lunes, 17 de agosto de 2015

Churchill y su antisemitismo.

Churchill dixit



Winston Churchill (1874-1965), el ícono del conservadurismo, el dos veces primer ministro de Gran Bretaña que lleva a su país por el mar de guerra, era un gran orador, polemista y un prolífico escritor, incluso ganador del Premio Nobel de Literatura (1953) por su prosa biográfica.
A la historia pasa también como autor de varios famosos dichos y bon mots.
Éste ya lo escuchamos todos (sobre todo de la boca de otros políticos liberales-conservadores): “la democracia es la peor forma del gobierno, salvo todas las demás”; o éste: “el mejor argumento en contra de la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante medio” (una tóxica semilla churchilliana detrás del discurso “el eslabón más débil de la Eurozona son los votantes”).
O uno sobre el papel de los aviadores en la Batalla de Inglaterra (“nunca antes tantos debieron tanto a... ”) y otro sobre la cortina de hierro (“desde Szczecin en el Báltico hasta Trieste en el Adriático...”).
Allí está también la clásica puntada al rival político: “se acercó un carro vacío y bajó mayor Attlee” (Clement Attlee, el laborista que sorpresivamente derrota a Churchill en las elecciones de 1945).
¿Pero quién conoce este?: “los judíos-bolcheviques son enemigos del género humano, representantes de una ‘barbarie animal’” (François Bédarida, “Churchill”, 1999, p. 177).
O más “perlas” de su (in)famoso artículo –“Zionism vs communism: a struggle for the soul of the jewish people” (Illustrated Daily Herald, 8/2/20)– donde, aludiendo a... Protocolos de los sabios de Sion (¡sic!), subraya que el “elemento judío” está detrás de cada movimiento subversivo en el siglo XIX y acusa a “judíos internacionales” –desde Marx hasta Trotsky, Luxemburgo, Kun y Goldman– de “conspirar para abolir la civilización”.
El “judeo-bolchevismo” (la teoría conspiratoria que explica la revolución rusa con un “complot judío”) bajo su pluma va en ambos sentidos: no duda en atribuirle los “rasgos judíos” a Lenin recurriendo al peor imaginario antisemita.
Los bienpensantes dicen: “...uyy, ¡¿seguro habla usted de Churchill y no Goebbels?!”
Para el 50 aniversario de su muerte un diario liberal israelí recuerda sus “13 citas inolvidables” (Haaretz, 24/1/15), entre otras ésta tomada del... mismo texto: “a algunos les gustan los judíos, a algunos no; pero nadie puede negar que son la más extraordinaria raza (¡sic!) del mundo”, sin citar otras de sus “joyas”.
Éstas, al parecer, sí son “olvidables”.
¿Meros lapsus o “productos de un justificado anti-bolchevismo” (dicen sus defensores)?
Para nada: el antisemitismo y sus clichés (“judíos+dinero”, “judíos+comunismo”) hasta que el Holocausto poncha el absceso son parte integral de la ideología dominante.
John M. Keynes en sus memorias de la conferencia de Versalles (1919) recuerda como miembros de la delegación británica denigran unánimemente al ministro de finanzas francés Louis-Lucien Klotz por su origen judío.
Lloyd George mata dos pájaros de un tiro: imitando al gesto de “judío abyecto agarrando un saco de dinero” lo acusa –por insistir en las reparaciones alemanas– de “ayudar a propagar el bolchevismo en Europa” (Enzo Traverso, “El final de la modernidad judía”, 2013, p. 10).
Klotz al final de su vida hace unas malas inversiones, pierde su fortuna y acaba en la cárcel. Georges Clemenceau en un perfecto tono de la época espeta: “mi ministro de finanzas era el único judío de Europa que no sabía nada del dinero”.
La pequeña tormenta que estalla en 2007 por un supuesto texto no publicado de Churchill (1937) –en realidad escrito por su ghost-writer– donde se acusa a judíos de ser “parcialmente responsables por sus persecuciones” (Ynetnews, 15/3/07), resulta ilustrativa para la controversia “lo que dijo o no dijo sobre judíos”.
Sus devotos con un apócrifo en la mano tratan de descartar en bloc todos los dichos antisemitas y alejar definitivamente cualquier acusación.
Aunque hay una buena “fórmula absolutoria”, rehúsan usarla; la fórmula reza: “Churchill no era un antisemita (puro y duro), solo era un racista (común)”.
Abrazarla lo pone en una mala luz (recuerda sus teorías de “razas inferiores” o las “racialmente inducidas” hambrunas en India en los 40), lo acerca a Hitler (que admira su “orgullo supremacista”, asegura que “el este europeo es para alemanes lo que la India para británicos” y acaba inscribiendo el Holocausto en una larga tradición de masacres coloniales), pero a la vez permite clarificar su posición (si bien con los nazis lo une la narrativa de “judeo-bolchevismo” su enfoque no es biológico sino político).
De hecho es una extraña mezcla de “anti” y “filo-semitismo” reflejada en el texto de 1920 donde contrasta los “judíos malos” (cosmopolitas-comunistas) con los “buenos” (“nacionales” y sionistas-nacionalistas).
La creación del Estado judío en Palestina es para él un modo de “salvar a los judíos de las ideas revoltosas” (¡sic!) y “debilitar al comunismo internacional” ya que “el sionismo ésta en un violento contraste con él”.
Aquí entra el clásico argumento –sostenido entre otros por Martin Gilbert su “biógrafo oficial”, también historiador de Israel (no se sabe si “oficial”...) que tiene un libro aparte sobre el tema (“Churchill and the jews: a lifelong friendship”, 2008)– que va así: “Churchill no era un antisemita porque era un gran amigo del sionismo”.
Pasemos de la obviedad que su “amistad” no era ideológica (sionista tal cual), sino instrumental (acorde a los intereses imperiales británicos); el problema está en aparentar que uno excluye al otro: a menudo las dos cosas van juntas.
El mismo Theodor Herzl (1860-1904), el “padre” del sionismo, es consciente de esto: promocionando su proyecto sabe que los mejores amigos del sionismo pueden ser los... antisemitas (o sea casi todo establishment europeo de la época que podría ver en él una “solución a la cuestión judía”); en su gira por los salones europeos del poder enfatiza un punto político: si lo apoyan, él les quita de encima también a los “judíos revolucionarios” (tal cual el análisis de Churchill).
La misma “amistad” es expresada hoy por la ultraderecha europea antisemita que fustiga a los “judíos malos” (izquierdistas y/o los que se quedaron), pero ama a Israel y sus “judíos buenos” que además “les dan duro a los musulmanes” (la “principal amenaza a la civilización”).
Hoy ya no es el antisemitismo, sino la islamofobia que forma parte integral de la ideología dominante; de igual manera que ayer era “completamente normal” denigrar a los judíos hoy lo es denigrar a los musulmanes.
Casualidad o no, los mismos políticos que sin vergüenza explotan el nuevo y nefasto cliché “musulmanes+bomba” a menudo alaban a Churchill y repiten hasta el hastío sus dichos.
Desde luego solo aquellos “inolvidables”.

Maciek Wisniewski, Periodista polaco.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2015/08/14/opinion/021a2pol/

domingo, 9 de agosto de 2015

Podemos y el populismo de izquierdas de Laclau y Mouffe

  La influencia del populismo de izquierdas de Laclau y Mouffe en el núcleo impulsor de Podemos resulta evidente. 



