El caso del ex espía Skripal, supuestamente
envenenado con un gas tóxico por espías rusos, ha servido de catapulta
para una nueva oleada de histeria anti-rusa
La
expulsión masiva de agentes diplomáticos rusos por una veintena de
países (a la cabeza de ellos EEUU, con 60) echó leña al fuego de una
situación que chirría por los cuatro costados y que puede llevar -y
seguramente llevará, de seguir este derrotero-, a una confrontación más
abierta y dura en la que la Unión Europea puede perder más que Rusia.
Nunca han sido fáciles las relaciones de la Europa vieja con la nueva
que surgía al este, en las vastas llanuras ruso-ucranianas (pueblos que
han sido y son uno, por más que desde la Europa vieja intenten
dividirlos). Los eslavos protagonizaron las últimas grandes migraciones
de pueblos del este, estableciéndose unos en dominios del imperio
bizantino y otros entre Bizancio y el Volga. Rusia, como tal, no irrumpe
como gran potencia europea hasta el siglo XVIII, en la Gran Guerra del
Norte, después de lograr la derrota de los invasores suecos de Carlos
XII, vencido en Poltava en 1709. Esta derrota puso fin a la hegemonía
de Suecia en el Báltico y norte de Europa, espacio que pasó a ocupar la
Rusia de Pedro el Grande. Carlos XII inició el periodo de invasiones
extranjeras a Rusia, todas con igual fin. La Grande Armée de Napoleón
fue enterrada en Rusia, en 1812, y ese entierro significó el fin de
Napoleón. Hitler, psicópata e ignorante de la historia, repitió el
aventurerismo de Carlos XII y de Napoleón y la invasión de la Unión
Soviética fue el fin del delirio nazi de los Mil Años del Reich. De
igual forma que había sucedido al poderoso ejército sueco y al ejército
inmenso de Napoleón, Alemania perdió en la URSS el 70% de sus efectivos y
armamentos, lo que determinó su derrota total y la toma de Berlín y de
media Europa por los heroicos soldados del Ejército Rojo.
Los tres episodios reseñados recogen dos hechos. El primero, que,
hasta la fecha, Rusia ha sido invencible combatiendo en su territorio.
La segunda, y no menos importante, que Rusia nunca ha invadido ningún
país europeo. Ha sido invadida, y tres veces, tres. Perdón, cuatro,
contando la Guerra de Crimea (1853-1856), cuando la península rusa fue
atacada por fuerzas combinadas de Inglaterra, Francia y Cerdeña, siendo
Rusia derrotada –su única derrota- dadas las pésimas líneas de
comunicación entre Crimea y Moscú, lo que imposibilitó el suministro y
flujo de tropas, vituallas y armas. ¿He dicho cuatro invasiones
extranjeras? Vaya memoria. Son cinco. Entre 1918 y 1920, después del
triunfo de la revolución bolchevique, fuerzas de EEUU, Francia,
Inglaterra y Japón invadieron el naciente Estado revolucionario. 100.000
soldados japoneses ocuparon el Lejano Oriente ruso; tropas
anglo-francesas tomaron Sebastopol y Odesa y penetraron en Ucrania; una
escuadra inglesa ocupó el Báltico y Tallín. Tropas de EEUU se apoderan
de Murmansk. Otras fuerzas desembarcaron en el Cáucaso y Asia Central,
incluyendo un ejército checo. En 1919, Polonia invadió Rusia. Una
situación similar a la de la Francia revolucionaria entre 1792 y 1802.
Con igual desenlace. El Ejército Rojo contraatacó y, para 1921, las
tropas extranjeras fueron obligadas a abandonar el territorio ruso.
Repitámoslo: Rusia nunca ha invadido Europa. Europa la ha invadido.
¿Vamos por el mismo camino? Desde el suicidio de la URSS, la OTAN no
ha dejado de avanzar sobre las fronteras rusas. No ha cesado de acumular
tropas, armamentos y sistemas de misiles, al punto que Rusia ha
advertido que los misiles de la OTAN, hoy, están a minutos de Moscú. En
la década de los 90, la Rusia del alcohólico Boris Yeltsin se entregó a
Occidente y hasta sus asesores económicos llegaron de EEUU. Occidente no
desaprovechó la ocasión y destruyó cuanto pudo la economía de Rusia. En
1998, Rusia era un despojo de país y Occidente jaleaba a Yeltsin, lo
celebraba y aplaudía porque hacía lo que Occidente quería. Incluso
cuando, en Washington, fue encontrado en la calle en calzoncillos, o
cuando se dormía en actos oficiales con el rostro rojo del exceso de
alcohol. Yeltsin era perfecto para Occidente y, en ese periodo, nunca
hubo mayores roces o desencuentros con Rusia. ¿Cómo iba a haberlos?
