viernes, 28 de noviembre de 2025

El neocapitalismo bélico europeo.

 

Las contradicciones entre la UE y EE.UU, y el Plan de Paz de Trump para Ucrania. 


Ángeles Maestro

A las 24 horas de hacerse público el Plan de Paz de Trump para Ucrania, Zelenski dirige un mensaje a su pueblo en el que prácticamente anuncia que EE.UU. le ha dado un ultimátum: “o la pérdida de dignidad o el riesgo de perder un socio clave; 28 puntos complicados o un invierno extremadamente duro”1. Del conjunto del mensaje se deduce que “por duro que sea”, peor sería no aceptarlo.

En este sentido la difusión de las informaciones, precisamente ahora, sobre la corrupción de la cúpula de poder en Ucrania, Zelenski incluido, cuando es un hecho bien conocido desde hace años, ha servido de chantaje político para volcar las voluntades de la cúpula de Kiev hacia el acuerdo.

Acerca de la posición de Rusia no hay ningún misterio. Sus líneas rojas son las que planteó en Estambul en 2022 y que viene repitiendo desde entonces como objetivos innegociables de la Operación Militar Especial: protección de la población del Donbass y demás comunidades de lengua y cultura rusa, y desmilitarización, neutralidad y desnacificación de Ucrania. Todo ello en el marco de garantizar la seguridad de Rusia cercada militarmente de forma progresiva por la OTAN desde la desaparición de la URSS en 1991.

A pesar del silencio cauteloso del Kremlin ante la propuesta, o precisamente por eso, es evidente que el plan responde a lo acordado entre Putin y Trump en Alaska en su reunión del pasado mes de agosto.

Tanto entonces como ahora, ni Ucrania ni la UE han participado en la negociación; se les ha colocado ante hechos consumados.

El acuerdo pone a la UE en una situación especialmente complicada por cuanto el eje central de su política gira en torno a la prolongación de la guerra en Ucrania “hasta el último ucraniano”, al tiempo que se arma hasta los dientes para una guerra de la OTAN contra Rusia en plazo de pocos años. En realidad, uno de los ejes de esa estrategia es inyectar cantidades descomunales de dinero público a la industria armamentística, intentando así paliar la desindustrialización que asola a la UE. El otro es la militarización y la intensificación de la represión de unos pueblos que empiezan a rebelarse ante el paro creciente y el deterioro de sus vidas, y a apuntar con huelgas generales contra la economía de guerra.

Para justificar semejante desatino se ha puesto en marcha una asfixiante propaganda de guerra basada en la demonización de Rusia. Ayer mismo, Andrius Kubilius, Comisario de Defensa de la UE, afirmaba que en “dos años o tres Rusia podría atacar aeropuertos españoles y afectar gravemente al turismo”2; y hace dos días el Jefe de Estado Mayor de Francia declaraba que la población debía prepararse para ver morir a sus hijos en la guerra contra Rusia3.

No cabe duda de que el Plan de Paz en Ucrania es un poderoso torpedo en la línea de flotación de la UE. El hundimiento de la cotización en bolsa de las empresas de armamento refleja la gravedad del asunto. La Comisión Europea y sus gobiernos se quedan sin el argumento central de que “Rusia nos va atacar a todos” con lo que justificaban la prioridad absoluta de la “seguridad” por encima de las pensiones, los servicios públicos, el trabajo o incluso la vida de los jóvenes.

Pero, ¿qué razones hay para que Estados Unidos haya presionado decisivamente a Ucrania para la implementación de un Plan de Paz que, en líneas generales, acepta los objetivos fundamentales de Rusia?

Desde luego nada tienen que ver con el supuesto pacifismo de un Trump dispuesto a ganarse el año próximo el premio Nobel de la Paz.

Las razones son las siguientes:

La primera es la constatación de la victoria clamorosa de Rusia en el frente de batalla a pesar de las ingentes cantidades de armamento, instructores militares y tropas especiales suministradas por la OTAN. Contra esta evidencia, el régimen de Kiev y la UE han estado inventando “victorias”, repetidas como loros por los medios de comunicación. Necesitaban esas mentiras, los de Zelenski para seguir recibiendo dinero, y la UE, para justificar esas mismas transfusiones de armas y de fondos públicos.

La segunda es que EE.UU, inmerso en una gravísima crisis económica, no puede seguir manteniendo a costa del presupuesto público el apoyo militar y económico a una guerra (1)   que no sólo no le conviene sino que, como veremos más adelante, contraviene sus intereses. Por otro lado, el negocio de su complejo militar-industrial está bien asegurado con una UE que ya se ha comprometido con Trump a comprar masivamente armas a la industria militar norteamericana. Si las usan o no, no es su problema.

La tercera es la que probablemente ha presionado más directamente para acabar con el conflicto a la mayor brevedad posible. Trump, como los gobiernos de la UE, es la terminal política de los intereses de las grandes multinacionales. La diferencia es que EE.UU tiene la capacidad de someter a la UE e imponer sus objetivos.

Una vez garantizados los beneficios de las grandes armamentísticas norteamericanas con los presupuestos europeos, los grandes fondos de inversión se aprestan a lanzarse sobre Ucrania.

Unos, como Blackrock, para “reconstruirla”. ¿Recuerdan Iraq?

Otros son propietarios de grandes extensiones de tierras en Ucrania cuya explotación no se compagina bien con la guerra. En este informe4, “se identifica a muchos inversores destacados, entre ellos Vanguard Group, Kopernik Global Investors, BNP Asset Management Holding, NN Investment Partners Holdings, propiedad de Goldman Sachs, y Norges Bank Investment Management, que gestiona el fondo soberano de Noruega. Varios grandes fondos de pensiones, fundaciones y dotaciones universitarias estadounidenses también han invertido en tierras ucranianas a través de NCH Capital, un fondo de capital privado con sede en Estados Unidos”.

Grandes multinacionales como Bayer-Monsanto, Cargill o Dupont tienen grandes intereses en la producción de semillas, pesticidas y fertilizantes.

Finalmente, EE.UU y Ucrania firmaron en julio pasado un acuerdo para la explotación de minerales estratégicos por parte de empresas de EE.UU. Con esa finalidad se creó un Fondo Común de Inversiones, con dotaciones económicas de ambos países, destinado a favorecer inversiones de empresas norteamericanas. Este acuerdo sobre “tierras raras”, clave para EE.UU, serviría como “reembolso” de los miles de millones de dólares transferidos por Washington a Ucrania.

