable reconocer que la subordinación de género se cruza con otros ejes de subordinación que deben articularse conjuntamente para conseguir una verdadera justicia de género.
Por tanto, la posición de la autora defiende que el giro cultural debería complementarse con el feminismo socialista, combinar la política del reconocimiento con la redistribución feminista a través de la concepción de la justicia como paridad de participación (2015: 195). Al fin y al cabo, lo que no nos permite olvidar Fraser a través de sus ideas es que “el Estado Liberal vino a consolidar la estructura patriarcal a través de argumentos filosóficos y herramientas jurídicas” (Salazar, 2012: 98), que precisan de una deconstrucción profunda que vaya más allá de los aspectos culturales y se centre en los económicos y políticos.
La tercera parte analiza las peculiaridades del nuevo escenario global y de las fuerzas transnacionales que vertebran los diferentes escenarios del mundo, y cómo esto afecta a las reclamaciones feministas. En esta línea, Fraser señala tres tipos de obstáculos producto de estas confluencias que impiden la participación política en igualdad dentro de las sociedades democráticas: la distribución (economía política), el reconocimiento (cultura) y la representación (política). Así pues, en un contexto como el actual se pasa del qué de la justicia al quién debería ser considerado para la justicia y cuál es su comunidad. En este marco, la autora acusa a un peligroso vínculo entre el feminismo y el neoliberalismo (2015: 279). Para dar explicación a esta afirmación expone tres elementos en los que se ha producido dicha peligrosa alianza. En primer lugar, el énfasis del feminismo en las cuestiones culturales y su progresivo olvido de las cuestiones materiales, ha acabado por hacer un favor al neoliberalismo, siempre interesado en sofocar las luchas sociales que se centran en aspectos socioeconómicos. En segundo lugar, la crítica feminista al salario familiar ha acabado por legitimar otro interés del capitalismo, esto es: la familia con dos proveedores, mujeres que trabajan fuera y dentro del hogar. Es decir, una mujer doblemente explotada bajo la apariencia de mayor igualdad. En tercer lugar, la crítica del feminismo al paternalismo del Estado del bienestar ha acabado confluyendo con la crítica del neoliberalismo al Estado niñera. Esto ha supuesto que cada vez exista menos intervención estatal en las cuestiones de justicia social, dejando a los mercados actuar libremente.
En definitiva, Fraser destaca que un feminismo que pretenda ser efectivo en un contexto caracterizado por el auge feroz de los mercados, el neoliberalismo y la globalización, debe saber articular tres componentes de la justicia: redistribución, reconocimiento y representación (2015: 22). Al mismo tiempo, dicho feminismo debe hacer confluir su lucha con otras fuerzas políticas anticapitalistas (Tormey, 2015) que se articulen en los diferentes contextos territoriales, inevitablemente interconectados. Sin duda, Fortunas del feminismo recoge las principales ideas de Nancy Fraser, quien a través de un recorrido por el desarrollo de la lucha feminista, nos propone abrir nuevos caminos para un feminismo que se mueva en un contexto globalizado, digital y transnacional. Su receta queda clara: redistribución, reconocimiento y representación desde el feminismo socialista para recuperar la radicalidad inherente a toda la lucha por la igualdad.
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BIBLIOGRAFÍA
Habermas, J. (1987a): Teoría de la acción comunicativa Vol. I.
Racionalidad de la acción y racionalización social, Madrid, Taurus.
Habermas, J. (1987b): Teoría de la acción comunicativa Vol. II. Crítica de la razón funcionalista, Madrid, Taurus.
Millett, K. (2010): Política Sexual, València, Ediciones Cátedra. [1ª Edición en inglés 1969].
Olivé, L. (2010): «Multiculturalidad, interculturalismo y el aprovechamiento social de los conocimientos», Recerca. Revista de Pensament i Anàlisi, 10, pp. 45-66. [http://dx.doi.org/10.6035/Recerca].
Reverter, S. (2001): «Feminismo y democracia: una crítica antifundamentalista», Recerca. Revista de Pensament i Anàlisi, 1, pp.
95-108. [http://dx.doi.org/10.6035/Recerca].
Salazar, O. (2012): «Otras masculinidades posibles: hacia una humanidad diferente y diferenciada», Recerca. Revista de Pensament i Anàlisi, 12, pp. 87-112. [http://dx.doi.org/10.6035/Recerca.2012.12.6].
Tormey, S. (2015): «Democracy will never be the same again: 21st Century Protest and the Transformation of Politics», Recerca. Revista de Pensament i Anàlisi, 17, pp. 107-128.
[ttp://dx.doi.org/10.6035/Recerca.17.6].
Texto completo en: https://www.lahaine.org/eO5

sábado, 11 de mayo de 2019

El fracaso de Trump en Venezuela .