Yeltsin había destruido a la URSS y destruido a Rusia y, debe pensarse,
eso era lo que Occidente quería: que Rusia fuera destruida y
desapareciera como potencia para siempre.
Luego Yeltsin, enfermo terminal por su alcoholismo, entregó el poder
al jefe del Servicio Federal de Seguridad (sucesor del KGB), Vladimir
Putin, y la historia cambió, como es sabido. Putin se aplicó a fondo a
reconstruir Rusia y el poderío de Rusia, con tanto éxito que agarró
desprevenido a Occidente, que estaba convencido de que Rusia había
pasado a mejor vida. Ha ocurrido lo contrario. Putin rehízo las Fuerzas
Armadas, la economía, la sociedad, devolvió la dignidad a un país que la
había perdido. La guerra con Georgia, en 2008, fue la campanada de
aviso. El golpe de estado en Ucrania –fatal error de cálculo de la OTAN-
en 2014, desencadenó la crisis ucraniana y la recuperación de Crimea
(perdón a quien enoje, pero esa península ha sido rusa desde el siglo
XVIII) y el estallido en Donbás. La soberbia atlantista llevó a creer
que Rusia encajaría resignada que la OTAN se tragara Ucrania y tarde se
dieron cuenta del error.
Vinieron las sanciones económicas. Otro error. Aparte de que la
experiencia ha demostrado una y otra vez que las sanciones sirven para
poco, en el caso de Rusia fue el detonante para una revolución
científico-técnica, agroindustrial y de alianzas políticas que
fortalecieron a Rusia y debilitaron a sus adversarios. Antes de las
sanciones, Rusia importaba ingentes cantidades de alimentos, productos
manufacturados, tecnología y etc. de la UE. Pagaba con gas y así hubiera
seguido sin las sanciones. Una relación beneficiosa para la UE y
perjudicial para Rusia, pues era un modelo clásico neocolonial de
relación centro-periferia, de importación de manufacturas a cambio de
materias primas. Las sanciones hicieron ver a Rusia lo dañino de esa
relación desigual, buscaron soluciones y las hallaron. Se puso en marcha
un multimillonario plan de inversiones para reducir los niveles de
dependencia en unos casos al mínimo, en otros a cero. Un nuevo y
vigoroso proceso de industrialización, para situar a Rusia en la
vanguardia.
Los resultados, a la vista. Rusia terminará de sustituir, en 2018,
todos los productos importados para aviones de combate, transporte y
estratégicos, alcanzando así una total autonomía. En esa línea, en 2020
terminará la sustitución de componentes importados de la UE y la OTAN
para el sector de defensa. El programa de diversificación aprobado por
el gobierno ruso está dedicando inversiones millonarias a los sectores
energéticos, de equipos médicos, electrónicos, de telecomunicaciones y
de informática, entre otros, con el objetivo de promover que empresas
nacionales produzcan esos componentes y equipos y cubran con productos
rusos la demanda interna. Esfuerzo nacional para optimizar los recursos
del país, pues Rusia posee empresas con capacidad científico-técnica
suficiente para fabricar una variada gama de productos de alta
tecnología. No se olvide que la URSS y Rusia fueron –y es-, hoy, la
mayor potencia espacial mundial
Otro campo beneficiado por las inversiones estatales ha sido el de la
agroindustria. En 2017, Rusia alcanzó la cifra récord de 135 millones
de toneladas de cereales cosechadas, convirtiéndose en el primer
exportador mundial de trigo, superando a EEUU. Un dato más que relevante
si se considera que Rusia, hace quince años, importaba cereales. Pero
quieren más. Quieren destronar, antes de 2025, a la UE como el mayor
productor de cereales del planeta. El país también ha logrado sustituir
las importaciones de cerdo y pollo, multiplicar la producción de
remolacha azucarera y triplicar la producción de hortalizas. En
definitiva, las sanciones económicas sirvieron de acicate a Rusia y
castigaron a las empresas europeas. Desde 2014, el país está inmerso en
una auténtica revolución productiva en campos que van desde el
aeronáutico y espacial al agroindustrial, pasando por el automotor.
