Ajuste de cuentas colonial
De cómo la guerra de Israel contra Irán reabre viejas
heridas
Por Soumaya Ghannoushi
| 19/06/2025 |
Fuentes: Middle East Eye
Traducido del inglés por Sinfo Fernández
Israel ya no oculta sus crímenes. En Gaza, lleva a cabo un
genocidio abierto, arrasando hospitales, escuelas, mezquitas y bloques de
apartamentos. Más de 55.000 personas han sido asesinadas. Un asedio total
asfixia el territorio demolido.
Después de caminar kilómetros entre ruinas, agotados y
hambrientos, los civiles se apresuran hacia los camiones de ayuda para tener
una oportunidad de sobrevivir, sólo para ser abatidos a tiros. Algunos regresan
con sacos de harina, otros con los cadáveres ensangrentados de sus seres
queridos, abatidos a tiros o bombardeados mientras luchaban por conseguir unos
pocos granos.
Y Gaza es sólo uno de sus frentes.
En el Líbano, Israel ataca a su antojo: bombardea casas,
asesina a través de las fronteras, ocupa pueblos de los que nunca se fue.
Mantiene el control de los Altos del Golán sirios, se adentra más en el sur de
Siria y lanza misiles a las afueras de Damasco.
Las fronteras no significan nada. Las leyes significan aún
menos. Israel se mueve como quiere, mata a quien quiere.
Ahora se ha vuelto contra Irán.
Tras las conversaciones indirectas entre Teherán y
Washington en Omán, Israel lanzó a una guerra repentina y sin provocación.
Primero, asesinatos: líderes militares, científicos, funcionarios civiles.
Luego, ataques aéreos: contra instalaciones militares, centrales eléctricas,
aeropuertos, incluso infraestructura pública. ¿La excusa? El programa nuclear
pacífico de Irán, que está totalmente supervisado por la Agencia Internacional
de Energía Atómica.
La hipocresía occidental
La hipocresía es de escándalo.
El presidente francés Emmanuel Macron se apresuró a apoyar a
Israel, afirmando que el programa nuclear de Irán es una amenaza para la
seguridad mundial, y esto lo dice la misma Francia que ayudó a construir en
secreto la central nuclear de Dimona en Israel en las décadas de 1950 y 1960,
lo que permitió crear el único arsenal nuclear no declarado de la región, en
violación del derecho internacional. Sin inspecciones, sin supervisión, sin
rendición de cuentas.
Se cree que Israel posee ahora entre 80 y 90 ojivas
nucleares, además de capacidad de segundo golpe mediante submarinos y aviones.
Se niega a las inspecciones y nunca ha firmado el Tratado de No Proliferación.
Sin embargo, bombardea sin descanso a Irán en nombre de la no proliferación
nuclear.
Gran Bretaña siguió rápidamente a Francia y envió aviones de
la Royal Air Force a Oriente Medio para apoyar a Israel. Estados Unidos
intensificó aún más la escalada, desplazando dos destructores hacia el
Mediterráneo oriental, aumentando los envíos de armas y sincronizando las
operaciones militares con Israel en tiempo real. Washington no está observando,
está en guerra.
La Comisión Europea siguió ciegamente, repitiendo la misma
línea: «Israel tiene derecho a defenderse», incluso ahora, cuando es el agresor
e Irán se defiende de un ataque extranjero.
Es el mismo guion utilizado para justificar el genocidio en
Gaza; la misma tapadera para los crímenes. El derecho internacional y las
normas humanitarias quedan suspendidos para Israel.
Y así, Occidente sigue armándolo hasta los dientes, no para
proteger a los civiles, sino para dominar la región. Para garantizar que Israel
siga siendo la única potencia nuclear. Para controlar, aplastar, expandirse.
Seamos claros: Israel nunca fue sólo un Estado. Fue creado como
una colonia de asentamientos de Occidente para sustituir a los imperios en
retirada de Gran Bretaña y Francia. Gran Bretaña retiró sus tropas, pero no sus
ambiciones. Estados Unidos intervino, asumiendo el papel de garante regional
mediante el apoyo a tiranos, la obtención de petróleo y la represión de la
resistencia.
El objetivo nunca ha cambiado: someter a la región, extraer
sus riquezas, silenciar a su pueblo.
Pero, en esta ocasión, el plan está fallando.
El mundo árabe enfurecido
Israel está ahora gobernado por fanáticos, abierta y
orgullosamente. Los ministros amenazan con la aniquilación. Los colonos corean
consignas a favor del genocidio. Los soldados se graban a sí mismos arrasando
bloques de apartamentos y posando con la lencería de las mujeres que han
desplazado y asesinado. Familias enterradas bajo el hormigón, niños borrados de
las aulas, todo en nombre de la «seguridad».
En Jerusalén, la mezquita de Al-Aqsa, uno de los lugares más
sagrados del islam, es asaltada repetidamente. Multitudes israelíes marchan por
las calles coreando: «Que ardan vuestras aldeas». Celebran la destrucción de
escuelas en Gaza. El genocidio ya no se niega, se proclama.
Y el primer ministro Benjamin Netanyahu, artífice del
apartheid y la guerra, se presenta ante las cámaras afirmando defender el
«mundo libre».
En todo el mundo árabe, la gente observa con amargura,
repugnancia e ira. Sus líderes estrechan la mano a criminales de guerra.
Normalizan la situación mientras Israel incinera. La región ha quedado paralizada,
impotente.
Hasta ahora. Porque esta vez, alguien se ha levantado.