Por Miguel Sanz Alcántara
La influencia del populismo de izquierdas de Laclau y Mouffe en el núcleo impulsor de Podemos resulta evidente. En este artículo desgranamos los elementos que configuran este pensamiento y lo contrastamos precisamente con el del revolucionario italiano que los inspiró, Antonio Gramsci.
La propuesta política de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe es claramente el principal asidero teórico del núcleo fundador de Podemos: Pablo Iglesias, Íñigo Errejón, Juan Carlos Monedero y Carolina Bescansa. Parece ser que con diferentes matices, todos ellos se mueven en un acuerdo de orientación práctica con referencia en la teoría Laclau-Mouffe.
Laclau, nacido en 1934, militó en el marxismo nacionalista argentino desde los años 60. Su evolución a partir del golpe de Estado de marzo de 1976 (ya afincado en la Universidad de Essex, Inglaterra) le condujo a un alejamiento progresivo de sus anteriores posiciones hasta dar nacimiento, junto a Chantal Mouffe, a lo que se ha denominado “postmarxismo”[1]. Uno de los motivos que impulsó el surgimiento del postmarxismo fue la búsqueda de una adaptación de la izquierda a los nuevos movimientos sociales surgidos tras 1968 (feminismo, ecologismo, liberación gay y lesbiana, antimilitarismo, etc.)[2]. Se trataba de teorizar una estrategia política que rompiera con el viejo esquema marxista de una transformación revolucionaria de la sociedad apoyada en la actividad consciente de la clase obrera.
La obra Hegemonía y Estrategia Socialista: hacia una radicalización de la democracia de 1985 es, quizás, el trabajo más conocido del postmarxismo. Los planteamientos de Laclau y Mouffe —abstractos, oscuros y poco accesibles para los y las lectoras no familiarizadas con el lenguaje del posmodernismo— encajaban bien en el ambiente intelectual de los años 80. El panorama político europeo y norteamericano giraba hacia la derecha (con Reagan y Tatcher en su cénit) y la clase trabajadora y los sindicatos de occidente se batían en retirada. Como veremos, la crítica de Laclau y Mouffe al marxismo es más bien una crítica a una caricatura de las ideas de Marx y Engels, popularizada primero por los teóricos de la Segunda Internacional y después por el estalinismo. El mismo Laclau, antes de su transición hacia el postmarxismo, estuvo influenciado por esta forma de interpretación de las ideas de Marx y Engels, si bien adaptadas a la compleja situación de la Argentina de los años anteriores al golpe de 1976, donde el peronismo era con diferencia la corriente política dominante[3].
El populismo de izquierdas —que viene a ser la síntesis práctica actual de la teoría Laclau-Mouffe asumida por la dirección de Podemos— tiene, como se explicará a continuación, bases muy cuestionables desde el punto de vista de la construcción de un sujeto político transformador, y consecuencias prácticas que conducen inevitablemente al campo de lo electoral a expensas de las luchas sociales. La apropiación sesgada que estos dos autores han hecho del revolucionario italiano Antonio Gramsci, como se explicará al final del artículo, ofrece algunas de las claves para encontrar una respuesta alternativa y transformadora al populismo de izquierdas.

Distanciamiento del marxismo

Las posiciones desarrolladas por Laclau y Mouffe en los años 80 extendían la propuesta de Althusser [4] de “autonomización” o independencia de las diferentes estructuras que conforman la realidad social. Para Althusser no existía una “totalidad” sino que percibía la sociedad dividida en diferentes estructuras, entre las que se encontrarían las estructuras económica, política e ideológica. Estas estructuras se desarrollarían de forma independiente y se relacionarían sólo de forma coyuntural [5].
Laclau y Mouffe asumen este planteamiento y llevan al extremo el concepto de “autonomización”: las relaciones sociales no forman parte de un sistema unitario en lo económico y lo político, sino de un campo entrecruzado de antagonismos que pueden o no relacionarse pero que requiere la autonomización de las esferas de lucha: “no hay, por ejemplo, vínculos necesarios entre antisexismo y anticapitalismo […]. Sólo es posible construir esta articulación a partir de luchas separadas, que sólo ejercen sus efectos equivalenciales y sobredeterminantes en ciertas esferas de lo social”[6].
En este esquema, las luchas de los y las trabajadoras (piedra angular de la transformación social en el marxismo) no juegan ningún tipo de papel central. La lucha de clases es un punto más, entre otros, de la articulación de antagonismos. Es más, si las esferas ideológica y económica de la sociedad son autónomas, los conflictos surgidos en ellos son también independientes. Las identidades de grupos sociales surgidas de estas esferas (identidad de género, de raza, de clase, etc.) y sus respectivos conflictos no pueden explicarse desde la existencia objetiva de una fuente primaria de opresión. Queda descartada así la explotación de la clase trabajadora en el sistema capitalista (y las relaciones de producción que conllevan) como elemento configurador del conjunto de las relaciones sociales. Y queda sacralizada la expresión de la lucha a través de identidades sociales independientes, en esferas de acción que sólo encuentran su lugar común en lo cultural, lo ideológico y lo discursivo.
Para estos autores, el capitalismo moderno ha deshecho las grandes identidades comunes (en especial la de pertenencia a una clase social concreta) y heterogeneizado los conflictos, produciendo multitud de identidades colectivas diferenciadas. Si bien esto es hasta cierto punto cierto, existe una gran diferencia entre entenderlo como un efecto del capitalismo que, bajo las condiciones adecuadas, puede ser revertido, y el considerarlo una característica intrínseca del capitalismo contemporáneo, como consideran los autores del posmodernismo.
En las obras posteriores de ambos autores y, por ejemplo, en La Razón Populista (penúltimo libro publicado en vida por Laclau), podemos encontrar numerosos ejemplos de la proposición de que la lucha es siempre de naturaleza discursiva, ideológica, y que ésta es la esfera realmente totalizante donde deben desplegarse los esfuerzos de acción política. Para Laclau, Mouffe y los autores y autoras del postmarxismo, “no hay nada fuera del texto” (o del discurso). Éste incluye lo ideológico y lo material: “Hablamos de los discursos como totalidades estructuradas que articulan elementos tanto lingüísticos como no lingüísticos” [7]. Una de las consecuencias directas de este planteamiento es el papel central que otorga a los intelectuales en la lucha política, algo que encaja como un guante con el núcleo de la dirección de Podemos. Como ha señalado Ellen Meiksins Wood, este planteamiento: “necesariamente adscribe a los intelectuales un rol predominante en el proyecto político, en tanto que descarga en ellos no menos que la tarea de la construcción de ‘agentes sociales’ por medio de la ideología y el discurso” [8].
La separación de las esferas económica e ideológica en el análisis de la sociedad debe ser entendida como una rebelión —ya abierta por Althusser y otros pensadores y pensadoras— contra el mecanicismo marxista generalizado por el estalinismo y sus intelectuales, dominante desde los años 30 en el panorama comunista internacional, y del que parcialmente el mismo Laclau procedía. Laclau y Mouffe centran en Hegemonía y estrategia socialista gran parte de su crítica contra un marxismo caricaturizado, donde existe una relación de determinación cercana a lo absoluto entre la realidad material y la evolución ideológica de la sociedad. Valga como ejemplo la obra de Stalin Acerca del Marxismo en la lingüística. En ella se insiste una y otra vez en que la superestructura ideológica, política y jurídica reflejan meramente los cambios en la base de la sociedad (las relaciones de producción) que a su vez reflejan los cambios en las “fuerzas productivas”. Esto le lleva a concluir que “la esfera de acción de la superestructura es estrecha y limitada” [9].
Laclau, Mouffe y muchos otros autores y autoras [10] reaccionan a este planteamiento mecanicista con una independización de la superestructura ideológica, donde encuentran el verdadero campo de acción política, un campo tan amplio que acaba abarcando a la realidad material misma. Sin embargo, las ideas de Marx, Engels o pensadores como Gramsci distaban mucho de este mecanicismo crudo criticado por Laclau y Mouffe. Interpretaban esta relación de forma dialéctica, entendiendo que si bien ambos campos de la realidad no estaban separados y la base material de la sociedad ejerce en algunos momentos de forma determinante, la superestructura ideológica de la sociedad puede adquirir una enorme autonomía. De ahí que la batalla política o ideológica sea también determinante para el marxismo.
El punto paralizante de la propuesta Laclau-Mouffe es que relega la acción política al campo discursivo, cultural o de construcción de identidades. De esta forma sus planteamientos no ofrecen ningún tipo de proposición coherente acerca de la construcción de sujetos políticos que no sean efímeros o actúen, directa o indirectamente, en el campo de la realidad material.

