martes, 10 de enero de 2017

Tunez 2017 .- Entrevista a Hamza Meddeb.



Entrevista a Hamza Meddeb, investigador en el "Carnegie Middle East Center" e investigador postdoctoral del Instituto Universitario Europeo de Florencia
"El aumento de la radicalización en Túnez no está relacionado con la democratización"

Le Courrier de l’Atlas


- Después del atentado de Niza, y mientras que algunos medios occidentales vuelven a presentar a Túnez como el «vivero del terrorismo mundial» (cf. artículo de Le Figaro) tras el atentado de Berlín, las diferentes corrientes de pensamiento sobre el tema (Olivier Roy, François Burgat, Gilles Kepel, etc.) se enfrentan de nuevo en los platós de televisión. ¿Qué interpretación le parece la más adecuada para comprender el enigma de esta paradoja de Túnez, país superviviente de las revoluciones árabes, pero factualmente proveedor número 1 de candidatos a hacer la yihad [1]?
- En primer lugar, hay que recordar que tanto la radicalización de Anis Amri, autor del atentado de Berlín, como la de Mohamed Lahouij, autor del atentado de Niza en julio del año pasado, han tenido lugar sobre suelo europeo. Es importante hacer hincapié en ello puesto que la radicalización violenta es un fenómeno globalizado en que las fronteras no tienen demasiado sentido. Debemos tener en cuenta además que Bélgica, remitiéndonos a las cifras, es el primer país exportador de yihadistas en relación al número de habitantes. La derecha francesa, al igual que numerosos comentaristas tunecinos y extranjeros, tratan de promover una versión distorsionada y sesgada que tiende a asociar el aumento de la radicalización con la democratización del país. Para comprender esta “paradoja” es necesario volver a la primera década del siglo XXI que estuvo marcada por una importante movilización de la juventud tunecina dentro de una lógica de fuertes enfrentamientos con el régimen de Ben Alí. Recordemos los momentos de politización más importantes de la juventud tunecina en esa década: la segunda intifada palestina en 2002, la invasión de Iraq en 2003, los enfrentamientos entre Israel y Hizbulá en 2006 y el conflicto entre Israel y Hamás en 2008.
Todos estos momentos se desarrollaron en un contexto de una aguda crisis social: el aumento del desempleo golpeó de lleno a los diplomados universitarios y, en 2005, desencadenó las primeras acciones del movimiento de los diplomados desempleados, la revuelta de la cuenca minera en 2008, Ben Guerdane [2] en 2010 y el endurecimiento del régimen de Ben Alí que extendió su represión más allá de los círculos de oposición hasta reprimir cualquier voz contestataria o crítica. El yihadismo aprovechó esta profunda crisis para penetrar dentro de todos esos hijos de la dictadura, de la masificación escolar, de la desvalorización de las titulaciones, de todo tipo de represión en una sociedad gangrenada por la corrupción. Desde 2004 se han sucedido las salidas para unirse a la yihad iraquí. La represión no ha hecho más que aumentar las filas de los radicalizados y transformar las prisiones en verdaderas incubadoras de yihadistas. Por otra parte, es interesante señalar que la mayor parte de los condenados en virtud de la ley de diciembre de 2003 [3] que fueron liberados después de la revolución de 2011 se han unido a la yihad siria, libia o maliense.
La radicalización violenta en Túnez presenta una dimensión generacional importante: según las cifras del Centro Tunecino de Investigación y Estudios sobre el Terrorismo, el 80 % de los detenidos relacionados con casos de terrorismo se encuentran entre los 18 y los 34 años. La opción violenta contribuye tanto a legitimar el rechazo de una sociedad corrupta e injusta, como a sacralizar la victimización de personas a las que no se les ha dejado ninguna oportunidad de salir adelante. El yihadismo constituye por lo tanto un discurso de ruptura particularmente significativo en algunas categorías (pequeños delincuentes, estudiantes, parados, etc.) y en algunos territorios entre los que destacan barrios populares o regiones del interior.
La juventud tunecina sufre una doble crisis: una crisis de futuro y una crisis de sentido. Según el estudio del Banco Mundial sobre la inserción laboral de los jóvenes en 2015, el 33 % de los jóvenes tunecinos son NEET (not in education, nor in employment, nor in training) [equivalente al término ‘nini’]. Es una de las tasas más altas de la región MENA [4]. El proceso democrático no ha cambiado nada en este sentido dado que la situación económica ha empeorado aún más. La esperanza colectiva por un cambio, por la revolución, desapareció y dio paso al marasmo económico y al desencanto. No hay ningún proyecto movilizador ni ninguna institución política o religiosa que sea capaz de orientar a los jóvenes.
El yihadismo, como comprensión del islam que se funda en la centralidad del combate, constituye una oferta de sentido enorme para una generación que se siente empujada a combatir por las razones que he explicado anteriormente. En Egipto la radicalización es sobre todo organizativa en el sentido de que atañe a movimientos u organizaciones -como los jóvenes de los Hermanos Musulmanes- que, al menos en parte, han pasado a la acción violenta debido a su exclusión del plano político. En Túnez, por el contrario, el extremismo violento está relacionado principalmente con itinerarios individuales, bifurcaciones, encuentros y cambios drásticos que lo hacen difícilmente perceptible. A la interpretación generacional que propone Olivier Roy, la cual comparto, añadiría que las intervenciones internacionales en Libia, Malí, Siria, o la intervención rusa en Siria, contribuyen a alimentar la cantera de terroristas de la que la OEI [Organización Estado Islámico] saca provecho. Si la causa palestina ya no moviliza como hace 15 años, el Califato sí. Un mito que hay que defender a falta de poder propagarlo.
