viernes, 30 de junio de 2017

Noruega .- Del libertarismo al populismo de derechas .

La fórmula populista (y racista) noruega para llegar al poder

Statsministerens kontor


El 11 de septiembre de 2017, los ciudadanos noruegos acudirán de nuevo a las urnas para decidir si la actual coalición de gobierno entre el Partido Conservador y el Partido del Progreso, en el poder desde octubre de 2013, continuará o será sustituida por una coalición en la que el socialdemócrata Partido Laborista desempeñará de nuevo un papel protagonista. El caso noruego ofrece algunos elementos que permiten comprender mejor cómo pensar y cómo no pensar acerca del reto que representa el populismo de derechas para las democracias liberales y seculares de Occidente. Como consecuencia del resurgir de la extrema derecha (que incluye a la derecha populista) en gran parte del continente europeo y de las elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre de 2016, que otorgaron el poder a Donald Trump, el populismo se ha establecido como una microempresa editorial menor que convoca a un gran número de académicos de diferentes disciplinas para que ofrezcan su opinión sobre el fenómeno, según el punto de vista de su disciplina. En la mayoría de los casos, lo que está ausente del relato de muchos de estos científicos políticos que abarrotan actualmente este campo académico es la explicación de las “políticas de afecto” que se encuentran en el origen del ascenso de estas formaciones. Los fluctuantes patrones de voto y sondeos de opinión tienen límites en cuanto a la información que pueden ofrecer sobre las emociones políticas que están detrás de este fenómeno. Pero antes, desviémonos un instante para buscar los antecedentes y el origen de la formación populista de derechas más importante de Noruega: el Partido del Progreso. 
Del libertarismo al populismo de derechas
El Partido del Progreso noruego se creó en 1973 como un invento del famoso libertario de derechas y político heterodoxo noruego Anders Lange. Como muchos otros noruegos de derechas, Lange flirteó brevemente con el naciente fascismo noruego durante la década de 1930 mediante su participación en la Fedrelandslaget --una asociación en la cual el otrora legendario héroe polar y Premio Nobel de la Paz, Fridtjof Nansen, representaba una figura central-- pero optó por oponerse a la ocupación nazi de Noruega (1940-1945) durante la II Guerra Mundial. Lange editó un periódico libertario titulado El noticiero del perro, que, a pesar de su carácter bastante idiosincrático, albergaba claras ideas de derechas y racistas (era un ferviente defensor del apartheid en Sudáfrica. Su legado sobrevivió en la defensa de este régimen racista que sus sucesores en el Partido del Progreso realizaban habitualmente en los debates parlamentarios hasta su abolición definitiva en 1990). No obstante, sería razonable suponer que Lange, conocido por su característica pipa de fumar y su licor de huevo, difícilmente reconocería a la actual cosecha de políticos del Partido del Progreso en el poder como los herederos de la formación fundada por él en 1973 en el céntrico cine Eldorado de Oslo. Porque ese partido, conocido entre 1973 y 1977 como el partido de Anders Lange, se fundó en una época, que el fallecido historiador noruego Francis Sejersted diagnosticó acertadamente como la “época socialdemócrata” noruega, y en unos principios libertarios de oposición enfervorizada a los impuestos y a la burocracia estatal. Fue el legendario sucesor de Lange --fallecido en 1974--, Carl Ivar Hagen, quien convirtió realmente al partido en la máquina política bien engrasada y eficaz que conocemos hoy en día.
Y Hagen lo consiguió superando tácticamente a muchos de los políticos aficionados y chiflados de los que Lange se había rodeado, renombrando la formación como Partido del Progreso en 1977, en referencia a la organización populista de derechas danesa que fundó Mogens Glistrup, y adoptando la oposición a la inmigración, en particular a la musulmana, como pilar central de su política a mediados de la década de los ochenta. Esto último coincidió con un aumento en el número de solicitantes de asilo en Noruega, y resultó ser muy eficaz para que el Partido del Progreso calara entre los votantes noruegos.
Hagen, que no abandonó la presidencia del partido hasta 2006, tras haber ocupado el puesto casi sin oposición desde 1977, actúa hoy en día como el más ferviente seguidor de un tal Donald Trump.
Con respecto a sus políticas económicas, el Partido del Progreso pasó, a mediados de los ochenta, de ser una formación antiimpuestos y libertaria a defensora del Estado del bienestar: ningún otro partido político ofrecía una promesa de mayor gasto social si resultaba elegido. Sin embargo, había trampa: solo lo haría con la condición de que el gasto social del Estado se limitara a aquellos que considerasen “merecedores”, e inevitablemente estos eran definidos en términos etnonacionalistas. De ahí el término académico “bienestar nacionalista” que desde hace tiempo representa al partido.
El Partido del Progreso en el poder
A lo largo de los ochenta, los principales partidos políticos noruegos, fueran de derecha, centro o izquierda, mantuvieron una política de cordón sanitario que evitaba cualquier cooperación con el Partido del Progreso.
Esta formación tampoco se preocupaba mucho por enmendarse: todavía en 1995, por ejemplo, algunas figuras centrales de la organización se asociaron con activistas neonazis noruegos durante una campaña electoral parlamentaria. Una exposición mediática que no hizo mella en su popularidad.
El partido además se oponía abiertamente a los medios de comunicación dominantes. En un ensayo de lo que en la época de Trump se ha convertido en una invocación constante de la derecha populista que califica como “noticias falsas” las “noticias que les disgustan”, el Partido del Progreso atribuyó a la emisora estatal noruega NKR el nombre de ARK, un acrónimo que juega con las supuestas simpatías de la emisora hacia el socialdemócrata Partido Laborista. Obviamente, esto no era más que parte de la parcela de “antielitismo” y “antiintelectualismo” característica de todos los partidos populistas de derechas del mundo.