El populismo de izquierda

El esquema de Laclau y Mouffe sirvió durante los años 80 y 90 para respaldar las políticas de identidad, que frente al retroceso de las luchas obreras provocaron una atomización de los diferentes movimientos sociales [11]. Sin embargo, estos autores fueron decantándose más y más hacia la definición de un proyecto político que hoy día Chantal Mouffe llama “el populismo de izquierdas”. En La Razón Populista, Ernesto Laclau expone cómo las diferentes demandas surgidas de los diferentes campos de la sociedad pueden llegar a converger para dar lugar al nacimiento de un sujeto político (“el pueblo”) con capacidad para poner en marcha una nueva época más democrática. Con la ayuda de conceptos y proposiciones procedentes de la lingüística y el psicoanálisis, el autor traza un modelo de análisis del populismo en clave positiva. El populismo no es una ideología ni una carencia de ideología. Es una lógica política que atraviesa ideologías y propuestas políticas. Veamos cómo funciona.
Laclau parte de la existencia de demandas democráticas que emanan de diferentes grupos sociales. El primer paso para la construcción de “el pueblo” es la creación de una frontera política que consiga agrupar todas estas demandas (o una parte considerable de ellas) en un campo común, y definir al mismo tiempo un enemigo que se encuentra al otro lado de la frontera política. Es la labor realizada por el concepto de “casta” repetido una y otra vez en el discurso público de Podemos.
Como se ha dicho anteriormente, el papel del discurso para Laclau y Mouffe no es sólo instrumental (la movilización a través de un mensaje político) sino también constitutivo. Es la lectura correcta de la situación y la elección de un discurso por parte de un liderazgo fuerte y carismático lo que hace posible el reconocimiento de una “cadena equivalencial” entre diferentes demandas y la constitución de un frente político común que partía de demandas dispersas.
El segundo paso es el proceso hegemónico a través de los significantes vacíos. Para Laclau y Mouffe el proceso hegemónico del conjunto de su teoría dista mucho del elaborado por Gramsci (como veremos al final de este artículo). Consiste fundamentalmente en que una de las demandas democráticas contenida en esa cadena se erige como contenedora de todas las demás. Pero esto sólo puede ocurrir si la demanda que va a convertirse en el signo de todo el movimiento es vehiculada a través de un significante —una palabra o conjunto de ellas— cuyo contenido —significado— está vacío. El concepto de vacío hace referencia a una demanda cuya plenitud nunca puede ser alcanzada y cuyo significado está abierto. Un ejemplo de significante vacío podría ser la demanda de “paz, pan y tierra” de la revolución rusa. Esta demanda, en su particularidad, agrupaba al mismo tiempo todo una carga de exigencias particulares contra el zarismo. Por eso al mismo tiempo constituía un significante con capacidad para hegemonizar el proceso y vehicular muchas otras demandas.
La construcción del pueblo según Laclau implica la consolidación de este campo político, con otros ingredientes como un liderazgo que simbolice al sujeto político en su conjunto y movilice los anhelos y pasiones del público (“la unificación simbólica de un grupo en torno a una individualidad es inherente a la formación de un pueblo” [12]).

Dos aspectos problemáticos de la cuadratura del círculo populista

En primer lugar Laclau admite que el populismo es, por definición, un ejercicio de unión de multitud de elementos heterogéneos. Da por hecho que la cadena equivalencial de demandas que darán lugar al sujeto político debe agrupar a diferentes clases y sectores sociales. De aquí se deduce que el discurso del populismo debe ser, por definición, ambiguo, destinado a abarcar al mayor número posible de sectores sociales en diverso grado de conflicto con la autoridad.
El seguimiento de esta noción por parte de Pablo Iglesias e Íñigo Errejón es evidente. Podemos ha ido diluyendo sus posiciones políticas de izquierdas para hacer más y más habitable la opinión favorable del mayor número de sectores sociales, incluso si sus intereses se encuentran enfrentados. Es difícilmente compatible la unificación del núcleo de gente trabajadora procedente del 15M (que gritaba que nuestra solución es mandar a los banqueros a prisión) con los “empresarios honestos” que el Secretario General de Podemos Madrid, Jesús Montero, nombraba en alusión a la familia Botín [13].
Igualmente resulta incompatible casar aquellas demandas que requerirán de una mayor imposición fiscal y los intereses de las clases medias (pequeños empresarios y profesionales) que no tienen interés en pagar más impuestos. El resultado es que demandas como la renta básica, ya de por sí poco ambiciosa, acaban cayendo del programa para mantener la cohesión de la cadena equivalencial (o de las perspectivas electorales). La elaboración del último programa electoral de Podemos para las elecciones autonómicas y municipales es un esfuerzo más para visualizar esta unión heterogénea e inestable de intereses sociales.
Una intervención clarificadora en este sentido fue la de Carolina Bescansa hace ya meses, cuando en el proceso de primarias de la Comunidad de Madrid, para desacreditar al sector crítico de Podemos, esgrimió frente a la prensa que “existe un Podemos para protestar y otro para ganar” [14.
Efectivamente, con un sujeto político que contiene intereses sociales no definidos que pueden llegar a ser contradictorios no es posible poner en marcha un frente común con objetivos claros destinado a la movilización y la conquista popular de derechos. Lo que se puede hacer con un sujeto político así es lo que la dirección estatal de Podemos está haciendo: apelar a nuestro voto o a todo lo que sirva para captar más votos, pero nada más. El proceso de desmantelamiento de los círculos como espacios de organización social está también relacionado con las consecuencias colaterales de la estrategia populista. Ésta no puede desarrollarse con espacios vivos y activos de base donde se produce una clarificación política y programática de los intereses de la formación. Lo que cuadra con un espacio político populista es la indefinición, la ambigüedad del discurso y la reducción de los antagonismos de clase en su seno.
La heterogeneidad e indefinición planteadas por Laclau, si bien parecían indiscutibles en su utilidad en el ámbito electoral, le han jugado una mala pasada: un partido claramente liberal y conservador como Ciudadanos está siendo capaz de usar los mismos mecanismos discursivos para comerle una buena parte del apoyo electoral (el de las clases medias que hasta ahora habían apoyado, de mala gana, a Podemos).
Siguiendo a Laclau, los elementos en torno a los que está construyendo Ciudadanos su discurso (regeneración democrática, lucha contra la corrupción, fin del despilafarro económico…) representarían significantes que han pasado de ser “vacíos” a “flotantes”. Por decirlo de alguna forma, están en disputa entre “diversos procesos hegemónicos” [15]. Sea como fuere, la situación con Ciudadanos ha mostrado la debilidad de la teoría del populismo de izquierdas en el campo de la construcción simbólica del discurso (que parecía ser su fuerte), o al menos ha mostrado la incapacidad para reformularse de forma precisa hacia la izquierda y evitar que la derecha haga uso de las herramientas discursivas que el mismo Podemos ha construido en el último año y medio. La construcción del populismo tiene ese riesgo (como Chantal Mouffe ha insinuado más de una vez [16]): que arma un sujeto político impreciso, espoleado por las emociones, pero que puede oscilar de izquierda a derecha si no se efectúa un cambio cualitativo de conciencia en su interior. Cambio que, por otra parte, no es posible conseguir en el marco limitado y superficial de la movilización electoral.
En segundo lugar, si la estrategia populista intenta poner en pie un sujeto cuya relevancia debe ser máxima hasta la conquista electoral, ¿qué podría ocurrir después? El populismo de izquierdas no tiene otro objetivo que hacerse con la maquinaria del Estado para dar un giro en las políticas del neoliberalismo, como ha expresado Chantal Mouffe mucho más explícitamente que Laclau en multitud de artículos y entrevistas [17]. Esta creencia en la posibilidad de “usar” el Estado contra la minoría dirigente (la casta) procede del planteamiento de autonomía de las estructuras de la sociedad, cuya naturaleza no está definida y son sólo un producto “relacional” de la articulación de diferentes elementos.
Pero, a la luz de la experiencia de Syriza y otras casos históricos de la llegada al poder político de partidos de izquierda [18], realmente cabe preguntarse si es suficiente con la conquista del gobierno para poder imponer un nuevo programa de medidas enfrentado al neoliberalismo. La respuesta a esta pregunta queda fuera del objetivo de este artículo. Lo que sí sabemos es que el populismo de izquierdas de Iglesias y Errejón no está especialmente interesado en el escenario interno de Podemos en la post-victoria electoral. No hay ni una sola propuesta definitoria de cómo debe articularse una organización con presencia en el Gobierno y fuera de él. Sin embargo, lo que está ocurriendo en Grecia o experiencias como la de Chile en 1970-1973 muestran que la relación entre la organización política, los movimientos, el gobierno y otros elementos del “Estado profundo” [19] puede ser crítica para el avance o no de un proceso de transformación social.