Los datos anteriores explican con claridad que la fracción dominante de la oligarquía imperialista considera que, hoy por hoy, es un negocio más interesante vampirizar los recursos ucranianos, para lo cual necesitan que los misiles rusos dejen de caer sobre las infraestructuras ucranianas, que continuar la guerra. Su representante político, la administración republicana, ha jugado así también el papel de quitarse posibles competidores europeos, como Polonia, interesados en un supuesto reparto de Ucrania.

(Publicado en el sitio web de Coordinación de Núcleos Comunistas el 23 de noviembre de 2025)


  1. Mensaje de Zelenski al pueblo: Este es uno de los momentos más difíciles en la historia de Ucrania 

  2. https://as.com/actualidad/politica/la-advertencia-del-comisario-de-defensa-de-la-ue-rusia-puede-lanzar-drones-sobre-los-aeropuertos-espanoles-f202511-n/ 

  3. https://www.france24.com/es/francia/20251120-frente-a-los-alcaldes-de-francia-el-jefe-del-estado-mayor-prepara-a-la-poblaci%C3%B3n-para-la-guerra 

  4. https://www.oaklandinstitute.org/sites/default/files/files-archive/takeover-ukraine-agricultural-land.pdf 


Nota  del Blog (!) .---Según Walter Formento, director del Centro de Investigaciones en Política y Economía [CIEPE],
Y  profesor de Teoría de la Dominación y Metodología de la investigación en la Universidad Nacional de la Plata.. El neocapitalismo  bélico  de varios países europeos, si no todos, han ‘desbloqueado’ un nuevo nivel de pánico. Esa que les hace temblar las piernas. Y pasó a esta nueva ‘pantalla’ tras conocerse el nuevo plan de paz del presidente de EEUU, Donald Trump. Así las cosas, el Reino Unido “teme” que sus planes de “seguir ganando dinero con la sangre de los ucranianos, puedan ser frustrados por la actividad pacificadora de Donald Trump”, por lo que “para esta ocasión los británicos han preparado ‘una alternativa de seguro’”, apunta el organismo. “Los ingresos de la guerra prácticamente salvan la economía británica de un fracaso. Las empresas del complejo militar-industrial británico, en otro tiempo problemáticas, se han convertido en ‘una locomotora’ de la industria nacional”, reza el comunicado del SVR. “ Y esto da cuenta de la profunda necesidad estructural que tienen el Reino Unido y toda la Unión Europea, que hoy expresan directamente los intereses de Davos y de la OTAN que consiste en darle continuidad a una guerra [conflicto ucraniano] que se encuentra ya en su segundo tramo, porque ya en el primer momento fueron derrotados”. “En ese primer momento donde fueron derrotados, se vieron obligados a replegarse sobre la Unión Europea, porque ya no lo pudieron hacer sobre EEUU porque allí ya habían sido desbancados por el presidente [Donald] Trump, que expresa intereses contrarios a la OTAN, a Davos, y a los intereses financieros globales dentro de EEUU. Entonces hoy solo cuentan con la Unión Europea. Pero particularmente se encuentran presionados desde dos frentes: el de los BRICS y el de EEUU. Por lo tanto, los grandes intereses globales, financieros de Davos que hoy controla la Unión Europea, se encuentran frente a este desafío estratégico–estructural, en una posición de debilidad”, concluye Formento. En este escenario, la perspectiva de una posible paz en Ucrania también ha provocado nerviosismo entre los inversores de la industria de defensa de Alemania, el segundo mayor proveedor de armas de Kiev después de EEUU, haciendo caer las acciones de importantes fabricantes de armas y equipos bélicos como Rheinmetall, Hensoldt y Thyssenkrupp Marine Systems y Renk. 

miércoles, 26 de noviembre de 2025

El " chico de los drones "en Kiev .


El secretario del Ejército de EE. UU. ( " el chico de los drones") advirtió a Ucrania de una derrota inminente mientras impulsaba un plan de paz inicial.
La reunión de la semana pasada fue sólo el último ejemplo de una larga división dentro de la administración Trump sobre cómo poner fin a la guerra en Ucrania .
Por Dan De Luce , Courtney Kube y Abigail Williams
26 de noviembre  de 2025
En una reunión con funcionarios ucranianos en Kiev la semana pasada, el secretario del Ejército de Estados Unidos, Dan Driscoll  ,( " el chico de los drones")(1) presentó una evaluación sombría.
Driscoll dijo a sus homólogos que sus tropas enfrentaban una situación terrible en el campo de batalla y sufrirían una derrota inminente contra las fuerzas rusas, dijeron a NBC News dos fuentes con conocimiento del asunto.
Los rusos estaban intensificando la escala y el ritmo de sus ataques aéreos, y tenían la capacidad de luchar indefinidamente, les dijo Driscoll, según las fuentes. La situación en Ucrania solo empeoraría con el tiempo, continuó, y era mejor negociar un acuerdo de paz ahora que acabar en una posición aún más débil en el futuro.
Y hubo más malas noticias. La delegación estadounidense también afirmó que la industria de defensa estadounidense no podía seguir suministrando a Ucrania las armas y las defensas aéreas necesarias para proteger la infraestructura y la población del país, según las fuentes.
Audiencia de Daniel Driscoll el 30 de enero
El secretario del Ejército de Estados Unidos, Dan Driscoll, en el edificio Dirksen, Washington, DC, el 30 de enero.Tom Williams / Sipa USA vía Reuters
El mensaje de Driscoll se produjo después de que presentara un plan de paz respaldado por Estados Unidos que los funcionarios de Kiev consideraron una capitulación ante Moscú, según las dos fuentes.
“El mensaje básicamente fue: estás perdiendo”, dijo una de las fuentes, “y debes aceptar el trato”.
 