Además, las sanciones permitieron a Rusia asignar a países con los que
tiene intereses estratégicos, como Irán, Turquía, Egipto e India, las
cuotas de productos antes concedidas a países de la UE.
Cercada por la Europa atlantista, Rusia se ha vuelto cada vez más
hacia China y a Asia en general, otro favor que le han hecho a Rusia,
pues el corazón de la economía mundial está hoy firmemente asentado en
Asia. La alianza con China –más sólida que una montaña, según
funcionarios chinos- ha aportado a Rusia ingentes beneficios. China es
un mercado insaciable de gas y petróleo rusos, un primer comprador de
armamentos y, ahora, comprador neto de cereales. Ambos países decidieron
unir la rusa UAC y la china Comac para crear un consorcio aeronáutico
que compita con Airbus y Boeing. El primer modelo, el C929 está en
pruebas desde 2017 y entraría en servicio en 2025. El C929 será
competidor directo de los A350 y A330, así como del B-797. Los primeros
aviones llevarán motores occidentales. Los siguientes no: Rusia está
aplicada a fondo para producir sus propios motores de aviación, gracias
al impulso de las sanciones. Y aunque no exista un acuerdo formal, tipo
OTAN, la cooperación política y militar entre Rusia y China ha alcanzado
niveles sin precedentes, que ambos países desean extender.
La OTAN se afana en cercar a Rusia y EEUU construye estaciones de su
escudo antimisiles en Polonia, Bulgaria y España. Rusia desarrolla armas
hipersónicas capaces de burlar cualquier escudo y blinda las zonas
estratégicas del país con sofisticados sistemas antimisiles. Es la
consabida dinámica del cazador y la presa. También se modernizan las
armas nucleares, al tiempo que EEUU habla de guerras nucleares limitadas
o de ataques nucleares fulminantes contra Rusia y China y distribuye
sus bombitas atómicas por media Europa. Rusia desarrolla las suyas,
además de construir misiles como el Sarmat, con capacidad, uno solo de
ellos, de evaporar un país como Holanda.
¿Qué quiere Europa con Rusia? ¿La guerra? Las sanciones han tenido un
efecto contrario al buscado. El cerco a Rusia ha resultado en una
férrea alianza ruso-china, que ha hecho más poderosos a los dos países.
Europa necesita perentoriamente el gas ruso o se queda helada, pues los
yacimientos del Mar del Norte se agotan, los norteafricanos son
insuficientes y el estadounidense es un 30% más caro. Rusia, contrario a
lo que pueda creerse, necesita cada día menos de Europa, por el enorme
empuje económico de Asia, que es y será el mayor mercado del mundo, con
sus 4.000 millones de habitantes.
Putin afirmó que Rusia marcha hacia el éxito y es cierto. La economía
rusa ha vuelto al crecimiento, sus reservas de oro superan a las de
China y reduce sus reservas en euros y bonos del tesoro de EEUU para
seguir comprando más oro. El petróleo está afianzado en 60 dólares
barril, el doble que hace dos años, oxigenando una economía en plena
ebullición. Rusia, además, para quien no haya querido enterarse, es el
único país-continente del mundo, con 17 millones de kilómetros
cuadrados, por 10 millones Europa. Su geografía, del mar de Barents a
las Kuriles, es un poder en sí misma, que la hace militarmente imposible
de vencer y económicamente imposible de quebrar. El poder militar ruso
es incontestable, sus 7.000 ojivas nucleares desplegadas lo hacen
indiscutible y su alianza con China convierte a Rusia en un adversario
formidable.
Entonces ¿qué pretende la Unión Europea? ¿A dónde nos lleva la OTAN?
¿Para qué está pidiendo un Schengen militar, que permita trasladar todo
tipo de armas, equipos y tropas atlantistas contra Rusia? ¿Por qué EEUU
va a desplegar centenares de armas nucleares tácticas en Alemania y
otros países? ¿Por qué llevan años acumulando armamento pesado en
Polonia, vecina de Kaliningrado? ¿Están preparando una guerra
nuclear/convencional contra Rusia? ¿Una nueva Blitzkrieg? ¿Se han
olvidado ya de la suerte de Carlos II, Napoleón y Hitler? ¿De Hiroshima y
Nagasaki? Y la izquierda ¿se quedó muda, paralítica, o se ha hecho
atlantista? ¿Hay todavía algo que pueda llamarse izquierda? ¿Queda
alguien que entienda que la OTAN una amenaza a la supervivencia de
Europa y a la paz mundial? ¿Aló?
* Profesor de Derecho Internacional y Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Madrid
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