Gramsci sin Gramsci

Para Gramsci, la esencia última de la instancia articuladora —o la voluntad colectiva— es siempre lo que él llama una clase fundamental de la sociedad, y la identidad de esta clase no es considerada como el resultado de prácticas articulatorias. Esto es lo que, en Hegemonía y estrategia socialista, hemos denominado el último resabio de esencialismo en Gramsci. Si lo eliminamos, el pueblo como instancia articuladora sólo puede ser el resultado de la sobredeterminación hegemónica de una demanda democrática particular que funciona como significante vacío. [20]
La mayor diferencia en la apropiación sesgada de Gramsci que Laclau y Mouffe realizan en su trabajo respecto a la que realizó el eurocomunismo entre el final de los años 50 y 70 es que Laclau y Mouffe son bastante honestos cuando admiten la supresión que realizan del planteamiento de clase en Gramsci. Por decirlo de alguna forma, para poder utilizar a Gramsci necesitan vaciarlo al completo de las aspiraciones socialistas revolucionarias, a las que consagró su vida, su obra y su muerte. No es una apropiación metodológica como la que pudo haber realizado Marx de la dialéctica de Hegel, sino más bien una apropiación de su pensamiento casi al completo para dirigirlo a objetivos diametralmente opuestos a los de Gramsci. Tres son los elementos que Laclau y Mouffe deben desechar o reformular en su esencia para poder utilizar a Gramsci: su concepto de hegemonía socialista, la “guerra de posiciones” y la noción de conciencia contradictoria. Estas tres reinterpretaciones se fundamentan en la negación de la clase trabajadora como agente principal del cambio social y como portadora potencial de una propuesta global para la sustitución del capitalismo por un sistema más justo.
La hegemonía que plantea Gramsci, como contraposición a la hegemonía ejercida por el sistema capitalista, es la búsqueda de una extensión de la ideología de liberación de la clase trabajadora al conjunto de clases y sectores sociales oprimidos. Sin embargo, para Laclau y Mouffe la hegemonía resulta un ejercicio discursivo de unificación de clases y grupos sociales en sí mismo, sin importar qué intereses son los dominantes en esta alianza. El concepto de significante vacío que agrupa las demandas democráticas de diferentes grupos sociales no busca la extensión de una propuesta ideológica de liberación global del sistema capitalista al conjunto de las y los oprimidos, sino meramente la constitución de un sujeto político fuerte con capacidad para impulsar a sus líderes a hacerse con el control del aparato estatal capitalista. Ya hemos hablado de que esto, en la práctica, supone una unificación contradictoria de diferentes intereses de clase que paraliza la acción y las conquistas sociales en pos del apoyo electoral.
Frente a la alianza de clase por el mero hecho de la alianza, Gramsci desarrolla el concepto —ya utilizado en experiencias revolucionarias anteriores— de frente único. Este consiste en la alianza en la lucha —no en lo electoral— entre los sectores con aspiraciones de transformación profunda de la sociedad —que siempre mantienen su independencia— y sectores más moderados de la clase trabajadora y la clase media. A través del proceso de movilización por demandas comunes, el frente único debe servir para extender la influencia de los sectores combativos minoritarios a los más moderados y agrandar así la base social de la movilización por una transformación profunda de la sociedad.
Gramsci era muy consciente de que la solidez ideológica del capitalismo —la hegemonía— en occidente era muy superior a la de otros países con sistemas capitalistas menos desarrollados (como la Rusia de 1917). Por eso plantea que la toma del poder por parte de la clase trabajadora debe seguir un itinerario mucho más complejo y enrevesado que en los países capitalistas atrasados. Procedente del campo militar, extrapola el concepto de guerra de posiciones a la política. Este viene a explicar que, en lugar de realizar un asalto directo al poder del Estado para destruirlo (“guerra de maniobra”, como había pasado en el proceso revolucionario ruso y se había intentado en Alemania a partir de 1918), era necesario ir ganando batallas en el ámbito político, cultural y económico, que erosionaran la hegemonía ideológica del sistema capitalista y levantaran una contra-hegemonía de carácter socialista. La construcción de frentes únicos tenía este propósito, pero siempre con el objetivo de crear una coyuntura favorable para la toma revolucionaria del poder [21]. Laclau y Mouffe simplemente descartan la posibilidad de la guerra de maniobra. Liberan la guerra de posiciones de su objetivo de toma del poder real, y pretenden, una vez alcanzado el poder político —el gobierno— seguir haciendo una guerra de posiciones desde el Estado para abrir perspectivas democratizadoras (en sentido liberal, no socialista). Pero este proyecto no tenía nada que ver con el de Gramsci.
El último concepto, que no es reinterpretado por Laclau y Mouffe sino simplemente negado, es el de conciencia contradictoria. La separación de la esfera económica e ideológica de la sociedad conduce inevitablemente a esta negación. Para Gramsci el sistema capitalista, fundamentado en la extracción de plusvalía de la clase trabajadora por parte de la clase dirigente, sólo podía funcionar creando una conciencia “falsa” entre la misma clase trabajadora. Esta conciencia permite que la gente asuma un régimen injusto de explotación como normal o invencible.