La reunión entre Driscoll y los ucranianos fue parte de un esfuerzo de algunos funcionarios de la administración Trump para presionar a los ucranianos para que acepten sin demora la nueva propuesta de paz respaldada por Estados Unidos , a pesar de que incluía las demandas maximalistas de Rusia y requería concesiones dolorosas del gobierno de Kiev, dijeron varios funcionarios occidentales actuales y anteriores.
Ucrania se negó cortésmente a firmar el plan de paz tal como fue presentado, y la propuesta ha sido revisada en gran medida desde las discusiones entre Driscoll y funcionarios ucranianos la semana pasada.
La reunión fue solo el último ejemplo de una prolongada división dentro de la administración Trump sobre cómo poner fin a la guerra en Ucrania. Esta división plantea una posible rivalidad política inminente entre dos exsenadores y posibles aspirantes presidenciales que se posicionan para 2028: el vicepresidente J.D. Vance y el secretario de Estado Marco Rubio.
Un grupo, que incluye a Vance, al enviado especial Steve Witkoff y otros funcionarios, considera a Ucrania como el principal obstáculo para la paz y está a favor de utilizar la influencia de Estados Unidos para obligar a Kiev a hacer concesiones importantes, según varios funcionarios actuales y anteriores.
El otro bando, representado por Rubio y otros funcionarios, ve a Rusia como la culpable de haber lanzado una invasión no provocada a su vecino y dice que Moscú cederá sólo si paga un precio por su agresión a través de sanciones y otras presiones.
Mientras sus diputados compiten por su atención junto con legisladores republicanos y líderes europeos , el presidente Donald Trump ha oscilado entre posiciones sobre cómo resolver el conflicto.
“Estuvo claro desde hace algún tiempo que había una división, pero nunca la hemos visto en acción públicamente como lo hemos visto en los últimos días”, dijo un ex diplomático estadounidense de alto rango con experiencia en Europa del Este.
Militares ucranianos disparan un obús autopropulsado contra tropas rusas cerca de la ciudad de Pokrovsk, en primera línea del frente.
Militares ucranianos disparan un obús autopropulsado César hacia las tropas rusas cerca de la ciudad de Pokrovsk, en primera línea del frente, en la región de Donetsk, Ucrania, el domingo. Anatolii Stepanov / Reuters
Cuando se contactó a la Casa Blanca para hacer comentarios el martes, se refirió a una publicación en redes sociales en la que Trump dijo que el plan de paz original ha sido "afinado, con aportes adicionales de ambas partes, y solo quedan unos pocos puntos de desacuerdo".
“Espero reunirme pronto con el presidente Zelenskyy y el presidente Putin, pero SÓLO cuando el acuerdo para poner fin a esta guerra sea FINAL o esté en sus etapas finales”, agregó Trump en la publicación.
Un portavoz del Departamento de Estado dijo: “Todo el equipo del presidente Trump, incluido el secretario Rubio, el enviado especial Witkoff, el secretario Driscoll y muchos otros, están trabajando en sintonía, como lo han hecho durante 10 meses, para poner fin a esta guerra sin sentido y destructiva”.
La Embajada de Ucrania en Washington no respondió a una solicitud de comentarios.
Graves dudas
La frenética diplomacia comenzó la semana pasada después de que un supuesto plan de paz estadounidense de 28 puntos se filtrara a los medios.
El plan fue producto de conversaciones en Miami entre el enviado del presidente ruso Vladimir Putin, Kirill Dmitriev, y su homólogo estadounidense, Witkoff, según dos fuentes con conocimiento de la reunión.
Funcionarios de la Casa Blanca informaron a la prensa que se trataba de una propuesta estadounidense, a pesar de que el documento incluía las reiteradas exigencias de Rusia de obligar a Ucrania a ceder territorio bajo su control, reducir su ejército y renunciar a unirse a la OTAN. Algunos elementos del plan contradecían las posturas previamente declaradas por la administración Trump, incluyendo un texto que implicaba que se prohibiría la entrada de fuerzas militares estadounidenses a Polonia.
Senadores republicanos y demócratas afirmaron que Rubio les había dicho que se trataba de un plan elaborado por los rusos. Pero Rubio luego afirmó que su versión era falsa, y él y la Casa Blanca insistieron posteriormente en que se trataba de una propuesta estadounidense con "aportaciones" rusas y ucranianas.
En una decisión inusual, la Casa Blanca eligió a Driscoll, secretario del Ejército, para informar a los ucranianos sobre la propuesta, en lugar de a un diplomático de alto rango. Driscoll, antiguo compañero de Vance en la Facultad de Derecho de Yale, se dirigía a Ucrania en una visita previamente programada para hablar sobre tecnología de drones, según informó previamente NBC News.
Sorprendido por los términos de la propuesta de paz, el presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskyy, expresó serias dudas, pero no llegó a vetar el plan, diciendo que su gobierno estaba listo para mantener conversaciones diplomáticas.
Rubio utilizó un lenguaje cauteloso sobre el plan después de que se filtró, publicando en X que la paz “requeriría que ambas partes acepten concesiones difíciles pero necesarias” y que Estados Unidos “continuaría desarrollando una lista de ideas potenciales para poner fin a esta guerra”.
Mientras tanto, Trump aumentó la presión sobre Ucrania y dijo a los periodistas que la opción de Zelenskyy era aceptar un acuerdo de paz o "seguir luchando con todo su corazón".
El secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, y el jefe de gabinete de la Presidencia de Ucrania, Andriy Yermak, celebran una conferencia de prensa.
Andriy Yermak, jefe de gabinete de la oficina presidencial ucraniana, y el secretario de Estado Marco Rubio en una conferencia de prensa después de sus conversaciones a puerta cerrada en la Misión de Estados Unidos en Ginebra el domingo.Fabrice Coffrini / AFP vía Getty Images
Rubio voló a Ginebra durante el fin de semana y, tras conversaciones con los ucranianos y pedidos de diplomáticos europeos, las disposiciones más problemáticas para Ucrania fueron eliminadas o revisadas, según múltiples funcionarios occidentales y fuentes con conocimiento del asunto.
En lugar del tono de "tómalo o déjalo" que los funcionarios de la Casa Blanca emplearon anteriormente sobre el plan de paz, Rubio describió las conversaciones como fluidas y afirmó que el plan estaba evolucionando rápidamente. "Este es un documento dinámico. Cambia cada día con las aportaciones", declaró a la prensa en Ginebra .
El martes, los ucranianos dieron un tono positivo, expresando optimismo sobre lo que ahora era un plan de 19 puntos en discusión.
“Nuestras delegaciones alcanzaron un entendimiento común sobre los términos fundamentales del acuerdo discutido en Ginebra”, escribió Rustem Umerov, secretario del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa de Ucrania, en redes sociales . Y planteó la posibilidad de una posible visita de Zelenski a Washington para sellar el acuerdo.
Driscoll viajó a Abu Dhabi, donde mantuvo conversaciones con una delegación rusa el lunes y el martes, dijeron los funcionarios.
Con el plan de paz revisado desde su forma original, se asemeja a propuestas anteriores que Rusia ha rechazado.
Lavrov, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, quien había acogido con satisfacción el borrador inicial de la semana pasada, sugirió el martes que el Kremlin podría rechazar lo que ahora estaba sobre la mesa. Lavrov citó las conversaciones mantenidas en agosto entre Trump y Putin en una cumbre en Anchorage, Alaska, y afirmó que el último borrador de la propuesta parecía contradecir el entendimiento alcanzado en dichas conversaciones.
“Algunas fuerzas quieren poner en peligro los esfuerzos de Donald Trump y cambiar el plan de paz”, dijo Lavrov, y agregó: “Si el ‘espíritu’ de Anchorage desaparece de este plan, entonces será una historia completamente diferente”.
Como en esfuerzos diplomáticos estadounidenses anteriores, una facción de la administración había intentado defender una propuesta que favorecía a Rusia y otros funcionarios se habían opuesto, con el apoyo de gobiernos europeos y republicanos de alto rango en el Congreso, según funcionarios occidentales, ex diplomáticos estadounidenses y expertos.
"Si la división persiste, será muy difícil seguir una política coherente", dijo William Taylor, ex embajador en Ucrania que ahora es miembro del grupo de expertos Atlantic Council. 
Dan De Luce es un reportero de la Unidad de Investigación de NBC News. 
Courtney Kube es una corresponsal que cubre seguridad nacional y militar para la Unidad de Investigación de NBC News.
Abigail Williams
Abigail Williams es productora y reportera de NBC News y cubre el Departamento de Estado.
FUENTE