Irán no es Gaza. Es un Estado soberano de unos 90 millones
de habitantes, que se extiende a lo largo de 1,65 millones de kilómetros
cuadrados. Su terreno frustra las invasiones, su profundidad absorbe los
ataques y sus misiles llegan hasta lo más profundo de Israel. Ha sido
sancionado, saboteado, asesinado… y sigue en pie, sigue contraatacando.
Por primera vez desde 1948, las ciudades israelíes están
bajo fuego continuo. La ilusión de inmunidad ha desaparecido.
E Israel no puede reclamar el papel de víctima, no cuando
tiene las bombas, las armas nucleares y el respaldo de todas las potencias occidentales.
No cuando ha pasado décadas atacando a otros con impunidad.
Reabrir viejas heridas
De hecho, la resistencia de Irán ha destrozado las
ilusiones: el mito de la invencibilidad de Israel, el silencio de la región, la
mentira de la neutralidad occidental.
Incluso aquellos que antes eran hostiles a Irán por motivos
sectarios o políticos ahora lo aplauden, no porque Irán sea perfecto, sino
porque alguien finalmente ha dicho: basta.
Y dentro de Irán, algo más profundo ha despertado.
Esta
guerra ha reabierto viejas heridas.
La mayoría conoce lo que ocurrió en 1953, cuando la CIA y el
MI6 orquestaron un golpe de Estado contra el primer ministro Mohammad Mosaddegh
después de que este nacionalizara el petróleo de Irán. La Operación Ajax
derrocó a un gobierno elegido democráticamente y reinstauró a Mohammad Reza
Shah, un dictador alineado con Occidente. Lo que siguió fueron 25 años de
represión, impuesta por la policía secreta Savak, armada y entrenada por
Occidente. .
Pero las heridas se remontan más atrás.
A principios de la década de 1890, una revuelta sacudió el
imperio después de que el shah entregara a una empresa británica el control de
toda la industria tabacalera de Irán. Liderados por clérigos como el ayatolá
Shirazi, los iraníes lanzaron un boicot a nivel nacional y, finalmente, la
concesión fue cancelada. La revuelta debilitó la dinastía Qajar y dejó grabada
en la memoria colectiva de Irán una lección dolorosa: nunca más doblegarse al
control extranjero.
Ese recuerdo sigue vivo, en cada canto, en cada protesta, en
cada funeral.
Cada misil lanzado hoy lleva el peso de un siglo de traición
y resistencia. Ahora, vuelve a estar a flor de piel.
Un vídeo se ha vuelto viral: una mujer iraní sin velo, con
la voz quebrada por la furia, denuncia el genocidio en Gaza, el silencio de
Occidente y las décadas de degradación infligidas a su país. Luego grita:
«Queremos una bomba nuclear».
No se trata de destrucción. Se trata de dignidad. Se trata
de decir: no nos volverán a doblegar.
No es solo un conflicto militar, sino un ajuste de cuentas
histórico, una ruptura psicológica.
Irán no solo está tomando represalias. Está recordando.
Y el cambio se está extendiendo.
Aferrándose a la fantasía
Pakistán, el único país de mayoría musulmana con armas
nucleares, ha dado la voz de alarma. Su ministro de Defensa ha advertido de que
la región está al borde del abismo y que Pakistán podría ser el siguiente. A
medida que Israel profundiza su alianza con la India, Islamabad ve lo que se
avecina.
Turquía también está en alerta. El presidente Recep Tayyip
Erdogan advirtió el año pasado que Israel «pondría su mira» en su país si «no
se le detenía». Entonces llegó una escalofriante réplica de Netanyahu en la Knesset:
«El Imperio otomano no resurgirá en un futuro próximo». No se trata de una
lección de historia, sino de una advertencia. Turquía sabe que no se trata sólo
de Irán, sino de una campaña para reafirmar el control total sobre la región.
Israel, envalentonado por el respaldo occidental y su poder
sin límites, cree ahora que puede someter a todo el mundo musulmán:
bombardearlo, matarlo de hambre, fragmentarlo, humillarlo.
Sin embargo, la región está despertando. Se trata de una
guerra contra la dignidad, contra la idea misma de que alguien en esta región
se atreva a mantenerse firme.
Y, aun así, Occidente se aferra a la fantasía. La BBC
entrevista al hijo del shah y le pregunta si los ataques israelíes podrían
ayudar a «liberar» Irán. Como si los iraníes estuvieran esperando a ser
salvados por el hijo de un dictador, un dictador al que ellos mismos
derrocaron. Como si la «libertad» viniera de los misiles y los monarcas.
Israel pensó que podía repetir el pasado: asesinar,
bombardear, proclamar la victoria. Pero ahora Tel Aviv, Haifa y Ashkelon están
bajo fuego.
La guerra ha entrado en territorio israelí. La ilusión de la
invulnerabilidad ha terminado.
E Irán puede resistir. Lleva décadas preparándose para este
momento. El sueño de que Israel pudiera destruirlo en cuestión de días se ha
esfumado.
Tel Aviv ha encendido un fuego que no puede contener. ¿Y
Occidente? Vuelve a apoyar a Israel, sin disimulo. Armándolo, protegiéndolo,
utilizándolo. No por la paz o la justicia, sino por el control.
Pero esta vez, la región está despierta. Y ha comenzado el
ajuste de cuentas.
La historia está en movimiento. Y puede que no sea favorable
a Occidente.
Soumaya Ghannoushi es una escritora británica de origen
tunecino y experta en política de Oriente Medio. Sus trabajos periodísticos han
aparecido en The Guardian, The Independent, Corriere della Sera, aljazeera.net
y Al Quds. Pueden encontrar una selección de sus escritos:
soumayaghannoushi.com y X: @SMGhannoushi.
Fuente: https://www.middleeasteye.net/opinion/israels-attack-iran-brings-west-closer-its-day-reckoning