Lo que hizo que el cordón sanitario fuese cayendo de forma paulatina fue la constatación generalizada por parte de las principales formaciones de que el Partido del Progreso había conseguido imponer de forma hegemónica su posición con respecto a la inmigración y a las políticas de integración, y que además esta había atraído a un gran número de sus antiguos votantes. Los politólogos noruegos han demostrado la forma tan drástica en que cambió no solo el tono y el sentido de los debates sobre inmigración e integración en los noventa, sino también cómo los principales partidos políticos de izquierda y derecha modificaron cada vez más sus opiniones sobre estos asuntos en sus programas. En este sentido, sería difícil no ver una reacción a la defensiva de los demás partidos frente a la intimidación del Partido del Progreso por su supuesta “debilidad” con respecto a estos asuntos. En las elecciones parlamentarias de septiembre de 2009, durante las que la estrategia del Partido del Progreso fue atacar incesantemente a los inmigrantes y a los musulmanes mediante la amenaza de una inminente “islamización encubierta” de Noruega, esta formación superó al Partido Conservador como el segundo más importante en el Parlamento. Fue entonces cuando los estrategas conservadores, que hasta entonces habían sido fieles en sus acuerdos con los centristas democráta-cristianos, comenzaron a realizar acercamientos hacia los populistas al darse cuenta de que la única forma de conseguir volver a gobernar sería confiando su futuro electoral a una alianza con el Partido del Progreso.
Si se observa en profundidad, esto dio lugar a un matrimonio político de conveniencia entre dos socios extremadamente desiguales, ya que el Partido Conservador cuenta con los votantes con mayor nivel educativo y mayores ingresos del país, mientras que los que eligen al Partido del Progreso son aquellos con menor nivel educativo, que ocupan puestos precarios en el sector servicios y que más dependen de las asistencias sociales. No obstante, el trato que alcanzaron funcionó bastante bien para ambas partes: el Partido Conservador ha sido el que ha marcado la pauta del gobierno en cuanto a política económica, fundamentalmente en relación con la privatización y los impuestos, mientras que el Partido del Progreso ha concentrado sus esfuerzos en controlar con mano férrea la inmigración y las políticas de integración.
Desde que alcanzara el poder en octubre de 2013, el partido ha cumplido su promesa de favores políticos: la presidenta del Partido del Progreso y ministra de Economía, Siv Jensen, sin ninguna formación económica y que admite de buen grado no leer libros de ningún tipo, ha recurrido más que ninguno de sus predecesores al Fondo Petrolero de Noruega, el instrumento establecido por el gobierno socialdemócrata del ex primer ministro Jens Stoltenberg para asegurar la viabilidad económica futura de las próximas generaciones. La burocracia del Estado y los empleos del sector público se han multiplicado como resultado, sobre todo, de los faraónicos proyectos en infraestructuras viarias y ferroviarias. Y, además, el gobierno ha concedido rebajas y recortes de impuestos sin precedentes al 1% más rico de Noruega. Por supuesto, no es ninguna coincidencia que algunos de los empresarios noruegos más ricos estuvieran entre los principales artífices de la coalición gubernamental entre el Partido Conservador y el Partido del Progreso: el gobierno no ha hecho sino devolver el favor en metálico. Mientras tanto, el desempleo, aunque es relativamente bajo en términos comparativos, ha crecido hasta alcanzar niveles no vistos desde los noventa, como consecuencia de los bajos precios internacionales del petróleo y de la reducción del sector petrolero, que supone aproximadamente un 40% de la recaudación pública. Las desigualdades socioeconómicas han aumentado y son además cada vez más raciales, puesto que los hijos de los noruegos de origen inmigrante representan un número desproporcionadamente mayor entre los niños que viven en la pobreza, rodeados por la abundancia de Noruega. Los programas de asistencia social para los pobres, los parados, los enfermos o los discapacitados también han sufrido recortes.
¿Qué conclusiones se pueden sacar sobre la naturaleza del populismo de derechas a partir del caso noruego?
Resulta de alguna manera paradójico que algunos de los partidos populistas más poderosos actualmente en las democracias liberales de occidente --ya sean los Verdaderos Finlandeses, de Finlandia, el Partido Popular Danés, de Dinamarca, los Demócratas de Suecia o el Partido del Progreso de Noruega-- se hallen en los países nórdicos, puesto que al fin y al cabo estos se caracterizan por unas desigualdades socioeconómicas comparativamente bajas (aunque cada vez mayores), unos altos niveles de educación entre la población y por haber sido capaces de capear razonablemente bien las todavía presentes y recurrentes crisis financieras y económicas mundiales.
Si el resentimiento de la clase trabajadora masculina blanca, como consecuencia de la desigualdad socioeconómica, de la falta de representación política y social, de la precariedad y de la globalización, fuese todo lo que había en el auge del populismo de derechas, el actual escenario nórdico no tendría mucho sentido. Esto no quiere decir que los condicionantes socioeconómicos no sean importantes: es un hecho demostrable que los votantes del Partido del Progreso suelen tener niveles bajos de educación y cualificación y que son blancos en su mayoría. Pero el caso noruego nos habla de la profunda atracción que provocan las narrativas culturales centradas en la marginación sentida (no necesariamente real) por una cierta concepción de la blanquitud masculina en condiciones de neoliberalismo y globalización. Resulta característico de una gran parte de la teoría politológica actual que la política identitaria que, por lo general, nadie nombra en estos contextos sea la política identitaria blanca; una política que los populistas de derechas han sabido alimentar en una época de terror y crisis continuada de la legitimidad política. El populismo de derechas (al contrario de lo que quieren que pensemos algunos sectores de la extrema izquierda) no es fascismo, aunque la obra cumbre de Robert O. Paxton sobre la historia del fascismo moderno nos recuerde que este llegó al poder gracias a las alianzas políticas estratégicas que estableció con los conservadores durante el período de entreguerras en Europa. De casi igual manera, el caso nórdico y noruego nos demuestra que hasta ahora los populistas de derechas no han llegado solos al poder, sino que son los conservadores quienes les han recibido con los brazos abiertos. Por mucho que les moleste a los conservadores noruegos, la realidad política muestra, por regla general, un tipo de pacto faustiano, según el que los populistas de derechas en el poder ignoran los principios conservadores relacionados con los derechos humanos, la ley internacional y los compromisos humanitarios, que en realidad nunca les importaron un comino. De forma sorprendente y en contra de la lógica más básica, los políticos del Partido Conservador de Noruega han comenzado, a imitación de Trump, a hablar del populismo como una amenaza existencial, mientras fingen no darse cuenta del hecho de que gobiernan junto a un partido populista de derechas, y han llegado hasta el extremo de calificar tanto a los centristas como a los socialdemócratas noruegos como populistas. Queda por ver si el electorado noruego seguirá los pasos de los votantes holandeses, franceses y británicos y rechazará este pacto faustiano en las elecciones de septiembre.