Acuerdo ¿de paz? .

Acuerdo ¿de paz?


 Rusia sigue mirando en la distancia cómo los acontecimientos se desarrollan según el esquema seguido hace unos meses: se presenta un borrador de acuerdo por parte de un sector de la administración estadounidense, los países europeos reaccionan rápidamente volviendo a introducir aspectos que hacen imposible un acuerdo, Ucrania sigue los pasos necesarios para compaginar no aceptar puntos que considera inviables mientras confía en que la intervención de sus aliados hará innecesario dar un no rotundo a Estados Unidos, una facción diferente de la Casa Blanca inicia negociaciones y el resultado parece creado en un laboratorio para asegurar que no pueda haber acuerdo con Rusia.

El proceso actúa es el primero en el que existe un documento completo sobre el que negociar y, a la vista de los cambios que se han introducido en Ginebra, reescribir completamente. Esa es la diferencia fundamental entre el proceso actual y los anteriores que irremediablemente llevaron al silencio diplomático, paso del tiempo, acumulación de destrucción y muerte a ambos lados del frente y pérdida de territorios por parte de Ucrania. Ayer se publicaba una imagen de soldados rusos transitando tranquilamente por el centro de Krasnoarmeisk (Pokrovsk), mientras Ucrania continúa alegando haber “limpiado” el centro de la ciudad de soldados rusos, prueba suficiente para exdiplomáticos y ahora lobistas como Michael McFaul que escribía el lunes que “la afirmación del equipo de Trump y sus partidarios sobre un colapso inminente de Ucrania en el campo de batalla no está respaldada por los datos”. Esos datos eran la falsa afirmación ucraniana sobre Pokrovsk. En realidad, no son ni los partidarios de Trump ni Rusia quienes hablan de colapso. Sin embargo, estos últimos días, sí lo han hecho personas tan poco sospechosas de rusofilia como Serhiy Sternenko, exlíder del Praviy Sektor en Odessa y ahora activista militar y militarista, o Maksym Zhoryn, comandante adjunto de la Tercera Brigada de Asalto de Andriy Biletsky, que como el resto del liderazgo de Azov, no se ha mostrado contrario a las negociaciones y advierte de la pésima situación en el frente. La voluntad de continuar luchando contra Rusia hasta el último ucraniano y a costa de todos y cada uno de los pueblos de Donbass aumenta proporcionalmente a la distancia desde la que se observa la guerra.

A lo largo del día de ayer, en el que se produjeron conversaciones de Estados Unidos tanto con Ucrania como con Rusia en Abu Dhabi (Emiratos Árabes Unidos), el interés occidental se centró en destacar el bombardeo ruso de ciudades como Kiev. El objetivo, una vez más, fue la infraestructura energética y los ataques causaron dos muertos. El bombardeo fue utilizado como argumento para defender que Rusia no desea la paz y que el Kremlin no ha cambiado de objetivos. Rusia denunció la muerte de tres personas en la ciudad de Rostov a causa de ataques similares ucranianos. Al margen de la propaganda, los dos bandos comprenden que la guerra continuará hasta que exista un acuerdo de paz o de alto el fuego con un marco político que lo haga sostenible. Eso es lo que, a día de hoy, parece más cuestionable. Estados Unidos ha demostrado ser capaz de reunirse con las partes en conflicto, generalmente ignorando los intereses de la Unión Europea, y llegar a desarrollar borradores que serían aceptables para el actor con el que negocia en cada momento, borrador que es inmediatamente modificado por el otro país en guerra, haciéndolo inaceptable para el primero.

Todo indica que actualmente nos encontramos en esa segunda fase. Ayer, Estados Unidos anunciaba que, pendiente de algunos detalles, Ucrania ha aceptado un plan de paz de Estados Unidos. El problema es que los cambios introducidos y los aspectos que quedan para una negociación futura de Donald Trunp y Vladimir Putin lo hacen absolutamente inaceptable para Rusia. Estados Unidos en ningún momento ha sabido, hasta ahora, crear un documento con el que los dos países puedan negociar.