La creación de una falsa conciencia está directamente relacionado con el concepto de hegemonía del sistema capitalista. Para desarticular esta falsa conciencia es necesario contraponer la realidad material a la ideología dominante. Y este proceso de contraposición sólo puede asegurarse a través de la lucha en diferentes ámbitos y el aprendizaje colectivo de sus resultados. Poniendo el énfasis en la importancia de la lucha política para debilitar la hegemonía ideológica del capitalismo, Gramsci consideraba sin embargo que la lucha en el punto de producción —en los centros de trabajo— era un lugar privilegiado para “destapar” la realidad del régimen de explotación capitalista, pues en él se producen constantemente conflictos que contraponen lo que dicta la ideología oficial y la realidad. Esta visión fue desarrollada por su experiencia participativa y de liderazgo en la ocupación de fábricas en Turín en 1920.
Además partía del hecho de que era la clase trabajadora, con su trabajo día a día, la que permitía el funcionamiento del orden capitalista y el florecimiento de todo su aparato de generación de consensos ideológicos. Por eso sólo la clase trabajadora podía usar su posición privilegiada en el orden capitalista para construir un sistema diferente. Pero esto requería del “descubrimiento“ de este horizonte por parte de los mismos trabajadores y trabajadoras: sin las luchas no había victorias; sin ellas no había reconocimiento de su poder colectivo; y sin el reconocimiento de este poder colectivo no podía existir una propuesta para organizar la sociedad de un modo distinto al capitalista. Esto significa romper con la falsa conciencia y adquirir una propia que reconozca su verdadero lugar y poder dentro del sistema.
Laclau y Mouffe asumen que el capitalismo contemporáneo ha conseguido diversificar la situación de la gente trabajadora hasta tal extremo que es imposible generar una conciencia colectiva global de sí misma. En realidad, esta premisa parte de la imbatibilidad del sistema capitalista y por eso resulta tan asumible por todas aquellas personas que coinciden en el objetivo de la transformación del sistema desde dentro, en lugar de su sustitución global por otro diferente. Es especialmente adecuada para las personas que tienen una esperanza en transformar la realidad a través de los procesos electorales y la conquista de posiciones institucionales.
Pero Laclau y Mouffe no ofrecen ningún mecanismo efectivo para la transformación de la conciencia colectiva. Sí lo ofrecen para la identificación simbólica de grupos sociales que convergen en un asalto electoral. La tradición marxista originaria plantea la lucha a diferentes niveles como herramienta para la ruptura con la ideología dominante y la adquisición de conciencia, proceso que hemos visto en numerosas ocasiones, desde el impacto de las movilizaciones del 15M a las revoluciones del siglo XX y XXI. Por eso resulta imprescindible recuperar al Gramsci original hoy día frente al Gramsci del postmarxismo: para contraponer una alternativa revolucionaria a un proyecto, el del reformismo de izquierdas, que ya ha fallado demasiadas veces a lo largo de la historia.
Miguel Sanz Alcántara
Notas:
1 Acha, O., 2015: “El marxismo del joven Laclau (1960-1973): una antesala del postmarxismo”, en herramienta.com.ar, http://bit.ly/1JxjWQ5.
2 Para un relato en primera persona sobre el contexto ideológico en el que se escribe Hegemonía…, ver la entrevista con Pablo Iglesias en Otra vuelta de tuerka, http://bit.ly/1yLcg5w
3 Acha, O., op. cit.
4 Althusser tuvo una enorme influencia en el pensamiento de Laclau. De hecho los planteamientos estructuralistas del pensador argelino-francés fueron la puerta de entrada para una revisión profunda de los planteamientos marxistas.
5 Harman, C., 1983, “Philosophy and Revolution” en International Socialism nº 21. Londres.
6 Laclau, E. y Mouffe, C., 2005, Hegemonía y Estrategia Socialista, p. 294, Argentina.
7 Laclau, E., 2005, La Razón Populista, p. 27, Argentina.
8 Meiksins Wood, E., 1986, The Retreat from Class: A New ‘True’ Socialism, p. 6, Londres.
9 Stalin, J., 1950, El marxismo en la lingüística. Pekín.
10 Para un recorrido sobre la rebelión contra el mecanicismo y el debate base/superestructura ver Harman, C., 1998: Marxism and History, Londres.
11 Smith, S., 1994: “Mistaken identity: can identity politics liberate the oppressed?” en International Socialism nº 62, http://bit.ly/1PSncJA.
12 Laclau, E., op. cit., p. 130.
13 “Podemos elogia a los Botín por su contribución al bienestar social”, en eldiario.es, 28/1/2015.
14 “Bescansa a los críticos: ‘Hay un Podemos para ganar y otro para protestar’”, en infolibre.es, 19/01/2015.
15 Laclau, E., op. cit., p. 166.
16 Por ejemplo en la entrevista de la nota 1 al hablar sobre el Frente Nacional francés o en El País: http://bit.ly/1Eb0KqY.
17 Sirvan de muestra la entrevista en El País del enlace anterior, en medios argentinos: http://bit.ly/1baavtY.
18 Ver por ejemplo los planteamientos de Molyneux, J., 2013: “Understanding Left Reformism”, en Irish Marxist Review, nº 6.
19 El ejército, la policía, los servicios secretos y de seguridad. Ver el debate entre Alex Callinicos y Stathis Kouvelakis sobre la actual situación en Grecia en http://bit.ly/1J6p7pN. Sobre las posibilidades de transformación desde el estado ver Barker, C., 1979: “A critique of Nicos Poulantzas” en International Socialism nº 4, http://bit.ly/1OzDNVi.
20 Laclau, E., op. cit., p. 160.
21 Hasta los últimos años de su vida en la cárcel, Gramsci tenía esta opinión. Ver http://bit.ly/1IjuqnE.