Sindre Bangstad es investigador asociado del KIFO (Instituto de Investigación sobre Iglesia, Religión y Cosmovisión), Oslo, Noruega. 
Traducción de Álvaro San José.

martes, 27 de junio de 2017

La trama del IBEX 35 y el experimento neoliberal en España.

Entrevista al sociólogo Rubén Juste, autor de “Ibex 35. Una historia herética del poder en España” (Capitán Swing)
IBEX 35: el gobierno de los grandes negocios



En 2016 la multinacional petrolera Repsol obtuvo unos beneficios netos de 1.736 millones de euros, el resultado más brillante del último cuatrienio. Los ingresos de los próceres de la entidad caminaron por la misma senda. El consejero delegado, Josu Jon Imaz, percibió 2,9 millones de euros; el presidente de Repsol, Antonio Brufau, 2,75 millones de euros y los miembros del consejo de administración de la petrolera se repartieron 12,75 millones de euros. Repsol es un ejemplo de esplendor en el IBEX 35 (índice de referencia en la bolsa española). Otro es el Banco Santander, que en el primer trimestre de 2017 alcanzó unos beneficios netos de 1.867 millones de euros, un 14% más que en los tres primeros meses de 2016. Las remuneraciones de la cúpula directiva son tan pingües como las de la entidad financiera. La presidenta, Ana Botín, percibió 7,37 millones de euros en 2016; el sueldo del vicepresidente, Rodrigo Echenique, se situó en 3,8 millones de euros, y el consejo de administración obtuvo retribuciones por un valor de 25,8 millones de euros.
El sociólogo Rubén Juste (Toledo, 1985) revela las vías por las que acumularon poder, los entresijos, las conexiones con la política y el modo de operar de las empresas del IBEX 35, cuyo valor en bolsa representa el 50% del PIB español, pero sólo pagan el 7% del total de los impuestos. En el libro “IBEX 35. Una historia herética del poder en España” (Capitán Swing), este sociólogo que realizó su tesis doctoral sobre las “puertas giratorias” explica en detalle los orígenes del “selectivo” en 1992, el peso del sector público en el impulso inicial, la orientación que imprimieron a los grandes negocios los gobiernos de Felipe González y Aznar, y aspectos como el aterrizaje de las corporaciones españolas en América Latina, convertida en un “centro importantísimo para la apropiación de excedentes”. Ruben Juste ha pasado los últimos años indagando entre los papeles de la Comisión Nacional del Mercado de Valores y otras instituciones, con el fin de pergeñar un libro de cerca de 300 páginas que caracteriza lo que Podemos llama “La Trama”. De hecho, “en las moradas del IBEX habitan las cinco mayores fortunas de España”, resume el sociólogo.
-El año 1992 no sólo fue el de la Exposición Universal de Sevilla y las Olimpiadas de Barcelona. El 14 de enero de ese año nació el índice bursátil IBEX 35. Mencionas a 35 consejeros que proceden del Estado franquista. ¿Puede hablarse de un hilo de continuidad con las oligarquías de la dictadura? ¿Qué importancia tienen estos viejos apellidos en el IBEX de 2017?
Mil novecientos noventa y dos, como digo, es el año en que se prueban alianzas heterodoxas. Un símbolo claro es el del ex ministro de Economía, Miguel Boyer, que ese enero de 1992 posaba en la revista Hola mostrando su mansión y su familia junto a Isabel Preysler. Ese matrimonio, como símbolo de la beautiful people del PSOE, mostraba que las alianzas entre las viejas élites de la dictadura y los cuadros del partido socialista estaban de moda. Además, está el hecho de que Boyer ese año estuviera en la nómina de las Koplowitz, como consejero de Focsa. Casualmente, una empresa que se había llevado el 30% de la obra pública de las Olimpiadas, aunque no fuera la empresa más grande en ese momento.
Esas Olimpiadas son un ejemplo claro del transformismo que logra el PSOE con las viejas élites franquistas, a las que ponen en forma de cara a la incorporación al mercado único. La puesta en forma pasaba por reformular sus dominios clásicos: la banca y la industria. El partido socialista puso en forma al Banco Santander, al Banco Bilbao, al Central, pero no desbancó a sus dirigentes. Más bien, como ilustro en el caso de Banesto y Conde, el PSOE mostraba una cierta predilección por un núcleo asociado al OPUS y que hundía sus garras en el desarrollismo franquista. Era el núcleo de los tres “súper López”, con los que Solchaga y Mariano Rubio tenían mejor relación que con las bases del PSOE.
-¿Por qué fue tan importante el Estado y las empresas públicas en los inicios del “selectivo” español?