Fracaso tras fracaso
Maduro flota, Trump se hunde y lleva a EE.UU. a una crisis institucional

CLAE / Rebelión


A los fracasos de inteligencia y las erróneas evaluaciones políticas sobre la realidad venezolana, las retóricas bélicas contra Irán, las amenazas a México por la crisis migratoria y a China en medio de una guerra económica, mientras la Marina de EEUU asaltaba un carguero norcoreano, se suma la crisis constitucional ante la negativa de la administración de Donald Trump a colaborar con el Congreso y el resurgimiento del fantasma de un juicio político al presidente.Desde el fallido golpe de Estado del 30 de abril contra el gobierno venezolano, apoyado explícitamente por el régimen de Trump, analistas y políticos se sorprendieron por los fracasos de inteligencia y evaluaciones políticas erróneas del trío de halcones integrado por el secretario de Estado, Mike Pompeo; el asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, y el encargado especial para Venezuela, Elliott Abrams, quienes insistían que derrocar al gobierno venezolano iba a ser fácil y rápido. Pero el presidente constitucional Nicolás maduro sigue en el poder.
Los principales medios de prensa estadounidenses señalan que el propio Trump está frustrado y duda sobre la estrategia agresiva hacia Venezuela, e incluso se queja de haber sido engañado sobre qué tan fácil sería sustituir a Maduro con el opositor Juan Guaidó. Fuentes oficiales filtraron a la prensa que lo ocurrido el 30 de abril ha dejado a un lado la opción de una respuesta militar estadounidense y que ahora se está considerando un plazo más largo para lograr el objetivo de un cambio de gobierno en el país sudamericano.
Pompeo y Bolton han insistido ante los medios en que no hubo ninguna falla de inteligencia, que siguen apoyando a Guaidó, y que estas cosas a veces toman su tiempo. Pero analista de Washington señalan que los días de Pompeo al frente de la cancillería están contados, luego que, no lograra mantener a sus cómplices y aliados en la lucha contra Venezuela, que van buscando soluciones pacíficas, más allá de las presiones, chantajes (incluso del FMI y del banco Mundial) y amenazas bélicas.
El terrorismo mediático fue parcialmente derrotado por la realidad, y los planes estadounidenses van llevando a profundas crisis a sus aliados latinoamericanos: los militares colombianos y brasileños se han opuesto a participar en aventuras militares (y menos aún ser carne de cañón de los intereses estadounidenses), mientras las profundas crisis sociales y económicas corroen a otros gobiernos neoliberales de la región, chantajeados por los préstamos del Fondo Monetario Internacional (por ejemplo, se teme que Mauricio Macri no pueda terminar su mandato).
Por su parte, Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, advirtió nuevamente que Estados Unidos está en una crisis constitucional por la negativa del regimen de Trump a cooperar con las investigaciones y controles legislativos, en un enfrentamiento que ya involucra al mismo hijo del presidente, conminado a presentarse ante un comité del Senado.
El New York Times insistió en que el caos se ha apoderado de los altos funcionarios de la administración Trump, tras el fracaso de los planes golpistas. «Mientras que la administración comenzó de manera segura en Venezuela, reuniendo a decenas de países en contra del presidente venezolano, los críticos dijeron que su respuesta se había vuelto caótica y caótica a medida que la crisis se extendía», señaló. John Bolton acusó a militares venezolanos de abandonar el plan, y el secretario de Estado, Mike Pompeo endilgó la responsabilidad en los gobiernos ruso y cubano.
Para el medio esta actitud evidenció el «desespero» ante el fracaso, llevando a estos funcionarios a contradecir a la misma CIA que «ha concluido que Cuba está mucho menos involucrada y su apoyo ha sido mucho menos importante de lo que creen los altos funcionarios de la administración».
Desde que el “autoproclamado” Juan Guaidó decidió nombrar un “embajador” para que ocupara la sede diplomática de Venezuela en Washington, un colectivo internacional denominado Code Pink se instaló en esa porción de territorio venezolano, para defender la legalidad consagrada en el derecho internacional, específicamente lo establecido en la Convención de Viena del año 1961.
“Los asedian, agreden, bloquean y hasta les cortan la electricidad. ¿No les suena conocido? Es la misma estrategia ilegal del imperialismo contra el pueblo venezolano”, dijo el canciller venezolano Jorge Arreaza, en clara alusión al asedio a la embajada de Cuba durante el golpe contra el entonces presidente Hugo Chávez en 2002.
El texto desaparecido del Departamento de Estado
Seis días antes del fallido golpe del autoproclamado «presidente interino» Juan Guaidó, junto con un puñado de desertores militares, el Departamento de Estado de EEUU publicó un texto informativo titulado: «Fact Sheet: U.S. Actions on Venezuela« en el que confesaba y celebraba como parte de sus «logros» los gravísimos ataques y daños a la economía de Venezuela. Tras apercibirse de que el texto evidenciaba el papel central de la administración Trump en el intento de golpe y de la naturaleza incriminatoria de su publicación, el Departamento de Estado actuó rápidamente para eliminar la página.


