miércoles, 1 de enero de 2025

Felpudo europeo .

 

Felpudo europeo

Editorial, Diplo por Benoît Bréville,

 diciembre de 2024

¿Puedes sacar pecho mientras bailas la danza del vientre? Desde un punto de vista artístico, no es recomendable: la rigidez del busto reduce la flexibilidad de la pelvis, lo que se traduce en un movimiento sin gracia que expone a su ejecutante a cierto ridículo. Y el resultado no es mucho más convincente en el plano diplomático. Los dirigentes europeos, que han recibido la victoria electoral de Donald Trump con una mezcla de fanfarronería y sumisión, no tardarán en comprobarlo.

La victoria del candidato republicano ha desatado el pánico en las cancillerías del Viejo Continente, donde todo el mundo teme que aplique su programa: cese del suministro de armas a Ucrania, fin del paraguas de seguridad estadounidense, cuestionamiento de las alianzas tradicionales, proteccionismo agresivo... Medidas que alterarían el orden internacional instaurado tras la Segunda Guerra Mundial y para las que la Unión Europea no está preparada.

No importa: de París a Bruselas, los responsables políticos sacan pecho. “Demostramos que Europa puede tomar las riendas de su destino cuando está unida”, se jacta la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, mientras Emmanuel Macron anuncia el advenimiento de “una Europa más unida, fuerte y soberana”, dotada de “autonomía estratégica”. Hermosas palabras en las que ya nadie cree realmente.

Por un lado, porque la promesa ya se ha hecho repetidas veces —cuando la caída del Muro de Berlín, tras la intervención estadounidense en Irak, durante la crisis financiera de 2008-2009, al comienzo del primer mandato de Trump…—, sin que el vasallaje de los europeos se haya visto alterado. Hasta cuando es un “amigo” el que ocupa la Casa Blanca, no deja de pisotearlos. Así, Joseph Biden aceleró la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán, obligando a franceses y británicos a una evacuación caótica. Negoció a espaldas de los primeros un acuerdo militar con los segundos y los australianos, robándole a París un contrato para el suministro de submarinos a Canberra de 56.000 millones de euros. Y no se preocupó lo más mínimo por las repercusiones de su plan de desarrollo de la industria verde en la economía del Viejo Continente: se tuvo más en cuenta a Canadá.

Por el otro, porque los europeos no tienen medios a la altura de sus ambiciones. Si Washington detuviera o incluso redujera su ayuda a Kiev, serían incapaces de tomar el relevo —no se sale tan fácilmente de décadas de dependencia del complejo militar estadounidense, de sus patentes, componentes, infraestructuras logísticas, sistemas de inteligencia, capacidades de producción…—. A Ucrania no le quedaría entonces más opción que aceptar las condiciones de paz negociadas entre Estados Unidos y Rusia, con probables pérdidas territoriales como resultado. Para los dirigentes europeos, que han invertido tanto dinero y crédito político en la victoria ucraniana presentándola como la única salida posible, el desaire sería considerable. Por ello tratan desesperadamente de disuadir a Trump de que lleve a término sus amenazas dándole lo que quiere. Un día, Von der Leyen sugiere aumentar las compras de gas estadounidense; otro día, la ministra alemana Annalena Baerbock propone aumentar los presupuestos militares para acercarse al 3% del producto interior bruto (PIB); y un tercer día, la futura alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Kaja Kallas, califica a China de “rival sistémico”, imitando la retórica estadounidense.

Y no debemos esperar ninguna clase de unidad. Los europeos han sido incapaces de mostrarse firmes ante la orden de arresto que el Tribunal Penal Internacional ha emitido contra el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu por “crímenes de guerra” y “crímenes contra la humanidad”. Austria, Hungría y República Checa rechazan la decisión. Bélgica, Irlanda y España la apoyan. En cuanto a Francia y Alemania, se muestran incómodas y declaran “tomar nota” sin comprometerse más. Complacer a Estados Unidos o respetar la justicia internacional, terrible dilema.

 

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