Las 7 empresas públicas en 1992 aportaban un tercio de la capitalización del índice, es decir, un quinto de las empresas del Ibex valían un tercio del Ibex35. De hecho la empresa de mayor valor del Ibex era Telefónica, la primera multinacional española, que bajo los mandos de un Solana, Javier, había ya empezado a expandirse por Latinoamérica.
Las empresas fuertes de capital privado pasaban por la banca o la energía, sectores productivos que no eran de gran tamaño si se compara con las grandes empresas industriales del Instituto Nacional de Industria. La reconversión industrial de los 80, promocionada y dirigida por Solchaga, tenía claro que las grandes empresas pasaban por heredar una parte de lo público. En los 80 se privatiza a una media de 7,5 empresas por año, empresas que eran rentables, ya que aportaban unos beneficios en su conjunto por valor de 4.700 millones de euros antes de su privatización, mientras las que generaban pérdidas lo hacían por valor de 700 millones. En cambio, el sector privado tenía poco músculo, y debían heredar parte del potencial de la empresa pública para competir internacionalmente, en un momento en que España se incorporaba al mercado común. Ejemplo lo dieron los bancos, que en los 90 luchaban por hacerse con la industria que se ponía en venta. Era el proyecto de Mario Conde, pero también el de Solchaga a través del Banco Central.
-“Las reformas estructurales no han ido mal en general, aunque mi partido no las comparta”, afirmaba el exministro de Industria y Economía del PSOE, Carlos Solchaga. ¿Por qué fue importante este político y economista en la historia del IBEX 35? ¿Qué fue la “Beautiful People del PSOE?
Hay que empezar aclarando que Carlos Solchaga no nace en el PSOE. Se lo encuentra una vez que ha salido del Banco de España y ha conocido a Luis Angel Rojo, Miguel Boyer, a Mariano Rubio, o a Carlos Bustelo. Se afilia al PSOE después de esta etapa, cuando ingresa en el Banco Vizcaya. A pesar de esta tardía afiliación, disfrutará de un inmenso poder sobre el PSOE, principalmente sobre Felipe González, que nunca torció una decisión del ex ministro. Esto lo acredita Jorge Semprún en su autobiografía, que retrata a un Alfonso Guerra solitario, sin capacidad de contestar una decisión del grupo de Solchaga. El poder de Solchaga se basaba en una red de relaciones que tenía el navarro, y que no tenía ningún otro de los miembros del gobierno. Era un intermediario necesario con la ortodoxia económica del franquismo y sus élites económicas, es decir, garantizaba la continuidad del círculo que controló el país desde el Plan de Estabilización de 1959. Ejemplo es la colocación de muchas piezas claves de ese grupo en el área industrial del Estado durante la etapa de Solchaga como Ministro de Industria.
-¿Quiénes formaban este sector tan influyente?
Un núcleo fundamental del grupo era Ferrovial, donde coincidían Leopoldo Calvo-Sotelo, Claudio Boada, Rafael del Pino, José María Amusátegui, José María López de Letona, o Mariano Rubio. Era un núcleo que ambicionaba el poder político y que lo consiguió plenamente en el tardofranquismo, con Carrero Blanco, con UCD, y luego con el PSOE. Tenían su propio Lobby, el Círculo de Empresarios, así como un proyecto: hacerse con el control del sistema financiero y el mercado de valores. Eso fue la beutiful people, y la síntesis es Ibercorp, un banco de inversión donde participaron los miembros socialistas del grupo y que supuso finalmente su caída. Es más, en 1988, Mariano Rubio, el gobernador del Banco de España, hizo 600 operaciones en bolsa a través de esta instrumental.
-Aznar empezó llegó al gobierno en 1996. Su programa de “modernización” económica se resumía en devolverle el poder a la empresa. ¿Cómo se materializó esta idea?
Se materializó liquidando el poder que tenía el Estado sobre las grandes empresas públicas, al vender las participaciones que le quedaban. No es una estrategia muy diferente a la del PSOE, lo que le diferenciaba era el ritmo, ya que lo completaron en un corto periodo de tiempo. También las formas eran diferentes, y en vez de centralizar las relaciones en un grupo afín vinculado a un ministerio o a un pasado común, Aznar incluye a Génova 13, que se constituirá como el centro de creación de grandes empresarios. Era el momento de colocar a afines en las grandes empresas privatizadas, pero también en cajas de ahorros que financiarían años después las operaciones de la segunda beautiful people, la del PP, que abarcará a los constructores que hoy aparecen en los papeles de Bárcenas, y en muchos casos de financiación irregular que recorren todo el territorio.