El plan de 28 puntos publicado la semana pasada era más duro para Ucrania, pero contenía aspectos desfavorables también para Rusia, que se vería sometida a la tutela de Estados Unidos en los territorios obtenidos, estaría a merced de Estados Unidos en lo que respecta al levantamiento de sanciones y tendría que aceptar la militarización masiva del país que pretendía desmilitarizar. El plan inicial preveía un límite de 600.000 efectivos del ejército ucraniano –el ejército más grande de Europa después del ruso y más del doble de su composición en 2022- prohibición de estacionamiento de tropas extranjeras y unas condiciones en las que, si Ucrania disparaba misiles contra Moscú o San Petersburgo, perdería las garantías de seguridad de Estados Unidos. Según publicaban ayer los medios, el tope actual sería de 800.000. El plan de la UE, que previsiblemente sea el llevado por Ucrania a las negociaciones, eliminaba las prohibiciones de tropas extranjeras y la mención a los misiles contra las capitales rusas.

Con unas condiciones mucho más favorables en las cuestiones que no son las más conflictivas de una posible tratado de paz, Ucrania aceptó ayer el documento corregido en sus conversaciones con Estados Unidos. “«Nuestras delegaciones llegaron a un entendimiento común sobre los términos fundamentales del acuerdo discutido en Ginebra», afirmó Rustem Umerov, secretario del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa del país. «Ahora contamos con el apoyo de nuestros socios europeos en los pasos que demos a continuación», añadió, refiriéndose a las cuestiones pendientes sobre el uso de los activos rusos congelados y las aspiraciones de Ucrania de entrar en la OTAN”, escribía ayer Financial Times. Entre esos detalles que quedan por pulir están los aspectos más importantes de esta guerra. De ahí que haya que tomar con cautela las optimistas declaraciones de ayer que llegaban de la Casa Blanca y la confirmación de que Zelensky ha aceptado el plan de paz pactado con Estados Unidos “pendiente de algunos detalles”. En esos detalles determinan si el acuerdo será viable para la otra parte, que actualmente tiene superioridad en el frente y no está dispuesta a aceptar un plan que, como tratan de imponer los países europeos, busque una definición de paz como ausencia de guerra y no ausencia de conflicto.

En esa distinción está el hecho de si forman parte del tratado que Zelensky está dispuesto a aceptar una resolución al menos temporal a la cuestión territorial, pero, sobre todo, al aspecto de seguridad. Todas las declaraciones en este sentido apuntan a que se ha eliminado específicamente esa cuestión en busca de un acuerdo con Ucrania, la posición más cómoda para Kiev, que puede permitirse aceptar el acuerdo consciente de que no puede ser aceptado por Rusia. De ahí que el aparente triunfalismo de ayer conviva con los primeros signos de culpabilizar a Rusia de no desear un acuerdo o de ambiciones incompatibles con una negociación de paz. Quienes destacan que la postura rusa no ha cambiado prefieren ignorar que Rusia sí ha cambiado sus exigencias –el hecho de que estuviera dispuesta a poner 100.000 millones de sus activos para la reconstrucción de Ucrania es un dato a tener en cuenta, como lo es también que los objetivos territoriales hayan dejado de ser maximalistas y se limiten a lo que, de forma realista, Rusia podría lograr con el tiempo- y que otros actores participantes tampoco han modificado realmente sus demandas.

“Cumbre Parlamentaria de la Plataforma Internacional de Crimea. Me dirigí a los participantes y les insté: no permanezcan en silencio, no sean observadores pasivos de la historia: sean participantes. Es importante apoyar a Ucrania ahora, y les agradezco ese apoyo. Es importante apoyar el proceso de negociación, y agradezco cada consejo e información que recibimos de los líderes europeos. Y es crucial apoyar los principios que sustentan a Europa: que las fronteras no se pueden alterar por la fuerza; que los criminales de guerra no deben eludir la justicia; y que el agresor debe pagar plenamente por la guerra que inició. Por eso, las decisiones sobre los activos rusos son esenciales. Por favor, apoyen estas decisiones y, sobre todo, mantengan la presión sobre Rusia. Rusia sigue asesinando gente. Todos los días. Los territorios ocupados siguen ocupados”, escribió Zelensky, dejando claro que los objetivos de Ucrania no han cambiado –recuperar territorios, castigar a Rusia, obtener los activos rusos- y que para ello espera continuar recibiendo la asistencia de sus socios. Un proxy exigente, Ucrania espera poder perpetuar esa posición de frontera de facto entre lo que lleva tres años presentando como una lucha entre Europa y el más allá, democracia contra autoritarismo, civilización contra barbarie. Por si quedaba alguna duda de cuál es la definición real de victoria de Ucrania –al margen de que, como todos los bandos en conflicto, presentará cualquier resultado como una gran victoria-, el presidente del Parlamento de Ucrania afirmó el lunes que la guerra terminará cuando Crimea vuelva a estar bajo control de Kiev. Es irrelevante para Ucrania que ese regreso tendría que producirse contra la opinión de la mayoría de la población. La intención de mantener la cuestión de Crimea como reclamación futura apunta a la idea de paz únicamente como ausencia de guerra, idea a la que también se aferran los países e instituciones europeas.

“Esta hecho: el Parlamento Europeo acaba de aprobar el primer Programa Europeo de la Industria de Defensa #EDIP. Esto hará lo siguiente: fortalecer la industria de defensa de la UE, impulsar las compras conjuntas, aumentar la producción e intensificar el apoyo a Ucrania”, escribió, orgullosa Roberta Metsola. Los países e instituciones europeas siguen firmes en su intención de no aceptar una resolución del conflicto que implique una desescalada y han planteado el rearme y el apoyo militar, financiero y económico a Ucrania a muy largo plazo. El paralelismo es cada vez más claro y todo indica que intención de la Unión Europea es que Ucrania cumpla para Bruselas el papel que actualmente y a lo largo de la Guerra Fría ha cumplido Israel para Washington, un proxy armado y con capacidad de actuación en una región que se considera clave y en la que se considera que existe un enemigo existencial al que hay que contener o derrotar. Ayer, Emmanuel Macron volvía a mencionar la posibilidad de enviar tropas a Kiev u Odessa.