- En el contexto tunecino, ¿qué papel juega eso que algunos llaman «el vacío teológico y religioso» ?
- El yihadismo se afianzó en Túnez en los primeros años del 2000 en un contexto de descrédito total de los actores del campo religioso bajo Ben Alí. La caída del régimen creó un vacío que fue explotado por el movimiento yihadista mediante actividades de proselitismo, la organización de campañas de predicación, el control de centenares de mezquitas y la designación de imanes. Así como los poderes públicos han recuperado progresivamente el control de las mezquitas tras la ilegalización del grupo Ansar al Sharia en agosto de 2013, coincidiendo con el estancamiento de una parte del movimiento yihadista respecto a la acción violenta, esos mismos poderes no han conseguido resolver el problema de la falta de legitimidad de los actores religiosos, suscitando periódicamente episodios de tensión sobre todo con motivo de la designación o expulsión de los imanes. De hecho, en Túnez el yihadismo se desarrolla en un contexto marcado por un plano religioso en el que las reglas de funcionamiento no están establecidas claramente (designación y destitución de los imanes, límites del control de las mezquitas por parte del Estado, aceptación o exclusión de una serie de actores como los salafistas quietistas, Hizb Ettahrir, etc.) [5]. Por otro lado, en el campo religioso tunecino faltan imanes y predicadores capaces de producir un discurso susceptible de contrarrestar la propaganda yihadista. Paradójicamente, este vacío también es compartido por la esfera yihadista tunecina que carece de figura local influyente. Considerado durante décadas como una figura de referencia en el seno de este movimiento, Al Khatib al Idrissi, ha sido marginado en la era post Ben Alí tras su negativa a apoyar la creación del movimiento Ansar al Sharia (una organización que supone reunir a los salafistas yihadistas) y la distancia crí tica que ha mantenido con respecto a los líderes de esa organización. Este vacío abrió el campo a los predicadores radicales y a la propaganda electrónica que ninguna institución está en condiciones de contrarrestar.
- Ese malestar con respecto al caso tunecino, martilleado ad nauseam en los platós de televisión , ¿está relacionado de forma coyuntural con el debate sobre el regreso de los yihadistas a Europa?
- Está claro que la cuestión del regreso de los yihadistas a Europa preocupa a las cancillerías europeas. El eje Irán-Rusia-Turquía se está imponiendo en Siria; se está estrechando el cerco contra la OEI que sufre los ataques destinados a recuperar la ciudad de Mosul. La OEI pretenderá tomar represalias y exportar su terror. Muchos yihadistas se ven tentados a volver a Europa o Túnez. Existe un riesgo importante de que Europa o Túnez sufran atentados. Sin embargo, tanto europeos como tunecinos parecen estar pasándose la patata caliente. Aparte de la cooperación en el ámbito de la seguridad que sigue siendo importante, habría que pensar en preparar un marco de actuación para con los yihadistas que han decidido regresar por vías consulares, o que han sido o serán extraditados por las autoridades turcas, sudanesas o de otros países; esto es, acciones judiciales para aquellos que han cometido abusos y dispositivos de seguimiento para otros. Del mismo modo, habría que darles la palabra a esos yihadistas, al menos a aquellos que lo deseen, para comprender su motivación y su experiencia. Es importante crear una perspectiva que tome en cuenta la complejidad de este fenómeno.
- La conferencia internacional Túnez 2020 no parece haber cambiado esa percepción que cada vez se impone con más fuerza y que asocia a Túnez con el terrorismo. ¿Se puede invertir esta tendencia?
- Es importante que los que gobiernan transmitan un mensaje contundente a la población, en primer lugar, y a los socios de Túnez, que están haciendo frente a los verdaderos problemas del país, que están decididos a llevar a cabo reformas, abordar la cuestión social y los problemas de la juventud. Sin embargo, por el momento, todo esto brilla por su ausencia. La conferencia internacional ha sido una fuerte muestra de apoyo de la parte de la comunidad internacional para poner bajo su responsabilidad a las nuevas élites en el poder. Todavía hay tiempo para invertir esta tendencia, pero para eso aún hace falta inscribir la democracia tunecina en un horizonte a medio y largo plazo para poner fin a las expectativas restauracionistas, la gestión ineficaz del status quo y realizar las reformas en un marco inclusivo. Este horizonte, desgraciadamente, brilla por su ausencia.
- En este sentido, ¿las audiciones públicas [6] de las víctimas del despotismo podrían servir de alivio?
- Estas audiciones públicas han permitido a millones de tunecinos comprender de qué estaban hechos los regímenes de Bourguiba y Ben Alí; de qué estaba hecho el poder durante dictadura. Las audiencias públicas son una especie de espejo de la sociedad para reconstruir esta memoria fragmentada del autoritarismo porque todo el mundo no vivieron los años de Ben Alí y Bourguiba de la misma manera. La palabra de las víctimas ofrece una forma de rehabilitación, pero sobre todo hace emerger una comprensión común y compartida de la dictadura: de sus atrocidades, de su vileza y, por desgracia, de su banalidad. Se trata de un ejercicio indispensable para erigir una democracia que no puede ser construida sobre mentiras o la historia falsificada.