-¿De qué modo actuaban?
El sistema era claro: detrás de un candidato debía ir un empresario. Eso agrandaba el sistema de coalición entre el poder económico y político que había en el PSOE. Aznar creo un gigante que creció durante el boom de la construcción y de las infraestructuras, y que hoy no sabemos cómo deshacernos de él.
-Uno de los grandes hitos se produce en 2010. Ese año las compañías no financieras del IBEX acumulan grandes apuros. Telefónica acumula deudas por valor de 45.000 millones de euros; y entre las seis grandes constructoras (Ferrovial, Sacyr, ACS, FCC, Acciona y OHL) suman una deuda de 65.334 millones de euros. ¿Cómo logran salir del pozo?
Los años de crisis fueron muy duros para las constructoras. En 2012 el Wall Street Journal escribió un artículo en el que hablaba de un riesgo sistémico en España, y apuntaba directamente a ACS como centro neurálgico y símbolo de ese riesgo. Ese año todos mirábamos a las cajas de ahorros, pero el problema era el valor de un negocio vinculado al ladrillo y las infraestructuras. En 2010, año de la campaña #Estoloarreglamosentretodos estas empresas presionaron para que se impusiera un marco laboral más favorable, lo hicieron primero con esta campaña tan mediática que financiaron, y después en verano con un ataque directo al gobierno para que aprobara una reforma laboral.
Entre medias, el gobierno lanzó un programa de inversión de 17.000 millones destinado a grandes infraestructuras, justo el año de los primeros grandes recortes de Zapatero. Desde entonces, las constructoras han ido saliendo gracias a que el gobierno rescató a las Cajas de Ahorro y pudieron refinanciar muchos de los grandes préstamos que tenían con estas entidades. Con eso, y con la ayuda del ICO que les ayudó a salir al exterior. Pasaron de tener el 70% del negocio en España a un 30% actualmente. En la operación fueron fundamentales los cuadros del Estado que ficharon para la operación, así como el rescate de Bankia, la madre de las entidades de crédito de las grandes constructoras. Si hubieran dejado caer Bankia, las constructoras hubieran quebrado. El rescate tenía un fin claro: que no cayera la beautiful people del PP. Y el PSOE colaboró en esa operación.
-En el libro destacas que las 35 grandes empresas del IBEX representan, además del 50% del PIB español, un estado dentro del propio Estado. ¿Por qué el IBEX “se hace gobierno” con la crisis? ¿En qué punto radica el salto cualitativo respecto a la etapa anterior?
Los ingresos del Estado actualmente representan el 70% de los ingresos de las 35 empresas del Ibex35. Por otro, su valor en bolsa equivale al 50% del PIB, es decir, lo que indica su carácter de entidades “demasiado grandes para caer”. Además de ello, tiene la característica de estar nutrida por un numero significativo de ex altos cargos del Estado y altos cuerpos de la administración. En concreto, de un 20% a un 25% de los miembros de sus consejos de administración a lo largo de sus 25 años de historia.
En 2010 este poder se hace visible cuando presionan a Zapatero para que haga ajustes en el mercado de trabajo, así como en el propio Estado. Fue un imperativo que evidenciaba que un Ibex35 endeudado era más fuerte que un Estado menos endeudado, además de más importante para aquellos que entonces gobernaban. A partir de entonces Zapatero dejo de tener sentido, y él mismo se dio cuenta. El artículo 135 fue el punto álgido de una operación que trataba de desviar la deuda corporativa al propio Estado, y de ajustar los riesgos por esa vía.
-Sin embargo, los fondos de inversión extranjeros tienen una penetración cada vez mayor en las energéticas españolas; y cerca de la mitad del valor en bolsa de las empresas del IBEX está en manos extranjeras. ¿Invalida esto las tesis de tu libro sobre “una historia herética del poder en España?
Para nada, lo que indica es que el Ibex es un instrumento de dominación política, social, y económica para aquel que lo posee. Es un grupo de empresas que controlan la mayor parte del mercado bancario, hipotecario, el energético, telecomunicaciones, licitaciones públicas, infraestructuras, etc… El Ibex, como muestro al final, es una pantalla desde la que sus dueños pueden ejercer un inmenso poder. Y ahora son los grandes fondos de inversión los que controlan esta máquina. Después de haber desbancado a las constructoras, los grandes fondos buscan los sectores de mayor rentabilidad de este entramado: el bancario y en el energético.