http://www.librered.net/?p=39832


....De Kaos en la Red

viernes, 7 de agosto de 2015

Turquía y la "zona de seguridad” en Siria .

La "zona de seguridad” de Obama en Siria inflamará la zona de guerra

Information Clearing House

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

El camino a la guerra está pavimentado con mil mentiras. Una nueva falacia se ha lanzado en el camino hacia la guerra de Siria, cuando se anunció que EE.UU. y Turquía crearán una “zona de seguridad” dentro de Siria, supuestamente dirigida contra el Estado Islámico (EI).
Esta “zona de seguridad” supone una importante escalada bélica, pero fue descrita en tonos suaves por los medios y casi sonó adorable. Sin embargo, en realidad una “zona de seguridad” es una “zona de exclusión aérea”, lo que significa que una nación planifica implementar la superioridad aérea militar dentro de las fronteras de otra nación. Hace tiempo la comunidad internacional y el personal militar estadounidense la consideran un importante acto de guerra. En una zona de guerra un área es “asegurada” mediante la destrucción de cualquiera cosa en ella o alrededor de ella que pueda parece amenazante.
Turquía ha estado demandando a Obama esta zona de exclusión aérea desde que comenzó la guerra siria. Se ha discutido durante todo el conflicto e incluso en los últimos meses, aunque el objetivo proyectado fue siempre el Gobierno sirio.
Y repentinamente la zona de exclusión aérea se va a imponer –exactamente donde siempre la quiso Turquía– pero se etiqueta como una zona de seguridad “anti-EI”, en lugar de su nombre apropiado: zona de seguridad “anti-kurda y anti-Gobierno sirio”.
Los medios estadounidenses se tragaron el cambio de nombre sin pestañear, pero numerosos medios de comunicación internacionales sabían perfectamente que era otra cosa.
International Business Times informó de que “[el acuerdo sobre la zona de seguridad]… podría marcar el fin del [presidente sirio] Asad…”
The Middle East Eye informó:
“… [la zona de seguridad] marca un gran adelanto para Turquía en su enfrentamiento con el Gobierno de Bashar al-Asad en Siria. Si se establece la zona de exclusión aérea será un duro golpe para Asad y sus partidarios”.
Incluso algunos medios de comunicación estadounidenses reconocieron que el objetivo primordial del aliado de Obama en la zona de seguridad, Turquía, era derrotar a los combatientes kurdos y al Gobierno sirio, cuando han sido ambos los combatientes más efectivos contra el EI.
El cambio del régimen sirio es también el objetivo de las tropas terrestres que llenarán el vacío dejado por el EI, a los que The New York Times calificó de “insurgentes sirios relativamente moderados”, un eufemismo que lo dice todo.
The New York Times confirmó los objetivos de los aliados en la zona de seguridad:
“… los turcos y los insurgentes sirios consideran que su prioridad es la derrota del presidente Bashar al-Asad de Siria…”
Si el Gobierno sirio no fuera el objetivo de la zona de seguridad, las tropas del Gobierno sirio serían las que controlarían la zona de seguridad después del EI, como hicieron antes del EI. Y si el cambio de régimen no fuera el objetivo se habría consultado al Gobierno sirio y se habría coordinado con él el ataque contra el EI, ya que Siria libra un duro combate contra el EI en la misma región en la que se está estableciendo la zona de seguridad.
Estos pasos no se emprendieron porque el plan de “zona de seguridad” va mucho más lejos que el EI.
Obama no ha detallado quiénes son los combatientes “relativamente moderados” que controlarán la zona de seguridad, pero es fácil predecirlo. Basta con observar los rebeldes sirios en el terreno, que son combatientes efectivos y controlan territorio cercano.
El grupo más poderoso que no pertenece al EI en la región se rebautizó recientemente “Ejército de la conquista” un grupo de extremistas islámicos dirigidos por Jabhat al-Nusra –la filial oficial de al-Qaida– y el grupo Ahrar al-Sham, cuyo líder declaró previamente que su grupo era “la verdadera al-Qaida”. El Ejército de la conquista se coordina activamente con Turquía y Arabia Saudí e incluye también combatientes entrenados por EE.UU.
Estos grupos comparten la ideología y las tácticas del EI. La única diferencia es su disposición a trabajar con EE.UU. y Turquía. Es muy probable que una vez que se inicie la operación “zona de seguridad” muchos soldados del EI simplemente cambien de chaquetas y se unan a Jabhat al-Nusra, ya que no existe una diferencia de principios.
Obama sabe que las fuerzas extranjeras en el terreno que controlen la “zona de seguridad” apuntan al Gobierno sirio; en consecuencia los aviones militares de EE.UU. actuarán como una fuerza aérea de facto para al-Qaida contra el Gobierno sirio.
Por lo tanto, un enfrentamiento militar directo con el Gobierno sirio es inevitable. El presidente sirio Asad ya está atacando al EI en el área que la alianza EE.UU.-Turquía quiere “asegurar” mediante su operación militar coordinada. Los cazas sirios terminarán por ser atacados, ya que el objetivo es permitir a los grupos extremistas una “zona de seguridad” para continuar sus ataques contra el Gobierno sirio una vez que se haya terminado con el EI.
Este peligro también es reconocido por The New York Times:
“Sea cual sea el objetivo, el plan [zona de seguridad] acercará más que nunca los aviones estadounidenses y aliados a áreas bombardeadas regularmente por la aviación siria, provocando la pregunta de qué harán si los aviones de guerra sirios atacan a sus socios [“rebeldes relativamente moderados”] en el terreno”.
La respuesta es obvia: los cazas estadounidenses y turcos se enfrentarán a los aviones sirios, ampliando y profundizando la guerra hasta que se haya completado el objetivo propuesto de cambio de régimen.
Es exactamente como se desarrollaron los eventos en Libia cuando EE.UU. y la OTAN dirigieron una “zona de exclusión aérea” supuestamente creada para permitir un “corredor humanitario” pero que rápidamente creció hasta completar su verdadero objetivo: cambio de régimen y asesinato del presidente de Libia. Ese épico crimen de guerra todavía es celebrado por Obama e Hillary Clinton como una “victoria” mientras los libios se ahogan en el Mediterráneo para escapar de su país, otrora moderno y ahora aniquilado.
Si el objetivo de Obama en Siria fuera realmente la derrota del EI esta se podría lograr en cualquier momento, en cuestión de semanas. Simplemente bastaría un esfuerzo serio y coordinado con los aliados regionales de EE.UU., así como la coordinación con los no aliados que ya combaten contra el EI: Siria, Irán e Hizbulá.
Si Turquía, Arabia Saudí, Israel y Jordania participaran en la lucha contra el EI, este se vería rápidamente privado de dinero, armas y tropas y se debilitaría enseguida. Sería el fin de la guerra.
El único motivo por el cual esto no ha ocurrido es que EE.UU. y sus aliados siempre han considerado al EI como un conveniente testaferro contra Siria, Hizbulá e Irán, para no hablar de su apoyo contra el Gobierno de Iraq, amigo de Irán.
Turquía sigue siendo el mayor obstáculo para la derrota del EI, ya que le ha estado ayudando durante años. El EI ha utilizado desde hace tiempo la frontera turca para escapar de los ataques del Gobierno sirio, buscar ayuda médica, y obtener suministros y refuerzos. El EI es tan bienvenido en de Turquía que promueve al país en los medios sociales como el centro de tránsito internacional para los yihadistas que quieren enrolarse en el EI. Los servicios de inmigración y aduanas de Turquía hacen caso omiso, tal como lo hace el control fronterizo turco.
Al hablar de la “zona de seguridad” los medios estadounidenses ignoran siempre el concepto de soberanía nacional, la base del derecho internacional. Las fronteras de los países son sagradas desde el punto de vista del derecho internacional. La única guerra justa es la guerra defensiva. Cuando un país impone una zona de exclusión aérea en otro país se violan las fronteras nacionales y se viola el derecho internacional mediante un acto de guerra.
El Gobierno de Obama conoce la dinámica mencionada, pero vuelve a arrojar al viento toda prudencia como hizo en 2013, durante los preparativos para su abortada campaña de bombardeo contra el Gobierno sirio.
Una zona de exclusión aérea estadounidense-turca profundizará una guerra que ya es regional: Irán e Hizbulá ya han aumentado el apoyo directo al Gobierno sirio. Mientras los militares de Turquía y EE.UU. entran al espacio bélico por primera vez, el enfrentamiento es inevitable. El enfrentamiento está planificado.
Shamus Cooke es trabajador del servicio social, sindicalista, y escribe para Workers Action. Contacto: [email protected]
Fuente: http://www.informationclearinghouse.info/article42531.htm

