sábado, 24 de febrero de 2018

El sionismo es un eurocentrismo .

Entre la perversa eyaculación europea, el epistemicidio y el imponernos sus propios fantasmas
El sionismo es un eurocentrismo



Entre algunos cabos sueltos Esa noche salieron a embriagarse, torrencial etílico, pero la resaca de la mañana siguiente se la impusieron a otros, dictando sobrias reprimendas, éticas y estéticas cátedras de alcoholismo.
El supremacista Adolfo Hitler, queriendo crear la raza aria, fue quién más arios masacró, entre ellos a sus propios hermanos arios no católicos, los arios judíos.
La trilogía monoteísta judío/cristiana/musulmana es una herencia de la ancestralidad ethnoárabe. Sí Europa hubiese preservado su propia identidad, imaginario, cosmogonía y sentimiento politeísta o creado su propio monoteísmo, la propaganda eurocentrista sería otra.
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Podemos suponer que el colonialismo es visto hoy como un anacronismo, con el poder de la tecnología fue un precedente omnipresente de barbarie, horror propio de toda inhumanidad. Sin embargo fue el motor de la economía e Historia, además de ser fuente de orgullo, gloria, grandeza e identidad nacional y cultural, imposible no ser dentro de un constructo de “valores morales”.
El colonialismo no es propio de Europa, pero si es Europa la que sustenta ese protagonismo Histórico.
El sionismo es un movimiento colonial europeo que va más allá de una clásica colonización, consiste en la fabricación de un Estado-Nación (Israel), que no proviene de un pueblo sino que se sirve de la religión y aunque se vale de ella, no es del todo una teocracia ya que la religión es el camuflaje, justificativo y atractivo de dicho proyecto colonial.
En el clásico colonialismo el colonizador toma la tierra del pueblo y denigra su Historia. En el caso del colonialismo sionista, como es un colonialismo que no proviene de un pueblo sino de un movimiento que quiere devenir en pueblo, coloniza la tierra y por lo tanto la Historia del pueblo a colonizar. En este caso se hace pasar como el descendiente del antiguo pueblo Hebreo, un pueblo semita que no guarda ningún vínculo con el linaje indo-europeo, askenazi (judío europeo, europeo de religión judía).
Lo absurdo de la ilustrativa farsa marca la pauta e incluso el sentido. El demente de Adolfo Hitler no sentía a sus compatriotas alemanes de religión judía como alemanes. Imaginémonos a los europeos portadores de su propio politeísmo, no considerar a sus compatriotas europeos cristianos como europeos. Los europeos/occidentales, creen y sienten que los judíos son un pueblo y que son de raíces hebreas. Mezclan religión con etnicidad y se empatucan la boca como vanguardia secular. La incoherencia es amo y señor.
La lucha contra el epistemecidio
Decir que los judíos no son un pueblo es un tabú, es hasta no inteligente y contraproducente decirlo, es aniquilarse, es una presa fácil para atacarte de antisemita. Hay que luchar contra ese epistemicidio, hay que resistir, rescatar la Historia y en este caso erradicar el anacronismo y atrofia del colonialismo sionista eurocentrista. Es una lucha de honestidad intelectual.
Y a viva voz hay que expresar que los judíos no son un pueblo, de la misma manera, los cristianos y musulmanes tampoco son un pueblo, ni los ateos, gays, ecologistas, feministas etc.
La doctrina, la religión, el credo, la fe judeo-cristiana, que es una herencia de la etnicidad árabe (no solo el islam) y decir esto puede impactar, insultar y/o llamar a la reflexión. Ahora por muy seculares, agnósticos, ateos e incluso antirreligiosos que seamos, la manipulada, narrativa judeo-cristina, dormita, hace ecos de encanto en la sique y sentimiento del occidente. Impecable y hermosa la frescura del actual colonialismo eurocéntrico, denominado sionismo. La carta religiosa del sionismo ha sido grandiosa, un opium que les hace sentir que no son retrógrados religiosos ni salvajes colonizadores.