Pero vamos, es una tesis que aparece claramente dibujada en el libro: España (concentrada en el Ibex), queda en manos extranjeras, y en esa operación aparecen los grandes fondos de inversión extranjeros, y Blackrock como su máximo exponente.
-En el capítulo de “puertas giratorias”, resaltas que por ejemplo en la compañía Enagás había diez consejeros que desempeñaron un cargo previo en la Administración del Estado; seis en AENA, cinco en la empresa Técnicas Reunidas y cuatro en Iberdrola, entre otras. ¿Qué casos te han llamado especialmente la atención?
Luis Ángel Rojo, gobernador del Banco de España y máximo responsable de la intervención y subasta de Banesto, como consejero del Santander, la entidad a la que se adjudicó el banco presidido por Mario Conde. Luego están los casos de los que llamo los “sacerdotes”: Felipe González, Pedro Solbes, Miguel Boyer, Ángel Acebes, José María Aznar (aunque de asesor). Todos ellos altos cargos del PP y del PSOE que han acabado en eléctricas. Hay un indicio claro, dónde acaba uno de ellos, hay negocio. Por eso animo a los inversores a que busquen políticos en los consejos de administración. Es un indicador de posible negocio. El problema es que esos negocios implican muchas veces la ruina de la empresa. Es el caso de Abengoa, casa de Josep Borrell, de Carlos de Borbón y otros, y que utilizó información privilegiada para favorecer a inversores que apostaban a su caída.
-¿En qué áreas de negocio se concentran estos vínculos estrechos con la política?
El que ahora la mayoría de puertas giratorias se centren en el sector bancario y el energético coincide con la apuesta de los inversores internacionales. Justamente en septiembre del año pasado presentaron un nuevo producto de inversión, los ETF sectoriales que replicarían los valores de empresas del sector bancario y energético. Es la apuesta actual, y coincide con la apuesta del PP y del PSOE.
-¿Por qué llamas a Isidre Fainé, presidente de Gas Natural Fenosa y de la Fundación Bancaria La Caixa el “consejero de oro”?
Bueno, es el que más asientos ocupaba en empresas del Ibex35. Eso indicaba que era muy codiciado. El porqué ya aparece en el libro…y es su función como patriarca. Los ex altos cargos del PP y PSOE suelen acabar en consejos de administración donde el manresano está. Así pues, el poder ha sabido ser generoso con su protector. Es una ley básica que no tiene que ver con la eficiencia del mercado, sino con la estructura de poder.
-En el extenso currículo de Guillermo de la Dehesa figura que fue asesor del FMI sobre gestión de la deuda externa, consultor del Banco Mundial en materia de liberalización del comercio y asesor de los gobiernos de Brasil y Polonia en materia de privatizaciones. ¿Por qué es importante en la historia del IBEX 35?
Guillermo de la Dehesa es el arquitecto de la expropiación de Rumasa, como secretario general de comercio. Fue la mano derecha de Miguel Boyer y luego de Carlos Solchaga, para pasar después a Goldman Sachs, y luego dar el salto a la vicepresidencia del Banco Santander. De la Dehesa es una pieza fundamental para articular la “trama”, que consiste en estar en el centro de la vida política, económica y social del país. Por eso es también miembro del patronato del museo del Reina Sofía, del museo del Prado, o del Círculo de Bellas Artes. Es un enlace fundamental con la ortodoxia neoliberal global, a través de su participación en numerosos círculos exclusivos y su prolífica obra sobre los beneficios de la globalización. Es el “intelectual” neoliberal del PSOE, un cuadro muy apreciado arriba, aunque no tanto abajo.
-Por último, ¿qué importancia ha tenido América Latina en los balances y cuentas de las grandes empresas españolas?
Ha sido fundamental. En la era Aznar Telefónica era el primer inversor institucional en América Latina. Eso dice mucho. Por eso habría que ver la liberación frente a la trama en una dimensión global. El Ibex ha sido un centro importantísimo de extracción de excedente de América Latina, en una época marcada por el consenso de Washington y las privatizaciones a precio de saldo. Cosas de la historia, ahora España está abocada a repetir esas historia, al ser ahora nosotros el eslabón final de una cadena de extracción de excedente que va a Berlín, Gran Bretaña y EE.UU. Las grandes empresas españolas han expoliado literalmente los recursos públicos de Latinoamérica. Ahora toca sentir lo que es ser víctima de un experimento de la ortodoxia neoliberal.