Hamza Meddeb ha sido investigador en el Carnegie Middle East Center e investigador postdoctoral del Instituto Universitario Europeo de Florencia entre 2013 y 2015. Defendió su tesis en la Facultad de Ciencias Políticas de París en 2012 bajo el título “ Courir ou mourir. Course à el khobza et domination au quotidien dans la Tunisie de Ben Ali ” centrada en la economía política de la dominación y las relaciones Estado-sociedad de Túnez durante el régimen de Ben Alí. Acaba de publicar junto a Irene Bono, Béatrice Hibou y Mohamed Tozy un libro titulado L'Etat d'injustice au Maghreb. Maroc et Tunisie, Market for Jihad. Radicalization in Tunisia (Carnegie paper, 2015) con Georges Fahmi y L’ambivalence de la course à el khboza. Obéir et se révolter en Tunisie (Politique Africaine, 121/2011).


Notas:
[1] Existe una profunda incomprensión en torno al concepto « yihad » . Por ello recordamos que etimológicamente el mismo se refiere al « esfuerzo por alcanzar el salam » , es decir, el « empeño » que se pone en seguir la senda del islam (al-yihad al-akbar). La « opción violenta » a la que hace referencia el entrevistado es la noción que se ha consolidado en Occidente [N.d.T.]. (1)
[2] En referencia a las protestas que tuvieron lugar durante el verano de ese año en el puesto fronterizo de Ras Jdir [N.d.T.] .
[3] Se refiere a la Ley 53/2013 que establece el régimen jurídico de la justicia transicional.
[4] Por su acrónimo del inglés (Middle East and North Africa) región que engloba todos los países del Magreb y Oriente Medio [N.d.T.] .
[5] El «salafismo quietista» aglutina a un conjunto de tendencias que tienen en común una actitud pasiva con respecto al plano político. El partido político Hizb Ettahrir (Partido de la Liberación) fue fundado a mediados del siglo pasado por Takieddin Nabhani, un jurista palestino que anteriormente fue miembro de los Hermanos Musulmanes [N.d.T.] .
[6] En diciembre de 2016 tuvieron lugar en Túnez las audiciones públicas destinadas a reparar los crímenes cometidos por autoridades estatales desde el 1 de diciembre de 1955 hasta el 31 de diciembre de 2013 [N.d.T.].
Traducido del francés para Rebelión por Francisco Fernández Caparrós y Rosa Carazo.
Fuente: http://www.lecourrierdelatlas.com/tunisie-hamza-meddeb-%C2%AB-la-montee-de-la-radicalisation-n-est-pas-liee-a-la-democratisation-%C2%BB--7021 

 Nota de la nota 1  del articulo.


La primera, para empezar, tiene dos acepciones, existiendo dos tipos de "jihad", denominadas jihad mayor y menor.

La jihad "mayor" es el esfuerzo personal que se exige a quien se considere musulmán por mejorar día a día, de forma individual, en todo aspecto relacionado con la moral: el esfuerzo por ser más generoso y más amable con quien le rodee, por estudiar, por alejarse del vicio, por aprovechar el tiempo: en definitiva, por mejorar como persona.

La segunda, la jihad "menor", sí es la que en castellano suele denominarse "guerra santa", pero cuya visión correcta no encaja con la visión que tenemos en Occidente. Estrictamente, la jihad es un tipo de guerra en defensa de otros musulmanes y bajo un conjunto de preceptos definidos y limitados, digamos unas "normas de conducta": ha de ser defensiva, contra combatientes, no puede llevarse a cabo contra inocentes, niños, exige respetar a los prisioneros... Completamente incompatible con el terrorismo 


Por lo tanto, buscando una unidad de acción con los países árabes, creo que a lo que se debería tender es a, en caso de ser necesario "etiquetar" la razón de un atentado terrorista, y suponiendo que sea necesario indicar que sus autores enarbolan –falsamente– el pretexto de un islam mal entendido para ejecutar tal barbarie, como "takfiris", hablar de "terrorismo takfiri". 


 VER ....

 




 

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