La periodista Anya Parampil, del sitio web The Grayzone, publicó una copia completa del informe eliminado, que refuta cualquier afirmación de que Guaidó sea independiente de Washington, ya que el Departamento de Estado encabezó su lista de logros o «resultados clave» con respecto a Venezuela, el hecho de que Guaidó haya «anunciado su presidencia interina (…) en enero».

El documento, se jactaba sádicamente de que la política de EEUU había impedido que el gobierno venezolano participara en el mercado internacional y había llevado a la congelación de sus activos en el extranjero y que unos 3,2 mil millones de dólares de los venezolanos habían quedado congelados.

También presume que gracias a sus políticas “la producción de petróleo de Venezuela cayó a 736 mil barriles por día en marzo (una caída del 36% de la producción en dos meses), reduciendo sustancialmente” los ingresos del gobierno y celebra que «la empresa de refinación Citgo ahora esté bajo el control del gobierno interino».

Grupo de Contacto: hay que negociar

En Costa Rica, el Grupo Internacional de Contacto para Venezuela, integrado por países de la Comunidad del Caribe (Caricom) Bolivia, México, Ecuador, Uruguay, Alemania, España, Francia, Italia, Países Bajos, Portugal y Reino Unido, se reunió con el objetivo de seguir abordando la situación en el país suramericano, donde recientemente grupos de la extrema derecha intentaron dar un golpe de Estado y generar violencia.

La alta representante de la Política Exterior de la Unión Europea, Federica Mogherini, reiteró el rechazo a una intervención militar, tal como han amenazado voceros del gobierno estadounidense, y destacó la necesidad de encontrar una solución pacífica a la situación. “Los recientes acontecimientos son el resultado de la desesperación y la falta de un horizonte político… y confirman la urgente necesidad de un proceso político y pacífico que lleve a una solución democrática y venezolana enmarcada en la Constitución de Venezuela”, dijo.

Mogherini fue mucho más cauta que en meses anteriores, separándose de la presiones de Washington a sus “aliados”, e indicó que la comunidad internacional y los países regionales deben encontrar una solución “venezolana” dejando atrás la injerencia. “Sin injerencia, sin ninguna forma de despliegue militar, pero creando las condiciones para que surja un proceso político”, explicó.

También el canciller español Josep Borrell, criticó al presidente Donald Trump por comportarse como un “cowboy dispuesto a desenfundar” contra Venezuela, e insistió en que Madrid rechaza “las presiones que bordean las intervenciones militares”, porque “esa no es la solución para Venezuela”.
Mirko C. Trudeau: Economista-jefe del Observatorio de Estudios Macroeconómicos (Nueva York), Analista de temas de EEUU y Europa, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)
http://estrategia.la/2019/05/10/fracaso-tras-fracaso-maduro-flota-trump-se-hunde-y-lleva-a-eu-a-una-crisis-institucional/



 y ver  ...