Aparte de la manoseada carta religiosa europea (invisible, éter), el otro elemento a agregar, es el drama de la persecución judía en Europa, puntualizo, de la persecución de europeos contra europeos, el uno de confesión judía y el otro de confesión católica. Nunca nos preguntamos o reflexionamos sí eso fue un conflicto religioso, un odio judíocristiano entre hermanos europeos. Cuando se trata de europeos no se enfoca como un conflicto religioso, no, pero cuando se trata de árabes si. Pudiésemos manipular y decir que fue un conflicto religioso, pero en realidad fue un conflicto de poder económico. Allí la religión es una herramienta capitalista.
Desde milenios, Europa ha cometido los grandes genocidios contra múltiples pueblos y también contra sus propios pueblos, un ejemplo son las dos Guerras Mundiales que en realidad no fueron mundiales ya que muchos países no participaron y en grandes líneas fueron entre europeos y/o el occidente. Pero ante el genocidio europeo solo vemos el lamento, luto, la memoria y reflexión hacia sus hermanos europeos de confesión judía, ni siquiera frente a sus hermanos europeos polacos, de confesión católica y mucho menos ante la expoliación y genocidio afro, asiático e indoamericano. Lo digno es que exista un lamento, memoria y reflexión global.
En el histórico torbellino del voraz genocidio europeo, hay un hito y es cuando el blanco europeo osó masacrar a su propio hermano blanco europeo (de religión judía) y el genocida más que reconocerlo lo lamenta, pero no lo lamenta por voluntad propia sino porque su compatriota europeo (de religión judía) se lo exige e impone. Y el europeo (de religión católica), se somete porque ese otro hermano europeo tiene como someterlo. Lo somete con la banca, con su poder y talento económico, científico, mediático, artístico, académico, la banca. Es además un europeo blanco (de religión judía) que no se ubica en una zona determinada de Europa sino en toda ella, como en toda ella están los cristianos europeos.
Ser sionista se convirtió en honor, deber, sentimiento, identidad, fraternidad, el bien ser y encanto. Una mutación colonial (Israel) y el post exterminio al pueblo palestino. Una necrofilia, en la que se traiciona la memoria del Holocausto Judío y la memoria de los genocidios a demás pueblos.
Conmemorar el Holocausto Judío es un ritual de esplendor, sobriedad, amor, trémolo y reflexión, que el blanco realiza a su hermano blanco y en la que el resto del mundo, masacrado por ellos debe admirar y hasta agradecer y obedecer. Me lloras.
Debemos cargar con los fantasmas que padecen los europeos. Me lloras, la metafísica del sometimiento. El blanco europeo de religión cristiana, que viola a su blanco hermano europeo de religión judía, desde el templo del secularismo intelectual, el neo sacerdocio inquisidor.
Tal vez esa entrega y/o realidad que hace el europeo de religión judía a su hermano europeo de religión católica, no fuese tal, sino existiese el proyecto colonial sionista. El europeo de religión judía, su crimen contra mí, es mi derecho a reproducirlo contra el otro, el otro que no es europeo como nosotros. El europeo de religión católico siente que es deber apoyar su fascinante proyecto sionista.
Por mencionar un caso y sin remontarse lejos en la Historia, veinticuatro años antes del arribo al poder del genocida Adolfo Hitler, fallece el Rey Belga Leopoldo II, quién había exterminado mínimo 8 millones de congoleños. Allí no hay lamento, memoria, conmemoración ni reflexión. Negros, que no eran europeos. Y tampoco hay filosofía, poesía, cine, teatro, etc. No hay una banca congoleña coreando humanidad. Sin la banca no hay arte. Y el Rey Leopoldo II que llegó a ser propietario absoluto del Congo, generándole conflictos con la propia Bélgica, ya que consideraba que el Congo debía ser colonia de Bélgica y no su propiedad. Hoy ese monstruo se encuentra enterrado en una santa y trémola Iglesia neogótica en Bruselas, como si fuese santo. Existen monumentales estatuas y bustos, en Paris existe la Avenida Leopoldo II en su honor, entre otros.
Jean Paul Sastre, una dignidad intelectual europea, que esquivó abordar la tragedia palestina con Edward Said y terminó apoyando el colonialismo israelí, ese fantasma de una sociología eurocéntrica (el chantaje del antisemitismo) tal vez pudo más que él. Todo lo contrario a su gran amigo, Jean Genet, otra dignidad intelectual europea, y que si sobrevivió a las ataduras eurocéntricas.

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