miércoles, 5 de agosto de 2015

Thomas Piketty sobre la deuda griega

 25 verdades del economista Thomas Piketty sobre la deuda griega

Al Mayadeen


El autor del libro El capital en el siglo XXI denuncia la hipocresía de la troika y del Fondo Monetario Internacional sobre la cuestión de la deuda.[1]
  1. En el pasado, las deudas públicas fueron mucho más importantes que la actual deuda de Grecia. Esta se eleva a 312.000 millones de euros y representa el 170% de la producción anual del país. La deuda de Grecia en realidad es irrisoria, pues la economía del país sólo representa el 2% del PIB de la zona euro. Por lo tanto la deuda apenas representa el 3% del PIB de la zona euro y no constituye un peligro para el equilibrio económico de Europa.
  2. Las grandes potencias europeas como Francia, Alemania y el Reino Unido también tuvieron en el pasado, particularmente en el siglo XIX y el siglo XX, una deuda superior al 200% de su PIB. Cada vez que ocurrió, se encontró una solución.
  3. “En el siglo XX, Francia y Alemania son los dos países por excelencia que nunca rembolsaron su deuda pública”.
  4. “Hay algo irónico” en exigir a Grecia un rembolso imperativo de su deuda olvidando que “Europa se construyó después de la Segunda Guerra Mundial sobre ciertos principios, particularmente la cancelación de las deudas del pasado para invertir en el porvenir”.
  5. Así, en 1953, Europa decidió colectivamente cancelar toda la deuda exterior de Alemania pues había “elegido el porvenir”.
  6. Existen varios métodos frente al problema de la deuda. El método lento e ineficiente, que se aplica actualmente a Grecia, consiste en pedir a la nación que acumule excedentes presupuestarios (recaudaciones tributarias superiores a los gastos públicos) y los dedique al rembolso de los créditos. Tiene el defecto de durar a veces más de un siglo, socavar el crecimiento económico y tener un costo social muy elevado.
  7. “Cuando se supera cierto nivel de deuda pública hay que utilizar métodos más rápidos”. Existen tres que se usaron en el pasado: la inflación moderada, los impuestos excepcionales sobre los patrimonios privados y sobre todo la cancelación de las deudas.
  8. “Hubo cancelaciones de deudas en la pasado y habrá otras en el futuro”.
  9. “Los gobiernos no tienen el valor de poner [el tema de la cancelación de la deuda] en la mesa”, lo que de todas formas es inevitable si se quiere salir de la crisis y “cuanto antes mejor”.
  10. Se presenta al pueblo griego como que vive por encima de sus recursos. No obstante en la actualidad, bajo el gobierno de Alexis Tsipras, el presupuesto de Grecia está en equilibrio sin contar el servicio de la deuda. Incluso hay “un leve excedente primario” equivalente al 1% del PIB, lo que representa 1.830 millones de euros. El rembolso de la deuda se vuelve insostenible, sobre todo si se toma en cuenta el hecho de que los bancos privados concedieron a Grecia préstamos con tasas usurarias que podían alcanzar el 18%, convirtiendo los créditos en algo matemáticamente impagable.
  11. Las instituciones financieras internacionales exigen a Grecia, en virtud de los acuerdos impuestos en 2012, que dedique el 4% de su PIB al rembolso de la deuda durante los 30 próximos años. “El presupuesto total de todo el sistema de la enseñanza superior griego representa menos del 1% del PIB. Significa entonces que se le pide al contribuyente griego que dedique, durante los próximos 30 años, cuatro veces más de dinero a rembolsar la deuda del pasado que todo lo que se invierte en la formación superior del país. ¿Acaso es la mejor forma de preparar el porvenir? Desde luego ¡no! Entonces es absurdo”.
  12. “Jamás se pidió, afortunadamente, a Alemania, Francia y a los países europeos después de la Segunda Guerra Mundial que hicieran eso. Se procedió a cancelaciones de las deudas y ello permitió la reconstrucción de Europa en los años siguientes. Pudimos librarnos del peso de la deuda e invertir los recursos públicos en las infraestructuras, la educación y el crecimiento”.
  13. “Europa, mediante el Tratado Presupuestario de 2012, eligió el método británico del siglo XIX, de la penitencia durante décadas y décadas, en vez del método europeo de la posguerra, que consistió en proyectarse en el porvenir”.
  14. “Hay una amnesia histórica extremadamente grave. La ignorancia histórica por parte de nuestros dirigentes es algo que consterna en absoluto”.
  15. “El Gobierno francés tiene una responsabilidad muy grande” en esta situación al no oponerse a la intransigencia de Alemania. El presidente “Hollande debe tomar sus responsabilidades y decir que la restructuración de la deuda es ahora”.
  16. Sin un gesto firme hay un riesgo de “prolongar el periodo de incertidumbre”, que tiene un gran impacto en el crecimiento, y “volver a hundir a Grecia en la recesión, lo que es extremadamente grave”.
  17. “El problema de la deuda en Europa no es más importante que en Japón o en Estados Unidos”.
  18. “Hay mucha hipocresía en todo esto, pues los bancos franceses y alemanes están muy contentos de ver los activos financieros de los griegos ricos que se transfieren a esos mismos bancos y por supuesto no se transmite la información a la Hacienda griega”, privando así al Estado helénico de fuentes de ingresos fundamentales y haciéndose cómplices del fraude fiscal a gran escala.
  19. Desde 2010, las instituciones financieras internacionales han cometido “enormes errores en Grecia”. “Incluso el FMI reconoció haber subestimado las consecuencias de las medidas de austeridad en términos de recesión”.
  20. Esas medidas de austeridad “llevaron a un aumento desmesurado de la deuda” griega pues el PIB cayó un 25 % entre 2010 y 2015. “Esta fue la razón de la explosión de la deuda hasta un 170% del PIB mientras que sólo representaba un 110%”.
  21. “Me ubico en el punto de vista de las jóvenes generaciones griegas. ¿Acaso son responsables de los actos del [primer ministro] Papandreu en 2000 y 2002? No son más responsables de esos errores que los jóvenes alemanes de los años 1950 o 1960 de los errores precedentes. Dios sabe sin embargo que los gobiernos alemanes hicieron cosas mucho más graves que los gobiernos griegos”.
  22. “Todas las deudas de la zona euro deben restructurarse. Hace falta cancelar una parte como siempre ocurrió en la historia”.
  23. “Hace seis meses que el Gobierno griego pide un restructuración de la deuda” y cada vez recibe el rechazo obstinado del Eurogrupo.
  24. No obstante en 2012 Europa “prometió a los griegos que cuando el país estuviera en situación de excedente se renegociaría el importe de la totalidad de la deuda”. Hoy Europa se niega a cumplir su promesa.
  25. “Los charlatanes que pretenden que se va a expulsar a un miembro de la Unión Europea para disciplinar a los demás son sumamente peligrosos. El ideal europeo está a punto de ser destruido por las decisiones de esos charlatanes”.
Nota:
[1] Thomas Piketty, «C’est à vous», France 5, 23 de junio de 2015. https://www.youtube.com/watch?v=VIzv3peNLFk (sitio consultado el 9 de julio de 2015); Thomas Piketty, «Il faudra parler de la restructuration de la dette grecque», Europe 1, 29 de junio de 2015.https://www.youtube.com/watch?v=e6SUVZmCxgM (sitio consultado el 9 de julio de 2015).
*Doctor en Estudios Ibéricos y Latinoamericanos de la Universidad Paris Sorbonne-Paris IV, Salim Lamrani es profesor titular de la Universidad de La Reunión y periodista, especialista de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Su último libro se titula Cuba, the Media, and the Challenge of Impartiality, New York, Monthly Review Press, 2014, con un prólogo de Eduardo Galeano.http://monthlyreview.org/books/pb4710/ Contacto: [email protected] [email protected] Página Facebook:https://www.facebook.com/SalimLamraniOfficiel

Fuente: http://espanol.almayadeen.net/Study/Suaxbsfy_0q97qTpAG2_Rg/25-verdades-del--economista-del-a%C3%B1o--thomas-piketty-sobre-la

sábado, 1 de agosto de 2015

Del oligopolio eléctrico en España .