viernes, 10 de mayo de 2019

España y el imperialismo estadounidense

España, al servicio del imperialismo estadounidense


 Nuestro gobierno es el más fiel servidor del Departamento de Estado de EEUU. Reconocer al golpista venezolano Guaidó como el legítimo presidente de Venezuela, aceptar a un enviado de éste como su representante diplomático y ahora alojar a Leopoldo López y a su familia en la embajada española en Caracas, supera con mucho de lo que yo creía capaz a Pedro Sánchez y su gobierno para cumplir las órdenes de Donald Trump.
Nunca en la historia de nuestras relaciones internacionales, especialmente con América Latina, los gobiernos españoles, ni siquiera los de la dictadura, mostraron un servilismo, una entrega tan absoluta a los deseos y los mandatos del imperio norteamericano.
Y no solamente Sánchez ha aceptado a ese fantoche de Guaidó que se autoproclama presidente de Venezuela, para lo que nadie le ha elegido ni existe legislación ni nacional ni internacional que lo avale, sino que la propaganda oficial, expresada en declaraciones repetidas del presidente del gobierno español y de su ínclito ministro de Exteriores, Josep Borrell –el que nos explicaba que los misiles que enviamos a Arabia Saudí son tan inteligentes que sólo matan a quien tienen que matar-, se dedica a engañar al pueblo español.
A Nicolás Maduro lo ha elegido el pueblo venezolano en elecciones libres, absolutamente legales y legítimas. El gobierno bolivariano ha ganado las elecciones 19! veces de 20. Los observadores internacionales que han asistido a los numerosos comicios celebrados en el país, han explicado que el sistema de votaciones, reparto de colegios y recuento de votos tiene todas las garantías, con una seguridad muy por encima de la que existe en EEUU, cuyas sospechas de pucherazos varios se han hecho famosas.
La afirmación repetida de que el régimen venezolano es una dictadura quedará escrita para la historia como una de las grandes infamias de la propaganda política española. En Venezuela existen toda clase de partidos políticos, desde el Partido Comunista a los de extrema derecha como el que alberga a Guaidó y Leopoldo López,  que tienen locales abiertos y hacen su propaganda cotidianamente, se presentan a elecciones que se convocan cumpliendo los plazos de la Constitución, y realizan las campañas sin obstáculo alguno. En el país se publican decenas de periódicos, revistas, panfletos y libros, se emiten programas de radio y de televisión, se celebran conferencias, coloquios, debates, de la oposición –fragmentada en varios partidos-, en los que se critica acerbamente el régimen bolivariano sin que nadie se lo impida.          Cuando en el día de hoy, 3 de mayo, Día Internacional de la Libertad de Prensa las asociaciones de periodistas nos explican que en México han sido asesinados cien profesionales desde 2006,  cuatro este año, ayer el último.  Que incluso en Europa: Eslovaquia y Malta, han sido víctimas de tiroteos dos, un hombre y una mujer, sin que se hayan aclarado los crímenes, en España los grandes medios de comunicación al servicio del Capital, únicamente balbucean que en Venezuela se persigue la libre información, sin que ninguno ofrezca datos ni cifras concretas de tal persecución.
Para los españoles debería resultar insultante que se afirme que el régimen de Maduro es una dictadura, cuando todos los días la Televisión Española nos obsequia con las imágenes de los mítines, las manifestaciones, las ruedas de prensa, pública y multitudinariamente en las calles,  que monta la oposición, que  se ha alzado en sublevación pretendiendo usurpar la presidencia a Maduro. Para un país como España que ha sufrido una de las más crueles dictaduras del mundo durante cuarenta años, debería ser motivo de indignación oír declarar a su presidente del gobierno, elegido democráticamente, y a sus ministros, que en Venezuela se vive una dictadura.
El gobierno venezolano muestra una permisividad impensable en Francia o en Alemania ante las proclamas de los políticos de la oposición que exhortan a sublevarse a la población civil y, lo más peligroso de todo, al Ejército. En esos países, como en tantos otros democráticos, tales llamamientos   serían reprimidos inmediatamente y encarcelados quienes lo hicieran.
Leopoldo López fue condenado a quince años de prisión por incitar, ordenar y organizar, con otros secuaces de los partidos de derecha, las “guarimbas”, disturbios, que desencadenaron turbas de delincuentes y mercenarios en 2014, durante varios meses, y que ocasionaron decenas de muertos, destrozos de mobiliario público, incendios de colegios y hospitales, asaltos y lesiones a la población civil y a las fuerzas de orden público.
La oligarquía venezolana, con la complicidad de la burguesía y la clase media reaccionarias, ha estado saboteando el régimen socialista bolivariano desde que se implantó. Ninguna de ellas quiere abandonar los privilegios de ser los lacayos de EEUU y dejar de recibir los beneficios de las coimas y comisiones que perciben por la entrega del petróleo a las grandes corporaciones norteamericanas, mientras el pueblo venezolano vivía en los ranchitos de cartón de las colinas, sin agua, descalzo, hambriento e infestado de parásitos.