En medio de la vorágine de información sobre la aparente paz inmediata, The New York Times afirma que Marco Rubio ha eliminado del borrador el punto en el que se producía el compromiso de que Ucrania no se uniera a la OTAN, posiblemente el aspecto más importante del plan de 28 puntos y que hacía posible que Rusia aceptara concesiones como el uso de sus activos retenidos para la reconstrucción de Ucrania o incluso que potencialmente aceptara congelar el frente también en Donetsk. Sin embargo, las palabras de los líderes europeos, que han insistido en que las cuestiones sobre la adhesión a la UE, a la que nadie, tampoco Rusia, se opone, y a la OTAN se traten en un futuro posterior a la paz indican unas intenciones claras de conseguir un acuerdo favorable para Ucrania, garantizar que Kiev no pierda más territorio y resolver la cuestión a su favor de la misma forma que se evitó firmar un compromiso con Mijail Gorbachov para impedir la expansión de la OTAN al final de la  Guerra Fría.

https://slavyangrad.es/2025/11/26/acuerdo-de-paz/#more-33494


martes, 25 de noviembre de 2025

La hambruna española de postguerra .

                          


  La editorial Crítica publica La hambruna española, del historiador Miguel Ángel del Arco

Más de 200.000 personas murieron en el estado español por la hambruna entre 1939 y 1942

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El país de las 6.000 fosas. Es el título del mapa histórico de las fosas de la guerra española y el franquismo que desarrolla RTVE; presentada el 12 de noviembre, la iniciativa calcula que, hasta 1950, fueron asesinadas más de 140.000 personas por el bando golpista y la dictadura militar; señala como hito octubre de 2000, cuando tuvo lugar una de las primeras exhumaciones científicas, en el municipio de Priaranza del Bierzo (León): 13 republicanos civiles asesinados por falangistas en 1936.

La hambruna española es otro de los aspectos importantes de la dictadura, cuya dimensión real se desconoce; y también el título de la obra del catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Granada, Miguel Ángel del Arco Blanco, editado por Crítica en septiembre.

En sus más de 450 páginas, La hambruna española rebate las justificaciones oficiales sobre los llamados “años del hambre”, atribuidos -oficialmente- a razones como el aislamiento internacional o la pertinaz sequía; pero el autor introduce otras explicaciones respecto a la gran escasez: la corrupción generalizada, un gobierno dictatorial o los lazos del Régimen con el fascismo y el nazismo.

En el capítulo Geografía del hambre: cuándo, dónde y cómo murieron, el historiador apunta que la gran hambruna española se desarrolló entre 1939 (al final de la guerra) y 1942; después, de 1943 a 1951, la situación económica fue “miserable”, pero sin que pudiera calificarse de “hambruna”.

En este periodo de ocho años, “persistió la corrupción que agudizó la escasez de posguerra, el castigo a los vencidos y, lo más determinante, la política autárquica que estuvo en la raíz de la carestía (…)”, subraya Miguel Ángel del Arco.

Un punto de interés se sitúa en 1946, conocido como El año del hambre; en un contexto de autarquía, la sequía del año anterior provocó una disminución de las cosechas, el incremento de los precios y que la penuria se extendiera por el medio rural y urbano del sur español.

El también autor de Cruces de memoria y olvido (2022) destaca cómo “la hambruna española golpeó especialmente al sur peninsular, donde se encontraban las regiones socialmente más polarizadas y agrícolas: el arco existente entre las provincias de Murcia, Castilla-La Mancha, Andalucía y Extremadura”. Eran además los territorios en que el franquismo detectó -en mayor medida- la falta de trigo y la necesidad de importarlo.

Una muestra del impacto de la hambruna en estas regiones se produjo en 1941; ese año, en Andalucía y Extremadura aumentó de modo notable la tasa de muertes en niños menores de un año.

Otro elemento diferencial fue el modo en que se repartió el hambre; el volumen de Crítica resalta que la dictadura suministró con mayor número de provisiones a las ciudades; en parte, por la preocupación del Régimen ante las tendencias más liberales y democráticas de los núcleos urbanos; era posible hacer esta distribución, ya que durante la autarquía los agricultores entregaban al Estado los productos básicos: cereales y leguminosas.

Miguel Ángel del Arco detalla el caso del racionamiento en la provincia de Jaén, con cifras oficiales que en pocas ocasiones se cumplían; en los municipios de menor dimensión, la proporción se situaba en 1.519 calorías diarias; en poblaciones mayores (Ubeda, Baeza o Linares), se llegaba a las 1.625 calorías, mientras que en la capital se alcanzaba una ratio superior: 2.600 calorías al día para los hombres.

Entre 1939 y 1942 fallecieron por la hambruna en el estado español más de 200.000 personas, a lo que habría que agregar las muertes por el hundimiento de la alimentación en 1946.

Una de las imágenes con las que el libro ilustra estas conclusiones es las de cuatro niños hambrientos en el barrio madrileño de Vallecas, en 1939; a los dos de menor edad se les prestó la ropa para la realización de la fotografía; o la foto de dos infantes famélicos, en 1943, en las Cuevas del Puerto (Almería); o una persona escuálida con un edema (hinchazón blanda de una parte del cuerpo) producido por el hambre en Madrid, también en 1943.

En conclusión, la hambruna se cebó con los hombres y mujeres de las clases populares, “aquellos grupos sociales que dependían fundamentalmente de disponer de un trabajo para tratar de superar el brutal encarecimiento de la vida en la posguerra”; dentro de este estrato, el hambre se encarnizó especialmente con el proletariado rural.

Asimismo “la hambruna de Franco tuvo unos costes demográficos brutales”, subraya Miguel Ángel del Arco; las huellas del hambre en la salud y los cuerpos perduraron durante años; la altura de los muchachos disminuyó, y no empezó a recuperarse hasta el comienzo de la década de 1950.

Otro punto relevante del texto son las críticas a la dictadura y sus medidas frente a la escasez y la carestía; tal vez podrían resumirse en la consigna popular Menos Franco y más pan blanco, famosa durante la posguerra; según el historiador, “el malestar, la crítica y las protestas deben enmarcarse siempre dentro del terror y el control social impuestos por el franquismo”.

En este contexto, una de las formas en que se denunciaba el lucro en medio de la penuria fue el rumor; en 1940, en Mallorca, se rumoreaba que el gobernador civil era el jefe de los estraperlistas en este territorio; en 1940-1941, se llegó a achacar la escasez a las exportaciones significativas de cereales y aceite a Alemania; en una coyuntura de racionamiento y colas, en 1941, el sindicato oficial en Málaga informó sobre alborotos en oficinas de racionamiento.