lunes, 26 de junio de 2017

Seymour Hersh desafía a Trump .





El legendario periodista investigador Seymour Hersh está desafiando la versión de la administración Trump de los acontecimientos que rodearon el "ataque de armas químicas" del 4 de abril en la ciudad siria del norte de Khan Sheikhoun, aunque Hersh tuvo que encontrar un editor en Alemania para publicar su información.
En la edición dominical de Die Welt, Hersh informa que sus fuentes de seguridad nacional ofrecieron una cuenta distintamente diferente, revelando que el presidente Trump decidió precipitadamente lanzar 59 misiles Tomahawk contra una base aérea siria el 6 de abril a pesar de la ausencia de inteligencia apoyando su conclusión de que el ejército sirio Era culpable.


Hersh’s Big Scoop: Bad Intel Behind Trump’s Syria Attack

 


Legendary investigative reporter Seymour Hersh is challenging the Trump administration’s version of events surrounding the April 4 “chemical weapons attack” on the northern Syrian town of Khan Sheikhoun – though Hersh had to find a publisher in Germany to get his information out.
In the Sunday edition of Die Welt, Hersh reports that his national security sources offered a distinctly different account, revealing President Trump rashly deciding to launch 59 Tomahawk missiles against a Syrian airbase on April 6 despite the absence of intelligence supporting his conclusion that the Syrian military was guilty.
Hersh draws on the kind of inside sources from whom he has earned longstanding trust to dispute that there ever was a “chemical weapons attack” and to assert that Trump was told that no evidence existed against the Syrian government but ordered “his generals” to “retaliate” anyway.
Marine General Joseph Dunford, Chairman of the, Joint Chiefs of Staff, and former Marine General, now Defense Secretary James “Mad-Dog” Mattis ordered the attacks apparently knowing that the reason given was what one of Hersh’s sources called a “fairy tale.”
They then left it to Trump’s national security adviser Army General H. R. McMaster to further the deceit with the help of a compliant mainstream media, which broke from its current tradition of distrusting whatever Trump says in favor of its older tradition of favoring “regime change” in Syria and trusting pretty much whatever the “rebels” claim.
According to Hersh’s sources, the normal “deconfliction” process was followed before the April 4 strike. In such procedures, U.S. and Russian officers supply one another with advance details of airstrikes, such as target coordinates, to avoid accidental confrontations among the warplanes crisscrossing Syria.
Russia and Syrian Air Force officers gave details of the flight path to and from Khan Sheikhoun in English, Hersh reported. The target was a two-story cinderblock building in which senior leaders – “high-value targets” – of the two jihadist groups controlling the town were about to hold a meeting. Because of the perceived importance of the mission, the Russians took the unusual step of giving the Syrian air force a GPS-guided bomb to do the job, but the explosives were conventional, not chemical, Hersh reported.
The meeting place was on the floor above the basement of the building, where a source whom Hersh described as “a senior adviser to the U.S. intelligence community,” told Hersh: “The basement was used as storage for rockets, weapons, and ammunition … and also chlorine-based decontaminates for cleansing the bodies of the dead before burial.”
A Bomb Damage Assessment
Hersh describes what happened when the building was struck on the morning of April 4: “A Bomb Damage Assessment by the U.S. military later determined that the heat and force of the 500-pound Syrian bomb triggered a series of secondary explosions that could have generated a huge toxic cloud that began to spread over the town, formed by the release of fertilizers, disinfectants, and other goods stored in the basement, its effect magnified by the dense morning air, which trapped the fumes close to the ground.
“According to intelligence estimates, the strike itself killed up to four jihadist leaders and an unknown number of drivers and security aides. There is no confirmed count of the number of civilians killed by the poisonous gases that were released by the secondary explosions, although opposition activists reported that there were more than 80 dead, and outlets such as CNN have put the figure as high as 92.”
Due to the fog of war, which is made denser by the fact that jihadists associated with Al Qaeda control the area, many of the details of the incident were unclear on that day and remain so still. No independent on-the-ground investigation has taken place.
But there were other reasons to doubt Syrian guilt, including the implausibility of Syrian President Bashar al-Assad choosing that time – while his forces were making dramatic strides in finally defeating the jihadists and immediately after the Trump administration had indicated it had reversed President Obama’s “regime change” policy in Syria – to launch a sarin attack, which was sure to outrage the world and likely draw U.S. retaliation.
However, logic was brushed aside after local “activists,” including some closely tied to the jihadists, quickly uploaded all manner of images onto social media, showing dead and dying children and other victims said to be suffering from sarin nerve gas. Inconsistencies were brushed aside – such as the “eyewitness” who insisted, “We could smell it from 500 meters away” when sarin is odorless.
Potent Images
Still, whether credible or not, these social-media images had a potent propaganda effect. Hersh writes that within hours of watching the gruesome photos on TV – and before he had received any U.S. intelligence corroboration – Trump told his national security aides to plan retaliation against Syria. According to Hersh, it was an evidence-free decision, except for what Trump had seen on the TV shows.
Hersh quotes one U.S. officer who, upon learning of the White House decision to “retaliate” against Syria, remarked: “We KNOW that there was no chemical attack … the Russians are furious – claiming we have the real intel and know the truth…”