El gobierno bolivariano ha montado la sanidad y la educación públicas, que no existían; ha creado una decena de Universidades populares; ha construido miles de viviendas, con los servicios de electricidad y agua corriente, para los trabajadores, y ha facilitado a las mujeres la posibilidad de organizar un Movimiento Feminista que se extiende a lo largo y lo ancho de todo el país. Y todo eso no puede consentirlo la burguesía que ha reinado en Venezuela durante doscientos años, apropiándose de los recursos naturales del país y hundiendo al pueblo en la miseria.
Para colofón de la tolerancia que está mostrando el Presidente Maduro y sus ministros, el Fiscal General del Estado y la policía encargada de reprimir los disturbios, el criminal Leopoldo López, que ha quebrantado su arresto domiciliario en el que cómodamente cumplía su condena, se presenta ante la prensa en la entrada de la embajada española y se dedica durante más de media hora a hacer declaraciones subversivas que pretenden exaltar los ánimos de la población y lograr que el Ejército se subleve contra el Presidente legítimo, sin que fuera detenido inmediatamente. Sería bueno recordar el encierro que Julian Assange ha soportado durante siete años por no poder salir ni a la puerta de la embajada ecuatoriana en Londres, y cómo ha sido detenido y encarcelado recientemente por actuaciones muchísimo menos peligrosas de las que están cometiendo desde hace años los políticos de la derecha venezolana.
El embargo de los recursos financieros y de los productos de primera necesidad, así como la bajada de los precios del petróleo, organizados por EEUU, han llevado al país a la situación de carestía económica que ahora denuncian Guaidó y sus conmilitones, cuando son los principales instigadores y cómplices de semejante situación. Porque la derecha venezolana, como la de todo el mundo, antes hundirá en la miseria a su pueblo y lo llevará a una confrontación armada en la que será masacrado, que aceptar que en su país se construya el socialismo.
Y no solo la conducta de EEUU en Venezuela debería ser motivo de una condena internacional, en vez de las miserables genuflexiones que los gobiernos europeos realizan para ponerse al servicio del imperio, sino que la actuación del gobierno de ese país durante casi doscientos años tendría que servir de repudio de cualquier político decente.
Desde 1846 el Ejército estadounidense ha invadido casi todos los países al sur de Río de Grande, comenzando por una infame guerra arrebató a México el norte de su territorio, incluidos los Estados de California y Texas. En 1898 el gobierno de EEUU provocó la guerra contra España en Cuba y a su derrota nuestro país tuvo que ceder Puerto Rico, Hawai, Guam y Filipinas. A partir de ese momento Panamá, República Dominicana, Honduras, Granada, El Salvador, Cuba , Guatemala, Brasil, Chile, Uruguay, Argentina, Colombia, Venezuela, han sido ocupadas militarmente, bombardeadas, saqueadas, intervenidas económicamente, impuestos sus gobernantes y falsificadas sus elecciones por el Departamento de Estado de EEUU y la CIA.
Estos acontecimientos forman parte de la historia de Latinoamérica, no será nuestro gobierno quien pueda fingir desconocimiento. Los recursos naturales de las naciones al sur de Río Grande han sido y son víctimas del ansia depredadora e imperialista de su vecino del Norte, que todos temen. Solamente unos lacayos al servicio de la industria militar estadounidense y  del Capital pueden posicionarse de acuerdo con los dictados de Trump, como están haciendo los gobiernos europeos y el nuestro, que están obedeciendo las órdenes recibidas de Washington.  
Ciertamente las genuflexiones que el gobierno español realiza ante Marruecos y Arabia Saudí, aliados fervientes de EEUU, para apoyar sus desmanes, no permitían esperar de este PSOE, tan socialista, una postura de dignidad e independencia frente al imperio norteamericano, pero lo que está realizando con Venezuela supera con mucho lo que el pueblo español se merece y debe aguantar. Porque el régimen bolivariano ha intentado durante veinte años construir una sociedad más justa y solidaria en paz, sin que las fuerzas de la oligarquía lo hayan consentido. Para eso tienen el enorme apoyo del gobierno de EEUU.
Si de esta operación se deriva una intervención militar estadounidense en Venezuela, que todos los días reclama el golpista Guaidó y que Trump parece encantado de llevar a cabo, y se producen miles de víctimas y la derrota del pueblo, el gobierno de Pedro Sánchez será tan culpable como Trump, y España escribirá una de las más vergonzosas páginas de su historia.
 Nota del blog .-
    Recordemos además que la ONU no reconoció a Guaidó . Ni la OEA , Ni la mayoria absoluta de los estados . Y  con Trump  lo mismo nos las esta dando a   la UE por todos lados , pero nada seguimos lo mismo .

 ver  ..