El libro menciona otras protestas por la manutención; como las que tuvieron lugar, en 1940, en las provincias de Sevilla, Málaga o Huelva: los trabajadores demandaron percibir alimentos para sobrevivir; un año después, el partido Falange Española advertía que en Zaragoza se dieron protestas, y que los empleados rechazaron trabajar si no era por legumbres, aceite o pan.

Otro mecanismo de supervivencia fue la solidaridad interfamiliar, se tratara de familias nucleares o extensas; entre las fórmulas empleadas, destaca la entrega de la comida más nutritiva a las personas mayores y las enfermas; “en la provincia de Huelva, en 1940, algunos padres solo comían tomates, mientras que dejaban el pan disponible en sus hogares para sus pequeños”, concluye Miguel Ángel del Arco.

 https://rebelion.org/mas-de-200-000-personas-murieron-en-el-estado-espanol-por-la-hambruna-entre-1939-y-1942/

domingo, 23 de noviembre de 2025

Ni una, ni grande, ni libre: la dictadura franquista,


“Franco no creó a la clase media, sino que intentó masacrarla”


 Enric  Bonet 

París , 20/11/2025



 El historiador  Nicolás Sesma (Vitoria, 1977) es el autor de uno de los libros de cabecera sobre la dictadura de Francisco Franco. Un año y medio antes de este 20 de noviembre en que se cumplen 50 años de la muerte del dictador, publicó Ni una, ni grande, ni libre: la dictadura franquista, una obra rigurosa que sirve como contrapeso a los relatos revisionistas que proliferan. Este profesor de la Universidad de Grenoble, que se formó con Robert Paxton en Columbia, analiza en esta entrevista la sombra del franquismo en la España actual, así como la represión feroz y la dimensión colectiva de ese régimen que explican que perviviera durante cuatro décadas hasta el fallecimiento en la cama del dictador.

Cincuenta años después de la muerte de Franco, ¿Cuál es la sombra del franquismo que perdura en la España actual?

Ningún país puede salir indemne de haber sufrido una dictadura durante tanto tiempo. Aquello que ha quedado más arraigado es la idea de una comunidad nacional en la que algunos piensan que pueden decidir quién está dentro y quién está fuera. Esto también se ve reflejado en una derecha que considera que le pertenece el Estado y a la que cualquier escenario distinto le parece una excentricidad o un paréntesis respecto a la normalidad. Además, el legado del franquismo se ve reflejado en la imposición de un determinado sentido común y de un relato sobre la ortodoxia nacional. Impera la voluntad de querer imponer una visión unívoca sobre la historia de España y todo aquello que no entra en ese tronco es considerado como una rareza o, en el peor de los casos, como una traición a la patria. 

¿En materia económica el legado de la dictadura se sigue notando?

El escritor Isaac Rosa sostuvo que todos los problemas de la democracia actual son más imputables a la democracia que a la dictadura. Estoy bastante de acuerdo con ello. Y a menudo la dictadura se utiliza más como una excusa para justificar nuestra incapacidad en el presente. Dicho esto, es evidente que algo queda y la sombra del franquismo se nota en la visión del país sobre el desarrollo económico. Esta idea de un desarrollo muy cortoplacista, sin tener en cuenta los valores de innovación ni la búsqueda de un valor añadido. El modelo turístico es el símbolo más claro de esta influencia. Es decir, esta visión de la economía que acepta que se pueda arrasar un litoral virgen para construir un hotel. Todo eso viene del desarrollismo sin democracia ni transparencia de los sesenta.

En las conclusiones de su libro asegura que “el aparato del Estado democrático quedó impregnado durante largos años de la verticalidad y los valores autoritarios del autodenominado Movimiento Nacional”.

A pesar de que suele decirse que el Movimiento Nacional –partido de Franco– no era importante, sobrevivió cerca de tres años tras la muerte del dictador y no fue suprimido hasta abril de 1977. Además, hubo, en 1970, un decreto que asimilaba a los funcionarios del Movimiento Nacional con los de la administración pública. Todo ese personal con formación falangista se incorporó al Estado durante la Transición. Aunque solían ponerlos en puestos de menor rango, como los archivos o las bibliotecas, eso afectaba a las relaciones que los ciudadanos tenían con esas instancias. Fue hacia los noventa cuando ya hubo una administración democrática, más parecida a la que existe ahora.

A diferencia de los partidos afines en Francia o Alemania, el Partido Popular no ha condenado abiertamente los delitos del franquismo…

Creo que esto está más vinculado a sagas familiares que a partidos políticos. En una parte de los españoles, hay una dificultad evidente de condenar los actos de sus antepasados y eso se ve reforzado por la tradición clientelar que persiste en el país. En el caso de Francia, la irrupción de una derecha antifascista (el gaullismo) se vio favorecida por la experiencia de una ocupación extranjera. Y en el caso de Alemania, hubo un sentimiento de culpabilidad obvio tras haber provocado dos guerras mundiales. 

Quizás lo más parecido a la derecha española sería el conservadurismo en Japón, que sigue sin reconocer los errores de la época imperial y donde resurge el culto a los líderes autoritarios de entonces. Respecto a España, creo que en los noventa hubo una toma de conciencia y hasta un cargo intermedio del PP renegaba del franquismo. Pero ahora, con el retorno de la extrema derecha, hay representantes de la derecha que coquetean con una reivindicación del franquismo.

Un aspecto significativo de la política española ha sido la celeridad con la que han irrumpido formaciones de extrema derecha. Ocurrió primero con Vox en 2019 y ahora sucede lo mismo con Aliança Catalana. ¿La sombra del franquismo favorece esta tendencia?

No creo que sea un factor clave. Durante mucho tiempo se habló de la excepción ibérica y se decía que en España y Portugal no había formaciones de extrema derecha porque sus sociedades habían aprendido las lecciones de las respectivas dictaduras. Ni eso era cierto entonces, ni ahora todo es culpa del franquismo. Tuve un profesor que decía que las corrientes ideológicas llegan a España con un poco de retraso, pero que cuando lo hacen, llegan de verdad. Quizá haya algo de eso en el peso creciente de la ultraderecha. Esto se suma también a un efecto pendular respecto a unas leyes progresistas muy avanzadas en materias de libertades civiles y a una preocupante brecha de género en el voto de las nuevas generaciones.