A similar event had occurred on Aug. 21, 2013, outside Damascus – and although the available evidence now points to a “false-flag” provocation pulled off by the jihadists to trick the West into mounting a full-fledged assault on Assad’s military, Western media still blames that incident on Assad, too.
In the Aug. 21, 2013 case, social media also proved crucial in creating and pushing the Assad-did-it narrative. On Aug. 30, 2013, then-Secretary of State John Kerry pinned the responsibility on Assad no fewer than 35 times, even though earlier that week National Intelligence Director James Clapper had warned President Obama privately that Assad’s culpability was “not a slam dunk.”
Kerry was fond of describing social media as an “extraordinarily useful tool,” and it sure did come in handy in supporting Kerry’s repeated but unproven charges against Assad, especially since the U.S. government had invested heavily in training and equipping Syrian “activists” to dramatize their cause. (The mainstream media also has ignored evidence that the jihadists staged at least one chlorine gas attack. And, as you may recall, President George W. Bush also spoke glowingly about the value of “catapulting the propaganda.”)
Implications for U.S.-Russia
To the extent Hersh’s account finds its way into Western corporate media, most likely it will be dismissed out of hand simply because it dovetails with Moscow’s version of what happened and thus is, ipso facto, “wrong.”
But the Russians (and the Syrians) know what did happen – and if there really was no sarin bombing – they recognize Trump’s reckless resort to Tomahawks and the subsequent attempts to cover up for the President. All this will have repercussions.
This is as tense a time in U.S-Russian relations as I can remember from my five decades of experience watching Russian defense and foreign policy. It is left to the Russians to figure out which is worse: a President controlled by “his generals” or one who is so out of control that “his generals” are the ones who must restrain him.
With Russia reiterating its threat to target any unannounced aircraft flying in Syrian airspace west of the Euphrates, Russian President Putin could authorize his own generals to shoot first and ask questions later. Then, hold onto your hat.
As of this writing, there is no sign in “mainstream media” of any reporting on Hersh’s groundbreaking piece. It is a commentary on the conformist nature of today’s Western media that an alternative analysis challenging the conventional wisdom – even when produced by a prominent journalist like Sy Hersh – faces such trouble finding a place to publish.
The mainstream hatred of Assad and Putin has reached such extraordinary levels that pretty much anything can be said or written about them with few if any politicians or journalists daring to express doubts regardless of how shaky the evidence is.
Even the London Review of Books, which published Hersh’s earlier debunking of the Aug. 21, 2013 sarin-gas incident, wouldn’t go out onto the limb this time despite having paid for his investigation.
According to Hersh, the LRB did not want to be “vulnerable to criticism for seeming to take the view of the Syrian and Russia governments when it came to the April 4 bombing in Khan Sheikhoun.” So much for diversity of thought in today’s West.
Yet, what was interesting about the Khan Sheikhoun case is that was a test of whom the mainstream media detested more. The MSM has taken the position that pretty much whatever Trump says is untrue or at least deserving of intense fact-checking. But the MSM also believes whatever attacks on Assad that the Syrian “activists” post on social media are true and disbelieves whatever Putin says. So, this was a tug-of-war on which prejudices were stronger – and it turned out that the antipathy toward Syria and Russia is more powerful than the distrust of Trump.
Ignoring Critics
The MSM bought into Trump’s narrative to such a degree that any criticism, no matter how credentialed the critic, gets either ignored or ridiculed.
For instance, the Veteran Intelligence Professionals for Sanity produced a memo on April 11 questioning Trump’s rush to judgment. Former MIT professor Ted Postol, a specialist in applying science to national security incidents, also poked major holes in the narrative of a government sarin attack. But the MSM silence was deafening.
In remarks to Die Welt, Seymour Hersh, who first became famous for exposing the My Lai massacre story during the Vietnam War and disclosed the Abu Ghraib abuse story during the Iraq War, explained that he still gets upset at government lying and at the reluctance of the media to hold governments accountable:
“We have a President in America today who lies repeatedly … but he must learn that he cannot lie about intelligence relied upon before authorizing an act of war. There are those in the Trump administration who understand this, which is why I learned the information I did. If this story creates even a few moments of regret in the White House, it will have served a very high purpose.”
But it may be that the Germans reading Welt am Sonntag may be among the few who will get the benefit of Hersh’s contrarian view of the April 4 incident in Khan Sheikhoun. Perhaps they will begin to wonder why Chancellor Angela Merkel continues with her “me-too” approach to whatever Washington wants to do regarding tensions with Russia and warfare in Syria.
Will Merkel admit that she was likely deceived in parroting Washington’s line making the Syrian government responsible for a “massacre with chemical weapons” on April 4? Mercifully, most Americans will be spared having to choose between believing President Trump and Seymour Hersh. 
More articles by:
Ray McGovern was an Army officer and CIA analyst for almost 30 year. He now serves on the Steering Group of Veteran Intelligence Professionals for Sanity.  He is a contributor to Hopeless: Barack Obama and the Politics of Illusion (AK Press). He can be reached at: rrmcgovern@gmail.com. A version of this article first appeared on Consortiumnews.com.   
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Hersh's Big Scoop: Bad Intel Behind Trump's Syria Attack
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 Estados Unidos acusa a Siria de preparar otro posible ataque químico y le amenaza con nuevas represalias http://internacional.elpais.com/internacional/2017/06/27/estados_unidos/1498530367_733388.html