01-08-2015 ------------------------------- Las obsesiones del oligopolio eléctrico ------------------- Luis González ------------------ Diagonal ---------------------------- El sistema eléctrico español está dominado por un número muy pequeño de empresas transnacionales que explotan, en régimen de oligopolio, una necesidad básica. Esas empresas encabezan la lucha contra el autoconsumo con la perspectiva de seguir siendo las que dicten las condiciones de suministro y transporte en el nuevo paradigma energético.------------ El Ministerio de Industria, encabezado por el ministro José Manuel Soria y su secretario de estado de energía Alberto Nadal, ha desarrollado a lo largo de la legislatura que termina una larga batalla en defensa de los intereses de las grandes compañías eléctricas y contra el desarrollo de los sistemas de auto-producción y auto-consumo eléctrico renovable.------------- Muchas de las normas dictadas por este ministerio son atropelladas, injustas e indefendibles, repugnan al sentido común y contravienen las directivas europeas relativas al sector energético y a los objetivos de sostenibilidad ambiental. Y, aunque cuentan con la laxitud morosa de los tribunales españoles para salirse con la suya, difícilmente saldrán indemnes de los cientos de demandas planteadas en los tribunales internacionales. Lo saben. Saben que los intentos por impedir el desarrollo de las energías renovables están condenados al fracaso.--------------- Entonces, ¿por qué ese empecinamiento, destinado a ser castigado en los tribunales? ¿Por qué hacer tanto daño a las personas, empresas y pequeños inversores que apostaron por las energías renovables?------------- Un sistema eléctrico corrupto -------------- El sistema eléctrico español está dominado por un número muy pequeño de empresas transnacionales que explotan, en régimen de oligopolio, una necesidad básica. Sus clientes son la totalidad de la población, todos los hogares, empresas e industrias del país, consumidores cautivos que no pueden dejar de utilizar la electricidad para satisfacer sus necesidades. Esta es una situación inmejorable para cualquier empresa comercial.-------------- Los privilegios del oligopolio se fundamentan en la connivencia con el poder político. Estas empresas obtienen una regulación favorable a sus intereses, en detrimento de los intereses de los consumidores, gracias a las influencias de algunos miembros de sus consejos de administración que, en un pasado reciente, ostentaron altos cargos políticos en el sector.-------------------- Esta práctica, conocida como "puertas giratorias", permite poner los contactos y la información privilegiada de los cargos políticos al servicio del oligopolio. La Fiscalía Especial Contra la Corrupción y la Criminalidad Organizada ha respondido, a la denuncia presentada por la Plataforma por Un Nuevo Modelo Energético, que no ve indicios de delito en esta costumbre, pero para la ciudadanía es muy poco ética y nada estética, un caso evidente de mala praxis política.--------------- Un error de cálculo -------------------- Fieles creyentes en el crecimiento infinito, durante los “años locos” de la burbuja las empresas del oligopolio apostaron muy fuerte por construir nuevas centrales de gas de ciclo combinado, seguros como estaban de que la progresión de la demanda era imparable. Un desatino. Sus grandes inversiones obedecían a un error de cálculo garrafal y vieron pronto amenazada su rentabilidad, porque apenas se utilizan. Menos mal que los amiguetes les ayudan a sobrellevar el mal trago con los pagos por capacidad.-------------- Paralelamente, la generación renovable ha conocido una evolución imparable. La reacción del oligopolio a la implantación de estas tecnologías ha sido paradójica. Parecen estar asustadas ante la producción fotovoltaica, una tecnología muy flexible y escalable que, gracias a la impresionante caída de precios, permite abordar instalaciones de auto-producción de cualquier tamaño, con inversiones contenidas. Por otro lado, parecen ver con mejores ojos la tecnología eólica, mucho más exigente en capital. En cualquier caso, han señalado a las energías renovables como el enemigo a batir.---------------- Son muchas las razones de esa enemistad manifiesta pero, la fundamental es el cuestionamiento de su modelo de negocio: venden un producto imprescindible, a un mercado cautivo y en las condiciones más ventajosas, gracias a su influencia casi mafiosa sobre el poder político. ----------------------- Podríamos pensar, un poco ingenuamente, que esto es así por su incapacidad para adaptarse al nuevo paradigma industrial que surge con las tecnologías de producción renovable de electricidad. Pero no hay que dejarse engañar. Las grandes empresas energéticas no son dinosaurios industriales anclados en el pasado, no es que quieran aferrarse a las viejas y conocidas tecnologías fósiles y nucleares, que son muy sucias pero funcionan. Todas estas empresas tienen poderosos grupos de ingeniería y desarrollo. Todas han sido capaces de innovar en tecnologías de red para gestionar a distancia la facturación de sus suministros. La innovación tecnológica no les es ajena. La guerra a las renovables ---------------------- La estrategia industrial, compartida por los dos partidos que se han alternado en el poder desde 1982, ha sido la formación de grandes grupos empresariales. La formación del oligopolios es pues una consecuencia inevitable de la estrategia seguida en la larga reconversión industrial de la transición. Las soluciones que se salen de este esquema de concentración empresarial son consideradas contraproducentes y, en el terreno energético, las energías renovables han sido el enemigo a batir.------------------ Durante el primer gobierno neoliberal, iniciado en 1996 y presidido por José M. Aznar, tuvo lugar la liberalización del sector eléctrico y de las telecomunicaciones, entre otros, pero también, en 2004, el primer decreto de estímulo a las energías renovables.------------------------------ Durante este tiempo, una infinidad de regulaciones superpuestas han garantizado los beneficios de las empresas de producción eléctrica convencional, la llamada producción "de régimen general", favoreciendo las inversiones en ciclo combinado y racaneando el apoyo y los estímulos a la producción renovable. Sobran los ejemplos: los costes de transición a la competencia, el reconocimiento sin evaluación de los costes de producción alegados, el sistema marginalista de fijación del precio de la electricidad, la renuncia a reclamar la parte correspondiente a las concesiones hidráulicas, los pagos por capacidad, los incentivos por interrumpibilidad, la prolongación de los plazos de explotación nuclear, etc. El catálogo de abusos es muy largo pero se resume brevemente: su coste recae siempre sobre los consumidores, que difícilmente pueden defenderse en este galimatías, intencionadamente oscuro y alambicado.--------------------- La última escena de este sainete retrógrado es el Real Decreto con el que el Ministerio de Industria pretende regular el auto-consumo. Es una comedia negra porque esa regulación que pretende hace completamente inviable el auto-abastecimiento, bloquea los intentos de algunas comunidades autónomas para eludir el impuesto al sol y se enfrenta a las directivas europeas y al sentido común.--------------- Las razones de este ensañamiento obsesivo -------------------------- Para entender la estrategia del oligopolio y de la administración a su servicio hay que distanciarse un poco de las muchas batallas y litigios abiertos por el Ministerio, para situarnos en perspectiva: estamos iniciando un cambio de paradigma y lo que está en juego es la hegemonía en el nuevo mercado energético. Reemplazar un sistema eléctrico basado en la producción centralizada y el transporte a largas distancias en alta tensión por otro, en el que predomina la producción descentralizada y el consumo cercano, apoyado en una red inteligente que proporciona el equilibrio y la potencia de fondo, es una tarea gigantesca o, dicho de otro modo, es un gran negocio.-------------------- La transición hacia un modelo renovable y descentralizado abre un mercado muy goloso. Un mercado en el que pequeñas empresas, pioneras en el sector, tratan ya de abrirse un hueco en el diseño, la regulación y el control de estos sistemas de sistemas de generación de energía limpia. También hay conglomerados empresariales de tamaño importante, que tratan de crecer en los mercados termoeléctrico y fotovoltaico, que son terrenos mucho más exigentes en capital.------------------ Pero nuestro voraz oligopolio lo quiere todo. No quiere dejar que ese mercado se desarrolle en sus narices sin quedarse con la mayor tajada. Pero sabe que, para tener éxito, necesita tener un producto competitivo para un mercado maduro. Veremos, sin duda, a las grandes compañías ofertando un producto que ahora demonizan. Tendrá gracia ver a Endesa, Iberdrola y Gas Natural ofreciendo instalaciones de auto-consumo, llave en mano, en uno o dos años. Y, para que la gestión técnica de la necesaria y gigantesca smart grid funcione, necesitarán incorporar a un socio tecnológico de primer nivel. Muy posiblemente, veremos a Telefónica en proyecto conjunto con las eléctricas, proporcionando la infraestructura de red de datos que haga posible la telegestión eficiente del balance neto.-------------------- El oligopolio sabe que la conexión a una red inteligente es la solución más viable para el almacenamiento de excedentes. La red es la mejor solución, no las baterías. Por eso es de esperar que finalmente sustituyan el antipático término fijo de la factura, en función de la potencia contratada, por una "Cuota de Conexión" fija. También los gigantes de la distribución están interesados en este suculento mercado: la megadistribuidora Walmart ya está instalando plantas fotovoltaicas en Latinoamérica, Ikea empezará a vender equipos fotovoltaicos en Reino Unido. Es muy posible que lleguemos a ver una guerra abierta entre nuestros gigantes tecnológicos y los paquidermos de la distribución. Una guerra de titanes en la que las eléctricas tienen un as en la manga: las redes de distribución.---------------------- El acceso a las redes de distribución es la clave para mantener su dominio. Si hay que cerrar las grandes plantas térmicas y nucleares, tan sucias como rentables, y la producción distribuida se generaliza, siempre les quedarán las infraestructuras de distribución, que consideran su monopolio natural.----------------- Para democratizar el acceso a la energía, en el nuevo escenario de producción distribuida a partir de fuentes renovables, es vital recuperar el control público de las redes de transporte y distribución. Los nuevos actores políticos deben plantearse recuperar una posición dominante en Red Eléctrica Española, el gestor de la infraestructura de transporte. Por su parte, los gobiernos locales y autonómicos deben proponerse recuperar el control de las redes de distribución, que deben ser de titularidad pública para facilitar el acceso de las instalaciones de auto-producción a la red.-------------------- Por estas razones, la posibilidad de un cambio de ciclo político en España es visto como un desastre, que podría dar al traste con sus planes estratégicos. Por eso las empresas del oligopolio están obsesionados con controlar el desarrollo de el nuevo modelo energético en España. Por eso son tan agresivas. Luis González, Coordinador de la Plataforma por Un Nuevo Modelo Energético.------------------- Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/global/27441-obsesiones-del-oligopolio-electrico.html