En Ni una, ni grande ni libre describe la dictadura de Franco como un fascismo asimétrico. ¿En qué se basa para hacer esta afirmación?

Lo hago a partir del esquema de Paxton, uno de los principales teóricos del fascismo. El historiador estadounidense plantea un modelo basado en el caso italiano y el alemán con el que describe los movimientos fascistas a partir de cinco etapas: creación, consolidación, conquista del poder, el ejercicio del poder y una radicalización final durante la Segunda Guerra Mundial que produce su colapso y la caída de esos regímenes. Ese esquema me parece válido en el caso de España, pero en otro orden.

La principal diferencia del franquismo se debe a que la radicalización se produjo en sus inicios durante la Guerra Civil. Y como el régimen no entró en la Segunda Guerra Mundial –Franco lo deseaba, pero Hitler no quiso–, eso evitó su colapso entonces. A pesar de ello, sí que hubo una radicalización de la dictadura durante su parte final con el estado de excepción en 1969, la pena de muerte a Salvador Puig i Antich y las últimas condenas a la pena capital en septiembre de 1975.

Un aspecto central en la dictadura fue la represión que hubo durante la Guerra Civil y en los años posteriores. ¿El miedo resultó un factor clave en la longevidad del régimen?

Los datos más fidedignos apuntan que hasta 130.000 personas fueron ejecutadas por el bando nacional durante la guerra y los años posteriores. Ni siquiera en los fascismos en Alemania e Italia hubo tal grado de represión en tiempos de paz. Eso dejó el miedo muy metido en el cuerpo en toda una generación. El régimen entendía la violencia de una manera completamente desproporcionada. A los estudiantes de la Universidad de Barcelona que cantaron el “Asturias, patria querida”, en solidaridad con las huelgas de mineros de 1962, los condenaron con penas de varios años de cárcel. Otro aviso para navegantes fue el asesinato del joven Enrique Ruano por la policía secreta. Y cuando al franquismo no le bastaba con su violencia institucional, reactivaba la irregular. Recurría a organizaciones de falangistas, veteranos de la División Azul u otros grupúsculos radicales para rapar a las mujeres de los mineros, asaltar librerías o apalizar a profesores universitarios en medio de una clase.

A pesar de ello, siempre hubo focos de resistencia…

La idea de una oposición antifranquista aletargada no se corresponde con la realidad. En cada década hubo focos de resistencia contra el régimen. Hubo los maquis, la huelga de los tranvías en Barcelona en 1951, las huelgas en Asturias y País Vasco… Por no hablar de la etapa final con Comisiones Obreras, las movilizaciones estudiantiles y las asociaciones de barrio que resultaron claves para poner en cuestión la continuidad de la dictadura.

Otro aspecto clave del régimen fue su dimensión colectiva. ¿Cómo contribuyó eso a que durara cerca de 40 años?

La dictadura fue muy hábil a la hora de generar cómplices por acción u omisión. Además del recuerdo de la Guerra Civil que favoreció que el régimen contara con el apoyo de determinados sectores conservadores (Iglesia, ejército…), también hubo un deseo en una parte amplia de la población de no responder por haberse beneficiado de ese sistema. Con la ley de Responsabilidades Políticas de 1939, se establecieron multas y expropiaciones contra los partidarios de la Segunda República, lo que comportó que mucha gente se beneficiara de ese sistema. Por ejemplo, un profesor de Santiago de Compostela obtenía una plaza en Madrid tras la purga de un docente republicano o un agricultor aumentaba sus propiedades al comprar por un precio irrisorio los terrenos expropiados a un vecino republicano. 

El régimen contaba con apoyos en todos los territorios y en todas las clases sociales…

Hubo una gran capilaridad y ese sistema fomentó una solidaridad a prueba de bombas con la dictadura. Como sucede con muchos regímenes autoritarios, el de Franco dividió a la comunidad nacional entre los que se beneficiaban del sistema y los que se veían perjudicados. Eso provocó un daño moral al país, que refleja la maldad intrínseca de un modelo dictatorial. La gente sabía que disfrutaba de unos réditos a costa del sufrimiento de sus vecinos. Creo que eso fomentó que se instalara cierto cinismo en la sociedad.

Cuando escribió el libro, ¿lo hizo como una respuesta a los historiadores revisionistas que intentan legitimar a Franco a través de estudios sesgados?

No, porque no me quería condicionar, pero surgía de manera natural sobre todo al estudiar el desarrollismo. Cuando uno lee a los revisionistas, parece que entonces los tecnócratas  irrumpieron como ovnis cuando en realidad estaban vinculados al régimen desde sus inicios. También parece que lograron que España fuera el único país que creció en los sesenta, cuando se trató de un contexto de crecimiento global en el mundo capitalista. El Plan de Estabilización de 1959 era básicamente una copia del libreto económico que recomendaban entonces el FMI y el Banco Mundial y que también aplicaron países como Argentina, Bolivia o Paraguay. Y ese plan funcionó muy bien en España, porque era un lugar idóneo para los inversores sin escrúpulos al no haber legislación laboral, ni derecho a la huelga ni a la sindicalización.

Esto pone en duda el tópico de que Franco propició la aparición de la clase media…

Desmonta el discurso de que irrumpió una clase media gracias a la prosperidad de la dictadura. La irrupción de esas categorías resultó un fenómeno global y muy sobrevenido para el régimen. Franco no creó a la clase media española, sino que lo primero que hizo fue masacrar a la clase media republicana, sobre todo en las zonas urbanas. En esos sectores se encontraba el núcleo duro de los votantes de Izquierda Republicana –el partido de Manuel Azaña– y Franco intentó masacrarlos porque daban una imagen respetable al bando republicano. Hubo muchísimos médicos e ingenieros entre los que se exiliaron y se perdieron unos cuantos premios Nobel. Duele pensar lo que podría haber sido España y al final terminó siendo.

Fuente: https://ctxt.es/es/20251101/Politica/51026/enric-bonet-nicolas-sesma-entrevista-franco-ni-una-ni-grande-ni-libre-dictadura.htm